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"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"

Abril de 2018

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Londres

Good mornig London, hello World !!

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Tower Bridge desde la Torre de Londres. Al fondo el cónico edificio de The Shard.
​Me hace ilusión comenzar este diario con una foto de mi hijo.

  Había pasado la Semana Santa del 2018 y no pude salir a disfrutar de unos días con el crío como me gustar hacer. Iosu, mi hijo, estaba pasando una pequeña crisis con sus clases de inglés y se me ocurrió la idea de motivarlo con un viaje a Londres. Nunca había viajado en avión y esa ilusión y nerviosismo, con los que vivía los días previos a la partida, me traían a la memoria mi primer vuelo allá por el año 2013... Con la diferencia de que yo tenía entonces 47 años y él tan solo 11.
  Busqué en
Google Fligths y encontré una buena oportunidad para el día 21 de abril ( ida y vuelta para los dos por 72 € ). Me puse manos a la obra y en un pis-pas estaba todo organizado. La sorpresa fue descubrir que, el domingo 22, coincidiríamos con la Maratón de Londres...
  Aventuras, risas y un nuevo mundo que mi hijo descubrió... Se despertó el "monstruo" de los viajes, se abrió "la caja de Pandora". Ahora a descubrir mundo juntos. Por eso titulo este diario "Hello World", porque es un despertar al mundo por parte de mi hijo. Espero que tenga más oportunidades de las que he tenido yo y que pueda viajar y conocer muchas más cosas de las que yo he conocido...

La semilla está sembrada, ahora debe crecer.

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Astigarraga - Biarritz - Londres

Mi hijo se levantó nervioso, había llegado el día señalado. Ya estaba todo preparado, tan solo faltaba acabar de hacer la maleta.  La mañana pasó rápida, muy rápida. Comimos hacia las 13:00 horas porque a las 15:00 debíamos ponernos en

marcha... Y así fue, a las 15:10 de la tarde montábamos en el nuevo Hyundai Tucson de Rosa para que ella, amablemente, nos llevara al aeropuerto de Biarritz. Iosu estaba cada vez más nervioso. Rosa nos llevó al aeropuerto y se marchó, había estado toda la mañana trabajando, salió directa de la panadería para llevarnos hasta allí y tenía que volver a casa a comer algo y descansar.

¡¡ Gracias Rosa !!

  Así que, tras despedirnos, entramos al hall del aeropuerto. A la tensión típica de los vuelos, en esta ocasión, se le unía una gran responsabilidad ya que era la primera vez que volaba con mi hijo. Eran las 15:45 y el vuelo no salía hasta las 17:30, pero decidí pasar el control y meternos ya en la zona de embarque. No quería sorpresas de última hora. Le explicaba a mi hijo cada paso que conlleva el embarque, control de maletas, control de pasaportes, etc... Él, mientras tanto, escuchaba con atención.
Nos hicieron sacar las cámaras y objetivos a una cesta y el portátil y los teléfonos móviles en otra. A las 16:20 estábamos en la sala de embarque con los deberes hechos. Iosu se quejaba de todo el tiempo que había que esperar y yo le dije que ya vería como, casi sin darse cuenta, la hora de embarcar llegaría muy rápido.
  Efectivamente, viendo despegar algunos aviones, el tiempo de espera pasó con rapidez. La gente se arremolinó junto al mostrador y empezó el embarque. El crío estaba nervioso. . .

-  ¿Aita, que se siente al despegar?  - me decía de camino al avión.
-  Ahora lo sabrás por ti mismo  – le respondí.

Esperando para embarcar y a la derecha mi hijo contemplando Biarritz desde el aire. A la izquierda la tarjeta de embarque.
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Imagen de Biarritz desde el avión.

  Según subíamos las escaleras de acceso a la cola del avión, en la cara del niño se iba notando un gesto de tensión. Nos sentamos en la fila 29, nos pusimos los cinturones y...

Llegó el momento...  ¡! A volar ¡!


  El Boing-737 para el vuelo FR373 despegó con más de diez minutos de retraso que, como casi siempre, luego recuperó en el viaje. La reacción fue positiva, le gustó la sensación y para él fue como un juego, como una atracción de feria. Miraba con asombro como el avión tomaba altura y se situaba por encima de las nubes dejando, bajo nosotros, una preciosa imagen con las diminutas casas de la localidad vasco-francesa...
​- ¡! Qué gozada, aita ¡!

  Tras el "subidón" inicial, cuando el avión cogió altura, el crío se relajó y nos pusimos a hablar sobre los viajes. Yo, intentaba aprovechar cada momento para recordarle la importancia de saber inglés. Poco a poco, la "modorra" nos fue envolviendo y acabamos los dos dando una pequeña cabezada. 

  Cuando nos dimos cuenta, divisamos desde las ventanillas la costa inglesa. La tarde avanzaba pero, al ser allí una hora menos, llegamos todavía de día. En el cielo, aún estando salpicado de nubes, los claros se imponían con fuerza.
A las 18:15 hora inglesa sobrevolábamos Londres, viendo bajo nosotros los lugares más importantes... Tower Bridge, London Eye, The Shard, etc.

  Iosu alucinaba comprobando lo grande que es la ciudad y como se veía desde el cielo y enseguida reconoció algunas de las cosas de las que habíamos hablado...

- ¡ Mira, aita, la noria... ! ¡ Mira, aita, el puente... !
  Ya estábamos allí... El avión inició el descenso aproximándose al aeropuerto de Stansted y a la hora prevista (18:25) tomábamos tierra con una maniobra un poco brusca que Iosu interpretó como una nueva atracción de feria.

- ¡ Buuuuaaa, aita, me ha gustado !
​  La verdad es que hacía mucho aire y el avión dio un par de coletazos bastante fuertes hasta que cogió pista.

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La costa inglesa.
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  Al llegar le enseñé al crío los pasos que se siguen al bajar del avión...

Pasaportes, recogida de equipaje, etc. Nos encontramos con un primo mío y su pareja. Habíamos volado juntos y no nos habíamos visto. 

  Salimos juntos de la terminal y ella, habituada a viajar a Londres ya que su hijo reside allí, nos hizo fácil la transición desde la terminal hasta la dársena de los autobuses. 

  En esta ocasión, después del escarmiento del reciente viaje a Roma, no llevábamos los billetes del autobús ya que había decidido cogerlos allí mismo. Los compramos juntos y nos despedimos. Iosu y yo íbamos a Padington en la línea A6 y ellos creo recordar que iban a Liverpool Street en la línea A7.

  En la dársena de los autobuses que te trasladan a la city.

  El autobús allí estacionado estaba lleno y partió sin que pudiésemos cogerlo. Tuvimos que esperara media hora hasta el siguiente. Entre la espera y el viaje a la capital, con un tráfico muy denso, tardamos casi dos horas en llegar al centro de Londres. Además, debido a unas inoportunas obras en un cruce y a los diferentes cortes por la maratón del día siguiente, el autobús nos dejó a más de un kilómetro de la estación de Padington. 

  Por fin, a las 21:45 llegamos al White House Hotel, situado en número 102 de Sunset Gardens, a cinco minutos andando de la estación de Padington y a otros cinco de una de las entradas de Hyde Park. No es nada del otro mundo y las habitaciones son más bien pequeñas pero, en sus alrededores había varios restaurantes, indio, chino, italiano, vietnamita, un MacDonald´s y algunas tiendas de comestibles. Es una manzana de casas de cinco alturas y toda ella son hoteles. Se puede decir que está situado en un punto estratégico.

La fachada del White House Hotel.
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  El recepcionista resultó ser un tipo bastante "seco", por no decir antipático. Nos dijo que no tenía Wifi, cuando está ofertado en la propia web del hotel. Menos mal que tras el fin del rooming pudimos tirar de datos.

  Bueno, nos cobró (340 £ por cuatro noches con desayuno), nos dio la llave, nos puso al corriente del horario y del lugar para desayunar y nos fuimos a descansar. Estábamos bastante agobiados del tramo final del viaje. Una ducha, unas galletas para que el niño no se acostase con el estómago vacío y a dormir. Le eché un vistazo al plan del día siguiente para aprovechar a tope hasta el último segundo y yo también me acosté. La cama era cómoda...

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Londres

 Durante esa noche llovió con intensidad descargando una buena tormenta. Me levanté a las 07:00  y me asomé a ver como estaba el día. La mañana venía espectacular, soleada y fresca. Desperté al crío y bajamos a desayunar.

  Nos esperaba un arranque de mañana movido...​  A las 10:00 horas habíamos quedado en Covent Garden para hacer un tour con Sandemans. ( Os dejo aquí el enlace por si queréis echar un vistazo ). Es una empresa que, en varias ciudades de Europa, Jerusalém y algún sitio más, organiza estas actividades a cambio de la voluntad. A mi me lo comentó Ane, la hija de Rosa, una viajera empedernida que no se pierde detalle de nada...​  Lo primero de todo era sacar la tarjeta de transporte. Tras un reconfortante desayuno con zumo, yogur, tostadas con mantequilla y mermelada, café para mi y cacao para el crío, salimos del hotel sobre las 08:00 y fuimos directamente a la estación del tren de Padington.

El autobús abajo referido.
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  Por el camino hicimos las primeras fotos y las primeras risas. Vimos un autobús rojo de dos plantas y Iosu saludó al conductor. Este le correspondió moviendo su mano y ofreciendo una gran sonrisa. El niño me decía:
- ¡ Qué crack, aita ! Nos ha saludado...

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  Llegamos a Padington y preguntamos dónde comprar la tarjeta de transporte. Después de andar dando vueltas de un lado para otro, nos aconsejaron la Oyster. Te cuesta 5£ más el importe por los días que vayas a estar en la ciudad. Yo pagué 40£ por las dos y con eso podíamos movernos libremente, con todos los viajes pagados, tanto en bus como en metro o tren. ​Considerando que cada viaje en metro salía por, aproximadamente 2£, pues el ahorro era evidente. Además, al terminar tu estancia puedes devolver la tarjeta y te abonan las 5£.

El bono de transporte para moverse por Londres.

  Solo el primer día ( y fue el que menos anduvimos en metro ) hicimos 4 viajes, así que serían unas 16£. El transporte, como en casi todas las ciudades de Europa, es caro si compras los billetes sin tarjetas o bonos, pero con estos sistemas sale bastante más económico. Cogimos un mapa turístico y otro de las líneas de metro.

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El mapa turístico que reparten en las estaciones del transporte público y el mapa de las líneas de tren y metro.

  Entonces me llevé un pequeño susto... Miré el reloj y eran las 09:50. Me agobié bastante porque ya no llegábamos a la hora establecida al punto de encuentro para el tour. Cabreado conmigo mismo empecé a buscar el teléfono de la compañía para avisar de nuestro retraso. No me gusta hacer esperar a nadie. Entonces, Iosu se dio cuenta de que era una hora menos, en realidad eran las 08:50. Claro, no había cambiado la hora de mi reloj de pulsera y me había liado...

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  En ese momento, ya más relajado al ver que íbamos sobrados de tiempo, fuimos a coger el metro para acercarnos hasta Covent Garden. Teníamos que coger la línea marrón, pasar cuatro paradas y en Piccadilly Circus hacer transbordo a la línea azul para recorrer dos paradas más.

Iosu en la estación del metro de Padington.

  Para mi hijo era la primera experiencia en el metro, al igual que fue su primer viaje en avión y muchas más cosas que hacíamos juntos por primera vez. Le di la mano, le dije que me escuchara con atención, que lo que le iba a decir era importante y le expliqué que había que entrar y salir rápido, que no se debe parar frente a las puertas, que si ves que las puertas se van a cerrar y no vamos juntos no hay que subir... Bueno, le detallé el manual del viajero en metro, pero el tío aguantó estoicamente la "chapa", memorizando todo.

Y... Ahí estábamos los dos, padre e hijo. La sensación de viajar bajo tierra a toda velocidad le atrajo y rápidamente se ubicó, dándose cuenta de que había que mirar bien, primero la línea y después el sentido de la marcha. Llegamos a Piccadilly Circus y como teníamos mucho tiempo decidí subir a la superficie e ir andando hasta Covent Garden, total,  eran unos diez minutos a pie y teníamos casi media hora.
​  Al subir a la "boca" del metro, nos encontramos con el rodaje de una película de Bollywood. Nos llamaron la atención los personajes... Pickachu, una médica, un futbolista, una bailarina, Charlot, un estudiante... ¡¡ Raro, como casi todo lo de Bollywood !! Nos paramos a mirar.

