"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"
Julio de 2013
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Cantabria y Asturias
Del mar a la montaña
Los jardines de Les Tuileries desembocan en una enorme plaza llena de edificios de estilo romántico y el Museo del Louvre.
Quería salir con mi hijo a pasar unas vacaciones. Con seis años y tras la experiencia del viaje a París, pensamos en algo cercano pero a su vez atractivo para el crío. A 200 kms de nuestro pueblo tenemos el maravilloso parque de Cabárceno, así que decidimos pasar unos días por Cantabria y después hacer una pequeña incursión hasta Asturias. Mi hermana se vino con nosotros y creo que quedó un buen recuerdo para todos. La próxima vez que nos planteemos un safari fotográfico espero que sea de verdad, en Tanzania o Kenia... de momento este es nuestro "pequeño safari" en Cabárceno.
Astigarraga - Isla (Cantabria)
Con todo preparado de víspera, cargamos las maletas en mi Dacia Lodgy y salimos dirección Santander sobre las 11:00
de la mañana. La intención era llegar a comer a la localidad de Isla en la costa cántabra. Había encontrado un camping en Internet que, relativamente cerca de Cabárceno y junto a la playa, nos haría de puente para ir a visitar el parque, antes de continuar hacia Asturias.
Camping Playa de Isla, un lugar muy tranquilo y con unos bungalows que, aun sin ser un hotel, siempre es más cómodo que dormir en un saco dentro de una tienda de campaña. Iban a ser tres noches antes de continuar el viaje.
El pueblo marinero de Castro Urdiales.
El día estaba bochornoso y, en consecuencia, pesado. En una hora y media recorrimos tranquilamente los 130 kms que separan Astigarraga de Castro Urdiales y a eso de las 12:30 hicimos una pausa en la localidad marinera. Íbamos muy bien de tiempo y decidimos ver este bonito pueblo y estirar las piernas. Aproveché para que, el crío, ávido de acción y cargado de energía, comiera y sobre todo bebiera algo mientras jugaba en la arena de un parque.
Iosu disfrutando en el parque de Castro Urdiales.
Finalmente, a eso de las 14:00 horas, tras recorrer los algo más de 50 kms que separan Castro de Isla, llegamos al camping.
Hicimos el check-in y nos asignaron el bungalow número siete. La casa, con todas sus comodidades, se veía confortable en una amplia parcela y con un espacio para aparcar bastante cercano. El niño enseguida empezó a curiosear y en un abrir y cerrar de ojos ya se había quedado con todos los detalles. Preparamos la mesa en el porche y comimos unas tortillas que llevábamos preparadas. Ahora tocaba relajarse y disfrutar con el crío...
Nuestro bungalow en el camping de La Arena.
La playa de La Arena en la localidad cántabra de Isla.
La tarde se quedó muy nublada aunque no llovió. El niño estaba deseoso de ir a la playa para darse un chapuzón y, viendo que la temperatura era muy buena, a eso de las 16:45 bajamos dando un paseo para que Iosu se bañase. Estuvimos allí hasta, aproximadamente, las 19:00 horas. El crío, incansable, se pasó todo el tiempo jugando en la arena, entrando y saliendo del agua y corriendo de un lado a otro. ¡¡ Qué vitalidad !!
Como el día estaba nublado y oscuro, cuando la tarde empezó a caer, subimos al bungalow a descansar y preparar la cena.
De pesca en un saliente de las rocas.
Iosu, incansable, jugando en la playa de Isla.
Anunciaban, para el viernes, un día nublado pero sin lluvia. Teníamos pensado acercarnos hasta el Parque de la Naturaleza de Cabárceno. Un día de mucho sol en ese entorno puede ser catastrófico...
Cenamos, preparamos todo para que así, a la mañana siguiente pudiésemos arrancar lo más pronto posible y acabamos la velada en el porche, disfrutando de la calma y de la brisa del mar que hasta allí se colaba entre las calles del camping. El niño, molido después de tanto ejercicio, cayó rendido enseguida. Era hora de descansar.
Isla - Parque de Cabárceno - Isla
Me levanté temprano dejando que el resto durmiese un poco más. Salí a desayunar al porche y efectivamente, comprobé que el día había amanecido plomizo y amenazando lluvia. Sin embrago, la temperatura era ideal para hacer el
recorrido del parque, caminando de un lado para otro y subiendo y bajando del coche.
Algo antes de las nueve se despertó Iosu y después de que el niño y mi hermana desayunaran, preparamos todo para pasar el día en el parque. Sobre las 10:15 salimos del camping para hacer los 40 kms que separan la localidad de Isla de la de Cabárceno. A eso de las 11:30 entrábamos por el acceso de la zona de los elefantes, es decir, la entrada este desde el pueblo de Cabárceno. Iosu, estaba emocionado y yo feliz al verlo disfrutar de esa manera.
