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"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"

Junio de 2014

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Asturias

Un paraíso verde y azul

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Los jardines de Les Tuileries desembocan en una enorme plaza llena de edificios de estilo romántico y el Museo del Louvre.

Tras el segundo viaje a India, mi vida había entrado en una etapa maravillosa. Ese "cambio" no fue aceptado de la misma manera por algunas personas y, en concreto, la relación con mi hermana entró en un momento delicado. Ahora, tocaba dedicarme un poco a mi hijo y pensé en ir unos días a Asturias. El año anterior habíamos estado muy a gusto en el Rincón de Póo y decidí volver a pasar allí una semana. Playa y montaña eran los objetivos del viaje y, aunque de eso estamos sobrados en Euskadi, cambiar un poco de ambiente hizo que fuera el destino elegido. Esta escapada no fue, ni mucho menos, una de las que recuerde con más cariño. La tensión se palpaba en el ambiente, de tal manera que, si no hubiera sido por mi hijo, al día siguiente me hubiese vuelto para casa. Pero bueno, como siempre, intenté sacar algo positivo de esta situación y procuré, al margen de otras movidas, que Iosu lo pasara bien.
  Póo de Cabrales es un lugar estratégico; a muy poca distancia de Llanes, a un paso de la entrada a Picos de Europa y con un mirador desde donde se pueden ver unas magnificas vistas del Picu Urriellu. Además, Pilar, la señora que regenta la casa, es una mujer encantadora, amable y cariñosa. Desde aquí... ¡¡ Saludos !! 

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Astigarraga - Póo de Cabrales

Este viaje, organizado para salir unos días con mi hijo fue, con creces, uno de los que menos he disfrutado hasta hoy

día. No por culpa de mi hijo, por supuesto, ni tampoco del destino elegido, sino qué, una serie de desavenencias personales con mi hermana, provocaron que, lo que se suponía que iba a ser descanso y relax, se convirtió en agobio y estrés. Fue la última vez que viajé con ella y, pensándolo fríamente, no tenía que haberlo hecho. La intención era allanar un poco el tortuoso camino en que se había convertido nuestra relación pero, en lugar de eso, creo que los caminos se separaron definitivamente...

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El Picu Urriellu desde el Mirador del Pozo de la Oración.

  No recuerdo bien por qué pero, el caso es que, llegamos a Póo bastante tarde. Sí, y digo que no recuerdo bien, porque este es el viaje en el que menos fotografías he hecho y, además, las notas que tomé son muy escuetas. El caso es que, como el año anterior, había reservado el apartamento en el Rincón de Póo. Pilar nos esperaba para hacer el check-in y, por eso recuerdo que, le avisé con tiempo diciéndole que llegábamos más tarde de lo previsto. Hicimos un alto en el camino a la salida de Cantabria, para no hacer de un tirón los 290 kms que separan nuestro pueblo de la localidad asturiana y a eso de las 19:00 horas estábamos en el apartamento. Tras descargar todo y acomodarnos, me acerqué hasta el Mirador del Pozo de la Oración. Tenía necesidad de convencerme de que este viaje no había sido un error y así, contemplando el Picu Urriellu, me relajaba y me ayudaba a pensar. Las nubes poblaban el cielo cuando la noche comenzaba a hacer su aparición. Una pequeña bruma, cual premonición de lo que iba a suceder, vestía el horizonte de imágenes borrosas... Volví al apartamento, mi hijo me esperaba.

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Póo de Cabrales - Playa de Gulpiyuri - Póo de Cabrales

Empezaba un nuevo día. Desayunamos en el apartamento mientras intentábamos organizar el recorrido. Le mandé un whatsapp a mi compañera para desearle buen día y entonces me di cuenta de lo que me esperaba en las próximas

jornadas...

- Hoy parece que va a hacer buen día. ¿Vamos a la playa?

-Me da igual.

Esa fue la respuesta que recibí.

- Podemos aprovechar hoy en la playa y mañana, que dan más nublado, podemos ir a hacer la senda del río Purón.

- Me da igual.

 

  Viendo la actitud que había tomado mi hermana y dándome cuenta de que esa forma de chantaje y extorsión era lo que me esperaba durante todos estos días, sinceramente os digo que, en ese momento hubiese cogido el coche y me hubiese vuelto a casa. Pero el crío estaba deseoso de playa, monte y aventuras y, únicamente por él, decidí continuar con este "martirio".

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Desde lo alto de la carretea de Llanes se podía contemplar las nubes entre las montañas.

  Así que, después de aclarar posturas y tomar la decisión oportuna, arrancamos camino de Llanes con la intención de pasar un día por la costa. Uno de los objetivos que había marcado en el recorrido era la playa de la Gulpiyuri.
  