  Le comenté al niño que Bollywood es el alias para la industria del cine hindú. Entonces, al oírnos hablar en español, un chico que estaba junto a nosotros nos dijo que él estaba de extra. Añadió que era de Granada, que estaba estudiando y que con estas cosillas se sacaba un dinerillo fácil. Seguidamente, nos despedimos porque entraba en escena...

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La parada del Metro en Piccadilly Circus, tras ella la zona de rodaje.
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Iosu en una de las míticas cabinas rojas.

  Seguimos calle arriba en dirección este, camino de Covent Garden. Las calles estaban casi desiertas, pero en el cielo se podía escuchar el ruido de los helicópteros que seguían el recorrido de la maratón que ya había comenzado.

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La elegante entrada a Covent Garden por el lado oeste.

  Llegamos al punto de encuentro con un cuarto de hora de adelanto. Dimos una vuelta alrededor de la plaza sacando algunas fotos. ​Me di cuenta de que mi hijo miraba todo con atención y me gustó mucho comprobar que no perdía detalle. Estatuas, plantas, estructuras, gente...

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La entrada a Covent Garden y detalle de las figuras sobre la entrada este.

  Dentro del mercado nos encontramos con una panadería. Me gusta comprobar el precio del pan, porque es un referente del nivel de vida de una ciudad. En Roma estaba súper caro, pero aquí, en Londres, no se quedaban a la zaga. Una baguette 3,95 £, es decir 4,50 €, cuando en Donostia la podemos comprar por 1 € ó  1,25 €...

  Bueno, pues así, dando una vuelta por el mercado, se hizo la hora de reunirnos en el lugar concertado, la tienda de Apple.

Una de las muchas panaderías de Covent Garden.
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  Inglaterra es el territorio más extenso y poblado del Reino Unido. Los celtas llegaron a las Islas Británicas hacia el siglo V a. C., procedentes del continente europeo. Fue colonizada por los romanos entre el 43 d. C. y principios del siglo V. A partir de entonces fue invadida por una serie de pueblos germánicos (anglos, sajones y jutos) que expulsaron a los celtas, parcialmente romanizados, hacia Gales y Escocia. En el siglo X, tras resistir una serie de ataques vikingos, Inglaterra se unificó políticamente. Con anterioridad a la llegada de los romanos, la totalidad de los pueblos de las islas Británicas eran de lengua celta.

  Antes de nada, aunque todos lo sabéis, recordar que el Reino Unido es un país de países. Es un estado soberano cuya forma de gobierno es una monarquía parlamentaria bicameral. Lo integran cuatro países: Inglaterra, Irlanda del Norte, Escocia y Gales.

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Las cuatro banderas que conforman la Union Jack: Inglaterra, Irlanda del Norte, Escocia y Gales.
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Mapa de las islas británicas.

  Pero... ¿Sabéis cuál es exactamente la diferencia entre Reino Unido y Gran Bretaña ? Se le llama Gran Bretaña a la isla más grande de las islas británicas, es decir la isla que contiene a los países de Inglaterra, Escocia y Gales.

  Por lo tanto encontramos una nación, Irlanda del Norte, que forma parte del Reino Unido pero no de Gran Bretaña. En realidad el país se llama oficialmente Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.​   La segunda isla más grande de las islas británicas es la que contiene a Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Esta última no pertenece al Reino Unido. Pero, no me lío más. Os he dejado un enlace por si queréis seguir leyendo sobre la historia de estos países. Ahora sigo con el diario del viaje...

  El tour estaba programado en español. Se fue juntando toda la gente, españoles y sudamericanos. Nos repartieron los tickets amarillos y formaron grupos de unas veinte personas. A nosotros nos adjudicaron un guía de nacionalidad mejicana, su nombre, Eduardo. 

  Eduardo es un joven estudiante de arte dramático que, según nos contó, lleva cuatro años en Londres. Tras presentarse, explicarnos el recorrido del tour y hacernos una foto de grupo, que no la tengo, empezó a narrarnos la historia de la ciudad...
  En realidad, es una historia muy sui generis y bastante liosa pero, viniendo de los ingleses, no se podía esperar otra cosa...   ;-)
Voy a intentar resumiros en pocas palabras, y sin entrar en detalles, la división territorial de la ciudad. De todas formas os dejo este enlace a la Wikipedia para quien quiera más datos. 

The Great London.

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La reserva y el ticket del tour.
Bastante tranquilidad por las calles aledañas a
Covent Garden . . . La maratón ya había comenzado.

  El Gran Londres ( The Great London), es una de las nueve regiones de Inglaterra. Está compuesta por treinta y dos municipios más la Ciudad de Londres. Esta, por tradición, tiene un estatus especial al considerarse un condado independiente. Los ingleses son muy dados a eso de guardar las tradiciones y, de una u otra manera, siguen con sus costumbres desde tiempos ancestrales.

  Eduardo nos esplicó que, cuando hacemos turismo en Londres, normalmente nos movemos entre los municipios de Ciudad de LondresCiudad de Westminster, Camden, Greenwich y alguno más que cruzamos en nuestros desplazamientos. The City, la Ciudad de Londres, está situada sobre un antiguo asentamiento romano llamado Londinium. Al este se encuentra la Ciudad de Westminster. Los orígenes de esta última son anteriores a la conquista normanda de Inglaterra. A mediados del siglo XI, el rey Eduardo el Confesor comenzó allí la construcción de una abadía, de la cual actualmente sólo sobreviven los cimientos. Entre la abadía y el río construyó un palacio, garantizando así que la sede del gobierno se fijara en Westminster, atrayendo el poder y la riqueza al este, fuera de la antigua ciudad de Londres.

  En realidad, el tour, castrado por la celebración de la maratón, arrancó desde Covent Garden, en la ciudad de Westminster y en ningún momento tocó la Ciudad de Londres. Eduardo nos advirtió de esas modificaciones en el recorrido, pero nadie abandonó el grupo y partimos a eso de las 10:20 horas. Covent Garden que, traducido literalmente, significa el jardín del convento, es una zona de ocio llena de tiendas con las marcas comerciales más selectas. En otra época era un huerto de donde se abastecían los monjes de la Abadía de Westminster, de ahí viene su nombre.

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El Almirante Horatio Nelson preside Trafalgar Square.
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Dos tomas de Trafalgar Square.

  La mañana estaba preciosa, fresca pero soleada. Daba gusto pasear por la ciudad. Desde Covent Garden fuimos a Trafalgar Square. La columna de Nelson con la estatua del afamado almirante preside el centro de la plaza. Horatio Nelson fue un marino que pasó a la historia con una biografía engrandecida por los cronistas ingleses de la época, tras perder la vida en la famosa Batalla de Trafalgar. A sus pies cuatro leones de bronce guardan la columna. En cada una de las cuatro esquinas de la plaza, podemos encontrar unos pedestales o plintos donde, en tres de ellos, se instalaron las estatuas de generales y señores ilustres del imperio. El cuarto plinto, donde se iba a colocar la estatua del rey Guillermo IV, quedó vacío por falta de presupuesto y actualmente, tras un trabajado consenso, se utiliza para exhibir, de manera temporal,  obras de artistas contemporáneos.

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La estua cambiante en Trafalgar Square, a la izquierda la National Galery.

  La parte norte de la plaza la ocupa la National Galery, de la que luego hablaré. Hice lagunas fotografías de la plaza con intención de montar una panorámica, pero el resultado no me gusta y no la he tenido en cuenta.

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  Desde la parte sur de Trafalgar Square y cruzando el Admiralty Arch, entramos en lo que los ingleses llaman The Mall. Es una calle del centro de la ciudad ubicada entre St. James Park y Green Park. Su trazado cubre el trayecto que une el Palacio de Buckingham y Trafalgar Square. Estaba engalanada con decenas de banderas de la unión, ya que allí estaba instalada la línea de meta de la maratón.
   En honor a la reina, la milla que ocupa su firme es una especie de tar-tan de color rojo, que simboliza la típica alfombra de bienvenida para las personas VIP...
​( No coment ).

The Mall, al fondo Buckingham Palace.

  A esas horas del mediodía el sol calentaba de lo lindo. Paramos bajo la sombra de unos árboles en St. James Park y Eduardo fue desgranando cronológicamente la historia de Inglaterra. Nos habló de sus reyes y reinas, de sus palacios y de infinidad de detalles más. Un torrente de información con nombres y fechas imposible de asimilar. Mi hijo empezó a agobiarse un poco y se dedicó a fotografiar los patos y las palomas que pululaban por el parque. 


  Después, aunque el guía nos había advertido de que no podríamos pasar de la vaya exterior, nos acercamos hasta las puertas de Buckingham Palace. Luego, atravesamos St. James Park y nos dirigimos hacia el Palacio de la Guardia Real. Las carpas, las vallas y todo el entramado montado para la organización de la maratón, deslucía bastante las fotografías de la zona.

Buckingham Palace desde la verja de entrada.
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El Palacio de la Guardia Real y St. James Park.

  La primavera se dejaba sentir en el parque. Las flores, el verde follaje de los árboles, los pájaros cantando, los polluelos de los patos siguiendo a su madre por todo el estanque... Pero, lo que no conseguimos ver fueron las famosas ardillas de St. James. Claro, no es de extrañar, con el bullicio que montaba la gente que invadía literalmente el parque a consecuencia de la maratón, las pobres ardillas estaban asustadas. Bordeando el estanque, llegamos hasta la plaza donde está situado el Palacio de la Guardia Real. 

  Allí, frente a tan espectacular edificio, Eduardo nos contó el episodio de la historia de Inglaterra qué, según nos comentó, los propios ingleses guardan en el más absoluto olvido por tratarse de una época convulsa y negra en su dilatada, irrepetible e "inmaculada" historia; La Guerra Civil inglesa (1642-1652).

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Las cúpulas y torres del Palacio de la Guardia Real. A la derecha, el reloj de la torre con la "mota negra" que recuerda el episodio de la Guerra Civil inglesa.

  A groso modo, en esa guerra se enfrentaron las fuerzas leales al rey Carlos I contra las fuerzas defensoras del parlamento. Tras unos convulsos años y un sin fin de alianzas con el norte y con el sur, de cambios de rumbo en las negociaciones, de promesas y traiciones, al final, encabezadas por un pequeño terrateniente llamado Oliver Cromwell, las fuerzas parlamentarias ganaron a la Corona y se instauró la República en Gran Bretaña. Las consecuencias fueron que el Parlamento declaró al rey Carlos I como monarca traidor y por lo tanto se le sentenció a muerte. El ajusticiamiento del rey tuvo lugar el día 30 de enero de 1649 y su regia cabeza rodó por los suelos a las 14:00. Es por eso que, en el reloj de la torre del Palacio de la Guardia Real, el espacio que ocupa el número dos está marcado con una sombra negra. Ese es, según nos contó Eduardo,  el único símbolo que recuerda aquel episodio de la historia de Inglaterra. 
  Mi hijo, aunque parecía que estaba ausente de las explicaciones, se encargó de fotografiar ese detalle y lo muestro aquí abajo para que podáis verlo.
Respecto a este detalle de la atención, al día siguiente, no recuerdo cómo salió el tema del rey Enrique VIII y mi hijo me comentó:

- ¡¡Ah!! Ese es el que ayer contó Eduardo que le cortaba la cabeza a sus esposas... ¿No, aita?

 Como podréis imaginar me dejó alucinando, parecía que no ponía atención a lo que contaba el guía y, sin embargo, se había quedado con todo...

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En el número diez de Downing Street, la residencia del Primer Ministro.

  Era práctica común que el verdugo levantara la cabeza del ajusticiado y la mostrara a la muchedumbre con las palabras: 
- "¡ Miren la cabeza de un traidor !" ;

aunque la cabeza de   Carlos I de Inglaterra y Escocia  fue exhibida, no se usaron estas palabras. En un gesto sin precedentes, uno de los líderes revolucionarios, Oliver Cromwell, permitió que la cabeza del rey fuera cosida a su cuerpo para que, de esta forma, su familia pudiera rendirle sus respetos. Enterraron a Carlos I en privado la noche del 7 de febrero de 1649, en la cámara acorazada de Enrique VIII en la capilla de St. George, en el castillo de Windsor. El hijo del rey, el futuro Carlos II, planeó más adelante un mausoleo real, pero éste nunca llegó a realizarse.

  Tras el relato de esta apasionante historia, Eduardo nos condujo hacia Parliament Squere Garden, pasando frente al famoso Nº 10 de Downing Street, residencia oficial del Primer Ministro inglés, David Cameron. Llegamos a Birdcage Walk, la avenida que arranca con dirección este desde Westminster Bridge. Fue una odisea cruzar al otro lado aunque, todo hay que decirlo, la organización de la carrera tenía montado un sistema de "trasvase" de un carril de la carretera a otro, sin cortar en ningún momento el paso de los atletas y sin impedir el paso de los peatones. ¡¡ Chapeau !! 

