"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"
Julio de 2020
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Praga y Polonia
De la ciudad de las cien torres al país de las águilas blancas
Icónica vista de Praga con el Puente de Carlos
Tras dar comienzo el año 2020, las perspectivas de continuar con la Ruta de la Seda se acabaron disipando por completo. A la insistente negativa de Isabel con respecto a volver a China, se unió, en diciembre de 2019, el incontrolable brote de Coronavirus ó COVID-19 en la ciudad de Wuhan y la consiguiente epidemia que "puso en jaque" al país asiático. La OMS, a finales de enero de 2020, declaró la epidemia y aconsejó no viajar a China. Viendo que iba a ser imposible continuar nuestro periplo por el antiguo camino de las caravanas, barajamos varias opciones: Bolivia, Namibia, Kenia, Islandia o el triángulo de Armenia-Georgia-Azerbaiyán, en el que también había ciudades relacionadas con la Ruta de la Seda.
Finalmente, a últimos de febrero, tomamos la decisión de ir en mayo, a visitar la "isla vikinga"; Islandia. Pero el virus avanzaba y la epidemia se convirtió en pandemia. Entró con fuerza en España y, el 13 de marzo, el Gobierno declaró el estado de alarma. Poco a poco se cerraron las fronteras de toda Europa. Yo mantuve la esperanza hasta el último día, pero la alarma se alargó hasta el 22 de junio. Rosa decidió que este año no viajaba al extranjero y tomé la decisión de hacer un viaje con mi hijo. La primera opción fue la ansiada Escocia pero, viendo que el virus estaba castigando con virulencia el Reino Unido, cambiamos nuestro destino por la atractiva Polonia. Este es el relato de un interesante viaje por tierras polacas. Ponte cómod@, empieza la aventura...
La situación turística era bastante inestable. Aunque Europa abrió las fronteras del espacio Senghen a mediados de junio, me costó mucho organizar el viaje ya que, de pronto, los datos de nuevos contagios y repuntes de la mortandad, volvían a dejar todo en el aire. Por dos veces tuve que cambiar de ruta, e incluso, con todo ya atado, me cancelaron el vuelo de Praga a Varsovia y el tren nocturno que une las dos ciudades, teniendo que recurrir al traslado en autobús. Pero las ganas de viajar eran más fuertes que toda la incertidumbre. Finalmente, llegó el día señalado y partimos hacia la ciudad de las 100 torres; Praga.
* Itinerario del viaje:
> día 24/07: Biarritz-París-Praga ( vuelos )
> día 26/07: Praga-Varsovia (bus)
> día 28/07: Varsovia-Cracovia (bus)
> día 30/07: Cracovia-Auschwitz-Cracovia (bus)
> día 31/07: Cracovia-Wieliczka-Cracovia (bus)
> día 01/08: Cracovia-Wroclaw (bus)
> día 04/08: Wroclaw-Poznan (bus)
> día 06/08: Poznan-Torun-Gdansk (bus)
> día 09/08: Gdansk-Amsterdam-Bilbao ( vuelos )
2 nuevos países, 9 ciudades, 4 vuelos más y la friolera de 1.950 Kms en autobús, para conformar un viaje fotográfico y cultural... inolvidable.
Mapa del recorrido del viaje.
Astigarraga - Biarritz - París - Praga
El vuelo salía a las 13:00 horas, pero la media hora de traslado y el no saber lo que nos íbamos a encontrar, referente a temas de controles sanitarios, me hizo ser precavido y andar con tiempo de sobra. Todo salió bien, no hubo ningún tipo de actuación especial y a las 11:40 ya habíamos pasado el control de seguridad y esperábamos el momento de subir al avión. Tanto Iosu como yo, estábamos ansiosos por iniciar la aventura.
Amaneció un día maravilloso. Quizá, por poner alguna pega, demasiado calor. La mañana pasó rauda y sobre las 10:30 horas nos reunimos con Rosa para que nos acercara hasta el aeropuerto de Biarritz.
El aeropuerto de Biarritz.
Las tarjetas de embarque de los vuelos de ida.
El Airbus 320 de easyJet que nos llevó a París.
Tras un ordenado embarque, el vuelo EJU3708 despegó con unos cinco minutos de retraso. Según dijo el comandante - yo no, el del avión... ;-) - íbamos a volar a unos 3.000 m de altura y en apenas una hora y cuarto estaríamos en París.
El vuelo fue tranquilo y a las 14:25 estábamos en "la ciudad de la luz". Tuvimos que pasar otro control de seguridad antes de hacer el transfer a la terminal 2F. El vuelo AF1582 de París a Praga salía a las 17:50 y todavía no estaba anunciado en los paneles.
Más tarde, vino uno de seguridad pidiendo pasaportes, tarjetas de embarque y midiendo la temperatura a todos los pasajeros. Embarcamos sin contratiempos y tuvimos un vuelo tranquilo en un Airbus 318 que despegó y llegó con total puntualidad, aterrizando en Praga a las 19:30 horas. Hacía calor, marcaba 27º pero la sensación térmica era más elevada.
El uso de la mascarilla era obligatorio para volar.
En el boarding pass, figuraba que la puerta de embarque era la F05 pero, después de dar vueltas de un lado a otro, dicha puerta no aparecía por ningún sitio. Finalmente, le pregunté a un operario y, tras mirar en una aplicación interna el número de vuelo, nos dijo que nuestra puerta era la F49. Nos dirigimos hacia allí y nos sentamos a esperar. Después de una rato, en los paneles informativos apareció:
AF1582 ----- 17:50 ----- Praga ----- F49
Habíamos llegado a la República Checa. En Praga tuvimos que pasar por el control de pasaportes y después fuimos a la oficina de información. Allí nos explicaron como ir hasta el centro de la ciudad y nos vendieron los billetes que nos sirvieron tanto para el autobús 119 como para el metro. El bus nos dejó en la parada Nadrazi Veleslavin, de la línea verde del metro (A) que nos llevó hasta la parada Muzeum, a tan solo 500 m de nuestro alojamiento.
Salió todo redondo y a las 20:15 horas, aproximadamente, estábamos en el Accomodation Smecky 14, un apartamento sito en la calle Ve Smeckach de la capital checa. Nos mandaron las claves de acceso por Booking, cogimos las llaves de una key-box de la pared y... ¡ Adentro !
Tras acomodarnos, cogimos las cámaras y salimos a cenar algo. Al comienzo de la calle habíamos visto un local de la cadena KFC. Entramos allí y pedimos unos muslitos de pollo con patatas fritas y una ensalada. Luego, con fuerzas renovadas, nos dirigimos a la Stare Miastro. Pasamos por la Torre de la Pólvora y nos dirigimos al Puente de Carlos. Cuando llegábamos empezaron a caer cuatro gotas, pero, paró enseguida. Hicimos unas fotos nocturnas hasta que, a eso de las 00:30, empezaron a apagar las luces de los monumentos más emblemáticos. Eso ya lo había visto en Shanghai. Decidimos irnos a descansar. Había sido una dura jornada de aeropuertos y demás. En el apartamento, nos dimos una ducha y nos fuimos a dormir.
A la izquierda la Old Town Bridge Tower.
En el centro mi hijo disfrutando de la fotografía nocturna.
Sobre estas líneas, el Puente de Carlos con el Castillo de Praga al fondo.
El Puente de Carlos.
Praga
Praga es la capital de la República Checa y de la región de Bohemia. Situada a orillas del río Moldava, tiene aproximadamente 1,2 millones de habitantes, lo que la convierte en la ciudad más poblada del país y la séptima de Europa Central. Su belleza y patrimonio histórico la convierten en una de las veinte ciudades más visitadas del mundo.
Se ha desarrollado desde el siglo IX, convirtiéndose en una de las capitales más importantes de Europa en los siglos XVIII y XIX. Antigua capital del Reino de Bohemia y de Checoslovaquia, en el siglo XX sufrió las dos guerras mundiales y la dictadura nazi. Finalizada la segunda gran guerra, quedó dentro de la esfera de influencia soviética. Tras la Revolución de Terciopelo y la caída del Muro de Berlín la ciudad se ha ido adaptando a la economía de mercado. Su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1992.
Escudo de Praga.
Colección de monedas y billetes de curso legal de la República Checa.
Nos levantamos sobre las 07:30. La cama era cómoda, así que, descansamos bien. Desayunamos en el apartamento y sobre las 08:15 nos pusimos en marcha. Quería estar a las 09:00 horas en la plaza para ver el primer pase de las figuras del Reloj Astronómico. A las 08:50 estábamos allí, esperando. Se arremolinaba gente, pero tampoco fue una multitud.
A la izquierda la Torre del Reloj Astronómico.
En el centro, el famoso reloj minutos antes de las 09:00 horas. Arriba la Iglesia de Ntra. Sra. de Tyn en la Stare Miastro de Praga.
La ciudad de Praga surgió desde su Castillo. Durante el siglo XI, las edificaciones fueron extendiéndose desde el castillo hasta la orilla derecha del río Moldava. A finales de este siglo se menciona por primera vez la existencia de un mercado en la actual plaza de la Ciudad Vieja (Stare Miastro). A lo largo de los dos siglos siguientes, Praga continuó creciendo y en el siglo XIII adquirió el título de ciudad. El ayuntamiento comenzó a funcionar a mediados del siglo XIV. La plaza está repleta de edificios de interés entre los que destacan la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, la Iglesia de San Nicolás, el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja y el Reloj Astronómico de Praga que es el reloj medieval más famoso del mundo y está localizado en la pared sur del Ayuntamiento. Fue construido en 1410 por el maestro relojero Hanus y perfeccionado por Jan Taborsky en el siglo XVI. La leyenda dice que, para que Hanus no repitiera su obra, los concejales le dejaron ciego.
La casa Dum U Minuty, construcción del s. XV, monumento histórico de la ciudad.
Tras ver las figuras en movimiento y hacer algunas fotos por allí, nos dirigimos al Puente de Carlos. A esa hora, aunque ya había gente, todavía no estaba muy concurrido y pudimos hacer algunas fotos. Desde allí, debíamos ir a la estación de metro de Malostranská, para reunirnos con el responsable del free-tour que habíamos contratado por medio de Civitatis.
El Puente de Carlos es el monumento más famoso de Praga y comunica la Ciudad Vieja (Staré Město) con la Ciudad Pequeña (Malá Strana). Con más de 500 metros de largo y 10 de ancho, tuvo en su día 4 carriles destinados al paso de carruajes. Actualmente es peatonal. Recibe su nombre de su creador, Carlos IV, que puso la primera piedra en 1357 para sustituir al Puente de Judit, que se destruyó por una inundación.
A lo largo del puente encontraréis 30 estatuas situadas a ambos lados de éste, muchas de las cuales son copias ya que las originales se encuentran en el Museo Nacional de Praga. La primera estatua se añadió en 1683. Fue la de San Juan Nepomuceno, quien fue arrojado al río en 1393 por orden de Wenceslao IV y, en el siglo XVIII, la iglesia católica lo santificó. Su imagen se encuentra situada en el lugar desde donde fue arrojado al agua. Cruzando el puente encontraremos, además de las estatuas, muchos puestos de "pitxias" y artistas intentando ganarse la vida dibujando caricaturas y pintando paisajes de la ciudad.
La calle Karlova.
De día, el Puente de Carlos y toda la zona del Castillo de Praga lucían con brillantes colores.
Distintas tomas del puente y la estatua de San Juan Nepomuceno.
El tour empezaba a las 10:00 pero, como siempre, pedían estar en el punto de encuentro unos minutos antes del inicio. Según había mirado, desde el puente hasta allí había unos 10-15 minutos a pie. Iniciamos la marcha, pero me despisté en algún punto.
Puse el GPS del teléfono y se ve que marqué la opción de ir en coche, porque nos llevó por un camino que nos hizo dar mucha vuelta.
Al principio, no me di cuenta porque nos llevaba hacia el lugar en cuestión, pero, cuando vi que nos hacía cruzar una gran avenida, comprendí que no estábamos en el camino correcto. Bueno, el resultado fue que llegamos más de 20 minutos tarde al punto de encuentro y ya no había nadie del grupo. Lo siento, hizo que me sintiera muy mal conmigo mismo e hizo que me sintiera mal por el grupo de gente que, seguramente, nos estuvo esperando un buen rato. Desde aquí, PERDÓN.
Bueno, había que recomponer la mañana y decidimos hacer lo que teníamos pensado para esa tarde, es decir, la visita a la Torre Petrin en el monte homónimo, el Monasterio Strahov y el Castillo de Praga. Sólo íbamos a estar ese día entero en la ciudad y había que aprovecharlo a tope.
Nos pusimos a andar ladera arriba en dirección a la torre. La mañana estaba espectacular, la gente iba despertando de su “letargo” y el acceso a la torre empezaba a saturarse. Eran casi las 11:00… Todavía no era caótico, es más, sacamos el ticket y subimos sin hacer cola, pero se notaba la llegada continua de gente cual romería hacia la ermita.
El ticket de entrada a la Torre Petrin.
Subimos hasta arriba en dos tramos, primero paramos en la primera plataforma y, tras hacer unas fotos, subimos hasta la plataforma más alta. Desde allí, las vistas de la ciudad eran… ¡! Maravillosas !!
Bien valió la pena pagar las 230 coronas checas ( 8,50 € ) y subir todas las escaleras.
La Torre Petrin sita en la colina homónima.
El Monte Petřín, con sus 140 metros sobre el nivel del río, es uno de los lugares de esparcimiento más queridos de Praga. Para alcanzar su cima, se puede subir paseando por sus jardines o tomar el funicular desde la calle Újezd. Arriba encontramos la Torre de Petřín.
Con sus 60 metros de altura y una estructura similar a la Torre Eiffel, es el mirador más elevado de Praga. Desde su terraza superior, a 51 metros de altura, llegamos a alcanzar los 200 metros de altitud sobre el río Moldava. Su parecido con la torre parisina no es casual. La Torre de Petřín se construyó dos años después de la Torre Eiffel, en 1891, con objeto de la Exposición Nacional de Praga.
Panorámica de Praga desde la Torre Petrin.
El Monasterio de Strahov pertenece a la orden de los Mostenses y fue fundado por Vladislao II en 1143. El aspecto barroco actual data de finales del siglo XVII. Lo más destacable de este monasterio es su biblioteca. En ellas se conservan libros y manuscritos de la Edad Media, ilustraciones y globos terráqueos. Además, cuenta con una de las pinacotecas más importantes de Europa central en su género.
El Puente de Carlos sobre el río Moldava.
El Monasterio Strahov en las laderas del Monte Petrin.
El calor a esa hora (11:30) era un verdadero castigo. El móvil marcaba 28º pero la sensación térmica era de 35º. Tras las fotos desde la torre nos dirigimos al Castillo de Praga. En apenas diez minutos estábamos entrando por la llamada Puerta de los Titanes. Estábamos dentro de aquella majestuosa construcción.
La calle Úvoz Nerudova da acceso al Castillo de Praga.
El Castillo de Praga, construido en el siglo IX, es el castillo más grande del mundo y el más importante de los monumentos de la República Checa. Fue declarado patrimonio cultural nacional en el año 1962.
Alejado de la idea de castillo medieval con aspecto fortificado, el Castillo de Praga está compuesto por un conjunto de hermosos palacios y edificios conectados por pequeñas y pintorescas callejuelas.
Se puede decir que la historia de Praga comienza con la construcción del castillo.
Su situación estratégica pronto lo convirtió en el centro del territorio y constituyó la residencia de los Reyes de Bohemia desde su fundación por el príncipe Borivoj. En 1918 el Castillo de Praga se convirtió en la residencia del presidente de la República Checa y desde entonces tiene allí su despacho.
La llamada Puerta de los Titanes, entrada al Castillo de Praga. A ambos lados los Titanes con más detalle.
La plaza de acceso al Palacio Real con la Fuente del Tritón en el centro.
El viejo Palacio Real junto a la Catedral de Praga.
Ticket de acceso al Castillo de Praga.
Pagamos las 250 Kc ( 9,30 €) para entrar con la "Ruta B" en el Castillo de Praga. Recorrimos las instalaciones de sur a norte, viendo la Fuente del Tritón, la Catedral de San Vito, la Iglesia de San Jorge y acabamos entrando en el llamado “Callejón de Oro”.
> Catedral de San Vito: Con una importante historia y un notable valor artístico, la Catedral de San Vito es el símbolo de Praga y de toda la República Checa. La primera piedra fue colocada el 21 de noviembre de 1344 por el arzobispo de Praga, Ernesto de Pardubice, en presencia del rey Juan de Luxemburgo. Tras pasar por muchísimas vicisitudes, distintas épocas y arquitectos diferentes, abrió sus puertas al público a finales de 1929, es decir, casi 600 años más tarde. Su interior alberga la tumba de Wenceslao IV (el rey bueno) y las Joyas de la Corona, siendo además el lugar de coronación de los reyes de Bohemia. La altura de la torre más elevada son 99 metros y las de sus dos torres gemelas 80.
> Antiguo Palacio Real: Construido en el siglo IX sobre los restos del palacio de Sobeslav, de origen románico, el antiguo palacio sufrió importantes cambios hasta convertirse en el impresionante edificio que se conserva en la actualidad.
> Basílica y Convento de San Jorge: Fundada en el año 920, la antigua basílica fue ampliada en el 973 con la construcción del convento, que en la actualidad acoge la colección de arte bohemio del siglo XIX de la Galería Nacional de Praga.
La impresionante Catedral de Praga.
Detalles de los adornos de la fachada principal de la catedral.
Fantásticas gárgolas "vigilan" desde los desagües de sus tejados.
El colorido "Callejón de Oro".
Trabajados relieves nos cuentan heroicas historias y leyendas.
Llegamos al llamado Callejón de Oro. Iosu, a esas alturas estaba ya bastante agobiado, pero, finalmente, aguantó como un jabato.
El Callejón de Oro es una calle corta, estrecha y preciosa situada en el interior del Castillo de Praga. Debe su nombre a los orfebres que la habitaron en el siglo XVII. El lado izquierdo de la calle está ocupado por casitas de colores que fueron construidas en los muros del castillo.
Estas casas se construyeron a finales del siglo XVI con el propósito inicial de dar cobijo a los 24 guardianes del castillo. Un siglo después de ser construidas, el gremio de los orfebres ocupó las casas y las modificó. Habitaron en ellas varios cientos de años. Hacia el siglo XIX fueron habitadas por mendigos y delincuentes de Praga.
En el siglo XX fueron desalojados y las casas se han convertido en tiendas de marionetas, cristal y otros productos turísticos típicos. Entramos en algunas de las casitas que antiguamente sirvieron para el alojamiento de las familias que trabajaban en la construcción del castillo y sus edificios anejos. Allí también, en la casa número 22, vivió durante una temporada el escritor Franz Kafka, natural de la ciudad de Praga.
La casa de Franz Kafka; su hogar y su escritorio.
Los instrumentos de tortura de la Torre Daliborka.
Finalmente, llegamos a la Torre Daliborka, el punto más meridional del castillo y antigua mazmorra, construida por Benedikt Ried en el siglo XV (1496), como parte de las fortificaciones durante el reinado del Rey Vladislav II.
Se denomina con ese nombre después de que su primer interno, Dalibor de Kozojedy, un caballero bohemio fuera encerrado allí. Según una leyenda local, aprendió a tocar el violín mientras estuvo encarcelado y las personas le acercaban alimentos.
Pero, la torre, no solamente era un lugar de detención. Allí encontramos los aparatos de tortura que se utilizaban en la época y descripciones escritas y visuales de como se aplicaban estos métodos. Daliborka dejó de usarse como cárcel en el año 1781.
Tras esta última visita, bajamos hasta la parada del metro de Malostranská, punto donde debíamos habernos reunido con la gente del free-tour. El crío estaba muy cansado -y el padre también, todo sea dicho- así que decidimos ir al apartamento. De camino, compramos una ensalada y un menú del burguer para Iosu y nos fuimos a comerlo a nuestra habitación. Descansamos un rato hasta las 16:30 h.
El billete del metro de Praga.
Por la tarde salimos en dirección sur. Pasamos junto al Ayuntamiento Nuevo en el centro administrativo del Barrio Nuevo de Praga , o "Nové Město". Luego fuimos a ver un famoso edificio junto al puente Jiráskuv.
El edificio del Ayuntamiento Nuevo de Praga.
La Casa Danzante.
Con la idea de crear un edificio emblemático en Praga, un banco holandés, el Nationale-Nederlanden, posteriormente ING, contrató a los arquitectos Frank Gehry y V. Milunic para que llevaran a cabo un innovador proyecto arquitectónico, concediéndoles un presupuesto casi ilimitado y total libertad artística. El resultado fue un edificio rodeado de elementos de gran plasticidad que, pese a su estilo "deconstructivista", armoniza con su entorno. Es una de las pocas casas de la ciudad que entra de forma dinámica en el espacio de la calle, es la llamada Casa Danzante.
La construcción de este edificio, cuyo nombre oficial es Edificio Nationale-Nederlanden comenzó en 1994 y duró hasta 1996. Pese a que el mismo año del final de obra recibió el premio de la prestigiosa revista American Time, en la categoría de diseño, este edificio fue muy controvertido en sus inicios. No sólo destacó estilísticamente, sino que era asimétrico y para muchos, estaba evidentemente fuera de lugar en un entorno más tradicional. Entre sus detractores era conocido como The Drunk House ( La Casa Borracha ). Incluso muchos años después sigue habiendo polémica entre los ciudadanos a quienes disgusta el edificio considerándolo fuera de lugar en un contexto conservador y quienes lo ven como un símbolo de libertad, liberación y creencias democráticas después de la caída del comunismo. A mí, particularmente, me gustó mucho, tanto por su situación como por su estética.
Panorámica desde el puente Jiráskuv.
Hicimos unas fotos y cruzamos el puente en dirección a la zona llamada Mala Strana. Le llaman “la Venecia de Praga” ya que es la zona de los barquitos y algunos canales. Caminamos hasta el llamado Legií Most (Puente de las Legiones) y allí cruzamos al otro lado del río, camino al Puente de Carlos. A esas alturas de la tarde (18:00 h) y con el día que hacía, pasear tranquilamente por el Puente de Carlos, era una verdadera quimera. Un gentío impresionante cruzaba de una margen a otra del río Oder.
Distintas tomas desde el puente Jiráskuv.
Las casas del Barrio Nuevo y el Palacio de la Ópera.
Nos dirigimos a ver el llamado Muro de Lenon. Es una pared llena de grafitis que hacen referencia al legendario líder de The Beatles. No tiene nada más, pero bueno, era simple curiosidad. Tras unas fotos, volvimos sobre nuestros pasos hacia el Puente de Carlos.
La imagen de Jhon Lenon resalta en el muro dedicado al malogrado lider de The Beatles.
Las calles de Praga con su cableado para los tranvías.
Antes de cruzar el puente, en una tienda de comestibles, nos gastamos nuestras últimas 200 coronas checas. Al crío le apetecía comer unos spaguetti. Compramos tomate, unos yogures, galletas y zumo de naranja para desayunar y nos fuimos para el apartamento. Pero, para despedirnos de la ciudad, pasamos por la Plaza de la Ciudad Vieja e hicimos las últimas fotos. Eran las 20:00 horas de un espectacular sábado y, por ese motivo, las terrazas de los restaurantes acogían a mucha gente, pero, eso sí, guardando la famosa “distancia social”.
Panorámica de la Plaza de la Ciudad Vieja al atardecer.
La Plaza de Wenceslao.
