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"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"

Octubre de 2018

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Rumanía

La gran desconocida de Europa

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La ciudad de Brasov desde el monte Tampa ( 960 m ) en el macizo Postăvarul de los Cárpatos orientales.

  Teníamos muchas ganas de conocer este país de Europa, uno de los grandes desconocidos del continente y eso que, actualmente, aprovechando el reclamo de la historia de Drácula, el turismo va llegando al corazón de Rumanía. Un país formado por la influencia de distintas culturas, desde los dacios y los romanos, pasando por húngaros, eslavos, otomanos, gitanos, rusos y sajones. Épocas pasadas de esplendor en los principados de Valaquia y Transilvania, posterior unidad territorial y un hermético aislamiento en la etapa comunista... Ahora, arrastrado por la influencia de la Unión Europea, intenta recuperar "el tiempo perdido"  y la dañada economía que el régimen de Ceaucescu dejó en su sociedad.
  Una gente maravillosa, un país precioso y un viaje relajante y placentero hacen que guardemos un muy grato recuerdo de la visita a esta tierra.

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Astigarraga - Burdeos - Bucarest

 Tras superar todos los problemas que habían ido surgiendo a lo largo del verano -hasta el punto que llegué a pensar que no realizaríamos este viaje- por fin, el martes nueve de octubre, después de trabajar hasta medio día, a eso de las

14:15 horas, arrancamos en mi coche hacia la localidad francesa de Burdeos para coger el vuelo directo hasta Bucarest. 

  La noche anterior habíamos reservado una plaza de parking en un servicio, nuevo para nosotros, que encontramos en Internet. Es un aparcamiento de larga estancia situado a 5 minutos del aeropuerto de Mérignac. Se trata de la empresa Park&Trip que, por 37 € nos ofrecía el estacionamiento desde el martes 9 al martes 16. La última vez que volamos desde Burdeos fue para ir a Roma y pagamos por 4 días en el P4 del aeropuerto (parking de larga estancia) 55 €. Como podéis comprobar el ahorro era evidente. Además, ofrecen un servicio de traslado desde el parking hasta el aeropuerto y viceversa.  Nos estaba costando mucho encontrar la entrada de este sitio y el GPS nos llevaba siempre al P4. Así que, viendo que el tiempo se echaba encima, paré y le pregunté a un chico que estaba estacionado en la cuneta, poniéndole el cinturón de seguridad a una niña pequeña que llevaba en el asiento trasero. Muy amablemente este nos dijo que le siguiéramos y nos llevó hasta el lugar en cuestión. Luego, una vez entregado el coche, nos acercaron a la terminal en un micro-bus de la empresa . . . Todo arreglado, ahora llegaba el momento de los controles y demás.

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Anverso y reverso de la tarjeta publicitaria de Park&Trip en Burdeos.
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Pasamos el control de seguridad sin tan siquiera sacar las cámaras de la mochila, tan sólo la pasta de dientes y demás líquidos. 
 En el control de pasaportes tardamos bastante más... Después, ya en el hall  "A" de la T1, recogimos todo para embarcar con un solo bulto puesto que habíamos leído en la web de la compañía Blue Air, que era la que nos llevaba a Rumanía, que tan solo se podía subir a bordo un bulto. Al final tampoco eran tan estrictos y la gente subía la maleta de cabina y otro bolso de mano o similar. Pero bueno, después de ver como se está poniendo el tema, mejor prevenir...

Las rojizas nubes, que anunciaban el ocaso, nos recibieron al despegar de Burdeos.

  Justo antes de embarcar, recibí un correo electrónico del Hotel Elisabeta. Nos ofrecían el traslado en taxi desde el aeropuerto por 20 €. Como llegábamos tan tarde ( 23:15 hora local ), tras consultar con Rosa, acepté para no tener que andar a esas horas en el bus. Luego, embarcamos puntualmente por la puerta número 15 en un Boeing 737. Teníamos también la fila número 15, justo en la zona de la salida de emergencia, lo que supone que teníamos más sitio para estirar las piernas pero más frío en esos asientos. Unos instantes antes de despegar, Rosa, me comentó si había reservado algún Free Tour. Le dije que no, pero en un par de minutos miré en Internet y reservé dos plazas para el día siguiente. Esto de las nuevas tecnologías... ¡¡ Es alucinante !!


  Esta vez, no era con la empresa Sandemans, porque no trabajan en esta zona, pero era en castellano y tenía buena pinta. Finalmente, a la hora prevista, las 19:00, despegamos hacia el oeste, puesto que íbamos en dirección a la puesta del sol. Pero enseguida, el avión viró y puso rumbo al este camino de los dominios del conde Drácula...

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  A las 20:00 horas de mi reloj, puesto que en Rumanía es una hora más, la noche nos engulló en su inmenso agujero negro. En este vuelo OB-168 había embarcado toda una familia de gitanos que viajaban en grupo y ocupaban prácticamente la mitad del pasaje. Rosa hizo el comentario de que parecía que iban a una boda o algo así, porque estaban todos... abuelo, madres, padres, niños y niñas. 
  Era como una secta o algún tipo de "clan". Leían todos de un libro que parecía una Biblia. En Rumanía la gran mayoría son de religión ortodoxa, pero claro... son cristianos ortodoxos.

El "patriarca del clan" y una de las mujeres con su típico peinado.

  Se pasaban el libro de unos a otros, de adelante hacia atrás. Cambiaban de asientos cada dos por tres y mantuvieron un trajín enloquecedor durante todo el viaje. Las niñas pequeñas se pasaron todo el vuelo en los aseos... Vaya ganas, ¿verdad? y los niños empezaron a jugar con los timbres. En una de estas uno de los auxiliares, bastante mosqueado, le llamó la atención a uno de los padres, diciéndole que ya estaba bien de permitir esos juegos... Dios mío... ¡¡ Qué paciencia !!

Los gitanos leyendo su "libro santo".
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  Pues así, bastante "entretenidos", llegamos puntuales, a las 23:15, al aeropuerto internacional Henri Coandâ en la localidad de Otopeni, distante unos 20 Kms de Bucarest. El aterrizaje fue un poco brusco pero dentro de la normalidad.
  Pasamos el control de pasaportes y al salir, en el hall, nos esperaba el taxista. Fuimos hasta el parking sito a unos cien metros y nos montamos en un Mercedes. En apenas veinte minutos estábamos en el hotel haciendo el check-in. El K+K Hotel Elisabeta está de lujo, no en vano, es un cuatro estrellas y bastante nuevo. Lo recomiendo por su calidad-precio y ubicación, a cien metros de la parada del metro de las Universidades y junto a una de las arterias de la ciudad con paradas de autobús de todas las líneas. En uno de sus laterales hay una casa de cambio y en la parte trasera una pequeña tienda de comestibles.

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  Desde el punto de la mañana, que empezamos a "trajinar", habían pasado unas cuantas horas. Habíamos desayunado en Astigarraga y cenábamos en Bucarest. Deshicimos las maletas y preparamos todo para el día siguiente. Cenamos unos bocadillos de jamón ibérico que Rosa había traído y como en la nevera de la habitación había bebidas, pues... Estábamos salvados.
​Era momento de un merecido descanso.

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Bucarest

Nos levantamos con las pilas cargadas a eso de las 08:00 y, tras asearnos, bajamos a desayunar al restaurante del hotel. Servían un desayuno rico, completo y abundante, con frutas y zumos variados, yogures, cereales, bollería,

tostadas con mantequilla y mermelada o miel, verduras, huevos fritos, cocidos o en tortilla, quesos, fiambre... ¡ De todo !

  Resultaba un poquito caro ( 50 lei por persona, unos 11 € ), pero podías ponerte "hasta las cejas". Habíamos quedado para hacer el free-tour a las 10:30 en el Parcul Coltea (Parque Coltea) junto a la estatua del violín que, casualmente, distaba apenas ochenta metros de nuestro hotel. 

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  Algo antes de las 10:00, tras lavarnos los dientes y coger cámaras y demás, salimos a la calle. Cambiamos algo de dinero dinero en la casa de cambio antes mencionada y luego nos dirigimos hacia la rotonda de la vía principal que desemboca en la Plaza de las Universidades. Pero, antes de seguir adelante, quiero adelantaros unos datos...

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El monumento a la música sito frente al Teatro Nacional.
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La rotonda de Universidades.
El violín del Parcul Coltea.

Un poco de historia: 
   Rumanía es un país ubicado al sureste de Europa en la frontera con el mar Negro. Limita al norte con Ucrania, al sur con Bulgaria, al este con Moldavia y el Mar Negro y al oeste con Hungría y Serbia. Cuenta con la séptima mayor población de la Unión Europea con más de 19 millones de habitantes. Su capital y ciudad más poblada -sita en la región de Valaquia- es Bucarest, la décima urbe más grande de Europa.

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Situación de Rumanía en Europa y sus actuales provincias.

  Los Principados Unidos surgieron cuando Moldavia y Valaquia se fusionaron bajo el liderazgo del príncipe Alexandru Ioan Cuza en 1859. En 1881, Carlos I de Rumania se coronó rey, formando el Reino de Rumanía. Su independencia del Imperio otomano fue declarada el 9 de mayo de 1877 y fue reconocida internacionalmente al año siguiente.
  En 1918, al final de la Primera Guerra Mundial, Transilvania, Bucovina y Besarabia fueron anexionadas por el Reino de Rumanía, circunstancia que dio inicio a lo que la monarquía rumana denominó la Gran Rumanía. Por cierto, este año (2018) se celebra el centenario de la unión y encontramos actos conmemorativos por todas las ciudades que visitamos.
  Posteriormente, en 1940, la región de Besarabia y el norte de Bucovina, fueron anexionados a la Unión Soviética como resultado de la ocupación por parte del Ejército Rojo, quedando así conformado el mapa actual del país.

Cronología:
• Principado Valaco                                       1330
• Principado Moldavo                                    1346
• Principado Transilvano                               1570
• Triprincipado                                             1600
• Principado Rumano                                     1859
• Independencia del imperio otomano           1877
• Reino de Rumania                                       1881
* Gran Unión Rumana                      1918
• República comunista                                  1947
• República actual                                        1989

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Escudo y bandera de Rumanía.

  Aunque pertenece a la Unión Europea desde el 1 de enero de 2007, Rumanía aún no forma parte del Euro.


  Su moneda es el leu (en plural lei). El leu se divide en 100 bani.


1 € = 4,65 lei ( octubre de 2018 ).

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Colección de billetes y monedas de curso legal de Rumanía.

  Como todos los países del mundo, Rumanía también ha tenido sus épocas convulsas. Las guerras contra sus invasores, desde los primeros dacios que lucharon contra Trajano, pasando por la lucha contra húngaros, otomanos y soviéticos, hasta afianzar sus fronteras actuales, fueron siglos teñidos de sangre, pero una sangre derramada con honor. Sin embargo la peor época de este precioso país se vivió en la era moderna, cuando el dictador Nicolae Ceaușescu, junto con su tirana esposa y su séquito de militares sin escrúpulos, se apoderaron de la nación sumiéndola en la pobreza y la opresión con el ruin propósito del enriquecimiento personal. El pueblo se moría de hambre mientras ellos, los Ceaușescu, vivían en palacios, con grifos, inodoros y bañeras de oro macizo...

  Si Vlad Tepes hubiese levantado la cabeza y hubiese visto al dictador derribando los cimientos de lo que tanta sangre costó construir, seguro que lo hubiese empalado en alguna colina de los Cárpatos.

  Perdonadme esta pequeña introducción, pero me gusta hacerla para ponernos en situación. Bueno, después de este inciso, sigo con el diario...

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Tarjeta de la empresa que nos hizo el Free-Tour en Bucarest.

  Como os decía, salimos en dirección al Parque Coltea para reunirnos con la gente del free-tour. Teníamos tiempo, porque estábamos muy cerca, así que fuimos a ver que eran unas curiosas figuras que había en un parque frente a la rotonda. Resultó que eran los jardines del Teatro Nacional. En ellos, frente al edificio, unas figuras componían una alegoría del teatro y la música. 
Después, ya cerca de las 10:30, nos dirigimos al Parque Coltea y enseguida vimos la estatua del violín. Junto a ella había tres personas.

Tras saludarles y comprobar su acento les comenté...

- ¡¡ Vosotros también sois vascos !! ¿ No ?
- Sí, de Gasteiz...
- Nosotros somos de Astigarraga, giputxis...

Qué pequeño es el mundo, ¿verdad?

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Escudo de la ciudad de Bucarest.

  Empezó a llegar más gente, algunos españoles y otros sudamericanos.

Claro, el tour era en español. Enseguida apareció nuestra guía, una joven rumana llamada Andrada.

Mientras esperábamos a algún rezagado, nos comentó que había aprendido español e inglés viendo la tele desde pequeña. Allí, como en la mayoría de los países de Europa, desde siempre han puesto en televisión las películas y documentales en VO y la gente lo ha aprovechado. En nuestro "avanzado país", debido a otro de los "regalitos" del dictador, nos quedamos aislados durante años y así nos "luce ahora el pelo". 
​  Bueno, al final, nos reunimos alrededor de unas quince personas y Andrada, tras hacernos un resumen de los inicios de la actual Rumanía,  se centró en la ciudad de Bucarest que, al fin y al cabo, era lo que nos había llevado hasta ella. El tour se iba a desarrollar por el centro histórico de la ciudad.
  Sobre las 10:45 arrancamos en dirección sur, pasando por delante la Iglesia Coltei y del Hospital Coltea, camino de la Biserica Stantul Gheorghe Nou, la Iglesia Ortodoxa de San Jorge.

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A la izquierda la Biserica Coltei, la iglesia ortodoxa junto al hospital. A la derecha la estatua del dirigente valaco Mihail Cantacuzino frente al Hospital Coltea.

  Esta iglesia fue fundada por San Constantin Brancoveanu en el s. XVII y ha pasado por muchos cambios en el tiempo, hasta que recuperó su aspecto original a finales del s. XX. Posee unas preciosas pinturas en su pórtico que expresan la eterna preocupación del ser humano: el bien y el mal, ángeles y demonios, cielo e infierno, vida y muerte...
  En su interior se nota la herencia de los ortodoxos griegos, destacando sus murales que representan pasajes religiosos. Su decoración es siempre por medio de iconos porque, como sabéis, los ortodoxos no utilizan nunca estatuas tridimensionales.
En uno de sus jardines anejos, encontramos una gran bola del Mundo con los cuatro puntos cardinales, las comarcas de Rumanía y los signos del horóscopo. Frente a la iglesia podemos ver la estatua de su fundador.


  La mañana estaba bastante agradable, algo nublado pero se veía que iba a levantar. La temperatura excelente; 18ºC... ¡¡ De lujo !!

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La bola del mundo junto a la iglesia.
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La Iglesia de San Jorge, de culto ortodoxo como la mayoría de Rumanía y detalles de algunos de sus grabados de la fachada principal.

  Después, cruzando el "pasadizo latino", salimos a la Piata Roma, donde encontramos una figura de la loba Luperca con Rómulo y Remo. En prácticamente todas las ciudades de Rumanía se hace referencia a la presencia romana en estas latitudes, no en vano, los romanos, vencieron finalmente a los Dacios y se instalaron a lo largo de casi tres siglos en su territorio. 

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ATENTIE CADE TENCUIALA 
Rezaban los letreros en ventanas y fachadas.

  Desde la Piata Roma seguimos calle arriba por la Strada Lipscani. Andrada nos contaba muchas cosas que no podemos leer en los libros. Nos llamaron la atención unos letreros que colgaban a destajo en balconadas y fachadas. Nos dijo que traducido venía a decir "Peligro desprendimientos". Nos explicó que, en su época, Ceausescu se dedicó a expropiar todo a favor del régimen, incluidos edificios enteros de viviendas. Tras su muerte, las familias empezaron a reclamar sus antiguas posesiones y, presentando la documentación necesaria, lo han ido consiguiendo. El problema es que las casas prácticamente nunca se restauraron y en la actualidad se encuentran en estado ruinoso. Además, se prohíbe por ley que se pueda derribar un inmueble ya que se debe respetar la estructura. 

  Ese tipo de reforma es muy costosa y, por ello, sus propietarios no pueden hacer frente a esos arreglos. Es bastante penoso ver como se caen las paredes de unos edificios tan elegantemente rematados. Andrada, nos explicó que muchos ciudadanos están esperando que, según dicen, un gran terremoto asolará Bucarest en los próximos años y cuando todo se caiga, entonces sí se podrán vender los solares para hacer nuevas construcciones. 

  Giramos entre calles y acabamos desembocando en la Piata Stanful Anton, donde nos encontramos con la iglesia de San Antón, en rumano Biserica Stanful Antonie Curtea Veche y con el antiguo caravansar que actualmente se llama  Hanu´Lui Manuc Restaurant. 

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La Piata Stanful Anton, con el restaurante Hanu´ lui Manuç a la izquierda y  la iglesia de San Antón.

  La Iglesia de San Antón, es de las más antiguas de Bucarest. Fue fundada en el s. XVI por el gobernante rumano Mircea Ciobanul, con el nombre de Iglesia de la Anunciación. Durante siglos, la iglesia sirvió como lugar de coronación de muchos soberanos de Rumanía. En 1847, la Iglesia de San Antón, que estaba situada muy próxima a esta, fue totalmente destruida por el incendio devastador de Bucarest. En memoria de la destruida iglesia, la Iglesia de la Anunciación recibió a su antiguo patrono, San Antón y por ente adoptó su nombre. 

  El tour seguía adelante entre las calles de la zona histórica de Bucarest. Según nos contaba Andrada, antes de Ceausescu, la zona histórica estaba llena de edificios de estilo romántico, no en vano, la ciudad era conocida como "la París del este". El dictador, empeñado en dejar "su sello", derribó gran cantidad de esas construcciones y construyó sus edificios de estilo soviético. Lo poco que se salvó de aquella fatídica época se cuida con mimo en la actualidad, conservándolo como oro en paño. Un ejemplo de ello es la Biserica Manastirii Stavropoleos, sita en el corazón del casco antiguo de Bucarest.