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El maratón, como en todas las ciudades, trae un ambiente festivo.

  Los minutos de espera, para cruzar la calle, estaban amenizados por un coro de voces masculinas y femeninas que cantaba a capela... Y así, entre cantos, aplausos, gritos de ánimo a los corredores y bajo un sol de justicia, acabamos frente a la estatua de Sir Winston Churchill en Parliament Squere Garden.
  Eduardo nos habló de la Abadía de Westminster, de su importancia y algo de su historia y nos aconsejó conocerla. Nos habló del Big Ben y del Palacio de Westminster, nos comentó que llevaban dos años con su restauración y que aún faltaban otros tres o cuatro. Una pena encontrarte todo andamiado pero...
   De esta manera, pidiendo disculpas por el recorte en el recorrido habitual del tour, debido a la maratón, nos explicó la política de la empresa Sandeman con los honorarios de sus guías y, por decirlo de alguna manera, "pasó la gorra" para recoger las donaciones voluntarias de los asistentes. Yo, le di 20£, no sé si era mucho o poco, pero es lo que me apeteció darle por sus tres horas de explicaciones.  De esta manera se acabó el tour. 

  A mí, personalmente, además de para conocer cosas de su historia, me sirvió para situarme y perderle un poco el "miedo" a la ciudad. Una vez disuelto el grupo y viendo que era un momento bastante complicado en el centro de la city, decidí que nos íbamos a comer a Camden Town. Nos dirigimos a la parada del metro de Westminster que nos quedaba a cincuenta metros y nos llevaría, tras hacer transbordo en Embankment, hasta nuestro próximo destino... Camden.

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Sir Winston Churchill.
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  A eso de las 13:30 horas estábamos paseando por las coloridas calles de Camden Town. Este es un barrio londinense situado en el municipio de Camden. Es famoso por albergar uno de los mercados callejeros más variados y extravagantes de todo el Gran Londres.

  Nos adentramos en el corazón del barrio buscando algún puesto para comer. De paso, Iosu se encontró con un puesto de ropa deportiva y me "engañó" para comprarse la camiseta del Chelsea.
- Así, cuando vayamos al estadio, me la pongo... ¿Vale? -me dijo a sabiendas de que la iba a conseguir...

La entrada a la zona comercial de Camden Town.

  Después de eso, encontró un sitio donde hacían nuggets de pollo, que le encantan y, claro está, cogimos allí la comida: nuggets con patatas fritas para el crío y una hamburguesa para mi. La verdad es que la gastronomía inglesa no tiene grandes cosas por lo que pude ver... Tras la comida un postre de profiteroles de chocolate que nos dejó a los dos para el arrastre.

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Llamativas y espectaculares fachadas en un ambiente festivo.
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Camden Town es un barrio donde la filosofía de "paz y amor" de los hippies de los años 60 parece que no ha desaparecido.

  Anduvimos por el barrio, calle arriba y calle abajo, sacando fotos como dos giris, hasta que a eso de las 16:00 decidimos volver a Londres. Mi hijo quería ver las tiendas de M&M y Lego, pero como ambas tenían un horario tardío de cierre (22:00 horas), le expliqué que debíamos aprovechar el tiempo y ver cosas que cerrasen más temprano. Le comenté que quería entrar en la National Galery para ver unos cuadros:
- Sé que te resultará aburrido, pero quiero ver los cuadros y luego toda la tarde para ti, ¿vale? -le dije.
- Vale, aita, vamos a ver los cuadros.

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La National Gallery frente a Trafalgar Square.

  Entrar en la National Galery fue como trasladarse a un mundo de fantasía. Yo, que en mis años de infancia y pubertad, era un enamorado de la pintura al óleo y el dibujo a carboncillo, seguidor incondicional de la obra de Velázquez, Rubens y Rembrandt, al verme allí, frente a sus grandes obras, me produjo una gran emoción. Me vino a la memoria mi primera visita al Museo del Prado y... Me "asusté" al comprobar como de rápido pasa la vida.

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Iosu en la sala 32 de la National Gallery de Londres.

Cogimos una guía del museo, con la distribución de las salas y los artistas que se exponen en cada una de ellas. Iosu, empezó a jugar a que le dijese a dónde íbamos y el lo buscaba. De ese juego banal, pasó a pararse delante de algunos cuadros y a mirarlos. 

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"Los santos Sebastián, Roch y Demetrio" de Ortolano.
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A la izquierda "El juicio de París"  y a la derecha "Sansón y Dalila", ambas obras del maestro Rubens.

- Enseguida nos vamos, cariño -le dije, pero mi grata sorpresa fue su inesperada respuesta...
- Tranquilo, aita, esto me está gustando mucho.

   Así qué, seguimos viendo cuadros y nos despachamos a gusto por las salas (aunque allí dentro podrías estar durante dos vidas y no aburrirte) y cuando pensaba que ya no podría sorprenderme más, vi al crío mirando el folleto y me dijo:
- Aita, ¿podemos ir a ver la sala de Monet?
- ¿Monet? -le dije yo sorprendido.

- ¿ De qué conoces a Monet?
- Lo vimos en la ikastola, es un pintor que usa muchos colores. Está en la Sala 41.
- Sí, cariño, vamos.
   Casualidad, el cuadro que quería ver, el del famoso estanque, no estaba allí expuesto. Me imaginé que estaría en Roma, ya que, junto a la exposición "100 años de fotografía Leica", en el Museo Centrale del Risorcimento, se exponían hasta junio obras de Monet.

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"Los girasoles" de Van Gogh.
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"San Juan niño con el cordero" del maestro Murillo.
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"Whistlejacket" de George Stubbs. 
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Iosu delante de "The horse fair" (La feria del caballo ) de Rosa Bonheur y yo delante de "La venus del espejo" de Velázquez.

  Qué caprichosa es la genética. A mi, siempre me han apasionado el caballo, el león y el toro como animales para dibujar, por su complexión, su elegancia de movimientos y su musculatura. A mi hijo también le llaman poderosamente la atención los caballos. Eso de que gozase viendo los cuadros en el museo me hizo mucha ilusión y disfruté gratamente disfrutando de esas maravillosas obras de arte a su lado. Abajo os dejo un ejemplo de mis "pinitos" como pintor... ¡¡ Qué tiempos aquellos !!
Era un adolescente, tenía 14/15 años y hacía lo que podía...

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A la izquierda el cuadro de Velázquez y a la derecha el que pinté yo con 14 años... Me da un poco de vergüenza...  :-(      /      ¡¡ Perdóname, Velázquez !!

  Lo que iba a ser una visita relámpago se convirtió en un tour por el museo de casi tres horas. Después de esta experiencia, me viene a la cabeza la idea de una escapadita con el crío a París... Museo del Louvre, Torre Eiffel, Notre Dame, Sacre Coeur...

Lo estudiaré    :-)
El caso es que el día transcurría según lo previsto y además nos estaba dando tiempo a disfrutar de todo. Ahora tocaba retroceder a la infancia y disfrutar en las tiendas para los más pequeños. La tienda de M&M´s está tras la National Galery a cinco minutos a pie. Ese era nuestro próximo destino.
   Nada más entrar, pareció que nos transportábamos a otro mundo. Los muñecos de M&M campaban a sus anchas por todas partes. La tienda tiene una superficie considerable. No quiero ni imaginar el pastón que debe costar ese local en el centro de Londres. Son tres plantas llenas de estanterías con todo tipo de golosinas, muñecos, ropa, jarras de desayuno, paraguas, bolsas, llaveros, cuadernos, etc.  Todo lo que puedas imaginar, transportado al universo M&M´s.

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Iosu en las divertidas tiendas de M&M´s y Lego.

  Anduvimos por todos los rincones, compramos caramelos, nos hicimos cantidad de fotos y lo pasamos de maravilla. Tras un buen rato, salimos de aquel paraíso del chocolate y cruzamos la calle para entrar en otro maravilloso micro-mundo. La tiendo de Lego. Maravillosas miniaturas para construir pieza a pieza. Allí podías encontrar de todo. Desde las naves y personajes de la Guerra de las Galaxias, pasando por edificios y monumentos emblemáticos de todo el mundo, vehículos de todo tipo, granjas y mini-ciudades... ¡¡ De todo !!
 Eso sí, los precios eran prohibitivos. El crío estuvo jugando en un stand colocado para tal fin como cebo, para comprar después, alguna de los juguetes colocados en la parte trasera.

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 Al salir de la tienda, allí mismo, en Leicestre Square, vimos que había un poco de revuelo. Se había hecho un corro de gente y empezó a sonar música. Nos acercamos a curiosear... Un grupo de bailarines, concretamente cinco chavales jóvenes, empezaban su show. Con la música de "Gangnam Style" se curraron un baile y unas acrobacias alucinantes. Os dejo el vídeo para que disfrutéis unos minutos.

  La tarde avanzaba y, antes de que cayese la noche, quería hacer una pequeña visita a Chinatown. Así que, con el ritmo de la música anterior metido aún en el cuerpo, pusimos rumbo al barrio de los farolillos. Iosu, estaba feliz, se le veía disfrutar y la experiencia, para ambos, estaba resultando muy grata...

Iosu con los bailarines.

  Chinatown es otro punto de color en la ciudad. Este barrio guarda su idiosincrasia y no está carente de historia. La zona original se encontraba en la parte este de Londres, donde comenzaron a concentrarse miles de marineros chinos a finales del siglo XVIII. Estos habían sido contratados en China pero, por razones diversas, habían tenido que ir quedándose a vivir en Londres.
   En el año 1914, ya se habían abierto 30 negocios chinos en Limehouse, la mayoría para surtir a los propios marineros. Durante la Segunda Guerra Mundial la zona quedó destruida y encontrar trabajo en la marina era misión imposible para los extranjeros.
   A mitad del s. XX los chinos que quedaban en Londres sufrían serias penurias. Por suerte para ellos, los soldados que volvían de Asia llegaban con ganas de seguir degustando comida asiática. En esa época se abrieron los primeros restaurantes en Gerrard Street, una calle con mucha reputación gastronómica internacional.
La popularidad de los restaurantes chinos atrajo a grandes emprendedores asiáticos que convirtieron la zona en la actual Chinatown. En realidad es un área comercial; muy pocas personas viven allí. 
​   Tras una breve visita y viendo que no había intención de quedarnos a cenar, volvimos de nuevo hacia el centro.

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La entrada a Chinatown.
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Mi intención era volver andando hasta el hotel atravesando St. James Park, Green Park y Hyde Park, pero Iosu estaba ya muy cansado. Llegamos hasta el primero de los parques, St. James, todavía quedaba gente del maratón, familias esperando a alguno de sus miembros, corredores haciendo estiramientos, las asistencias...
   Descansamos un poco sentados en la hierva, pero casi fue peor. Al levantarnos, Iosu siguió protestando y decidí ir a coger el metro a la estación de Green Park. Pasamos frente a la fachada principal del Palacio de St. James, uno de los más antiguos de Londres, situado en The Mall. El palacio fue construido por Enrique VIII en 1530 en los terrenos en que se erigía un hospital de leprosos. Lo dedicó a Santiago y está construido en estilo Tudor. Se convirtió en la residencia principal de los monarcas en Londres cuando ardió el palacio de Whitehall. No obstante, perdió mucha influencia cuando la reina Victoria decidió trasladar la residencia oficial de la monarquía británica al palacio de Buckingham.

Fachada principal del Palacio de St. James en Pall Mall Street.

  Dos de los miembros del grupo se prestaron gustosamente a hacerse una foto con el crío. Luego les dimos unas libras de propina que ellos agradecieron con una grata sonrisa.

  Pues bien, el acceso por The Mall estaba cerrado por seguridad y nos hicieron desviarnos por no se dónde, otra pega más que mi hijo asimiló bastante mal. Finalmente llegamos al metro y en cinco minutos estábamos en Padington. Subimos a la habitación, dejamos las cámaras y, con un esfuerzo soberano, salimos al Mc Donald´s sito junto al hotel.
  Después de comer una hamburguesa, ya más relajado y con el estómago lleno, Iosu no tenía prisa para irse a dormir. Dimos una pequeña vuelta para bajar la cena y estirar las piernas y finalmente al hotel. Tras lavarse los dientes, el crío se metió en la cama y se quedó dormido al momento. ¡¡ Estaba reventado !!
Yo aproveché para descargar las fotos y escribir unas notas para hacer este diario y después... Caí rendido.

