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"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"

Enero de 2016

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Granada

La fortaleza roja de Al-Andalus

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Panorámica de un atardecer en La Alhambra.

  Se acabó el 2015 de grato recuerdo por el viaje a Nepal y el buen filing entre mi compañera y yo. Cada día más contento de haberla conocido y más feliz a su lado. Yo acabé el año con una baja laboral y un montón de días de vacaciones acumuladas. Mi compañera sin embargo, acabó trabajando a tope en su negocio con un estrés agotador y bastante cansada, así que decidimos aprovechar el bono de cuatro noches de hotel que tenía guardado y hacer una escapada.
  A los dos nos vendría que ni pintado, a ella para poder desconectar un poco y a mí para cargar pilas para, a la vuelta, comenzar a trabajar. Mirando un poco el mapa y los días disponibles, decidimos Granada como destino. En un “plis-plas” reservé los vuelos, el hotel, un coche para movernos por allí y como no, las entradas para ver La Alhambra.

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Astigarraga - Barcelona

Así que, con todo preparado, llegó el día señalado; 10 de enero. A las 18:00 horas, nos acercaron hasta Hondarribia

para coger el vuelo a Barcelona.  El avión salió a las 19:25, con diez minutos de retraso. Sin ningún contratiempo llegamos a la Ciudad Condal según lo previsto, pero nos costó más de media hora aterrizar ya que el tráfico aéreo era muy intenso y no nos daban pista. Al final, sobre las 19:45 aterrizamos en la Terminal 1.  

Barcelona de noche desde el avión.
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  Como no habíamos facturado salimos rápidos al exterior y esperamos unos minutos al micro-bus que nos debía llevar hasta el BAH, Barcelona Aiport Hotel, dónde repetíamos estancia, ya estuvimos allí alojados a la vuelta de Budapest. Tras el check-in subimos a dejar el equipaje y bajamos al restaurante a cenar algo. Como la vez anterior, una hermosa habitación nos sirvió para descansar en espera del vuelo a Granada a la mañana siguiente.

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Barcelona - Granada

Tras dormir de cine en la super cama del hotel, a las 08:15 de la mañana nos pusimos en marcha para coger el vuelo de las 10:45, destino Granada. Sin tener que facturar equipaje, en el aeropuerto nos movimos cómo pez en el agua.

Pasamos el pertinente control y ya dentro de la zona de embarque desayunamos tranquilamente. El vuelo salió también con media hora de retraso, es decir a las 11:15 de la mañana. Estaba anunciado fuerte viento sobre el Mediterráneo y sí, es verdad que se notó nada más despegar, pero al coger algo de altura se pasaron las turbulencias.

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La tarjeta del hotel Cerro del Sol. 

  Llegamos a Granada sobre las 12:30 del mediodía. Cogimos el coche que habíamos alquilado on-line y arrancamos hacia el “Hotel Cerro del Sol”, en Cenes de la Vega, a unos 5 kms al este de la capital, carretera de Sierra Nevada.
Llegamos al hotel sobre las 15:00 horas. Un alojamiento de ***, austero, pero muy limpio, acogedor y tranquilo, que, al fin y al cabo era lo que íbamos buscando.
Tras registrarnos y viendo que el comedor del hotel estaba ya cerrado, bajamos al pueblo a comer algo.

Vista desde la ventana de la habitación.
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  En el bar-restaurante “Las Rejas”, comimos una ensalada y “pescaito frito” (boquerones). El propietario, me imagino que al escuchar que nuestro acento no era de la zona, nos preguntó de dónde veníamos y al decirle que de Donostia, nos comentó que él y su esposa habían estado en septiembre en nuestra ciudad. Tras reponer fuerzas, subimos a descansar un poco.
​El día estaba bastante nublado y fresco y el cielo plomizo amenazaba lluvia. La pereza nos arrastró a una corta siesta que nos sentó muy bien. Al levantarnos, la amenaza se había consumado y el txiri-miri típico de nuestra tierra nos acompañaba al caer la tarde-noche. Aún y todo,  decidimos salir y nos dirigimos hacia La Alhambra, con la intención de hacer las primeras fotos nocturnas de la zona...
  Llegamos al parking y nos encaminamos hacia la puerta principal, pero la noche se puso insoportable y el fino txiri-miri dio paso a una llovizna pesada e insistente. Además, el frío y la humedad se hacían sentir y decidimos regresar al pueblo, picar algo y volver al hotel. El martes estaba anunciado buen tiempo...