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  Esta iglesia, construida en 1724, es de estilo brâncovenesc, también conocido como Renacimiento valaco o Renacimiento rumano. Fue un estilo arquitectónico y artístico que se desarrolló a finales del s. XVII y principios del XVIII en la región rumana de Valaquia.

  La iglesia rinde culto a los arcángeles Gabriel y Miguel. Su nombre viene del griego stauropolis, que significa "ciudad de la cruz". Uno de los temas interesantes del monasterio es su música bizantina y su colección de más de 8.000 libros.

La Biserica Manastirii Stavropoleos , una joya del arte valaco del s. XVIII.
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El patio interior es un remanso de paz dentro de la ciudad.

  Por la Strada Stavropoleos salimos hasta la Calea Victoriei (Avenida Victoria), una de las arterias del casco antiguo.
​  Allí, dejamos a nuestra izquierda el Museo de Historia Nacional de Rumanía y nos encontramos, de frente, con la sede del Banco Nacional. El Palatul CEC  es un edificio de estilo ecléctico de 1900, construido sobre las ruinas de un monasterio y una posada que ocupaban esa parcela.

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El Palacio CEC, construido en 1900 y sede del Banco Nacional de Ahorros.
Detalle del reloj de su fachada principal. 
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  El palacio se construyó como la nueva sede del banco más antiguo de Rumanía, la caja de ahorros pública conocida posteriormente como Casa de Economii și Consemnațiuni, la C.E.C. Tras 106 años de servicio, se consideró que el edificio ya no era apto para la banca moderna y por tanto se vendió al municipio de Bucarest por 17,8 millones de euros para que se usara como museo. 

  Desde el Palatul C.E.C. giramos a la derecha en dirección norte. Después, cincuenta metros más adelante, volvimos a girar a la derecha (hacia el este), nos dirigíamos a nuestra siguiente parada: el curioso pasaje Macca-Villacrosse. 

La Avenida Victoria o Calea Victoriei como ellos la llaman.
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El pasadizo de Macca-Vilacrosse.

  El pasaje tiene forma de herradura. Su interior se encuentra lleno de pequeños bares, cafeterías, restaurantes y algunas joyerías. Cuando pasamos vimos a unos cuantos jóvenes fumando, las cada vez más de moda, shishas, hookah ó narguile  como se les conoce. El humo de sabores es creado con tres ingredientes: tabaco caliente, melaza y fruta. Su aroma se dejaba notar en el ambiente...

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  Las dos galerías están cubiertas con vidrios amarillentos que dan al espacio un toque de color y calor. Fueron construidos en 1891 en el lugar de la Posada Campineanu. Pero tienen una curiosa historia a sus espaldas que Andrada nos explicó:
  La antigua posada fue comprada por Petros Seraphim, quien se la regaló a sus hijas como dote. Su hija Polixena se casó en 1843 con Xavier Vilacrosse , que fue arquitecto jefe de Bucarest y del que adquirió el apellido de casada. La otra hija, Anastasia, se casó con Mihalache Macca, quien poseía una cadena de tiendas de lujo. A finales de la década de 1880, la ciudad decidió comprar todo ese espacio para construir un pasaje de estilo occidental para aliviar la congestión del tránsito de peatones. Pero el edificio central, ocupado por el Hotel Pesht, no quiso vender. Entonces, el arquitecto Félix Xenopol diseñó un pasaje con dos alas alrededor de los dos lados del hotel. Las calles estrechas se cubrieron con un techo de vidrio, lo que permitió la entrada de luz natural y protegerlo de la lluvia. La planta baja estaba destinada a tiendas, mientras que las habitaciones del primer piso estaban en alquiler. Una rama del pasaje se llamó Vilacrosse, mientras que la otra se llamó Macca, como los antiguos dueños. Uno de los pasajes se abre hacia Calea Victoriei y el otro extremo se abre hacia el Banco Nacional en el histórico distrito de Lipscani.

  Del pasaje Macca-Vilacrosse salimos a la Strada Lipscani. Frente a nosotros encontramos el  Banco Nacional de Rumanía. Un edificio de estilo ecléctico de finales del s. XIX, con algunos elementos neoclásicos. 

  Mientras comíamos unas galletas de mantequilla hechas por su madre y que, Andrada, amablemente nos ofreció, nos comentó que el Banco estaba construido por el mismo arquitecto que remodeló el Palacio del Ateneo rumano. En este, en el Ateneo, usó sus conocimientos para que se ensalzase la acústica y en el edificio del banco resultó ser al revés. En uno el eco se expande sobremanera y en le otro prácticamente no se expande, para evitar así oír las conversaciones de los clientes.
 En la confluencia entre la Strada Lipscani y la Strada Eugeniu Carada, nos encontramos a un hombre tocando en su "tambal" la canción del cubano Osvaldo Farrés "Quizás, quizás, quizás...".
 El "címbalo" es un instrumento musical que, según se cree, el pueblo gitano llevó por la Europa oriental aproximadamente en el siglo XIII. Es muy utilizado en la música de países como Hungría, Rumanía, Eslovaquia, Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, etc. y en la música persa, donde se le conoce como santur.

El señor tocando el címbalo, llamado "tambal" en Rumanía.
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  Después nos encaminamos hacia el punto final del tour; la Plaza de la República. La mañana, que en lo referente a la climatología transcurrió a la perfección, había pasado velozmente. Estuvimos entretenidos y aprendimos algunas cosas. Alrededor de las 14:00 horas tras atravesar el Pasajul Victoriei, un espacio decorado con paraguas de colores que asemejan una fiesta del Día del Orgullo Gay, llegamos a la plaza. Andrada, en esa misma plaza donde empezó todo, nos contó el final del dictador... Allí fue donde Ceaușescu dio su último discurso...

  Aquel día 22 de diciembre de 1989, la población, sublevada en protesta por la masacre de Timisoara (acaecida unos días antes) y cansada de opresión y sufrimiento, perdió el miedo al dictador provocando su caída. Ceaușescu huyó junto a su esposa Elena pero los detuvieron en Targoviste y los juzgaron el día 25 de diciembre. Fueron sentenciados a muerte y fusilados ese mismo día acusados de genocidio, subversión del Estado mediante acción armada contra el pueblo, destrucción de la economía y del patrimonio nacional y desfalco. Ese fue el final de un hombre que, tras una política inicial de apertura a occidente, cambió drásticamente (dicen que manipulado por su egoísta e insaciable esposa), estableciendo un régimen cada vez más brutal y represivo. Pasó de la doctrina comunista a una opresión total e instauró un riguroso culto a su personalidad, un exacerbado nacionalismo y un total deterioro de las relaciones internacionales con el bloque occidental a semejanza de la doctrina de la extinta Unión Soviética.

  Tras esa última información llegó el momento de despedirse. Le agradecimos a Andrada sus explicaciones y le dimos una propina de 100 lei (unos 20 €). Nos pidió una foto del grupo para colgarla -por cuestión de marketing- en las redes sociales y, posteriormente,  partimos cada uno por su lado. 

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La Plaza de la Revolución, final del tour por el centro histórico de Bucarest.

  Rosa y yo, decidimos ir a comer al restaurante Hanu´Lui Manuç, que nos había causado buena impresión durante la visita relámpago que hicimos en el tour. Cuando llegamos había bastante gente pero no tuvimos problemas para coger una mesa. Nos tomaron nota con bastante rapidez y nos sirvieron el primer plato en apenas cinco minutos. Como veis, nada que ver con las dos horas de espera de media que se necesitaban en el restaurante de moda Caru´cu Bere.

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El restaurante Hanu´Lui Manuç, antiguo "caravansar" adaptado a los nuevos tiempos.
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  El antiguo "caravansar" (entendiendo como tal el lugar donde descansaban las caravanas de comerciantes, sin tener que ser necesariamente lugares de descanso en la Ruta de la Seda), es un edificio con mucha solera, construido a principios del s. XIX por el bey Manuc Mârzaian* en un estilo de arquitectura innovador. No tenía la forma de una fortaleza, como las otras posadas de la época. Conserva su adoquinado original de madera y la misma disposición de antaño, con un enorme patio central para dejar las mercancías de los comerciantes. Lástima que, según nos comentó Andrada, en ese solar quieren hacer un hotel moderno... Seguro que perderá todo su encanto.

* La palabra bey se refiere al tratamiento de señor.

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La polenta, la menestra, los micis y la brocheta de cerdo con la ensalada y el puré de patatas.

  Pedimos, de primero, una especie de menestra y polenta que, por cierto, me gustó mucho. De segundo unos micis ó mititei que nos sirvieron con un puré de patatas y unas brochetas de cerdo con verduras, que traía de guarnición una ensalada con un tipo de berza muy suave. Estaba todo bastante bueno. Después pedimos un café con un postre. Pagamos 93 lei por todo, es decir, 20 € al cambio por la comida de los dos. 

  Los micis, que literalmente significan “chiquitines”, con su inconfundible olor, son unos rollitos de carne de oveja, cerdo y ternera condimentadas con ajo y una mezcla de especias (tomillo, pimienta negra, anís, comino y cilantro) que se hacen a la brasa como los pinchos morunos. La guarnición clásica rumana para los micis son patatas fritas o un puré de patatas.
Andrada, nos explicó el origen de esta antigua receta, os la cuento; resulta que... Un día llegaron unos viajeros sajones a casa de un hostelero. Pidieron, como no podía ser de otra manera, salchichas y cerveza. Pero el hostelero no tenía salchichas y se le ocurrió la brillante idea de picar y enrollar la carne y hacerla a la brasa. El "invento" fue un éxito rotundo y desde entonces quedo en los menús de todos los establecimientos rumanos. 
  Bueno... Eso es lo que nos contó la guía. El caso es que, sí, esta receta está reconocido como un plato de la gastronomía rumana. 
Después, tras un rato de sobremesa, nos dirigimos a la librería Carturesti que, según habíamos leído, era una de las 20 librerías más bonitas, modernas y elegantes del mundo. Se ubica a cinco minutos andando desde el restaurante Manuç así que, arrancamos hacia allí con la intención de ir después a ver el edificio del parlamento y la Piata Unirii.

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  La Strada Lipscani, en el centro de Bucarest, es una calle repleta de comercios, cafeterías y restaurantes. La Carturesti Carusel o “Carrusel de luz”, que en su día fue un banco, es un elegante edificio del siglo XIX propiedad, desde 1903, de una familia de banqueros, hasta que fue confiscado durante el periodo comunista. Después de la era Ceaușescu, en 1990, el edificio sería recuperado por su actual propietario y descendiente de aquella familia, Jean Chrissoveloni. Este, decidiría llevar a cabo un valiente proyecto de restauración convirtiendo el banco en la actual librería.


  Sinceramente, a mí en particular, me decepcionó un poco. Esperaba un espacio lleno de libros, como el paraíso de la lectura, pero... Nada de eso. 

La librería Carturesti en la Strada Lispcani.

  Lo interesante de este local es su reconversión en lo que hoy se denomina  “Concept Store”, un término en el mundo de la arquitectura que se caracteriza por transformar antiguos edificios en desuso en atractivos modelos de negocio que compaginen el comercio con otras actividades culturales. La verdad es que, la luz, la distribución de espacios y el ambiente en general, componen un conjunto muy agradable pero... ¡¡ con poco libros !!

  Tras esta "pequeña decepción" nos encaminamos, antes de que anocheciera, hacia la Piata Unirii  (Plaza de la Unificación). En apenas 15 minutos a pie, nos presentamos en la plaza y recorrimos el Bulevardul Unirii (Boulevard de la Unificación), hasta las puertas del mismísimo parlamento. Tras el terremoto de 1977 el centro de Bucarest resultó muy dañado. Ceaușescu aprovechó hábilmente este incidente y mandó demoler muchos edificios históricos para la construcción del su "Centro Cívico". Parte de este proyecto, el Bulevardul Unirii, iba a ser la respuesta de la Rumanía comunista a la Avenida de los Campos Elíseos de París, con más de 3Km de longitud. Ceaușescu lo llamó inicialmente Bulevardul Victoria Socialismului (Boulevard de la Victoria del Socialismo). Derribó las antiguas casas y construyó bloques de apartamentos del modelo socialista, de inspiración norcoreana. Es por eso que, actualmente, de lo que se llamó la "París del este", solo queda la zona del casco histórico.

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El Boulevard Unirii, con más de 2 km de distancia, une la Plaza Unirii con el edificio del parlamento.
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El Parlamento de Rumanía, la obra cumbre del dictador Ceausescu.

  La Piata Constitutiei, situada al otro lado de la carretera, frente al parlamento y el punto perfecto para fotografiarlo, estaba ocupada por una enorme carpa blanca que iba a servir como improvisada taberna para algún evento conmemorativo del centenario de la unificación. Toda la superficie de la plaza estaba vallada y, es por ello que, tuvimos que hacer las fotos bastante laterales. 
Posteriormente, volvimos sobre nuestros pasos y decidimos coger el metro para ir a la parte norte de la ciudad. Bajamos al suburbano en la Piata Unirii y compramos dos billetes de dos viajes -es decir 4 viajes- por 5 lei (poco más de 1 €). Como podéis ver, el transporte, en esta ciudad, es muy asequible y no tiene nada que ver con el resto de Europa... ya veremos cuando se integren en el euro.

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Plano del metro de Bucarest, billete del metro  y la parada de la Piata Unirii.

  El metro de Bucarest, a pesar de tener tan solo cuatro líneas, nos resultó bastante difícil de controlar. Para mi forma de ver, creo que no está bien señalizado, pero bueno, cogimos la línea 2, la azul, y nos trasladamos hasta la Piata Victoriei. La idea era, y así lo hicimos, bajar andando los 3Km que separan la Plaza Victoria del Hotel Elisabeta e ir viendo los monumentos que encontrábamos por el camino.

  Salimos del metro ya entre dos luces y enseguida se nos echó la noche encima. Empezamos a pasear en dirección sur por la Calea Victoriei. Fuimos cruzándonos con distintos museos y palacetes, hasta llegar al edificio del Ateneo Rumano. Es un edificio que data de 1888 (remodelado en 1992). El estilo arquitectónico del Ateneo es neoclásico, con algunos toques románticos. Frente al edificio hay un pequeño parque y una estatua del poeta rumano Mihai Eminescu. Tiene capacidad para albergar a 794 personas. Se celebraba un concierto y, por lo tanto, no hacía mas que entrar gente. Hice algunas fotos en el exterior pero, me "picó la curiosidad" y entré. Allí estaba yo, con mi mochila y mis cámaras al cuello. Los empleados de la recepción me dejaron pasar creyendo, seguramente, que era de la prensa. Crucé todo el hall y al llegar al acceso al anfiteatro me pidieron la acreditación y me tuve que volver sobre mis pasos. :-)

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La Biserica Kretuluzsku ( 1722 ).
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El Ateneo rumano.
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El Museo Nacional de Arte de Rumanía.

  Después de descansar un poco, en uno de los bancos frente al jardín del Ateneo, seguimos andando hacia el hotel. Pasamos frente al Museo Nacional de Arte y la Biserica Kretulezsku, una obra de 1722 construida en honor del boyardo (señor feudal de Transilvania) Iordache Kretulezsku, casado con la princesa Safta, hija de Constantin Brâncoveanu, rey de Valaquia entre 1689 y 1714. El edificio, igual que la Biserica Manastirii Stavropoleos, es del estilo brancovenesco. 


  Luego, entramos por el Pasajul Victoriei, la calle de los paraguas de colores y desde allí salimos a la Plaza de la Revolución. La atravesamos y, en las tiendas subterraneas de la parada del metro de Universidades, compramos unas ensaladas para cenar. Estábamos cansados de día, llevábamos toda la jornada pateando y sobre las 20:45 llegamos al hotel.

  En este viaje, por motivos de restricción de equipaje, debido a la política de las compañías, no había llevado el ordenador, así que no tenía el trabajo de descargar las fotos. Cenamos, recogimos y preparamos todo para arrancar a la mañana siguiente y nos fuimos a descansar.

El Pasajul Victoriei con su original y colorida decoración.
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Bucarest

Nos levantamos temprano, sobre las 07:30. Había que recoger todo ya que, esa misma tarde, nos trasladábamos a un aparta-hotel frente al

aeropuerto. Pero bueno, teníamos todo el día por delante. Bajamos a desayunar al restaurante del hotel. Luego, tras preparar el equipaje hicimos el check-out. Les pedimos dejar las maletas para recogerlas por la tarde y nos las guardaron sin cargo alguno . Fueron muy amables. La verdad sea dicha, es un hotel para recomendar.

Billete del autobús de Bucarest.
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  Sobre las 09:30 salimos a la calle. Nuevamente, la mañana estaba preciosa, algo nublada pero con una temperatura suave. Fuimos a la casa de cambio pero estaba cerrada y cambiamos dinero en el Banco de Transylvania sito también junto al hotel. Después nos dirigimos a la parada del autobús más cercana, frente al Hospital Coltea. Un joven nos indicó donde sacar los billetes, puesto que los venden en unos kioscos repartidos por la ciudad. Por tan solo 9 lei (2 €), compramos dos billetes para usar todo el día con viajes ilimitados. Enseguida llegó el bus 783 que nos llevó hasta el Arco del Triunfo, sito al norte de la ciudad, en la avenida Șoseaua Kiseleff.

  La semejanza con el Arco del Triunfo de París no es casual ya que la denominada “París del este” adoptó a principios del siglo XX urbanismo, arquitectura y vida social de la "Ciudad de la Luz". Este arco, erigido sobre otro anterior, data de 1936. El Arco del Triunfo se sitúa en una glorieta frente a la entrada del Parcul Regel Mihauil I. Allí, en un espacio junto a un lago, se haya el Muzeul National Al Satului "Dimitrie Gusti".