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Londres - Día de San Jorge 

Me desperté, ya por costumbre, a las 06:00 de la mañana, aunque me quedé en la cama y di una cabezada hasta las 06:50, hora en la que sonó el despertador. Me levanté, me di una ducha y llamé a Iosu para que fuese espabilando.

  La mañana venía nuevamente muy bonita. Pensé que estábamos teniendo mucha suerte con el tiempo, ya que, no es habitual que en esas fechas salgan tres días seguidos de sol. En esta jornada se celebra el patrón de Inglaterra (San Jorge). Anda que yo anduve hábil eligiendo fechas para este viaje... La maratón, San Jorge... A decir verdad, el único inconveniente era que había más gente en la ciudad que en un día de labor normal.  El crío se levantó con algo de pereza, pero enseguida lo espabilé y bajamos a desayunar. Tras cargar las pilas, salimos a la calle y a las 08:10 estábamos en una de las puertas de acceso a Hyde Park. El cielo estaba algo nublado, pero la mañana era espectacular. Empezaba un día frenético en el que íbamos a ver muchas, muchas cosas...

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Los impresionantes patios de manzana del centro de Londres Y Hyde Park a primera hora de la mañana.

  Entramos a Hyde Park y nos dirigimos hacia la zona del estanque. Iosu, disfrutaba. La verdad es que, dentro de la vorágine de la city, este enorme parque es un entorno muy relajante. Es uno de los nueve Parques Reales de Londres. Hyde Park tiene una superficie de 140 ha/1,4 km2. 
 En 1536 Enrique VIII adquirió la mansión de Hyde a los canónigos de la abadía de Westminster, quienes la había tenido en propiedad desde antes de la invasión normanda. La mansión estaba cercada y acondicionada como criadero de venados, usándose exclusivamente para que los reyes cazasen. Se mantuvo como coto privado de caza hasta que Jacobo I permitió el acceso limitado con un guardabosques a cargo. Posteriormente, en 1637, Carlos I lo abrió definitivamente al público en general.

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El inicio del día en Hyde Park es algo relajante y gratificante.
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  Seguimos dirección sur y pasamos junto a The Albert Memorial. Es un monumento situado en Kensington Gardens aunque, en la actualidad, estos jardines están incluidos en el mismo Hyde Park. 

  Este monumento fue encargado por la reina Victoria en memoria de su esposo, el príncipe Alberto, que murió de tifus en 1861. El monumento fue diseñado por Sir George Gilbert Scott en estilo del renacimiento gótico. Fue inaugurado en julio de 1872 por la misma reina Victoria, tiene 54 m de altura y tardó más de diez años en terminarse. El conjunto es precioso.

  Nuestro destino era la Abadía de Westminster. La idea era llegar un poco antes de las 09:30 que es cuando abren al público, pero foto por aquí, foto por allá, nos íbamos retrasando un poco...

The Albert Memorial en Kensington Gardens.

 Salimos por el acceso que da a Exhibition Road y giramos a la izquierda para llegar hasta la parada del metro de Knigthbridge. Subimos al suburbano, en la línea azul, para ir hasta la Abadía. En la parada de Green Park hicimos transbordo a la línea gris y anduvimos una parada más hasta llegar a Westminster Station. De camino a la parada del metro, nos íbamos fijando en todo lo que nos rodeaba...


- ¡ Mira, aita, mira que Ferrari más guapo !!
- ¡ Mira, aita, mira qué chulo... un rinoceronte en una casa !

Un precioso Ferrari rojo aparcado en la puerta del Kingston Hotel.
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La figura del rinoceronte que nos llamó la atención.
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Algunas de las calles de Londres me recordaban a la Donostia romántica.

  Llegamos a la Abadía de Westminster sobre las 09:40 horas y para entonces ya había una impresionante cola para entrar...
- "Nos van a dar aquí las mil y una" -pensé. 


Sin embargo, para mi sorpresa, la cola se movía muy rápido. 

 Nos dirigimos a la entrada y nos pusimos en la fila. Íbamos a utilizar por primera vez el London Pass, un bono turístico que, en la actualidad, se puede obtener por Internet y descargarlo en el móvil. Os dejo el enlace por si queréis ver algo más. La verdad es que te ahorras un pastón ya que, salvo los museos, que son gratuitos, el resto de atracciones y monumentos para ver son de pago y las entradas son caras. Se puede sacar para uno, dos, tres días... es cuestión de mirar, organizarte y hacer números pero, ya os digo que, vale la pena. 

La tarjeta London Pass.
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  La compras para los días que te interese y tienes que usarla en días consecutivos. Por eso hay que preparar un poco las visitas. 

  Viendo que el domingo teníamos contratado el tour con Sandemans, opté por organizar la tarde para hacer cosas sin usar el London Pass y así empezar a usarlo el lunes. Yo pagué, por dos días, 160£ para el crío y para mi y salvo las entradas para The London Eye (que no se incluyen en este bono) el resto de visitas estaban pagadas... Le sacamos mucho jugo y eso que se quedaron muchas, pero que muchas cosas que London Pass incluye y no nos dio tiempo a ver. He calculado y me ahorré unos 93 €, es decir, para los billetes de avión de otro viaje con el crío a las islas británicas... ;-)

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La Abadía de Westminster desde la estatua de Oliver Cromwell.
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Ticket de entrada a la Abadía de Westminster.

  Tras unos quince minutos de espera en la fila de entrada, llegó nuestro turno. Dentro de la abadía no está permitido hacer fotos y son muy estrictos en ello. Una pena, porque había zonas que daban mucho juego. 
 El crío y yo alucinábamos con tan maravillosa construcción, viendo la pomposidad de los altares, de las figuras y las tumbas de reyes, reinas y personajes ilustres como Darwin, Newton o Dickens.

  La Abadía de Westminster, bella iglesia gótica, está situada frente al Palacio de Westminster, sede del parlamento británico, a escasos metros del río Támesis. Es el templo más antiguo de Londres, muy importante en la historia del Reino Unido y visita obligada en esta ciudad. Además de sus cuadros, vidrieras tintadas y otros objetos religiosos, la Abadía alberga la colección de esculturas monumentales más importante de Gran Bretaña. Es la iglesia de la coronación de la monarquía británica desde que en 1066 fuera coronado rey Guillermo el Conquistador, utilizando un trono medieval del siglo XI que aún se conserva. 

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Distintas tomas de la Abadía de Westminster desde los jardines anejos. En el centro, junto a la abadía,  podemos ver la iglesia de Sta. Margarita.

  Fue construida en estilo románico y consagrada en el año 1065 para dar cobijo a los monjes benedictinos. Entre 1245 y 1517 fue reconstruida con un estilo gótico y durante el siglo XVIII sufrió su mayor transformación, tras la construcción de las dos torres de la entrada principal.
  A pesar de que la abadía fue incautada por Enrique VIII durante la disolución de los monasterios en 1534 y clausurada en 1540, se salvó de ser destruida gracias a que se encontraba bajo el control directo de la Corona de Inglaterra, fuera de la jurisdicción de la Iglesia. Estos fuertes lazos con la corona también lograron salvar la abadía de los ataques producidos por los iconoclastas durante 1640.

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Esta es la única imagen del interior de la Abadía. La hizo mi hijo con el móvil.

  Los muros de la abadía guardan algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura medieval londinense. Con una impresionante colección de tumbas y mausoleos de grandes personalidades británicas, la abadía ocupa un lugar privilegiado en la conciencia nacional británica.
Posee numerosos lugares de interés en su interior, todos convenientemente explicados mediante el recorrido que se realiza con una audio guía. Estos son algunos de los lugares más destacados:

  • Lady Chapel: una de las capillas más impresionantes de la abadía, Lady Chapel, conserva un soberbio techo y la sillería del coro desde el año 1512.

  • El rincón de los poetas: que alberga las tumbas y mausoleos de grandes genios de la literatura como Charles Dickens, William Shakespeare, Geoffrey Chaucer, Samuel Johnson y Rudyard Kipling.

  • El Trono de San Eduardo: el trono de coronación medieval, que data del siglo XI, es el mismo en el que se sientan los soberanos para ser coronados por el Arzobispo de Canterbury.

  • Claustros: construidos entre los siglos XIII y XIV unen la iglesia de la abadía con el resto de las dependencias.

  • Sala Capitular: una sala con estructura octogonal que aún conserva los suelos de mosaico del siglo XIII.

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La Abadía de Westminster a la izquierda y el edificio de la iglesia metodista a la derecha.
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  La iglesia anglicana de Saint Margaret, se encuentra emplazada en los terrenos de  la Abadía de Westminster y es la iglesia parroquial que corresponde a la Cámara de los Comunes. Fue fundada en el siglo XI por monjes benedictinos para que los ciudadanos que vivían junto a Wetsminster tuvieran su propia iglesia, y no tuvieran que acudir a la abadía a oír misa e interrumpir las oraciones de los monjes. La iglesia original era de estilo románico, pero la reconstrucción prácticamente total que experimentó a finales del siglo XV modificó radicalmente la parroquia que pasó a ser de estilo Tudor. ​
​  El conjunto formado por la iglesia de St. Margaret, el Palacio y la Abadía de Westminster están declarados Patrimonio de la Humanidad.

La iglesia de Sta. Margarita, en la Abadía de Westminster.

    En definitiva, muchísimas cosas para ver y disfrutar y muy poco tiempo para todo ello. Además, el crío empezó a agobiarse y me reclamaba más acción. Así que pasamos muchas cosas por encima y recortamos el recorrido.

  Tras el "tétrico" paseo entre tumbas, mausoleos y panteones, Iosu estaba bastante rayado. Al salir me preguntó si podíamos subir a la noria. Por la mañana me había dicho que le daba un poco de miedo, pero después se animó y claro, yo accedí gustoso. Es una atracción cara, pero... ¿Para que es el dinero?
Así que, cruzamos el puente y nos dirigimos hacia la margen derecha. Al otro lado del río nos esperaba la diversión. La emoción y la ilusión volvió a la cara de mi hijo. Verle así me hace feliz...

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The London Eye desde el Westminster Bridge.
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  Pasamos frente a esta imagen que está ubicada en la entrada al Westminster Bridge, en la margen izquierda del Támesis. Yo, no sabía quien era pero, me imaginé que era un personaje relevante. Así que a la vuelta busqué en la Wikipedia y esto es lo que encontré:

​  Boudica (que proviene del vocablo celta "bouda" y significa victoria), fue una reina guerrera de los icenos, que acaudilló a varias tribus britanas, incluyendo a sus vecinos los trinovantes, durante el mayor levantamiento en Britania contra la ocupación romana, entre los años 60 y 61 d. C., durante el reinado del emperador Nerón. Los icenos fueron una tribu que habitó lo que ahora es el condado de Norfolk al este de Inglaterra.

​La reina Boudica tirando de su cuadriga.
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Así lucía el Palacio de Westminster y el Big-Ben desde el puente sobre el Támesis.
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... Y esta es la imagen que yo esperaba ver.

  El Palacio de Westminster, es un edificio gótico victoriano que alberga las dos Cámaras que componen el Parlamento Británico. En octubre de 1834, un asolador incendio destruyó el antiguo palacio que había alojado el Parlamento desde 1512. El edificio también había servido como residencia real en Londres desde la época de Guillermo el Conquistador. Del antiguo palacio sólo se pudo salvar una ínfima parte, compuesta por el Westminster Hall, los claustros y la cripta de St. Stephen´s Chapel y la Jewel Tower, una construcción del siglo XIV en la que se guardaban las joyas y el oro. 

  El nuevo proyecto se encargó a los arquitectos Charles Barry y Augustus Welby Pugin. En 1847 el edificio se veía prácticamente terminado con la construcción de 1.200 habitaciones, 11 patios y 3,5 kilómetros de pasillos. El palacio se encuentra flanqueado por la Victoria Tower, una imponente torre que reúne las copias de todas las leyes del Parlamento desde 1497, y también por la carismática torre del Big-Ben. Como podéis ver, tuvimos la pésima suerte de encontrarnos todo andamiado y por lo que nos dijeron, tienen para tres o cuatro años más...

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  Con el nombre oficial de Millennium Wheel (Rueda del Milenio), es un logro del diseño y la ingeniería, construido a lo largo de siete años por cientos de trabajadores provenientes de cinco países diferentes. Tras su inauguración en el año 2000, la sorprendente noria de 135 metros de altura conocida como The London Eye (El Ojo de Londres) se ha convertido en uno de los iconos más emblemáticos de la ciudad. 

  Fue la mayor noria del mundo hasta el año 2006 cuando fue superada por la Estrella de Nachang en (China). En 2008, los 165 metros del Singapore Flyer marcaron un nuevo récord. La enorme estructura está compuesta por 32 cabinas de cristal, cada una de 10 toneladas de peso y con una capacidad para 25 personas.