  Salimos por la carretera AS-114 que une la localidad de Póo de Cabrales con el alto de La Robellada, donde se enlaza con la AS-115 hasta Posada de Llanes y, allí, la A-8 te lleva hasta un enlace con la AS-263 que finalmente accede a Llanes. Nosotros nos desviamos hacia la playa de la Ballota. Allí, a media mañana, hicimos una parada para bajar hasta la blanca arena y dejar que el crío se diese un chapuzón. Yo no tenía ganas de mucho más y me dediqué a hacer algunas fotos, pero completamente desmotivado.

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La playa de La Ballota.

  El entorno es muy bonito pero, los ojos están acostumbrados a ese tipo de paisajes y eso, unido a la desidia que se había instalado en el ambiente, hacía que no prestase mucha atención o no pusiera muchas ganas en lo que estaba haciendo. 
  Luego, el crío y yo, jugamos al balón en la playa, hasta que decidimos movernos a otro sitio con intención de buscar algún lugar para comer. En los mapas había visto que junto a esta playa estaba la playa de Andrín y que en sus alrededores había un bar-merendero. Así que, nos dirigimos hacia allí.

La playa de La Ballota.
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  Tomamos algo fresco en la taberna y luego, en una zona de verde que tienen acondicionada tras ella, comimos algo de lo que llevábamos preparado. Mas tarde, pedimos unos cafés en el bar y nos compramos unos helados. 
Bajamos hasta la playa de Andrín, pero recuerdo que había mucha gente, así que decidí (porque a ella le daba todo igual ), que nos íbamos a la playa de Gulpiyuri.

¡¡ Menudo disfrute !! Lo que da de sí un helado . . .
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Llanes desde el mirador de La Boriza.

  De camino, nos detuvimos un momento en el mirador de La Boriza desde donde hice esta fotografía de arriba. 

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Niños jugando a los bolos.

  Entramos en un pueblo (no recuerdo su nombre, ni tampoco porque entramos, tal vez para repostar), hice estas fotos. Me gustó ver a los niños jugando a los bolos, la tranquilidad que se vivía en la zona y lo limpio y cuidado del entorno.  Luego, seguimos el camino hasta la playa.

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Hermoso rincón en la calle de un pueblo.

  La playa de Gulpiyuri, declarada Monumento Natural por el Principado de Asturias, constituye una de las singularidades geológicas más llamativas de esta zona. Se trata de una pequeña dolina formada sobre la rasa y cerrada al mar por un acantilado, aunque está comunicada con él a través de una cueva que permite el paso de las mareas y del oleaje. Está rodeada por prados y su acceso es peatonal por un camino agrícola desde la playa de San Antolín. 

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La playa de Gulpiyuri.

  Allí pasamos el resto del día. Yo investigué un poco y encontré el acceso de la cueva que atraviesa el acantilado y sale al mar. La recorrí y, cuando vi que no había un excesivo peligro, fui en busca de Iosu para cruzarla los dos juntos. El suelo estaba bastante resbaladizo pero, con cuidado,  se podía andar bien. Fue una experiencia bonita. Se cruza las entrañas de la pared y acabas en una boca que mira al mar.

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El paso al mar desde la playa de Gulpiyuri.
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  A Iosu le gustó mucho y a mí también. Luego, tras jugar un rato y merendar, volvimos sobre nuestros pasos atravesando el prado lleno de vacas que pastaban mansamente. 
  No habíamos parado en todo el día y el crío empezaba a notar cierto cansancio.
  Salimos hasta el parking donde habíamos dejado el coche y volvimos a Póo de Cabrales.
  Una nueva jornada, tensa, en cierto modo cansina y un poco deprimente. 

Vacas pastando en el acceso peatonal a la playa de Gulpiyuri.
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Mar de nubes en las estribaciones de los Picos de Europa.

  La tarde languidecía cuando llegamos al apartamento.  El  cielo, despejado y soleado todo el día, se había ido cubriendo de nubes y una fina bruma empezó a ensombrecer todo. En el apartamento, cenamos un poco y mientras el niño veía un rato los dibujos animados, yo aproveché y salí a llamar por teléfono.
  Al regresar, la respuesta a las opciones para organizar el día siguiente volvía a ser la misma...

- Entonces... ¿Hacemos mañana la senda del Purón?
- Me da igual...
  Ya estaba claro; organizaría cada día como yo creyese oportuno y a esperar a que pasase pronto.

  Con esa sensación de angustia por un lado, rabia e impotencia por otro y cansado de esa absurda situación, me fui a la cama con el niño. Mañana sería otro día...

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Póo de Cabrales - Nacimiento del río Purón - Póo de Cabrales

Comenzaba el segundo día de estas vacaciones. Climatológicamente, amaneció mejor de lo que esperaba, aunque estaba algo nublado. Desayunamos, preparamos la mochila con algo de avituallamiento y nos dirigimos, por la carretera que va a

Llanes, a la localidad de Purón. Eran algo más de 40 kms.