Antes de que la luz del sol decayese por completo, subimos hasta la Plaza Wenceslao. Allí hicimos las últimas fotos de Praga. Es el centro de la Ciudad Nueva y es un lugar que ha presenciado muchos de los acontecimientos de la historia reciente de Praga y de la República Checa.
La plaza tiene forma rectangular y mide 750 metros de largo por 60 de ancho. Los edificios que la rodean son en su mayoría hoteles, restaurantes y tiendas de moda. Antiguamente el mercado de caballos fundado en 1348 se ubicaba en esta plaza. El edificio más famoso de la plaza es el Museo Nacional de Praga, edificio terminado en 1890.
El acontecimiento más importante que se ha dado cita en ella sucedió en noviembre de 1989, cuando una manifestación contra la brutalidad policial, dio inicio a la Revolución del Terciopelo y la caída del comunismo.
A la izquierda su parte alta, con la estatua ecuestre del rey y el Museo Nacional tras él. A la derecha su larga bajada hacia la Ciudad Vieja.
Por la mañana había que levantarse sobre las 05:30 horas para coger el autobús de las 07:00 camino de Varsovia así que, tras preparar la pasta, cenamos, descargué las fotos, recogimos todo y nos fuimos a descansar. La jornada, entre las caminatas y el calor que había hecho, fue muy intensa y estábamos bastante cansados. Praga quedaba atrás, mañana llegaríamos a la segunda escala, Varsovia, entrando así en Polonia.
Praga - Varsovia
El despertador sonó sin piedad, aunque yo ya estaba medio despierto… Me levanté, preparé el desayuno y llamé a mi hijo para que se fuese espabilando. A las 06:00 horas salimos por la puerta del apartamento.
Dejamos los 85 € para pagar la habitación encima de la mesa y la llave en la misma key-box donde la habíamos recogido y nos dirigimos hacia le parada del metro de Muzeum para ir hasta Florenc en la línea roja. A las 06:20 estábamos en la estación de autobuses. Miramos en la pantalla de salidas y…
¡Oh, oh! ¡Problema! Nuestro autobús no aparecía por ningún lado. Pregunté en información y la señora, muy atenta, por cierto, me dijo que ese bus se había cancelado. Nos remitió a las oficinas de Flixbus, que era la compañía con la que hacíamos todos los traslados. Estas no abrirían hasta las 08:00. Iosu empezó a impacientarse pero, sosegadamente, le hice entender que siempre hay una solución, lo que hay que tener es la cabeza fría.
El billete de Flixbus antes del cambio de horario.
Si, por la razón que fuese, hoy no había autobús para Varsovia y no teníamos tren u otro medio de transporte, reservaríamos una habitación en un hotel y al día siguiente seguiríamos ruta.
A la hora indicada abrieron las ventanillas de Flixbus. Una jovencita nos comunicó que efectivamente ese servicio se suspendió con antelación. Nos dijo que se nos había comunicado mediante un correo electrónico, pero yo no había recibido nada. Tal vez, con el trajín de movimientos, aeropuertos y demás el correo no había entrado… No sé.
Nos comunicó que había en bus que partía a las 13:20 h y llegaba a Varsovia a las 23:40. Perdíamos toda la tarde pero, por lo menos, manteníamos el planing de ruta intacto. Con el viaje solucionado y viendo que aún eran las 08:30 de la mañana, le dije a Iosu que volvíamos al apartamento. Las llaves seguirían en la key-box y podríamos meternos a descansar hasta las 11:00, hora en la que debíamos hacer el check-out. La mañana se estaba tornando triste y oscura y amenazaba con acabar lloviendo…
Efectivamente, las llaves estaban todavía en la caja. Las cogimos y entramos. Por una vez, me alegré del funcionamiento de ese sistema. El dinero de la habitación estaba aún sobre la mesa. A eso de las 10:00 horas llegó la propietaria. Claro, le habíamos dicho que marchábamos a las 06:00 de la mañana y venía para empezar a recoger. Salí y le pagué la estancia en persona. Por supuesto, nos dejó hasta las 11:00 que teníamos pagado. Ese rato de relajación nos vino muy bien después del stress de la mañana.
A las 11:00 dejamos el apartamento y nos encaminamos hacia la parada del metro. Antes de bajar al suburbano, frente a las escaleras de acceso, había un Starbucks. Teníamos tiempo de sobra así que paramos a tomar un par de cafés con algo dulce. Pedimos dos cappuccinos, una ración de tarta de manzana para mi y un brownie de chocolate para Iosu. Alargamos la consumición alrededor de una hora y, para entonces, ya había empezado a llover.
Cogimos el metro para Florenc a las 12:15. En la estación de autobuses compramos unos bocadillos para comer algo por el camino y esperamos a la hora de acercarnos al muelle número 18 desde donde partiría nuestro autobús. A las 13:05 llegó el bus número 488 de Flixbus, un vehículo nuevo con todo lujo de detalles.
Embarcamos y arrancó puntual. Ahora teníamos por delante 11 horas de viaje… Era cuestión de paciencia. Avisé al hotel que teníamos contratado, el Premiere Classe Warszawa, comunicando que, por problemas de transporte, llegaríamos sobre las 00:00 horas. Al cabo de un rato, me contestaron diciendo que la reserva se trasladaba al Hotel Campanile, sito junto al que teníamos reservado con antelación. El hotel era de la misma categoría pero, por motivos logísticos, nos trasladaban allí.
Plantaciones de alfalfa y cereales vestían de colores los campos de la República Checa.
Los típicos pueblitos, con su prominente iglesia y sus tejados rojos, ponían una pincelada de tonos rojizos sobre el verde predominante.
Sabido es que la paciencia tiene un límite y, esta vez, se sobrepasó con creces. El viaje a Varsovia, que había comenzado con problemas, acabó siendo una auténtica tortura. Casi 700 kms de trayecto que, al principio, transcurrieron por carreteras secundarias. Dejamos la República Checa por el paso de Náchod, una localidad situada sobre la frontera con Polonia, que daba inicio a un pequeño puerto de montaña. El autobús fue recogiendo gente por cantidad de pequeñas poblaciones diseminadas entre verdes valles y suaves montañas. Tras el puerto, parada en Polanica-Zdrój, primera localidad de Polonia. En una de esas paradas, subió un hombre con un chaval de unos 4 o 5 años que, a la larga, fueron un verdadero tormento. El niño, al fin y al cabo es un niño, pero el padre, un tío de unos 30 años, un verdadero “gilipollas”.
Campos de cereal en tierras polacas.
No se cayó ni un solo minuto en las 9 horas que compartimos de viaje. Nos tenía a todos desquiciados hasta el punto que, en un momento dado, una chica le llamó la atención. Le importó como se dice “un carajo” y siguió hablando con su cansina y estridente voz.
Finalmente, cansados, aburridos y desesperados, llegamos a Varsovia a las 00:10 horas del día 27 de julio. Habían sido 10 horas y 50 minutos de viaje. Cogimos un taxi que nos costó 50 zloty (unos 11 €) y, en apenas diez minutos estábamos en el hotel. Hicimos el check-in y subimos a la habitación. Una ducha calentita y a dormir. Estábamos destrozados y con ganas de estirar las piernas…
Pasada la localidad de Wroclaw el sol se puso en el horizonte.
La factura y la habitación del Campanile Hotel de Varsovia.
Varsovia
Sonó el reloj a las 07:00 horas. Estábamos en Polonia. Afortunadamente la cama del hotel era muy cómoda y pudimos descansar muy a gusto. La noche anterior habíamos dejado reservado el desayuno a las 07:45, así que, tras una ducha,
bajamos al restaurante del hotel a reponer fuerzas. El restaurante estaba muy tranquilo. Apenas media docena de personas nos acompañaban en un amplio y luminoso salón. Un opíparo desayuno con zumo de naranja, fruta, un sandwich con jamón cocido, queso, lechuga, tomate, huevo y pepino, más un café con leche y un trozo de bizcocho, nos dieron las fuerzas suficientes para arrancar el día con energías renovadas. Tras desayunar, subimos a lavarnos los dientes y coger las cámaras. Algo después de las 08:30 estábamos en marcha. La mañana estaba preciosa, limpia y soleada, aunque se anunciaban unas temperaturas de 27-28º C y la posibilidad de alguna tormenta de verano para mediodía.
El desayuno del Campanile Hotel.
Varsovia es la ciudad más grande de Polonia y la capital del país desde 1596. Es también la sede del presidente de la República, del Parlamento y del resto de las autoridades centrales. Cuenta con una población de 1.745.000 habitantes (en 2014), lo que la convierte en la séptima ciudad más poblada de la Unión Europea. La historia de la ciudad se remonta a finales del siglo XIII.
En ese momento era un pequeño pueblo de pescadores. En 1569, el rey Segismundo III transfirió su corte junto con la capital polaca de Cracovia a Varsovia. Llamada la «París del Norte», Varsovia fue considerada una de las ciudades más hermosas del mundo hasta la Segunda Guerra Mundial. Bombardeada al comienzo de la invasión alemana en 1939, la ciudad resistió. Las deportaciones de la población judía a los campos de concentración provocaron el Levantamiento de Varsovia entre agosto y octubre de 1944 llevó a su mayor devastación. Varsovia adquirió el nuevo título de «Ciudad Fénix» debido a su larga historia y reconstrucción completa después de la Segunda Guerra Mundial, que había dejado en ruinas más del 85 % de los edificios y la destrucción del gueto después de un mes de lucha.
Escudo de Varsovia.
El Centro histórico de Varsovia fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1980. Es la parte más antigua de la ciudad y también es la principal atracción turística con la Columna de Segismundo, la Barbacana y el Castillo Real.
Billetes y monedas polacas.
Lo primero fue dirigirnos, por cercanía, a la calle Zlota. En el número 62, en un patio de manzana que en realidad es un enorme jardín, se haya el único tramo del muro del ghetto de Varsovia que queda en pie. Es un trozo de pared de unos 6 metros de largo, 3 metros de alto y cerca de 2 metros de ancho. En él, unas placas con textos en hebreo e inglés y unas velas encendidas, mantienen viva la memoria de los miles de víctimas de esta ciudad durante los años de ocupación nazi. En realidad, parte de las paredes que configuran el acceso a ese espacio, también formaron, en su día, parte del muro del guetto. Bajo el arco de entrada al patio se pueden ver, aún, los rojizos ladrillos que se utilizaron para levantar el muro que dividía la ciudad. Hicimos unas fotos y, tras unos minutos de reflexión en los que la mente se me fue, inconscientemente, a algunas de las escenas de la película El Pianista, imaginé el sufrimiento de tanta gente de todas las edades en aquellos años de violencia y exterminio.
En el número 62 de la calle Zlota, girando a la derecha, se haya el tramo de muro del ghetto que queda en pie.
El muro del ghetto desde la calle Juan Pablo II.
Tras esta primera visita en la capital de Polonia, nos dirigimos hacia la parada del metro de la línea roja que teníamos más cercana. En un principio, cuando organizaba el viaje, reservé un free-tour para esta mañana por el casco antiguo de Varsovia de la mano de Civitatis que, como todos sabéis, es un operador web que aglutina o centraliza las búsquedas de eventos como estos. Unos días antes de iniciar el viaje recibí un email diciéndome que ese tour quedaba cancelado. Sin embargo, la tarde-noche del día 26, recibí otro correo de la mano de la agencia Walkative-Warsav, que es quien organiza y gestiona esos tours. En ese correo, nos citaban a las 10:30 horas en la Stare Miastro… Así qué, como os decía, cogimos el metro en la parada Swietokrzyska ( línea roja ) y nos dirigimos a Dworzec Wilenski en el barrio de Praga para, desde allí, cruzar el puente Slasko-Dabrowski sobre el río Vístula y plantarnos bajo la columna de Segismundo.
El Palacio de la Cultura y la Ciencia, llamado "La Giralda de Varsovia".
Billete del metro de Varsovia.
La Stare Miastro de Varsovia, con el Palacio Real a la izquierda, desde el puente Slasko-Dabrowski.
Efectivamente, allí, bajo un paraguas amarillo, esperaba la guía junto a algunas personas más. Nos presentamos; la chica se llamaba Ania y, tras aclarar el mal entendido con Civitatis, esperamos a que se acabase de conformar el grupo. Madrid, Barcelona, Mallorca, Ciudad Real, Sevilla, Cali (Colombia), Mar del Plata (Argentina), Puebla (México) y nosotros, los vascos, conformábamos un conjunto de lo más pintoresco. Mientras terminaba de completarse el grupo, Ania, nos contó que había estudiado Filología Hispana en la Universidad de Varsovia. Había estado en Colombia, México y España y conocía San Sebastián, una ciudad que catalogó como “preciosa”. Luego, una vez todos reunidos, allí mismo, bajo la columna de Segismundo, nos empezó a hablar de Varsovia, sus orígenes y su historia.
La plaza de la Stare Miastro.
La estatua de Segismundo III.
El exterior y la plaza interior del Palacio Real.
De allí pasamos al interior del Palacio Real. Nos explicó sus distintos estilos arquitectónicos, todo reconstruido fielmente tras la Segunda Guerra Mundial ya que, Varsovia, fue reducida a cenizas en 1944. Luego nos explicaría el porqué de tanto ensañamiento.
Después nos adentramos por las calles de la Stare Miastro. Fuimos a ver la Catedral de estilo gótico-báltico, un gótico muy pintoresco que proviene de las regiones del norte. Su fachada es muy austera, pero, su puerta, tiene grabada en varios relieves la “mutación” de la famosa sirena de Varsovia, símbolo del escudo de la ciudad.
Como podemos ver en la puerta de la Catedral, la sirena, en un principio, parecía más una de nuestras lamiak que una sirena en sí. Sus patas de ganso, su cuerpo de mujer…
Luego, con los años, se ha ido estilizando más y, en la actualidad, su imagen cumple todos los cánones de una sirena tal como la teneos idealizada. Eso sí, un par de elementos no han cambiado con el paso de los siglos: el escudo y la espada, ambos se han mantenido en todas las formas del mítico ser.
Algunas de las "mutaciones" de la sirena.
Adentrándonos por la Stare Miastro.
La puerta de la Catedral de Varsovia.
En la parte trasera de la catedral hay una plaza donde, en una de sus manzanas, encontramos una de las fachadas más estrecha del mundo, con apenas 1m de anchura. En su día se pagaban los impuestos por los metros de fachada que daban a la calle principal. Seguidamente, fuimos hasta la orilla del Vístula, a escasos 50 metros de donde estábamos, en lo que ahora llaman la zona de los enamorados pero que, en su día, fue el antiguo basurero de la ciudad.
Allí, mirando al Vístula, nos habló de la sirena;
Cuenta la leyenda…
…Que, en el Mar Báltico, vivían dos sirenas hermanas. Una de ellas, sosegada y conformista se quedó en aguas de Copenhague donde, todavía hoy, podemos ver su estatua. La otra, curiosa e inquieta, se adentró aguas arriba por el río Vístula. Llegó hasta los meandros de la ciudad de Varsovia y se dedicó a vaciar las redes de los pescadores, liberando a los peces que estos capturaban. Los pescadores, cansados de volver con las manos vacías, decidieron apresar a la sirena. Pero esta, con su mítico canto, los hipnotizó envolviéndolos en un dulce susurro. Así pasó el tiempo…
Pero, un día, un pescador sordo que llegó a la ciudad, inmune al hechizo del canto, consiguió capturarla. La sirena, prisionera en una jaula de mimbre en las ciénagas del Vístula, iba muriendo de pena día tras día. Su canto se tornó triste y melancólico y los pescadores languidecían con ella, hasta que, en un acto de amor, la liberaron. La sirena les prometió qué nunca más soltaría sus capturas y protegería las aguas del río con su vida. Fue así como la famosa sirena se convirtió en la protectora de la ciudad de Varsovia y, desde el siglo XVII, representante de su escudo de armas.
Justo en la esquina podemos ver la fachada estrecha.
Tras contarnos la leyenda en aquél mirador junto al río, nos dirigimos a la Plaza del Mercado o Rynek Satrego Miastra. Allí está ubicada la estatua de dicha sirena, bueno, una réplica de la original que, según nos dijo Ania, se encuentra en el Museo Histórico de Varsovia.
La plaza, como todo Varsovia, es una fiel réplica de la que existió hasta los bombardeos nazis de 1944. Fue reconstruida siguiendo unos grabados realizados por un pintor años antes de la Segunda Guerra Mundial. Cada fachada indicaba la profesión de sus propietarios mediante retratos de sus dueños y dibujos de sus medios de trabajo. La fachada del boticario llevaba asociado el símbolo de la farmacia; el comerciante con especias; el zapatero, el médico, el albañil… Muchas de estas casas, en la actualidad, son propiedad del Museo Histórico de Varsovia y están incluidas en su patrimonio cultural protegido.
La sirena de Varsovia.
Una fachada de la Plaza Rynek.
La Plaza Rynek ó Plaza del Mercado. En ella encontramos a la famosa sirena.
Los detalles antes mencionados de las fachadas de las casas de la Plaza del Mercado.
Lateral de la Plaza Rynek, calle con faroles y la estatua de Wars y Sawa.
Desde la Plaza del Mercado bajamos por unas calles llenas de faroles y flores y nos encontramos con la estatua de los personajes que "dieron nombre" a la ciudad. El nombre Warszawa viene del posesivo del nombre Warsz, es decir, Warszewa o Warszowa. Allí, Ania nos contó que, según la etimología popular, el nombre viene de un pescador pobre llamado Wars y su mujer, una sirena llamada Sawa.
Desde la estatua de Warszawa pusimos rumbo a la Barbacana de Varsovia. Este elemento arquitectónico, la barbacana, es una construcción en forma de arco prácticamente inexpugnable que fuimos encontrando en casi todas las ciudades que visitamos.
Esta, la de Varsovia, se ubica en el punto divisorio entre el Barrio Antiguo (Stare Miasto) y el Barrio Nuevo (Nowe Miasto). Se erigió entre 1540-1548 y sustituyó a una puerta más antigua para proteger la calle Nowomiejska. La diseñó Jan Baptist el Veneciano, un arquitecto italiano del Renacimiento.
Este elemento fue clave en el rediseño de las murallas del siglo XIV. Por aquel entonces, las estructuras defensivas habían caído en mal estado. La barbacana tenía la forma de un semicírculo de tres niveles, como un bastión tripulado por fusileros. Tenía 14 metros de ancho y 15 metros de altura desde el fondo de la fosa, que rodeaba las murallas de la ciudad.
Se utilizó en la defensa de la ciudad sólo una vez, durante la invasión sueca de Polonia, el 30 de junio 1656. Entonces la ciudad tuvo que ser reconquistada a los suecos por el rey polaco Jan Kazimierz. Es decir, los únicos que asaltaron la Barbacana fueron los propios varsovianos.
En el siglo XVIII, la barbacana se desmanteló parcialmente pues su valor defensivo era insignificante. La ciudad se benefició de una puerta grande que facilitaba el movimiento de personas y mercancías dentro y fuera de la ciudad. En el siglo XIX sus restos se incorporaron en la nueva construcción de apartamentos. Durante la Segunda Guerra Mundial, en particular durante el Asedio de Varsovia de 1939 y el Levantamiento de Varsovia de 1944, la barbacana se destruyó en gran parte, al igual que muchos de los edificios de la Ciudad Vieja. Se reconstruyó después de la guerra, durante 1952-1954, sobre la base del siglo XVII.
La Barbacana de Varsovia separa el casco antiguo (Stare Miastro) de la nueva ciudad vieja (Nowe Miastro).
Justo donde comienza la Nowe Miastro -"la nueva ciudad vieja", como la llaman l@s varsovian@s-, se ubica la casa natal de Maria Salomea Sklodowska, más conocida como Marie Curie. Actualmente es un museo donde se relata su obra y su brillante trayectoria. Como podéis imaginar, una mujer tan importante tiene mucho que contar así que, si queréis saber más os dejo un enlace.
La casa natal y actual museo de Marie Curie.
Este monumento denominado en polaco Pomnik Powstania Warszawskiego, está dedicado a los combatientes que perdieron la vida durante el Alzamiento de Varsovia de 1944. Diseñado por Jacek Budyn y esculpido por Wincenty Kućma, está ubicado al sur de la Plaza Krasiński.
Está dividido en dos secciones:
* La primera está compuesta por cuatro figuras, tres soldados y un sacerdote. Además, uno de los soldados está saliendo de una alcantarilla, ya que, durante la Segunda Guerra Mundial la mayor parte de los miembros de la Armia Krajowa y de la resistencia polaca se desplazaban a través del sistema de alcantarillado de la ciudad.
* La segunda sección es la más grande y agrupa a un mayor número de figuras. Muestra a siete soldados participando en combate, huyendo de un edificio a punto de derrumbarse.
Desde allí, transitando por unas calles adoquinadas, llegamos al punto final del tour; el Monumento a los Héroes del Levantamiento de Varsovia. En aquella plaza cargada de simbolismo, Ania, nos contó como el pueblo, cansado de la humillación, del hambre y la represión, se organizó para sublevarse contra los nazis. Un “ejercito” de partisanos, de gente enferma, débil, hambrienta, sin armas y sin experiencia militar, alentado por el ansia de libertad, se lanzó desesperadamente contra las ordenadas y bien pertrechadas fuerzas alemanas, sucumbiendo inevitablemente a la maquinaria de guerra del ejercito germano. Fue en ese momento, tras doblegar a los sublevados, cuando las fuerzas del III Reich decidieron tomar represalias.
La orden fue tajante:
BORRAR LA CIUDAD DE VARSOVIA DE LA FAZ DE LA TIERRA
El monumento al alzamiento de Varsovia de 1944.
La diezmada y extenuada población de Varsovia casi fue aniquilada por completo, pero, cuando ya se daba todo por perdido, llegaron las tropas del Ejército Rojo. Entraron en la ciudad, como en otras muchas de Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Ucrania, etc. y… ¡¡¡ Se quedaron allí durante 50 años !!! Es por eso que los polacos no les tienen mucha simpatía a los rusos.
Imágenes de Varsovia tras los bombardeos de 1944.
Allí terminó el free-tour que magistralmente nos ofreció Ania. Gracias por tan apasionante lección de historia. Le dimos 100 zloty ( unos 20 € ) y le pedimos indicaciones para ir al Cementerio Judío. Nos ayudó a sacar un billete que nos serviría para toda la jornada, tanto en el bus como tranvía y metro. Por 15 zloty ( 3,5 € ) para mí y la mitad para mi hijo, nos pudimos mover sin preocupación por toda la ciudad.
Iosu, mi hijo, que había aguantado estoicamente todo el tour, poniendo interés y escuchando toda la información que Ania iba desgranando, se me plantó diciendo que estaba cansado de andar. Pude convencerle para ir hasta el Cementerio Judío prometiéndole que, luego, iríamos a comer y descansar un poco. Cogimos el bus 180. Tras unos minutos nos dejó en la misma puerta de entrada al cementerio. Las pegas iniciales se disiparon. El ambiente, lo nuevo de la situación, la carga lúgubre de los encuadres y descubrir que el blanco/negro iba en aquella situación como anillo al dedo, desencadenó en mi hijo una frenética actividad fotográfica en tan singular y macabro escenario.
Una de las calles del inmenso Cementerio Judío de Varsovia.
Distintas tomas de la infinidad de lápidas que recuerdan a las víctimas.
Las paredes exteriores del cementerio fueron, en su día, parte de las paredes del ghetto. Anduvimos entre las calles repletas de lápidas con textos hebreos y estrellas de David que ponían el bello de punta. Pero, para mí, el momento más escalofriante fue cuando encontré el monumento a los niñ@s muert@s en la ciudad en tiempos de la ocupación...