Sobre estas líneas una vista general del parque.
Plano del Parque de la Naturaleza de Cabárceno.
El Parque de la Naturaleza de Cabárceno no es un zoológico convencional ni un parque natural. Es un espacio naturalizado por la mano del hombre, a partir de la belleza primitiva de su paisaje kárstico, sobre las 750 ha de una antigua explotación minera a cielo abierto - como la de Las Médulas en León- de la época de los romanos.
En el Parque, la vida se desarrolla en el ambiente más natural posible para los animales que lo habitan. Salvo el instinto de supervivencia, puesto que no necesitan luchar por su alimentación ya que esta se les facilita, el resto de sus actividades están marcadas por su casi total libertad.
En la actualidad por su enorme calidad, las instalaciones del Parque de la Naturaleza de Cabárceno están entre las mejor valoradas por los organismos que vigilan las condiciones de vida de los animales. Este parque está concebido con fines educativos, culturales, científicos y recreativos, habiéndose convertido en uno de los mayores atractivos turísticos del norte de España.
Hoy en día, acoge a casi 150 especies animales de los cinco continentes. Arriba os dejo un enlace para que, si os interesa, veáis horarios y precios.
Elefantes, antílopes y ñus nos recibieron en Cabárceno.
Tras visitar la zona de los paquidermos, antílopes, ñus y gacelas, llegamos a la zona de las aves rapaces justo en el momento que anunciaban la próxima exhibición. Nos acomodamos en las gradas que tienen instaladas para ver el espectáculo y, cámara de fotos en mano, me lancé a sacar fotos a tan maravillosas aves que, acostumbradas a posar pacientemente, se dejaban retratar como si de modelos profesionales se tratase.
Las rapaces lucían con un porte elegante antes de su exhibición.
El entrenador de las rapaces llevó el espectáculo con humor y maestría.
Una variopinta colección de aves de todos los tamaños y colores se exhiben en el parque de Cabárceno.
El águila americana o águila de cabeza blanca, haciendo un escalofriante picado. Es una maravilla de animal.
Iosu posando con un halcón tras la exhibición de las rapaces.
Después de un buen rato, disfrutando de este entretenido espectáculo, animamos a Iosu para que se hiciese esta foto de arriba, sujetando a este pequeño aguilucho ya que con el águila grande no podía. Después de esto, seguimos la ruta en dirección a la zona de los pequeños roedores.
Simpáticas ardillas, lémures, conejos, cobayas, tortugas enanas, algunas cabras y ovejas... Un sin fin de criaturas que, de no saber que estábamos en un parque, daría la impresión de haberse escapado del mítico "Arca de Noé". Los gestos de la cara de Iosu pasaban, por momentos, del asombro a la incredulidad y de la felicidad al pánico cuando alguno de los animales se le acercaba demasiado. Pasamos un rato entretenido, riendo con los gestos y las reacciones de mi hijo.
Entre los animales de grandes y las rapaces encontramos un área para los más pequeños; tortugas, lémures, ardillas...
Tras dejar atrás a las pequeñas criaturas y controlando el tiempo para llegar a la hora el espectáculo de los leones marinos, llegó el momento de acercarse a los animales más grandes.
Iosu se lo pasó genial viendo los animales que, hasta entonces, solo había visto en los cuentos.
La comunidad de osos pardo que habita en Cabárceno se ha adaptado perfectamente al parque y todos los años se reproducen salvaguardando así la especie.
Una cebra con su traje a rayas. Esta si puede decir... Me tienen aquí prisionera... ;-)
Un robusto rinoceronte pasta apaciblemente en la pradera.
Jirafas, osos, cebras, rinocerontes, ciervos, monos y muchas más especies, se habían vuelto a "escapar del Arca" y se repartían diseminadas por las laderas de la montaña y las zonas de las antiguas minas de hierro que, tras años de erosión, dibujaban un paisaje que podríamos situar entre lo irreal y lo mágico.
Los ciervos y venados pueblan una zona mas boscosa del parque. Cada especie tiene su espacio.
En un momento dado, dimos un salto en el recorrido para acercarnos a ver el espectáculo de las focas y los elefantes marinos. Al igual que las rapaces, "actúan" varias veces al día y hay que estar pendiente de los horarios para que no se te pasen todas las actuaciones y te quedes sin verlas. La verdad sea dicha, fue uno de los ratos más simpáticos de la jornada, amenizado por un par de simpáticas chavalas que sacaban lo mejor de los animales y de su público.
Tras aplaudir a las focas y reponer fuerzas comiendo y bebiendo, volvimos al punto donde habíamos dejado la ruta y, después de ver a los gorilas, donde Iosu se compró un peluche, proseguimos colina arriba. Estábamos en la zona de los grandes felinos.