  Esta ruta, por su baja dificultad y corta duración, es muy recomendable para  niños y mayores , en su recorrido bordea el río Purón hasta su nacimiento, mostrándonos un bonito ejemplo de la flora y fauna de la zona.
Desde Purón, continuamos por una carretera con frondosa vegetación y nos encontramos con las primeras casas que son dos magníficos palacetes de arquitectura de indianos. Continuamos por la carretera y dejamos un pequeño puente a la izquierda. Luego, siguiendo el curso del río, llegamos a un punto donde el camino se bifurca y tomamos la desviación a la izquierda. Ahí comienzan los 2 kms de ruta hasta el nacimiento del río Purón.

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Camino al nacimiento del río Purón.
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Aguas cristalinas en un entorno natural casi inalterado.
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  Dentro de la tensión que había entre nosotros, el crío, ajeno a esta situación, disfrutaba como un enano de la naturaleza. En realidad, fue un paseo bastante relajante. El alegre trino de los pájaros, el arrullo de las cristalinas aguas del río y el entorno verde y fresco, hacían del recorrido un oasis de relajación en el tormentoso desierto por el que personalmente nos movíamos.

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El canal y la compuerta de paso de
las aguas del río Purón.

  Entre juegos, carreras para adelante y para atrás, preguntas y más preguntas de porqué esto y porqué lo otro, con esa curiosidad infinita que mueve a un crío de siete años y haciendo fotos y más fotos, llegamos hasta una exclusa al final de un canal. Allí, la pista se terminaba y un pequeño salto de agua daba a entender que aquello era el nacimiento del río.
  Sentados en la umbría del bosque repusimos fuerzas con algo de fruta y unas galletas. Bebimos y descansamos. Más tarde, tras disfrutar un rato de la paz que aquel idílico lugar emanaba, como si fuéramos buscando las huellas de nuestras recientes pisadas sobre el sendero, regresamos a la civilización en un silencioso paseo en el que la voz y las risas del crío eran el único sonido humano que se escuchaba en el bosque.

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  Volvimos a Cabrales y propuse comer en un bar-resturante del pueblo. Ante un nuevo "me da igual", me prometí a mí mismo que se acabó el consultar nada. Me iba a dedicar a intentar disfrutar con mi hijo, desterrando todo signo de frustración al que me quería abocar la deprimente actitud de mi hermana.
  Comimos en Cabrales y después jugamos un rato en un parque sito junto al río Cares, junto al puente que lo cruza, donde empieza la carretera hacia Poncebos.
  Más tarde, volvimos a Póo, cenamos y tras ver un rato la televisión y posteriormente charlar con Pilar, nos retiramos a descansar. Yo, estaba agobiado.

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De regreso al parking tras la visita al canal.
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Póo de Cabrales - Bufones de Pría - Póo de Cabrales

Me levanté con la idea de que ya no iba a haber mas "me da igual". Organizaría los días que quedaban como mejor creyese oportuno y punto. Las previsiones meteorológicas daban un día con algunas nubes pero, en general, bastante

soleado. Decidí que hoy haríamos la ruta de los bufones. Así que, tras levantarse el resto de "la tropa", desayunamos y organizamos la partida. Siguiendo en la costa de Llanes, el destino, en esta ocasión, era la playa de Guadamía y los bufones de Pría. Teníamos unos 40 kms por delante por la ya conocida carretera AS-115. 
  La playa, se podría considerar una playa fluvial. No cuenta con ningún servicio, fuera de realizarse su limpieza y está rodeada de acantilados llenos de cuevas y bufones. Se encuentra en la desembocadura del río Guadamía, que es el que marca el límite entre Llanes y Ribadesella y se enmarca en las playas de la Costa Verde Asturiana. Está considerada paisaje protegido desde el punto de vista medioambiental. 

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La playa de Guadamía junto a la zona de los bufones.
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Precioso toro junto a la costa de Pría.

  Tras ver el paisaje kárstico de la playa, nos dirigimos a la zona de los bufones. Los llamados bufones, no son más que estrechas chimeneas verticales por las que el agua sale a borbotones haciendo, en ese proceso, un gran estruendo al mezclarse con el aire. 
  Encima de la playa el itinerario toma a la derecha un camino de tierra que conduce al Bramadoriu de Llames, un extenso campo de bufones sobre los acantilados. Si la mar está en calma, los respiraderos se limitan a expulsar el aire comprimido en las galerías por los golpes del oleaje. Sin embargo, en los días de fuerte marejada, dicen que el Bramadoriu se transforma en un espectáculo que produce admiración y temor. Entonces, el agua y el aire son expulsados de la bóveda con gran fuerza, alcanzado decenas de metros de altura. Los quejidos del Bramadoriu se dejan oír a muchos kilómetros. En ocasiones dicen que se oyen incluso desde los lejanos Picos de Europa. Existe un dicho entre los pastores de las montañas que dice: 

  “Cuando sientas sonar el Pozu Pría, coge leña pa’l otru día”. 

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Iosu junto a los inactivos bufones.
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La apacible costa esconde entre sus piedras las "chimeneas" que expulsan el agua.
Ese día la mar no rugía...  y no había bufones.