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Granada - Salobreña - Motril - Granada

El martes amaneció todavía algo nublado. Desayunamos en el hotel mientras organizábamos el itinerario de la jornada. Viendo que el tiempo levantaba y el sol

nos iba a acompañar, decidimos ir a pasar el día hacia el sur, a la costa, Almuñecar, Salobreña, Motril...Así que, dicho y hecho, preparamos la mochila  con las cámaras, objetivos, filtros y demás y partimos con dirección sur. Fuimos derechos a Salobreña, un pueblo de unos 12.500 habitantes, formado por cientos de blancas casitas amontonadas ladera abajo, al abrigo de un montículo rocoso dominado por un castillo árabe, conformando una bonita postal.  Paseamos por sus cuestas agradeciendo los calientes rayos del sol que nos daba de lleno en la cara. Subimos hasta el castillo, pero estaba cerrado como rezaba un aviso que leímos en el Ayuntamiento cuando subíamos. Desde arriba unas bonitas vistas del litoral y los pueblos de la costa. Eran más de las doce del mediodía, pero no había apenas movimiento en las callejuelas del casco antiguo. Así que descendimos por la otra ladera y nos montamos de nuevo en el coche para trasladarnos hasta Almuñecar.

Por las calles de Salobreña.
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Rincones con encanto de Salobreña.
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  Allí, en Motril, no anduvimos ni parando. Entramos en el pueblo, recorrimos unas calles en el coche  y, con las mismas, volvimos por donde habíamos venido cogiendo la carretera dirección Salobreña. Llegamos a la hora de comer. Había bastante más “vida” que en Motril y tras dar una pequeña vuelta decidimos entrar a picar algo en un bar. De primero una ensalada y después, mi compañera seguía “encaprichada” con los boquerones, el “pescaito frito”. Yo comí bacalao con tomate. Un postre dulzón a base de cuajada, cabello de ángel y canela, especialidad de la casa y un café completaron el menú. Después, volvimos a por el coche, bajamos hasta la playa y, a continuación, pusimos de nuevo rumbo a Granada.

Calles blancas y cielo azul.
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El castillo de Salobreña desde una curva de la carretera.
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Casas típicas de Salobreña.
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  Al llegar a la capital, nos metimos en el centro y dimos una pequeña vuelta. La tarde se puso bastante fría y de regreso al hotel pensamos en subir de nuevo por La Alhambra. Aparcamos en el parking y bajamos por el paseo que iniciamos la tarde anterior. Según íbamos bajando, mi compañera empezó a asustarse y cada vez el lugar le gustaba menos... A decir verdad tenía toda la razón en sus argumentos. Un paseo solitario, oscuro y rodeado de árboles y murallas, era el lugar más apropiado para que nos robasen, así que, sin hacer muchos aspavientos, para no asustarla más, pero consciente de que tenía toda la razón del mundo, nos dimos la vuelta y cuesta arriba volvimos sobre nuestros pasos. Afortunadamente volvimos sin ningún percance al hotel, pero no sé si por el “pescaíto frito”, por los nervios o por el frío, mi compañera llegó con mal cuerpo, así que sin cenar nada se dio una ducha caliente y a la cama a descansar... Yo seguí sus pasos.

Naranjos y flores en los cármenes y calles del pueblo.
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Vista desde el mirador en lo alto de Salobreña... al fondo Almuñecar.
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Granada

Amaneció otro precioso día, fresco pero soleado. Desayunamos en el hotel y nos decantamos por subir al barrio del Albaicín, buscando el Mirador de San Cristóbal, desde donde se accede a las mejores vistas de La Alhambra. 