El Arco del Triunfo de Bucarest.
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  Nos dirigimos a la entrada y sacamos los tickets. Como podéis ver en la imagen de la derecha, cada uno costaba 15 lei (3,20 € al cambio), que es una cantidad muy asequible y creo que justa, para poder mantener en perfectas condiciones estas preciosas instalaciones. Justo al entrar, a mano derecha, hay una tienda de souvenirs y a mano izquierda la recepción. 
  Sin más demora entramos y empezamos a caminar. En realidad, el museo es parte del parque. Un espacio para pasear mientras vas viendo los distintos tipos de construcciones que se pueden encontrar a lo largo de la geografía rumana.

El ticket de entrada al museo.
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La puerta principal y el interior del Muzeul National Al Satului.
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Plano guía del Muzeul National Al Satului o Museo de la Aldea.

  El Museo Satului, también conocido como Museo de la Aldea, es un museo etnográfico al aire libre. Es la única zona acotada y con restricciones horarias para visitar el Parque Rey Mihail I. Fue creado en 1936 por Dimitrie Gusti, Victor Ion Popa y Henri H. Stahl, destacadas figuras de la cultura rumana del momento (historiadores, filósofos, sociólogos y antropólogos). A lo largo y ancho de sus 14 hectáreas, el museo, presenta diferentes ejemplos de la arquitectura rumana, procedentes de las diferentes regiones del país. Pero la diversidad no es solo geográfica, sino temporal, porque es posible ver estilos de construcciones desde la Edad Media hasta el Siglo XIX.
  En la actualidad, el museo cuenta con 392 edificios, incluyendo casas, granjas o molinos y 260.000 objetos relativos a la vida tradicional en las aldeas. La cifra está en constante ampliación, pues se trata de uno de los museos más emblemáticos del país y, con su continua actualización, garantiza la conservación de los estilos arquitectónicos autóctonos.
Atrae, a lo largo de cada año, a unos 800.000 visitantes.

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Iglesias, cabañas de pastores, molinos, viviendas y granjas, componen los elementos de este "pequeño poblado" que es el museo.
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Antiguas posadas de diferentes zonas del país con sus espacios diferenciados.
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Cada construcción tenía en su acceso una presentación señalando su uso y ubicación.
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Molinos, prensas y lagares que antaño, y actualmente en algunas aldeas, se utilizan para las labores del campo.

  El paseo fue muy agradable, relajante, curioso y enriquecedor. Era misión imposible memorizar la procedencia y el uso de cada una de ellas y, por eso, desistí enseguida de recabar tanta información. Me dediqué a disfrutar de sus detalles constructivos y su belleza. El recorrido es completamente llano, así que, sin ningún esfuerzo, fuimos transitando por cada calle y cada parcela, entrando en algunas casas y comprobando hasta el más mínimo detalle.

  La mañana avanzaba. El sol, cuando se asomaba entre las nubes, calentaba nuestros rostros y reconfortaba, aún más, el agradable paseo matutino. La mañana estaba algo nublada, pero templada y seca, proporcionando unas condiciones perfectas para caminar.

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Las típicas capillas que encontramos por todos los rincones a lo largo y ancho de Rumanía, siempre acompañadas de pinturas religiosas y tallas en madera.

  En los accesos a las iglesias y capillas, diseminadas a lo largo del recorrido, podíamos ver relieves de símbolos religiosos grabados en madera (sin representaciones humanas) e imágenes de figuras de santos y demás, siempre en dos dimensiones. La iconografía en la religión ortodoxa es muy estricta en ese tema. No encontrarás, nunca, una figura humana en relieve. 

Os dejo aquí los datos del museo y la dirección de su web. En ella encontrareis mucha más información:
Accesos:                 Metro: parada "Aviatorilor" / Bus: parada "Muzeul Satului", líneas 131, 205,331 y 335.
Email:                    contact@muzeul-satului.ro
Web:               
     http://muzeul-satului.ro
Horario verano:          de martes a domingo de 09:00 a 19:00
Horario invierno:         de martes a domingo de 09:00 a 17:00            
Lunes cerrado todo el año.

  Amenizado por el trino de los pájaros y siguiendo el plano de situación de las construcciones, el recorrido nos llevó hasta el palacio de la familia real, el denominado Palatul Elisabetha. 
  En 1930, los planos para el Palacio Elisabeta fueron dibujados por el arquitecto rumano Duiliu Marcu, quien había diseñado el Palacio Victoria, así como muchos otros edificios, pero todos los planes de construcción se detuvieron a principios de la década de 1930 debido a la "Gran Depresión". La construcción finalmente comenzó en 1936, con una combinación de estilos morisco y brâcovenesco y fue terminado e inaugurado en diciembre de 1937.

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  El palacio fue, hasta 1944, la residencia oficial de la princesa Elisabeth ​(hija del rey Fernando I y su esposa la reina María). En el vivió posteriormente el rey Miguel I hasta su abdicación. Durante todo el período de la " República Socialista de Rumania ", el palacio cayó en desuso hasta 2001, cuando la antigua familia real regresó a Rumanía después de casi cinco décadas de exilio. En ese momento, se le otorgó el uso oficial del palacio, para que lo utilizasen como residencia durante su vida. Pero, al morir Miguel I en diciembre de 2017, la familia real tuvo que abandonarlo, circunstancia que ocurrió en febrero del año 2018.

Entrada del Palacio Elisabetha en el Parque del Rey Mihai I de Rumanía.

A medio día, tras tomarnos un café en el bar del parque-museo donde también dan comidas, decidimos ir a ver el palacio de primavera de la familia Ceaușescu que nos quedaba relativamente cerca de donde estábamos. Así que, atravesando el parque, nos dirigimos al este hacia el Bulevardul Mircea Eliade.

  El trayecto a pie nos costó más de lo que habíamos pensado, ya que, tuvimos que dar una gran vuelta al no poder atravesar una carretera sin espacios para que cruzasen los peatones. Eso nos retrasó bastante y cuando llegamos al palacio faltaban unos quince minutos para cerrar por la hora de la comida. Eran las 13:45...

El Palacio de Primavera de la familia Ceausescu.
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  En la fachada del palacio se dejaba entrever el lujo y la opulencia de la vida del dictador y su familia. El Palacio de Primavera, terminado a mediados de la década de 1960, está situado en un acomodado barrio de Bucarest, se extiende sobre una superficie de más de 4.000 metros cuadrados y cuenta con unas 80 habitaciones.


  La mansión del autoproclamado "Genio de los Cárpatos" cuenta con lámparas de cristal de Murano, lujosa porcelana local y mármol blanco de Carrara. Tiene una piscina cubierta decorada con mosaicos, un invernadero con palmeras y plantas exóticas, y un gran jardín al aire libre por el que aún se pasean pavos reales. Cuenta con una sala de cine donde la familia del gobernante podía disfrutar de películas occidentales, lo que al resto de la población tenía prohibido hacer. Además de todo eso, a diez metros de profundidad, bajo el suntuoso palacio de lujosos salones llenos de obras de arte, se esconde uno de los últimos secretos de la dictadura comunista rumana: el búnker anti-atómico del dictador que puede ser visitado desde 2016. 

La puerta principal del Palacio de Primavera de la familia Ceausescu.

  El matrimonio Ceaușescu y sus tres hijos residieron en este lugar desde 1965 hasta la revolución anticomunista que acabó con el fusilamiento de la pareja gobernante el día de Navidad de 1989. Decidimos dejarlo para la tarde pero, finalmente no volvimos.

  Fuimos a buscar algún sitio para comer también nosotros. Pero la zona de la ciudad donde nos encontrábamos (con villas y edificios de lujo), no era de lo más dotado en servicios. Tuvimos que recorrer un largo tramo hasta llegar a una parada de bus que nos acercó hasta el metro en su línea 2, en la "boca" llamada Aurel Vlaicu. Una vez allí, decidimos volver hasta Piatta Uririi. En el centro de la ciudad tendríamos más opciones para encontrar un lugar para comer y además queríamos ver las fuentes y demás.

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Las fuentes de la Piata Unirii. En al foto de la derecha, al fondo, el Parlamento Rumano.
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Panorámica de la fantástica Piata Unirii con sus maravillosos juegos de agua.

  A la salida de la boca del metro nos encontramos con unos puesto de comida callejera. Teníamos hambre y compramos unas porciones de pizza, otra porción de una especie de empanada, una cervezita y agua. Cruzamos el Bulebardul Unirii y nos sentamos frente a las fuentes de la preciosa plaza. Entre el relajante sonido de los chorros de agua, y el hambre que teníamos, aquella porción de pizza nos supo a gloria. Se estaba muy a gusto en aquel parque, tranquilos, sintiendo el ritmo de la ciudad y el devenir de sus habitantes.

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  Después, volvimos a cruzar el Bulevardul Unirii y, por la ancha calle convertida en el eje central de la ciudad, caminamos un rato entre la gente. Se notaba que el centro económico de la urbe está ubicado en esta zona.  


  Entramos en un McDonald´s y nos sentamos a tomar tranquilamente un café con un pedazo de tarta de chocolate. Mientras descansábamos un rato, aproveché para revisar las fotos, cargamos un poco los móviles y miramos los mensajes y WhatApps para ponernos al día con la familia y demás. Después, cuando el establecimiento empezó a llenarse de chavalería, cogimos nuestras cosas y nos fuimos al hotel a por las maletas. Tomamos allí mismo el metro, en su línea 2 (azul), para ir hasta la parada de Universidades.

"Libros viajeros" en Piata Unirii.
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El famoso Hotel Intercontinental.
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Una trabajada fachada.
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El "Km 0  de la tolerancia" frente al Teatro Nacional de Bucarest.

  Al bajar del metro nos acercamos a ver el "Km. 0 de la tolerancia". Este, es un austero monumento levantado frente a la Plaza de las Universidades tras el derrocamiento del dictador Ceaușescu. Allí mismo, a unos pocos metros, se levanta el Hotel Intercontinental que, en su día, sirvió como punto de observación y espionaje para el régimen y que, según se dice, todavía está lleno de micrófonos.
  Posteriormente, en los días que sucedieron al derrocamiento de Ceaușescu, fue un lugar estratégico para las comunicaciones de la prensa internacional, así como un fenomenal punto de observación al pie mismo de la noticia.

El Bulevardul Nicolae Balcescu con el  Hotel Intercontineltal al fondo.
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  Luego fuimos al Hotel Elisabeta a recoger las maletas y, ya entre dos luces, nos dirigimos al Bulevardul Ion C. Bratiânu. Allí, frente al Hospital Coltea, cogimos el autobús 783 para dirigirnos a Otopeni. Había reservado un aparta-hotel frente al aeropuerto ya que el vuelo a Sibiu del día siguiente salía muy temprano. Había mucho tráfico y el autobús iba hasta la bandera, suerte que nos pudimos sentar, ya que, fue un trayecto bastante agobiante.

  Por el camino fuimos hablando y decidimos ir hasta el mismo aeropuerto para hacer el camino inverso del día siguiente y, de esa manera, tener una referencia del tiempo que deberíamos emplear para ir andando hasta la terminal. Se me había metido en la cabezota que el vuelo despegaba a las 06:50...

 Una vez en el aeropuerto, Rosa comenzó a ponerse nerviosa porque, en la pantalla que anuncia las salidas del día siguiente, no aparecía nuestro vuelo. El tema se quedó ahí, con un poco de mosqueo... Pusimos el cronómetro en marcha y arrancamos rumbo al hotel. Al llegar al otro lado de la carretera no encontrábamos el acceso a los Aiport Residence Apartments. Al final el GPS del teléfono nos ayudó pero, cuando encontramos el edificio, nos topamos con otro inconveniente. No había recepción, ni ningún punto de referencia. Rosa, explotó. Se puso muy nerviosa, estaba cansada y, cuando se encuentra así, el mínimo inconveniente la supera.
 Finalmente, dos tipos que llegaban a nuestro mismo bloque, le llamaron por teléfono al responsable de la urbanización y este apareció raudo. Bueno, ya estábamos dentro, pero eso no fue suficiente para tranquilizarla. Como la referencia tomada no era muy válida, porque nos despistó el tiempo que tardamos en encontrar los apartamentos, se empeño en volver al aeropuerto para confirmar los tiempos. Medio enfadada conmigo, por la elección de este sitio para dormir, volvimos a tomar referencia en la tensa caminata hasta el aeropuerto. Esta vez, sí, 15 minutos a pie nos separaban de la terminal. En ese sentido algo se había solucionado, pero el vuelo seguía sin aparecer en las pantallas.
 Compramos algo para cenar y regresamos al hotel. Al volver, miré las tarjetas de embarque y comprobé que la hora de salida era las 07:50 . . .
¡¡ Biiiiiieeeen !! Teníamos una hora más para dormir y ya estaba todo controlado. Cenamos tranquilamente, organizamos todo para no perder mucho tiempo por la mañana y nos fuimos a descansar. La tensión se había desvanecido...

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Bucarest - Sibiu

El reloj sonó impasible a las 05:45 horas. Teníamos todo recogido así que fue vestirnos y salir. La habitación estaba pagada por tanto, según nos dijo el propietario, dejamos las llaves sobre la cómoda de la entrada y nos fuimos. 

A las 06:15 estábamos en el aeropuerto. Hicimos el check-in y, tras pasar el control de seguridad, pudimos desayunar tranquilamente. La mañana había amanecido bastante más distendida... Es cierto que la noche anterior fue muy tensa, pero ya estaba todo olvidado y ahora tocaba seguir disfrutando. 

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El hall del aeropuerto con el bar a la izquierda y el letrero anunciando nuestro vuelo. Amanecía en Bucarest cuando embarcamos hacia Sibiu.

Desde Bucarest a Sibiu hay una distancia de 280 Kms. El motivo de no alquilar el coche en la capital era ahorrarnos un día de viaje, dado que esa distancia conlleva alrededor de 5 horas de trayecto por carretera. 
Sin embargo, el vuelo Bucarest-Sibiu lo realizamos en apenas 40 minutos y por la módica cantidad de 20 € cada pasaje. El avión salió puntual y nada más despegar, puesto que no había mucho tiempo que perder, las azafatas nos ofrecieron un café y un croissant. ¡¡ Que lujazo !!
Sobre volamos los Cárpatos en su zona más septentrional y a las 08:35 aterrizábamos en Sibiu. 

  Como no nos habían puesto pegas, habíamos subido el equipaje con nosotros así que, salimos directos y nos dirigimos a la oficina de Rentalcards a recoger nuestro coche. ​

  ¡¡ Estábamos en Transilvania !! 

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Escudo de Transilvania.

  Pedimos unos cafés y nos sentamos en el bar del aeropuerto. Con un poco de morro, sacamos unos zumos y unos bollos que habíamos comprado la noche anterior, repartimos todo como buenos amigos y desayunamos a gusto.

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  En la oficina nos atendió un joven muy atento. Nos entendimos muy bien en inglés, firmamos la documentación, fotocopió mi DNI y mi Visa y le acompañamos al exterior. Esperamos unos minutos y enseguida lo vimos aparecer con un Seat Toledo 1.2 TSI, de color blanco y con la matrícula B-326-AUT. 

En la reserva constaba que nos darían un Dacia Logan, pero siempre figura la coletilla "o similar". Estaba lleno de gasolina y lleno lo debíamos entregar el día 16 antes de las 13:00 horas.
  Pusimos en marcha el GPS ( que gozada que podamos tirar de datos ) y arrancamos en dirección este. Según marcaba el teléfono, había unos 8 Km de distancia hasta nuestro alojamiento -los Style Residence Rooms & Studios- en una calle cercana al casco histórico de la ciudad. Llegamos sobre las 09:00 horas pero, claro está, hasta las 14:00 no podíamos hacer el check-in. Así que, una vez ubicados, decidimos ir en coche hasta la zona monumental. Nuevamente tiramos de GPS y, en apenas 10 minutos, aparcamos en la Strada Ocnei, a dos minutos a pie del "Puente de las Mentiras".

La tarjeta del alojamiento de Sibiu.

  Nos tomamos un café, que nos supo a gloria, en un bar junto a las escaleras de acceso a la zona monumental. Aquí los precios eran más europeos, ya que nos cobraron 12 lei ( 2,50 € ). Estábamos junto al antes citado Podul Minciunilor (Puente de las Mentiras), uno de los lugares indispensables en una visita a Sibiu. Allí, sentados en el comedor de un restaurante con unas preciosas bóvedas, repasamos el mapa de la ciudad y trazamos una ruta a seguir. El casco histórico de Sibiu lo componen principalmente dos plazas, Piata Mica ( Plaza Pequeña ) y Piata Mare ( Plaza Grande ). No había mucha pérdida así que, tras el cafetito, arrancamos nuestra visita. La mañana era fresca pero seca y espectacular. Con las cámaras al cuello, empezamos a caminar...

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El acceso al casco medieval de Sibiu por sus coloridas y adoquinadas calles y siempre bajo la mirada de sus pintorescos ojos.

  SIBIU, es un importante centro económico y cultural, además de una de las ciudades medievales mejor conservadas dentro de los dominios del "Conde Drácula". Durante centenares de años este pueblo amurallado, en el corazón de Siebenbürgen * ( así llamaban los sajones a Transilvania ), fue una de las fortalezas más poderosas y prósperas de Europa.

  Su casco medieval, patrimonio de la UNESCO, retiene la grandiosidad de su época, cuando el comercio de la zona era rico y poderoso. Está situado en una pequeña loma, porque no se puede llamar colina, en el centro de la ciudad. Entre 1692 y 1791 fue la capital de su principado. Según el censo de 2017 tiene una población de 397.322 habitantes. Por la ciudad pasa el río Cibin que es el que le da nombre. En latín, la ciudad se llamaba Cibinium.

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Escudo de Sibiu.

​  Fue fundada por colonos sajones en el siglo XII, que le dieron el nombre de Hermannstadt. En consecuencia, parte de su arquitectura es germánica. Antes de la Segunda Guerra Mundial era la ciudad más importante para la minoría alemana de Rumanía. Hoy en día, es una de las ciudades con mejor calidad de vida del país. En 2007 fue, junto con Luxemburgo, Capital Europea de la Cultura.