El espectáculo de focas y leones marinos nos hizo pasar un buen rato.
En una zona más agreste, los tigres,
formales como unos "lindos gatitos",
imponían respeto solo con su presencia.
La familia de gorilas -que habían tenido una cría recientemente- se mostraban un poco "tensos" con la presencia de tantas personas.
La zona de los bóvidos con toros de varias especies, bisontes y algún yak.
Camellos, lobos, hienas, canguros, etc. etc. . . . Una población de lo más variada en la zona de las antiguas minas de hierro.
Eran ya las 18:00 horas. A estas alturas de jornada, el crío empezaba a estar cansado... Bueno, el crío y cualquiera. Pero llegábamos a una de las zonas más emocionantes del recorrido... ¡¡ Los leones !!
Impresionantes "gatitos" de gran belleza y elegancia que, como habían comido hacía poco, estaban bastante tranquilos en su recinto. De todas formas, su porte, su mirada y sus gestos, imponían un gran respeto. Habíamos calculado muy bien, ya que, eran las 18:15 y el parque cierra a la 19:00.
Acabamos de ver aquella parte y como remate final nos encontramos con el lince ibérico. Otro maravilloso animal, ágil, astuto, sutil.
En una palabra... ¡¡ Precioso !!
Y así, a eso de las 19:15 horas, salíamos en dirección al camping de Isla.
El canguro, otro gracioso animal que vimos en esta zona.
La clase de la leona y la majestuosidad del león . . . Ponen los pelillos como escarpias.
El lince ibérico, un maravilloso animal... Elegante, estilizado, sigiloso, sutil, bello. En una palabra... ¡¡ Precioso !!
La jornada había sido intensa, cargada de emociones y de sorpresas. A mi hijo, ver los animales tan de cerca le gustó mucho, como a cualquier niñ@, claro está. Ese recuerdo es de los que siempre quedan grabados en la memoria. El tiempo también nos había respetado. Toda la jornada amenazó con llover pero, al final, nos libramos de tan mala compañía para una jornada como esta. Ahora era yo quien tenía la responsabilidad de llegar bien hasta el camping, todos estábamos cansados. Ellos podían dormir o cerrar los ojos, pero, como comprenderéis, yo no.
Bueno, sin ningún contratiempo, llegamos a Isla y nos esperaba el bungalow. Descansamos un rato en el porche y tras beber algo, ya que no teníamos apenas hambre, nos fuimos a descansar.
Isla - Noja - Isla
Al final, esa madrugada llovió y el sábado amaneció bastante desapacible. Había refrescado un poco y el cielo estaba encapotado y amenazando más lluvia. Nos levantamos todos con el cansancio de la víspera pegado a nuestras piernas,
con sensación de agujetas y con un ritmo cansino. Desayunamos tranquilamente en el porche y a media mañana bajamos a dar un paseo por la playa. El día no estaba para baños pero, por lo menos, andar un poco y visitar los alrededores no nos vendría mal.
A medio día subimos de nuevo al bungalow y preparamos la comida. Comimos nuevamente en el porche e hicimos plan para, esa misma tarde, visitar la localidad de Noja.
Paseo matutino por los arenales de la playa. La mañana no estaba para baños.
Panorámica de la playa de Noja (Cantabria).
Noja dista unos 6 kms desde la localidad de Isla. En su día fue un punto de veraneo de la "jet set" bizkaina pero, yo creo que, en la actualidad, ha perdido algo de tirón. El tiempo seguía igual que por la mañana. La tarde no era lo que se dice "de un día de verano" y la niebla, asentada casi a ras de suelo, propiciaba un ambiente bastante otoñal.
Un día gris, triste, con el cielo plomizo en todo momento y sin un resquicio de sol.
El niño, tras jugar un rato al balón, no pudo resistirse a la tentación de meterse al agua y, al final, como era de esperar, acabó mojándose la ropa. Viendo que cada vez se ponía más oscuro, decidimos dar un paseo por el pueblo y comprar unos helados. Sobre las 19:15 horas, volvimos al camping.
Iosu no pudo aguantar la tentación de meterse al agua.
Según avanzaba la jornada el cielo se cubría más y más.
A la mañana siguiente salíamos hacia Asturias, así que, ya en le bungalow, recogimos todo y fuimos al restaurante del camping para cenar y no tener que volver a manchar más cosas. Pedimos una ensalada y algo de "picoteo"... Croquetas, calamares y unas patatas fritas para que el crío comiese algo y, tras pagar la factura de todos los días de estancia y lo que habíamos gastado, volvimos al bungalow a descansar. Tras un rato de relax, sentados en el porche, ya de noche cerrada nos fuimos a la cama.
