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"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"

Mayo de 2022

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Islandia

Viaje a los orígenes de la Tierra

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Godafoss, "la cascada de los dioses", un paisaje precioso que encierra parte de la historia de la isla.

  Yo no había dejado de viajar en los dos años de pandemia -siempre buscando lugares no visitados y donde no hubiese restricciones- podéis leer los Diarios de Viaje de Polonia ( 2020 ) y Grecia ( 2021 ) ambas salidas con mi hijo Iosu. Tras la llegada de la vacuna se abrió una ventana de esperanza para volver a esa normalidad tan deseada. En septiembre de 2021, estando los cuatro ya vacunados con la pauta completa, decidimos retomar la idea del viaje a Islandia...

  Con la incertidumbre, hasta el último momento, como compañera de camino, hicimos los preparativos con mucho margen de tiempo. Desde que reservé los billetes de avión -a mediados de diciembre del 2021- hasta la fecha del viaje, pasaron casi cinco meses de tensión, con repuntes en los contagios y con la guerra entre Rusia y Ucrania como último punto de preocupación... Pero, como todo en la vida, llegó el momento y Rosa, Isabel, Jesús y yo, nos enfrascamos en una nueva y apasionante aventura, esta vez por Islandia, una caldera en ebullición situada entre dos continentes. Tras dos años de larga espera, finalmente, en mayo de 2022 pudimos realizar este deseado viaje.

  Os dejo toda la información y las vivencias de nuestro periplo por la "isla vikinga". Espero que lo disfrutéis igual que lo hicimos nosotros.

  ¡¡ Por fin... ISLANDIA !!   

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Recorrido de la Road Trip con los puntos de descanso (H) y sentido de la marcha.

 Desglose del viaje:

> Día 10 de mayo : Astigarraga - Biarritz - París - Keflavik

> Día 11 de mayo : Keflvik - Reikiavik ( 50 Kms )

> Día 12 de mayo : Reikiavik - P. N. Thingvellir ( 190 Kms )

> Día 13 de mayo : P. N. Thingvellir - Skógafoss ( 125 Kms )

> Día 14 de mayo : Skógafoss - Skaftafell ( 185 Kms )

> Día 15 de mayo : Skaftafell - Höfn ( 140 Kms )

> Día 16 de mayo : Höfn - Seydisfjördur ( 280 Kms )

> Día 17 de mayo : Seydisfjördur - Húsavik ( 290 Kms )

> Día 18 de mayo : Húsavik - Akureyri ( 180 Kms )

> Día 19 de mayo : Akureyri - Grundarfjördur ( 440 Kms )

> Día 20 de mayo : Península de Snaefellnsness ( 165 Kms )

> Día 21 de mayo : Grundarfjördur - Grandavik - Keflavik ( 260 Kms )

> Día 22 de mayo : Keflavik - Londres - Biaritz - Astigarrga

 En total 2.305 Kms recorridos en la dirección contraria a las agujas del reloj, mayoritariamente por la carretera nº1, la llamada Ring Road o Hringvegur que, en islandés, significa "la periférica".

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   … Que hace ya unos siglos, un rey danés envió un hechicero a Islandia para descubrir cómo conquistar la isla. Para cumplir su misión, el hechicero recurrió a la magia y se convirtió en una ballena para acercarse a la isla sin ser descubierto. Cuando se aproximó a la península de Stokksnes, en la costa

sureste, un gran gigante salió a su encuentro y, adentrándose en el mar, advirtió al hechicero que ni disfrazado conseguiría entrar. El hechicero evitó el confrontamiento y siguió su camino virando al norte. Cuando creyó haberlo despistado y se dispuso a tocar tierra, se vio sorprendido por un enorme dragón que surcaba el cielo y le gritaba que se marchase, que la isla estaba protegida. El hechicero, viendo a semejante ser, rehusó la idea de seguir adelante.

  Un par de días después, habiendo dado ya media vuelta a la isla, trato de volver a tocar tierra. En esta ocasión, en los fiordos del noroeste, un enorme grifo* salió a su encuentro enfadado. El hechicero escapó ante un adversario tan formidable y siguió su camino con cierta desesperación. Temiendo que nunca lograría poner un pie en la isla, el hechicero se dirigió hacia el único lugar por donde no había intentado entrar. Sin embargo, allí, al suroeste, la suerte tampoco le acompañó y se encontró un toro del tamaño de una montaña que le cortaba el paso. Agotado y sin esperanza volvió a Dinamarca donde relató lo acaecido a su rey para que desistiera en conquistar Islandia.

  Así fue como los protectores del país tras cumplir con su misión fueron puestos en el escudo de esta increíble tierra de hielo y fuego.

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El escudo de Islandia con sus cuatro protectores.

*El grifo es un ser mitológico, mitad águila mitad león.