* La colonización alemana de Transylvania comenzó con el rey Géza II de Hungría (1141–1162). Durante muchas décadas, la tarea principal de los pobladores alemanes fue defender la frontera sudeste del Reino de Hungría. La colonización continuó hasta el final del siglo XIII. A pesar de que los colonos en su mayoría vinieron desde el Sacro Imperio Romano occidental, y generalmente hablaban dialectos francos (alemán), fueron conocidos como sajones en la cancillería húngara. Durante la mayor parte de su historia, estos alemanes gozaron de una condición privilegiada con respecto a los húngaros y los székely de Transylvania.
  La invasión de los mongoles hacia 1241-1242 devastó gran parte del reino de Hungría. Aunque los sajones se esforzaron por resistir a los invasores, muchos de sus asentamientos resultaron destruidos. Tras la retirada de los mongoles, muchas ciudades de Transylvania comenzaron a fortificarse con  las llamadas Kirchenburgen, iglesias fortificadas con enormes muros a modo de poderosos castillos. La rápida expansión económica y demográfica de las ciudades sajonas llevó a que Transylvania recibiera en alemán el nombre de Siebenbürgen o en latín Septem Castra ( las Siete Ciudades ), refiriéndose a sus ciudades fortificadas: Bistrita - (Bistritz); Sibiu (Hermannstadt); Cluj-Napoca (Klausenburg); Brasov (Kronstadt); Medias (Mediasch);Sebes (Mühlbach) y Sighisoara (Schässburg).

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El Podul Minciunilor (Puente de las Mentiras).

  Comenzamos visitando uno de sus famosos monumentos; el Podul Minciunilor o Puente de las Mentiras. En 1859, el antiguo puente peatonal de madera sobre la Strada Ocnei, que conecta la ciudad vieja con la nueva, fue reconstruido -como no podía ser de otra manera- por una empresa alemana. Era el primer puente de hierro fundido de Rumanía y el primero sin pilones. Sobre su vetusta armadura, se forjaron algunas leyendas:

Cuenta la leyenda...

...Qué si dices una mentira mientras estés en el puente, éste se balanceará y se caerá. Otra leyenda cuenta que los comerciantes que paraban en Piata Mica ( La Plaza Pequeña ) evitaban engañar a sus clientes al oír que esos mismos clientes estafados los tirarían desde lo alto del puente.
...Pero la mentira más conocida es la de los cadetes que estudiaban en la Academia Militar. Estos juraban a las jóvenes señoritas, allí, en el puente, que al terminar el servicio militar, se casarían con ellas, pero, cuando se graduaban, los hombres olvidaban sus promesas de amor.  ¡¡ Mentirosos !! :-)

  Según me he podido enterar, el nombre se lo debe a un error fonético cometido por los habitantes de origen rumano que, a la hora de hablar en alemán, en lugar de decir Liegenbrucke ( puente tendido ) pronunciaban Liebrucke ( puente de mentira ).

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La Turnul Sfatului (Torre del Consejo).
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Arquitectura medieval en el casco histórico de la ciudad.

  Después de visitar el Puente de las Mentiras, accedimos a la Piata Mica. Es una plaza muy bonita, con casas de tejados empinados, algunos de teja y muchos de pizarra. Estaban colocando un mercadillo y había buen ambiente. Recorrimos algunos puestos y fuimos echando un vistazo para comer en algún sitio que nos gustase. Se respiraba tranquilidad y el ambiente era relajado. El sol iba apoderándose de la cúpula celeste y, a decir verdad, se agradecían mucho sus tibias caricias. La mañana quedó maravillosa. 

Y los ojos de Sibiu, siempre vigilantes.
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  Tras recorrer un par de veces el perímetro de la Piata Mica, cruzamos por el paso existente bajo la Turnul Sfatului a la Piata Mare. Esta torre, símbolo de la ciudad, fue construida en el s. XIII como puerta de entrada a la fortificación del segundo cinturón de la ciudad, es decir, su carácter era meramente defensivo. Este segundo baluarte de la ciudad data de entre 1224-1241.

  Después de sufrir distintas restauraciones a lo largo de la historia, en la década de los años sesenta, del pasado siglo XX, se remodeló por completo. Con el tiempo, la torre ha tenido diversos usos; se utilizó como baluarte defensivo, depósito de grano, como torre de fuego, como cárcel e incluso, durante un tiempo, como museo.

  En la actualidad, la torre se utiliza para exposiciones y como mirador ya que, desde el nivel superior, los visitantes puede ver toda la ciudad de Sibiu y los picos de las montañas Fagaras.

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A la izquierda la torre desde Piata Mica; a la derecha desde el otro lado, es decir, desde Piata Mare.
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Vista general de Piata Mare.
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  La Piata Mare es la plaza central de Sibiu, resultado de las obras del tercer cinturón de fortificación de la ciudad. Así lo data algún documento de 1366. Es la plaza pública más grande de la ciudad vieja y es testigo de las actividades económicas de los comerciantes de la ciudad, así como de eventos de todo tipo. De hecho, me fastidiaron la panorámica de toda la plaza, preciosa por cierto, ya que estaban instalando unas enormes carpas de plástico blanco que iban a acoger alguna proyección cinematográfica con relación a los actos de celebración del centenario del país. ¡¡ Vaya suerte la mía !! Si no es con andamios, me encuentro con accesos cerrados, si no con carpas y escenarios...

Una de las famosas casas con ojos; la Casa Rothenberg en Piata Mare.
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Salida de Piata Mare por la Strada Nicolae Balcescu, zona de comercios y "tapeo" en la ciudad vieja.

  Pero, la primera plaza del mercado de la ciudad estaba a la vuelta de la esquina, en Piata Huet. Sin embargo, a fines del siglo XV, Piata Mare (o Grosse Ring , como la llamaban sus habitantes sajones) pasó a ser el centro de Sibiu, donde se empezaron a celebrar sus mercados, reuniones públicas y, a menudo, ejecuciones. ​La plaza es, por sí misma, un conjunto monumental. La Torre del Consejo, sus preciosas casas antiguas... ​Cada edificio, en sí, es un monumento histórico protegido: la elegante Biserica Romano-Catolica Sfanta Treime de estilo barroco que se inauguró en 1733; el Palatul Brukenthal, hoy el convertido en museo construido a finales de 1700; la Casâ Albastra (Casa Azul); la espléndida la Casâ Generalior (Casa de los Generales), construida en el siglo XV; la encantadora Casâ Hecht construida en 1450 pero con un cambio de estilo neo-renacentista muchos siglos después; la Casâ Haller; la Casâ Filek; la Casâ Lutsch y la Casâ Weider, construida a finales de 1570.

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La Catedral Ortodoxa de la Santísima Trinidad. 
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Maravillosas fachadas por el casco antiguo.
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Situación del mercado frente a la iglesia luterana.

  Continuamos nuestro paseo por el casco antiguo, caminando por la Strada Tribunei, deleitándonos con las preciosas fachadas de algunos edificios. Pasamos frente a la Catedrala Sfantâ Treime ( Catedral Ortodoxa de la Santísima Trinidad ), un bonito y esbelto edificio que, con sus construcciones anejas de oficinas y residencia de religiosos, ocupaba toda una manzana.
  Por la Strada Mitropoliei llegamos hasta la llamada Biserica Reformatâ ( Iglesia Luterana ). Allí nos encontramos con un pequeño mercado en el que un grupo de personas, de avanzada edad, vendían sus productos... frutas, mermeladas, galletas, bizcochos, licores, prendas artesanales de ganchillo... Nos llamó la atención porque ninguna de esas personas bajaba de los 70 años. 
Monté el teleobjetivo y me aposté en una esquina de la plaza. 

  La luz era espectacular y algunas personas se prestaban a ser retratadas. Tras unos minutos por los alrededores, nos marchamos de allí con una pequeña colección de fotografías. La mañana avanzaba y el estómago empezaba a reclamar algo de "gasolina"...

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Los longevos vendedores del mercadillo.

  Salimos de nuevo a la Piata Mare y nos pusimos a buscar un lugar para comer. Llevábamos anotados dos o tres restaurantes típicos que habíamos visto en Internet y fuimos a ver el primero de nuestra lista; el Restaurant Hermania. Mapa en mano, llegamos hasta la misma puerta de entrada en la Strada Filamonici. Pero, una vez allí, no nos pareció un buen sitio, en un sótano de una vieja casa, con una entrada oscura y lúgubre... ¡¡¡ Buufff !!
  Así que, pasamos al segundo de la lista; el Restaurant La Archive. No estaba muy lejos de donde nos encontrábamos, tan solo dos manzanas de distancia, en la Strada Arhivelor, una calle a la que se accedía por un pasaje en una casa de la Piata Mare.

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La tarjeta de visita del restaurante La Archive y su terraza.
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Los platos que probamos en el restaurante La Archive en el casco histórico de Sibiu.

  El restaurante La Archive cuenta, como se puede ver en la fotografía de arriba, con una terraza a pie de calle. Había varias personas comiendo y, como el día estaba muy agradable, decidimos quedarnos a comer allí. Enseguida nos atendió un camarero, nos colocó en una de las mesas de la derecha y nos dio la carta. Había bastantes platos para elegir y no teníamos ni idea de que pedir. Como algunos de los platos venían con una foto adosada, decidimos guiarnos por la vista. Pedimos una ciorba de burta ( traducción literal sopa del vientre / sopa de callos) que, aunque con ese nombre no resultase muy apetecible, resultó estar suave y rica. Después un plato de pescado con verduritas a la parrilla  y luego, en plan "segurola", unos miccis. Agua y cerveza para beber.
 Tendríais que ver las raciones...  ¡¡ Eran enormes !! Con decir que, nos sobraron más de la mitad de los miccis y que con la sopa y el pescado comimos prácticamente los dos, está todo dicho. Después nos tomamos dos cortados y pedimos la cuenta. Pagamos por las dos comidas 109 lei ( unos 23€ ) y, aunque a Rosa le daba algo de vergüenza, pedí que por favor nos pusieran los miccis sobrantes para llevar. Mientras terminábamos el café, amablemente, nos prepararon una bandeja y posteriormente nos fuimos. 

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Calles adornadas y con gran colorido en el centro de Sibiu. ​Detalles de la Strada Nicolae Bâlcescu.

  Dimos un paseo a lo largo del perímetro de la Piata Mare para bajar un poco la comida. La tarde estaba esplendida, pero se notaba que, cuando el sol se escondiese, la temperatura bajaría. Después de un rato, a eso de las 15:00 horas, decidimos bajar al hotel. Rosa estaba cansada. Compramos en un supermercado una lechuga y unas cervezas que, junto con los miccis y algo de jamón que aún nos quedaba, conformarían nuestra cena.
Cruzamos la Piata Mare, luego la Piata Mica, pasamos bajo el Puente de las Mentiras y llegamos a la calle donde estaba el coche aparcado. Tuvimos suerte para aparcar cerca del hotel y en apenas quince minutos estábamos haciendo el check-in. Pagamos 230 lei ( 49 € ) por una noche y el desayuno. La habitación era muy coqueta y luminosa. Buena calefacción, una cocina con todo lo necesario, instalaciones y muebles nuevos... Esta vez había acertado. 

  Colocamos todo y Rosa se quedó descansando. Yo, volví a subir a la zona fortificada, quería ver las torres y sacar algunas fotos del atardecer. Dejé el coche aparcado junto la hotel y decidí ir andando. Ya no necesité el GPS, estaba completamente ubicado y, a decir verdad, tardé lo mismo a pie que en el coche. Entré por la  Piata Unirii y seguí caminando hacia el noreste por la Strada Nicolae Bâlcescu. Iba caminando con el mapa en la mano y más de una persona me ofreció ayuda. La gente es muy amable y hospitalaria. 
  Encontré sin problema la Strada Cetatii, que es la calle que cierra la zona fortificada por su lado más oriental y, de pronto...

¡¡ Allí estaban !! Las torres defensivas de los distintos gremios que en otra época controlaban la ciudad. Pero, veamos unos datos para entender mejor su organización social.  ¿ OK ?

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Grabado de Sibiu - Hermannstadt en el s. XVII (1650).

  Las fortalezas y aldeas fortificadas de Transilvania fueron fundadas en el s. XII por colonos procedentes de la zona del valle del Mosela ( suroeste de Alemania ), conocidos bajo el nombre de sajones. El primer documento que se refiere a la zona de Sibiu se remonta a 1191, cuando el Papa Celestino III confirma la existencia de un asentamiento de alemanes en Transilvania, en el enclave llamado Cibinium, que a su vez se sitúa sobre las ruinas de la antigua ciudad romana llamada Caedonia, al parecer deshabitada en aquel momento. Los sajones la llamaron Hermannstadt. 
  La organización social de aquella época agrupaba a la población, mayoritariamente artesanos, en diferentes gremios quedando constancia de 19 grupos diferentes en 1376. Estos gremios, agrupados en barrios, se repartían las labores de construcción de las defensas de su zona.

  En la imagen de arriba vemos un mapa de Sibiu en el s. XVII ( 1650 ), en el podemos comprender como estaba construida la ciudad. El tercer baluarte de la ciudad data de entre 1357-1366. Todo el centro estaba rodeado por unas impresionantes murallas de las que una parte se conservan en buen estado, sobre todo tres torres, las únicas que siguen en píe de las cuarenta originales. Como vemos, el frente noroeste estaba protegido por el río Cibin, descartando posibles ataques por ese punto. La zona mejor conservada es la sureste, la más imponente, ya que era la zona más frágil de las defensas. A lo largo de ella, en la actualidad, podemos encontrar tres torres defensivas. De oeste a este se sitúan Turnul Archebuzierilor (Torre de los Armeros), Turnul Olarilor ( Torre de los Alfareros)  y Turnul Dulgherilor (Torre de los Carpinteros) . Además se conserva Turnul Gros (Gran Torre) que era una de las puertas de acceso.

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Las muralla y las torres defensivas a lo largo de la Strada Cetatii.

  La tarde languidecía y, tras hacer unas fotos de las torres y pasear por la muralla, decidí subir a la zona alta de la ciudad para hacer alguna fotografía en la "hora azul". Volví a recorrer todos los lugares que habíamos visto por la mañana, pero ahora, claro está, con otra luz y otras perspectivas. Me encaminé al Puente de las Mentiras y desde allí comencé un nuevo recorrido.

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Con las iluminación artificial, la ciudad, desde el Puente de las Mentiras, lucía con un color especial.
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La Turnul Sfatului al comienzo de la "hora azul".
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Ticket de entrada a la Turnul Sfatului.

  Por la mañana no había reparado en ello pero se podía entrar en la Torre del Consejo y subir hasta la planta superior. Así que, por tan solo 2 lei (apenas 50 céntimos de €), podía tener un punto de observación inmejorable. No lo dudé, pagué gustosamente y entré. Subí emocionado...

  Desde el punto de vista arquitectónico, la Torre del Consejo es un edificio de siete plantas sostenido por trincheras altas que, en planta baja, dejan un gran pasaje abovedado que conecta las dos plazas de la ciudadela. El acceso al interior de la torre se realiza por una puerta pequeña, ubicada en Piata Mica. Desde aquí se sube por una escalera de madera en forma de caracol, estrecha e irregular, que conduce a los pisos superiores. En las plantas sucesivas había exposiciones fotográficas, una recreación de la antigua cárcel y una pequeña biblioteca. En el sexto piso te encuentras con el impresionante mecanismo del reloj que tiene esferas en las cuatro fachadas de la torre. Por último, el piso superior está habilitado como mirador, con unas maravillosas vistas de 180º sobre toda la ciudad. 

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Atardecer desde el mirador de la Turnul Sfatului.
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La "hora azul" convertía la Piata Mare en un lugar, si cave,  aún más mágico. En el silencio... Los ojos de las casas seguían observando.

  Estuve un buen rato en el mirador de la Torre del Consejo y después, ya casi de noche, bajé de nuevo a la Piata Mica. Allí compré unas pastas en uno de los puestos que aún permanecían abiertos. Hice las últimas fotografías de Sibiu, me despedí de la ciudad y puse rumbo al hotel. Eran alrededor de las 19:30. Mientras los ojos de las casas me observaban, salí de la Piata Mare... Sin mirar atrás. 
  En apenas quince minutos estaba en el hotel. La temperatura se había desplomado, de los 20º C de las tres de la tarde, habíamos pasado a 9º C a las 20:00 y... ¡ Seguía bajando !
Aprovechando que una potente calefacción se había encendido, lavamos algo de ropa. Preparamos una ensalada, algo de jamón y los miccis que, a la larga, con la mezcla de carnes y especias resultaban algo pesados de digerir... (A mí, que tengo un estómago a prueba de bombas, no me causaron problemas). Cenamos y recogimos todo para no perder mucho tiempo por la mañana. Se cumplía la segunda etapa del viaje.

 

  Al día siguiente... Sighisoara.

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Sibiu - Sighisoara

Nos levantamos sobre las 07:45. Me asomé al balcón; la mañana era espléndida, luminosa pero fría, con apenas 3º C.

El cielo estaba completamente despejado y se intuía que sería un maravilloso día soleado.

  Recogimos las cosas y bajamos a desayunar. En el comedor, en el que se hallaba desayunando una señora mayor,  nos atendió una simpática chavala. Entre inglés y algo que "chapurreaba" de español, nos sirvió un desayuno de lujo. Zumo, fruta, tostadas con mantequilla, bizcocho casero, fiambre, huevos cocidos y por supuesto un par de cafés. Subimos a por las maletas, revisamos la habitación para que no se quedase nada olvidado y, sobre las 09:15, partimos dirección Sighisoara. El Seat-Toledo arrancó a la primera. ¡ Qué máquina !

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La iglesia fortificada de origen sajón de la localidad de Medias.
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Escudo de Medias.