  Dio la casualidad de que, por un lado el día estaba muy propicio para pasear por los acantilados pero, por otro, la mar estaba en calma. Una calma que invitaba a imaginar que nos encontrábamos más en las costas del Océano Pacífico que en las bravas aguas del Mar Cantábrico. Así qué, nos quedamos con las ganas de ver los famosos bufones.

  El aire salía por las chimeneas pero, al no haber fuerza en el oleaje, se quedaba todo en un simple silbido. Recorrimos los acantilados e hicimos algunas fotografías y después nos decidimos ir a comer al pueblo de Llames de Pría, una pequeña parroquia dentro del concejo de Llanes. 
  Allí no había mucho que hacer, así que comimos en un bar que tenía unas mesas al aire libre y después, poco a poco, nos fuimos a Cabrales a hacer algo de compra para el apartamento.

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 Hórreos, lagares y manzanas... Poco cambia de lo que tenemos en casa.

  Tras comprar algo de comida, dimos un paseo por las afueras de Póo. Allí, en la parte más septentrional del pueblo, donde el río pasa junto a un parque para los críos, estuvimos jugando al balón. Luego me di una vuelta para hacer unas fotos del entorno y sus gentes pero, los habitantes del pueblo, parecían estar enfadados porque no conseguí ver a nadie. Ellos, los vecinos, agazapados tras los visillos, seguro que me veían a mí...

  Y así, con más pena que gloria, pasó otro día de estas "traumáticas" vacaciones. Lo único positivo, a parte de la convivencia con mi hijo, claro está, fue encontrarme con esta preciosa libélula de un precioso tono azul esmeralda. ​Esta, segura y confiada de que no le iba a hacer daño, se dejó fotografiar tranquilamente.

  ¡¡ Lástima de que, por aquel entonces, no tuviese mi equipo de fotografía macro !!

 La tarde cayó irremediablemente sobre nosotros y decidimos volver al apartamento. Cenamos, descargué las pocas fotografías que había hecho y tras ver un rato la televisión con el crío, nos fuimos a dormir. El día siguiente lo esperaba marcado en el calendario. Me quería levantar temprano para subir andando hasta el pueblo de Bulnes...

Esta preciosa libélula fue uno de mis primeros "macros".
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Póo de Cabrales - Bulnes - Póo de Cabrales

Efectivamente, me levanté temprano, muy temprano, a eso de las 05:00 de la mañana. Mi intención era comer en Bulnes. El funicular que accede desde Poncebos hasta Bulnes estaba en funcionamiento desde el año 2001, pero yo quería hacer

el recorrido que antaño hacía la gente de esa perdida localidad, sintiendo y sufriendo en mis piernas el cansancio que suponía semejante caminata. Para poder realizar mi sueño y, a la vez, complacer a todo el mundo, decidí hacer la ascensión yo solo y después bajar a por la familia para, esta vez sí, subiendo en el funicular, comer todos juntos en el pueblo.05:55 >> Todavía entre dos luces, empecé a subir hacia Bulnes por el sendero que, en la margen derecha del río Cares, arranca desde Poncebos, justo al otro lado de la pista que se coge para hacer la travesía Poncebos-Caín (Ruta del Cares).

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  06:20 >> Llegué hasta una borda por donde, sirviéndome de un pequeño puente de madera, crucé al otro lado del río Bulnes que, más abajo de encuentra con el río Cares. Es en ese punto donde el camino empieza a endurecerse.
  07:10 >> Salvando unas fuertes pendientes desde donde veía que el río Bulnes, como un hilo de aguas turquesa, iba quedando encajonado en el fondo del valle. Los barrancos, que me acompañaban por la parte derecha, me decían que mantuviese la atención al 100% y las cabras que parecían esperarme en las escarpadas laderas de la izquierda, desafiaban a la gravedad mientras yo, sin resuello, minúsculo en aquel portentoso paisaje de montañas y valles, podía llegar a entender lo insignificantes que somos ante la grandeza de tal maravilloso espectáculo.

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  La aldea de Bulnes era célebre por su incomunicación; no tiene ningún acceso rodado y sólo se podía acceder a ella a través de este pedregoso sendero que recorre el desfiladero del río Bulnes. Con idea de acabar con el aislamiento de esta aldea, que apenas cuenta con 50 vecinos, y de potenciar la zona como destino privilegiado de turismo rural, el Gobierno del Principado de Asturias proyectó un funicular que atravesase la montaña y salvase el desnivel entre Poncebos y el propio Bulnes.
  El funicular fue inaugurado en el año 2001. Desde entonces es utilizado por sus vecinos para transportar víveres, animales y pequeños tractores para labores agrícolas. Los vecinos de Bulnes no pagan nada por utilizar el servicio del funicular y usan un carnet para acreditarse como tales.