  Me imagino que estaréis impacientes por empezar a ver fotos de los maravillosos paisajes de Islandia, pero, antes de eso, dejadme que os de unos datos para ponernos en situación…

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  Aunque unos 400 años a. C., ya es mencionada por exploradores griegos, la historia de Islandia está ligada a la historia de los vikingos. La fecha más significativa es el año 861 de nuestra era, cuando el vikingo noruego Naddod la descubrió. Pero la verdadera historia de la isla comienza a contar el año 874 cuando Ignólfur Arnarson llegó al golfo de Faxaflói y estableció allí una colonia a la que llamó Reykjavik o "la 

cala de los humos”.

  En el año 930 se formó el primer parlamento llamado Alping ó Asamblea Nacional en lo que hoy es el P. N. de Thingvellir. Alping es el parlamento democrático más antiguo del mundo y se mantuvo sin alteración hasta 1798.

  Los vikingos, hombres rudos y curtidos en la mar, como Leifr Eiríksson "el afortunado", hijo de Erik “el rojo”, llegaron hasta las costas de América casi 500 años antes que Cristóbal Colón y realmente fue él quien descubrió América, estableciendo una colonia llamada Vinland.

  Islandia es un país “joven”, con poco más de un sigo de vida. Tras estar bajo el dominio de Noruega y posteriormente de Dinamarca, a mediados del s. XIX comienza la lucha por la independencia de la isla y en 1915 obtiene su bandera. Finalmente, el 23 de mayo de 1944, Islandia declaró su independencia poniendo fin al dominio danés.

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Azul        : de la mar que le rodea

Rojo        : del fuego de sus entrañas

Blanco    : de sus hielos perpetuos

Y una cruz, como en todas las banderas nórdicas, en reconocimiento a su conversión al cristianismo

  La “isla vikinga” es naturaleza en estado puro. Cuenta con más de 10.000 cascadas y unos 130 volcanes, 18 de ellos están activos y son peligrosos. Su clima es oceánico, con veranos templados e inviernos fríos. Es muy variable y según dice un refrán islandés:

“Si no te gusta el tiempo que hace… espera cinco minutos”. 

  Islandia, aunque no está dentro de la unión europea, si forma parte del espacio Schengen. Podemos entrar en el país con el DNI, podemos conducir con el permiso español y podemos usar la tarjeta sanitaria europea.

  La unidad monetaria es la corona islandesa o króna (ISK). Nosotros, como se puede ver abajo, tuvimos un precio intermedio, ni la corona más débil, ni la más fuerte. Esta fue la fluctuación a lo largo de los primeros meses del año: 

1 € = 126,29 ISK (28/01/2022)  

1 € = 145,26 ISK (09/03/2022) 

1 € = 138,72 ISK (11/05/2022)

En todo el país se puede pagar, cualquier cosa, con una tarjeta de crédito.

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Colección de billetes y monedas de curso legal de Islandia. Realmente circulan los billetes de 500 y 1.000 isk y las monedas. El resto de billetes no se ven en circulación.

 

  Como curiosidad, os contaré que, hasta el 22 de abril de 2015, estaba vigente desde 1615 una insólita ley que permitía el asesinato de vascos en los fiordos occidentales. Por eso no nos habíamos planteado este viaje hasta ahora …              

¡! Ahora ya podemos viajar tranquilos ¡!

  Aquí os dejo un enlace para que podáis leer la dramática historia acaecida en septiembre de 1615 en la que unos vascos, pescadores de ballenas, vivieron una auténtica tragedia.

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Ahora, sí. Ponéos cómod@s porque... ¡¡ Empieza la aventura vikinga !!

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Astigarraga-Biarritz-París-Keflavik

  Empezó la jornada como un día más y a las 07:30 horas entraba en la oficina para terminar de dibujar unos planos, pero, no era un día normal… Fiché la salida a las 12:30 y, por fin, después de esperar desde mayo de 2020, en una preciosa tarde de primavera, con 22ºC, arrancaba el ansiado viaje a la “isla vikinga”; Islandia.

Un viaje en el que teníamos puestas muchas ilusiones y la esperanza de ver paisajes increíbles y, desde ahora os digo que, no nos defraudó en lo más mínimo. 

  Nos recogió Iñaki, el hijo de Isabel y Jesús, en la puerta del garaje de Rosa en Astigarraga, a las 16:00, hora que habíamos acordado para poder llegar a Biarritz sin apuros y coger el vuelo TO7017 de la compañía Transavia que nos llevaría hasta la primera escala: París (Orly). Tenía previsto el despegue a las 18:20, pero, se demoró su salida.