  Arrancamos hacia el norte por la carretera DN-14, ancha y con buen firme. Nos separaban 100 Kms de Sighisoara que, según Google Maps, tardaríamos en hacer 1h y 40 min. 

  Antes, queríamos parar en la localidad de Biertan ya que, según había leído, tenía una iglesia fortificada muy bien conservada. En la localidad de Saros pe Tarvane debíamos desviarnos 8,5 Kms por la DJ-141B, pero pensé que valía la pena. No teníamos prisa.
​  Con algo de movimiento en la ciudad, pero sin mucho tráfico, salimos de Sibiu sin problemas.

  Un par de rotondas, un par de giros para salir del casco urbano y empezamos a atravesar campos de cereal y grandes prados por un terreno sin apenas estribaciones importantes. De vez en cuando el tráfico se ralentizaba y, pronto aprendimos que, unos kilómetros más adelante, trotando por la cuneta, nos encontraríamos algún carro cargado de fardos de paja, leña o chatarra y tirado por uno o dos caballos. Fuimos atravesando pueblos que crecen pegados a la carretera, en ocasiones con rectas de más de 1 Km y sin semáforos ni pasos de cebra para los peatones que, en la mayoría de los casos, eran personas de edad avanzada. La carretera giraba en dirección al este y el sol nos daba de cara. Ataviados con gafas de sol, con música en la radio y cambiando impresiones, en apenas una hora nos presentamos en la localidad de Medias, a mitad de camino de nuestro destino final.

  Nos llamaron la atención las cúpulas de cobre, con su típico color verduzco, de su imponente iglesia ortodoxa y decidimos parar a tomar un café, estirar las piernas y hacer alguna fotografía. Entramos al pueblo. En el centro urbano todo era zona de aparcamiento de pago. Aparcamos junto al hospital y pusimos un euro para una hora de estacionamiento. Nos dirigimos andando hacia el centro y vimos su iglesia fortificada. MEDIAS es otro de los pueblos de influencia sajona. Dimos un rodeo y acabamos en su plaza principal. Tras hacer algunas fotos, nos tomamos un café con un trozo de tarta en una cafetería que nos gustó. Luego volvimos en busca de la iglesia ortodoxa.

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La plaza central de la localidad de Medias con las torres de su iglesia fortificada.
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La sinagoga de Medias que data de 1896.

  Mientras caminábamos en busca de las cúpulas, recibí una llamada en el móvil. Era un número de Rumanía y, claro está, contesté. Me empezaron a hablar en inglés. Aunque con algo de dificultad, conseguí comunicarme con el joven que resultó ser el propietario del aparta-hotel de Sighisoara. Quería saber sobre que hora llegaríamos para poder recibirnos y entregarnos las llaves. Tras comunicarle donde nos encontrábamos y quedar en que, al llegar, le llamaría por teléfono, nos dimos cuenta de que el tiempo de aparcamiento hacía casi diez minutos que había expirado. Así que, nos olvidamos de las cúpulas verdes y fuimos hacia el coche. 

  Contento por haberme podido entender con el chaval del hotel y satisfecho al comprobar que las clases de inglés, aunque despacio, van dando sus frutos, continuamos la marcha con dirección a Biertan, nuestro próximo destino. Teníamos 18 Kms hasta la localidad de Saros pe Târnave, donde debíamos girar al sur para recorrer otros 8,5 Kms más por la carretera DJ141B. En total unos 30 minutos.
  Saros pe Târnave era una especie de asentamiento gitano, con casas en su mayoría de planta baja, aunque también se podían ver algunas de dos plantas. Los carros, literalmente cruzados en la estrecha carretera, y los niños jugando en las cunetas, aconsejaban atravesar el pueblo muy, muy despacio. 

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La iglesia fortificada de Biertan.
Grabado antiguo de la iglesia fortificada de Biertan.

  Llegamos a Biertan a las 12:50 y no nos dejaron pasar al interior de la iglesia fortificada porque a las 13:00 cerraban para comer. A mí, particularmente, me dio mucha pena, quería haber cruzado sus viejos muros y caminar por entre sus estrechos callejones... ¡¡ Qué lástima !!

Escudo de Biertan.

la creación de una línea de fortificaciones enviando allí población sajona. Biertan creció rápidamente bajo la seguridad que ofrecía su núcleo defendido por su iglesia-fortaleza que, desde 1993 es patrimonio mundial de la UNESCO. Es una postal preciosa y emociona verla, en lo alto de una colina, dominando el valle con aire protector. Se construyó en el intervalo de 1490 a 1516, siguiendo el estilo gótico sajón tardío que entonces imperaba, con dos líneas de murallas. En los dos siglos siguientes fue la residencia de los obispos luteranos.

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  Ante la imposibilidad de entrar, recorrimos el exterior de la iglesia-fortaleza.

 La ciudad de BIERTAN, o Birthalm en alemán, es  uno de los pueblos más ricos del país. Sus habitantes tienen tierras que les regaló el rey de Hungría a cambio de que defendieran la región contra los invasores extranjeros. Esta área, ya colonizada por los romanos, estaba bastante despoblada desde el colapso del imperio y, por ello, los reyes de Hungría, que gobernaban Transilvania en aquel entonces, motivaron 

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A la izquierda las distintas murallas que defendían la iglesia. A la derecha un carro-taxi atravesando la calle principal de Biertan.

  Comprobando que no podíamos ver mucho más de este lugar decidimos seguir viaje hasta el siguiente destino que sería el lugar de descanso de esta jornada: Sighisoara.

  Sobre las 14:15 horas llegamos al centro de la ciudad. El GPS nos había llevado sin problemas hasta la misma puerta del los Smart Apartments, justo frente al repetitivo monumento al imperio romano. Como habíamos quedado, le llamé al propietario y se personó en apenas cinco minutos.

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A la izquierda, la tarjeta comercial. En el medio el edificio de apartamentos y a la derecha el nuestro. 

  Resultó ser un chaval joven, se le veía activo y simpático. Como habíamos aparcado justo frente al callejón de entrada a los apartamentos, nos explicó que debíamos poner ticket. Al ser sábado el estacionamiento de pago terminaba a las 15:00, después era gratuito así que solo pagamos un euro.

  Nos llevó hasta el alojamiento, nos abrió y nos explico donde estaba todo lo necesario en la bien equipada cocina. Había calefacción, televisión y wifi.

  Sinceramente, por 223 lei (48 €), nos encontramos, igual que en Sibiu, con otro buen establecimiento. Aquí no estaba incluido el desayuno, esa era la única diferencia. Le pagamos, le dijimos que por la mañana nos iríamos temprano y nos dijo que, al marchar, le hiciésemos una llamada perdida para avisarle y que dejásemos la llave sobre la mesa. 
  Dejamos las maletas y salimos prácticamente tras él para adentrarnos en la cicatea, ubicada frente al apartamento, justo al otro lado de la calle.

El símbolo de Roma también en Sighisoara.
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La cicatea, zona medieval de Sighisoara, ciudad natal de Vlad III Drâculea, Vlad Tepes, el empalador.
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La Turnul Cu Ceas o Torre del Reloj.
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Escudo de Sighisoara
El carillón del reloj; siete figuras asoman puntuales cada hora.

  Cruzamos la calle, atravesamos la plaza y subimos las empedradas escaleras que llevan a la colina, donde se asienta la ciudadela medieval de SIGHISOARA, declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1999. 

 Esta, es otra de las poblaciones fundadas en el s. XII por los sajones venidos de Alemania, invitados a poblar el sudeste de lo que entonces era el Reino de Hungría a cambio de defender la frontera. En 1260 Segesvár (nombre con el que se le conocía en húngaro), no era más que un pequeño castillo erigido sobre los restos de un antiguo fuerte romano llamado Castrum Sex. Pero, aquella colina fortificada, en 1367 ya había alcanzado el estatus de “asentamiento urbano” y lucía orgullosa su gran símbolo: la Torre del Reloj.
Durante los siglos siguientes fue conocida por su valor estratégico a nivel defensivo (aún se conservan 9 torres de la ciudadela), pero también por sus famosos artesanos que, al igual que en Sibiu, agrupados en gremios,  se encargaban de mantener y ampliar sus defensas.

  Además de ser famosa por ser la ciudad natal de Vlad III, nacido como Vlad Drâculea y conocido como Vlad Tepes (Vlad "el empalador"), gobernante de Valaquia entre 1456 y 1462, su casco medieval es famoso por ser uno de las pocos de Europa que todavía están habitados. Ese es su gran atractivo, ya que mantiene intacta casi toda su estructura. 
​  Con sólo cruzar el pasadizo bajo la Torre del Reloj, y atravesar la muralla que rodea íntegramente la ciudad, es como sumergirse en otro mundo, un mundo de historias y leyendas, de cruentas batallas y sangrientos episodios y un mundo paralelamente inventado, de historias vampíricas que afloraron a raíz de la famosa novela del escritor irlandés Bram Stoker, titulada Drácula. Más adelante, cuando lleguemos a la localidad de Bran, os hablaré más de este tema.

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Grabado de Sighisoara - Schassburg en el s. XVIII (1750).
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  En la cicatea había un ambiente festivo. La Piata Cetâtii (Plaza de la Ciudadela) estaba invadida por un "ejercito" de bailarines que se arremolinaban alrededor de un escenario montado en la mitad y que volvía, igual que en Sibiu, a arruinarme la panorámica de la plaza. Las fiestas del centenario estaban condicionando todo el viaje. Por un lado deslucía las fotos pero, por otro, recuperaba ese ambiente festivo del medievo.
  Para más INRI, coincidimos con una boda, por lo que podéis imaginar la cantidad de gente que se movía allí arriba. Dimos la vuelta en el sentido contrario del reloj, visitando todas las torres a lo largo de la muralla y caminando después por las callejuelas adoquinadas.

Mapa turístico de la actual Sighisoara.
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Dos vistas de la Turnul Cizmarilor o Torre de los Zapateros.
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Turnul Croitorilior o Torre de los Sastres.

  Al llegar a la Strada Scarii (Calle de la Escalera), nos separamos. Yo quería subir hasta lo alto de la colina para ver el cementerio sajón y Rosa decidió quedarse viendo las tiendas de artesanía. Cámara al cuello subí los 176 escalones de madera, cubiertos por un armazón que data de 1642, cuya finalidad era preservar del frío a los niños que subían hasta la escuela ubicada en lo alto.

  La verdad es que es bastante tendida y se sube con facilidad. En un "pis-pas" estaba arriba...
¡¡ Las vistas desde allí eran impresionantes !!

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La escalera de madera que da acceso a la parte alta de la colina.
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La estructura vista desde arriba.

 Arriba, dos músicos nos deleitaban con folklore rumano a cambio de algún que otro leu. Luego, ya en el exterior, me puse a investigar todos los rincones. Fotografié la Biserica Din Deal  ( Iglesia de la Colina ), de finales del s. XV. Luego pasé junto a Turnul Macelarilor (la Torre de los Carniceros) y llegué hasta el cementerio sajón ubicado tras la iglesia. Allí, queda una silenciosa constancia del pasado alemán de la ciudad.

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Turnul Macelarilor o Torre de los Carniceros.
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Biserica Din Deal o Iglesia de San Nicolás.
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El cementerio sajón.
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Diferentes vistas de Sighisoara desde la colina.

  Sentado en un banco del cementerio, monte el teleobjetivo e hice algunas fotos de la ciudad. Es grande, en la actualidad tiene, según el censo de 2011, 28.102 habitantes, aunque llegó a tener más de 30.000.

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  Después de algo más de media hora, bajé a reunirme con Rosa. Eran alrededor de las 15:30 horas y el estómago empezaba a protestar. 
 Por otro lado, cada vez había más y más gente en la cicatea. Bajamos por la calle de la escalera hasta la plaza y giramos por la calle de la torre. La casa natal de Vlad III, actualmente un restaurante, estaba abarrotada, al igual que los restaurantes de la plaza de la ciudadela, así que decidimos bajar del castillo e ir a comer a la parte baja de la ciudad.

​  No queríamos demorarnos mucho porque la hora avanzaba y teníamos hambre, así que, después de mirar en un par de sitios entramos en un local para comer una ensalada con pollo. No recuerdo lo que pagamos, pero tampoco fue mucho. 
 Después de "matar el gusanillo" del estómago salimos a dar un paseo. Eran algo más de las 16:30 horas. Tomamos un café y fuimos a un supermercado a comprar. Como teníamos el coche para podernos llevar las cosas y el apartamento estaba provisto de cocina, con nevera, micro-ondas y todo, compramos comida; yogures, fruta, huevos... y algo para desayunar por la mañana. Eso es lo bueno de los apartamentos, podemos hacer como "Juan Palomo"; yo me lo guiso y...

La Torre del Reloj desde la Strada Turnului o Calle de la Torre.
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El típico carromato gitano acondicionado como puesto de venta de artesanía y "pitxías" en la cicatea.
La Strada Cositorarilor o Calle del Fideicomisario.

  Fuimos hasta el apartamento para dejar la compra. Rosa estaba cansada de andar y decidió quedarse. Realmente la cicatea estaba vista. Aparte de la zona medieval, Sighisoara, como Sibiu, Brasov, etc., son ciudades sin muchos atractivos de interés turístico. 

Yo, al igual que el día anterior en Sibiu, volví a subir al castillo. Quería dar una vuelta para ver el atardecer. De nuevo crucé la Strada 1 Decembrie 1918 y en cinco minutos entraba de nuevo en la cicatea.
  Desde el callejón de entrada por la Torre del Reloj, me dirigí hacia la derecha, pasando junto a Turnul Fierarilior (Torre de los herreros) que, en su tiempo, protegía la Biserica Mânâstirií y el acceso al edificio Primâria Municipiului, es decir, el Ayuntamiento de la ciudad.
Después de hacer una fotos, y obligado por no haber otra salida, volví sobre mis pasos para adentrarme en el corazón de la fortificación.
El gentío era aún mayor que cuando bajamos. Pasé frente a la casa natal de Vlad III y llegué a la Piata Cetâtií.

  El festival estaba en pleno apogeo. Grupos de baile; algunos formados por niñas y niños ataviados con trajes regionales, otros con coloridos vestidos, máscaras, pieles de oso, txarangas... Todo muy sajón.

Primâria Municipiului Sighisoara, el Ayuntamineto de la ciudad.
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Algunos grupos de baile y las txarangas .
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Me colé entre la gente y disfruté de lo lindo entre sonrisas y bailes.

  Me metí entre los turistas y entre los componentes de los grupos, todo eran sonrisas y gustosos posados. Me daban ganas hasta de ponerme a bailar. Yo, que tengo dos bloques de plomo como pies... 

  Las piezas musicales y los bailes se sucedían sin descanso. La tarde avanzaba y el sol, aunque no se había dejado ver mucho tiempo, tomaba el camino del oeste, buscando su cotidiano refugio para ir dejando el protagonismo a su amante, la luna...


  Volví a recorrer las murallas como esa misma mañana. La luz iba cambiando y las torres defensivas se veían de otra manera. Bajé por la Strada Bastionului o Calle del Bastión hasta o Piata Cizmarilor (Plaza de los Zapateros). Fotografié la torre más septentrional, la Torre de los Zapateros, luego la Torre de los Sastres... y llegué hasta la Turnul Franghierilor (Torre del Cordeleros), donde, en un principio, había reservado un alojamiento en la Pensión Scheidertum.

La expectación en la Piata Cetâtií era enorme. 
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 Al final cambié de idea y no me arrepiento, porque leí comentarios de que no estaba muy bien acondicionada. Está casi como en la Edad Media, sin calefacción, techos altos de frías bóvedas, baños compartidos y, por mucho que sea un castillo, no estamos para "mal vivir". Anduve para adelante y para atrás, buscando los ángulos más fotogénicos, los mejores encuadres, la mejor luz... Así pasó el tiempo.

  Luego, decidí que ya era hora de volver al apartamento. Bajé por la Strada Cositorarilor (Calle de los Curtidores) y fui a dar al lateral de la casa natal de Vlad Draculea.

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Las empedradas callejuelas de la cicatea; un viaje en el tiempo, un paseo por la historia.
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Turnul Cizmarilor o Torre de los Zapateros.
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Turnul Cositolarilor o Torre de los Estañadores.
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Turnul Croitorilior o Torre de los Sastres.
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Turnul Cositolarilor o Torre de los Estañadores, desde fuera de las murallas en su parte más meridional.

  Paré un momento y me asomé al patio de entrada al restaurante. No pueden desaprovechar el tirón turístico que conlleva el personaje de Drácula y, claro está, lo explotan al máximo como es natural.
​¿Pero... ?

       ¿Existió verdaderamente Drácula ?

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Grabado de Vlad III.
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El rótulo de la fachada dice:  "En esta casa vivió entre 1431-1435 el gobernante del país rumano Vlad Dracul hijo de Mircea cel Batrin."
​ La casa natal de Vlad III Draculea (Vlad Tepes, el empalador), es en la actualidad un restaurante.

  Vlad III, nacido como Vlad Drăculea, vino al mundo en Sighișoara (Transylvania), en noviembre de 1431. Más conocido como Vlad "el Empalador" (en rumano: Vlad Țepeș), fue príncipe de Valaquia y un gran luchador contra del expansionismo otomano que amenazaba a su país y al resto de Europa. Vlad era ortodoxo aunque, posteriormente, se convirtió al catolicismo. 
  Os dejo una pequeña cronología de su vida y el enlace de arriba donde se cuenta más extensamente su historia:
1431-1435:
Nace en Sighisoara (Transylvania). Reside allí por el exilio de su padre.
1435-1444:
Su padre recupera el trono y se trasladan a Tirgoviste (Valaquia).
1444-1448:
Él y su hermano Radu son entregados, por su propio padre, a los otomanos, en señal de sumisión al sultán Murad II. Vive en Edirne (Turquía).
1448-1456:
Tras la muerte de su padre regresa a Valaquia y es coronado rey. Ese mismo año, tras la rebelión de los boyardos (nobles terratenientes rumanos de origen eslavo), se exilia en Moldavia y posteriormente en Hungría.
1456-1462:
Recupera la corona de Valaquia y comienza la leyenda de Vlad Tepes (el empalador).
1462-1475:
Tras la ofensiva contra los otomanos, que se vuelve en su contra, es desentronizado por los turcos quienes colocan a su hermano Radu II  como rey de Valaquia. Vlad se exilia nuevamente en Hungría pero es encarcelado.