Era una pared de ladrillo cara-vista que envolvía un pequeño “altar” hecho con la acumulación de pequeñas piedras. Allí, inalterables al paso del tiempo, las caras alegres e inocentes de unos niños que convivieron hasta su último aliento, con el hambre, el dolor y la muerte, quedaron atrapadas eternamente en esos diminutos trozos de papel.
El monumento a l@s niñ@s muert@s en el ghetto.
Frente a este austero pero emotivo monumento, se me hizo un enorme nudo en la garganta. Me quedé paralizado y, tras leer este poema -el mejor ejemplo de lo que ellos sufrieron- inmóvil y en silencio… Interiormente lloré.
La pequeña Smuggler
A través de un agujero, a través de una grieta o una hendidura,
hambrienta pero obstinada, astuta y veloz como un gato,
arriesgo mi joven vida.
Y si el destino se vuelve contra mí, en ese juego de la vida y el pan,
no llores por mí, madre, no llores.
¿No estamos todos destinados a morir?
Sólo una preocupación me acosa en la agonía…
¿Quien te cuidará mañana?
¿Quién te traerá, madre, una rebanada de pan?
Distintas partes de la composición del monumento en memoria de l@s nin@s judí@s muert@s por la barbarie nazi entre 1939 y 1945.
Con los versos de ese poema, resonando aún en mi cabeza, nos encaminamos en busca del bus 180 para volver al centro de la ciudad. Quería subir a la terraza del Palacio de Cultura y Ciencia, Pałac Kultury i Nauki y abreviado como PKiN en polaco, es el edificio más alto de la ciudad, de Polonia y el 7º de la Unión Europea con 237 metros de altura y se utiliza como centro de exposiciones y complejo de oficinas.
Originalmente fue conocido como el Palacio de Iósif Stalin de Cultura y Ciencia, para más tarde, en la desestalinización quitarle ese nombre. La construcción comenzó en 1952 y fue acabada en 1955. Un "regalo" de la URSS a Polonia. Trabajaron en ella 3500 personas, de las cuales 16 fallecieron en tareas de construcción. La arquitectura del edificio está muy ligada a otros rascacielos construidos en la URSS durante la misma época, en especial con la Universidad de Moscú. Sin embargo, el arquitecto principal, Lev Rúdnev, incorporó algunos detalles arquitectónicos, fruto de ir viajando por toda Polonia y observar su arquitectura. Las paredes monumentales están encabezadas con pedazos de mampostería copiados de casas renacentistas y palacios de Cracovia y Zamość.
El edificio fue polémico desde sus inicios. Algunos polacos odiaban el edificio, por ser un símbolo de los soviéticos, incluso llegando a proponer su derribo para construir un parque con un estanque. Actualmente su carga negativa ha disminuido, siendo proclamado símbolo de Varsovia y patrimonio nacional polaco.
Tenía las entradas sacadas on-line para subir al piso número 30 donde una enorme terraza ofrece una visión de 360º. El precio, 20 zloty por persona ( unos 4,50 € ). Antes, de camino a ese edificio de la época soviética, paramos a comer en un Mac Donald´s que es lo que le apetecía a Iosu.
El edificio del PKiN.
El ticket de entrada al PKiN.
Una gran hamburguesa con patatas fritas para el crío y una ensalada para mí. Después, con el estómago lleno y otra alegría en el cuerpo, fue más fácil convencer a Iosu para subir a la terraza del edificio que los lugareños llaman “la Giralda de Varsovia”.
Aquél enorme edificio estaba repleto de puertas. Encontrar el acceso a la terraza fue una odisea. Tenía en mente otra imagen de lo que íbamos a encontrarnos, pero, sinceramente, las vistas desde ese punto no eran tan espectaculares como yo esperaba. El ángulo de visión estaba limitado por unos huecos en forma de ventanales que recortaban a secciones de 90º la vista anunciada de 360º.
Tras una vuelta por toda la superficie, decidimos bajar e ir al hotel a descansar un rato. Frente al edificio en cuestión cogimos un tren que en siete minutos nos dejó junto al hotel. Al poco de llegar, el cielo empezó a tronar y se desató una fuerte tormenta de verano.
Las vistas desde el piso número 30 del PKiN.
¡! Uuuuuf… Menuda escapada ¡!
La gente corría calle arriba y calle abajo intentando refugiarse de la lluvia. En apenas unos minutos unos enormes charcos inundaban las carreteras, provocando que los coches salpicaran a las personas que corrían por las aceras.
Como se suele decir, tras la tempestad viene la calma, así que, cuando la tormenta amainó, además de calma dejo una tarde más fresca, sofocando el tremendo calor que habíamos padecido durante toda la jornada. Sobre las 19:00 horas salimos a dar el último paseo por Varsovia. Cogimos el metro en Rondo Daszynskiego y fuimos nuevamente hasta la parada de Dworzec Wilenski en el barrio de Praga.
El barrio de Praga es lo único original que perdura en la ciudad de antes de la II Guerra Mundial. En estas calles, que las guías turísticas tachan de "peligrosas" por ser un barrio "marginado", es donde se rodaron muchas de las escenas de la película "El pianista". Las "cicatrices" de la guerra son visibles en sus sombrías fachadas de ladrillo.
Símbolos judíos en las entradas de los portales y agujeros de bala en sus paredes, hacen que el recuerdo de la barbarie siga latente en Varsovia.
Las cicatrices de la guerra se dejan ver, aún hoy, en las fachadas de algunos edificios.
La catedral ortodoxa de María Magdalena.
La catedral cristiana de San Florián.
Volvimos hacia el puente que cruza el río Vístula. De camino nos encontramos con la Catedral Metropolitana de María Magdalena. Se inauguró en 1869 atendiendo las necesidades de una creciente comunidad de rusos que se establecieron en el área del actual barrio de Praga. Es la principal iglesia ortodoxa polaca.
Luego, antes de cruzar el río vimos la Catedral de San Florián, de culto cristiano, que se construyó entre 1897-1904 para protestar contra la iglesia ortodoxa de la Magdalena.
Finalmente llegamos al puente y desde allí fotografiamos la sky-line con el Palacio Real justo cuando dominaba en el horizonte la hora azul. Tras una buena tirada de fotos pusimos rumbo a la Stare Miastro. Dimos una vuelta y compramos unos sándwiches para cenar. Posteriormente, en la llamada Calle Real, cogimos el bus 128 que en unos pocos minutos nos dejó junto al hotel. La visita a Varsovia llegaba a su fin. Mañana partiríamos hacia el siguiente destino: Cracovia.
Teníamos que cenar, descargar las fotos, hacer las maletas y dejar todo recogido. Esa tarde perdida por la cancelación del bus nos privó de la visita a los Jardines del Parque Lazienki con el Palacio Belwederski y el monumento a Chopin... ¡¡ Lástima !!
La Stare Miastro en la hora azul.
Varsovia - Cracovia
Sonó el despertador a las 07:15 horas. Amaneció otro día espectacular . Como teníamos todo recogido, nos aseamos y bajamos a desayunar.
Repetimos el desayuno del día anterior y, tras cargar pilas, subimos a la habitación, nos lavamos los dientes y cogimos el equipaje. Tras el check-out, fuimos a la estación de tren de Warsava Ochota y cogimos el R2 que, en apenas cinco minutos, nos dejó en la estación de Warsava Ztatolyna – West Station. Pagamos 3,40 zloty mi billete y la mitad para Iosu por ser menor de 16 años. En total 1,15 € el trayecto. A las 08:30 horas estábamos en la estación de autobuses. En información nos dijeron que nuestro autobús se situaría en el andén nº 11. Esta vez no hubo problemas con las reservas y a las 09:00 horas, arrancamos con dirección Cracovia. Por delante 290 Kms.
Plantaciones de cereal nos acompañaron hasta Cracovia.
El viaje fue más ameno que el de Praga a Varsovia. Tierras llanas, mayormente sembradas de cereal, nos iban acompañando en nuestro viaje hacia el sur. A las 13:25 horas estábamos entrando en la estación de Cracovia. Hacía calor, el teléfono móvil marcaba 30º C, pero la sensación térmica era de casi 40º. Como la víspera, estaban anunciadas tormentas para las últimas horas del día. Esperaba que fuesen nocturnas y nos dejasen exprimir la tarde a tope.
Teníamos reserva en 2Nights Apartments, un edificio situado a 4 minutos a pie de la estación de autobuses, junto a un supermercado y a escasos 10 minutos del casco antiguo. Ideal.
El billete de Flixbus destino a Cracovia.
Hicimos el check-in y subimos a la segunda planta del edificio, apartamento número 15. Para nosotros dos era más que suficiente. Una gran habitación en la que encontramos una cocina bien equipada pero a falta de un micro-ondas. Una cama de matrimonio, una mesa para comer con dos sillas y un gran armario para la ropa. La misma habitación daba acceso a un balcón de 1m de ancho y 2 de largo. Luego, otra estancia con un amplio cuarto de baño, cómodo y funcional. Todo bastante nuevo...
Cracovia es una de las ciudades más grandes, antiguas e importantes del país. Situada en las márgenes del río Vístula, tiene una población de 766.000 habitantes, lo que la convierte en la segunda ciudad más poblada de Polonia. Tradicionalmente ha sido uno de los centros económicos, científicos, culturales y artísticos del país. Durante gran parte de la historia polaca fue la capital. Por eso, para muchos ciudadanos, todavía es el corazón de Polonia. Actualmente, Cracovia es un centro muy importante del turismo local e internacional, con más de ocho millones de turistas al año. Milagrosamente fue una de las pocas ciudades que se libró de la destrucción tras la II Guerra Mundial, por ello, el centro histórico de Cracovia fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.
El nombre de Cracovia deriva de Krakus (Krak, Grakch), el legendario fundador de la ciudad y gobernante de la tribu de los lechitas. En polaco, Kraków es una forma posesiva arcaica de Krak y, esencialmente, significa "la ciudad de Krak". La primera mención al Príncipe Krakus (entonces escrito Grakch) data de 1190, aunque la ciudad existía ya en el siglo VII, habitada por la tribu de los vistulanos.
Teníamos tres días y medio para disfrutar de la ciudad y de las salidas programadas. Entre ellas estaba el campo de Auschwitz y las minas de sal de Wielizcka.
Escudo de Cracovia.
Pero, antes de nada, esa misma tarde, a las 15:40, teníamos la entrada para visitar el museo Museo Czartoryski, donde, entre otras maravillas, cuelga el famoso cuadro de Leonardo da Vinci, La Dama del Armiño.
Bajé para comprar algo de comida. Junto al apartamento, encontré una pizzería y me llevé una margarita para la habitación. La pizza de 8 raciones, más dos refrescos me costaron 34,80 zloty, es decir, apenas 8 €. Después de comer, todavía me dio tiempo para hacer una colada con la ropa sucia de los días anteriores. Luego, sobre las 15:10, salimos en dirección al Museo Czartoryski, situado junto a la Puerta de San Florián, en pleno corazón de Cracovia.
El ticket de entrada al Museo Czartoryski.
La torre de la Puerta de San Florián.
Llegamos con margen a la puerta de San Florián. Todavía, antes de entrar al museo, pudimos hacer unas fotos en la plaza. La entrada principal estaba en la calle Swietego Jana. A la hora convenida entramos. Pasamos el control de seguridad ataviados con nuestras mascarillas y, tras hacernos dejar la mochila en una caja de seguridad, iniciamos la visita cámaras al cuello.
Vimos las colecciones de arte chino y griego, objetos históricos de los nobles polacos como vestimentas, espadas, pendones y banderas. Cuadros que relataban las guerras acaecidas en la nación y finalmente, entre otras muchas, las dos obras maestras que allí atesoran; Paisaje con el buen samaritano, de Rembrandt y la antes citada Dama del Armiño del maestro de maestros, Leonardo da Vinci. El precio 35 zloty ( 8 € ).
La visita fue muy gratificante. Me alegra mucho que mi hijo, con tan sólo 13 años, disfrute de los museos con esa alegría y esa curiosidad. El museo cierra sus puertas a las 17:00 horas, pero creo que salimos algo más tarde…
Bueno, fuera como fuese, desde el museo volvimos al apartamento para hacer algo de compra ( leche, galletas y zumo para los desayunos, algo para beber y alguna reserva para comer, un poco de fruta )...
La famosa "Dama del Armiño" del maestro Leonardo da Vinci (1490).
Sobre las 18:30, salimos en dirección al casco antiguo y nos acercamos hasta la Plaza Rynek, la plaza del mercado. Allí reinaba muy buen ambiente. La tarde estaba calurosa, nos comimos un helado sentados en un banco de la plaza viendo el ir y venir de las personas y disfrutando de la preciosidad del paisaje y, cómo no, hicimos unas cuantas fotos.
El bullicio de la gente, el resonar de los cascos de los caballos que tiraban de las calesas, las campanas y la melodía inacabada de la trompeta que, desde la torre de la basílica, suena eternamente cada hora, componían la banda sonora de aquel precioso y amplio espacio. Disfruté mucho, mi hijo estaba gozando y yo con él.
Recorrimos la plaza y sus inmediaciones, tomando contacto con la ciudad a la espera del free-tour programado para el día siguiente.
La Barbacana de Cracovia.
La Plaza Rynek con sus calesas y la Lonja de Paños al fondo.
La Torre del antiguo Ayuntamiento en la Plaza Rynek.
La Basílica de Santa María.
Paseando por la arcada de la Lonja de Paños.
El sol empezó a esconderse tras los edificios de la Plaza Rynek. La luz cambiaba y la fisonomía de la plaza cambiaba con ella. Decidimos bajar hasta el Castillo de Wawel. Era adelantar un poco las visitas del día siguiente, pero estaba ansioso por tener una primera toma de contacto para ir viendo localizaciones y distintos puntos para hacer mis fotos.
El sol ya se había escondido y decidimos esperar hasta que la hora azul dominase en el cielo. Dimos una vuelta buscando un ángulo que nos mostrase mejor el castillo pero, con el crío ya cansado, era difícil andar mucho más para adelante y para atrás.
La iglesia de San Andrés en la calle Grodzka.
Una primera toma del Castillo de Wawel en la hora azul.
A las 21:30 pusimos rumbo al apartamento. De regreso fuimos viendo los monumentos con la luz de la noche. Las farolas "vestían" de distinta manera las fachadas de los edificios y aprovechamos para hacer algunas fotos.
La Torre del Ayuntamiento, la Lonja de Paños, la Basílica, las calesas, la Puerta de San Florián... todo se veía de otra manera.
Iosu se acercó hasta un mimo que se encontraba junto a la Barbacana y empatizó con él.
Poco a poco nos fuimos acercando a la tienda donde habíamos estado antes. Iosu me dijo que había visto unas bandejas de nugets de pollo y quería comprar una para cenar. Luego, en el apartamento, mientras yo descargaba las fotos, recogía la ropa seca y lavaba alguna prenda más, él preparó la cena. Hizo una ensalada de pasta y el pollo. Cenamos tranquilamente.
Sobre las 22:30 horas empezó a diluviar. Descargó una fuerte tormenta con carga eléctrica y todo. Recogí la cocina, repasé y cargué las baterías de las cámaras y finalmente me acosté a escribir este diario. El día había sido muy intenso. Una nueva ciudad, Cracovia, me había dejado muy buenas sensaciones. El día siguiente estaba cargado de actividades, así que, apagamos las luces e intentamos descansar.
Cracovia
Había puesto el reloj a las 07:30 horas para andar con tiempo. Me levanté, el sol, que desde las 04:30 horas ya empezaba a iluminar la mañana, venía con intención de proporcionar otro caluroso día. No quedaba rastro de la tormenta de la noche anterior, incluso la última ropa que tendí, empapada tras la lluvia, se había secado por completo.
Preparé el desayuno y llamé a mi hijo. Teníamos un día muy ajetreado. Por un lado, debíamos estar a las 10:00 horas en la Plaza de la Cruz de Katryn, junto al Castillo de Wawel, ya que tenía reservado un free-tour por el casco antiguo de la ciudad. Después, a las 14:30 tenía contratado un tour por el ghetto de Cracovia con visita a la fábrica de Oskar Schlinder. ¡¡ A tope !!
Desayunamos y salimos con tiempo de sobra. Llegamos al punto de encuentro y enseguida aparecieron dos chicos jóvenes con unos paraguas de color verde. Eran ellos, los de “Hola Cracovia”. Nos presentamos. Ellos eran Roberto y Jairo, paraguayo y colombiano respectivamente. Repasaron la lista de reservas y allí estábamos. Poco a poco se fue sumando gente hasta completar un grupo de unas 20 personas, la mayoría españoles, pero también había sudamericanos. Al final el tour lo haría Roberto. Tras los minutos de rigor, para posibles rezagados, arrancamos camino de la salida de la cueva del Dragón de Wawel. Allí, Roberto, nos contó la historia de la ciudad y la leyenda del mítico animal.
La Plaza de la Cruz de Katryn junto al Castillo de Wawel.
Cuenta la leyenda…
… Que bajo el Castillo de Wawel, en la cueva que todavía hoy podemos ver, existió un dragón que protegía al príncipe Krakus. Este, el príncipe, buscaba un hombre valiente para desposar a su hija y tener así la ansiada descendencia. Puso como prueba de fidelidad, valentía y fortaleza que el que le entregara la cabeza del dragón se casaría con ella.
Pero los caballeros de Krakov, iban sucumbiendo, uno tras otro, ante las temibles fauces del dragón. Nadie lograba salir con vida de la cueva.
Un día, un humilde hombre, zapatero de profesión, pidió permiso para enfrentarse al dragón. Tras las risas de la nobleza y la curiosidad del príncipe, le fue concedida su oportunidad. El zapatero, astuto como un zorro, llenó un saco de azufre y lo forró con piel de cordero, dejándolo en la entrada de la cueva. El dragón, hambriento, salió y de un bocado se lo tragó. Cuando el azufre llegó a su estómago y empezó a causar ardores, el dragón salió hasta el río Vístula y se hartó de beber agua. Al cabo de unas horas su estómago reventó y el zapatero le cortó la cabeza para llevársela a su príncipe y reclamar la mano de la princesa.
El dragón de la Cueva de Wawel expulsando fuego.
Tras ponernos en situación y adentrados un poco en la historia de la ciudad bordeamos, por su cara oeste, el Castillo de Wawel. El Castillo de Wawel y la colina homónima constituyen el lugar histórico y cultural más importante de Polonia. Durante siglos fue la residencia de los reyes polacos y símbolo de su estado. Fue construido a instancias de Casimiro III -el Grande-, quien reinó en Polonia entre 1333 y 1370.
El edificio comprende fragmentos románicos e importantes elementos góticos. Su aspecto actual data principalmente del periodo entre 1504-1535, fecha que comprende tanto el reinado de Alejandro Jagellón (1501-1506), como el de Segismundo I -el Viejo- (1506-1548).
El Castillo de Wawel.
Estos tours te sitúan en la ciudad y raramente entran en los monumentos o edificios que visitan. Tras hablarnos de la historia del castillo nos encaminamos al edificio de la Universidad Jaguelónica de Cracovia. Fue fundada en 1364 por el rey Casimiro III -el Grande- con el nombre de Academia de Cracovia, nombre que perduró durante siglos. En 1817 fue renombrada a su actual denominación (Uniwersytet Jagielloński) para conmemorar a la dinastía de los Jagellón, cuyo primer rey fue Jogaila, Gran duque de Lituania. Es una de las mayores universidades europeas. En ella estudiaron, por ejemplo, el astrónomo Nicolás Copérnico y Juan Pablo II.
Habían pasado ya las 11:00 horas y hasta las 13:00 no volverían a salir los muñecos de su reloj. El patio, cuadrado, con una fuente en medio y rodeado de un bello claustro, es una verdadera obra de arte. Precioso.
Tras la visita al edificio de la Universidad nos encaminamos a la Iglesia de San Pedro y San Pablo en la Plaza de la Virgen María. Se caracteriza porque en su entrada están las imágenes de los apóstoles. Bueno, todos menos Judas que fue sustituido por la Virgen María -de ahí su nombre-. Tras esta visita hicimos una pausa en un bar. Nos dijeron que era para tomar algo e ir al servicio, pero, en realidad, estaba programada para captar clientes para otros tours de pago como Auschwitz, Wielizcka, el barrio judío con el ghetto o la fábrica de Schlinder...
Bueno, el caso es que, esa pausa nos vino muy bien.
El patio de la Universidad de Cracovia.
Tras la parada fuimos a la Plaza Rynek. Pero, antes, en la calle Grodzka nos enseñó uno de los “bares de leche” que quedan en la ciudad. En la plaza visitamos la Lonja de Paños, vimos la Basílica de Santa María y a las 12:00 horas escuchamos nuevamente el toque de trompeta.
Cuenta la leyenda…
… Que allá por el año 1241 llegaron a las puertas de Cracovia los tártaros. Al ver a los invasores, el vigía de la iglesia de Santa María empezó con el toque de trompeta. De este modo, consiguió avisar a sus ciudadanos del peligro. Pero, un soldado tártaro, que se había infiltrado en la ciudad, disparó desde un tejado cercano una flecha contra el vigía y, en mitad de una nota, atravesó su garganta y el trompetista murió. Por esta razón, el hejnał se corta de forma tan repentina, justo en el mismo momento que dejó de tocarlo el vigía.
Inicialmente, solo se tocaba al amanecer y al atardecer, para avisar sobre la hora de la apertura y cierre de las puertas de la ciudad. Más tarde, desde el siglo XVI, empezó a tocarse cada hora. La melodía del toque de trompeta, se convirtió en un símbolo musical de Cracovia y, aún hoy, se toca a los cuatro vientos cada hora en punto, conmemorando aquella inacabada melodía.
El trompetero de la torre.
( Foto de Internet )
Desde la Edad Media, a lo largo de toda la jornada, fuera de noche o de día, había en la torre más alta de la iglesia de Santa María un vigilante que advertía de incendios, de enemigos que se acercaban a la ciudad y de otros peligros. Una de las responsabilidades del vigilante era hacer sonar el toque de trompeta llamado hejnal.
Vimos la Torre del Ayuntamiento y la Iglesia de San Adalberto, la única de estilo románico de Cracovia. Desde allí nos dirigimos, por la calle Florianska, a la Puerta de San Florián y acabamos el tour en la Barbacana.
La Plaza Rynek.
La Torre del Ayuntamiento.
La iglesia románica de San Adalberto (s. XI).
Roberto nos dejó una dirección de correo electrónico para cualquier consulta que quisiéramos hacer y, poco a poco, nos fuimos despidiendo de la gente. Le dimos 100 zloty como en todos los free-tours y nos encaminamos a comer al “bar de leche” que nos había enseñado con anterioridad.
Llegamos alrededor de las 13:00 horas. No había mucha gente. Pedimos unos pieroggi, los típicos raviolis que había que probar, sí o sí. También pedimos una sopa de tomate, esa que, antaño, servían dentro de una hogaza de pan. Ahora la sirven en un cuenco. Yo pedí un poco de ensalada, la típica de centro Europa, con berza, zanahoria y remolacha y el crío pidió una chuleta de cerdo. Finalmente, de postre, pedimos una ración de crema de queso. Estaba todo riquísimo, en especial me gustó la sopa de tomate (en honor a la verdad, hay que decir que yo soy bastante sopero). Tenía unos granos de arroz y un punto de picante… ¡! Buenísima ¡!
Los pieroggi estaban buenos, pero después de haberlos comido en China, con esa masa finísima y magistralmente hervida, es difícil superarlos. Bueno, todo eso con dos botellines de agua nos costó al cambio unos 9 €.