  Embarcamos por la puerta 2. El Boeing 737-800, lleno hasta la bandera, despegó con más de media hora de retraso. El único inconveniente era que debíamos enlazar con el vuelo TO4446 de la misma compañía que nos trasladaría a Keflavik, el aeropuerto internacional de Islandia. Ese vuelo tenía previsto despegar a las 22:20 horas… Lo bueno es que, al ser de la misma compañía, se suponía que nos esperarían. Transavia es la “marca blanca” de AirFrance y nunca habíamos volado con ellos. No nos dejaron facturar directamente hasta Islandia, así que, en París, debíamos recoger el equipaje y volver a facturar y pasar los controles. Para acceder al avión aún era obligatorio el uso de mascarilla, pero, se notaba que las medidas preventivas del COVID19 se iban relajando.

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Las tarjetas de embarque de los dos vuelos.

  Llegamos a la T3 de París-Orly a las 20:00 horas, recogimos las maletas y nos dirigimos a facturación. Luego pasamos unos tímidos controles puesto que apenas había gente en ese aeropuerto y sobre las 20:45 horas teníamos todo resuelto. Todavía nos sobró tiempo para comernos un sándwich que había preparado Rosa para cenar. Para el siguiente vuelo embarcamos a la hora convenida, por la puerta E03 de la misma T3, despegando sin apenas retraso. El tema de la facturación fue inevitable, porque, además de la ropa de abrigo y botas -que ya ocupan lo suyo- llevamos los trípodes para poder hacer aguas sedosas en las cascadas.

El avión de Transavia que nos llevó a París.
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  Otro Boeing 737-800, esta vez a mitad de pasaje, despegó con unos minutos de retraso a eso de las 22:35 horas. A mitad de vuelo, al dejar atrás las islas británicas y salir a mar abierto, tuvimos unas pequeñas turbulencias, pero nada significante. Sin embargo, al llegar a la costa islandesa el aire arreciaba y, unos vaivenes algo más notables, hicieron que Rosa pasara un mal rato hasta el aterrizaje. Hay un punto, de camino al norte, que deja "escapar la luz" y, desde el avión, vimos como el horizonte no se llegaba a oscurecer…

  Llegamos a Islandia a la hora prevista. Desembarcamos y fuimos a por las maletas. No tuvimos necesidad de pasar el control de pasaportes, ya que entrábamos desde París. Tras recoger el equipaje salimos al hall del sencillo aeropuerto de Keflavik. Allí, debían estar esperándonos para trasladarnos en un shuttle a la compañía Northen Ligths Car Rental y recoger el 4x4 que habíamos alquilado. El contacto debía recogernos a las 00:30 horas. Habíamos llegado unos minutos antes de la hora acordada y, por eso, se nos hizo un poco larga la espera. Finalmente, apareció un joven que nos trasladó en una furgoneta hasta el punto de recogida, en un hangar de la antigua base militar sita junto a la ciudad.

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La tarjeta del B&B Hotel de Keflavik.
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  Todavía se conservan las viviendas de los militares, pero, reconvertidas ahora para civiles, los hangares, antiguos puestos de control e incluso un avión Phantom colocado en una rotonda.

  Todo estaba en orden, pagamos un seguro de 240€ por el tema de los daños por gravilla y cenizas, montamos en el coche y, sobre la 01:00 del día 11 de mayo, llegamos al Hotel B&B a escasos metros del punto de recogida, en un Toyota RAV-4 de color blanco, que se conducía muy bien.

  Finalmente, el alquiler del coche nos salió por 1.108€ con todo incluido.

Extracto del contrato de alquiler del coche.

  La jornada había sido tensa por los vuelos y demás y necesitábamos descansar. El hotel está muy bien, a escasos 7 Kms del aeropuerto, nuevo, cómodo y nada caro. ¡! Un lujo ¡!

Tras hacer el check-in subimos a las habitaciones. Una ducha rápida y a descansar… Mañana empezaría verdaderamente la “aventura vikinga”.

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La información del alojamiento en Keflavik.
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Keflavik - Reykjavik

Nos levantamos a eso de las 07:45 horas. Rosa y yo habíamos descansado bien y estábamos con las pilas cargadas para comenzar la aventura. En la habitación teníamos hervidor de agua, cafetera con dos cápsulas y tazas. Desayunamos en la habitación con un café y unos croisants que habíamos llevado desde Euskadi. Luego, recogimos las pocas cosas que

habíamos sacado de la maleta - más que nada la ropa de cama y el neceser para el aseo – y a eso de las 09:00 horas bajamos a reunirnos con Jesús e Isabel en el hall del hotel. Tras hacer el check-out, cargamos el coche y arrancamos. 

  Desde Keflavik a Reykjavik hay apenas 50 Kms de distancia. Principalmente se circula por la carretera 40, luego la 41 y finalmente se enlaza con un tramo pequeño de la Ring-Road para acabar entrando en el casco urbano por la carretera 49. No se puede pasar de 90 Kms/h. En algo menos de una hora estábamos frente a Downtown Apartments en el número 31 de la calle Raudarárstígur. En la recepción, un chico joven nos atendió muy amablemente. Comprobó la reserva y nos ofreció un de los apartamentos que estaba vacío para poder dejar el equipaje de todos y así poder salir a ver la ciudad liberados de esa carga, mientras terminaban de limpiar el otro apartamento.