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"Bosques" de empalados en Valaquia.

1475-1476:
El rey de Hungría lo libera y lo pone al mando de un ejército con la idea de recuperar Valaquia para la corona húngara. Sin embargo, reforzado con la ayuda de tropas moldavas, transylvanas y de boyardos valacos, recupera -a título personal-  la corona, volviendo a erigirse como rey de Valaquia. Pero muy debilitado por la campaña anterior y privado del apoyo de los moldavos, es atacado por los turcos y en diciembre de ese mismo año es asesinado por tropas otomanas en una emboscada cerca de Bucarest. 

  El año en que nacía Vlad III, es decir en 1431, su padre era admitido en la Orden del Dragón. Fue una orden militar católica, generalmente integrada por nobles caballeros y príncipes, creada a finales de la Edad Media por Segismundo de Luxemburgo - rey de Hungría - para luchar contra el avance otomano en Europa. El apelativo Drăculea, es un diminutivo del calificativo Drăcul, heredado de su padre. Drăcul, en rumano antiguo significa "dragón" y Drăculea, es una forma definida del lenguaje rumano que viene a significar "el hijo del dragón". 

 Luego, cuando lleguemos a Bran, os contaré algo más sobre Drácula y Bram Stoker.

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Distintas tomas en "la hora azul". La colina, la Torre de los Sastres y abajo la Torre de los Zapateros desde la Strada Zidul Cetatii o Calle de la Muralla de la Ciudadela.

  Retomo el "Diario de viaje", que lo habíamos dejado descendiendo de la cicatea... ¿ OK ?

  Volví a acercarme hasta la plaza. Según avanzaba la noche, la gente iba abandonado el castillo. Tal vez era porque comenzaba la hora de los vampiros... ;-)
La temperatura había bajado varios grados y se intuía una noche sana pero fría. Las luces comenzaban a iluminar las viviendas de los habitantes de la ciudadela y decidí dar una última vuelta por sus calles, ahora prácticamente vacías.

  No había traído el trípode, así que, subí el ISO de la cámara y me puse a observar. Me fui encontrando con escena cotidianas... La señora que volvía a casa, el señor que regaba las plantas de la ventana, el perro asomado esperando a su dueño... Adornos en los alfeizares.
Se oían sonidos del hogar, ruidos de platos y pucheros, conversaciones, el llanto de un bebé... Al fin y al cabo, es una ciudad medieval llena de vida y esperemos que siga así por muchos años.


  Se estaba haciendo tarde y Rosa estaba sola en el apartamento... Dije adiós a la cicatea y comencé a bajar.

El la luz del día se extinguía  y la gente abandonaba la cicatela.
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Como la cicatela está habitada, se podían ver imágenes cotidianas.

  Alrededor de la 19:00 horas ya era noche cerrada. Crucé la Calle de la Torre y me encontré con el carromato gitano, ahora cerrado a cal y canto esperando que, tras la huella del "vampiro", un nuevo amanecer le trajese más turistas. Luego, atravesé el pasadizo bajo la Torre del Reloj y salí de la ciudadela.

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La fiesta se había terminado y el silencio gobernaba ahora en las calles de la ciudadela.
Los lugareños ya se habían retirado. Los puestos de souvenirs ya estaban cerrados, era hora de bajar al apartamento.

  Como empujada por un invisible resorte, mi cabeza, volvía a girarse hacia atrás atraída por una misteriosa fuerza que, como un susurro inconsciente, me decía al oído:
​- venga, una instantánea más...
- mira la silueta de la iglesia bajo la luna...
- observa la luz de la torre...
  Y así, acompañado de esa inconsciente conciencia, fui descendiendo las irregulares escaleras de piedra que hacen la labor de "túnel del tiempo" entre el mundo medieval de la ciudadela y la realidad del asfalto y los neones.

  Abajo, en la llamada Piata Octavian Goga, me volví a girar hacia atrás y contemplé el conjunto iluminado que, tras el atronador paso vespertino de "un ejército" de bailarines y músicos, ahora recobraba el silencio posterior a tan "cruenta batalla".

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En la colina, carente de iluminación, la noche envolvía todo en su oscuro manto. 
La noche se había hecho dueña de la ciudadela pero la potente iluminación recortaba sobre el oscuro firmamento las fachadas de los edificios.

  Una vez nos reunimos, preparamos algo para cenar, organizamos todo para la mañana siguiente y charlamos un rato, cambiando las impresiones de la jornada y comprobando la ruta que nos esperaba. Mientras tanto, se activó la calefacción y aprovechamos para hacer la colada. El apartamento, cómodo, moderno y funcional, satisfizo nuestras necesidades y nos brindó un merecido descanso. Habíamos pasado ya el ecuador del viaje y, sinceramente,  estábamos disfrutando.

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Sighisoara - Bran - Rasnov - Bran

Nos levantamos a las 08:00. En el exterior sólo 1ºC, pero dentro estaba templado con una sensación muy agradable. Preparamos un nutritivo desayuno, con fruta, yogures, tostadas con mantequilla y café... Comimos tranquilos. Recogimos

la ropa que, por cierto, ya estaba toda seca. Luego una ducha y el último vistazo para no dejarnos nada. La mañana era fría pero, de nuevo, venía un día espectacular. Tal y como habíamos quedado, dejamos la llave sobre la mesa de la cocina, le hicimos una llamada perdida al propietario y cerramos.

  Nos separaban 140 Kms hasta la localidad de Bran, es decir, unas dos horas de trayecto. Limpiamos la luna del coche que estaba con algo de escarcha y, sobre las 09:30, salimos dirección este por la DN13-E60. El firme era bastante bueno y la vía ancha. Al pasar por la localidad de Mureni la carretera giraba en dirección sur lo que agradecimos porque así el sol, bastante molesto a media altura, nos daba de costado y no impedía la visión. 

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El otoño, con sus delicados colores, dominaba las suaves lomas camino a Bran.

  El paisaje se iba transformando en un manto de ocres infinitos de redondeadas laderas, con inmensas zonas de pasto que se veían salpicadas de caseríos y pequeñas construcciones agrícolas. Ovejas, vacas y caballos eran los dueños de sus extensiones. Según pasaban los kilómetros, en el horizonte asomaba, cual hoja de sierra de dientes afilados, la silueta de la cordillera de los Cárpatos. Una sucesión de puntiagudos picos que se levantaban de entre frondosos bosques de pinos, hayas y abetos. Una masa forestal que, según he leído, ha perdido desde 1989 un total de 2,2 millones de hectáreas. En la actualidad, distintos grupos ecologistas han señalado la imperante necesidad de una mayor protección para el “pulmón verde” de Europa que corre el riesgo de desaparecer debido a la tala indiscriminada. 
  Estamos destrozando el planeta y llegaremos a auto-destruirnos...

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Los Cárpatos asomando sobre bosques infinitos de hayas, pinos y abetos.
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La fortaleza de Rupea, a medio camino entre Sighisoara y Bran.

  A medio camino entre Sighisoara y Bran hicimos una parada para subir a ver la fortaleza de Rupea. No estaba en nuestras notas, pero la vimos desde la carretera, imponente, en un otero que domina el valle y decidimos parar y estirar las piernas.

  Resulta que, esta ciudadela es uno de los sitios arqueológicos más antiguos de Rumania, con los primeros signos de asentamiento humano que datan del Paleolítico y el Neolítico temprano (5500 aC - 3500 aC). 


 Según los arqueólogos, la ciudadela actual se construyó sobre las ruinas de un fuerte de la antigua Dacia conquistada por los romanos. El nombre de la ciudadela proviene del latín rupes que significa "piedra".

  La primera declaración documental de la ciudadela data del s. XIV, concretamente de 1324, bajo el nombre de castrum Kuholm, cuando los sajones que se rebelaron contra el rey Carlos I de Hungría se refugiaron dentro de ella. El nombre Kuholm se refiere a la roca sobre la cual fue construida; basalto.
  Tras ser habitada por sajones, atacada varias veces a lo largo de la historia por los turcos, soportar incendios y plagas, fue finalmente abandonada en 1790. Durante el régimen comunista, las autoridades planearon la demolición de la ciudadela para explotar el basalto que forma la colina pero, afortunadamente, la idea fue descartada. A principios de la década de 1990, se encontraba en un estado lamentable, con solo una de las torres de defensa en pie. Entre 2010 y 2013, se sometió a un proceso de restauración integral, rehabilitando las siete torres y las casas de los campesinos. En la actualidad, la ciudadela de Rupea se encuentra en la lista de monumentos históricos del condado de Brașov. Después de despejarnos un rato y hacer unas fotos, continuamos el viaje. 

  Antes de las 11:30 estábamos en Brasov. El nudo que une las carreteras en las afueras de la ciudad es bastante complicado. Nos costó encontrar la salida hacia Bran. En un principio estaba marcada pero después, en el siguiente cruce, volvía a indicar Sibiu y, la verdad sea dicha, te liaba bastante. Finalmente dimos con la salida y nos encontramos con obras en la carretera hasta Bran. Tardamos en hacer los últimos 10 Kms casi una hora. Finalmente, a medio día estábamos frente al "famoso castillo de Drácula". Había mucha gente. Decidimos ir a tomar un café a un establecimiento junto al acceso al castillo. 

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El Castillo de Bran desde su fachada sur.
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Escudo de Bran

  Esa encrucijada ha tenido siempre una influencia histórica debida a dos principales motivos: las rutas comerciales y las invasiones militares. Un balcón abierto con un amplio panorama, tanto a las colinas, como al valle, le ha otorgado desde antaño una gran importancia estratégica aunque nunca fue relevante por su historia bélica. 

  Allí, en ese desfiladero, en un promontorio que domina el paso junto al río, se asienta el castillo de Bran. La localidad, en sí, es un conjunto de casas y caseríos diseminados por una amplia superficie de terrenos ondulados y cubiertos de frondosas masas forestales bajo la protección, por su cara oeste, de las montañas de los Cárpatos. La vida de este pequeño pueblo gira en torno a la fortaleza, donde encontramos un amplia oferta de restaurantes, alojamientos y tiendas de regalos de los que la inmensa mayoría, como no podía ser de otra manera, hacen referencia al Conde Drácula. 

  BRAN, que traducido del turco significa "puerta", es una localidad de Transilvania junto a la frontera con Valaquia.​ El tiempo y el espacio son factores que condicionan los episodios históricos de un lugar. El desfiladero o la garganta de Bran, es uno de los pasajes trans-cárpatos más importantes. 

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La entrada para visitar el castillo de Bran.
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El otoño adornaba los accesos al castillo.
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El acceso al castillo.
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  Caballeros de la Orden Teutónica, que regresaban de Tierra Santa tras su derrota contra los sarracenos, construyeron, allá por 1212 y bajo el mecenazgo del rey de Hungría interesado en defender sus fronteras ante las incursiones otomanas,  una fortaleza sobre este estratégico promontorio. Posteriormente, el emplazamiento defensivo fue arrasado por las hordas tártaras en 1241. La estructura actual fue mandada construir, sobre aquellas ruinas, por Luis I de Hungría en 1377. Tras la unificación de Rumanía fue residencia de verano de la reina María y tras unas obras de remodelación, en 1920, pasó a ser la residencia de la princesa Ileana que lo heredó de su madre. Tras la expropiación que sufrió en la etapa comunista, se devolvió a la familia real y, en la actualidad, sigue siendo propiedad de los Habsburgo.

Una cruz con símbolos y un texto en griego, preside la entrada al castillo.

  El castillo de Bran es famoso por albergar la falsa historia de ser la morada de Vlad III Draculea. Este "falso honor" se lo asignó en la década de los años 70 del siglo pasado el "hábil" dictador Nicolae Ceaușescu quien, queriendo aprovechar el filón que aportaba el turismo empujado por la inmortal obra de Bram Stoker buscó, en los alrededores de Brasov, un seductor castillo para los ojos ávidos de morbo de los turistas y este fue el elegido. Hoy en día es un museo que muestra arte y mobiliario de la época de la reina María. El caso es que estábamos allí y decidimos verlo por dentro. La entrada costaba 40 lei (8,50 €) y, aún no siendo mucho, fue de lo más caro que pagamos a nivel de museos, etc. Había bastante gente, pero el transito por las inmediaciones era fluido.

  El día estaba precioso. Subimos la cuesta que da acceso a la puerta principal. Arriba, junto a una de las paredes de la fortaleza, nos encontramos con una cruz. Tenía grabados símbolos de alguna orden y un texto en letras griegas. Recordad que un porcentaje muy alto de rumanos son ortodoxos. Luego entramos...

  El castillo tiene trazado un recorrido turístico. Se atraviesa el patio y te va llevando por muchas de sus estancias. Algunas, sobre todo en la parte superior, están cerradas y no se pueden visitar.

El patio interior del castillo desde donde se accede a las distintas estancias.
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  Alberga unas 60 habitaciones a las que se accede por sinuosas y estrechas escaleras. En la mayoría de estas habitaciones hay colecciones de muebles, armas y armaduras de los siglos XIV a XIX. Muchos de sus muebles son originales de la época de la reina María y se mantiene la decoración tal como ella la planteó. Estufas de leña, espejos, instrumentos musicales y lámparas eléctricas porque, desde que se acondicionó como residencia real, disfrutaba de electricidad. 

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Algunas habitaciones del castillo.

  El castillo, según he leído,  es uno de los destinos preferidos por los turistas estadounidenses y británicos para celebrar Halloween. De hecho, como podéis observar en algunas fotos, el ambiente estaba completamente "contaminado" por tal decoración, cargada de telas de araña, calabazas y demás... Halloween estaba cerca.

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Distintas zonas del castillo, con sus troneras, armaduras  e incluso replicas de los símbolos de la realeza.

  El recorrido por los distintos niveles, nos iba mostrando las troneras, armas de la época, armaduras, "pasadizos misteriosos" y elementos de la vida cotidiana. Muchos de los ventanales se asomaban al patio interior, mostrando distintos ángulos y perspectivas, a cada cual más fotogénica, porque... Drácula no tendrá nada que ver con este castillo, pero vistoso es un rato.

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En los exteriores del castillo la luz y los colores del otoño le daban un toque romántico.

  Volviendo al tema de Drácula... ; aunque se sostiene que el personaje histórico en el que se inspiró Bram Stoker, Vlad III Draculea, jamás vivió en este castillo, él (Vlad III), es el mito que lo mantiene con vida. En la planta superior hay un par de habitaciones dedicadas a todo lo referente a esta novela. En ellas podemos encontrar, desde la biografía de su escritor y su obra, hasta una relación de sus más de 270 adaptaciones cinematográficas.
  Yo, como tod@s vosotr@s, he visto algunas de ellas y también he leído la novela que, para mi forma de ver, supera a cualquier versión del celuloide. Si tuviera que elegir una película, sin duda, la que más se adapta a la novela es la versión de 1992, "Drácula de Bram Stoker", dirigida por Francis Ford Coppola. Aunque hay dos diferencias marcadas: la versión de Coppola tiene un final distinto al de Stoker y, por otro lado, relaciona directamente al personaje del vampiro con Vlad III Draculea mientras que, en la novela, nunca se hace referencia al príncipe valaco.

Bram Stoker en 1906.
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  Abraham Stoker, respetable miembro de la sociedad victoriana del s. XIX, nació en Clontarf (Irlanda), el 8 de noviembre de 1847. Compaginaba su faceta de escritor con otros trabajos y tras escribir algunos relatos de terror, el 26 de mayo de 1897 publicó, con tapa dura de color amarillo y letras rojas, en una tirada de 3.000 ejemplares y a un precio de 6 chelines, su obra maestra: Drácula.
 La novela refleja la lucha entre el bien y el mal, así como aspectos escondidos sobre la batalla interna de Stoker respecto a su sexualidad. Oscar Wilde dijo de ella que era la obra de terror mejor escrita de todos los tiempos.

Primera edición de Drácula en 1897, con sus letras rojas sobre tapas amarillas.

  Bram Stoker nunca estuvo en Transylvania y para esta novela, cuya idea nació de la pesadilla de una noche, se empapó de varios libros como; Informe sobre los principados de Valaquia (Emily Gerard) o El Castillo de los Cárpatos (Julio Verne) y de los conocimientos de un erudito orientalista húngaro llamado Arminius Vámbéry. Este le habló de Vlad III Draculea e influyó, y de que manera, en el resultado final. En un principio, Bram Stoker, había creado un personaje llamado "Conde Wampyr" e iba a titular su novela "El no muerto". Pero, en el último momento, pese a las contra indicaciones de su editor, toma una decisión irrevocable e influenciado por la sanguinaria historia de Vlad Tepes, cambia el nombre del personaje y el título de la novela y, como todos sabemos, da la mayor campanada de su vida y crea uno de los grandes e inmortales clásicos.

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Béla Lugosi ( Drácula 1931 )
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Christofer Lee ( Drácula 1966 )
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Gary Oldman ( Drácula 1992 )
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Algunos de los carteles cinematográficos sobre películas de Drácula, desde 1931 a 1992. Un clásico traducido a todos los idiomas.