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  El sendero, después de castigar duramente las piernas y la caja torácica, llega a un punto que se suaviza ligeramente, pasando a transcurrir por una cota casi constante. Allí, como si de la boca de una mina se tratara, me encontré con el acceso al funicular que baja a Poncebos. Desde ese punto, únicamente algún leve repecho altera la llanura del terreno. A unos cientos de metros de la entrada a Bulnes, se cruza otro puente de madera y se llega a unas bordas que, como mensajeras de algo de civilización, anuncian la proximidad de la aldea.

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  Aquella mañana, tras una ascensión en un clima húmedo y fresco, bajo una espesa niebla que envolvía todo, al llegar a las bordas el cielo se abrió como enseñando el camino de las puertas del paraíso. Entre las nubes empezaron a asomar las cimas de las montañas y un cielo azul me daba la bienvenida a un mundo perdido entre grandes moles de piedra calcárea e interminables alfombras de todas las tonalidades de verde que pudiese imaginar jamás.
  Me paré un instante y escuché lo que me decía la Naturaleza; el arroyo, con aguas sedosas, corría entre las piedras contando historias del pasado, cuando se abría paso buscando una salida al valle y horadando la roca en su camino; los pájaros cantaban anunciando, a las cuatro direcciones de la Rosa de los Vientos, que un nuevo día comenzaba y las nubes se abrían al ritmo de sus trinos, dejando a la vista un maravilloso mundo salido de otra era terrestre... Era como un sueño, un mundo perdido en el pasado, un mundo inmaculado, puro, casi irreal.

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  Sentí una paz inmensa. Di gracias a la vida por regalarme ese intenso momento y pensé que, solo por el hecho de sentir ese instante de felicidad, valía la pena toda la ansiedad que me estaba produciendo la incomprensible actitud de mi hermana. Me cargué de energía positiva, de fuerza interior, de luz y de paz... Minutos más tarde continué camino arriba. Tenía que llegar a Bulnes y caminar por sus callejuelas. Intenté recoger en mis fotos las maravillosas imágenes que se filtraban por mis pupilas y por primera vez, en estos días de vacaciones, disfruté de la fotografía y de todo lo bueno que me aporta.


  Hubiese deseado que ese "sueño" no terminara nunca pero, como todos sabemos, la felicidad es así de efímera. Unos momentos que se dilatan más o menos en el tiempo pero, al fin y al cabo, son eso... Momentos.

Manantiales de aguas cristalinas bajan de la montaña.

 08:10 >> Ya, en el último tramo, se sentía la cercanía de la civilización y, enseguida, los primeros tejados cubriendo, con su desgastada txapela de rojas tejas, las vetustas paredes de bordas y casas de piedra, indicaban que estaba ya en la aldea.

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La Casa el Puente.
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  Reinaba la paz. Algunos aldeanos comenzaban, cual laboriosas abejas, con sus cotidianos trabajos; acarrear la leña, alimentar a los animales, ordeñar y repartir la leche entre sus vecinos...

La tarjeta de visita de "La Casa del Puente".

  De repente el sentido del olfato me llevó al pasado y me hizo recordar los años de mi infancia cuando, desde el caserío Bide-Alde, en el barrio Ergobia de Astigarraga, cruzábamos la carretera e íbamos cada atardecer a buscar la leche al caserío de Joxé, un anciano enjuto y encorvado que, con unas viejas y cansadas manos arrugadas y deformes por el paso de la vida, ordeñaba las vacas delante de nosotros, apareciendo entre los lomos de los animales con un cubo metálico en el que la leche, aún humeante, danzaba de un lado a otro del recipiente al compás de los cansinos pasos del anciano... 

  Luego olí a pan. Crucé el puente de madera y me dirigí a un bar, sito justo enfrente, con el singular y ocurrente nombre de "La Casa del Puente"... Entré y un hombre joven de unos treinta y pocos años me atendió amablemente. 

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Como perdida en las tinieblas aparece la localidad de Bulnes.

  Eran las 08:15 horas. Mi ascensión había durado dos horas y cuarto. Aún no había más clientes, yo era el más madrugador. Recuerdo que desayuné un par de enormes magdalenas caseras y un café con leche. Entablamos conversación...

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  El hombre, tras preguntar por mi procedencia y tras saber que había subido andando por el viejo sendero, se explayó en sus explicaciones y empezó a contarme cosas de la aldea. Me dijo que el funicular les había cambiado la vida completamente.
  Me comentó que prácticamente incomunicados, como estaban antes, las condiciones de vida en la ladea eran muy duras. El único acceso era ese empedrado sendero. No había teléfono, ni Internet y, si alguien se ponía enfermo, había que bajar a Cabrales a avisar al médico y volver a subir andando. Ellos producían lo que consumían y las cosas que tenían que comprar y no podían subirlas en los burros (alguna máquina agrícola, o cafetera, arcón o cosas para la taberna) las traían en un helicóptero, con el coste que ello suponía. Ahora, el funicular que,  sinceramente puedo decirlo, apenas altera el paisaje y el entorno natural de la zona, les permite subir todo lo que necesitan, facilitándoles la vida enormemente. Al verme con las cámaras al cuello, me preguntó si era fotógrafo. Le dije que aficionado y que iba a coger el sendero marcado para ir al mirador, ya que quería sacar unas imágenes del Picu Urriellu. Le gustó que lo llamase por su nombre y me recomendó, indicándome el camino, que subiese a punto en la ladera donde esta el mejor ​sitio para fotografiarlo... 