Con la ayuda de "Txi-Txi", en el teléfono móvil, pusimos rumbo hacia la capital del país; Reikiavik ó Reykjavik como lo escriben ellos. Yo llevé el coche.

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La entrada del B&B Hotel.
Los Dowtown Apartments de Reykjavik.

  Además, pudimos dejar el coche aparcado frente al edificio. Este establecimiento tiene dos zonas de parking gratuito para los clientes: una en la parte delantera y otra en la parte trasera.

  Entramos en la habitación, dejamos el grueso de las maletas allí y, tras coger las cámaras de fotos, salimos a recorrer la ciudad. La mañana estaba nublada, un cielo plomizo amenazaba con dejar caer una tromba de agua, pero, no hacía frío. En esos momentos (las 11:00 de la mañana) la temperatura era de 12ºC. Poco a poco iba despejando...

  Estos apartamentos están muy bien ubicados, cerca de la línea de costa y cerca de un supermercado de la cadena BONUS que son los más baratos de la isla. Además, están bastante bien equipados, con cocina eléctrica, cafetera, hervidor, micro-ondas, cazuelas, cubiertos, sartenes y vajilla para poder cocinar y comer allí mismo. A nosotros nos hizo "el apaño" de la cena, porque comimos fuera como ahora os contaré.

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La información del apartamento de Reykjavik.

  Reykjavik es la capital y ciudad más poblada de Islandia. Está situada al sur de la bahía Faxaflói, en una zona donde abundan los géiseres, muy cerca del círculo polar ártico, lo que la convierte en la capital más septentrional de un estado soberano. Su población es de 131.136 habitantes (2020),​ es decir, un tercio de la de todo el país. Es una de las ciudades más limpias, verdes y seguras del mundo. La ciudad es un gran centro multicultural que presenta un 9% de población extranjera con más de cien nacionalidades distintas. ​A la ciudad llegan a su vez cientos de turistas, estudiantes y otros residentes temporales, que pueden llegar a ser más numerosos que los nativos. Os dejo un enlace a la Wikipedia por si queréis leer algo más sobre la ciudad.

  Comenzamos a andar, cruzamos por la calle Gretisgtta, hasta el cruce con la calle Frakkastígur, en dirección al paseo marítimo. Llegamos hasta la bahía de Reykjavik y casi nos encontramos de frente con el barco vikingo del monumento llamado El viajero del Sol.

  Pese a su simplicidad, esta enigmática escultura, es uno de los lugares más populares de Reykjavik. Fue diseñada a mediados de los años 80 para conmemorar el bicentenario de la constitución de la ciudad.  Su autor, Jón Gunnar Árnason, ideó una elegante escultura de acero que recuerda a un barco vikingo, honrando la historia de Islandia y su tradición marinera. Tras unas fotos, seguimos caminando por el paseo marítimo...

La bahía de Reykjavik desde el paseo marítimo.
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El "Viajero del Sol", también llamado Sólfar.

  Enseguida llegamos al edificio llamado Harpa. Este, es uno de los edificios más emblemáticos y controvertidos de Reykjavik. Para empezar, Harpa es un edificio futurista, multiuso, extravagante, polémico, mágico… Ante todo, Harpa Reykjavik es una de las atracciones turísticas más importantes de la ciudad. A pesar de que su construcción fue controvertida (se inició en el 2007 y se acabó en el 2011 porque recibió el cañonazo de la crisis y no había fondos para acabarlo), hoy en día, se considera un éxito casi de manera unánime. En segundo lugar, Harpa ha ganado varios premios, entre ellos el prestigioso Mies Van der Rohe (2013) y está considerado uno de los diez edificios mejor diseñados del mundo según la revista Architectural Digest Magazine. En concreto, es obra del estudio Henning Larser de Dinamarca.

  Arquitectónicamente, el edificio tiene una estructura de acero y formas geométricas de cubos superpuestos que le dan vida y muta constantemente. El interior, cuenta con diversos niveles y cámaras con apariencia de pirámide faraónica y en el exterior, destaca la fachada de escamas de cristal con luces

El logotipo del Harpa.

LED (diseñada por Ólafur Eliasson e inspirada en la naturaleza, los volcanes y la luz ártica) que cambia de formas y colores según el evento que se celebre. 

  Es un edificio camaleónico, en el que se celebran desde conciertos de música electrónica, como el Sonar, a sesiones de jazz o clásica. La acústica es excelente. También es centro de convenciones y conferencias. 

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Distintas vistas del exterior e interior del Harpa Reykjavik.

 

  Desde el Harpa fuimos hasta el famoso puesto de hot-dogs que se ubica en la calle Tryggavatta. El lugar se llama Baejarins Bezu Pylsur y, sinceramente, los perritos estaban muy buenos. No sé si serán los mejores del mundo, pero ricos si estaban. Tienen un precio de 600 isk ( 4,30 € ).