La comida del "bar de leche".
El Bar Mleczny o "bar de leche" donde comimos.
El origen del Bar mleczny data de finales del siglo XIX, cuando el agricultor Stanisław Dłużewski abrió en 1896 un restaurante en Varsovia con un menú muy económico. La rentabilidad del negocio y las bajas rentas que se pagaban, propició la apertura de otros locales en el periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Con el establecimiento de la República Popular de Polonia en 1945, la mayoría de los restaurantes fueron nacionalizados o cerrados por las autoridades comunistas. Debido a que muchos obreros y funcionarios no contaban con cantinas en sus lugares de trabajo, el líder socialista Władysław Gomułka promovió la expansión de los Bar mleczny en todas las ciudades del país, a través de una red de locales subsidiados por el estado. Gracias a esas ayudas los precios eran más bajos, si bien muchas veces se incluían en el salario del trabajador. La carta estaba basada en productos lácteos, verduras, pasta, sopas y alimentos con huevo, con una decoración muy austera.
Durante la crisis económica de los años 1980, los Bar mleczny eran la primera opción de muchos trabajadores por el racionamiento establecido con la ley marcial. La situación cambió con las revoluciones de 1989, la caída del estado socialista y la transición a un modelo capitalista. A pesar de que el estado polaco mantuvo las subvenciones para estos negocios, la mayoría cerraron sus puertas ante la nueva competencia. En la década de 2010, los Bar mleczny han experimentado un repunte de la clientela gracias a las personas de tercera edad, estudiantes, trabajadores y turistas. La carta actual de estos restaurantes está basada en la idea inicial con la incorporación de platos de la cocina polaca tradicional.
Tras la comida, y para hacer algo de tiempo hasta la hora del tour por el ghetto y la fábrica de Schlinder, nos tomamos un café en un local de la misma calle Grodzka. Iosu empezó a renegar y me dio bastante la lata queriendo irse, el sólo, al apartamento. Por supuesto, no accedí, y se enfadó un poco aludiendo que estaba cansado y no quería andar más.
El punto de encuentro del segundo tour estaba en el número 62 de esa misma calle. Estábamos citados a las 14:30 y era en inglés, pero con traducción al castellano. Tomamos el café y nos encaminamos al encuentro del organizador.
La reserva con Get Your Guide, operador del tour por el ghetto y la fábrica de Schlinder.
La entrada conjunta para la Farmacia del Águila y la Fabrica de Schlinder.
La Ghetto Square.
A las 14:20, un tío, como un castillo de grande, nos recogió y nos llevó hasta la Plaza de la Cruz de Katryn donde tenía aparcado un vehículo eléctrico de esos que usan para recorrer la ciudad. Cuando Iosu vio que iríamos montados en el coche, cambió la cara y se lo tomó más a gusto. Junto con nosotros dos, venían una chavala india y una pareja en la que se notaba que él era argentino, pero ella no supe saber de donde era. Entre ellos hablaban inglés. Nos encaminamos en primer lugar hacia la Ghetto Square, que no es más que una plaza con sillas vacías en memoria de las víctimas del genocidio. Entramos en la famosa farmacia de Tadeusz Pankiewicz, conocida como "la farmacia del águila", sita en una esquina de esa misma plaza y que jugó, en su día, un papel muy importante en la vida del ghetto.
La farmacia de Tadeusz Pankiewicz sita en la Ghetto Square. Tras su mostrador, en lo alto, el águila que dio nombre al local.
La Farmacia del Águila de Cracovia se ubicaba en el barrio de Podgorze desde hacía muchas décadas, antes de que los judíos fueron confinados en este arrabal durante la Segunda Guerra Mundial. Concretamente, se sitúa en la Plaza Zgody que, actualmente, recibe el nombre de Bohaterów Getta (Ghetto Square).
Por aquel tiempo, el Barrio de Podgorze estaba habitado por población polaca no judía, de manera que se recomendó a sus habitantes abandonar el barrio. Sin embargo, el dueño de la farmacia, Tadeusz Pankiewicz, no quiso abandonar el lugar donde estaban establecidos. El boticario, no solo se limitó a realizar su trabajo, si no que, además, el establecimiento permanecía abierto las 24 horas del día, convirtiendo así su farmacia en un lugar de reuniones de conspiración y un punto donde los judíos podían recibir alimentos y medicamentos, además de refugio. Pankiewicz no quiso mirar hacia otro lado, sabedor de que la mayoría de habitantes del guetto de Cracovia eran deportados a los Campos de Concentración de Aushcwitz y de Plaszow.
Desde luego, la historia de Tadeusz Pankiewicz y la de much@s más como él, es mucho menos conocida que la de Oskar Schindler, pero la película de Spielberg debe servir de homenaje a tod@s es@s héroes anónim@s que trabajaron en la sombra contra la máquina del exterminio nazi.
La historia de la farmacia llegó a su final en 1967, cuando cerró sus puertas. Sin embargo, un testimonio tan importante de los peores días del guetto no podía perderse. Así que, años más tarde, la Farmacia del Águila reabrió sus puertas reconstruida y museizada de manera que, al visitarla, podemos entender cómo era este lugar durante aquellos duros tiempos.
El equipo de la Farmacia del Águila en su local.
Desde allí, montados en el coche eléctrico, estuvimos recorriendo algunas de las calles que conformaban el antiguo ghetto de Cracovia. Después pusimos rumbo a la fábrica de Oskar Schlinder. Estaba emocionado y tenía mucha curiosidad por entrar allí, un edificio con tanta carga simbólica...
La placa que la comunidad judía de Cracovia dedicó a Oskar Schlinder. A la derecha la puerta principal de entrada a la fábrica.
Afiliado al Partido Nazi en busca de oportunidades de negocio, Oskar Schindler, -como lo catalogan algunos historiadores- fue un "hábil hombre de negocios y un oportunista con un corazón de oro”. Hizo una lista de 14 páginas en las que aparecían los nombres de más de mil personas que trabajaron para él. Sólo aquellos judíos que conseguían un Blauschein (permiso para trabajar) podían quedarse en el guetto de Cracovia y escapar del genocidio.
Ser reclutado por las SS, como informante, le permitió crear un vínculo con las altas esferas nazis. Así, durante la invasión de Polonia, Schindler adquirió una fábrica de ollas conocida como Deutsche Emaillewaren-Fabrik en la que decidió producir utensilios de campaña. Debido a que la mano de obra alemana era demasiado cara, decidió seleccionar a sus trabajadores entre los judíos que se encontraban en el campo de trabajo de Plaszow.
Oskar Schlinder y a la derecha su contable Izaak Stern.
A medida que conocía más detalles sobre el atroz modo en el que los nazis trataban a los judíos, Schindler comenzó a tomar conciencia y negoció para que sus trabajadores pudieran mantenerse alejados de Plaszow dándoles cobijo en la fábrica. Llegó un momento en el que la fabricación de ollas dejó de ser rentable, por lo que comenzó con la construcción de cápsulas de proyectiles, para lo cual dio órdenes de que una parte de ellos fueran defectuosos. Schindler logró comprar a sus trabajadores gastándose en ello toda la fortuna que había logrado con sus negocios. De esta manera, pudo proteger a los trabajadores de su fábrica y lograr que no acabaran en los campos de exterminio, salvando a más de 1.200 personas.
De izda a dcha: una troqueladora para las cazuelas, una vitrina con fotos y cámaras de Oskar Schlinder, un pupitre con los sellos para falsificar documentos y el acceso al piso superior.
En la actualidad, la Fábrica de Schindler alberga una exposición permanente titulada "Cracovia bajo la Ocupación Nazi entre 1939 y 1945". La exposición muestra la historia de la ciudad, desde finales de 1939 hasta la "libertad" de la época comunista en la que se vio sumergida con el fin de la guerra. El recorrido muestra reconstrucciones, imágenes y sonidos del duro periodo que los judíos vivieron en Polonia durante la ocupación nazi.
Pero, a decir verdad, me decepcionó un poco. Desde la puerta principal se accede a un hall donde están los de seguridad, una de las antiguas máquinas de moldear las cazuelas y una pequeña sala con una máquina de café. Junto a ella, una puerta da acceso a unas escaleras que te llevan a la segunda planta. En ella, se encuentra la antigua oficina de Oskar Schlinder (que, por cierto, está cerrada al público) y otra estancia en la que hay expuesta, en una vitrina de cristal, una bandera bordada de Polonia. A su lado hay una de las troqueladoras que usaban para imprimir las Blauschein o permisos de trabajo y unas fotos de la ciudad en los años 40 del pasado siglo. En el medio de la sala, una especie de zoótropo enorme con fotografías de la Europa de aquel entonces... y, como diría Porky...
…eso es to, eso es to, eso es todo amigos ¡!
Algunos de los judíos de Oskar Schlinder en los retratos que cuelgan en unos paneles de la fábrica.
En la zona de la salida, otra de las antiguas máquinas de la empresa y las fotos de “los judíos de Schlinder”, junto con unas fotos del propio Oskar Schlinder, en distintas facetas de su vida, son todo lo que aporta este museo. Sinceramente, con todo lo que se podía contar, me pareció muy pobre.
Habíamos quedado en reunirnos a las 16:30 como máximo, pero para las 16:00 ya estaba todo visto. Iosu y yo salimos de la fábrica. Enseguida salió también la chica india. Hacía mucho calor y entramos en un bar que había frente a la fábrica. Mientras esperábamos a los argentinos me tomé una cerveza sin alcohol y el crío un refresco. Recibí un email diciendo que el tour al campo de Auschwitz se retrasaba a las 12:45 horas, cuando inicialmente estaba programado a las 08:30. Tendría que confirmarlo…
El hombre salió enseguida, pero la tía, rara como ella sola, no apareció hasta las 16:30. Desde allí nos llevó hasta el barrio judío de Kasimirz. Recorrimos sus calles en el coche eléctrico. Es un barrio con bastante encanto. Yo quería haberle dedicado algo más de tiempo, pero, las circunstancias, en la mayoría de las ocasiones, mandan.
Unos de los pocos fragmentos del muro del ghetto de Cracovia que se conserva en pie.
Distintas vistas del barrio de Kasimirz.
Tras esta última visita, el grupo se disolvió y volvimos andando hasta el apartamento. Eran algo más de las 19:00 horas. Iosu me dijo que él ya no salía más, que estaba muy cansado. Yo estiré las piernas una media hora y volví a salir. Me dirigí a la colina de Wawel y entré en el interior del recinto amurallado que es de libre acceso. Se paga para ver la catedral, las catacumbas, el palacio, las torres, la cueva del dragón, etc. pero, pasear por el interior de la zona fortificada en la colina, es libre.
El Castillo de Wawel
Arriba, de izquierda a derecha: el acceso a la colina, los jardines y la catedral, la catedral.
Abajo vemos dos tomas de distintas partes del Palacio Real que es uno de los edificios de todo este conjunto.
La Plaza Rynek entre dos luces... maravillosa.
Tras unas fotos, bajé por la cuesta que lleva hasta la Plaza de la Cruz de Katryn, cerrando así el círculo abierto esa misma mañana.
Luego, poco a poco, volví a pie hasta el apartamento haciendo algunas fotos por el casco antiguo, llegando a la Puerta de Frolián en plena hora azul.
En la tienda, junto al apartamento, compré unas bebidas y algo para cenar y subí a reunirme con mi hijo.
Preparamos la cena, recogí la cocina, hice una pequeña colada, descargué las fotos y, tras repasar las baterías de las cámaras, me duché y me metí en la cama a escribir el diario.
Intenté confirmar el cambio de hora de la visita a los campos de exterminio, pero como respuesta obtuve la cita de las 08:30. Un poco de descontrol sí que había. Le dije al crío que, por si acaso, iríamos a las 08:30. Por nada del mundo quería perderme la visita más esperada.
Apagamos las luces y, rendidos por el trajín de la jornada, nos dejamos mecer dulcemente por las musas de los sueños.
La Puerta de San Florián en el momento de la hora azul.
Cracovia - Oświęcim (Auschwitz) - Cracovia
Me levanté a las 07:00 horas. Estaba algo nervioso, alterado, como un niño en la mañana del día de Reyes...
Era uno de los día más esperados del viaje a Polonia. Preparé el desayuno y llamé a Iosu. Cogimos las mochilas con todo lo necesario y salimos en dirección a la calle Straszewskiego 14, donde estaba el punto de encuentro para el tour.
La reserva con Get Your Guide, operador del tour a los Campos de Exterminio.
La entrada a los Campos de Auschwitz - Birkenau.
La mañana estaba espectacular, aunque se intuía un día caluroso. En realidad fue una suerte porque, ir a ver los campos, un día lluvioso desluciría mucho la visita. Llegamos con unos diez minutos de antelación. Pasadas las 08:30 apareció un joven que nos confirmó el cambio de horario. Ahora, sí, ya podíamos estar tranquilos que no nos íbamos a perder nuestra excursión a Auschwitz.
Teníamos ahora cuatro horas por delante. Decidimos subir al Castillo de Wawel y ver algo de lo tanto que hay para ver en la colina homónima. El crío no quería entrar en la Catedral así que sacamos entradas para la torre y la cueva del dragón. Dentro del perímetro del castillo se puede dar un largo y relajante paseo. Mientras llegaba la hora de apertura de la torre aprovechamos para tomarnos un café sentados, como dos hombres, en la terraza de una cafetería sita en ladera oeste de la colina. A las 09:30 entramos en la Torre Sandomierska. Una construcción del s. XI que, a lo largo de su historia, ha cumplido distintos cometidos. Tras contemplar las hermosas vistas y hacer unas fotos, fuimos a ver los patios del Palacio Real.
El conjunto de edificios desde la Torre Sandomierska.
La Torre Sandomierska es la situada atrás y a la izquierda.
No le llamó mucho la atención a mi hijo que pensaba casi exclusivamente en la visita a la cueva del dragón. Sin más demora bajamos a las profundidades del castillo y accedimos a la cueva. Atravesamos la gruta de punta a punta, saliendo por la zona situada frente al río Vístula. Allí es donde se encuentra la estatua del famoso dragón que, cada cinco minutos, echa fuego por la boca y donde empezamos el free-tour del primer día. Esperamos a que echase una de esas bocanadas y luego pusimos rumbo a la calle Grodzka.
No podíamos alejarnos mucho, pero todavía quedaba una hora para reunirnos con la gente del tour. En el Costa Café, sentados a una de sus dos mesas de su minúscula terraza, tomamos un capuccino con unos bollos antes de ir al punto de encuentro. Unos diez minutos antes de la hora indicada estábamos allí, esperando a la gente de Get Your Guide que era la empresa con la que habíamos contratado, on-line, esta salida.
Poco a poco se fue reuniendo gente en ese punto. Había dos grupos, uno de habla inglesa y otro el de castellano. Primero llegó el guía de los ingleses y unos minutos después su microbús. Se marcharon. Enseguida llegó otro microbús. El conductor nos dijo, en inglés, que ese era el hispanis-tour y que la guía llegaría en unos minutos. Efectivamente enseguida llegó una chica joven, se disculpó por la tardanza y se presentó como Paulina. Arrancamos hacia la localidad de Oświęcim, nombre polaco del pueblo donde se construyó el campo de exterminio. Teníamos por delante 70 kms de distancia, es decir, alrededor de una hora de viaje.
Por el camino, Paulina, que hablaba un perfecto español con un gracios acento, nos explicó el funcionamiento del tour. Al llegar, pasaríamos por la desinfección, luego por el control de seguridad y finalmente entraríamos en el campo de Auschwitz I. Tras esta visita cogeríamos un autobús para ir a Auschwitz II-Birkenau. Finalmente, después de ver el segundo campo, volveríamos a Auschwitz I y desde allí regresaríamos a Cracovia. Bueno, todo estaba claro, tan solo faltaba llegar…
Oświęcim es una población del sur de Polonia de unos 43.000 habitantes. Esta ciudad, con el nombre alemán de Auschwitz, es tristemente célebre, principalmente por el campo de concentración que allí construyó la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La ciudad fue mencionada por primera vez en 1117. A lo largo de la historia, ahí vivieron alemanes y polacos en paz. Pasó por muchos cambios territoriales hasta que en 1457, el rey Casimiro IV de Polonia compró los derechos de la ciudad. Los judíos, invitados por los reyes polacos a colonizar la región, se habían convertido ya en la mayoría de la población del siglo XV. Oświęcim se convirtió también en uno de los centros de la cultura protestante de Polonia.
Escudo de Oswiecim.
Después de la Primera Guerra Mundial, la población regresó a Polonia con el resurgimiento de ese país como nación independiente.
La ciudad fue destruida por tropas suecas en 1655. Posteriormente, cuando Polonia fue dividida a fines del siglo XVIII, Oświęcim se convirtió en parte del Imperio Austro-Húngaro y quedó ubicada cerca de las fronteras de Rusia y Prusia.
Llegamos a Oświęcim sobre las 14:00 horas. En las inmediaciones del acceso al campo había gente, pero tampoco era nada exagerado. Las nueve personas que componíamos el grupo bajamos del microbús. Paulina nos acompañó hasta la entrada y nos dejó dentro del área de visitas. Allí debíamos esperar a uno de los guías del campo, ya que, estos, son los que hacen los tours en el interior. Nos juntamos con algunos turistas más hasta hacer un grupo de unas 15 personas. Nos dieron unos cascos y finalmente entramos. Vino una mujer, lamentablemente no recuerdo como se llamaba, pero, lo que recuerdo perfectamente es que nos dio una lección de cómo llevar un tour de esas características. ¡! De 10 ¡!
El día estaba azul y despejado pero he querido editar las fotografías grises y tristes. Lo que vimos allí, así me lo pedía.
Arrancó la visita...
" El trabajo te libera "
Con esa terrible frase recibían los nazis a sus prisioneros.
Muchos irían directos a las cámaras de gas.
"Debemos liberar a la nación alemana de polacos, rusos, judíos y gitanos".
Otto Thierack, Ministro de Justicia del III Reich.
Distintas tomas de los pasillos con alambradas electrificadas que separaban los barracones.
Un poco de historia para ponernos en situación:
Los campos de concentración se empezaron a construir en Alemania desde 1933, cuando el partido nazi llegó al poder de manos de Adolf Hitler. En ellos se encarcelaba y obligaba a trabajos forzados a oponentes políticos y personas consideradas "elementos indeseables" como eran los judíos. Tras el estallido de la II Guerra Mundial, esos campos se empezaron a construir en los territorios ocupados para llevar allí a los prisioneros que iban capturando. Pero, algunos de ellos, en la Polonia ocupada, se convirtieron tras la llamada "solución final" en lugares de exterminio de, sobre todo, judíos, homosexuales y gitanos. Los ghettos de las ciudades se vaciaban y las cámaras de gas se llenaban. Los campos polacos de Treblinka, Sobibor, Auschwitz-Birkenau, Chelmno, Majdanek y Belzec fueron los que con más crueldad ejecutaron sus planes, dirigidos por cínicos asesinos sin escrúpulos que pusieron en marcha una imparable máquina de terror. Pero, de todos ellos, Auschwitz-Birkenau se convirtió en el "campo de la muerte" por excelencia, dirigido inicialmente (1940-1943)
Mapa con los distintos campos en la zona de la Gran Alemania ( 1942 )
por el sádico Rudölf Hoss. Es el único en el que quedaron huellas de la barbarie y, es por ello, que ha quedado como ejemplo y símbolo del Holocausto.
El complejo Konzentrationslager Auschwitz
A mediados de 1940, en la Polonia ocupada, se estableció en las afueras de la localidad de Oświęcim (que pasó a denominarse en alemán Auschwitz) un campo de trabajo para albergar al creciente número de polacos arrestados que saturaban las cárceles. Se desalojaron ocho aldeas y se confinó en ghettos a los judíos de ellas que suponían el 60% de la población. Se derribaron 1.200 viviendas para tal fin, dejando las mejores casas para alojar a los oficiales nazis quienes, con frecuencia, se instalaban con toda su familia. El inmejorable emplazamiento en el centro de la Europa ocupada, la gigantesca planta química en sus aledaños y unas excelentes conexiones por ferrocarril, llevaron a la decisión de ampliar el campo a gran escala. Se deportaron a 11.000 trabajadores forzados, sobre todo polacos y rusos, para la planta química y se empezó a trasladar a gente de todo el continente.
El complejo estaba formado por tres partes diferenciadas:
> Auschwitz I : llamado Stammlager. Era el más antiguo. Albergó la cifra de entre 12.000 y 20.000 prisioneros.
> Auschwitz II-Birkenau: empezó a construirse en otoño de 1941. En 1944 alcanzó la cifra de 90.000 prisioneros.
> Auschwitz III-Monowitz : llamado Buna. En verano de 1944 llegó a tener 11.000 prisioneros, pasando a ser un campo autónomo.
Se calcula que las SS y la policía deportaron, por lo menos, a 1.300.000 personas al complejo de campos de Auschwitz entre 1940 y 1945. De estos deportados, aproximadamente 1,1 millones de personas fueron asesinadas.
El resumen de víctimas del complejo de campos de Auschwitz entre 1940 y 1945, es el siguiente:
-
Judíos (1.095.000 deportados a Auschwitz - 960.000 murieron)
-
Polacos no judíos (de 140.000 a 150.000 deportados - 74.000 murieron)
-
Romaníes (gitanos) (23.000 deportados - 21.000 murieron)
-
Prisioneros de guerra soviéticos (15.000 fueron deportados y murieron)
-
Otras nacionalidades (25.000 deportados - de 10.000 a 15.000 murieron)
Auschwitz-Birkenau tenía la tasa más alta de muerte de los centros de exterminio. Durante el Holocausto, solo en uno de los campos de concentración les aplicaron tatuajes a los prisioneros: en Auschwitz. A los prisioneros que llegaban se les asignaba un número de serie del campo, el mismo que se cosía en sus uniformes. Pero, sólo a los prisioneros seleccionados para trabajar se les expedía ese número de serie, los prisioneros que eran enviados directamente a las cámaras de gas... no se registraban.
Además, se marcaban sus uniformes con símbolos diferentes según su condición de preso:
Judíos:
mayoritariamente polacos de la resistencia.
Prisioneros políticos:
Prisioneros asociales:
aquí incluían a los romaníes o gitanos.
normalmente de nacionalidad alemana que ayudaban a la SS a mantener el campo.
Presos criminales :
Testigos de Jehová:
Homosexuales:
SU
Prisioneros de guerra soviéticos:
PH
EH
exclusivamente polacos arrestados por la Gestapo.
Presos policiales:
Presos indisciplinados:
encarcelados por infringir la disciplina de trabajo.
> En este enlace os dejo más información por si queréis leer más detalles: Cronología del K.L. Auschwitz.
Auschwitz I
Tras la presentación iniciamos la visita a algunos de los distintos barracones del campo. En cada uno, para llevar la secuencia de lo que los prisioneros hacían al llegar al campo, nos iban presentando las ropas, utensilios y demás cosas habituales en aquel escalofriante lugar.
En uno de los primeros barracones nos enseñaron el modo de vida de los miembros de los sonderkommandos. Estos, eran prisioneros del campo encargados de controlar y vigilar al resto de presos y, a la vez, hacer los trabajos sucios que los miembros de las SS les atribuían como la retirada de cadáveres y la limpieza de los patios donde ejecutaban a los sentenciados a muerte. En un principio los fusilamientos y los ahorcamientos se llevaban a cabo como ejemplo y aviso de lo que pasaba si no se cumplían las órdenes o los tiempos de trabajo. Después, para ahorrar munición, se les dejaba morir de inanición o de frío.