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  Gira constantemente a velocidad lenta para permitir que la gente pueda subir sin detenerse. El recorrido por las alturas de la ciudad dura aproximadamente 30 minutos y... ¡¡ Es impresionante !!

El ticket de entrada a London Eye.
La atracción denominada Londo Eye.
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Distintas vistas desde la cabina de la noria. 

  Desde arriaba se tienen una maravillosa vista panorámica. Dicen que, los días claros, es posible alcanzar una visibilidad de 40 kilómetros a la redonda aunque, fotográficamente hablando, los reflejos de los cristales impiden hacer capturas nítidas y además no te dejan subir con el trípode. Como puntos negativos, el principal es que el precio es bastante elevado, los adultos 27,00 £ y los niños hasta 15 años 19,80 £. Otro problema es que en determinadas épocas las colas para montar pueden ser de más de una hora, aunque eso se soluciona reservando la entrada de forma anticipada. Nosotros no tuvimos ese problema y subimos sin hacer cola. Las entradas se venden en un edificio situado frente a la misma noria. Cuando fuimos a retirarlas me llamó la atención que el crío entendía lo que le estaba diciendo la chica. Es más, yo no le había entendido exactamente lo que nos decía y Iosu me dijo:
- Aita, te está preguntando si las entradas son para hoy o para otro día.
Entonces me di cuenta de que las clases de inglés que recibe en la academia empezaban a dar sus frutos... ¡ Sigue así, campeón !

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El Buckingham Palace desde las alturas.

  El Palacio de Buckingham es la residencia oficial de la reina en Londres. Originalmente, conocido como Buckingham House, era un petit hôtel construido para el primer duque de Buckingham en 1703 y adquirido por el rey Jorge III en 1762 para convertirlo en residencia privada. En los siguientes 75 años sufrió una serie de ampliaciones, creándose tres alas que conforman un patio central abierto. Con la llegada al trono de la reina Victoria de Inglaterra, el Palacio de Buckingham pasó a ser la residencia oficial de la monarquía. Fue una pena no poder verlo de cerca, no por el significado de la realeza ni nada de eso, simplemente como obra de arquitectura. Siempre digo que me encanta ver estas maravillosas construcciones, así como catedrales y basílicas . . . obras de otros tiempos que, actualmente, es impensable volver a construir. El domingo con el tema de la maratón no hubo cambio de guardia, o por lo menos no fue abierta al público como se hace habitualmente y como se abre únicamente domingos y miércoles pues...

Nos quedamos sin verlo. Queda pendiente, como algunas otras cosas, para la próxima visita a Londres.

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La Catedral de San Pablo entre los rascacielos de la ciudad. 
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The Shard, el edificio más alto del Reino Unido, visto desde The London Eye.

 La Catedral de San Pablo ( Saint Paul's Cathedral ) es la catedral anglicana de Londres, sede de la diócesis y del obispo de la ciudad, perteneciente a la denominada Iglesia de Inglaterra. Su dedicación al apóstol San Pablo data de la iglesia original erigida en el mismo lugar, fundada en el año 604 d. C.​ Es uno de los edificios más emblemáticos de Londres. Desde el s. XX la catedral de San Pablo es la segunda catedral más grande de Inglaterra, después de la catedral de Liverpool. San Pablo ocupa un lugar especial en la identidad nacional inglesa​ y en ella se han celebrado acontecimientos muy importantes de la historia británica, como los funerales de Horatio Nelson, del Duque de Wellington ( que fue el que consintió la quema de San Sebastián en 1813 ), de Winston Churchill y de Margaret Thatcher o la boda del príncipe Carlos y Diana de Gales.

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  Resumiendo: una nueva visión de la ciudad desde allí arriba que, todo hay que decirlo, a mí no me defraudó. La entrada es cara pero son cerca de 30 minutos en los que puedes disfrutar de un paisaje urbano maravilloso. El crío disfrutó de lo lindo y ese miedo inicial se tornó satisfacción y autoestima, viendo que las cosas se superan cuando le ponemos ganas.

  Me gustó comprobar que se situaba perfectamente en la ciudad desde las alturas, sabiendo de dónde habíamos venido y por dónde estaba el hotel. La experiencia valió la pena y, sin lugar a dudas, fue un dinero bien aprovechado.

El logotipo del restaurante donde compramos la comida.
Iosu en la cabina de The London Eye.

  El destino siguiente era La Torre de Londres. Ya os dije al principio que fue un día con un ritmo vertiginoso...

  Volvimos sobre nuestros pasos y cruzamos nuevamente el puente con dirección a la parada de metro de Westminster. De camino nos topamos con esta simpática gaviota que posó coqueta para nosotros. Subimos en la línea negra del metro hasta la estación de Tower Hill.
  Allí, comimos tranquilamente en una pequeña plaza situada a la salida de la boca del metro, donde había un reloj solar justo frente a La Torre de Londres. La verdad es que la comida, sin ser nada especial, entró muy bien porque estábamos hambrientos. 
  Tras reponer fuerzas, a eso de las 13:30 horas y utilizando nuevamente el London Pass entramos, sin hacer cola ni nada, a la mítica fortaleza. 

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La Torre de Londres, miles de historias intramuros . . . Para una buena novela.
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Una fortaleza fantástica y prácticamente inexpugnable en sus tiempos.
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El Tower Bridge desde la entrada a La Torre de Londres.

 The Tower of London (La Torre de Londres) es uno de los castillos, en uso, que mejor se conserva en el mundo. Esta fortaleza de casi mil años de historia está considerada Patrimonio de la Humanidad. Es uno de los lugares carismáticos del país y ha sido testigo de eventos que han forjado la historia del Reino Unido. Se encuentra en la ribera norte del río Támesis y fue construida en 1066 por Guillermo el Conquistador. Se trata de un complejo de varios edificios con formas y funciones diferentes que fueron levantados alrededor del primer edificio, The White Tower. Durante muchos años se le conoció como la Torre del Terror, ya que era el escenario elegido para ejecutar a los prisioneros. En total, fueron ejecutadas 119 personas, 7 de ellas dentro de la misma Torre y el resto en lo alto de la colina vecina, conocida como Tower Hill. Tuvo varios prisioneros ilustres como reyes derrocados, aristócratas y clérigos acusados de traición. Entre los más destacados, ejecutados en la Torre Verde, se encuentran la reina Ana Bolena, el barón William Hastings, Enrique VI de Inglaterra y la reina Jane Grey.

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The White Tower  desde los muros de la fortaleza, sobre la Puerta Henry Hill´s.
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Plano turístico de La Torre de Londres.
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Unas fotos de recuerdo antes de empezar a ver el castillo.
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  Había mucha gente pero, aún así, no producía la sensación de agobio. Empezamos a recorrer las murallas y pasadizos que conforman la fortaleza, iniciando la marcha en sentido opuesto a las agujas del reloj que, por la configuración del castillo, es el sentido natural. Arrancamos, como se ve en el plano, en el número 39 (Middle Tower) y recorrimos la parte superior de la muralla, entrando en todas las estancias: dormitorios, cocina, sala de torturas, etc. 

Un dormitorio noble de la fortaleza.
The Tower Bridge desde una ventana del castillo.

  El estado de conservación es espectacular, me imagino que habrá un gran trabajo de restauración casi continua pero, desde luego, es de agradecer poder sentir bajo tus pies las vibraciones de tantas y tantas historias de amor y de odio, de fidelidad y venganza... Historias que fluyen por las paredes de este magnífico lugar y se filtran por los poros de la piel haciéndote sentir su magia.
  Por otro lado, es un poco chocante, asomarte a la muralla y ver los modernos edificios de la ciudad y encontrarte en esa isla del siglo XI. Es como estar viviendo en dos mundos paralelos. Iosu se movía adelante y atrás, subía y bajaba por todos los accesos posibles y su curiosidad era inagotable. Me imagino que su cabecita estaría trabajando a tope, asimilando lo que veía sin perder detalle de nada.

El trono del rey.

  En algunos sitios era muy difícil sacar fotos sin sacar alguna cabeza en medio, además, el crío me pedía explicaciones de algunas cosas y tenía que estar un poco atento. 
La verdad sea dicha, disfrutamos una barbaridad paseando por las murallas. Además, de vez en cuando, unos actores recreaban algún pasaje de la vida del castillo y, prácticamente, nos trasladaba a la misma Edad Media.

  La mañana avanzaba y todo trascurría sobre lo que había previsto. Íbamos muy bien de tiempo, así qué, podíamos entretenernos un poco cuando encontrábamos algo que nos llamaba la atención.

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Armamento de la época que se exhibía en una de las salas del castillo. A la derecha el reloj solar en las paredes de la fortaleza.
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  En la parte este de la muralla, en la Constable Tower (20 en el mapa), una sala habilitada como pequeño museo nos enseñaba las armas de la época, cuando el castillo era un baluarte defensivo. Alguna maqueta, con la configuración de aquel entonces, completaba la colección de objetos expuestos. 
 En el acceso a la llamada Martin Tower (19), se puede observar el reloj solar incrustado en las murallas. Desde ese punto de la muralla teníamos una vista de la parte interior de la fortaleza y...

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Gárgolas con seres reales e irreales adornan las paredes del castillo.

...Observando la parte alta de la muralla de la White Tower (1) la Torre Blanca, nos encontramos con un universo de gárgolas que adornaban sus desagües. Figuras humanas y bestias de todo tipo se sucedían a lo largo de los aliviaderos, dejando algún tipo de mensaje que, así de primeras, no supe entender.

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Los edificios modernos conviven con los castillos de la Edad Media.

  Allí también, junto a la Martin Tower, los famosos cuervos de la Tower of London, se posaban confiados junto a las personas. Los siglos de historia que guardan sus muros, donde hubo una cárcel, ejecuciones, ajusticiamientos y donde rodaron cabezas de personajes ilustres, hacen que la Torre de Londres albergue numerosas leyendas. En ocasiones siniestras, oscuras; otras relacionadas con fantasmas y fenómenos paranormales; y algunas supersticiosas. Con la superstición tiene que ver una leyenda que, durante años y años, se ha transmitido de generación en generación y que tiene como figuras principales a los cuervos que se alojan en el jardín de la Torre Blanca...

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Iosu junto a uno de los cuervos de La Torre de Londres. A la derecha uno de los Beefeaters.

Según cuenta la leyenda...

...Son ellos, los cuervos, los que mantienen en pie la Torre Blanca y, en el momento en que desaparezcan, el edificio se caerá como metáfora de lo que ocurrirá con la monarquía británica. La Torre a aguantado erguida durante siglos. Sobrevivió a cientos de batallas; sobrevivió al espectacular incendio que, en 1666, asoló la ciudad; a sobrevivido a cientos de años de desgaste pero, ante esta amenaza, no es de extrañar que los famosos cuervos sean cuidados con gran esmero y que los Beefeaters les corten las alas para que ni siquiera intenten volar lejos de la Torre y pongan en peligro su longeva monarquía. Además, se han convertido en un símbolo del país ya que, los seis cuervos que habitan actualmente allí han sido bautizados. Se trata de Munin, Branwen, Thor, Hugine, Baldrick y Gwillum. 

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  Fue en el siglo XVIII cuando comenzó la historia de estos peculiares animales. Desde entonces se les empezó a alimentar diariamente con carne y cerveza. El objetivo no era otro que el de mantener bien alimentadas y contentas a estas aves. Las condiciones que rigen su mantenimiento en la Torre de Londres están determinadas por un Real Decreto que se firmó dado el miedo que había a que acabara cumpliéndose la profecía. Hace unos años, cuando se propagó la gripe aviar en el Reino Unido, los ejemplares que había en la Torre fueron vacunados para evitar que enfermaran.
  Pero, los cuervos tienen una vida media de 25 años, no son inmortales, por supuesto. Cuando mueren son sustituidos por nuevos ejemplares salvajes que son domesticados para este absurdo propósito. Lo curioso sería que todos murieran al mismo tiempo... Entonces podría llegar a comprobarse si es cierto lo que dice la profecía.
  Por otra parte, esos curiosos personajes llamados Beefeaters son los guardianes ceremoniales de la Torre de Londres, aunque, en la actualidad, son los guías turísticos y una de sus principales atracciones.