Al día siguiente, cambiaríamos el mar azul por la verde montaña...
Isla - Fuente Dé - Póo de Cabrales (Asturias)
Tras desayunar y comprobar que no dejábamos nada olvidado, cargamos las cosas en el Dacia Lodgy y a eso de las 09:00 horas arrancamos en dirección Asturias. El punto de llegada, donde teníamos reservada un apartamento, era la
pequeña localidad de Póo de Cabrales. Había buscado en Internet un lugar cercano a algún mirador desde donde se viese el Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes) y encontré esta acogedora casa regentada por un matrimonio del lugar. Ella, Pilar, es un encanto de mujer, simpática, amable y que se desvive por atender a su clientela. El marido es fotógrafo allí en Cabrales y apenas lo vimos un par de minutos puesto que no trabajaba en el negocio de hostelería.
Pero, como la hora de entrada eran las 14:00, había organizado una visita sorpresa antes de ir a Póo. En lugar de desviarnos a la derecha, en la localidad de Panes, seguimos por la carretera N-621 en dirección a Potes. La vuelta, como quien no quiere la cosa, se nos ponía en 100 kms más, 51 de ida y 51 de vuelta pero, con tal de enseñarles el teleférico de Fuente Dé, el desvío bien valía la pena. Yo había estado con mis amigos hacía unos cuantos años, en una escapada que hicimos a Picos de Europa. Me gustó tanto el entorno que pensé en enseñárselo a mi hijo.
La cola para acceder al funicular de Fuente Dé.
Salió un día espectacular, con un sol de justicia que, nada tenía que ver con lo que hizo la víspera en Isla. Al crío, el viaje se le hizo un poco pesado, la carretera, estrecha y con muchas curvas, no dejaba correr mucho y tardamos 2h 45min en recorrer los 165 kms de distancia entre Isla y Fuente Dé.
Llegamos a nuestro destino a eso de las 12:45 y nos encontramos que, para coger la entrada al teleférico, había una cola considerable.
El funicular camino de las alturas.
Pero la espera no fue muy larga ya que, el teleférico, que tarda apenas 4 minutos en subir, tiene una capacidad de carga de 20 personas y como siempre sube uno y baja otro pues, el transporte es bastante rápido.
El momento de arrancar fue un poco traumático, el crío se asustó cuando el teleférico se puso en marcha pero, luego, cuando se estabilizó, se colocó conmigo en la parte delantera y disfrutó del ascenso. Arriba, las vistas, son increíbles.
El teleférico de Fuente Dé: había cola para subir, pero valió la pena.
Los Picos de Europa desde el acceso de Fuente Dé.
Desde arriba, la sensación era de auténtica libertad.
El teleférico, perteneciente al municipio de Camaleño en Cantabria, salva 753 m de desnivel con una longitud de cable de 1.450 m, alcanzando una velocidad de 10m/s y te sitúa a 1.823 m de altitud en pleno corazón de los Picos de Europa. Se inauguró en 1.966 pero se revisa constantemente y en 2015 el sistema mecánico y de seguridad fue renovado por completo.
Arriba, la sensación de libertad es plena y, al estar todo despejado, pudimos disfrutar de un paisaje infinito. Iosu se puso a jugar con el hielo que quedaba en un nevero, mientras yo aprovechaba para hacer fotos y más fotos.
Comimos unos bocadillos que llevábamos preparados y dimos un paseo por la pista que lleva hasta el Picu Urriellu pero, tras un par de kilómetros, nos dimos la vuelta para volver al teleférico. Es un recorrido largo pero, puede que, algún día, volvamos para hacerlo.
Bajamos nuevamente en el teleférico, tomamos algo fresco en la cafetería y montamos en el coche para ir hasta la localidad de Potes, siguiente parada antes de ir a Póo de Cabrales.
Iosu jugando con el hielo de un nevero.
La primavera estaba en plena efervescencia. Flores y verdes pastos cubrían la campiña asturiana.
De regreso paramos en Potes. Recuerdo que, en el viaje con mis amigos, paramos a comer en este municipio. Nos metimos entre pecho y espalda un potaje montañés de esos que te alimentan para una semana entera...
En esta ocasión no comimos nada, porque habíamos comido unos bocadillos en la montaña, pero tomamos un café y vimos un poco la arquitectura y la urbanización de la localidad que, aunque fue reconstruida casi íntegramente tras la Guerra Civil, su casco antiguo está considerado como Bien de Interés Cultural desde 1983.
Tras esta pequeña visita era hora de poner rumbo a nuestro destino final, la localidad de Póo de Cabrales. Desde Potes teníamos que volver hacia atrás por la N-621 hasta la localidad de Panes, donde se junta el río Cares con el Deva, y allí coger el desvío hacia el oeste por la AS-114. En total algo más de 50 kms por una carretera que siempre iba en ligero descenso.