  En el cine, sus mejores o más famosos interpretes fueron Béla Lugosi, por ser el genuino y Christofer Lee, para mi el más representativo. Una novela que ha dado pie a cientos de versiones, dobladas a prácticamente a todos los idiomas del mundo, con buenas y también pésimas películas.
  Pero, volviendo al viaje y dejando atrás el personaje ficticio, la verdadera historia de Vlad III Draculea o Vlad "Tepes", se desarrolló en la frontera entre Transylvania y Valaquia. Allí, en un alto de los Cárpatos, en el valle del río Argeş, cerca de las montañas Făgăraş, en la famosa carretera de Transfagarasan, se encuentran las ruinas del castillo de Poenari, una fortaleza erigida a comienzos del siglo XIII por gobernantes de Valaquia y auténtica morada de Vlad III.
​  Según dicen, se accede a ella tras más de media hora de una exigente caminata. Desde allí luchó contra las tropas otomanas, expulsándolas de sus territorios y aportando así su grano de arena para conseguir la unificación de Rumanía. Es por ello que, en todo el país, Vlad III Draculea sea considerado un héroe nacional.

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El Castillo de Poenari, auténtica residencia de Vlad III, en los Cárpatos occidentales.
Fotografías bajadas de Internet.

  La primera idea, cuando comencé a trazar el recorrido de este viaje, era subir desde Sibiu por "la carretera de las mil curvas" hasta la fortaleza de Poenari y después bajar hacia Curtea de Arges. Ese recorrido nos hacía alargar el viaje un par de días más ya que, sólo de Sibiu al castillo de Poenari, son casi cuatro horas de coche. Luego había que subir y bajar de la fortaleza y otras tres horas más conduciendo hasta Bran. Además, dejábamos de visitar Sighisoara porque nos quedaba fuera de ruta. Así que, sopesando las cosas, decidí que la visita al "verdadero castillo de Drácula" era muy "costosa", sobre todo, por la falta de tiempo y tracé la ruta al revés; Bucarest-Sibiu-Sighisoara- Brasov-Bran-Bucarest. Además, Sibiu, es la única ciudad de estas, salvo la capital, que tiene aeropuerto y, por lo tanto, debía ser el punto de partida. 

 

  Después este inciso sobre Drácula continúo con el diario...
  Tras la visita al castillo, llegó el momento de ir al hotel a hacer el check-ín. Desde hacía mucho tiempo - ya en enero de 2017 estuvimos tentados de hacer un viaje a esta zona - tenía marcado este lugar como destino para pernoctar. Era nuestro último alojamiento en Rumanía, pasaríamos dos noches y rezaba para que estuviese bien. Se trata de un establecimiento llamado Transylvanian Inn. Sinceramente, no nos defraudó. 

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Tarjeta publicitaria del Transylvanian Inn.
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La fachada principal y las vistas desde el balcón de la habitación, con los Cárpatos enfrente y el castillo a media altura a la derecha dentro del círculo amarillo.

  Lo regenta un matrimonio de mediana edad. Ella muy callada; él, un hombre muy sociable y atento con el que me entendí perfectamente en inglés. Nos asignaron la habitación número 11, con vistas al castillo, amplia y soleada. Un precioso balcón que, en verano puede dar mucho juego pero, en estas fechas resultaba muy frío. Dos noches nos costaron 549 lei (118 €) con un magnífico desayuno incluido, además teníamos de todo, frigorífico, plancha, secador de pelo, calefacción, wifi...
Nos fijamos que, en el pasillo, la numeración de las habitaciones pasaba del 12 al 14... Supersticiosos... :-)

  Después de registrarnos e intentando aprovechar a tope las horas de sol, salimos hacia Rasnov. Teníamos que volver a pasar por la carretera en obras, pero el peor trozo estaba más adelante, desde Rasnov a Brasov. Nos separaban 10 Km de nuestro destino.

  Sobre las 16:00 horas llegamos a RASNOV y buscamos algún sitio para comer antes de que se hiciera más tarde. Nos metimos en el restaurante Rosenau, un establecimiento desde donde se veían las letras de la montaña. Había mucha gente, lo cual, suele ser señal de que se come bien... Pedimos la comida pensando en algo rápido, que no necesitase mucha preparación y nos decidimos por una ensalada y carne a la parrilla con pimientos pero... ¡¡ Tardaron una barbaridad !!

  No recuerdo cuanto pagamos, se hizo tan largo que perdí hasta las ganas de anotar. Luego, con la luz del día decayendo, nos dirigimos a la cetatea. Hay un ascensor que te sube hasta la cima. Lo cogimos mientras nos decían que el último bajaba a las 18:00. Eran ya las 17:45... 

  Entramos, pero salimos corriendo porque pensábamos que cerraban las puertas. Luego nos dijeron que no. Total, perdimos media hora para adelante y para atrás.

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Escudo de Rasnov
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A la izquierda la Cetatea de Rasnov desde el centro de la ciudad. Arriba, a la izquierda, una vista desde la carretera que viene de Bran y a la derecha el billete de entrada a la Cetatea que, como veis, costaba 12 lei unos  2,5 €. Sobre estas líneas, la Cetatea desde unos de sus accesos a pie.
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La ciudadela de Rasnov domina el valle en su camino hacia Bran.

  Al final, aclarado el tema de horarios y demás, el empleado que estaba en la puerta nos dijo que teníamos un rato para poder entrar. Rosa se quedó en la parte baja y yo subí arriba. Crucé la puerta de entrada. Allí estaba, la vieja fortaleza con sus misteriosos muros de construcción feudal, pero, aquello estaba abandonado, prácticamente en ruinas, unas ruinas sobre las que ha hecho estragos el paso del tiempo y... Me decepcionó un poco. 
La Ciudadela Râşnov controló, a través de su posición estratégica, el acceso a Transilvania desde el Valle Râşnoavei . Dada la importancia de los montañeses en los territorios de los Cárpatos del Sur, la carretera de Bran estaba bajo vigilancia militar y después de la persecución de los caballeros teutónicos, el rey húngaro confió la fortificación de Râşnov a los Caballeros de la Orden de la Santa Cruz. La fortaleza está situada en una colina rocosa, rodeada de bosques, dejando un único acceso desde el este, resultando en aquellos tiempos prácticamente inexpugnable. La primera mención documental sobre la fortaleza campesina de Râşnov se remonta a 1335 cuando, con motivo de una nueva invasión de los tártaros, todo fue destruido excepto la fortaleza en el monte Tâmpa en Braşov y la de la colina de Râşnov que, estando fuertemente fortificadas, resistieron los ataques, salvando así la vida de los habitantes refugiados intramuros.

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  En marzo de 1612, Gabriel Bathory - príncipe de Transilvania -, gran enemigo de los sajones que ocupaban la ciudadela, organizó una campaña militar. Aunque los cañones del ejército de Bathory causaron solo un daño menor a las paredes de la fortaleza, el asedio se hizo particularmente efectivo después de que las tropas asaltantes ocuparan la ladera este, bloqueando el acceso de los defensores de la ciudad al manantial desde donde se abastecían de agua. Finalmente, sedientos y desesperados, cedieron y la fortaleza fue ocupada. Fue la única vez que Rasnov se rindió. 

La puerta de acceso a la ciudadela de Rasnov.
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Distintas tomas de los accesos y las murallas de la abandonada ciudadela.
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El paseo de regreso hasta Rasov entre bosques frondosos.

  Ya entre dos luces, bajamos de la ciudadela. El paseo transcurría atravesando una zona boscosa, con árboles engalanados de unas hojas que configuraban un amplio espectro de color, desde los verdes más parduzcos a los amarillos más intensos, pasando por una infinidad de tonos ocres. Hojas que, en silencio, sutilmente, como mensajeras de la llegada de un nuevo invierno, iban abandonando la protección de las ramas entrecruzadas de sus árboles y se dejaban caer, sigilosamente, sobre los adoquines pulidos por el roce de millones de pisadas que marcan su dilatada historia. 


  Allí, camufladas en la ladera de la colina, encontramos algunas atracciones del Dino-Park, un parque temático sobre dinosaurios que, si viajas con niños puede complementar la visita a Rasnov. Luego, ya de noche cerrada, llegamos al coche y nos encaminamos hacia Bran. De camino paramos en un supermercado y compramos algo para cenar; ingredientes para preparar una ensalada y unos yogures. Como el desayuno estaba incluido nos evitábamos tener que comprar nada más.

  Ya en el hotel charlé un poco con el propietario y luego, tras una ducha, preparamos la cena. La temperatura había vuelto a bajar y en el exterior marcaba 4ºC. En bromas, le pregunté a Rosa si quería cenar en el balcón, con el consiguiente; ¡¡estás loco!! posterior. Dentro de la habitación la calefacción estaba en marcha y resultaba muy confortable. 
  El cansancio, acumulado a lo largo de un día sin tregua, ahora pasaba factura y, tras preparar todo para la mañana siguiente, nos fuimos a descansar. Sólo quedaba un día entero para disfrutar en Transilvania y había que aprovecharlo. 

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Bran - Brasov - Bran

Una fría, pero radiante mañana nos dio la bienvenida ese último día que nos quedaba de estancia en Rumanía.

  El termómetro marcaba 2º C. El martes, traslado a Bucarest y vuelo de vuelta a casa. Nos levantamos hacia las 08:00 y bajamos a desayunar a las 08:30. Como os decía antes, el hotel no nos defraudó en absoluto. El propietario, con sus gestos y la forma de moverse, me recordaba a John Goodman en su papel en el cine, actuando como Pedro Picapiedra.

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Amanecer en los Cárpatos.

  Bromas aparte, se desvivía por atender al personal y nos sirvió un descomunal desayuno. Aparte del bufet con frutas, yogures y bizcochos caseros, se presentó con una bandeja llena de tomate, pepinillo, jamón y salchichas y nos ofreció, además, tortillas o huevos fritos. Nos agasajó con un pan de hogaza para poder untar sus mermeladas caseras - la de higos y la de naranja estaban exquisitas -. Yo, personalmente, me puse como "el Kiko"; plátano, yogur con cereales, bizcocho, una enorme tostada con mantequilla y mermelada y para terminar nos servimos un par de cafés cada uno. Tras cargar las pilas para afrontar la mañana, subimos, nos lavamos los dientes y cámara al cuello salimos hacia Brasov. 

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La localidad de Bran amanecía en calma bajo un tibio sol de otoño.

 A pesar de ser lunes, como era temprano, no encontramos mucho tráfico en la zona. Eso sí, los cortes intermitentes por las obras de acondicionamiento de la carretera Brasov-Bran, ralentizaron un poco la marcha. Pese a todo, a las 10:30 estábamos en BRASOV
  Nos dirigimos directamente hacia la zona medieval. Todas estas ciudades, Sibiu, Sighisoara, Rasnov, Brasov, etc, etc, tienen el encanto de su zona antigua que, por cierto, en todas ellas está muy bien conservada.

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Escudo de Brasov.

  El caso es que tuvimos mucha suerte y aparcamos en zona libre, fuera del área azul, pero a escasos cien metros de la Biserica Neagrá, la Iglesia Negra, emblema de la ciudad. Nos encaminamos directamente hacia ella y la encontramos cerrada. 

  Esto, tiene una explicación; dentro alberga un museo y, como en prácticamente todo Europa, los museos cierran los lunes.

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 A pesar de ser lunes, como era temprano, no encontramos mucho tráfico en la zona. Eso sí, los cortes intermitentes por las obras de acondicionamiento de la carretera Brasov-Bran, ralentizaron un poco la marcha. Pese a todo, a las 10:30 estábamos en BRASOV
  Nos dirigimos directamente hacia la zona medieval. Todas estas ciudades, Sibiu, Sighisoara, Rasnov, Brasov, etc, etc, tienen el encanto de su zona antigua que, por cierto, en todas ellas está muy bien conservada. 
  El caso es que tuvimos mucha suerte y aparcamos en zona libre, fuera del área azul, pero a escasos cien metros de la Biserica Neagrá, la Iglesia Negra, emblema de la ciudad. Nos encaminamos directamente hacia ella y la encontramos cerrada. Tiene una explicación; dentro alberga un museo y, como en prácticamente todo Europa, los museos cierran los lunes.

La Iglesia Negra ( Biserica Neagrà ) de culto luterano, en pleno corazón del casco histórico de Brasov.

  La Biserica Neagrá (Iglesia Negra) es la iglesia principal de Brașov. Construida por la comunidad de sajones transilvanos durante la década de 1380, la iglesia es hoy el mayor monumento religioso en estilo gótico del país y del sudeste de Europa. Originalmente fundada como Mariakirchen (Catedral de Santa María), quedó parcialmente destruida tras el gran incendio que provocaron las fuerzas austriacas en la invasión del 21 de abril de 1689. Desde entonces ha sido conocida como la Iglesia Negra (Biserica Neagră ).
  La construcción de la iglesia comenzó en el año 1384, probablemente sobre las ruinas de una antigua capilla destruida durante la invasión mongol de 1241, y fue terminada en 1477. Los arquitectos diseñaron una basílica de tres naves, todas con la misma altura, como era costumbre en los siglos XV y XVI a través de los territorios alemanes, de donde procedían la mayoría de los arquitectos y albañiles. Terriblemente dañada por el incendio anteriormente mencionado, la iglesia fue reparada gracias a la ayuda de albañiles venidos de Dánzig (actual Gdansk, Polonia), debido a que los trabajadores locales no contaban con el conocimiento necesario para cerrar las enormes bóvedas que fueron terminadas en estilo barroco, en lugar de gótico. Es uno de los símbolos actuales de Brașov. Cada domingo tiene lugar una misa luterana para la pequeña comunidad alemana de la ciudad. Es el mayor edificio de culto religioso entre Viena y Estambul. Tiene 89 metros de largo y 65 de alto; una campana de seis toneladas de peso (la mayor de Rumanía); un impresionante órgano de 4000 tubos y una rica colección de alfombras de Anatolia.

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La Iglesia Negra.
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Las flores adornaban los balcones.

  Tras dar toda la vuelta alrededor de la iglesia, contemplando su arquitectura y su decoración exterior, nos dirigimos hacia el sur callejeando por entre casas de bellas fachadas en algunos casos repletas de flores. Al igual que en Bucarest y en todas las grandes ciudades de Rumanía, encontramos edificios casi en ruinas junto a otros reformados y muy elegantes.

  El ritmo de la ciudad, a esas horas de la mañana, era aún bastante pausado. Poca gente por las calles, poco tráfico y en general poco ruido, cosa que agradecíamos de buena manera.
  Mapa en mano, como dos auténticos "guiris", nos dirigimos hacia el funicular para subir al monte Tampa y ver la ciudad desde su cima.

Calles y fachadas de Brasov a primeras horas de la mañana.

  Según nos acercábamos, vimos como algunas personas llegaban hasta el lugar de acceso al funicular y se daban la vuelta después de leer algo. 

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El colorido del otoño en el monte Tampa, la montaña del tiempo de los dacios.

  Enseguida comprendimos que estaba cerrado. Efectivamente, al igual que los museos, el funicular cierra los lunes. Eso nos cortó un poco, sobre todo a mi, que me había hecho la idea de subir hasta arriba para ver la ciudad desde esa perspectiva. Unos metros hacia la derecha estaba el acceso a pie. Allí había un indicador que marcaba:

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El turismo es importante pero, en ocasiones, deja estas "cicatrices".

​           Monte Tampa

- altura:                    960 m
- distancia a la cima:    2.950 m
- tiempo aproximado:      1 hora
- desnivel:                  400 m

  La montaña se compone principalmente de piedra caliza. Gran parte de ella es una reserva natural que ocupa un espacio de 188 hectáreas. Alberga muchas especies de plantas y animales convirtiéndola en un verdadero tesoro para la flora y la fauna. Su ladera oeste es un frondoso bosque de hayas, olmos, robles, abetos, tilos y pinos, que componen -en el otoño cuando nosotros lo vimos-  un lienzo de tonos verdes, ocres y amarillos imposible de olvidar.

Uno de los bastiones defensivos en la muralla de la ciudad.
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  Históricamente es una montaña importante en los Cárpatos ya que allí hubo uno de los siete castillos de Transilvania construido en el siglo XIII, dos torres del siglo XV, unas murallas y el acueducto de la ciudad. Llegados a ese punto surgió el dilema de qué hacer. Rosa me dijo que ella, a pie, no subía y que si yo quería subir me esperaba en la ciudadela. Yo, sí, quería subir, me apetecía. Eran alrededor de las 11:15 horas, por lo tanto, calculando a grosso modo una hora para subir, media para bajar y otra media hora para hacer unas fotos arriba, quedamos en que le llamaba al bajar y nos reuniríamos para comer, a eso de las 13:30 horas. Nos despedimos; ella marchó hacia el casco histórico y yo tiré hacia la cima...

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La Biserica Neagrá (Iglesia Negra), desde las primeras rampas de acceso al monte Tampa.
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Los tejados con su pronunciada pendiente, pero sin los  "ojos" de Sibiu.

 La mañana estaba fresca pero me quité el jersey para no tener que detenerme más adelante; me ajusté la mochila del equipo fotográfico y empecé a subir a un ritmo que pudiese mantener. Sólo debía seguir las marcas de los triángulos amarillos, no tiene pérdida. Por delante tenía una hora de caminata y 25 curvas, para salvar los aproximadamente 400 metros de desnivel. Según subía, podía disfrutar de la vista de los edificios de la ciudadela. Estos, han mantenido ese carácter sajón, con su inconfundible arquitectura y sus tejados de fuertes pendientes con la teja plana, como si fueran planchas de pizarra rojiza.
  Dicen que, la montaña de Tampa, fue el altar donde los dacios hacían sus sacrificios en honor de Uranus, dios griego del tiempo. Posteriormente, tras invadir la Dacia, los romanos la llamaron montain tempus. Los sajones tradujeron al alemán el nombre dado por los romanos y la ciudadela sita en la montain tempus -montaña del tiempo o montaña de Cronos- pasó a llamarse Kronstdat.

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La subida al monte Tampa entre un precioso bosque de robles, olmos y abedules.
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Vista de la ciudad desde la plataforma de llegada del teleférico.