Las "lujosas" habitaciones en los barracones donde residían los miembros de los sonderkommandos.
Como nos enseñan las fotos, estos barracones tenían una serie de "privilegios" como eran los colchones sobre camas de madera. Además, los aseos eran más amplios y el tiempo de uso era más extenso. En un principio, cuando el campo empezó a funcionar, formar parte de los sonderkommandos era casi un lujo; mejor calidad de vida, protección por la SS y, en definitiva, la posibilidad de seguir viviendo por más tiempo... Ganar tiempo, esa era la cuestión.
Posteriormente, los nazis, se dieron cuenta de que los miembros de los sonderkommandos controlaban y organizaban los barracones un poco a su antojo y por ello, cuando pasaba un periodo "prudente" eran reemplazados por nuevos prisioneros que llegaban al campo. Los anteriores eran ejecutados.
Los barracones de los judíos escaseaban en mobiliario. Algo de paja o, en el mejor de los casos, unos sacos llenos de pulgas donde se hacinaban cientos de personas.
Después, en otro de los barracones, nos enseñaron la forma de vida de los prisioneros judíos. Allí no había camas, tan solo un poco de paja en el suelo o, a lo sumo, unos finos jergones llenos de pulgas. Los baños se podían utilizar tan solo durante dos minutos seguidos y el número de visitas estaba limitado.
Luego entramos en otro barracón donde, amontonados en unas urnas de cristal, se exhibían las pertenencias de los miles y miles de personas que por allí pasaron...
Las maletas con los nombres y direcciones de sus propietarios, sus pucheros y enseres de aseo, gafas y monóculos, piezas de ortopedia que nunca más serían utilizadas y zapatos, miles de zapatos... de mujeres, de hombres, de niños...
Una sensación de repulsa y un escalofrío interno recorrieron mi cuerpo. Cuantas historias truncadas, cuantas vidas segadas. Aquellos objetos hablaban, por si solos, de las atrocidades allí acaecidas. Los enormes montones daban fe de la magnitud de la tragedia. Era impresionante, era deprimente, horroroso y vergonzoso...
Miles de maletas, pucheros, gafas, aparatos de ortopedia, mantas y zapatos de todas las formas y colores se exponen en urnas dentro de los barracones.
Los reflejos de los cristales impiden hacer unas fotografías que enseñen las dimensiones reales de esas urnas pero, sinceramente, os digo que ponen los bellos de punta.
El patio con el paredón para los fusilamientos.
El barracón médico donde el doctor Mengele hacía sus experimentos.
El barracón nº 11 donde se torturaba sin piedad.
El patíbulo donde se ahorcaba a los prisioneros para dar ejemplo.
Llegamos a otro barracón donde unas maquetas mostraban, con todo detalle, el recorrido de los prisioneros que enviaban directamente a las cámaras de gas. En otra urna de cristal, amontonadas como si de viejos trofeos se tratase, las latas vacías de gas parecían expeler de su interior el olor a muerte... el olor a nazi.
Caminar por esos escenarios e imaginar a los miles de mujeres y hombres de todas las edades, ancianos indefensos y criaturas inocentes, entrando ignorantes en busca de la muerte, me hacía percibir sus gritos de terror al ver como, en apenas unos minutos, los compañeros de cámara iban cayendo inertes envueltos en una tóxica nube del mortífero gas ZyKlon-B. Esos momentos finales, esa agonía, esa angustia de ver a la muerte cara a cara, sabiendo que no saldrían de ahí, debían ser horribles.
Las latas de ZyKlon-B, el gas cianuro que usaban en las cámaras.
Entrada a la cámara de gas, con la chimenea
del horno al fondo.
La fotografía de la izquierda, para mí, concentra todo el horror del campo. El pasillo de acceso a la cámara de gas, en primer plano, y la chimenea del horno crematorio al fondo, son la prueba fehaciente de que allí pasó, lo que pasó. El resto de campos de exterminio fueron demolidos para borrar las pruebas, pero, la inminente entrada del Ejercito Rojo, hizo que Auschwitz quedase como el único testimonio de la barbarie.
Lleva marcadas en sus paredes las cicatrices del dolor, el odio más visceral, el grito mudo del abandono y el imborrable olor a muerte.
No puedo llegar a concebir como, un ser humano, puede llegar a esos extremos de insensibilidad con el dolor y el sufrimiento de otro ser humano. Como se puede llegar a pensar que una raza es superior a otra, más pura, más merecedora del derecho a la vida.
La frialdad con la que se pensó y se llevó a cabo la llamada "solución final", la gestión de los recursos para hacer todo eso "rentable", tanto económica como militarmente, la insensibilidad por parte de los mandos de los campos, para ejecutar unas órdenes tan perversas, da a entender el grado de fanatismo de estas mentes enfermas.
Al entrar en la cámara de gas, el aire se vuelve pesado y una sensación de ahogo se agarra a la garganta. Mis piernas parecían de plomo, como si cientos de manos me sujetasen al suelo. Unos flashes de milésimas de segundo, me mostraban cientos de cuerpos desnudos esparcidos por el suelo. Cuerpos sin rostro, cuerpos sin nombre, inmóviles y fríos que me miraban diciendo: !! Sí !! Así fue, así como lo ves...
Las salas del horror... Arriba la puerta de entrada y la cámara de gas. Abajo los carros y los hornos de cremación.
Si la cámara de gas me resultó un lugar escalofriante, al salir por la puerta de atrás y entrar en los crematorios, el pulso se me aceleró. Ver la cadena de destrucción, formada por los carros y los hornos, en aquél lugar tan lúgubre y siniestro me revolvió el estómago. ¿Cuantas toneladas de cenizas humanas saldrían de aquellos pequeños infiernos ? Era espeluznante...
Al salir, nos encontramos con el patíbulo donde se ajustició al sádico director del campo, Rudolf Hoss.
Fue comandante de Auschwitz-Birkenau, desde el 1 de mayo de 1940 hasta el 1 de diciembre de 1943, y desde mayo a septiembre de 1944, tiempo durante el cual la deportación masiva de judíos húngaros llevaron la maquinaria del genocidio a su clímax. Nazi convencido, demostró la iniciativa para aumentar las capacidades de exterminio de Auschwitz, usando el ZyKlon-B en su conjunto de cámaras de gas.
La horca que mandó construir Rudolf Hoss, en el campo de Auschwitz, sirvió para ejecutarle por sus crímenes.
Rudolf Hoss fue arrestado por las tropas británicas el 11 de marzo de 1946. Testificó en los juicios de Núremberg; luego fue juzgado por el Tribunal Nacional Supremo de Polonia, del 11 de marzo al 2 de abril de 1947. Condenado a muerte, fue ejecutado en "su" horca de Auschwitz, el 16 de abril de 1947.
La guía nos dijo que ahí terminaba la visita a Auschwitz I. Luego, nos indico donde estaba la parada del bus para trasladarnos a Birkenau. Casi sin esperar, cogimos el de las 16:30. En algo más de cinco minutos recorrimos la distancia que separa los dos campos. La imagen de la puerta de entrada a Birkenau... ¡¡ Imponía !!
Auschwitz II - Birkenau
Me costó hacer una fotografía, algo decente, de la mítica puerta por donde entraban los tristemente famosos “trenes de la muerte”.
En estos lugares, tan concurridos, la moda de los selfies es desesperante para quien busca una fotografía clásica y más aún si quieres hacer algo creativo. Como podéis ver, la mayoría de mis capturas son fotografías de viaje que, en ocasiones, sólo tienes una oportunidad para hacerlas.
La puerta de entrada de "los trenes de la muerte".
Uno de los vagones de ganado que usaban para transportar a los judíos a los campos.
Bajamos del autobús y me dirigí raudo a situarme frente a la puerta que servía de acceso a los trenes. Quería llegar antes de que el resto de la gente llegase y se me pusiese delante. Tuve una sola oportunidad y creo que la aproveché. Luego entramos al campo. Allí nos esperaba nuevamente la guía...
Aquello, era enorme.
Fuimos viendo los solares donde estaban los barracones. Ahora tan solo quedan unos pocos como ejemplo de lo que en su día fue. Los ladrillos y la madera del resto se utilizaron para reconstruir las casas de los lugareños tras ser arrasadas por los soldados alemanes en su huída.
Barracones, alambradas y torretas componían aquel frío paisaje
Llegamos hasta el punto donde las masas de prisioneros se apeaban del tren. Una ancha franja de tierra prensada hacía las funciones de andén. Allí mismo, la guía nos relató, con auténtico sentimiento, la macabra rutina a la que se sometía a los convoys que, diariamente y durante varios años, entraban por las vías de Birkenau…
" La gente llegaba exhausta por los largos viajes. Vagones de ganado con 80-100 personas hacinadas, sin agua, sin aire, con los excrementos de varios días en el suelo…
Al bajar, los guardias los separaban en dos filas según el sexo. Luego, los médicos del campo, jugando a ser dioses, decidían quien vivía y quién moría.
La selección tardaba apenas media hora. A todos se les desposeía de sus objetos personales y se les cortaba el pelo. Los más afortunados iban a los barracones donde se les daban los característicos "pijamas y batas de rayas". El resto, los más débiles, enfermos y ancianos, eran guiados hacia un subterráneo. Un letrero informaba en alemán, francés, griego y húngaro, de que allí se encontraban las duchas y el cuarto de desinfección. Los miembros de las SS daban una orden: -¡Desnúdense!... disponen de 10 minutos -. La información contribuía a tranquilizar...
Luego, se escuchaba una nueva orden: - ¡ Sonderkommando y SS, salgan de las duchas! - ... una vez encerrados en aquél frío recinto, desde arriba, derramaban unas piedrecillas que caían por los canalones perforados liberando gas ZyKlon-B que invadía la sala. En cinco minutos mataban a unas 3.000 personas. Un rato después, los sonderkommandos les extraían los dientes de oro y los metían en los hornos para ser incinerados. Unas horas más tarde, sin el menos de los remordimientos, los dientes de oro estaban pesados, los relojes y las joyas puestas a buen recaudo y las ropas estaban clasificadas y listas para ser enviadas a Alemania ".
Allí acababa el sufrimiento de unos y empezaba el de otros. Algunos prisioneros, muy pocos, aguantaron hasta la liberación, otros duraron uno o dos años, o meses, otros apenas días y algunos tan sólo unas horas...
Exterior e interior de uno de los barracones de Auschwitz II - Birkenau donde se hacinaba las mujeres del campo.
Las ruinas de las cámaras y los hornos de Auschwitz II - Birkenau. Esto es lo que dejaron los nazis tras el abandono del campo.
Luego nos dirigimos hacia las ruinas de una de las cámaras de gas y de los crematorios. Estas, están situadas a la izquierda del Monumento a las Víctimas del Holocausto sito en la parte norte de Birkenau, junto a una línea de árboles que cerraba el campo.
En ocasiones, los crematorios no daban a basto con la incineración de cadáveres y los sonderkommandos se encargaban de amontonarlos y darles fuego en una zona sita tras el crematorio. Durante años, diariamente, llovió ceniza sobre la localidad de Oświęcim.
Fosa donde los sonderkommandos quemaban los cadáveres.
Que este lugar, dónde los nazis
exterminaron a un millón
y medio de hombres,
de mujeres y de criaturas,
la mayor parte judíos
de varios países de Europa,
sea para siempre
para la humanidad
un grito de desespero
y unas señales.
Auschwitz-Birkenau
1940-1945
El Monumento a las Víctimas del Holocausto y una placa conmemorativa.
Sobre las 18:00 horas acabamos la visita a Auschwitz II-Birkenau. Nos despedimos de la guía y cogimos el autobús de vuelta a Auschwitz I, donde nos esperaba el microbús de Get Your Guide para llevarnos de regreso a Cracovia.
El viaje de regreso fue silencioso... Al cansancio de la agotadora jornada, se unía el impacto por lo vivido en aquel lugar. Creo que la mayoría de nosotros intentábamos asimilar lo que habíamos visto. Sobre las 19:15 estábamos en el punto donde, a medio día, nos habían recogido, es decir, en el número 14 de la calle Straszewskiego. Nos fuimos derechos al apartamento. Estábamos molidos.
Había sido un día muy intenso y de mucho calor. Dejé la mochila con las cámaras y bajé nuevamente a la calle. Me acerqué hasta la estación de autobuses para comprar los billetes a Wielizcka. Por 7 zloty ( 1,60 € ) teníamos el transporte de ida a las minas para los dos. Los billetes de regreso los compraríamos allí mismo.
De vuelta al apartamento, pasé por la tienda a comprar una cerveza bien fría, un refresco, algo para cenar y unos bollos y zumo de naranja para el desayuno. Luego, mientras Iosu preparaba la cena, hice la colada. Cenamos, descargué las fotos de esta inolvidable jornada y tras revisar las tarjetas de memoria y las baterías nos acostamos. Escribí las notas para este diario y me abandoné a los caprichos de Morfeo. Iosu, agotado, ya dormía.
Cracovia - Minas de Wieliczka - Cracovia
Se cumplía una semana desde el inicio del viaje. Hoy era el último día en Cracovia y tocaba la excursión a las minas de sal de Wieliczka. Teníamos reserva on-line para entrar en un grupo de habla hispana al tour por el “inframundo” de Wieliczka a las 13:40 horas. 100 zloty los adultos y 80 los menores de 16 años. En total 180 zloty (41 €).
El viaje de ida era de aproximadamente 45 minutos, así que, con coger el bus a las 12:00 nos daba tiempo de sobra para llegar y comer algo antes de entrar a las minas. Preparé unos sándwiches de jamón y queso y algo de fruta para llevar.
Convencí a Iosu para ir a ver el reloj del edificio de la Universidad. Era la última oportunidad que teníamos, ya que, tan solo se podía ver a las 11:00, a las 13:00, a las 15:00 y el último pase a las 17:00 horas Con toda seguridad antes de las 17:00 horas no habríamos regresado, así que, o íbamos antes de partir hacia las minas o no lo veríamos.
El edificio de la Universidad de Cracovia, su patio y la figura del demonio bajo la arcada del patio.
Los muñecos del reloj de la Universidad de Cracovia.
A regañadientes conseguí que arrancase, con la promesa de que, por la tarde, tras regresar de Wieliczka, iríamos a montar en la noria y a dar un paseo en barco por el Vístula. Él tenía ese capricho y a mí me parecía que era una buena manera de terminar, relajadamente, la estancia en Cracovia. Así que, tras llegar a un acuerdo, pusimos rumbo a la Universidad.
Llegamos con tiempo, hicimos unas fotos y vimos el pase de los muñecos en el famoso reloj. Luego, sin perder mucho tiempo, nos dirigimos a la estación de autobuses.
Llegamos con unos quince minutos de margen. Preguntamos por el andén de nuestro autobús;
.- D / eighteen - nos dijo la chica de información…
Salimos al exterior y vimos que todos los andenes empezaban por la letra “G”. Preguntamos a un empleado y nos dijo que los andenes con la letra “D” estaban en la planta baja de la estación.
.- OK, dziekuje ci -le respondimos.
Tan solo he aprendido dos palabras en polaco:
dziekuje ci (que se pronuncia “yenkui echi” y significa gracias)
dzien dobry (que se pronuncia “yein dobre” y es una forma que usan indistintamente para saludar y despedirse).
Bajamos a la planta inferior y nos situamos en nuestro andén. Esperábamos un autobús de línea o uno de los que nos había llevado de una ciudad a otra y, de repente, apareció una verdadera tartana que parecía que se iba a caer a cachos. A Iosu le dio un ataque de risa y tuvimos cachondeo para rato. Con tanto cachondeo se nos pasó hacer una foto de esa pieza de museo. Bueno, por lo menos, llegó puntual. Subimos, el crío se colocó en los asientos traseros y, tras subir otras tres mujeres, arrancó. El cachondeo fue ya descomunal… Los asientos, con una tapicería que hacía daño a los ojos, estaban medio sueltos, botaban y se iban hacia adelante. Cada bache, cada frenada, era motivo de risas por parte de Iosu. Como podéis imaginar, el viaje se nos hizo divertido y súper corto.
Wieliczka es una localidad del sur del país de aproximadamente 20.000 habitantes. Fue fundada en 1290 por el duque Premislao II de Polonia. El desarrollo de la ciudad siempre a girado en torno a sus minas de sal, las más antiguas del mundo, operativas desde tiempos prehistóricos y explotadas en todo su esplendor desde el siglo XI hasta el XX, cuando en 2006 cesó su actividad minera pasando a la actividad turística.
Las minas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.
Sobre las 12:45 horas estábamos en la entrada al complejo minero. En un puesto, situado frente a la puerta, Iosu se compró el traje de la selección polaca de fútbol. No era el oficial, por supuesto, pero era muy bonito.
Entramos al recinto. Nos dirigimos al puesto de información y nos canjearon la reserva on-line por unos tickets. Nos dijeron que, 10 minutos antes de la hora marcada, debíamos acercáramos a la puerta de acceso. Luego compramos unas bebidas y nos sentamos a la sombra para comernos el sandwich que llevábamos preparado. El calor era sofocante…
A las 13:30 nos dirigimos al punto de encuentro. Allí, un pequeño grupo de hispanoparlantes, se iba congregando para iniciar la visita. Entre ellos, vi a un chaval que vestía una camiseta con una pequeña ikurriña. Iba a saludarle cuando nos llamaron para empezar.
Escudo de Wieliczka.
La fachada principal del complejo de las minas de Wieliczka.
Anverso y reverso de la entrada a las minas de Wieliczka.
Una chica muy maja nos explicó las características de la visita. Serían dos horas bajo tierra, llegando hasta los 150 metros de profundidad. Advirtió de los problemas que pueden sufrir las personas con claustrofobia, la presión que se nota en el interior y la imposibilidad de volver hacia atrás por los temas de corrientes en las galerías. Tras preguntar si alguien cambiaba de opinión, respecto a si entrar o no, dio inicio a la visita.
Comenzamos en el Pozo Danilowicz que data de 1635. Nos explicó que hubo una época en que 1 Kg de sal era tan valioso que equivalía a 17 Kg de oro.
Atravesamos una gran puerta de madera y empezamos a bajar escaleras y más escaleras. Llegamos a otra puerta. Allí comentó que no se podía abrir la siguiente puerta de una galería sin haber cerrado la anterior. Me imagino que sería por las condiciones de vacío que se crean… Quise preguntarlo, pero no tuve ocasión. Estábamos a 30 m de profundidad. Si mirabas por el hueco de la escalera se veía un agujero que parecía no tener fin…
Bajamos los 378 escalones para llegar al nivel 1, a 64 m de profundidad. Fuimos viendo los distintos tipos de betas y de apuntalamientos, así como algunas de las obras de arte talladas por artistas locales que, en la mayoría de las ocasiones, eran también mineros. Pozos verticales, horizontales, planos inclinados, galerías de ventilación, de extracción… Todo un metódico y exigente mundo subterráneo en el que el estricto cumplimiento de las normas es el mejor seguro de vida.
Esquema de la mina con sus pozos, cámaras y galerías.
Tres tipos de betas de sal que vimos en las paredes.
Seguimos bajando hasta la Cámara Copérnico datada hacia 1960. Llegamos a la Cámara Janowice donde se relata la Leyenda de Santa Kinga.
Después entramos en la Cámara de los Penitentes, dedicada a los hombres, todos ellos voluntarios, que arriesgaban su vida en busca de las fatídicas bolsas de grisú. Según descendíamos, los avances en la maquinaria utilizada para la extracción eran más evidentes.
Mientras nos contaba anécdotas sobre las creencias religiosas de los mineros y sus muchas supersticiones, seguíamos bajando y bajando… Parecía que íbamos a llegar hasta el mismo centro de la tierra...
Sistemas de extracción de la sal.
Decenas de figuras componen un precioso museo en el que podemos ver como era la vida en la mina. Sin duda, un trabajo duro y arriesgado.
De pronto, se abrió una enorme sala, la “Capilla Sixtina” de la mina, como ella la llamó. La Capilla de Santa Kinga es la obra maestra, por excelencia, de las minas de sal. Tardaron alrededor de 70 años en construirla, iniciándose en 1896 y culminándose en 1963. Allí, en aquél espectacular y frío espacio, talladas en la sal, pudimos encontrar obras como “La última cena”, “La adoración de los Reyes”, "La huída a Egipto de San José y la Virgen", "La degollación de los santos inocentes", Las bodas de Canaá", etc.
Tras este maravilloso espectáculo llegamos hasta el punto donde se encuentra Skarbnik, el dios protector de la mina. Pasamos por la Cámara Michatowice que, en 1960, fue inundada con salmuera creándose un lago artificial. Luego la Cámara de Stanislaw Staszic y, por último, la Cámara Waszawa.... Estábamos a 150 m bajo tierra. En ese punto terminó la labor de la guía. Nos indicó la salida hacia los ascensores que estaban atravesando el restaurante… Bien estudiado, claro está. Los ascensores son los mismos que se usaban para subir a los mineros a la superficie cuando la mina aún se explotaba comercialmente. Tardan 40 segundos en subir a la superficie.
Iosu y yo decidimos subir. Allí, en la cola de espera nos juntamos con el chaval vasco. Era de Segura. Salimos juntos al exterior y volvimos a Cracovia charlando en el autobús. Nos contó que estaba recorriendo Europa central en bicicleta. Nosotros nos bajamos un par de paradas antes de llegar al casco antiguo de la ciudad porque, como le había prometido al crío, íbamos a subir a la noria (Cracovia Eye) y luego a dar un paseo en barco por el Vístula.
Así que, le deseamos suerte y buen viaje y nos despedimos.
La capilla de Santa Kinga o "Capilla Sixtina" de las minas de Wieliczka, un maravilloso museo a 150 metros bajo tierra.
La huída a Egipto, La Última Cena, La adoración de los Reyes... Obras pictóricas talladas en la sal.
En el centro de la imagen vemos a Skarbnik, el dios protector de la mina.
Homenaje a los valientes buscadores de gas grisú.
Cuenta la leyenda…
…Que Kinga, una princesa húngara, debía casarse con el duque Bolesław de Polonia. Ambos eran ricos, por lo que no quiso dinero para su matrimonio. En cambio, le pidió a su padre que la dote fuese a base de sal. Esto era difícil, ya que necesitaría toda una mina. Su padre la llevó a visitar una mina de sal húngara. Buscando el consejo de Dios, Kinga, dejó caer su anillo de compromiso en el pozo de la mina. Cuando se casó, se mudó a Polonia y sucedió algo sorprendente. Estaba recorriendo su nueva propiedad y, en cierto momento, ordenó a sus hombres que comenzaran a cavar. Estos encontraron enormes depósitos de sal. Para enseñarle el hallazgo, uno de ellos le llevó un trozo de sal de roca blanca. Cuando lo abrió, encerrado dentro estaba el anillo de bodas que había dejado caer en la mina húngara. Después de su muerte en 1292, la gente comenzó a adorarla. Especialmente los mineros comenzaron a creer que ella les trajo la buena fortuna y la protección. La escena de un minero con un trozo de sal, arrodillado frente a Kinga, se convirtió en un motivo frecuente de pinturas y esculturas creadas por mineros.
Santa Kinga recibiendo su anillo.
Homenaje a los mineros.
Johann Wolfgang.
Las estructuras de la mina.
Bueno, estábamos nuevamente en Cracovia y, como lo prometido es deuda, tocaba cumplir lo establecido: noria y paseo en barco.