Con la ayuda del GPS del teléfono (vaya invento por cierto), llegamos sin pérdida al emblemático y empinado barrio “granaino”. Precioso... Callejuelas estrechas y empedradas salpicadas de viejos aljibes y suntuosos cármenes que, para el que no lo sepa cómo nos pasó a nosotros, es el tipo de vivienda de la zona, compuesta por la casa en cuestión y un solar rodeado por una vaya o muro que, normalmente, está repleto de flores a modo de jardín.​  Sacamos unas fotografías desde el mirador de San Cristóbal, llamado así porque está en la plaza de entrada a la iglesia del mismo nombre y que por la parte delantera conforma una terraza frente al palacio-fortaleza de La Alhambra. Allí, con un ambiente gitano por excelencia, al son de rumbas flamencas, guitarras y palmas, hicimos unas panorámicas que, dada la hora del día que era (alrededor de las 12:30) nos pillaban a contra-luz y fastidiaba bastante. A base de polarizador conseguimos hacer algo en condiciones y después fuimos a tomar un “cafelito” a un bar de la plaza situada junto a la puerta de entrada al antiguo pueblo que conformaba el actual barrio granadino.

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Calles del Albaicín.
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Ejemplos de la arquitectura mozárabe.

  La arquitectura árabe se dejaba ver por todos los rincones de las calles del casco antiguo de Granada.

  No en vano, la ciudad fue, junto a Córdoba, uno de los principales feudos de los califas y sultanes musulmanes durante su estancia en la península ibérica a lo largo de siete siglos. Boabdil fue el último sultán nazarí y fue quien rindió el Reino de Granada a la reina Isabel I de Castilla y a su esposo el rey Fernando II de Aragón, el 2 de enero de 1492, después de diez años de asedio en la denominada Guerra de Granada. Boabdil, según acuerdo firmado en las Capitulaciones de Granada,  se retiró a las Alpujarras hasta que, en noviembre de 1493, cruzó definitivamente el estrecho. 

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Paseo junto al río Darro.
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Paseo de "los tristes".
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La Alhambra en primer plano y Sierra Nevada al fondo.

  Decidimos dejar el coche allí aparcado y bajar dando un paseo hasta el centro, con la intención de comer algo. Bajamos por la calle que da al famoso paseo de Los Tristes, llamado así porque era el camino al antiguo cementerio de la ciudad, aunque ahora mismo no me acuerdo de su nombre oficial. Pasamos por delante de la oficina del bus turístico y pregunté por él. Nos vino de cine, ya que nos enteramos que podías montar y dar las vueltas que quisieras a la ciudad hasta las 19:30, hora en la que terminaba el recorrido. 

  Así que hicimos el plan, comer, ver algo del centro y después coger el bus, dar la vuelta a la ciudad y al comienzo de la segunda vuelta apearnos de nuevo arriba en el Albaicín. Lo del bus turístico viene de maravilla, ya que mientras descansas un rato, te ubicas en la ciudad y te enteras de un tirón de la mayor parte de su historia. Ya hicimos lo mismo en Viena y la verdad es que es bastante cultural.

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El crepúsculo iba pasando frente a nuestros ojos, con una paleta infinita de colores.
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Panorámica de La Alhambra.
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La "hora azul" en La Alhambra.

  Al atardecer nos apeamos en el Albaicín, justo cuando empezaba la “hora azul” y buscando un punto con buena visión, nos metimos en un bar-restaurante situado por debajo del mirador de San Cristóbal, salvando así los cipreses que a medio día molestaban un poco. El café fue caro, pero bueno, el chico que nos atendió nos abrió una terraza a la que se accedía desde el comedor y desde donde hice esta panorámica. Mi compañera se estaba quedando helada así que recogimos todo, fuimos a por el coche y volvimos al hotel... Eran alrededor de las 19:30. Cenamos algo en el propio establecimiento y nos fuimos a descansar.

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Granada

La luz del nuevo día nos despertó suavemente, sin sobresaltos, supliendo el desagradable timbre del incansable despertador que, cada mañana, violenta el descanso de la mayoría de los mortales... 

  Se cumplía mi quincuagésimo cumpleaños y mi compañera claro está, fue la primera en felicitarme. Yo me sentía bien, contento y deseando pasar el día en La Alhambra. Así que espabilamos un poco, bajamos a desayunar y raudos partimos hacia Granada para intentar estar cuanto antes en la fortaleza roja.
  Comentando con el propietario del hotel los planes para esta jornada y pensando dónde aparcar en el centro, ya que el precio del parking de La Alhambra es carísimo, este nos comentó que los lugareños aparcan en el parking municipal y gratuito del tanatorio-cementerio que está situado en el alto, a la derecha en la rotonda según se viene de la carretera de la sierra. La única condición es darle al “gorrilla” que vigila el lugar alguna moneda de propina.