  Luego caminamos hacia el lago Tjönin. Pasamos frente al ayuntamiento, la iglesia luterana llamada Dómkirkjan y el parlamento, antes de llegar al lago. Tras descansar un poco en su orilla y hacer unas fotos, fuimos hacia el Museo Nacional de Islandia. En el museo exponían la obra de una artista local y decidimos no entrar.

El puesto con los mejores "perritos calientes" del mundo.
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  Desde allí fuimos a ver la catedral católica de Landakot (Landakostkirkja Reyjavik) sita junto a un colegio en una loma frente al puerto. Luego, bajamos por la calle Gardastraeti hasta el puerto pesquero. Jesús hizo referencia a la similitud con el muelle de San Sebastián y comparó los restaurantes típicos allí ubicados como “La Pantxika”, Rte. Itzalean, Rte. Igeldo, etc. con los que aquí encontramos. Eran alrededor de las 12:45 horas, pero, nuestro reloj biológico, nos decía que eran casi las 15:00…

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La iglesia luterana de Dómkirkjan.
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El edificio del Parlamento.
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El Museo Nacional de Islandia.
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La catedral de Landakosttkirkja.
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Panorámica del lago Tjönin, un espacio de paz y sosiego.
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  Decidimos comer en un local muy marinero llamado Saegreifinn que, en su menú del día, ofrecía sopa de marisco y brocheta de pescado. Entramos, pedimos y comimos muy a gusto. Cierto es que había un poquito de hambre… 

Detalle de las casas del lago Tjönin.

  Por cuatro menús y una cerveza nos cobraron 12.300 isk (unos 90,00 €), es decir, unos 21€ por menú, más 6 € de la bebida. En todos los restaurantes, como está estipulado por ley, tienes jarras de agua listas para consumir, sin necesidad de tener que pedirlas como ocurre en nuestro país y encima te ponen mala cara o te la cobran. La sopa estaba “de miedo”. Rica, muy rica. El pescado estaba un poquito seco, pero rico también.

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El ticket, la tarjeta y el restaurante Saegreifinn donde comimos una riquísima sopa de marisco.

  Con el estómago lleno, bajo la amenaza de unos negros nubarrones, decidimos ir a descansar un poco. Pasamos por una zona ajardinada en la que podía verse la estatua de un vikingo. Me acerqué... Se trataba de Ignólfur Arnarsson, el primer colono noruego que recaló en la isla en el año 874. Seguidamente, de camino al apartamento, propuse subir a ver la catedral luterana de la ciudad llamada Hallgrímskirkja, pero, lo dejamos para la tarde y, tras pasar por un supermercado para hacer algo de compra, fuimos hacia el apartamento.

  Estando en el apartamento se presentó Jesús en nuestra habitación. Tenía un tremendo disgusto porque se había olvidado en casa los cargadores de sus cámaras. Una Nikon y una Fuji… Respecto a la Nikon no hubo problema porque las baterías eran iguales a las que usa mi Nikon D750 y yo podía recargárselas. Lo de la Fuji ya era otra cuestión. Quedamos en reunirnos a las 16:30…

Ignólfur Arnarsson, el primer colono vikingo.
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Leifr Eiríksson frente a la catedral llamada Hallgrímskirka.
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La calle Skólavördostigur y al fondo la catedral.

  A la hora acordada nos reunimos en el hall del alojamiento. Habían estado mirando en Internet y habían encontrado una casa de Fuji a 15 minutos del apartamento, hacia el este de la ciudad. Fuimos hasta allí y finalmente consiguió un cargador. Bueno, problema resuelto. Tras esto nos encaminamos a ver la catedral luterana. Cuando llegamos a la plaza donde se ubica la catedral, en el pequeño alto que domina la ciudad, nos encontramos las puertas cerradas. ¡! Adiós a la panorámica desde su torre de 73 m de altura ¡!

Me enfadé un poco, lo reconozco, pero sentía que todo el trabajo de meses no iba a valer para nada. Fotografié el exterior de la catedral y le estatua de Leifr Eiríksson (el afortunado), hijo de Erick “el rojo” y el primer europeo que llegó a América, recalando en las costas de la actual Terranova a la que él llamó Vinland.

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El paseo marítimo de Reykjavik un amplio espacio de paseo frente a la bahía del Mar de Noruega.
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Diferentes tipos de aves habitan en la bahía.

  Bueno, sin más. Tras un rato de “mosqueo”, poco a poco, se me fue pasando. Luego, paseamos por la famosa calle Laugavegur, llena de tiendas de todo tipo y flanqueada de casitas bajas de madera de todos los colores del arco iris y acabamos en las antepuertas del Harpa. Rosa e Isabel entraron a tomar un café y Jesús y yo dimos un pequeño paseo por el puerto. Hablamos; acordamos intentar respetar, en lo posible, lo que llevábamos marcado en el “libro de ruta” y que había preparado durante cuatro largos meses y, bastante más calmado, fuimos a tomarnos un té y hacer compañía a las mujeres.