Imágenes de la localidad de Potes, enclave estratégico en la ruta de Picos de Europa.
Esa mañana, antes de salir hacia Asturias, había hablado por teléfono con Pilar, la mujer que regentaba la casa rural donde nos íbamos a alojar las tres siguientes noches y le había avisado de la hora aproximada de nuestra llegada. Después de hora y media larga de viaje, llegamos a Póo Cabrales sobre las 20:00 horas.
El Rincón de Póo ofrece un ambiente familiar y tranquilo. A la derecha nuestro apartamento.
La jornada había sido bastante dura para el crío y un poco para todos. Entre los traslados, el paseo por la montaña y el calor que nos castigó todo el día, llegar a Póo y poder descansar fue muy gratificante. Pilar, una agradable mujer, madura pero en plena forma, nos recibió con una grata sonrisa y una hospitalidad exquisita. Nos enseñó la casa, nos dio agua y unos refrescos para beber y tras darnos las llaves y el horario por si queríamos desayunar, nos dejó para que descansáramos. Yo descargué el coche y salí a dar una pequeña vuelta de reconocimiento por el pueblo.
El Rincón de Póo alberga en su interior 6 apartamentos independientes, con vistas a las montañas. Tiene capacidad para alojar a 17 personas, en habitáculos de diversas capacidades. Todos los apartamentos disponen de cuarto de baño, cocina americana con nevera, microondas y lavadora; un salón equipado con televisión y con un sofá cama que puede aumentar en 2 las plazas de cada vivienda; conexión a Internet y una zona de aparcamiento gratuito.
Es un lugar estratégico para acceder, en pocos minutos, tanto a la montaña (Ruta del Cares, Sotres o Bulnes), donde disfrutar de interminables rutas de senderismo, como a las playas de Ribadesella y Llanes.
"Txokos" en las calles de Póo de Cabrales.
Caía la tarde y el Picu Urriellu se tornaba de color naranja.
Tenía unas ganas impresionantes de ver el famoso Picu Urriellu y, tras cenar algo y antes de que anocheciera, salí, bordeando la casa donde nos alojábamos, buscando un ángulo que me permitiese fotografiarlo. Tras un rato caminando encontré la foto que os dejo aquí arriba. En plena transición del día a la noche, en el crepúsculo vespertino, el Picu se teñía de tonos anaranjados. Un ritual que, todas las tardes de verano, cuando las caprichosas nubes lo permiten, se repite como un eterno romance entre el astro rey y la mítica cima de los Picos de Europa. Esta fue mi primera foto del Picu, luego habría otras que podréis ver, más adelante, en este diario.
Volví a la casa; descargué las fotos y, tras hacerle caso al niño, me pegué una merecida ducha. Luego repasé el itinerario de la jornada siguiente y a descansar. Mi intención era levantarme temprano, muy temprano, y subir a la montaña para hacer la Ruta del Cares, una caminata desde Poncebos hasta Caín, por senderos horadados entre las rocas y vertiginosos barrancos que atraviesan el mismo corazón de los Picos de Europa.
Ahora tocaba soñar, mañana tocaría sufrir...
Póo de Cabrales - Poncebos - Póo de Cabrales
Me levanté temprano, concretamente a las 05:30 horas, con muchas ganas y ansioso por subir a la montaña. Desayuné sin hacer mucho ruido para no despertar al resto de la tropa. Luego, cargado con una pequeña mochila donde puse agua,
algo de fruta y un par de barritas energéticas y, con mi Nikon al cuello, salí, aún de noche, en dirección a Poncebos. El plan era que yo haría la Ruta del Cares y luego bajaría a buscar a mi hermana y al niño para subir a comer al bar-restaurante La Fuentina, sito en el término de Poncebos, en una ladera desde la que se ve el Picu Urriellu.
El cruce de Poncebos y las azulonas aguas del río Carés.
Las primeras luces del día me recibieron llegando al puente de Poncebos. Dejé el coche frente al Hotel Garganta del Cares y por la pista que nace junto al hotel, empecé la ascensión hacia Caín. El primer tramo es bastante exigente con un arranque en frío, mucha piedra suelta en el camino y fuertes pendientes que enseguida te infringen un buen calentón en la piernas y una sensación de asfixia que hay que controlar. Además, el sol enseguida se asoma a tu espalda y, salvo en tramos contados, te castiga durante todo el ascenso.
El sol empezaba a abrirse paso entre las montañas. Los juegos de luces y colores son una maravilla a primera hora de la mañana.