  Tras el desayuno partimos hacia La Alambra. Llegamos al parking y, efectivamente, era como nos había dicho el dueño del hotel. Aparcamos y le di una monedad de 2 € al "gorrilla", pero nos ahorramos los cerca de 30 € que nos hubiese costado aparcar en La Alhambra, porque subimos a recoger el coche justo antes de volver para el hotel, ya de noche.

  Bueno, con el asunto del coche resuelto, solo quedaba disfrutar de la jornada. Así que nos acercamos al recinto donde se recogen las entradas, enseñamos la hoja de la reserva y nos dieron los dos tickets de acceso. Una gran emoción y un cierto cosquilleo me invadieron al dar los primeros pasos por el Generalife pero, enseguida, al empezar a hacer fotos, la emoción se transformó en curiosidad y el sentido de la vista se fue agudizando para intentar no perder detalle de ningún rincón.

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 La verdad es que me vino la misma sensación que me invade cuando paseo por sitios cargados de historia (Taj-Mahal, el Templo de Txartien o el Fuerte de Sant Elmo en Malta, la Plaza Durbar en Nepal, o el Pórtico de la Gloria en la Catedral de Santiago)...

La entrada para visitar el complejo de La Alhmabra.

  Sentir las vibraciones de tantos millones de pisadas que han surcado aquellas estancias y jardines, notar en el aire ese aroma a las páginas sobadas y mohosas del libro de la Historia e imaginar a los musulmanes con sus capas y turbantes, cimitarra al cinto, acompañando a esas preciosas mujeres de piel aceitunada y ojos negros, envueltas en sus coloridos velos de seda, me sumergió en una especie de “trance” del que, desgraciadamente,  te hacía salir el barullo de las voces de tanta y tanta gente que al igual que nosotros caminaba por la zona.

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Representación de los terrenos de La Alhambra y detalle de su zona principal.
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El inicio del paseo por la colina de la Sabika, donde se asientan La Alhambra y el Generalife.
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El Generalife; fuentes y jardines de ensueño.

  El primer tramo de la visita, el Palacio del Generalife, fue bastante tranquilo. Algunos turistas, pero sin tumultos. Unos jardines preciosos y unas fuentes que rebosaban agua por todos los rincones, componían una preciosa “postal”. Hermosos edificios y paseos  repletos de árboles, completaban un espacio cargado de armonía y paz.
Se denominaba el "Yannat al-arif" en tiempos nazaríes y es la villa que utilizaban los reyes musulmanes de Granada como lugar de retiro y descanso.  Fue concebida como villa rural y se integró en las proximidades de la Alhambra. Se construyó entre los siglos XII y XIV. Es de estilo árabe nazarí.

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Panorámica desde El Generalife.
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Camino de la entrada al Partal.
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  Abandonamos el Generalife y bajamos paseando camino de La Alhambra. Teníamos que estar a las 11:30 en la entrada para ver los Palacios Nazaríes. Andábamos bien de tiempo. Podíamos ver el Partal e incluso, sentados en el pretil del Palacio de Carlos V, tomar un poquito el sol.   

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Entrada al Partal.

  Era casi imposible hacer una foto con tranquilidad y sin que se cruzase nadie por delante... Sí, ya sé que con una larga exposición la gente se “difumina y evapora”, pero si en cada fotografía tienes que emplear además del trípode unos cuantos minutos, necesitaríamos mucho tiempo y la visita estaba marcada por la entrada y salida a los Palacios Nazaríes, a los que sólo puedes entrar en el horario elegido al sacar el ticket. Sea como fuere, los recuerdos y las imágenes se quedan como siempre en la retina y en las confidencias entre mi compañera y yo...

El "ajimez" o mirador, en el salón de los emperadores.