  Los también llamados Guardias Yeomen se hicieron cargo de la vigilancia de la Torre en 1485. En la actualidad hay 35 de ellos y un jefe. Todos son personas retiradas de las Fuerzas Armadas Británicas con, al menos,  22 años de servicio. Deben ostentar también las medallas al servicio prolongado y a la buena conducta. En enero de 2007, después de servir en el ejército desde los 16 años, Moira Cameron fue elegida la primera mujer para el servicio de Guardia Yeomen. El origen del término Beefeater no está muy claro. Una de las opiniones es que procede del inglés Beef Eaters (comedores de carne), y que podría haber sido originado por el hecho de que, en un principio, los guardias eran retribuidos con carne de vaca ( beef ).
  Entre otras referencias, el conde Cósimo, gran duque de la Toscana, visitó la Torre en 1669 y comentó: " por la gran ración de vaca que se les da a diario, estos personajes podrían ser llamados beef-eaters ". 

  Existen otras opiniones sobre el origen del término. Por ejemplo, podría ser una corrupción del término francés buffetier, una forma arcaica de llamar al guardián de la comida real, o bien un término peyorativo para hacer referencia a personas que se encontraban relativamente bien alimentadas en comparación con el resto de la población que vivía en Londres. Sea como fuere, con su papel en la actualidad dan colorido y vistosidad a la visita a The Tower of London, visita indiscutible en tu viaje a Londres.

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  Tras esta chapa, que espero os resulte cuanto menos curiosa, vuelvo al diario...


  Bajamos al patio justo en el Waterloo Block (3), donde la Guardia Real custodia el acceso al edificio que alberga las joyas de la corona inglesa. ​​Tras unas fotos a los soldados que vigilaban, entramos a verlas. Hicimos la visita a "paso ligero" ya que, al final, tampoco dicen gran cosa cuatro pedruscos encastrados en un aro metálico, ¿no?

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Mi hijo Iosu con un soldado de la Guardia de Gales ​y el pegote de atrás que,  aunque se lo pedí varias veces, no se quiso quitar

  Al salir, nos encontramos con un miembro de la Guardia de Gales y, tras pedírselo cortésmente y en inglés, el soldado accedió a hacerse una foto con Iosu. Después visitamos The White Tower (1), la Torre Blanca, corazón de toda la fortaleza y primer edificio que construyó el rey Guillermo el conquistador allá por el año 1078.

  Recorrimos el museo de armas, transportándonos nuevamente a otra época de la historia. Armaduras para hombres y caballos, espadas, ballestas, pistolas... Todo ordenado cronológicamente y con una pulcritud cien por cien británica.

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En la segunda planta de la Torre Blanca se exhiben armaduras y armas de distintas épocas.
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  La visita a The Tower of London llegaba a su fin. Podrías estar horas allí dentro, pero había muchas más cosas para ver y teníamos que seguir con el recorrido establecido para aprovechar, lo mejor posible, el resto de la jornada.

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La Guardia Real en Waterloo Block.
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Réplica de la corona real.

  Salimos por la Traitors Gate (36), la puerta de los traidores, que es la que daba acceso directo al paseo junto al río Támesis y que nos llevaría a nuestro próximo destino... el icónico Tower Bridge.

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Los siguiente destinos eran Tower Bridge (El Puente de la Torre) y después The Shard.

  Tras unas fotos, para montar la panorámica situada sobre estas líneas, accedimos desde la margen izquierda al mítico puente. La entrada estaba pagada con el London Pass, así que, directamente, sin aburridas y desesperantes colas de espera, entramos a las entrañas de esa majestuosa obra de ingeniería.

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Ticket de entrada a Tower Bridge (El Puente de la Torre).

  La visita a Tower Bridge incluye, entre otras cosas, ver los antiguos mecanismos que provocaban la apertura del puente.

  El ajetreo en el puente era frenético. Cruzamos por un paso de peatones al otro lado de la carretera y accedimos desde la torre de la margen derecha. En la recepción enseñamos el London Pass y nos dieron unos tickets para acceder al ascensor. De ahí se accede a una pequeña sala donde explican la forma como se fue construyendo el puente. Después se accede a la pasarela elevada que une ambas torres y se pasa por el suelo de cristal que permite ver la carretera y el río bajo tus pies.

El conjunto del puente, con sus dos torres, la pasarela y la zona subterránea es un espectáculo. 
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Arriba, a la izquierda, The Sahrd y el barco HMS Belfast desde Tower Bridge. ​Abajo la cúpula de Sant Paul. A la derecha Iosu en el puente.

  Tras cruzar la plataforma elevada que une ambas torres, se baja al sótano donde se encuentra toda la maquinaria que antiguamente hacía mover la plataforma central para dejar paso a los barcos que querían cruzar río arriba o río abajo. Las calderas, los engranajes y levas que activaban el mecanismo, todo está en perfecto estado de conservación. Iosu cogió una gran cantidad de información que me dijo que utilizaría para hacer un trabajo en la ikastola. Se trataba de una exposición oral que preparó a la vuelta del viaje en Power Point y que le quedó muy elegante.

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  Al final, tras acabar la visita, como es de imaginar, en la tienda de recuerdos  se vuelve a salir al exterior. 

El Támesis bajo nuestros pies en la zona acristalada del puente.

  Al final, tras acabar la visita, como es de imaginar, en la tienda de recuerdos  se vuelve a salir al exterior. Una visita a mena y curiosa que muestra el avance de la ingeniería en todos estos años. De la fuerza generada por la combustión del carbón y la abundante mano de obra necesaria para gestionarla, a la fuerza hidráulica y la manipulación informática con la presión de un solo botón... ¡¡ El progreso !!

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Las calderas y antiguas máquinas que movían el mecanismo del puente.
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El acorazado HMS Belfast desde el muelle. Al fondo el edificio al que llaman "walkie-talkie".

  Andábamos muy bien de tiempo y la siguiente parada programada era The Shard. Había pensado en subir hasta el rascacielos y ver el anochecer en la ciudad desde las alturas pero, aún eran las 16:45 y no se ponía el sol hasta las 19:30 más o menos, así que, como nos entraba en el London Pass, decidimos ver el acorazado HMS Belfast.

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  De camino al muelle, nos cruzamos con dos "bobbys", los policías de la Ciudad de Londres que sonrieron al ver a mi hijo, con su cámara de fotos al cuello, fotografiando todo lo que le llamaba la atención.  Les pedí una foto y sonrientes posaron para mí junto a Iosu. 
- ¡¡Qué simpáticos son!! ¿Verdad, aita ? -me dijo el crío.

El nombre de "bobby" para designar a la policía de Londres, tiene un origen curioso.
   Bobby es el término utilizado para nombrar a un miembro de la Policía Metropolitana de Londres ( Scotland Yard ), que actúa en todo el área del Gran Londres salvo en la city de Londres, es decir, salvo en el distrito financiero.


  La palabra deriva del nombre de Sir Robert Peel quien, después de convertirse en ministro de interior del gobierno británico en 1825, estableció este cuerpo de policía en 1829, para sustituir a las cuadrillas que vigilaban los muelles y sus alrededores.
  En Inglaterra, los Robert son conocidos familiarmente como Bobby, de ahí el nombre.
En Irlanda son conocidos como "peelers".

Mi hijo con unos simpáticos "bobbys".

  Después de este encuentro, bastantes expectantes, accedimos al barco. El HMS Belfast es un barco museo de la Marina Real Británica anclado permanentemente a orillas del Támesis. El buque fue bautizado así en homenaje a la ciudad de Belfast, capital de Irlanda del Norte. La verdad es que el crío disfrutó de lo lindo metiéndose por todos los rincones del acorazado y comprobando como podía ser la vida dentro de un buque. Siendo sinceros, yo también disfruté mucho y me gustó como estaba todo preparado y explicado. Una visita sugerente...

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El ticket de entrada al acorazado HMS Belfast.
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Iosu en la cubierta del acorazado.

  Botado en 1938, el buque se convirtió en un poderoso destructor que prestaría servicio a Gran Bretaña a lo largo de 32 años, durante los cuales adquirió especial relevancia gracias a su participación en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. Tras la finalización de la guerra, entre los años 1950 y 1960 el buque destructor cambió la razón de su existencia y fue dedicado a la realización de acciones humanitarias. El barco permaneció al servicio de la marina de Gran Bretaña hasta 1965 y, tras ser retirado del servicio activo, en 1971 comenzó su nueva etapa como museo flotante.

  La visita al acorazado está perfectamente señalizada. Puedes adquirir una audio-guía que narra los hechos destacables en los que se vio involucrado, además de algunas anécdotas a través de las cuáles se pueden aprender datos curiosos como que, antiguamente, era normal llevar gatos a bordo para controlar las plagas de roedores.

 Caminamos por la cubierta principal y bajamos a los distintos niveles donde encontramos los camarotes de los marineros, la enfermería con su quirófano incluido, la consulta del dentista, la cocina, la bodega, talleres, estafeta, sala de radio, además de la sala de calderas y la inmensa sala de máquinas... Un micro-mundo y un ejemplo casi inmejorable del aprovechamiento del espacio.

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Junto con sus banderas, la campana y los salvavidas de un buque son sus señas de identidad.
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Las distintas recreaciones dentro del HMS Belfast mostraban la forma de vida dentro del navío . . . Fue curioso.

  La verdad es que fue una visita entretenida y una experiencia para Iosu. Además, desde la cubierta principal se obtenían muy buenas vistas de la Torre de Londres y de la otra orilla del río, así como una vista inmejorable del Tower Bridge que aprovechamos para que una chica nos hiciera una foto a padre e hijo juntos y que podéis ver abajo.

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La Torre de Londres y el Tower Bridge desde la cubierta del acorazado.

  Habíamos pasado un buen rato de confidencias y risas en el acorazado. Cuando nos dimos cuenta eran la 18:15 y pusimos rumbo a la última visita del día The Shard. No estaba lejos, apenas diez minutos a pie...

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Tras los viejos muelles del Támesis se alza majestuoso The Shard. A la derecha, padre e hijo en la cubierta del HMS Belfast.

  The Shard, también conocido como ( Shard of Glass, literalmente "fragmento de vidrio ), es un rascacielos de 95 plantas diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano. Con una altura de 309,7 metros es el edificio más alto del Reino Unido. Se construyó en lugar de las Southwark Towers, un edificio de oficinas de 24 plantas del año 1975 que tuvo que ser demolido.
​  La construcción de The Shard empezó en marzo de 2009 y finalizó en noviembre de 2012. La torre tiene forma piramidal y está revestida de cristal. Tiene 72 plantas habitables y un mirador en la planta 72, a una altura de 244,3 m.​

  Cruzamos varias calles y al final, entrando por Tower Bridge Street, nos dimos de frente con el cono de cristal.


  El edificio de encuentra envuelto por un conjunto de construcciones que le dan la apariencia de un gigantesco hormiguero. La frenética actividad  que emana de la zona, con una parada de metro, infinidad de oficinas, hoteles, supermercados y servicios de todo tipo, hacen que ese punto de la ciudad sea un importante lugar de tránsito.
  Entramos y nos dirigimos a recepción. Enseñé el London Pass y me dieron unos tickets para entrar. En el control de seguridad, al igual que en la atracción de la noria, me hicieron dejar el trípode.

- Aita, me da miedo subir, me dan miedo las alturas...
- Tranquilo, hijo. No pasa nada.
  Subimos en el ascensor hasta el piso 33... Iosu, nunca había estado en un edificio tan alto y alucinaba con lo rápido que subía... En el piso 33 cambiamos de ascensor y subimos de otra tirada hasta el piso 69. Desde ahí andando hasta el piso 72...
- ¡¡ Qué gozada, aita !! -me decía el crío, completamente emocionado.
- Ves como no era para tanto -le dije yo.

La entrada para The Sahrd.
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Vista desde la terraza del piso 72 en The Shard.
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  Salimos a la terraza. La verdad es que la vista era impresionante y, al estar abierta por arriba y sentir la presión del aire, imponía bastante respeto. Nos pusimos a hacer fotos "a saco", dando la vuelta a todo el perímetro del edificio. Desde allí arriba... ¡Se veía todo! 
  Con los tele-objetivos montados se podían ver con detalle todos los sitios donde habíamos estado... The London Eye, The Tower of London, Tower Bridge, HMS Belfast y algunos que nos quedaron por ver como la catedral de San Pablo. Hice la panorámica que está sobre estas fotos del niño. No es muy ortodoxa y tiene un gran recorte, pero me gusta como quedó, por eso la enseño   ;-)

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Iosu en la terraza del piso 72. Como podéis ver en su cara, lo del miedo quedó olvidado y, el crío disfrutó de lo lindo.
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Desde la terraza se veían todas los monumentos de Londres.
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El crepúsculo anunciaba el final de ese intenso día.