La noria, aunque copia el nombre de la de Londres, no tiene nada que ver con aquella, ni en altura, ni en capacidad, aunque tampoco en el precio del billete. Nos costó cada billete unos 3 € al cambio, pero sacamos algunas fotos desde las alturas. Luego, caminamos por la orilla del río hasta uno de los muchos embarcaderos que ofrecían paseos en barco. Montamos en uno que nos pareció cómodo y pasamos un rato de relax navegando río arriba. El trayecto duró casi una hora. La tarde avanzaba y la estancia en Cracovia iba llegando a su fin.
La "Cracovia Eye".
El Castillo de Wawel visto desde el río.
Al terminar le propuse al crío cenar algo en algún sitio y esperar a la hora azul para hacer unas fotos del castillo. Iosu no estaba por la labor y quería irse a descansar. Le acompañé al apartamento y, testarudo, volví hasta el castillo en busca de la ansiada foto. Que le vamos a hacer, Capricornio que es uno…
El ticket del paseo en barco por el Vístula.
El billete del bus de Wieliczka-Cracovia.
Iosu en la barca.
Llegué cuando aún faltaba un rato para el momento propicio. Busqué el encuadre que más me gustaba y me senté a esperar. Estaba sediento, así que me acerqué hasta un supermercado cercano y me compré una cerveza bien fría. Volví al punto que había elegido para mis tomas y me senté a esperar.
Al cabo de unos minutos, mientras disfrutaba de mi cerveza, se me acercó un policía y me dijo algo sobre la “birra”.
Oh ¡! No problem, alcohol free –le dije yo enseñándole la botella.
OK, perfect ¡! –me dijo el policía con el pulgar hacia arriba.
El sol ya se había escondido y la luz del cielo se tornaba azul por momentos. Finalmente, cuando llegó el momento preciso, hice mis fotos y puse rumbo al apartamento.
El Castillo de Wawel en la hora azul.
Nos dimos una ducha, cenamos y, tras la rutina de descargar las fotos y demás, recogimos todo dejando las maletas preparadas para el día siguiente. Los mosquitos me estaban destrozando las piernas. Ahora tocaba descansar.
Cracovia - Wroclaw
Me levanté a las 07:30. Teníamos tiempo de sobra para andar sin agobios. El autobús hacia Wroclaw, que en un principio debía salir a las 09:00 horas de Cracovia, lo habían retrasado hasta la 11:00. Esta vez sí me había llegado el correo electrónico, cancelando el anterior y ofreciéndome este otro.
Desayunamos, recogimos todo y cerramos la última maleta después de guardar las cosas del aseo, tras lavarnos los dientes y demás. Hasta la estación de autobuses, como ya habíamos comprobado la víspera para ir a Wieliczka, teníamos tan solo 5 minutos a pie. Así que, a las 10:30 salimos del apartamento.
En la reserva ponía que el bus cubría la ruta Varsovia-Berlín y que estacionaría en el andén número G15. A las 10:45 estábamos en la estación. Comprobamos en el panel de salidas que todos los datos eran correctos y salimos a los andenes. El bus llegó puntual, pero salió con 10 minutos de retraso. Por delante teníamos 270 Kms de recorrido para llegar a la ciudad de los gnomos.
El billete con destino a Wroclaw (Breslavia).
A las 12:15 estábamos en la localidad de Katowice e hizo una primera parada. Desde allí se metió por la autopista y fue sin detenerse hasta Wroclaw. Había mucho tráfico, claro, luego me di cuenta que era 1 de agosto y que mucha gente saldría de vacaciones.
Llegamos a Wroclaw con unos diez minutos de retraso sobre la hora establecida, es decir, sobre las 14:25. La estación de Wroclaw está en la planta baja de un gran centro comercial. Subimos a la rasante de la calle y en la puerta principal cogimos un taxi que, en 5 minutos y por 28 zloty (unos 6 €), nos llevó hasta la calle Olawska 19 donde se ubicaban los Duarte Apartamenty en los que teníamos hecha una reserva. El portal estaba cerrado. Miré en Booking y no había ningún comentario nuevo. Llamé por teléfono al número que aparecía en la hoja de la reserva. Contestó una mujer, bastante borde, por cierto, diciéndonos que teníamos los datos en Booking. Pero el acceso a la web me daba error y no podíamos verla. Volví a llamar y a duras penas pudimos explicarle que no veíamos la página. Entonces nos mandó por SMS las claves de acceso al portal y a la key-box situada en la puerta del apartamento.
Bueno, problema resuelto.
Subimos a un tercer piso sin ascensor, eso ya lo ponía a la hora de hacer la reserva. Entramos y encontramos un apartamento súper pequeño, estrecho y húmedo.
Mientras Iosu cocía la pasta que traíamos de Cracovia, bajé a comprar algo para beber y tomate frito para acompañar a los macarrones. Comimos y descansamos un rato. Estuve mirando el planing que llevaba preparado. Andábamos con retraso por el cambio de hora del autobús, pero aún nos daba tiempo de ir a los lugares que tenía marcados para esa tarde...
Testimonios de su rico pasado son el antiguo ayuntamiento de estilo gótico y las casas burguesas, también de estilo gótico y renacentista. Como en otras ciudades polacas, su corazón es la Plaza Rynek (Plaza del Mercado), amplia y luminosa que, con el inicio del curso universitario, se llena de bulliciosos estudiantes.
Escudo de Wroclaw.
Wrocław es una ciudad con el estatus de distrito, capital del voivodato de Baja Silesia, en el suroeste de Polonia, junto al río Óder. Allí, confluían dos importantes rutas comerciales: La Vía Regia y La Ruta del ámbar. La ciudad está asentada sobre 12 islas unidas entre sí por 112 puentes. Ubicada a apenas 180 km de Praga, 150 de Dresden y 270 de Cracovia, su estratégica posición la hizo ser deseada por todos. Perteneció a polacos, checos, austriacos, húngaros y alemanes.
Wroclaw, tiene también un precioso lugar llamado Ostrów Tumski; es la parte más antigua de la ciudad donde se encuentra la catedral y numerosas iglesias de interés artístico. A ella se accede, entre otros, por el famoso "puente de los enamorados" o Musk Tumski. En 2006 el centro histórico de la ciudad se incluiyó en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Su población en 2011 era de 632.996 personas. En 2016 fue capital europea de la cultura junto con Donostia-San Sebastián.
Anverso y reverso del ticket de entrada a los Jardines Japoneses.
Sobre las 17:30 salimos en dirección a la parada del tranvía de Galería Dominiskanska. Nos encontramos con una concentración que celebraba algo sobre el patriotismo polaco, porque la carga de banderas nacionales y los gritos de exaltación con el nombre de Polska, Polska, eran más que evidentes.
En la parada cogimos el tranvía número 10 que nos dejó a escasos 200 metros de la entrada a los Jardines Japonenes. Es un lugar ideal para relajarse y caminar entre una exuberante vegetación. Este espacio fue creado con motivo de la Exposición Mundial organizad en Wroclaw en 1913. Tras el evento, los edificios que se habían levantado fueron demolidos, pero parte de la vegetación original, el parque y el estanque zen fueron conservados.
Recorriendo los Jardines Japoneses.
El estanque zen de los Jardines Japoneses de Wroclaw.
Recorrimos el área de los jardines metiéndonos por todos su rincones. Descubrimos una pequeña cascada que desembocaba en el estanque y nos entretuvimos con clases prácticas de fotografía. Aproveché aquél salto para hacer "aguas sedosas". Cuando mi hijo vio las fotos me pidió que le explicase como se hacía y estuvimos practicando un buen rato.
Cuando Iosu consiguió hacer una foto con "aguas sedosas" y tras repasar la flora del lugar, nos dirigimos a la Woclawska Fontanna, una fuente en la que se realizan juegos de agua y luz situada tras el edificio Hala Stulecia, un enorme recinto donde se realizan exposiciones y congresos. Allí, sentados en una terraza, vimos alguno de los espectáculos mientras tomábamos una cerveza y un refresco y comíamos unas patatas fritas. Después, volvimos a la parada del tranvía y regresamos a la parada de la Galería Dominiskanska. Compramos algo para cenar y subimos al apartamento.
La Woclawska Fontana.
Tras la cena, salí de nuevo para acercarme hasta la Plaza Rynek a ver si conseguía alguna foto buena en la hora azul. Desde allí volví al apartamento y, tras organizar todo para el día siguiente, descargué las fotos y escribí en este diario los acontecimientos del día. Luego me duché y me fui a la cama. Me costó dormir, me picaba todo y, además, en las habitaciones de al lado alguien, con un perro grande, hacía mucho ruido. Además, había gente que entraba y salía sin ningún miramiento, dando portazos y gritando. Finalmente, el cansancio, acabó por doblegar al desvelo.
La concurrida y bulliciosa Plaza Rynek de Wroclaw en plena hora azul.
Wroclaw
Me desperté pronto con la luz que entraba de la calle. A las 04:30 horas ya empezaba a amanecer. No entiendo esa costumbre de no tener contraventanas, ni persianas de ningún tipo y tan sólo una cortina, fina como un papel de fumar, nos guardaba de la luz del día. En todas las ciudades de Polonia y en Praga nos encontramos con la misma situación. Algo me había picado sin compasión alguna. Tenía la espalda y las piernas llenas de ronchas.
El crío dormía como un lirón y, a las 06:30 horas, bajé a la calle para hacer unas fotos. Tan sólo algún parrandero de regreso a casa y los servicios de limpieza rompían el silencio del amanecer. Venía una mañana algo más nublada que en días anteriores, pero no llovía. Me encontré con los primero gnomos de la ciudad, pero me centré en el Antiguo Ayuntamiento, (Stary Ratusz), el edificio principal de la plaza. Se considera un buen ejemplo de la arquitectura gótica burguesa. El edificio fue construido durante un período de unos 250 años, desde finales del siglo XIII hasta mediados del siglo XVI. Se cree que se inició en 1299 y terminó hacia 1560. Al terminar la Segunda Guerra Mundial aproximadamente el 10% del edificio estaba destruido. Los techos estaban dañados seriamente, y se perdieron algunos elementos escultóricos. La restauración comenzó en la década de 1950.
Pude recrearme con toda la tranquilidad del mundo en cada uno de sus detalles; sus gárgolas, sus ventanales, sus cornisas…
¡! Una gozada de construcción ¡!
La Plaza Rynek; izda. el antiguo ayuntamiento y dcha. las casas coloniales reconstruídas tras la II Guerra Mundial.
Algunas de las gárgolas y el reloj astronómico del antiguo ayuntamiento.
Las cornisas del edificio estaban cargadas de imágenes talladas en piedra. Animales salvajes y mitológicos, escenas de caza, de lucha...
En un lateral del edificio el famoso oso hormiguero que, según dicen, da buena suerte si le tocas la lengua. En estos tiempos de pandemia... ¡¡ mejor no probarlo !!
Tras ese paseo matutino, subí a despertar a mi hijo. Desayunamos y, sobre las 09:00, volvimos a bajar a la calle. Teníamos reserva para un free-tour a las 10:00. El punto de encuentro era la picota que hay en la Plaza Rynek. Mientras tanto nos pusimos a buscar gnomos alrededor de la plaza. Cuando llegó la hora del tour, Iosu, como todos los días, empezó a protestar.
La verdad es que, en esta ocasión, no le faltaba razón. El panorama no era muy divertido. Estábamos el guía, un tío serio pero formal, una chica mexicana bastante aburrida, y nosotros dos. Esperamos unos diez minutos y arrancamos. El guía nos explicó que el tema del COVID-19 estaba haciendo estragos.
.- El año pasado, por estas fechas, teníamos diariamente entre 60 y 80 personas. Organizábamos entre 4 y 5 tours repartiéndolos entre la mañana y la tarde –nos contó un poco angustiado.
.- Hoy solo estáis vosotros tres y para mañana, de momento, no hay nadie.
Sobre las 10:15 arrancamos con el tour ... Nos enseñó el edificio del antiguo ayuntamiento, contándonos anécdotas y demás. Luego vimos el resto de la Plaza Rynek, los edificios de color pastel y el único edificio de aspecto soviético que, en realidad, es construcción de los nazis. Actualmente son las oficinas de un banco español.
El antiguo ayuntamiento está reconstruido, como casi todo en muchas ciudades polacas, después de 1945. Se guardó fielmente el estilo gótico original.
Arriba, la plaza en 1945 tras los bombardeos alemanes.
A la izquierda, la plaza en la actualidad.
A la izquierda el actual ayuntamiento. A la derecha la Iglesia de Santa Isabela de Hungría y las casas de Hansel y Gretel.
Luego fuimos a la Iglesia de Santa Isabela de Hungría. Junto a ella las casas que llaman de Hansel y Gretel, los dos únicos edificios que quedaron en pie tras los bombardeos de la II Guerra Mundial. Pasamos por el mercado antiguo, donde todavía se conservan las canalizaciones medievales para la limpieza y los depósitos para el hielo. Allí, en lugar de gnomos, nos encontramos a unas figuras de animales de granja recordando los antiguos mataderos que allí se ubicaban.
El mercado medieval con los simpáticos animales.
Hala Targowa, el mercado de Wroclaw.
Desde allí pusimos rumbo a la Universidad de Wroclaw. Vimos la estatua del “espadachín” que, como dijo el guía, casi siempre está sin espada porque normalmente hay algún “gracioso” que se la quita. Luego pasamos por delante del edificio del mercado Hala Targowa. Al ser domingo estaba cerrado al público. Desde allí, cruzamos por el puente llamado Most Piaskowy y luego por el Most Tumski (El Puente de los Enamorados), para acceder a Ostrów Tumski, la Isla de la Catedral.
La Iglesia de Santa María Magdalena.
Mientras seguíamos “cazando gnomos”, vimos la Iglesia de San Gil, de estilo románico tardío (s. XIII), única de ese estilo arquitectónico que hay en Wroclaw, luego la Catedral de San Juan Bautista y, tras contarnos algunos datos de ella, allí mismo, dio por terminado el tour.
El gnomo fotógrafo.
La espectacular puerta de la Universidad y la fuente del espadachín.
Le dimos los 100 zloty que había marcado como remuneración para los tours y nos despedimos. La chica mexicana se adentró a oír la misa en la catedral, el guía se volvió para el centro de la ciudad y mi hijo y yo después de hacer algunas fotos por la zona nos fuimos a comer. Le propuse comer en un “bar de leche” pero se empeñó en ir al apartamento. Preparamos unos filetes con patatas fritas y una ensalada y, tras recoger la cocina, descansamos un rato.
Most Tumski, "el puente de los enamorados" para acceder a la isla.
La Catedral de San Juan Bautista en Ostrów Tumski.
Dos tomas ( 2020 y 1945 ) de la calle Katedralna que da acceso a la Catedral de San Juan Bautista. Cuanta destrucción y muerte traen las guerras...
Sobre las 16:30 salimos, de nuevo, a dar otra vuelta. Fuimos hacia el norte con la intención de subir a la Torre de la Universidad de Matemáticas, pero ya estaba cerrada. Volvimos a cruzar los puentes para acceder a Ostrów Tumski. Recorrimos la parte posterior de la Catedral y los exteriores del Jardín Botánico. Luego, poco a poco, nos acercamos hasta Most Tumski con la intención de ver al farolero que dicen que, todavía hoy, enciende las lámparas de gas que hay en el puente… Pero las lámparas ya estaban encendidas y no vimos a nadie que lo hiciera.
La sky-line de Ostrów Tumski, la isla de la catedral de Wroclaw.
Paramos en la margen izquierda del río Óder, en un punto desde donde había una muy buena vista de la sky-line con la catedral y las torres de las demás iglesias y esperamos a que llegase la hora azul. Luego, tras llevarnos la recompensa en forma de fotos, volvimos al centro.
Compramos unas bebidas y algo para cenar y subimos al apartamento. Ambos, padre e hijo, teníamos los pies reventados de caminar. Tras una ducha, preparamos algo para picar y charlamos un rato mientras cenábamos. Después, como podéis imaginar, la rutina de todos los días… Descargar fotos y escribir.
La hora azul en Ostrów Tumski.
Los mosquitos me seguían destrozando las piernas. Tumbado en la cama miré las predicciones de la climatología. Para mañana daban agua, bastante agua. Apagamos las luces e intentamos dormir… Quizá se equivocasen, pensé… Mañana veríamos…
Wroclaw
Me levanté un buen rato antes de las 07:00. Amaneció el día con un cielo cubierto de amenazantes nubes negras. No llovía, pero, el panorama era de romper a llover y no parar. Había pasado una noche horrible con las picaduras. Eso ya no eran mosquitos. Pensé que, como en la habitación de al lado había un perro, tal vez, pulgas o chinches o algo se había colado en mi cama y me estaba martirizando.
Me tomé un café y le dije a mi hijo que me marchaba a hacer unas fotos y que traería algo para desayunar. Él, se quedaba durmiendo plácidamente. En el planing de viaje había dejado este día como un poco “colgado”. Había cosas para ver en Wroclaw pero, según fuesen transcurriendo los acontecimientos, nos adaptaríamos a las circunstancias. Resultó ser un día bastante raro, parecía que estaba predestinado que esa página estuviese en blanco…
Salí a la calle. Me había puesto un chubasquero que había llevado para un momento de apuro como este aun sabiendo que, si llovía mucho, me calaría hasta los huesos. Me encaminé hacia lo que tenía marcado como “Ruta 03” que incluía; el edificio del Teatro de Marionetas, el Palacio de la Ópera, el Palacio Real, la Gran Sinagoga y, si daba tiempo, los jardines del edificio del antiguo arsenal.
El Palacio Real.
La entrada al casco antiguo de la ciudad.
El Palacio del Tetro de Marionetas.
El cielo plomizo se tornaba cada vez más oscuro. Los nubarrones, cada vez más cargados de agua y cada vez más negros, me estaban avisando de lo que estaba por llegar. Pero, de momento, aguantaban sin descargar.
Paseé por la orilla del canal defensivo que cierra la antigua ciudadela por su lado sur, recorriendo el trayecto que me había marcado, haciendo algunas fotos y “cazando” algún que otro gnomo más. El Palacio de la Ópera y la Gran Sinagoga me defraudaron un poco, además, metidos en calles estrechas, la corta profundidad de campo no daba casi opción para poder fotografiarlos. Subí hasta el edificio del antiguo arsenal. En esta ocasión valió la pena. Un edificio del s. XV, perfectamente conservado y que alberga el Museo de Armas de la ciudad y el Museo Arqueológico.
Me asomé a la puerta. Había un hombre en la taquilla para sacar los tickets de entrada. Vio que me quedaba un poco retraído y con un gesto de la mano me señaló que podía pasar a hacer algunas fotos.
.- Oh, dziekuje ci -le dije mientras entraba al interior del patio.
Aunque llevaba montado el 24/70, como el patio era muy ancho, no lo podía coger en una sola toma. Decidí hacer una panorámica con el consiguiente riesgo que supone que, si no afinas bien en las tomas, te puede salir un “churro” de fotografía. Bueno, esto es lo que salió…
El patio del antiguo arsenal de la ciudad.
Saludé a ese buen señor y regresé hacia la Plaza Rynek. Pasé por Santa Isabela, las casas de Hansel y Gretel y acabé en la antigua Plaza de la Sal que, ahora, se ha reconvertido en la Plaza de las Flores. Antiguamente, esa plaza era el centro neurálgico del comercio de la sal de toda la comarca. La sal, en aquella época, era un producto de un valor incalculable. Actualmente, la plaza está llena de puestos de flores y te garantizan que, a lo largo de las 24 horas del día, al menos un puesto está abierto para poder comprar flores. Tras unas fotos de la plaza con sus edificios de color pastel que, debido a la tonalidad del cielo, hoy tenían un tono más apagado, me dirigí a una farmacia a comprar alguna crema para las picaduras.
Luego compré unos bollos y subí al apartamento para despertar a mi hijo y desayunar juntos. Camino del apartamento empezó a caer un fino xiri-miri…
Panorámica de la Plaza Rynek.
En un lateral de la Plaza Rynek encontramos el antiguo mercado de la sal. Ahora es el mercado de las flores.
Estando en el apartamento empezó a llover de forma más intensa. Tras desayunar le dije al crío que se vistiese para salir a dar una vuelta, pero, viendo como estaba la mañana, me dijo que no le apetecía salir. Yo, le puse el forro impermeable a la mochila y me aventuré a salir con la intención de ir a ver el mercado central que el día anterior estaba cerrado. Llegué al mercado bastante mojado. Hice unas fotos y, tras dar una vuelta por los puestos, me marché. Me dirigí, entonces, a los jardines de la Universidad de Arquitectura. Había visto que eran unos espacios preciosos, con cantidad de flores y unas estructuras curiosas. Pero, después de llegar hasta allí, resulta que estaban de obras y tenían todo patas arriba y llenos de maquinaria, toldos y andamios. Estaba claro que hoy no era mi día.
El interior del mercado de Wroclaw, Hala Targowa.
Llovía cada vez con más intensidad y estaba calado hasta la médula, pero la mochila estaba completamente seca. Ese impermeable es… ¡! La leche ¡!
Decidí volver al apartamento, bueno, en realidad era ya cerca de la una del mediodía. Me quité la ropa, me di una ducha caliente y preparamos la comida. Comimos y descansamos un rato esperando a ver si aflojaba un poco… No paró de diluviar en toda la tarde. A Iosu no le apetecía salir y, a decir verdad, a mí tampoco. Eran las 16:00 horas y estaba casi de noche... ¡! Menudo día ¡!
Aproveché para descargar las fotos, hacer las copias de seguridad, cargar las baterías, revisar las cámaras y poner al día este diario. Hice las maletas y dejé todo preparado para el día siguiente. Si por la mañana temprano no llovía, me daría tiempo para subir a la Torre de la Universidad de Matemáticas… Después, vimos un poco la televisión y nos fuimos a dormir. En mi cama me picaba todo el cuerpo. No sé si era ya obsesión o allí había algo. Me levanté y me metí en la cama con mi hijo… ¡! Qué descanso ¡!
Wroclaw - Poznan
Aunque los dos juntos, en una cama de 90 cms, no teníamos mucho espacio, yo, por mi parte, descansé mejor que en mi cama. Me desperté a eso de las 07:00 horas. Llovía casi más que el día anterior. Con esas perspectivas no me apetecía mucho salir a ninguna parte.
El viaje original de las 11:00 nos lo habían cambiado sobre la marcha a las 15:00 horas, así que, me metí nuevamente en la cama hasta la 08:00. Luego me levanté, preparé el desayuno y, tras desayunar, acabé de recoger todo y bajé la basura. Unos minutos antes de las 11:00, el límite para el check-out, nos marchamos. Tuvimos suerte porque cuando salimos del apartamento la lluvia aflojó un poco. Como la mañana no estaba para dar muchas vueltas, cogimos el tranvía y nos fuimos a la estación de autobuses. Allí, en el enorme centro comercial, nos tomamos un café en la planta baja, dimos una vuelta viendo tiendas en la primera y, finalmente, subimos a la segunda para ver los restaurantes.
El ticket de reserva del viaje a Poznan con Flixbus.
Miramos y miramos y, después de cambiar impresiones, decidimos que hoy tocaba comida china. Luego bajamos a la planta baja y nos tomamos un helado en una heladería-cafetería ubicada junto a la puerta de acceso a la planta -1 donde estaba la estación. A las 15:00 horas llegó el bus y arrancamos dirección a Poznan, siguiente escala en nuestro periplo por Polonia.
Seguía diluviando...
Llegamos al destino a las 17:50 horas. Había dejado de llover aunque estaba nublado.
Hoy tocaba comida china.