El descenso hacia Poncebos.

  ...tras darle las gracias y reservar mesa para comer luego con la familia, empecé a trepar, como una cabra, por la escarpada ladera de la montaña y llegué al lugar que el tabernero me había dicho. En verdad, la vista desde ese punto es maravillosa. Te encuentras la mítica montaña frente a tus ojos y únicamente las nubes, en un momento inoportuno, pueden echar por tierra el disfrute de tal espectáculo. Yo tuve suerte y conseguí algunas instantáneas.
  Pero el tiempo que empleé en subir para fotografiar el Picu, hizo que la hora se me echase encima y opté por bajar en el funicular para recuperar el tiempo perdido.

  Es un funicular de vía única que tiene una longitud de 2.227 metros. Salva un desnivel de 402 metros con una pendiente del 18,19%.

  Enlaza las aldeas de Poncebos y Bulnes, ambas en el concejo de Cabrales y discurre por un túnel excavado bajo la Peña Maín. Dispone de dos coches de pasajeros con una capacidad de 48 personas. Las salidas se realizan cada media hora y el trayecto dura siete minutos. Para el transporte de materiales un vagón dispone de una plataforma acoplada llamada vagón de carga, que siempre va enganchada al vagón número uno. El funicular está abierto todos los días del año.

El funicular de Bulnes.
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  Esta obra de ingeniería es una alternativa cómoda para aquell@s que no quieran o puedan hacer el camino a pie desde Poncebos que son unos 5 km, unas dos horas. Yo, por mi parte, recomiendo hacerlo andando y disfrutar de las maravillosas vistas. Desde la salida del funicular, arriba en la montaña, sólo hay que caminar, unos cinco minutos, por una cómoda y espaciosa senda hasta llegar a las primeras casas así que, si subes en funicular, te pierdes todo el espectáculo del cañón del río Bulnes.

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Como una diminuta mota en la inmensidad de las montañas aparece el pueblo de Bulnes. A la derecha el mítico Picu urriellu desde la ladera de la montaña.

  Bajé hasta Poncebos y cogí el coche para volver a Póo de Cabrales. Llamé a mi hermana para que se fueran preparando. Luego, en el apartamento, me duché, me cambié de ropa y volvimos a coger el coche para ir a Poncebos. Desde allí, utilizando el funicular, subimos a Bulnes.
  Hicimos el corto paseo hasta la aldea, cruzamos el puente y fuimos a comer, como le había prometido al tabernero, a "La Casa del Puente". No recuerdo lo que comimos, lo único que recuerdo es que mi hermana subió con unos "morros" que hicieron que, la sensación de paz que había disfrutado por la mañana, no apareciese por ninguna parte.
  Tras la comida, un helado y un café, fuimos a dar un paseo por la aldea... Un paseo silencioso y triste, solo amenizado por las risas y la inocencia de mi hijo.

  El pueblo de Bulnes está dividido en dos: "Bulnes de Arriba" o "Barrio del Castillo", y "Bulnes de Abajo" o "La Villa". Desde el "Barrio del Castillo" se puede divisar "La Canal del Texu", donde está ubicada la senda que comunica Poncebos y Bulnes. Desde "La Villa" y antes de cruzar el puente el camino que sigue hacia arriba te lleva en 10 minutos al mirador del "Picu Urriellu". Para subir a la base del "Picu" se necesitan unas 4 ó 5 horas más otro tanto de bajada... quedará para otra ocasión. ;-)

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Ajena al frenético ritmo de la ciudad la vida en la montaña es hermosa pero dura.
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  Tras "Un paseo por las nubes", como en la película de Alfonso Aráu, con Keanu Reeves y Aitana Sánchez-Gijón pero, con un argumento bastante diferente, al bajar de nuevo a la aldea, jugar con el crío en un prado junto al último puente y dejarle que tomase contacto con la cámara de fotos, era el momento de bajar a Poncebos.
  La tarde avanzó rauda y yo empecé a notar algo de cansancio, así que, después de comprar algo en el super, jugar un rato de fútbol en el parque y tomar una cerveza en Arenas de Cabrales, pusimos rumbo a Póo. 
​  Preparamos algo para cenar y descargué las fotos. Salí a hablar por teléfono y envueltos nuevamente en un ambiente hostil, cenamos casi sin mediar palabra.

  A la pregunta de qué podíamos hacer al día siguiente y tras obtener la única respuesta que no quería escuchar, malhumorado y triste me fui a la cama ...
Me da igual... Me da igual... Me da igual...  :-(


   La verdad, Paco... ¡¡ No escarmientas !!