Con paciencia, fuimos viendo como la noche le ganaba terreno al día. Poco a poco se iban encendiendo las luces de la ciudad dibujando, sobre un oscuro lienzo, las siluetas de los monumentos y el esqueleto de la urbe. El horizonte fue engullendo la luz del sol, la hoguera del crepúsculo vespertino anunciaba que el día 23 de abril de 2018 estaba llegando a su fin... El fuego se apagó definitivamente. Era la hora de los seres de la noche...

Contemplamos cómo las luces iban poblando la ciudad
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La noche dio paso a un festival de color con la iluminación de la ciudad.

  Nosotros teníamos que volver al hotel. Al bajar recogí el trípode y le propuse a Iosu acercarnos hasta Tower Bridge para fotografiar el puente en la oscuridad... Pero el crío, agotado después de un intenso día, se negó en rotundo y empezó a protestar enérgicamente. El mensaje estaba claro. Había que volver al hotel, cenar y descansar.
  Eran las 20:30. Fuimos hasta la parada de London Bridge y cogimos el metro dirección Elephant & Castle. Allí hicimos transbordo a la línea marrón que nos llevó hasta Padington. El viaje en metro acabó de minar las fuerzas del niño que, con el traqueteo, se iba quedando dormido por momentos.

​  Con preguntas sobre lo que habíamos visto a lo largo del día conseguí que espabilara y cuando llegamos a nuestro destino estaba más despierto. De camino al hotel nos paramos en un chiringuito de comida asiática.
¡Tenía de todo! 
  El crío quiso arroz con verduras y yo cogí unos fideos chinos que tenían muy buena presencia. El tipo nos sirvió unas raciones generosas. Cogimos agua, un refresco y unos yogures, todo por apenas 10 £. Seguidamente, nos fuimos al hotel y cenamos en la habitación. Estaba todo muy bueno. El crío cenó, se lavó los dientes y cayó rendido en la cama. Yo, mientras cenábamos, descargué las fotos y luego preparé todo para el día siguiente. Iosu estaba expectante, iríamos al estadio del Chelsea...

The Shard desde Tower Bridge Street.
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  Cuando acabó la descarga, me lavé los dientes, me duché y me tumbé a ver un poco la televisión... No puse mucha atención, estuve viendo un programa de naturaleza, pero estaba muy cansado. En pocos minutos el sueño pudo conmigo. Estaba agotado pero, viendo a mi hijo durmiendo a mi lado, me hacía sentir feliz al saber que estaba disfrutando de una experiencia que jamás olvidará.

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Londres 

Comenzaba el último día de estancia en Londres. Como las mañanas anteriores, a eso de las 07:00 horas, me levanté antes que el crío para ir preparando todo.

  Otra mañana sin llover pero, en esta ocasión, estaba muy nublado y una seria amenaza, en forma de cielo plomizo, pesaba sobre nuestras cabezas. Desayunamos y, como todas las mañanas, a eso de las 08:00 estábamos en la calle. Nos dirigimos nuevamente a Hyde Park para, siguiendo el plan de ruta marcado, ver las cosas que teníamos programadas con antelación. Cruzamos los jardines italianos, con unas maravillosas fuentes y espacios florales que, sin apenas esfuerzo alguno, nos hicieron despertar los sentidos. Los patos en el estanque posaban coquetos mientras buscábamos la estatua de Peter Pan.

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Los patos del canal de The Serpentine en Hyde Park, la estatua de Peter Pan y los jardines italianos de Hyde Park. 
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Hyde Park está abarrotado de maravillosos espacios florales. Arriba detalle de una de las fuentes.

  Tras poner en marcha y agudizar el sentido de la vista, nuestro siguiente objetivo, en dirección este, era Kensington Palace y su estanque lleno de cisnes. 

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El Palacio de Kensington: un entrono precioso con sus famosos jardines y el Pound Round, el estanque sito frente al palacio.

  Kensington Palace es una residencia real situada en Kensington Gardens. Creo que pertenece al barrio de Chelsea. Ha sido una residencia de la familia real británica desde el siglo XVII y, actualmente, es la residencia oficial de los duques de Cambridge en Londres. Hoy en día, las Salas de Estado están abiertas al público y muestran muchas pinturas y otros objetos de la Colección Real.
  El palacio era originalmente una mansión jacobea de dos pisos construida por Sir George Coppin en 1605 en el pueblo de Kensington. La mansión fue comprada en 1619 por Heneage Finch, primer conde de Nottingham y empezó a ser conocida como Nottingham House. Pasó a ser residencia real cuando en 1689 William III y Queen Mary II se la compararon al conde de Nottingham por 20.000 £.

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El entorno de Kensington Palace es un paraíso, dentro de la ciudad, para pájaros, patos y cisnes.
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Kensington Palace, con la estatua de la Reina Victoria en su acceso principal.
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Mi hijo Iosu, disfrutando con el vuelo de los cisnes.
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  El entorno, a pesar de estar el cielo cubierto, era maravilloso. Los cisnes que habitan la zona nos ofrecían un precioso espectáculo con sus despegues y amerizajes en las oscuras y algo agitadas aguas del estanque. Patos, pájaros, palomas e incluso alguna gaviota, buscaban algo que picotear flotando en el agua. Iosu pasó un rato muy divertido, grabando los vuelos de los cisnes. 

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  Esta zona de Londres, los barrios de Kensington y Fulham, parecía muy tranquila y acogedora. Las construcciones, en su mayoría palacetes de estilo romántico, le daban un aspecto más familiar, saliendo del estereotipo de los grandes rascacielos y las junglas de cristal. 

  El paseo hasta la "boca" del metro fue muy agradable. El crío estaba un poco alterado con la siguiente visita. Su emoción iba en aumento según nos acercábamos al estadio. En cuestión de minutos estaría viendo la "orejona" y uno de los estadios más emblemáticos del fútbol inglés, Stamford Bridge.
Como reza el letrero de bienvenida que vemos abajo:

La estatua de la Reina Victoria.
Casas palaciegas entre Chelsea, Fullham y Kensington.

 "Casa del Chelsea F. C. y corazón de Londres"

 Será cuestión de llevarle un día a las marismas de Txingudi a sacar fotos de los pájaros, igual despertamos una afición oculta o aún sin florecer. Luego podréis ver alguna de sus fotos.
Tras ver el Palacio de Kensington desde fuera y hacer alguna foto, nos dirigimos hacia Notthing Hill Gate para coger el metro en dirección a Fulham Broadway para ver el estadio del Chelsea F. C.

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Iosu en el acceso a Stamford Bridge, casa del Chelsea F.C. 
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  Llegamos a eso de las 09:40. Enseñamos el London Pass y cruzamos el control de seguridad. Uno de los guardias reconoció el escudo de la Real Sociedad y le dijo a Iosu, con ese típico acento inglés...
- Oh, Sansebástian... Real Sociedad... Good !!

  Una vez en la recepción, nos dieron hora para la visita de las 10:20 como podéis ver en la acreditación de la izquierda. Mientras tanto, nos dejaron ver el museo y la sala de trofeos. Iosu alucinaba con las copas, las camisetas y las botas de jugadores famosos y las fotos históricas del club londinense.

La acreditación que te dan a la entrada. A la derecha Iosu con Pogbá.

  Luego, a la hora convenida, nos reunimos en la recepción y dos chicas muy agradables nos explicaron como funcionaba la visita. Una de ellas sabía un poco de español, pero el tour fue en inglés aunque lo entendimos bastante bien. 

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Arriba los cinco trofeos de ganador de la Premier League 2005, 2006, 2010, 2014 y 2017. 
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Arriba a la izquierda con la copa de la UEFA que ganó en 2013. A la derecha con la famosa "orejona" el trofeo que acredita como ganador de la Champions League, que el club londinense ganó en 2012.
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Posando con las réplicas de los trofeos.
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En la sala de prensa y en los vestuarios.

  Visitamos todo el estadio; la sala de prensa, la sala de masajes, el gimnasio y los vestuarios y desde allí, haciendo el mismo recorrido que cada jornada de fútbol hacen los jugadores, salimos al campo por el túnel. El crío vivía con intensidad ese momento y me imagino que, en su "loca cabecita", se vería vestido de futbolista y saliendo al campo entre el alboroto del público que llenaba las gradas.
Pisamos el césped de Stamford Brige y después, como es habitual en estos casos, el tour acabó en la tienda oficial del club. Iosu se compró un balón con las firmas de todos los jugadores y a eso de las 12:30 concluía la visita. El niño salía feliz, con una sonrisa de oreja a oreja y con una vivencia que siempre recordará. 

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  Con un subidón impresionante pusimos rumbo al Museo de Historia Natural. Volvimos a coger el metro en Fulham Broadway y nos bajamos en South Kesington Station, justo frente al museo. Antes de las 13:00 horas estábamos viendo los esqueletos de los dinosaurios. 

  El Natural History Museum (Museo Natural Historia) está situado en Kensington. Posee una variada colección con más de 70 millones de especímenes y objetos pertenecientes a varios campos de la historia natural. ​Fue construido entre 1873 y 1880 para albergar la creciente colección de esqueletos, plantas y fósiles que constituían una sección del Museo Británico. 
Las cinco colecciones más importantes corresponden a las áreas de: botánica, entomología, mineralogía, paleontología y zoología.

El Museo de Historia Natural y la estatua de uno de sus más ilustres "moradores": Charles Darwin.

  Este museo es un centro de investigación de referencia a nivel mundial, especializado en taxonomía, identificación y conservación. Dada la antigüedad de la institución, muchas de las colecciones poseen un enorme valor tanto histórico como científico, por ejemplo, los especímenes reunidos por Charles Darwin. El museo es especialmente famoso por su exhibición de esqueletos de dinosaurios así como por lo ornamentado de su arquitectura, no en vano es llamado "la catedral de la naturaleza".

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  Uno de los grandes atractivos que ofrece un viaje a Londres, es la posibilidad de disfrutar de sus maravillosos museos y además... ¡¡ Son gratuitos !!

  A cambio de una aportación, siempre voluntaria, para temas de mantenimiento y demás, puedes acceder, sin límite de tiempo, a los museos de gestión pública. Es una buena manera de promover la cultura... No como aquí, que se quejan de la poca afluencia de la gente pero, con los precios que tienen... ¿Quién se mete con la pareja y dos niños a ver el museo del Prado? ( En total serían 60€ ).

  Volviendo al viaje y al museo, decir que, impone su gran salón central donde, nada más entrar, te encuentras con el esqueleto de un enorme diplodocus y un mastodonte encontrado en la Laguna de Tagua-Tagua (Chile). El edificio está dividido en secciones según su contenido y organizado por plantas y colores diferentes. En la entrada te dan un plano con toda la información. 

  Pasamos un rato bastante divertido e intenté enseñarle a mi hijo que el mundo está ahí, a tu alcance, solo hay que proponerse unas metas y luchar por ellas sin aflojar en el afán de conseguirlas. 

  La mañana pasaba a todo velocidad. Eran algo más de las 14:00 horas y salimos del museo para dirigimos a la parada del metro de South Kesington con destino Westminster. Teníamos que ir a Westminster Pier, donde se encuentra el embarcadero para coger el ferry que nos trasladaría hasta Greenwich. Con antelación, fuimos a comprar comida al mismo lugar de la víspera y comimos mientras esperábamos la salida del barco. Pagado ya de antemano con el London Pass, recogimos los tickets y a las 14:40 zarpamos en dirección al meridiano cero...

El hall principal del museo con el esqueleto de una ballena.
Esqueletos de animales entre otra muchas cosas del museo.

  Recorrimos varias salas viendo dinosaurios, aves, gemas, fósiles marinos y esqueletos humanos, pero, a Iosu, eso de ver los animales y sobre todo los pájaros disecados no le dio muy buen rollo. Él hizo sus "pinitos" con la fotografía y creo que disfrutó bastante. Luego, al final del diario, colgaré las fotos que hizo el crío.

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Iosu en la cubierta del barco a Greenwich.
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Ticket de entrada al barco.

  La tarde amenazaba lluvia, pero en el momento de zarpar no llovía. Nos situamos en la cubierta superior, quería ir haciendo fotos del recorrido, ver la ciudad desde otro punto de vista, comprobar como ve el Támesis la urbe que lo cobija. El crío estaba algo cansado, pero le dije que ahora tocaba descansar y disfrutar del paseo. Lo cogió con ilusión y, al cabo de un rato, ya no se acordaba de la fatiga.