  La subida se me hizo bastante corta y amena. Entre el trinar de los pájaros, el susurro de las hojas mecidas por un suave viento y el saludo con algún o alguna valiente que me crucé por el camino, llegué a la cima en apenas una hora. 
  Me dirigí a la plataforma donde llega el teleférico. El bar que hay allí estaba cerrado, claro está, y por ello no pude comprar agua. Vi que el hito que marca la cima de la montaña estaba cerrado por una red metálica, seguramente porque junto al mojón hay un mástil con una enorme bandera de Rumanía. Yo quería llegar hasta la cima así que, inconscientemente, pasé por una zona donde la red estaba rota y me colé. Subí, hice mi foto y bajé. 

  Después me dirigí hacia el sur para ir a la terraza de hormigón que hay encima de las enormes letras blancas, con el nombre de la ciudad, que se ven desde toda la urbe de Brasov. Desde allí hice la panorámica que abre este diario. Contemplé el paisaje, respiré profundamente el aire fresco de los Cárpatos, guardé en mi retina la imagen de aquella antigua ciudad de sajones transilvanos y volví sobre mis pasos para bajar a la ciudadela.

¡¡ Había hecho una cima en los Cárpatos !!
  Rosa me esperaba...

El mojón que marca la cima del monte Tampa.
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Plano de Brasov en el s. XVII. Como vemos esta es la ubicación actual, al resguardo del monte Tampa que se sitúa arriba a la izquierda.

  Los sajones se hicieron fuertes y poderosos. Apoyados por los húngaros, tenían un grado de autonomía en sus principales feudos (Sibiu, Sighisoara, Brasov, Rasnov, etc. ), que les hacía capaces de plantar cara a los ejércitos de Valaquia que intentaban expulsar al invasor turco. A través de los siglos, Brașov, fue una de las más importantes, poderosas y florecientes ciudades de su región. 
  Pues bien, dicen las crónicas que, la fortaleza de Brasov, inicialmente construida en el área del monte Tampa, fue arrasada por "nuestro viejo conocido", Vlad Tepes. Este, menospreciado e ignorado como príncipe de Valaquia por los teutones de esta ciudad, el día de San Bartolomé (24 de agosto) de 1459 tras un terrorífico ataque, entró triunfador en la villa e hizo empalar a la mayoría de los sajones. Después, cruel y sanguinario como él acostumbraba, organizó un festín en el centro de este nuevo bosque de empalados aún aullantes. Al mismo tiempo, en una tarima adyacente, un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. Tras esta macabra "fiesta", entrada ya la noche, Vlad III y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos. Incluso a los que no mandó empalar los amontonó e hizo que, a golpe de espada, sus soldados los mataran a sangre fría. 

  Brașov es la capital y la ciudad más poblada del distrito al que da nombre, así como la ciudad más bonita de Transilvania. Fue fundada por los Caballeros de la Orden Teutónica allá por 1211. Conforme al censo de 2016, tiene 290.743 habitantes. Se sitúa al sureste de la región histórica de Transilvania, en el centro del país, a unos 165 kilómetros de Bucarest, donde el valle da comienzo a la Cordillera de los Cárpatos. Cuando los sajones fundaron la ciudad tuvieron claro que había que dotar a la población de un sistema defensivo que hiciera frente a las posibles invasiones extranjeras. Por ello, rodeando el centro histórico se encuentra lo que queda de las antiguas murallas de Kronstadt  y sobre todo una buena cantidad de sus bastiones. Como en otras ciudades medievales de Rumanía, cada uno de ellos era construido por un gremio, que además, se cuidaba de su custodia. 

  Es por ello que la ciudad está rodeada por el bastión de los carniceros, los tejedores o de los herreros. La mayoría de estas construcciones datan de los siglos XV, XVI y XVII. Hay zonas en que las robustas murallas tenían una altura de 40 metros y un grosor de dos.
  La antigua Kronstadt (Ciudad de Kronos) de los sajones, cambió al actual apelativo rumano que deriva de la palabra eslava, barasu, que significa fortaleza. En la actualidad, la situación geográfica de la ciudad la hace ideal como punto de estancia para cualquier tipo de vacaciones en Rumanía, ya que se encuentra a una distancia razonablemente cercana de los principales puntos de interés turístico. Como es una ciudad con mucha, muchísima historia a sus espaldas, os aburriría metiendo datos, así que, os dejo el enlace a la Wikipedia para que el/la que esté interesad@, lea lo que quiera... De verdad, vale la pena.

​  Yo, sigo con el relato del viaje... ¿OK?

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La Piata Sfatului, centro neurálgico del casco histórico de Brasov.
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La torre del antigua ayuntamiento y la terraza del restaurante Don Vitto.
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  Cuando llegaba al final del descenso llamé a Rosa. Me dijo que estaba en una gran plaza, tras la Iglesia Negra y quedamos en reunirnos allí. A eso de las 13:20 nos encontramos en la llamada Piata Sfatului, centro neurálgico del casco antiguo. Ella, ya había estado investigando y había visto un restaurante en el que servían unos platos de arroz con marisco que tenían muy buena presencia. Le gustó mucho. Así que, siguiendo el instinto, casi infalible de las mujeres, accedí sin ninguna objeción a su elección y nos dirigimos a un restaurante llamado Don Vitto, en el lado este de la plaza.

El menú: arroz por un lado y tallarines por otro, ambos con abundante marisco.

  A esas horas, en la Piata Sfatului, el sol pegaba de lleno y el ambiente era muy agradable. El restaurante estaba a rebosar. Nos sentamos, vino el camarero y pedimos ese plato de arroz con marisco y otro de tallarines también con marisco, agua y una cerveza. El camarero tardó un poco en venir -algo más de diez minutos- y aproveché para hacer unas fotos.
  Yo, después de la caminata, estaba hambriento; Rosa también tenía hambre así que comimos de maravilla. Pedimos un postre de la casa -que resultó ser una especie de tiramisú, muy rico, por cierto- y dos cafés. En total nos cobraron 159 lei (35 €). Con respecto a otras ciudades y otras comidas que hicimos a lo largo del viaje era un poco carillo pero, solo por el lugar y por ser ya el último día, valía la pena pagarlos.

  En el centro de la Piata Sfatului encontramos el edificio del antiguo ayuntamiento que data de 1420 y que, actualmente, es la Oficina de Turismo y la sede del Museo de Historia. Al igual que en Sibiu y otras ciudades similares, la Turnul Sfatului (Torre del Consejo), que da nombre a la plaza, era el centro de reunión y consulta de sus habitantes y un punto de vigilancia de la ciudad. Los edificios que la rodean, de dos plantas y con los tejados rojos, están perfectamente restaurados y, hoy en día, son sede de bancos, comercios, restaurantes y hoteles. Edificios preciosos, pintados de vivos colores, entre los que destacan la casa Negustorilor, sede de los mercaderes y comerciantes de la ciudad, o la casa Muresenilor, que llegó a ser la sede del primer periódico publicado en rumano allá por 1838 y llamado Gazeta Transylvaneiei.

  Tras el relajante rato de la comida fuimos a dar un paseo por la ciudad. Entramos por la Strada Republicii repleta de cafeterías y tiendas de todo tipo. Esta es una de las calles que te llevan al Bulevardul Eroilor que, junto con la Strada Muresenilor y la Strada Castelului, delimitan lo que el casco histórico de la ciudad.
 Allí encontramos una serie de edificios renacentistas como la prefectura, la oficina de los servicios postales, el ayuntamiento y el casino de la ciudad. Después, caminando hacia el oeste, pasamos por el Parcul Nicolae Titulescu, un espacio abarrotado de árboles de distintas procedencias con un precioso colorido. 

El Dracula Times . . . ¿ Tendrá noticias sangrientas ?
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La Strada Republicii, una calle peatonal llena de comercio y hostelería.
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El parque Nicolae Titulescu en el Bulevardul Eroilor.
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El actual ayuntamiento en el Bulevardul Eroilor.
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El edificio de la Perfectura de Brasov, edificio gubernamental.
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La Biserica Buna Vestire (Iglesia de la Asunción) de culto ortodoxo.
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La loba Luperca ( Lupa Capitolina ), frente al ayuntamiento de Brasov.

  Seguimos caminando por un lateral del Parcul Nicolae Titulescu y desembocamos en la Strada Nicolae Iorga. Allí, al lado derecho de la calle, nos encontramos con la Biserica Buna Vestire, (Iglesia de la Anunciación), una iglesia ortodoxa erigida entre 1934 a 1936, de un blanco impoluto y unas cúpulas plateadas. 
  Al lado izquierdo, en el parque -que pese a ser pleno otoño todavía lucía cargado de rosas- unas mesas y bancos de hormigón daban reposo a decenas de hombres concentrados de lleno en unas interesantes partidas de ajedrez. 

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Mucha afición al ajedrez en el Parcul Nicolae Titulescu.

  La tarde estaba maravillosa; fresca sí, pero con un sol agradable, excelente para caminar. Frente a un cementerio, al final del parque, giramos a la izquierda y volvimos al Bulevardul Eroilor. Salimos a una rotonda desde la que teníamos visión de la colina donde se ubica la Cetățuia de pe Strajă (Colina de la Fortaleza -como se conoce en la actualidad-), una segunda defensa que guardaba la parte norte de la ciudad y que data del s. XIX. 

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La ciudadela de la Colina de la Fortaleza desde la Strada Muresenilor.

  El paseo se alargó hacia la zona oeste de la ciudad, pasamos frente a la biblioteca y la universidad de Transilvania. Luego, por la Strada Dupá Ziduri, llegamos hasta una zona donde nos encontramos con parte de las murallas de poniente y una torre defensiva.
  Poco a poco el sol empezó a decaer y con él, consecuentemente, la temperatura. Volvimos hasta la rotonda y nos dirigimos hacia el sur por la Strada Mureselinor; nuestro destino, nuevamente,  la Piata Sfatului.

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Un último paseo por la Piata Sfatului.

  Tras un último paseo por la plaza y unas fotografías del atardecer, a eso de las 18:00 horas, nos encaminamos hacia el lugar donde habíamos aparcado el coche. El sol, que nos había acompañado todo el día, se despedía tras la Iglesia Negra, como preludio del final de tan precioso viaje. Sus últimos rayos se filtraban como haces de luz que se cuelan por una puerta entreabierta. Al mismo tiempo, tras la cima del monte Tampa, una luna en cuarto creciente hizo su aparición. Un suave viento del norte trajo consigo el aviso de que debíamos volver a Bran. Pronto, la noche se nos echaría encima y la temperatura, una jornada más, se desplomaría hasta los 2º C.

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Dos jóvenes gitanas por la Strada Mureselinor.
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A lo largo de todas las ciudades recordando el siglo de vida de la nación rumana .

  En un momento, pasaron por mi cabeza -como el resumen de una película-, flashes de momentos vividos a lo largo de estos días; recordé la Piata Unirii de Bucarest, el paseo por el Museo Al Satului con todas sus construcciones, las casas con ojos de Sibiu y el Puente de las Mentiras, la Ciudadela de Sighisoara con sus torres, el Castillo de Bran; Rasnov; Valaquia y Transilvania, eslavos y sajones, Vlad III Draculea...

  Un nuevo viaje, nuevas tierras, nueva gente y nuevas experiencias... Dejamos atrás la Iglesia Negra y el monte Tampa -con su letrero estilo Hollywood- y nos dirigimos hacia el suroeste por la Strada George Baritiu al lugar donde estaba aparcado el Seat Toledo.

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La luna apareció tras la cima del monte Tampa, era hora de regresar.

  En apenas diez minutos estábamos en el coche. Pusimos el GPS para salir de la ciudad y nos dirigimos hacia Rasnov. Allí, en un supermercado a pie de carretera, paramos para comprar algo para cenar. Al llegar al hotel, "Pedro Picapiedra" -siempre en plan cariñoso-, nos recibió con una enorme sonrisa y un efusivo saludo. Cruzamos cuatro frases y nos subimos a descansar. Luego cenamos y recogimos todo. La tensión del regreso se coló en la habitación. Comprobamos la hora del vuelo, organizamos los tiempos para movernos al día siguiente y nos fuimos a descansar. 

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Bran - Bucarest - Burdeos - Astigarraga

Nos levantamos a eso de las 07:30. Otra jornada igual que las anteriores; fría, pero sana y soleada.

  La verdad es que tuvimos una suerte tremenda con el tiempo. Bajamos a desayunar sobre las 08:00. Mientras desayunábamos, le comenté a Rosa si le parecía bien parar un momento en Sinania para ver el famoso Castillo de Peles y el monasterio. Nos quedaba de paso... Tiempo material teníamos, pero tampoco andábamos muy sobrados...  Al final, la decisión se quedó en que sobre la marcha veríamos...

El Seat-Toledo que nos movió por Transilvania.
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  Subimos a la habitación y mientras Rosa echaba un ultimo vistazo, bajé las maletas al coche. En el hall, el propietario, tras darme la factura y una tarjeta publicitaria del establecimiento, me acompañó a la puerta y mientras esperábamos a Rosa entablamos conversación . . .
- Do you liked Transilvania ?
- Oh, yes. Now, in the autumn, the forests are beautiful.The castles, the medieval cities, people... all wonderful !!
- The autumn and the springfield are very small here. Winter is long and summer is very hot.
- We are lucky, the weather is very, very good.
- Trip is finihsed ?
- Yes, finish. We go to Bucharesti and we'll take a plane to Spain.
- Where do you live in Spain ?
- We´re from San Sebastian.
- But, it isn´t Spain, it´s Basque Country !!
- Oh, yes . . . it´s true !!  Ja, ja, ja...
- Cider, pintxo...
- Do you know San Sebastian ?
- No, but I know about it.

  Esta fue más o menos la conversación. El hombre sabía donde estaba Euskal Herria y, sinceramente, me hizo mucha ilusión. Enseguida bajó Rosa y nos despedimos...
​- OK, sir, nice to meed you.
- Nice to meed you too. Bye.
- Bye.

  Montamos en el coche. Eran las 09:00. Teníamos por delante 160 kms hasta el aeropuerto de Otopeni, al norte de Bucarest. Según Google, 3h 30min ya que había tramos de tráfico lento. Vimos en el mapa de carreteras, que había comprado antes de venir, que podíamos atajar desde Rasnov por la carretera regional 73A sin necesidad de llegar hasta Brasov y así evitarnos las largas colas de espera por la obras... ¡¡ Acertamos !!
Subimos por un puerto de montaña que nos metía de lleno en los Cárpatos. 

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Esperando el despegue en la pista del aeropuerto de Otopeni en Bucarest.
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En el horizonte, los Alpes suizos.

  Al descender hacia el valle, por la otra vertiente de la montaña, nos impregnamos de la preciosidad de esta tierra; inmensas llanuras para el cultivo de pastos lujuriosos, bosques infinitos y valles caprichosamente delineados que vertebran la cordillera.
 Al llegar a la carretera DN1/E-60, es decir, la nacional que venía desde Brasov, nos encontramos con algo de retención porque había un tramo de un solo carril, pero el tráfico no llegó a detenerse. En apenas una hora estábamos en Sinania. Andábamos con el tiempo justo y decidimos no parar, así que, dejamos el desvío a la derecha y continuamos por la carretera nacional. 

  La carretera era muy buena y a eso de las 12:00 estábamos a 6 Kms de Otopeni. Paramos a llenar el depósito y tomar un café. Teníamos que entregar el coche antes de las 13:00 horas de lo contrario nos cobrarían un día más. A las 12:30 estaba entregado. Todo en orden. Así, cuando sales las cosas bien, da gusto... ¿Verdad?

   Entramos al aeropuerto con margen de sobra. A eso de las 14:00 pasamos el control de seguridad. Me hicieron sacar las cámaras y todo. Luego, ya dentro de la zona de embarque, nos comimos un sándwich que llevábamos preparado e hicimos algo de tiempo. Compramos unas botellas de vino en el dutty-free y nos tomamos un café. En la sala de espera se fue arremolinando la gente. Nuevamente un "clan" de gitanos, como los que nos encontramos el día de nuestra llegada, nos iba a acompañar de regreso a Burdeos. 

  Llegó la hora de embarcar. El Boing 737, para el vuelo OB-167, estaba preparado. Debía despegar a las 15:45 pero se demoró unos diez minutos. Sin ningún contratiempo llegamos a Burdeos a la hora prevista, las 18:15. En esta ocasión, los gitanos, tuvieron un comportamiento más acorde con lo que es un vuelo. Bajamos del avión con las maletas y nos dirigimos raudos al control de pasaportes. En los aeropuertos franceses se toman muy en serio el control de entrada al país y, es por ello que, las colas que se forman son enormes. Sobre las 18:50 estábamos en el exterior y llamamos al teléfono del parking para que viniesen a buscarnos. No sé si hubo un mal entendido o qué pasó, pero la recogida se demoró bastante más de media hora. El cabreo fue monumental, ya que todavía nos quedaban dos horas y media de carretera hasta llegar a casa y la noche se nos echaba encima. Es la única "mancha" en el casillero de esta empresa nueva para nosotros. Nada más recoger el coche arrancamos dirección Astigarraga y a eso de las 22:30 horas llegábamos a casa.

  Un nuevo país de nuestra vieja Europa. Un país que tiene mucho por ver, un país que merece un par de semanas para recorrerlo de norte a sur y de este a oeste. Nosotros nos centramos en Transilvania; una tierra que me traía a la memoria bosques encantados habitados por vampiros que beben sangre humana, tierra de ajos colgando en las puertas, tierra de supersticiones... Pero ahora, cierro los ojos y veo maravillosas fortalezas medievales, bosques encantados, sí, pero por la magia y el colorido que guardan en sus entrañas. Unos paisajes de ensueño, de campos brillantes como el oro que, en sus últimos planos, enseñan una maravillosa superposición de cimas, verdes y arboladas en su base y áridas en sus picos...

  Un viaje apasionante que me ha hecho entender muchas cosas de un pueblo antes desconocido. Lo único que no entiendo, y me tiene bastante preocupado, son estas dos punciones rojas que he traído marcadas en el cuello...

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© F. J. Preciado  2018

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