  Las construcciones, los jardines, las vistas a la ciudad, el museo del Palacio de Carlos V (sí, el museo, porque en mi humilde opinión, el edificio desentona un poco en el entorno) todo en general es maravilloso, pero lo que más me llamó la atención es la espectacular obra de ingeniería que tuvieron que realizar en aquellos tiempos para traer y hacer circular el agua en todo el recinto y de la manera que lo hacía... Fuentes por todos los lados, estanques y los cauces subterráneos, que vertían todo el excedente al río Darro, afluente del Genil y sólo comparable con las grandes conducciones de los romanos como fueron el Acueducto de Segovia o los 100 kms de canales que empleaban para llevar el agua a Las Médulas (León) y reventar, mediante la “ruina montium”, las montañas de esa zona del Bierzo en busca de oro.

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El Partal, también repleto de fuentes y jardines.
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  El Partal debe su nombre a la voz árabe que significa pórtico y son los restos de la residencia del Sultán Yusuf III. Es el más septentrional de los Palacios Nazaríes. Corresponde a la zona de las viviendas de los criados de Palacio.

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Un torreón de vigilancia en el Partal.
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El barrio del Albaicín desde la Alhambra.

  Llegó la hora de entrar en la zona de pago de los Palacios Nazaríes. Esta zona de La Alhambra es la más espectacular ya que, en ella, se encuentran el Palacio Mexuar (sala de reunión del Congreso), el Palacio de Comares, el Patio de La Alberca y el de los Arayanes, etc, etc...  Y además, el precioso Patio de los Leones, con su famosa fuente, que tanto trabajo y tanta polémica ha suscitado.

  • Que si está retocada...

  • Que si originalmente no era así...

  • Que los leones no son originales...​

  Cantidad de preguntas que se nos aclararon en la visita al museo nazarí que hay dentro del Palacio de Carlos V...


  La fuente en cuestión data del siglo XIV. Es lógico que se haya retocado, se haya restaurado y haya habido cambios en su diseño. Pero esto es así porque los mismos califas, según su dinastía y época de mandato, la modificaban por gusto o necesidad. Se le quitó el grifo más alto, se le volvió a poner... se le agregó otro caño, se le quitó...
Se limpiaron los leones, se cambió el sistema de alimentación de agua, actualmente es hidráulico con un circuito cerrado, claro está, para no desperdiciar agua. También se ha ido cambiando el diseño en el mismo Patio, pasó de tener gravilla en el suelo, a estar sembrado con miles de flores hasta llegar a la imagen actual, cubierto de un mármol blanco.

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Distintas imágenes del Patio y la Fuente de los Leones, desde grabados antiguos a la fotografía de finales del siglo XIX.
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A la izquierda el Patio de los Leones en el siglo XX; a la derecha como estaba en 2004.
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  En la actualidad (enero de 2016), el Patio y la Fuente de los Leones tienen el aspecto de la fotografía de abajo. Como se puede ver, a lo largo de los siglos a sufrido cambios, perdiendo el segundo plato y el caño superior, que se guardan en el Museo Nazarí del Palacio de Carlos V, en el mismo recinto de La Alhambra.

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La Fuente de los Leones en 2016 y algunos detalles de la misma.

  Pues así, entre entradas y salidas de ese maravilloso “trance” se nos pasó la mañana en un abrir y cerrar de ojos. Cuando nos dimos cuenta eran las 14:30 horas y decidimos bajar en el bus de línea hasta el centro para comer algo. 

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Detalle de la decoración de varias salas de
​los Patios Nazaríes.
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Bóveda de mocárabes de la Sala de las dos Hermanas y detalles constructivos.

  Con cierta nostalgia subimos al autobús. Una última mirada atrás al pasar por la "Puerta de las Granadas" en dirección al centro de la ciudad. El recuerdo que me traigo es maravilloso...

  Fuimos al bar-restaurante “La Chicotá“, en la calle Navas, donde el día anterior habíamos tomado algo y nos gustó. Pedimos para comer una paella de marisco para los dos. Comimos relajadamente, era la última tarde y como ya no teníamos tiempo material  para acercarnos a fotografiar el pueblo de Montefrío, pensamos en ver la tumba de Los Reyes Católicos que le apetecía a mi compañera. 