Allí mismo, a unos 100 metros, estaba la parada del tranvía que nos llevaría hasta el inicio de la calle Kawiatowa, en la boca de entrada de la Stare Miastro. Teníamos reserva en los apartamentos Blooms Boutique Hostel Inn & Apartments. Hicimos el check-in y subimos. La habitación era un poco "cutre" pero la cama estaba limpia. Esperaba dormir tranquilo esta noche, lo necesitaba.
El bus que nos llevó a Poznan, Flixbus tiene una flota moderna de autobuses bien equipados.
Dejamos las maletas en la habitación, nos aseamos un poco y salimos a ver la plaza del ayuntamiento o Stare Rynek. Una plaza cuadrada con cuatro fuentes (Apolo, Neptuno, Marte y Proserpina) y edificios de colores, muy parecida a la de Varsovia, pero con el elegante edificio del ayuntamiento en uno de sus laterales. Es el núcleo principal de la ciudad y, al igual que Varsovia, fue reconstruida tras la II Guerra Mundial.
Poznań, antiguamente llamada Posnania, es una de las más antiguas y grandes ciudades polacas (quinta por población absoluta con 567.000 habitantes y sexta por extensión geográfica), situada a orillas del río Varta. Capital de la región de Gran Polonia y sede de la archidiócesis de Poznan. Se encuentra entre Berlín (270 km) y Varsovia (300 km) y es un importante nudo ferroviario y de carreteras europeas como la E30 y E261; posee además un aeropuerto internacional.
Escudo de Poznan.
Es reconocida por ser la cuna de la nación polaca, por cumplir en el pasado la función de capital del Estado y por ser la residencia de los monarcas polacos.
Con fecha 11 diciembre de 2008, fue declarada Conjunto Histórico, en Recuerdo de la Memoria Histórica. La ciudad es un dinámico centro empresarial, académico, científico y cultural. Algunos historiadores piensan que Poznan fue la capital de Polonia en el siglo X. Es un lugar donde el príncipe Miecislao I se convirtió al cristianismo.
Tras la derrota del Imperio alemán en la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar el alzamiento de la Gran Polonia (1918-1919), que liberó la ciudad, así como la mayor parte de Polonia. Durante la Segunda Guerra Mundial, sufrió la ocupación nazi y la población fue reprimida con severidad. En 1945, Adolf Hitler declaró la ciudad una Festung (un lugar fortificado, en el cual las fuerzas alemanas obraron la última defensa). Como Poznan se encuentra en la ruta directa entre Berlín y Varsovia, el Ejército Rojo primero la sitió para luego asaltarla, en la llamada "Batalla de Poznan", que culminó en el asalto a la ciudadela.
Allí, en la plaza, nos encontramos un restaurante italiano llamado “Avanti”. Iosu vio a una pareja cenando una pizza artesana y, al ver lo apetecible que estaba, se le antojó que cenásemos allí mismo. Pedimos una pizza y nos la comimos relajadamente en la terraza. Luego volvimos al apartamento.
La hora azul en la Stare Rynek de Poznan.
La pizza del "Avanti".
Cogí mi Nikon D750 y salí nuevamente a “paso de legionario” para intentar llegar a tiempo a la hora azul. Conseguí algunas fotografías, aunque no fueron muy buenas. Luego volví al apartamento y tras una ducha nos fuimos a descansar. Los días avanzaban y el cansancio se acumulaba. Mañana nos esperaba otro intenso día...
Poznan
Me levanté a eso de las 07:00 horas. Sinceramente había descansado bien, durmiendo prácticamente de un tirón. Preparé el desayuno y llamé a mi hijo. Se hacía el remolón y le costó levantarse. Finalmente conseguí “arrancarlo” de la cama y desayunamos. Algo después de las 08:30 salimos a ver la ciudad.
Tenía preparado un itinerario y decidí respetarlo. Siempre es bueno un poco de orden… La mañana estaba preciosa, fresca y soleada. Atrás había quedado la lluvia de Wroclaw. Nos dirigimos hacia el noroeste en busca del Castillo Imperial. Llegamos enseguida. Es una construcción bastante moderna ya que data de 1910. Fue la residencia del emperador alemán cuando esta ciudad era parte de Prusia. Hicimos unas fotos y seguimos andando hasta el edificio de la Universidad de Poznan. Allí, según creo, fue donde empezaron a descifrar el código de transmisión de los nazis con la máquina “Enigma”. Después los expertos de la inteligencia británica y francesa se encargaron de acabar con la tarea que los polacos empezaron.
El Castillo Imperial de Poznan.
Arriba, a la izquierda, la Universidad de Poznan. Abajo el Monumento a los mártires de 1956. A la derecha el Parque con el Castillo Imperial al fondo.
Cruzamos unos enormes jardines y acabamos rodeando el Castillo Imperial encontrando, casi sin querer, el acceso a un museo que hay en su interior. Una barrera, de las de tipo parking, controlaba el acceso a vehículos de motor. Por curiosidad, nos asomamos y cual fue nuestra sorpresa que nos encontramos con una réplica de la Fuente de los Leones de la Alhambra. Mira que había leído cosas de las ciudades que íbamos a visitar, pero, en ningún sitio había leído que allí, en Poznan, existía esa réplica. Le dije al crío que se fijase ya que era igual que la de Granada. Después nos encaminamos hacia el este, bajando por una calle en dirección al otro castillo de la ciudad, el Castillo Real.
En los jardines interiores del Castillo Imperial encontramos una réplica de la Fuente de los Leones.
El Monasterio Franciscano, camino al Castillo Real.
Esta construcción, el Castillo Real, data del s. XIII siendo, en su género, el más antiguo del país. Fue la residencia de varios monarcas. Allí mismo, a un costado, podemos ver la puerta de la ciudad y restos de las antiguas murallas. Desde allí bajamos hasta la Plaza del Ayuntamiento. El colorido, con la luz del día, no tenía nada que ver con lo que habíamos visto la noche anterior. Como más tarde, antes de las 12:00 horas, queríamos venir a ver el espectáculo de los carneros batiéndose, dimos una rápida vuelta y pusimos rumbo a la Iglesia de San Estanislao, una construcción de estilo barroco del s. XVII. Había leído que, en uno de los laterales de la plaza que se abre al girar a la izquierda de la fachada principal de la iglesia, se encontraba la estatua de los carneros luchando. No es más que eso, dos carneros, pero, al ser el emblema de la ciudad, tiene una carga simbólica muy grande. Llegamos y…
El Castillo Real de Poznan.
Restos de la Barbacana y las antiguas murallas de la ciudad.
¡! Estaba todo patas arriba !!
Unas obras, en el sistema de abastecimiento de agua, tenían toda la plaza llena de tubos de PVC, enormes arquetas de hormigón, máquinas excavadoras, palés enteros de baldosas para las aceras, contenedores con escombro...
¿ Y los carneros ?
No sé por qué, pero, no me resistí a pensar que estaban allí tapados. Pregunté a una chica que salía de unas oficinas, pero no me entendía con ella. Entonces llamó a un chico que estaba dentro y le preguntó algo en polaco. Este, el chico, nos contestó en inglés que la estatua de los carneros se había trasladado a un parque lateral de la iglesia de San Estanislao indicándonos, amablemente, como llegar hasta ella. Dándoles las gracias a ambos, nos encaminamos hacia allí.
Efectivamente, en el acceso a un parque repleto de castaños y robles estaba la estatua de los carneros. Hicimos unas fotos y descansamos unos minutos, sentados en un banco, a la sombra de un enorme castaño. Posteriormente, pasadas las 11:30 horas, volvimos a la Stare Rynek para ver el “duelo” de los carneros…
Cuenta la leyenda…
…Que un cocinero que preparaba un banquete para el gobernador de la ciudad, quemó el ciervo que estaba cocinando. Por temor al castigo, el cocinero decidió sustituir el ciervo por dos carneros, pero estos se le escaparon y en la puerta del Ayuntamiento empezaron a luchar entre sí, dándose los típicos cabezazos. El gobernador, divertido por el espectáculo que habían dado los carneros, decidió perdonar al cocinero y mandó construir unos carneros mecánicos y colocarlos en el reloj para conmemorar diariamente ese simpático episodio.
La Iglesia de San Estanislao y los famosos carneros de la leyenda, símbolo de la ciudad.
La gente empezaba a congregarse frente a la torre del ayuntamiento. Faltaban aún unos diez minutos, pero, para hacer alguna foto, era importante coger un sitio bastante frontal. A las 12:00, en punto, empezó el toque de corneta que el trompetero del ayuntamiento realiza desde la parte trasera del reloj. Se hizo el silencio… Poco a poco, se fueron abriendo unas pequeñas puertas situadas sobre el reloj y se vieron las siluetas de los carneros. Empezaron a girar lentamente hasta encontrase de frente. Entonces, apoyándose en sus patas traseras, levantaban su cuerpo y se abalanzaban uno contra la otro chocando sus cornamentas. Repitieron ese movimiento durante un par de minutos. Cuando acabó el toque de corneta, se colocaron nuevamente sobre sus cuatro patas y, realizando un movimiento inverso al inicial, volvieron a esconderse dentro de la torre. Entonces, algunos aplausos rompieron el silencio. Una vez más se había cumplido el ritual.
Una gran expectación para ver el ritual de los carneros de Poznan que, cada día, a las 12:00 chocan sus cornamentas.
La gente se dispersó por la plaza. Nosotros dimos una pequeña vuelta haciendo algunas fotos y, sobre las 13:00 horas, Iosu me dijo que si podíamos ir a comer al mismo sitio donde la noche anterior habíamos cenado. Yo le comenté que me apetecía comer en otro sitio, pero, finalmente, acabamos haciendo lo que él quiso. Pedimos dos raciones de spaghetti bolognesa, un refresco y una cerveza sin alcohol. Las raciones eran generosas y fue plato único. Después volvimos al apartamento a descansar un rato. El día estaba soleado, aunque no hacía el calor que habíamos padecido en Cracovia.
Distintas vistas de la Stare Rynek con sus fuentes y sus casas coloniales.
A eso de las 16:00 horas salimos hasta la parada del tranvía. Desde allí buscamos la parada del bus 174 y fuimos al Cytadela Park. Este parque de 100 hectáreas, rebosante de castaños, arces, robles, hayas y abedules, se asienta sobre una antigua fortificación del s. XIX, llamada Fort Winiari, ya que era una colina donde se cultivaba la vid. En la actualidad es el gran pulmón de Poznan.
En la primera mitad del siglo XIX, los prusianos construyeron en estos terrenos un gran fortín que fue destruido en 1945. En la vertiente sureste de la colina está el cementerio militar de los caídos durante la I y II grandes guerras. El Museo del Armamento y el Museo del Ejército de Poznan se encuentran en torres que pertenecieron al fortín.
El bosque de la Cytadela.
La Cytadela es también uno de los mayores cementerios militares de Polonia. En la parte suroeste del parque se encuentran las tumbas de los soldados del Ejército Rojo. También hay un cementerio con las tumbas de la guarnición y los soldados que murieron en el alzamiento de enero durante la guerra de 1920, otro donde yacen los héroes de Polonia y, finalmente, un cementerio con los caídos de la Commonwealth, donde reposan los restos de los aviadores aliados que intentaron escapar del campo de prisioneros de Sagan, historia que posteriormente sería llevada al cine en la película "La Gran Evasión" (The Great Escape) protagonizada por Steve McQueen.
Monumentos a los caídos en las guerras, esculturas y varios cementerios, además de una gran zona verde, es lo que encuentras en la Cytadela.
El billete del tranvía de Poznan.
Sobre las 20:00 horas regresamos al apartamento. Nos habíamos pegado una buena caminata y estábamos algo cansados. Iosu cogió pereza y me pidió que fuese a buscar algo para cenar, que no quería salir. Mientras él se duchaba, bajé a comprar una hamburguesa y unos nugets de pollo a un Mac Donald´s, para comerlo en la habitación. Tras la cena, me duché, descargué las fotos e hicimos la maleta. Mañana tocaba traslado y era un día de tensión porque debíamos coger dos autobuses; Poznan-Torún, parada a pasar el día y, por la tarde, último traslado… Torún-Gdansk.
Así que una vez todo recogido nos fuimos a descansar… Empezaba la cuenta atrás.
Poznań - Toruń
Sonó el despertador a las 07:30 horas. El autobús hacia Torun salía a las 10:00 de la mañana y debía llegar a las 12:50. Como habíamos comprobado al venir que, con el tranvía, llegábamos sin problemas en unos 20 minutos a la estación de autobuses, decidimos salir sobre las 09:00.
Entregamos la llave y nos despedimos. Salimos a la calle Królowej Jadwigi donde estaba la parada del tranvía. Este tardaba en llegar. Podíamos subir en varias líneas, la 9, la 10, la 18… El primero que llegase lo cogeríamos. Llegó el 9 y subimos. En apenas 8 minutos estábamos en la parada donde debíamos apearnos. Desde allí unos 200 metros a la estación. Miramos en la pantalla y vimos que nos correspondía el andén número 6. Eran las 09:40… ¡! Perfecto ¡!
El autobús llegó con unos minutos de retraso y partió con algunos más. Ahora teníamos por delante 165 Kms y unas 3 horas de viaje.
El viaje transcurrió sin problemas pero, unos 15 kilómetros antes de la llegada a Torun, nos encontramos con retenciones por unas obras en la carretera. Finalmente llegamos a las 13:30, es decir, con más de media hora de retraso. La estación de autobuses era, simple y llanamente, una marquesina en una calle ancha donde el autobús daba la vuelta para volver a salir a la carretera. No había consigna ni nada para poder dejar las maletas. Frente a la marquesina del autobús, el apeadero del tren. Las instalaciones eran de lo más tercermundista que vimos en todo Polonia… ¿Cuando? Justo el día que más falta nos hacía un lugar con recursos.
El billete con destino Torun.
Visto que no había ningún lugar para poder dejar el equipaje, no nos quedaba otra que cargar con él. Fuimos andando hacia la plaza del antiguo ayuntamiento, lo que es
La estación de Torun: bus y tren en el mismo edificio.
en realidad el casco antiguo de la ciudad y donde se encuentran sus principales atractivos. Era hora de comer así que en un restaurante italiano –no recuerdo su nombre- pedimos pasta. Spaghetti bolognesa para Iosu y carbonara para mí, un par de refrescos y, de postre, un tiramisú con crema mascarpone. Estuve tentado en pedirles, por favor, que nos guardasen las maletas, pero, al ver que empezó a entrar gente y el restaurante se llenaba, me corté y no lo hice. Así que tuvimos que cargar con ellas todo el día… ¡! Qué horror ¡!
Toruń es una ciudad histórica junto al río Vístula en el norte de Polonia. Su población era 201.447 en diciembre de 2019. Es una de las ciudades más antiguas de Polonia, con el primer asentamiento que data del siglo VIII y que más tarde fue ampliado en 1233 por los Caballeros Teutónicos.
Durante siglos, fue el hogar de personas de diversos orígenes y religiones. Desde 1264 hasta 1411 Toruń formó parte de la Liga Hanseática y en el siglo XVII era uno de los puntos comerciales de élite, lo que afectó en gran medida la arquitectura de la ciudad, desde el gótico de ladrillo hasta el manierismo y el barroco. En la edad moderna temprana, Toruń era una ciudad real de Polonia y era una de las cuatro ciudades más grandes del país en ese momento.
Escudo de Torun.
Después de las particiones de Polonia fue parte de Prusia y más tarde del Imperio Alemán. Después de que Polonia recuperó su independencia en 1918, Toruń se reincorporó al territorio polaco y durante la Segunda Guerra Mundial, al igual que Cracovia, se salvó de los bombardeos y la destrucción. Esto permitió que el casco antiguo se conservara por completo con su icónico mercado central. En 1997, la parte medieval de la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En 2007, el casco antiguo de Toruń se añadió a la lista de las siete maravillas de Polonia. Es el lugar de nacimiento del astrónomo Nicolaus Copernicus.
La Plaza Rynek con el antiguo ayuntamiento.
La estatua de Copérnico en la Plaza Rynek.
La casa natal de Copérnico.
Arrancamos la visita a la ciudad viéndo la plaza, el antiguo ayuntamiento, el Monumento a Nicolaus Copérnico –hijo de la ciudad- y su casa natal. Frente a ella, en una cafetería, paramos a reponer el aliento. Yo me tomé un café con hielo, mientras que Iosu pidió un postre de tiramisú cargado de nata fresca. Mientras tanto pedimos, por favor, poder cargar el teléfono del crío que se estaba quedando sin batería. Tras esta reconfortante pausa seguimos la ruta.
Vimos la casa inclinada y los graneros anejos y, desde allí, mientras Iosu esperaba en un kiosko bajo la sombra de unos frondosos árboles, me dirigí al puente sobre el Vístula para cruzar a la margen derecha y hacer una panorámica de la sky-line de la ciudad.
Tardé apenas 15 minutos ya que no llegué a cruzar hasta el otro lado. A escasos 30 metros de la otra orilla hice las fotos y me volví.
Cuando me reuní con el crío, nos dirigimos hasta el último punto que tenía marcado; las ruinas del Castillo de la Orden Teutónica.
La casa inclinada, los viejos graneros de la ciudad y una de sus calles.
Brama Zeglarska o Puerta Zeglarska.
Brama Mostowa o Puerta Mostowa.
La sky-line de Torun, una bella ciudad a orillas del río Vístula.
La verdad es que no había mucho que ver. Tan solo unas paredes de un metro de altura, apenas dos por la parte opuesta, dejaban hacerte la idea de la superficie que ocupaba el antiguo castillo. No entramos, el ticket costaba 10 zloty cada uno y, la verdad sea dicha, desde la puerta se veía todo lo que había que ver. Hicimos unas fotos y nos marchamos. Eran las 17:45.
La Gdanisko Tower acceso al castillo teutónico de Torun.
Ruinas del castillo teutónico de Torun.
La figura de un caballero teutónico.
El último viaje con Flixbus... una pesadilla.
Toruń -Gdansk
El autobús para Gdansk tenía su salida a las 18:35 horas, así que pusimos rumbo a la estación… Bueno a la marquesina.
Llegamos con tiempo. Poco a poco llegó más gente. Pasaron las 18:30, las 18:45, las 19:00, las 19:15… Entonces entró un SMS de Flixbus diciendo que el autobús llegaba con más de una hora de retraso. Efectivamente, llegó a las 19:50 es decir, 1 hora y 15 minutos más tarde del horario previsto. Todavía teníamos 180 Kms por delante...
Avisé al apartamento de Gdansk de lo demora que llevábamos y enseguida nos contestó una chica diciendo que, cuando llegásemos, le avisáramos para darnos las instrucciones de acceso al apartamento.
Pronto se nos echó la noche encima. Llegaríamos muy tarde. Además, se desvió por un pueblo para recoger a dos personas. Finalmente, a eso de las 23:00 horas entrábamos en la estación de autobuses de Gdansk, cuando la hora de llegada era las 21:00.
¡! Un horror ¡!
Recibimos un email con las instrucciones para encontrar el apartamento y para acceder a él. La verdad es que nos costó una barbaridad llegar al lugar en cuestión. Era una calle larga, con plazas interiores a las que se accedía por unos arcos que recogían en su interior un montón de portales… ¡! Un lío ¡! Y además completamente de noche.
Menos mal que con el teléfono y el buscador de Google nos arreglamos para dar primero con la calle Swietego Duche 26 y, dentro de la plaza, con el número 18 donde se haya el Apartament Zlotnikowna Starówce. Subimos. Yo había pedido, a la hora de hacer la reserva, un ático tranquilo y esa noche, al llegar, os juro que me arrepentí mil veces.
El apartamento estaba muy bien, todo nuevo, limpio, con una gran ventana a la Iglesia de St. Mary, TV por cable, una cocina muy bien equipada, un enorme baño con lavadora incluida, plancha, tendedero… ¡! De todo ¡!
Además, una confortable cama que nos esperaba con los brazos abiertos. Nos dimos una ducha y nos fuimos a descansar directamente, ni cena, ni nada… Necesitábamos estirar las piernas.
Mañana sería otro día…
Me levanté sobre las 07:00. Organicé un poco las cosas para que no nos invadiese el caos y preparé el desayuno. Venía un maravilloso día. A esas horas se notaba el frescor de la mañana y se intuía que el sol nos acompañaría como un fiel escudero. Sobre las 08:30 desperté a Iosu. Estaba muy perezoso. Se enfadó. No quería hacer el último tour del viaje.
Quería quedarse durmiendo, pero, con suavidad y paciencia, pude convencerle y hacerle entender que, en cada viaje, había que aprovechar hasta el último minuto. Finalmente se levantó, desayunamos y salimos a la calle. Gdansk tiene mucha historia y, Iosu, no podía perdérsela.
El tour arrancaba a las 10:15 desde el número 26 de la calle Targ Weglowy, junto a la conocida como “Golden Gate”. El apartamento distaba apenas 450 metros de allí, es decir, nos separaban unos 6/7 minutos a pie. Llegamos con tiempo, compramos unos imanes junto a la puerta de entrada a la ciudad y nos reunimos con el guía, un chaval llamado Marcin –forma polaca de Martín- serio, formal, muy profesional… Había estudiado Historia y Literatura. Nos juntamos nueve personas; una pareja de catalanes, una matrimonio mexicano con tres hijos y nosotros dos. Pasados unos minutos de las 10:15 arrancamos. Salimos hasta la Brama Wyzynna, puerta de entrada de la ciudad, un arco del s. XVI con muchas "florituras" y tres grandes escudos; el de los reyes prusianos, el de Polonia y el de Gdansk. Luego vimos la Barbacana y nos contó una historia de amor y traición en la que el máximo responsable de la prisión, su hija y un guardia, se veían inmersos en una tragedia en la que acababan rodando cabezas…
La llamada "Golden Gate", entrada a la Calle Real.
Gdańsk es la sexta mayor ciudad de Polonia y la mayor ciudad portuaria de este país. En esta ciudad se encuentra el famoso astillero donde se fundó el sindicato Solidaridad. Junto con las ciudades vecinas de Gdynia y Sopot, Gdansk, constituye un área metropolitana llamada Triciudad o, en polaco, Trójmiasto.
Escudo de Gdansk.
Su nombre alemán es Danzig, nombre oficial bajo el dominio de la Orden Teutónica 1308-1454 y en la época
contemporánea entre 1793 y 1945. Pero, la conocida como “perla del Báltico”, pasó de su época gloriosa a
momentos muy difíciles cuando los nazis se fijaron en ella y, siguiendo los “consejos” de Napoleón cuando dijo “Gdansk es la llave de todo”, Hitler, ferviente seguidor del emperador francés, tomó la ciudad en 1933. El III Reich estableció allí el cuartel general del partido nazi y fue allí, en el edificio de Correos –del que luego daremos cuenta– donde el 1 de septiembre de 1939 empezó la II Guerra Mundial. Tras el final de la guerra y la expulsión del ejército alemán la ciudad pasó a estar bajo la administración del Ejército Rojo en un primer momento y, más tarde, fue integrada a la República Popular de Polonia, a la que perteneció hasta la caída del telón de acero en los años 1990, cuando este estado cambió su nombre por el de República de Polonia (Rzeczpospolita Polska), a la cual pertenece actualmente. Ciudad natal de personajes como Daniel Farenheit y Arthur Schopenhauer, fue la primera ciudad libre de Polonia y su puerto es el más importante del país.
El águila negro de Prusia.
El águila blanco de Polonia.
El escudo de la ciudad de Gdansk.
Pasamos por la Golden Gate, nos explicó la simbología de sus cuatro estatuas y nos dirigimos por la antigua Ruta Real, la calle Dluga, en dirección al mercado y la Fuente de Neptuno.