  Poco a poco, pusimos rumbo al apartamento. Eran cerca de las 20:00 horas y un fino “xiri-miri” empezaba a caer en la ciudad. Estando en el apartamento empezó a llover con algo más de intensidad. En nuestra habitación, Rosa y yo, preparamos un poco de carne a la plancha y una ensalada, que habíamos comprado a mediodía, y cenamos tranquilamente. Luego, tras recoger todo lo que habíamos manchado, ordenamos las maletas y dejamos las cosas preparadas para desayunar. Por la mañana seguiríamos viaje con destino al Parque Nacional de Thingvellir. Ahora tocaba descansar.

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Reykjavik - P. N. Thingvellir

  Nos levantamos a eso de las 07:30. Tras una ducha, desayunamos en la habitación y recogimos todo. Baterías cargadas, tarjetas de memoria vacías… En el exterior… ¡! 1ºC ¡!

 Habíamos quedado en arrancar a las 09:00 horas para intentar llegar al Parque Nacional de Thingvellir (Þingvellir en la grafía nórdica), sobre las 10:00 de la mañana. Teníamos por delante unos 50 Kms. A la hora establecida, después de hacer el check-out y cargar las maletas, arrancamos hacia nuestro siguiente destino. La mañana estaba muy triste. Un cielo plomizo nos acompañó a lo largo de todo el recorrido.

  Me puse yo al volante y enfilamos la salida por la carretera 49. En ocasiones, bajaba una fina neblina empañando la luna del coche. Salimos de la ciudad sin ningún problema y, tras circular unos kilómetros por la Ring Road, cogimos el desvío por la carretera 36 en dirección a Thingvellir.

  Al salir de la influencia de la capital, el paisaje empezó a tornarse “salvaje”. Inmensas explanadas de terreno volcánico, daban paso a elevadas montañas nevadas que se perdían entre las nubes que cubrían el cielo. Paramos un par de veces a hacer unas fotos. Fuera del coche la sensación térmica, influenciada por un viento siempre presente, invitaba a no apearse, pero, las ganas de hacer la fotografía era mayor que el frío del exterior.

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Inmensas explanadas heladas nos recibieron al salir de la capital.
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La entrada al centro de interpretación del parque.

  Alrededor de las 10:00 horas llegamos al parque. Había gente, pero no era una cosa exagerada, así que, la sensación no era agobiante. La temperatura había subido tan solo 1ºC, pero no daba la sensación de frío. Bueno, por lo menos a mi no me lo parecía...

 Aparcamos en el P1, al que se llega de forma natural por la mencionada carretera 36. Entramos en el centro de interpretación del parque y allí, en unas máquinas para tal fin, pagamos la tasa de aparcamiento que en todos estos espacios estaba establecida en 750 isk ( 5,40 € ). Con ese ticket puedes moverte por los distintos aparcamientos del parque, sin necesidad de volver a pagar en una misma jornada.

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El valle se abre desde el Thingvallavatn Lake hasta el glaciar Langjökull, con las fallas de las placas tectónicas como zarpazos de una fiera herida.

  Echamos un primer vistazo desde el mirador de la entrada, comienzo natural del paseo por el parque. Desde allí, una maravillosa panorámica de todo el valle, te muestra en toda su amplitud las maravillas que esta zona encierra, desde las fallas que separan la placa americana de la euroasiática, el lago, el pequeño núcleo urbano con su bonita iglesia y el punto donde se reunía el parlamento llamado Alping… Tras esta primera toma de contacto iniciamos la marcha. El paseo comienza con un leve descenso hacia la falla llamada Almannagjá. Esta, es transitable durante un buen tramo, desde que sale del lago, hasta que se junta más adelante con la fractura llamada Silfra donde vuelve a adentrarse bajo el agua.

Mapa esquemático del parque.
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Esquema del corte de la dorsal atlántica. 

  Silfra es una fisura que pertenece al borde divergente entre las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia. Está enclavada en el lago Þingvallavatn en el Parque Nacional Þingvellir. La formación de Silfra y el valle de Þingvellir es consecuencia de la corriente tectónica entre las dos placas. Cada año, las placas van separándose una distancia de 1 cm, lo que da lugar a un incremento de la tensión entre ellas y la masa de tierra superior. Esta tensión se libera por medio de terremotos que se repiten cada diez años aproximadamente. Con cada terremoto, bloques y rocas caen en la fisura haciendo, con el paso del tiempo, más y más ancha la falla. A unos 50 kms al norte del lago Þingvallavatn se encuentra el segundo glaciar más grande de Islandia, el Langjökull.