  Se levantó un aire húmedo y frío que hizo que la cubierta quedase prácticamente vacía. Para mí, mejor, así menos cabezas molestando a la hora de hacer las fotos... ;-)

  La travesía fue bonita y relajante. Después de los días tan ajetreados que habíamos pasado, poder disfrutar de esas vistas de la ciudad, sentados cómodamente, la verdad era de agradecer. La única pega fue que cayeron algunas gotas de lluvia que casi no llegaron a notarse y, por eso mismo, no abandonamos la cubierta superior. Yo, particularmente, disfruté mucho viendo la vida que se concentra en las riberas del Támesis. El paisaje iba cambiando según nos alejábamos del centro y los altos edificios de cristal daban paso a construcciones de piedra. Muelles, embarcaderos y viejos astilleros conformaban ahora un entorno más marinero y menos urbanista.

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Viejos muelles y edificios se mezclaban en el paisaje con las nuevas construcciones.
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Panorámica desde el barco camino de Greenwich.
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El río ofrecía una nueva perspectiva de la Torre de Londres.
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The Shard y el acorazado HSM Belfast vistos desde el río.
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El paisaje iba cambiando según dejábamos el centro de la ciudad a nuestras espaldas. Viejos muelles y malecones frente a las casas a orillas del Támesis.
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Panorámica de la llegada a Greenwich: izda. Real Colegio Naval; dcha. el Cutty Sark.
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 El antiguo Real Colegio Naval de Greenwich en las orillas del río Támesis.

  Eran las 16:00 horas cuando arribamos a Greenwich. El horario de cierre, tanto del Observatorio como del Cutty Sark, eran las 17:00. La puntualidad y formalidad británica es más que sabida, así que, ahora se me planteaba una pequeña disyuntiva: ver el Cutty Sark y subir luego al observatorio (con la más que probable llegada fuera de tiempo) o subir al observatorio y a la bajada entrar a ver el famoso velero. Tenía que pensar y decidir rápido... Al final, le di preferencia a ver el meridiano cero y el observatorio.

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El Cutty Sark, luciendo imponente, en plena travesía.
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  El Cutty Sark fue uno de los últimos veleros de tipo clipper que se construyeron. Fue diseñado por el ingeniero naval Hercules Linton y construido en 1869 en Dumbarton (Escocia) por los astilleros Scott & Linton. Fue botado el 23 de noviembre de ese mismo año.  Debe su nombre a un personaje de ficción del poema cómico Tam o' Shanter (1791), de Robert Burns llamado así Cutty Sark. Podeis leer más en el enlace que os dejo.

El famoso Cutty Sark, ahora en dique seco, sirve de reclamo para albergar el Museo Naval de Greenwich.
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Londres desde la loma donde se ubica el observatorio.
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El observatorio de Greenwich.

  Aprovechando que todavía había buena luz, sacamos unas fotos al velero y subimos a paso ligero hasta la colina. Llegamos con tiempo y pasamos a ver las instalaciones. Esta visita también estaba incluida en el London Pass, así que no tuvimos que perder tiempo ni en comprar las entradas, ni en hacer cola y mostrando el móvil pasamos directamente.

​  El conjunto del Royal Observatory engloba varios edificios: la cúpula del observatorio, el edificio del meridiano y la casa de John Flamsteed (1646-1719), quien convenció al rey Carlos II de la necesidad de disponer de un observatorio astronómico. En la casa llamada Flamsteed House, se conservan los apartamentos originales del astrónomo. Allí se trazaron por primera vez los mapas de los océanos y las estrellas. Por su patio pasa la famosa línea que se trazó y que en 1884 se adoptó internacionalmente como el meridiano de longitud cero. Desde entonces,  separa, o junta, el este y el oeste. 
En la puerta de entrada al observatorio puedes ver un reloj gálvano-magnético que marca la hora exacta de Greenwich, que es el sistema por el que se rige la hora en todo el mundo.

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A la izquierda el reloj gálvano-magnético que marca la hora mundial.
En el medio Iosu entre el este y el oeste.
Sobre estas líneas el meridiano cero.

  La visita fue de lo más entretenido. Iosu puso mucha atención e interés en todo lo referente a los mapas y a las estrellas y el tiempo se nos pasó volando. Unos minutos antes de las 17:00 salimos dirección al Cutty Sark. Tenía esperanzas de que nos dejasen pasar, pero llegamos a las 17:05 y ya no pudimos verlo por dentro. 
 La tarde se estaba poniendo cada vez más plomiza y fría, e incluso empezaron a caer unas gotas de lluvia. Decidimos coger el barco de regreso que zarpaba a las 17:10. El siguiente, y último de la jornada, zarpaba a las 17:50 y pasar allí sentados cuarenta minutos no me hacía mucha gracia. 

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Aparatos de medida, mapas, relojes y demás instrumentos. 
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El antiguo Real Colegio Naval y al fondo, sobre la colina, el Real Observatorio de Greenwich.
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Un sin fin de muelles y barcos de época pueblan las orillas del Támesis. Es como un viaje al pasado.

  De regreso, otra tanda de fotografías de los muelles hasta que, la tarde rompió a llover. El crío tenia frío y bajamos a la cubierta inferior al resguardo de las inclemencias. Iosu tenía ganas de mimos así que, recogimos las cámaras en la mochila y, nos sentamos uno junto al otro viendo el paisaje. Al final, coger este barco había sido un acierto. Al llegar al muelle de la Torre de Londres decidí bajar del barco y dirigirnos al metro en Tower Hill para, de esta manera, ahorrar tiempo en el regreso. En lo que el barco llegaba al muelle de Westminster, nosotros estaríamos ya en el hotel.

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Panorámica hecha desde el barco en el viaje de regreso a Londres. 

  Al llegar a Paddington, nos fuimos derechos al hotel y dejamos las mochilas con todo el equipo. Luego, tras recoger un poco la habitación, salimos a comer una hamburguesa. Pero, como a la llegada el autobús nos dejó muy lejos de la parada oficial, no sabía exactamente el tiempo que podíamos tardar en llegar a ella así que, antes de ir a cenar, le dije al niño que teníamos que hacer esa comprobación para que, de esta manera, supiésemos exactamente a que hora debíamos salir del hotel para no perder el autobús y por ende el vuelo. Entre risas y comentarios jocosos, llegamos a la parada del bus en algo menos de quince minutos. Ahora, ya sabíamos a que atenernos.
  Tras esa importante comprobación, fuimos a devolver las tarjetas de transporte y recuperar, de esta manera, las 10 £ correspondientes pero, el puesto de venta estaba cerrado y no pudimos hacerlo. Así que nos las trajimos para el próximo viaje... ;-)


  Ahora, sí, ya podíamos cenar tranquilamente. Comimos unas hamburguesas y, tras comprar alguna cosa de última hora, regresamos al hotel para dejar todo recogido y preparado. Por la mañana no habría tiempo que perder.
Iosu se duchó, se lavó los dientes y nada más meterse en la cama se quedó dormido. Yo, como de costumbre, descargué las fotos, preparé todo bien colocado en su sitio, procurando separar todos los frascos con líquidos (hasta el spray para limpiar las lentes) y, tras organizar todo bien, me duché, me lavé los dientes y me acurruqué junto a mi hijo.
 El viaje llegaba a su fin.

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Londres - Biarritz - Astigarraga

Llegó el momento del regreso. Me levanté a las 06:30 horas para acabar de organizar todo. Teníamos que desayunar temprano y salir del hotel sobre las 07:45 en dirección a la parada de National Express en la parte posterior de la

estación de Paddintong. El autobús para el aeropuerto tenía su hora de salida a las 08:20, pero no podíamos arriesgar nada, porque con el siguiente ya no llegábamos a coger el vuelo. Me duché, desperté a mi hijo para que hiciese lo mismo y bajamos a desayunar. Desayunamos fuerte y nos despedimos de las camareras que nos habían atendido todos estos días. Luego, subimos a por nuestras cosas y dejamos la llave en recepción.

  A las 08:05 estábamos en la parada del autobús en Paddington. Mientras esperábamos, el niño se dedicó a hacer fotos a los taxis, haciéndose con una colección de coches de todos los colores. El bus llegó con cinco minutos de retraso, es decir, a la 08:25 de la mañana. Subimos unas ocho personas y arrancamos dirección Stansted. Hizo tres paradas dentro de la ciudad. El tráfico era intenso y se circulaba despacio. Parecía que no llegaríamos a la hora al aeropuerto. Por fin salimos a la carretera y entonces recuperó el tiempo perdido. 

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Los típicos y coloridos taxis de Londres.

  Atravesamos nuevamente la campiña inglesa pero, en esta ocasión, de día, todo lucía mucho más bonito y se podía disfrutar de una gama infinita de verdes salpicando el paisaje. 

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Mi hijo durmiendo en el autobús.

  Llegamos al aeropuerto sobre las 10:40 horas. El embarque se cerraba a las 13:20 y el vuelo salía a las 13:55. Tomamos la lanzadera que nos llevó a la terminal y, una vez allí, decidí que lo mejor era pasar los controles y esperar en la zona del dutty-free. ​Avisado con antelación por Rosa, había separado todos los líquidos en una bolsa que llevaba a mano. En ese sentido no hubo problema pero, al pasar la mochila con las cámaras, la retiraron de la cinta, le pasaron un detector de drogas y se la llevaron para adentro. Nunca me había pasado eso. 

  El niño había cruzado por delante y yo me había quedado en el escáner esperando la mochila. Le dije a Iosu que no se moviera de allí, que se quedara donde me estuviese viendo.

  El crío se quedó dormido, el pobre estaba destrozado. Habían sido unos días intensos y ahora pagaba las consecuencias. 

  Fueron unos minutos que se me hicieron larguísimos. Me había tocado sacar todo, pero todo, cámaras, objetivos y cables, en el aeropuerto de Munich. Me había tocado llevar por separado las cámaras de las baterías y el cableado en Beijing, pasar aparte el trípode en Marrakech pero, que se llevasen de mi vista la mochila entera, no me había pasado nunca. 

   Bueno, solucionado este pequeño incidente, me reuní de nuevo con el crío que, todo hay que decirlo, se portó como un hombrecito. En ningún momento se asustó y mantuvo siempre la serenidad. Entramos en la zona internacional, recorrimos las tiendas del dutty-free y compramos unos caramelos. Ahora, era cuestión de hacer tiempo y esperar. El crío se entretuvo jugando con una tablet en una tienda de Apple...

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Aeropuerto de Stansted: de regreso a casa. A la izquierda la tarjeta de embarque.

  Como siempre, en el aeropuerto, el tiempo pasó volando. Sobre las 12:30, Iosu, me dijo que tenía hambre y buscamos algún sitio para comer algo. Al final se decantó por una hamburguesería. Nos clavaron 21 £ por dos cheesse burguer, pero bueno... había que comer. Después, aprovechamos para cargar el teléfono en la sala de espera, mientras llegaba la hora de embarcar.

 Todo transcurrió dentro de su horario con el típico retraso de diez minutos de Ryanair y, a eso de las 14:05 horas, el Boing-737 asignado al vuelo FR372, despegaba rumbo Biarritz. Al subir al avión, el niño se portó como un veterano y, en esta ocasión, ya no tenía esa carita de susto que llevaba el primer día. 

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El viaje de vuelta: Isou, derrotado, se lo pasó durmiendo.

  En cuanto despegamos y el avión se estabilizó, Iosu se durmió de nuevo... ¡¡ Pobrecito, estaba molido !! El vuelo fue tranquilo y sin ninguna incidencia. A la hora prevista ( 16:55 hora española ), el vuelo tomaba tierra en la ciudad vasco-francesa. Nos costó mucho salir del aeropuerto porque, los gendarmes, miraban los pasaportes con mucho celo. Viendo la jugada y, para que no hubiese problemas, cuando llegamos al control le entregué los carnets de identidad que, por lo menos en mi caso, tenía la foto más acorde a la realidad. De esta manera cruzamos sin ningún problema. 

   Rosa, que se había prestado a recogernos, nos estaba esperando en el hall de la entrada... media hora más tarde estábamos en Astigarraga. La experiencia había sido maravillosa, ahora toca buscar un destino y organizar otra salida. Le pregunté a mi hijo si le había gustado el viaje y me contesto que cuando nos íbamos otra vez...
- Bueno, cariño, tenemos que pensar en algún sitio que hablen inglés y así practicamos -le dije yo.
- Podemos ir a Escocia... -me dijo así, de sopetón...

​  Así pues, me lanzó el guante como si de un duelo se tratase. Ahora debo batirme con ese reto... ESCOCIA.

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Los primeros cielos que surcamos juntos padre e hijo; espero que a partir de ahora surquemos muchos más ...
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Come back !!
See you another day.
Mucho por ver, mucho por disfrutar.

El viaje a Londres... desde la mirada de Iosu

* "Clicka" en el enlace par ver las fotos que mi hijo hizo en Londres.

© F. J. Preciado  2018

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