A medio camino, nos desviamos para ver la Iglesia de St. Mary, la iglesia de ladrillo más grande del mundo. Luego seguimos por la calle Dluga hasta la Puerta Verde o Brama Zielona. Salimos hasta el canal y vimos los edificios en ruinas de los antiguos graneros. Toda la margen derecha del río estaban, en su día, abarrotada de construcciones de madera donde se guardaba sobre todo grano, trigo, cebada… Es por eso que Gdansk era conocida como “el granero de Europa”. En la actualidad, carente de utilidad en ese sentido y aprovechando el valor de un suelo del que se saca mucho partido, los antiguos graneros se están convirtiendo en apartamentos y hoteles de lujo.
La Catedral de Gdansk.
Sant Mary en la Ruta Real.
La calle Dluga, conocida como la antigua Ruta Real.
La ría o canal de Gdansk con sus bellos colores.
La Fuente de Neptuno en la Ruta Real.
Seguimos río arriba por la margen izquierda hasta llegar a la vieja, famosa y desahuciada Grúa Medieval de madera, llamada Zuraw en polaco. Es uno de los símbolos de la ciudad y es considerada como la puerta de agua de la ciudad de Gdansk. Una primera construcción databa de 1367 pero, esta, la actual, fue construida entre los años 1441-1444. Es una de las grúas más antiguas de todo el Báltico y la más grande, en su género, en toda Europa. Su mecanismo está considerado como único, con un peso de 4 toneladas es capaz de elevarse a unos 11 metros de altura. Sinceramente, verla desde debajo de sus entrañas... impone.
La grúa fue utilizada principalmente para transportar cargas de barriles de cerveza aunque también para la colocación de mástiles a los buques más grandes. Durante la Segunda Guerra Mundial, la parte de madera de la construcción fue destruida pero, su base, es decir, la puerta de ladrillo, se conservó intacta.
El muelle con la vieja grúa.
Las prisas, la cantidad de gente que había a esas horas, la luz del sol pegando vertical… Todo se alineaba para no poder hacer una buena fotografía.
Seguimos andando… Pasamos por una torre medieval que fue parte de las murallas y del castillo que la Orden Teutónica mantuvo durante siglos en Gdansk, controlando tan importante puerto. En la actualidad es el Hotel Hilton.
Desde allí nos encaminamos al edificio de Correos. Esta construcción, aunque fue remodelada tras la guerra, guarda, marcadas en sus muros, las cicatrices de la batalla que dio inicio a la II Guerra Mundial y fue recogida por Gunther Grass en su obra “El Tambor de Hojalata”.
El asalto nazi a la oficina de Correos de Gdansk.
La Oficina de Correos de Danzing (el nombre alemán para Gdansk), fue creada en 1920 tras el Tratado de Versalles. Sus instalaciones tenían la consideración de territorio polaco. En abril de 1939 la tensión entre Alemania y la ciudad libre de Gdansk se podía cortar a cuchillo y el inicio de las hostilidades era un hecho casi palpable. Ante ello, la Oficina de Correos se había reforzado y organizado para su defensa.
El 1 de septiembre de 1939, a las 04:00 horas de la madrugada, una unidad del ejército alemán corta la línea telefónica y la electricidad del edificio de Correos. Tres cuartos de hora más tarde, cuando el acorazado nazi Scheswig-Holstein abría fuego contra el polvorín polaco en la bahía de Westerpaltte, en las costas del Mar Báltico, se inicia el asalto al edificio. La II Guerra Mundial acaba de dar comienzo.
El edificio actual de la oficina de Correos de Gdansk.
El monumento a los carteros de Gdansk sito junto a la oficina de Correos.
Además de los empleados locales y los venidos de Gdynia y Bydgoszcz, dentro del edifico estaban el portero, su mujer y su hija de 10 años.
Hay mucho escrito sobre esta heroica batalla, pero a grosso modo, se puede resumir en que los polacos que estaban preparados para aguantar unas 5/6 horas, hasta recibir refuerzos, se vieron abandonados a su suerte y, tras resistir durante 14 interminables horas los envites de las tropas alemanas, acabaron sucumbiendo ante capacidad bélica del rodillo alemán.
Con seis de sus defensores caídos en combate y, después de formalizar su rendición, los polacos comienzan a salir tras una bandera blanca. Seis consiguen escapar aprovechando el desconcierto, pero sus dos cabecillas son fusilados en el acto. Seis heridos de gravedad murieron posteriormente en el hospital de la Gestapo.
Los restantes fueron juzgados sumariamente y fusilados el 5 de octubre, siendo enterrados en una fosa común del cementerio de Gdnask. Dos de los fugados fueron detenidos y ejecutados con posterioridad y, tan solo, cuatro personas lograron sobrevivir a la guerra para dar testimonio de este acto.
Dos momentos de la rendición de los carteros de Gdansk. A la izquierda el patio actual del edificio con una imagen para honrar el recuerdo de aquellas personas.
Eran las 13:00 horas. Allí, en aquel patio cargado de historia, acabó el tour que Marcín nos hizo por Gdansk. Luego, cambiamos algunas impresiones y nos dio algunos consejos sobre dónde comer y demás. Posteriormente, tras darle los 100 zloty que habíamos dado en todos los tours, nos despedimos de él y de todos los miembros del grupo.
Iosu y yo nos dirigimos hacia el canal principal buscando algún sitio para comer. No queríamos alejarnos mucho porque a las 15:00 horas teníamos que estar en los muelles para hacer el crucero por los canales de la mano de Get Your Guide.
A mi hijo no le apetecía volver a un “bar de leche” y me pidió pizza o pasta. Encontramos un lugar con unas finísimas y riquísimas pizzas y nos sentamos a comer. Tras un postre y un café, arrancamos hacia Dokowa 1, punto de encuentro de la siguiente actividad.
La reserva del crucero por Gdansk.
Llegamos con unos 10 minutos de margen. Allí estaban preparadas dos barcazas planas que, casi con total seguridad, serían las que usaríamos en el paseo. Enseguida llegó un tipo robusto, parecía una de esas moles que juegan a rugby… Nos preguntó, en inglés, si veníamos al crucero y, tras enseñarle la reserva, nos confirmó que estábamos en el lugar correcto. Poco a poco empezó a llegar más gente.
Se hicieron dos grupos; uno en polaco que dirigiría el tipo fornido y otro, en inglés, cuyo timón lo gobernaría una mujer, también fuerte, con un marcado acento inglés. Cada grupo embarcó en una de las barcazas y, tras unos ajustes de última hora, zarpamos río abajo.
La barcaza del otro grupo navegando por el canal.
El sol castigaba sin piedad y el calor era sofocante. A mi hijo le hicieron ponerse un salvavidas y, el pobre, empezó a sudar de manera exagerada. Al cabo de unos minutos me dijo que si se lo podía quitar y yo asentí con la cabeza. Nos dieron una botella de agua y nos dejaron unos parasoles para mitigar el castigo.
Bajamos hasta el punto donde las gigantescas grúas metálicas se encargaban, años atrás, de cargar y descargar los grandes barcos que arribaban a puerto. En la actualidad están en desuso y se conservan únicamente como elementos turísticos. Tras ver las grúas y darnos algunos datos, viramos 180º y nos dirigimos río arriba. Fuimos pasando por distintos puntos de los que nos daban, siempre, interesante información. Llegamos a la zona más turística, la gran grúa medieval de madera, allí, frente a ella, paramos un momento.
La torre de los teutones, tras ella el Hilton.
La famosa grúa medieval de madera vista desde el agua.
Las viejas grúas de carga.
Río arriba paseando por el canal.
Dos ejemplos de la actividad urbanísitica de Gdansk.
Seguimos remontando el río. Pasamos la zona edificada y subimos hasta el punto donde una exclusa cerraba el canal. Pasó la barca del otro grupo y, cuando esta salió, pasó la nuestra. Allí, tras la exclusa, el río se transformaba en eso, un río...
Se liberaba de las frías paredes de su cauce y se convertía, de una forma completamente natural, en un humedal salvaje donde los patos y otras aves chapoteaban a sus anchas.
Esa exclusa era la frontera entre dos mundos antagónicos.
La exclusa que controla el agua del canal.
La capitana de la barca apagó el motor… Durante unos pocos minutos navegamos a la deriva acompañados, únicamente, por un reconfortante silencio que, en ocasiones, se rompía con el chapoteo de los patos.
Después, volvimos a cruzar la exclusa y volvimos a entrar en la “civilización” …
El sucio canal navegable sufre una profunda metamorfosis tras la exclusa.
Patos, juncos y nenúfares conviven río arriba.
Bajamos hasta la altura del Hotel Hilton. Allí desembarcó una pareja y los demás seguimos hasta el final. Sinceramente, aunque fue ir un poco a la aventura, los 9 € -por cabeza- que habíamos pagado por esta excursión, bien habían valido la pena. Estaba anunciado un paseo de 80 minutos y nos tuvieron dos horas muy amenas y relajantes. Además, poder hacer fotografías desde otro punto de vista, es decir, desde el agua hacia los edificios, me agradó bastante.
A decir verdad, fue todo un éxito.
Unos minutos más tarde, tras despedirnos de la gente, estábamos camino del Monumento a los Trabajadores del Astillero. Sacamos unas fotos, vimos la entrada a los astilleros y, poco a poco, pusimos rumbo al apartamento.
Una última imagen del canal y su entorno, vista desde el agua.
La actividad en los astilleros es, actualmente, casi nula.
Camino de la entrada a los astilleros y al monumento a sus trabajadores.
El Monumento a los Trabajadores del Astillero.
Bueno, estaba todo solucionado. Ahora tocaba recoger y organizar porque, a la mañana siguiente, debíamos dejar el apartamento a eso de las 08:30 para ir a la estación del tren. Luego ya no volveríamos a él. De camino compré algo para picar en la cena.
Recogí todo, dejé preparadas las cosas para desayunar, descargué las fotos, me duché y me metí en la cama. Quería levantarme temprano para aprovechar la mañana, por eso decía antes que el tren de las 07:05 era demasiado temprano. No quería irme de Gdansk sin dar una vuelta por sus calles con las primeras luces de la mañana y esa era la última oportunidad.
El billete de tren para ir hasta el castillo de Malbork.
La puerta de entrada a los astilleros de Gdansk.
Sobre las 19:30 horas estábamos en el apartamento. Iosu se quedó descansando y yo me fui a la estación del tren para comprar los billetes para Malbork y comprobar si había taquillas para dejar el equipaje. Efectivamente había taquillas. 16 zloty (unos 3 €) por dejar las dos maletas todo el día. ¡! Genial ¡!
Un problema resuelto. Luego entré y compré los billetes de ida a la localidad de Malbork. Pedí un ticket familiar como me había dicho Marcin. Así salía mucho más barato. Por 23,80 zloty (unos 5 €) recorreríamos, los dos, la distancia de 60 Kms que separa Gdansk del castillo teutón de Malbork. Hora de salida 09:46, un poco tarde, pero el anterior salía a las 07:05 y ese era demasiado temprano.
EL mercado Lombard Hala Targowa con su tejado negro, a su derecha la torre Baszta Jacek.
Justo cuando amanecía me levanté, como un resorte, para dejar atrás la pereza y arrancar en busca de la última mañana en Gdansk. El crío se quedaba dormido como un lirón. Tras asearme y tomar un café, a las 04:45, salí a la calle. Ya había luz, pero el sol todavía no había levantado por el horizonte. Las calles estaban casi vacías. Tan solo se
veía a los barrenderos y a algunos rezagados que, como zombis, volvían camino de sus casas en busca de un sueño reparador.
La mañana venía espectacular. La luz era maravillosa. Sin demora me dirigí a la zona del canal. Tenía en mente la foto de la grúa de madera con la luz del amanecer… Y allí me presenté a eso de las 05:00 de la mañana. ¡! Maravilloso ¡! Ese es el adjetivo que puedo poner a tan bello espectáculo. La luz limpia de la mañana dejaba unos colores y unos reflejos, en el agua verdosa del canal, que a ninguna otra hora del día se podía ver. Di un par de vueltas y, en una de ellas, me encontré con otro "chalado" que, como yo, aprovechaba esa inigualable luz. Él, iba cargado con una hermosa Canon de la que no llegué a ver el modelo.
Un par de contraluces al amanecer en el canal de Gdansk.
El momento en que la luz del sol empezaba a bañar las casas y las aguas del canal vistió el paisaje de tonos ocres.
Esperé a que el sol levantara por el horizonte y, cuando sobrepasó la línea, me adentré en las calles para fotografiar los monumentos. Anduve por la Ruta Real y, aprovechando los charcos que dejaban los empleados de la limpieza, me puse a “jugar” con los reflejos.
La iglesia de Sant Mary.
La catedral al amanecer.
La Golden Gate y la Torre de la Prisión.
La Puerta Verde, final de la Ruta Real.
Jugando con los reflejos de la Golden Gate sobre un charco.
La mañana pasó rauda y volví al apartamento para despertar al crío y arrancar para ir a ver el Castillo de Malbork. A las 07:00 horas estaba desayunando con mi hijo. Recogimos todo y, sobre las 08:30, cogimos las maletas y pusimos rumbo a la estación de Gdansk Glówny.
La Fuente de Neptuno y detrás el antiguo edificio de la bolsa.
En apenas 15 minutos a pie, estábamos frente a las taquillas para dejar las maletas. Conseguimos cambio y las guardamos. Tomamos un café y esperamos a que viniera del tren. Llegó puntual, buscamos el vagón número 13 y subimos. Asientos 45 y 46… Todo listo, ahora a disfrutar del tren.
Tardamos una media hora en llegar a la estación de Malbork. Miramos a qué hora teníamos tren de vuelta y nos dirigimos, sin más demora, al castillo. Unos 15 minutos andando y… ¡! Allí estaba ¡! Resplandeciente, majestuoso, señorial… El Castillo de Mariemburgo.
Nos acercamos e hicimos unas primeras fotos. El sol estaba ya muy arriba, una verdadera pena. Pero bueno, habíamos venido hasta aquí y teníamos que aprovechar la oportunidad.
El impresionante Castillo de Mariemburgo, una fortaleza teutona del s. XIII.
El Castillo de Mariemburgo fue fundado por la Orden de los Caballeros Teutónicos en 1274, como una fortaleza militar. La ciudad creció alrededor de él y fue denominada con su mismo nombre. En la actualidad Malbork. Es un ejemplo clásico de fortaleza medieval y el más grande del mundo construido con ladrillo, en estilo gótico báltico. Está situado en la margen derecha del río Nogat, afluente del Vístula. Durante el gobierno de Prusia, la Orden Teutónica cobraba peajes a los barcos que pasaban, imponiendo un monopolio en el comercio de ámbar. Llegó a albergar hasta 3.000 soldados.
El castillo estaba en proceso de restauración cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. En 1945, la mitad del castillo de Malbork estaba en ruinas como resultado de la contienda. Desde entonces se han llevado extensas labores de restauración, que se han prolongado hasta 2016 cuando concluyó la renovación de la catedral, restaurada totalmente antes de la guerra y destruida durante ella. El castillo y su museo forman parte de la lista Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, añadido en diciembre de 1997.
El Castillo de Mariemburgo tras la II Guerra Mundial.
Le dije a Iosu que, antes de nada, quería ir a la parte posterior para ver el castillo desde la otra orilla del río. Para eso teníamos que cruzar el puente y andar unos 20 minutos más. Iba contento y no puso pegas. La vista desde este lado era, si cabe, más bella todavía. Con una buena luz, los reflejos sobre el agua del río, deben ser impresionantes…
El Castillo de Mariemburgo desde el lado del río Nogat.
Hicimos unas fotos y volvimos. Había preparado unos sándwiches y nos los comimos tomando algo en un "chiringuito" frente al castillo. Luego fui a por las entradas. Había dos colas; una para las entradas y otra para las audio-guías. La primera la sorteé sin problemas pero, la segunda, no avanzaba. Estuve casi media hora esperando y no se movió, así que, finalmente, decidí que entraríamos sin audio-guía. Me reuní con Iosu y entramos. Eran las 13:15 horas.
Pasamos un primer arco junto a una torre almenada, cruzamos un puente levadizo y llegamos a la puerta principal del castillo. Allí, antes de entrar, nos tomaron la temperatura. Luego, atravesando un pasadizo bajo otra torre salimos a cielo abierto... Era el gran patio de armas.
La explanada de acceso al castillo.
Anverso y reverso del ticket de entrada al Castillo de Malbork.
Tras pasar un primer puente levadizo llegamos a la entrada principal.
El patio de armas.
Seguimos la visita según el orden que marcaban las flechas. Pasamos por las mazmorras y por largos pasadizos accedimos al salón del rey. Poco a poco fuimos entrando en las tripas de la fortaleza. Arcos ojivales típicos del arte gótico formaban unos tupidos y reforzados pasillos.
Distintas tomas del castillo.
En el salón del rey, pinturas de distintas batallas adornaban las altas y frías paredes. Preciosas vidrieras engalanaban los ventanales.
Los aposentos de los caballeros con sus mapas y atuendos.
Distintas vistas de los fosos inundables que, a modo defensivo, separaban las distintas construcciones del castillo.
Recorrimos el castillo por arriba y por abajo, entrando por todos los rincones y viendo todos sus entresijos.
Una de las ruedas que subían el puente.
Sobre las 15:45 salimos de la fortaleza. El tren de regreso era a las 16:20. Recogí las cámaras de fotos y, al arrodillarme sobre la hierba, noté como un pinchazo en la rodilla.
Teníamos unos 20 minutos a pie, así que, nos quedaba de margen un cuarto de hora. Llegamos sin contratiempo y compramos el billete de vuelta. Enseñé el que habíamos usado para venir y pedí otro igual para regresar, pero que nos llevase hasta la ciudad de Sopot. Queríamos ver el Mar Báltico con nuestros propios ojos. En un primer momento, mi idea fue ir hasta Westerplatte, pero, la víspera, Marcin me dijo que fuésemos a Sopot. Le hice caso, luego me arrepentí, pero...
Ya era demasiado tarde.
El Mar Báltico bañando las playas de Sopot.
Iosu caminando por el muelle de Sopot.
Anverso y reverso del ticket de entrada al muelle.
Sopot es una ciudad costera al norte de Polonia. Tiene una población aproximada de 40.000 habitantes (censo 2006). Junto a las ciudades de Gdańsk y Gdynia, forman la aglomeración metropolitana llamada "triciudad" o Trójmiasto.
La ciudad es reconocida como un importante centro de salud y turismo, y se caracteriza por poseer el muelle de madera más largo de Europa (llamado Molo, con una longitud total de 515,5 m), desde donde se tiene una vista panorámica de la bahía de Gdańsk.
Fue fundada como un asentamiento eslavo (Pomerania) en el siglo VII. Inicialmente cumplía las funciones de punto de intercambio comercial y mantenía relaciones comerciales con las zonas aguas arriba del río Vistula y
Escudo de Sopot.
con ciudades al otro lado del mar Báltico. Con el tiempo, la importancia del asentamiento fue decreciendo, al punto que en el siglo X se había transformado en un pequeño pueblo de pescadores.
Sopot, sufrió un episodio parecido al de la ciudad de Donostia-San Sebastián en 1813, ya que, el 23 de marzo de 1945 la ciudad cayó en manos del Ejército Rojo. Se perdieron el 10% de sus edificaciones, algunas durante la batalla, pero un buen número de ellas incendiadas por reclutas soviéticos bebidos después de que las luchas habían cesado el 8 de marzo de 1945. Los soldados del Ejército Rojo, después de liberar la ciudad, incendiaron la mayor parte de las casas cercanas al muelle.
En Sopot no había nada de especial. Una ciudad con una playa en la que cobraban para entrar y muchos "chiringuitos" para comer y beber… Como lo llamo yo, puro y duro "turismo basura". Cuando nos cansamos de andar por allí, regresamos a la estación del tren y volvimos a Gdansk para recoger las maletas. Luego, cogimos el autobús de línea número 120 y fuimos al hotel que había reservado a escasos 1.000 metros del aeropuerto. El autobús tardó más de media hora. Yo estaba muy cansado y me dolía la rodilla izquierda… Se me estaba hinchando y poniendo roja, así que, pensé que algún bicho me había picado.
La tarjeta del hotel del aeropuerto.
Llegamos al hotel Sleep & Fly a las 21:00 horas. Hicimos el check-in y tras organizar
las maletas para el vuelo y cenar algo, me di una ducha y me metí a la cama. El crío ya se había aseado y estaba ya acurrucado. Teníamos que madrugar porque el vuelo salía a las 06:25 horas.
El viaje llegaba a su fin...
Sonó el despertador a las 04:00 de la madrugada. Espabilé al crío y salimos sin demora. Entregamos la llave y nos dirigimos al aeropuerto. Hubo suerte porque no me hicieron sacar las cámaras y demás, tan solo el portátil, los móviles y las baterías. A las 05:15 ya habíamos pasado los controles y estábamos desayunando, tranquilamente, en la zona del
duty-free. Volábamos con la compañía KLM. El vuelo KL-1916 despegaría a las 06:25 horas del Lecha Walesy Gdansk Aiport con destino Ámsterdam.
El vuelo duraría apenas dos horas ya que tenía su llegada a las 08:20. A pesar de lo corto del trayecto, nos ofrecieron un café o un zumo y un bizcocho de ración para desayunar. Una vez en Ámsterdam teníamos apenas una hora para embarcar en el vuelo KL-1685 con destino Bilbao. En el avión coincidimos con una china que venía con su traje EPI. La hora de llegada al “Botxo” era las 11:20. En el vuelo, nos hicieron rellenar una hoja con la información de nuestro viaje, de donde veníamos, cuantos días habíamos estado fuera y que lugares habíamos recorrido.
Las tarjetas de embarque de los vuelos de vuelta.
El avión de KLM que nos llevó hasta Amsterdam.
Las tierras de Holanda llenas de zonas pantanosas.
Es una visita pendiente... Los Paises Bajos, Nederlands.
El avión de KLM del vuelo KL-1685 que nos llevó a Bilbao.
Al bajar del avión se formó una larga hilera para acceder a la zona de tránsito. Teníamos billetes para el autobús desde el aeropuerto a San Sebastián a las 12:45. Salimos más rápido de lo que esperaba y el autobús de las 11:45 estaba a punto de arrancar. Le enseñé al chofer la reserva y le pregunté si podíamos subir a este. Él, comprobó los billetes y nos dijo que sí, que había sitio de sobra. Así que gracias a ese conductor tan majo nos ahorramos una hora de espera en el aeropuerto.
A las 13:10 estábamos en la estación de autobuses de Donostia. Allí nos esperaba Rosa que había ido a recogernos para llevarnos a casa. El viaje había terminado. Una experiencia preciosa, unos días inolvidables en compañía de mi hijo por el corazón de la vieja Europa.
Ahora, a esperar que se controle la pandemia y a retomar, nuevamente, los preparativos del emociónate viaje a Islandia que nos espera con sus glaciares, icebergs y volcanes. Espero que en mayo de 2021 esto haya remitido y podamos ir a la isla vikinga.
Mascarillas, distancias y EPIs marcaron el viaje.
Dziekuje ci, Polska ¡!
P.D.
En otros viajes, en otros diarios, he puesto un enlace al final de la página con las fotos de mi hijo. En esta ocasión, por petición suya, no lo haré, ya que quiere hacer su propia página contando sus experiencias. Así que, respetando su voluntad, os veréis privados de momento de poder ver su trabajo.
¡¡ Se me va haciendo mayor... !!
© F. J. Preciado 2020