La Ruta del Cares se abrió en la roca para el mantenimiento del canal de alimentación de la central hidroeléctrica de Camarmeña - Poncebos. El canal fue inicialmente construido entre el año 1916 y 1921, y posteriormente ampliado entre 1945 y 1950. Discurre, a lo largo de 12 kms, por la garganta del río Cares, entre la localidad asturiana de Puente Poncebos y la leonesa de Posada de Valdeón pasando por la de Caín, también leonesa. Antaño, la ruta era la única comunicación entre ambos pueblos durante las nevadas de invierno.
Iba muy a gusto. Ya había roto a sudar y la sensación de ir ganando altura me animaba a no aflojar el paso. Pronto encontré a unas ágiles compañeras de ascensión que subían saltando de risco en risco con una facilidad pasmosa, mientras yo sufría cada paso que daba en los tramos más empinados.
Cuando llegué a la zona donde la ruta transcurre casi por la misma cota constante, entre túneles abiertos en la roca e impresionantes barrancos que se pierden en la fina y azulona hilera en la que se convierte el río Cares, iba haciendo kilómetros y descubriendo unos paisajes increíbles.
La naturaleza en estado puro, la lucha interna de uno mismo contra sus límites, la grandeza de un territorio casi salvaje e inalterado pero acogedor y hermoso.
La mañana avanzaba más rápida que lo que avanzaba yo y pronto empecé a intuir que no podría llegar hasta Caín. El compromiso adquirido de recoger a mi hijo y a mi hermana para ir a comer, me iba a impedir terminar mi "gesta". Había andado unos 9 kms de los 12 que aproximadamente tiene la ruta. Pero, esos 3 kms, más otros 3 de vuelta hacían que, lo que me faltaba, eran 6 kms más de recorrido. Esto, traducido en tiempo, eran 2 horas más de travesía.
En una curva del camino, divisando el Puente Bolín y, muy a mi pesar, tuve que dar la vuelta y volver sobre mis pasos. Algún día volveré, quizás con mi hijo, quizás con otra persona pero... Volveré.
Las cabras son fieles compañeras de ascensión.
La vuelta se me hizo bastante más dura. Entre la pequeña decepción por no haber llegado a Caín, el cansancio acumulado y el sufrimiento que supone para las plantas de los pies y las rodillas tener que ir frenando en la bajada, la verdad es que el regreso fue un verdadero martirio.
A eso de las 12:45 estaba el el Hotel Garganta del Cares bebiendo una botella de agua fresca. Luego recogí el coche y volví hasta Póo de Cabrales para ducharme y recoger a la familia.
Acompañado de las cabras iba cogiendo altura. El río Carés cada vez se veía más lejano.
El camino por la ruta del Cares se abre paso entre rocas horadadas
y estrechos pasos al borde de los barrancos.
Un poco apenado por no haber podido llegar hasta Caín... pues sí... pero, a la vez contento. Contento por haber podido disfrutar de paisajes como el de esta foto de arriba y de haber podido comprobar que, si uno se propone hacer algo, con esfuerzo y tesón se consigue.
Bueno, había que pasar página y continuar con la jornada. Ahora, tras el tiempo que me había cogido para mi disfrute, tocaba dedicarle la atención al niño y hacerle pasar un día agradable. Yo, particularmente, estaba destrozado, me pesaban las piernas y tenía los dedos de los pies casi en carne viva provocado por el roce de las botas en la bajada.
Volvimos a Poncebos y concretamente al Hotel Garganta del Cares. Pero, en esta ocasión, giramos a la derecha justo por la parte trasera del hotel y, ascendiendo por una estrecha carretera con curvas de 180º, llegamos al bar-restaurante La Fuentina.
El Picu Urriellu desde el mirador del bar La Fuentina en Poncebos.
El paraje donde se ubica la aldea que, en una de sus casas, esconde el bar La Fuentina.
No había mucha gente y comimos tranquilamente. Recuerdo que yo pedí un potaje montañés con todos sus sacramentos que, aunque hacía calor, me entró de maravilla para reponer las fuerzas que había quemado esa mañana.
Tras la comida, dimos un paseo por la ladera y nos acercamos hasta el mirador del Picu Urriellu. Allí, junto a unos versos dedicados a la montaña, una placa en memoria de Pedro Pidal y Gregorio Pérez "el cainejo", recuerda que el 5 de agosto de 1904 fueron los primeros montañeros en ascender a sus 2.519 m.
Medio siglo antes, en 1855, el geólogo alemán Guillermo Schulz, autor del primer mapa topográfico de Asturias, fue el que rebautizó al Picu como "Naranjo de Bulnes", seguramente a causa de un capricho poético que le llevó a sustituir su nombre original por ese que enfatizara el color anaranjado que exhibe la imponente pared de caliza cuando se encuentra con el sol y, a su vez, tuviera en cuenta el bucólico pueblo de Bulnes que se asienta no demasiado lejos de su base.