Iosu, en plena faena.
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Póo de Cabrales - Llanes - Póo de Cabrales

La mañana amaneció bastante triste. Triste en todos los sentidos, el cielo triste y el alma triste. Bastante desanimado, viendo que aquella situación ya no tenía solución, me levanté de la cama pasadas las 07:00. Se podía decir que era un día

de transición. Yo, por mi parte, después de haber subido a Bulnes, ya me daba por satisfecho y "realizado" y no me hubiese importado irme para casa ese mismo día. Pero, como la reserva estaba hecha hasta el sábado, me parecía de mal gusto plantar a Pilar de esa manera.   Desayunamos y, desganados, arrancamos la jornada. Yo estaba bastante quemado con ese papel de "víctima" que había adoptado mi hermana y no me apetecía en absoluto seguir "bailándole el agua" como si fuese una niña, malcriada y caprichosa, que se enfada por menos de nada. Ante tal actitud, decidí no movernos del pueblo y pasar la mañana jugando con Iosu. Fuimos al parque a jugar al balón y a "explorar" la zona del río.  A media mañana fuimos a Cabrales a hacer algo de compra y volvimos al apartamento a comer.  Por la tarde, viendo que el tiempo levantaba un poco y por no castigar las ganas de actividad del crío, cogimos el coche y nos fuimos hacia la costa...

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La iglesia de Ntra, Sra. de los Dolores en Niembru.

  No se cómo, ni por qué, pero acabamos paseando por la localidad de Niembru, una aldea de apenas 200 habitantes de la parroquia de Barru, en el concejo de Llanes. No recuerdo bien que es lo que iba buscando pero, al final, acabamos dando vueltas por una ensenada que, fotográficamente hablando, daba mucho juego...

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  Este lánguido paseo y la contemplación de los "esqueletos" de las barcas, como costillares despojados de su carne por bestias salvajes, encallados junto al cementerio adosado a la ermita de Ntra. Sra. de los Dolores, parecían venir "al pelo" con la situación anímica en la que me encontraba. Todo rolaba en el mismo sentido macabro y moribundo... Esqueletos, cementerio, dolores, despojos...
  ¡¡ Qué horror !!

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La ría y ensenada de Barro en Niembru.

  A eso de las 18:30, aburrido y cansado de "vagar" entre tanta desolación, decidí poner rumbo al apartamento. Volvimos a Póo de Cabrales y fuimos a jugar un rato al balón. 
  Después de cenar apareció Pilar por la casa. Nos reunimos un rato en el patio central del edificio y entablamos una tranquila conversación. Intentando disimular la desagradable situación que estábamos pasando entre nosotros, la conversación se centró en las actividades que habíamos hecho los días pasados. Ella, ejerciendo de magnífica anfitriona, nos preguntó si habíamos hecho el "Camín Encantáu", un recorrido por una zona boscosa donde vas conociendo a los personajes de la mitología astur. Ante nuestra negativa, nos animó a que, en la jornada siguiente, la última de estas vacaciones, la empleáramos en hacer este paseo ya que al niño seguro que le gustaba.

  Agradeciéndole sus consejos y la información y, viendo que el niño se quedaba dormido, nos despedimos hasta mañana y nos fuimos a descansar. El día había sido muy duro, más que la subida a Bulnes o la Ruta del Cares del año anterior...

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Póo de Cabrales - Camín Encantáu - Póo de Cabrales

Volvió a amanecer un día plomizo, no llovía pero, amenazaba con hacerlo. Las previsiones, al igual que el día anterior, decían que abriría poco a poco, aunque las nubes iban a tener más protagonismo. 

  Nos levantamos con un ritmo caribeño impropio de mi forma de ser. Las circunstancias en las que nos encontrábamos nos llevaban inconscientemente a ello. Desayunamos y preparamos una mochila con algo de avituallamiento y arrancamos.   Desde Póo de Cabrales nos separaban unos 17 km hasta la localidad de La Venta, en el Valle de Ardisana (Llanes), punto de inicio del "Camín Encantáu". A eso de las 11:00 iniciamos el recorrido. El crío, con su infantil inocencia, estaba muy ilusionado ante la idea de poder ver duendecillos en el bosque. Por lo menos ponía el punto de alegría, haciéndome sacar una sonrisa al oírle hablar inventándose cuentos casi imposibles, salvo en la imaginación de un niño...

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Inicio del Camín Encantáu en la  localidad de La Venta.

  Desde los hórreos de La Venta, la pista arranca señalizada por unas flechas verdes junto al río San Miguél, transitando por senderos y caminos en un trazado completamente llano hasta la cuesta de Comezán. 

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A lo largo del camino encontrabas personajes mitológicos: El Sumíciu, el Pataricu y el Diaño Burlón...

  Luego, desde Ardisana, un acentuado descenso nos lleva hasta Ricaliente. Por el camino, muchos personajes van apareciendo en las cunetas del sendero, despertando la curiosidad de niños y mayores.