En el pasado, fluía agua por medio de un río desde el glaciar directamente al lago Þingvallavatn, pero la lava de la erupción del volcán Skjaldbreiður bloqueó el río.

  Por ello, cuando el hielo del glaciar de Langjökull se derrite, el agua se filtra bajo tierra por la roca de lava porosa. Al agua le cuesta entre 30 y 100 años viajar desde el glaciar hasta el lago Þingvallavatn en el P. N. de Þingvellir. ¡¡ Toda una vida !!

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La falla Almannagjá división de las dos placas tectónicas.
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La roca llamada Lögberg donde, anualmente, se reunía el Alping o parlamento.
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Drekkingarhylur, la zona de ahogamientos.

  La sensación de caminar entre dos continentes fue el momento álgido de la jornada. Rosa fue la que más disfrutó de este momento. Luego, paramos en el punto donde se reunía el parlamento, en la roca llamada Lögberg. Desde allí se llega hasta Drekkingarhylur o piscina de los ahogamientos donde, antiguamente, los infractores de la ley eran ahogados.

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A la derecha la zona del Alping y a la izquierda, entre los árboles, el pueblo de Thingvellir.
La coqueta iglesia de Thingvellir, típica imagen de las iglesias islandesas.

  Seguimos caminando y decidimos ir a ver el pequeño núcleo urbano de Thingvellir. Unas pocas casas y una coqueta iglesia, con su consiguiente cementerio donde las lápidas tenían inscripciones rúnicas, eran todo lo que se podía ver. Desde allí vimos, al fondo, en el horizonte, la cascada del río Óxára, es decir, Öxárafoss. Pasamos junto a una de las huellas visibles de la falla de Sifla, cubierta de unas aguas azul turquesa que reflejaban el cielo como un perfecto espejo. 

  Paseando, llegamos hasta la cascada. ¡! Nuestra primera cascada en Islandia ¡! Era espectacular, nos parecía lo más de lo más. Poco nos imaginábamos entonces de las maravillas que íbamos a ver en días posteriores…

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La falla de Silfra se cubre de aguas color turquesa.
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Öxárafoss, la cascada del río Öxára... Nuestra primera cascada.

  Unas cuantas fotos, una panorámica y, tras cambiar impresiones con Jesús y las chicas, decidimos volver sobre nuestros pasos para ir a recoger el coche y continuar con nuestro recorrido. Eran alrededor de las 13:00 horas. Teníamos por delante unos 50 Kms hasta llegar a nuestro siguiente alojamiento: Minniborgir Cottages.

  Salimos por la carretera 36, dimos la vuelta al parque por su parte norte y, tras parar en el view point llamado Gálgaklettur para sacar unas fotos, tomamos la carretera 365. Unos kilómetros más adelante giramos a la derecha por la carretera 37 en dirección al pueblo de Selfoss. A 16 Kms del cruce estaba nuestro destino. Llegamos sobre las 14:30 horas.

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Desde el view point de Gálgaklettur se tiene una espectacular vista del lago.
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La cabaña Minniborgir Cottages fue todo un descubrimiento.

  En la recepción, teníamos una nota diciendo que las llaves estaban puestas en las cabañas asignadas; la 21 y la 22. Nos dirigimos hacia la entrada de las cabañas, sitas tras el restaurante y la recepción y nos instalamos. Tras descargar las maletas hicimos algo para comer. Allí, en cada cabaña, había de todo. Están perfectamente equipadas con cocina, nevera, tostadora, hervidor, cafetera, vajilla, cubiertos, productos de limpieza, TV …

¡! Todo un lujo ¡! El baño también estaba muy bien y, la única pega que encuentro, es que, en la habitación, la cama estaba pegando a la pared, con lo incómodo que resulta eso a la hora de dormir. Por la demás… ¡! De 10 ¡!

  Además, dentro de la parcela de las cabañas, teníamos tres piscinas de aguas termales que podíamos utilizar.

Comimos algo de lo que llevábamos desde Reykjavik y de lo que habíamos traído de Euskadi, una sopa, tortilla de patata, jamón, queso… y quedamos en reunirnos a las 16:30 horas para hacer las visitas vespertinas; Geysier, Gullfoss y la iglesia de Skálholt.

  Tras comer, mientras mis compañeros descansaban un rato tumbados en la cama, salí a la calle y me metí en una de las piscinas. No había nadie. El día estaba nublado, frío (6º C) y con un fino "xiri-miri", que no fue impedimento para meterme en el agua y relajarme un rato. ¡! Se estaba en la gloria ¡!

  Pasé allí, a remojo, unos ¾ de hora. Salí con la tensión por los suelos y completamente relajado. Me vino de maravilla. Luego, fui a la cabaña y, tras una ducha, preparé la mochila con el equipo de fotografía.

  A la hora convenida nos reunimos. Decidimos ir directamente a ver los geiseres. Nos paramos en la iglesia, se nos echaba la tarde encima y las otras dos visitas eran más atractivas que la iglesia. La climatología, cambiante constantemente, nos había dejado una bonita tarde, fresca pero soleada.