Sí, el Picu Urriellu que, como toda montaña mítica, tiene tras de sí multitud de historias. Éxitos y fracasos, alegrías y tristezas, reencuentros y despedidas para siempre.
La niebla empezó a entrar en la montaña y bajamos al pueblo.
A media tarde la niebla empezó a bajar por las laderas de la montaña y decidimos ir a tomar algo a Arenas de Cabrales. Allí, junto al rió Cares, en una verde campa, jugamos un buen rato al balón y dejamos que el crío se desfogara corriendo y saltando. Tras beber algo fresco y hacer algo de compra volvimos al Rincón de Póo.
Mientras descargaba las fotos, preparamos algo para cenar y tras un rato de charla y un poco de relax, nos fuimos a dormir. Yo estaba molido. La jornada siguiente estaba destinada a subir hasta Covadonga y sus famosos lagos...
Iosu jugando junto al río.
Póo de Cabrales - Lagos de Covadonga - Póo de Cabrales
Comenzaba el último día del viaje. Yo, particularmente, me levanté bien, aunque me dolían un poco las piernas y tenía la uña del dedo gordo del pie derecho un poco negra. La presión de las botas, en el descenso, me había machacado los
dedos, pero bueno, nada que no se pudiese sobrellevar.
Nos levantamos sobre las 08:00 horas. Desayunamos y llenamos la nevera con agua fresca, zumos, algo de fruta, una ensalada de arroz que habíamos hecho la víspera, un poco de fiambre y pan de molde. Cargué el coche y sobre las 09:15 salimos hacia Covadonga.
La Basílica de Covadonga con su famosa gruta.
Iosu en la Basílica de Covadonga.
Monumento a Don Pelayo.
A las 09:50 estábamos al pie de la cueva de "la Santina", como la llaman los asturianos. Se trata de una gruta en las estribaciones del Monte Auseva, que da nombre a la parroquia de Covadonga en el concejo de Cangas de Onís.
Las crónicas musulmanas sobre la Batalla de Covadonga dicen que en esta Cueva se refugiaron las fuerzas de Pelayo, alimentándose de la miel dejada por las abejas en las hendiduras de la roca.
Las crónicas cristianas, como no podía ser de otra manera, afirman que la intervención milagrosa de la Virgen María fue decisiva en la victoria, al repeler los ataques contra la cueva. No entiendo el porqué de tanta mezquindad de la iglesia con todos los sucesos relevantes a lo largo de la historia.
Según las crónicas de la época y como tod@s ya sabéis, la conocida como Batalla de Covadonga tuvo lugar en el año 722 en un paraje próximo a Cangas de Onís (Asturias), entre el ejército astur de Don Pelayo y tropas de Al-Ándalus, dirigidas por el general Al-Qama, que resultaron derrotadas. Esta acción bélica desembocó en la fundación del Reino de Asturias y se considera el inicio de la Reconquista.
Subimos a la gruta y anduvimos por su interior. Luego fuimos a ver la basílica y tras visitar el monumento a Don Pelayo, situado tras ella, a eso de las 11:30 subimos hacia los lagos.
Los 12 kms de ascensión hasta los lagos, por la carretera AS-262, se hacen en apenas media hora, por una carretera bien asfaltada y con muchas curvas, que nos deja en una cota de 1.122 m de altitud. La mañana estaba maravillosa, soleada y fresca, ideal para dar unos paseos por tan bellos parajes. Dejamos el coche en unos de los parkings habilitados para ello y nos lanzamos a recorrer una de las infinitas pistas que atraviesan la zona.
El lago de Enol, el de abajo (oeste).
El lago de La Ercina, el de arriba (este).
Mi hermana y mi hijo se quedaron abajo, jugando junto al lago de Enol. Yo, sin embargo, seguí ganando altura y subí hasta el otero que divide las dos vertientes, llamado Mirador de Entrelagos. Desde allí hice la panorámica que abre este diario. Las vistas eran impresionantes.
Tras pasar un rato allí arriba, contemplando el panorama que se abría ante mis ojos, bajé a reunirme con el resto de la familia para buscar un sitio con sombra y disponernos a comer. La verdad es que en esa zona, expuesta al sol y sin apenas arbolado, era misión imposible encontrar un espacio con sombra y, si lo había, ya estaba ocupado. Entonces volvimos al coche y decidí bajar hasta el paraje que llaman "Mirador de la reina" donde, al subir, me fijé que sí había algún que otro árbol.
Allí, sí, junto a una pareja que había subido en un Seat 600 de color rojo, plantamos nuestro pequeño campamento y comimos en una zona habilitada para ello, con mesas y bancos de madera colocados entre unos árboles bajos que proporcionaban algo de sombra. Tras la comida, jugamos al balón y al escondite y después de descansar un rato, a eso de las 17:30 pusimos rumbo a Póo de Cabrales.