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Una paella que nos supo a gloria.
El restaurante "La Chicota" en pleno centro de Granada.
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  La tumba está ubicada en el edificio de la Capilla Real, en el centro neurálgico de Granada, junto a la Catedral. Allí, en la misma cripta, se encuentran enterrados los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y su esposo Fernando II de Aragón. Además está enterrada su hija Juana I de Castilla (Juana  la Loca ) y el esposo de ésta, el rey jure uxoris  Felipe I de Castilla  ( Felipe el Hermoso ), cuyo corazón, separado de su cuerpo, se encuentra enterrado en la Iglesia de Nuestra Señora de Brujas. En la cripta también está el sarcófago del infante Miguel de la Paz de Portugal, nieto de los Reyes Católicos, muerto niño. 
​La reseña jure uxoris es una locución latina que significa “ por el derecho de su mujer ”.

La cripta con las féretros de Los Reyes Católicos (imagen bajada de Internet).

  Siento no poder ofrecer fotos de este lugar, pero estaba completamente prohibido y vigilado, así que tendréis que conformaros con la foto bajada de Internet y el enlace a la Wikipedia para poder ver más...

https://es.wikipedia.org/wiki/Capilla_Real_de_Granada

  De allí nos dirigimos a la Plaza de Isabel la Católica y cogimos el microbús C4 que nos subió hasta el mismo cementerio para poder recoger nuestro coche. En Granada, los autobuses de línea grandes sólo circulan por la parte baja y  llana de la ciudad. Para poder subir a los barrios altos se mueven unos cuantos microbuses ya que de otra manera no podrían circular entre las serpenteantes curvas que te encuentras en las empinadas cuestas de acceso tanto al Albaicín como al Sacramonte. Cogimos el coche y nos dirigimos al hotel. Tocaba recoger todo ya que al día siguiente volvíamos para casa.

  El viaje llegaba a su fin... Cansados del ajetreado día dejamos todo preparado y nos fuimos a descansar.

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Granada -Barcelona - Bilbao - Astigarraga

Nos levantamos temprano ya que había que desayunar, ir a Granada, dejar el coche en el aeropuerto y coger el vuelo de las 12:40 horas. La verdad es que anduvimos relajados. En el control sólo tuve que sacar el portátil ya que la mochila con

el equipo de fotografía pasó por el scanner sin necesidad de vaciarla. En unos aeropuertos tanta vigilancia y en otros tan poca... Mejor así, me ahorré el trabajo de volver a colocar todo de nuevo.

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El último día amaneció nuevamente cubierto y con txiri-miri.

  Salimos con algo de retraso y llegamos a Barcelona a eso de las 14:10 horas. Al no tener equipaje facturado, no tuvimos que salir de la zona de embarque y por lo tanto nos libramos de volver a pasar el exhaustivo control al que te someten en este aeropuerto. Comimos algo en uno de los puestos y esperamos sentados en una de las zonas para ello destinadas hasta las 17:15, hora en la que se abría el embarque para nuestro vuelo que debía salir a las 17:55 horas.

  Salimos con algo de retraso y llegamos a Barcelona a eso de las 14:10 horas. Al no tener equipaje facturado, no tuvimos que salir de la zona de embarque y por lo tanto nos libramos de volver a pasar el exhaustivo control al que te someten en este aeropuerto. Comimos algo en uno de los puestos y esperamos sentados en una de las zonas para ello destinadas hasta las 17:15, hora en la que se abría el embarque para nuestro vuelo que debía salir a las 17:55 horas.

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La costa catalana y el sol poniéndose por occidente.

  El piloto inició el aterrizaje pero, de repente, con una fuerte maniobra, volvió a izar el morro del avión y  nos comunicó que lo había intentado, pero que el viento era superior a lo permitido y ante la imposibilidad a tomar tierra en Donostia, nos dirigiríamos a Bilbao para aterrizar allí. Un suave murmullo en forma de lamento se oyó entre los pasajeros pero, resignados, como no podía ser de otra manera, tomamos con naturalidad la prudente decisión del piloto.
  En resumen, en lugar de llegar a casa a las 19:00 horas, llegamos a las 22:00, después de acercarnos en un autobús fletado por Iberia hasta el centro de Donostia y coger un taxi hasta nuestra localidad. Pero bueno...
Llegamos sanos y salvos y pude abrazar y besar a mi hijo que aún me esperaba despierto...

  Encantado de haber conocido el último bastión del reino nazarí sólo me queda decir...

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As-salam aleikom Al-Andalus.
As-salam aleikom Granada.

© F. J. Preciado  2016

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