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Iosu por el Caminu Encantau, a la derecha el hombre del saco.
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Un entorno natural lleno de símbolos y supersticiones...

  Interminables paisajes de un verde intenso, salpicados de cuidados hórreos, montañas y bosques donde los castaños, hayas y robles escuchan con atención el canto libre de los riachuelos, mientras los ojos del "Busgosu", camuflado entre una exuberante vegetación, te vigilan...

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Auténticas joyas del entorno rural a lo largo del Camín Encantáu.
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Tras recorrer maravillosos paisajes la ruta terminaba en Ricaliente, junto a la mítica castañera.

  En Ricaliente, entre un conjunto de hórreos y junto a la figura de La Castañera, termina la ruta. Pero es ahora, después de tomar contacto con su mitología, cuando empieza la magia, cuando te parece ver, tras el grueso tronco de un castaño centenario, el raído abrigo del "Nuveru". Entonces, cerrando los ojos y escuchando con atención, se oyen los pasos del "Cuélebre" que corre a vigilar el más preciado tesoros... La sabia Naturaleza.

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Imágenes de algunos de los personajes de la mitología asturiana que Pilar tenía en su casa.

  Al final, los personajes mitológicos son casi iguales en cada región o país. Vamos a ver la comparación de astures y vascos:

  El Pataricu: es una especie de ogro, cubierto de pelo, que tiene un solo ojo en la frente y está dotado de un magnifico olfato. Vive en las profundidades subterráneas de las cuevas. Tiene fama de devorar a los náufragos de las costas y a veces de raptar a niños y niñas para que trabajen como criados, engordarlos y después comérselos. / 
Tartalo.
  El Cuélebre: Es una especie de serpiente enorme, con alas parecidas a los murciélagos y su cuerpo esta protegido con duras escamas. Vive en cuevas cerca de los ríos o del mar, donde guardan tesoros y doncellas encantadas. Tiene un apetito insaciable devora al ganado que encuentra cuando sale de su cueva. / 
Sugaar.
  El Trasgu: Es un duende de orejas picudas que tiene un agujero en su mano izquierda. Viste casaca y polainas y se adorna la cabeza con un gorro colorado. Vive en las casas de las aldeas, su sitio favorito es la cocina ya que en ella encuentra todo tipo de cacharros para hacer sus travesuras. Es muy astuto y solo sale por las noches cuando todos duermen, esconde los cacharros y come todo lo que le apetece. / 
Iratxo.
  La Xana: Son seres de gran belleza, diminutas, de piel blanca. Tienen largas cabelleras de color dorado, y suelen estar desnudas o cubiertas con un fino velo de seda. Viven en las orillas de los ríos. Durante el día se dedican a tejer con hilos de oro y con peines del mismo metal arreglan su pelo. Dicen que su belleza hechiza y si un hombre la ve, nunca mas la puede olvidar. / 
Lamia.
  El Nuberu: Se le denomina , el Señor del trueno, la lluvia, el granizo y la tempestad. Vive en las cumbres nevadas de las montañas. / 
Hodei.

  Y así, uno por uno, podríamos ir encontrando semejanzas en todos los países entre los seres mitológicos que componen las leyendas de cada cultura. 

  Entre duendes y hadas pasamos una entretenida mañana. Acabamos la ruta sobre las dos de la tarde y fuimos a comer a un bar-restaurante que habíamos visto en la carretera. Después, volvimos a Cabrales para hacer alguna compra de última hora. Por la tarde, recogimos todo y preparamos la partida para el día siguiente. 
Bueno, al final, había salvado las vacaciones del niño y había aprendido una lección. Yo, personalmente, me quedo con la bonita subida a Bulnes. Eso ya, nadie me lo quita.

  Al atardecer, volvimos a charlar un rato con Pilar e hicimos las cuentas para abonar lo que se debía. Luego, tras un rato de relax en el patio de la casa, nos fuimos a descansar.

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Póo de Cabrales - Astigarraga

Llegó el día del regreso. Creo que nunca había tenido tantas ganas de que se acabaran las vacaciones como en esta ocasión. Sobre las 09:00, después de desayunar, cargar el coche y despedirnos de Pilar, me acerqué a la parte trasera

de la casa y eché un vistazo a las montañas. Después, fui hasta el Mirador del Pozo de la Oración a ver el Picu Urriellu y desde allí partimos. Nos esperaban casi 300 kms por delante, pero arranqué sin pereza. 

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Momento de la despedida.

  En el regreso no hubo incidencia alguna. La decisión estaba tomada. Yo, no había hecho nada, salvo intentar rehacer mi vida, para recibir tan desproporcionado castigo. Ese viaje marcó un punto de inflexión en la relación con mi hermana. Me causó dolor y tristeza, pero me ayudó a tomar una decisión inamovible... No volvería a viajar con ella.

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Gracies Asturies, siempres máxica !!

© F. J. Preciado  2014

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