Al bajar, como obligatoriamente debíamos pasar por Covadonga, aprovechamos y tomamos un café en un local ubicado en la pequeña rotonda que da acceso al entorno de la basílica. Compramos algún dulce y unos imanes y a continuación partimos, ahora sí, hacia nuestra casa en Póo.
El mítico Seat 600 y los "domingueros" comiendo.
El mirador del Pozo de la Oración es un punto ideal para ver el Picu Urriellu.
De regreso, viendo la preciosa luz que envolvía la tarde, paramos en el mirador del Pozo de la Oración un punto, al pie mismo de la carretera, desde el que se tiene una maravillosa vista del valle, cerrado al fondo por la majestuosa silueta del Picu Urriellu.
Yo quería aprovechar para hacer unas fotos, sin embargo, Iosu estaba cansado y quería irse a casa. Les acerqué hasta el apartamento y, al cavo de un rato, volví esperando un atardecer espectacular.
El Picu Urriellu al atardecer, con su pared oeste teñida de ese tono anaranjado que le dio el nombre de "Naranjo de Bulnes".
Llegué de nuevo al mirador y dispuse todo el equipo; coloqué el trípode, calcé el tele-objetivo y busqué el ángulo y el encuadre perfecto. Sobre las 20:50 horas estaba ya, apostado, esperando la llegada del crepúsculo. A eso de las 21:10 comenzó a reinar la mágica "hora azul" y entonces me di cuenta de que había acertado de pleno.
El sol, buscando la línea del horizonte, empezó a teñir de naranja la cima de la pared oeste del Picu y todo el cresterío que lo escolta. Concretamente, a las 21:43 horas de ese maravilloso 6 de julio, conseguí la imagen que os enseño sobre estas líneas. Parecerá una tontería pero, me sentía realizado, feliz, orgulloso de lo que había conseguido. Era una de las cosas que venía a hacer y me había salido bien.
Tras comprobar que la imagen era buena, recogí todo y volví al apartamento. No tenía ni hambre, ni sed, ni sueño... estaba lleno interiormente, alimentado por una sensación de saciedad, como si esa fotografía fuese un maná celestial. Ya sé que tampoco es para tanto, pero la sensación de conseguir lo que venía persiguiendo me producía ese estado de plenitud.
Ya en el apartamento, descargué las fotos y comprobé en el ordenador que estaba todo bien. Luego, tras recoger todo para la marcha del día siguiente, bajamos al patio de la casa para tomarnos algo fresco en la terraza allí montada. Estábamos solos en la casa rural, habíamos tenido vecinos pero ya se había marchado.
Un rato de charla, recordando lo que habíamos vivido estos días y mi hijo se fue a descansar... Mañana tocaba viaje de vuelta a Euskadi. Yo, cebado por los resultados anteriores, me vine arriba y volví al mirador. Tenía la intención de hacer una toma circular de las estrellas con el Picu Urriellu de fondo. La idea era buena... Pero no me salió bien.
Así que, con la sensación de haber perdido un par de horas de sueño, volví al apartamento para meterme en la cama.
Póo de Cabrales - Astigarraga
Un poco decepcionado por los malos resultados del último intento de la noche pasada, me levanté muy temprano ya que, antes de marcharnos, quería volver al mirador e intentar captar la otra imagen del Picu, es decir, la luz en la cara este.
A las 06:30 horas estaba ya, con todo preparado, esperando la luz propicia. Posteriormente, sobre las 07:03 horas hice esta captura que, al igual que la noche anterior, me volvió a llenar por completo.
Amanecer en el Picu Urriellu, esta vez, la cara este es la que se torna de color anaranjado.
Cuando finalmente amaneció, recogí todo y volví al apartamento. Habíamos quedado con Isabel en que ella nos preparaba el desayuno esa mañana y así dejar todo recogido de víspera. Espabilé a la tropa y bajamos a desayunar. La mujer, muy familiar y, cariñosa como una madre, nos atendió con todo detalle. Cambiamos algunas impresiones y quedamos en que, si era posible, el año siguiente volveríamos de nuevo a pasar allí unos días. Hicimos cuentas, pagué la factura de los gastos de todos estos días y, tras cargar el maletero del coche, arrancamos dirección Euskadi. Teníamos por delante 290 kms, es decir, algo más de tres horas de coche que hicimos sin ningún contratiempo.
Esta fue nuestra primera experiencia por tierras astures. Disfrutamos de bonitos momentos, conocimos nuevos pueblos y paisajes y, sobre todo, buena gente en el camino.
¡ Asturias: paraíso azul y verde ! ... ¡¡ Volveremos !!
© F. J. Preciado 2013