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La zona de las cabañas, con la nº 21 donde Rosa y yo nos alojamos y las piscinas de agua caliente.
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  Desanduvimos el camino que habíamos hecho a la mañana y nos dirigimos hacia el norte por la carretera 37. Tras llegar al cruce, giramos a la derecha, continuando por la misma carretera. 30 Kms más adelante, llegamos a la zona geotermal.

  Geysir, conocido también como “El Gran Geysir”, fue uno de los géiseres más grandes del mundo. Hasta el año 1916, entraba en erupción cada tres horas llegando hasta los 80-90 metros de altura. Desde principios del siglo XXI, Geysir se “durmió” y dejó de manar agua. Actualmente, la atracción es Strokkur, que aún está activo y entra en erupción cada 5-10 minutos hasta una altura de 25 metros. Ambos están situados en el bonito valle de Haukadalur. A Geysir lo puedes encontrar en la colina Laugarfjall, a unos 400 metros de Strokkur. Si dispones de coche, puedes ver la zona geotermal de Geysir y Strokkur por tu cuenta y totalmente gratis. El paisaje de toda la zona causa gran impresión, ya que, además de los géiseres, cuenta con muchas fuentes termales, fumarolas que emanan vapor, manchas amarillas de ácido sulfúrico y ollas de barro burbujeante. En la zona geotermal podemos encontrar todas las comodidades necesarias (centro informativo, restaurantes, hoteles, campings, baños, parking, etc.).

Mapa de la zona geotermal.
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  Hay quien dice que Geysir dejó de manar agua porque los turistas tiraban dentro piedras; los expertos dicen que se bloqueó por un seísmo que taponó su boca… 

  Fuera cual fuera la razón, ahora no podemos ver al Gran Geysir en erupción, pero todavía es el símbolo de este fenómeno en Islandia.

De hecho, el término deriva del verbo islandés gjósa, que se pronuncia como “geysa” y que significa “entrar en erupción, emanar”.

  El fenómeno de los géiseres apareció por primera vez en la literatura en el año 1294. En el año 1630 un terremoto despertó a Geysir. Según dicen, la erupción fue tan poderosa que sacudió el suelo circundante. En el año 1845, Geysir llegaría a una erupción de 170 metros y posteriormente quedó casi inactivo hasta el año 1896 cuando otro terremoto le hizo revivir. Como resultado, entraría en erupción varias veces al día, en ocasiones con una duración de hasta una hora y llegando hasta 60 metros de altura. En el año 2000, también debido a un terremoto, las erupciones alcanzaron más de 120 metros convirtiéndolo en uno de los géiseres más altos de la historia. En la actualidad Geysir está “dormido”, inactivo pero latente, esperando que, otro gran seísmo, libere toda la fuerza de la naturaleza…

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La zona geotermal es un lienzo "manchado" de infinidad de colores.
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Geysir, "el Gran Geiser", sigue dormido esperando un nuevo terremoto que lo reviva.
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Secuencia de la erupción del geiser Strokkur. 

  A tan solo 10 minutos en coche del área geotermal se encuentra la impresionante cascada Gullfoss, otra de las grandes atracciones turísticas del Círculo Dorado de Islandia. La cascada Gullfoss (cascada "dorada" en islandés), es la cascada más popular del país. Su fuerza y su belleza atraen a miles de personas cada año. Además, en muchas ocasiones la gran cortina de agua de la cascada hace que se forme un enorme arcoíris, originando una postal de ensueño. Con una altura de 32 metros de altura y un caudal de 140 metros cúbicos por segundo en verano, el agua desciende sobre el cañón del río Hvitá con una fuerza brutal, formando un gran estruendo. El agua cae en dos saltos (de 11 y de 21 metros) en una grieta de 32 metros de profundidad. Podrás ver la cascada desde muy cerca y desde diferentes perspectivas siguiendo el camino señalizado.

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El edificio de servicios sito junto a la cascada de Gullfoss.
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  Nosotros llegamos sobre las 18:00 horas. En esta zona, al no estar dentro de ningún parque natural, no cobran por aparcar. La tarde estaba soleada y muy agradable. Allí mismo hay un área recreativa con una cafetería, tiendas de ropa y un centro de interpretación de este sorprendente espectáculo de la naturaleza. También, frente a este edificio, hay unos baños públicos. Por todo el cañón, por donde discurre el río Ölfusá, una corriente de aire se colaba como un cuchillo en la mantequilla. Bajando hacia la cascada, el aire soplaba con una fuerza inusual. Era tan fuerte que, si te pillaba desprevenido, podía llegar a tirarte al suelo. En consecuencia, el agua que despide la cascada en su enorme salto, es brutalmente arrastrada, provocando el efecto de una inevitable ducha. 

La cascada de Gullfoss con su mítico arcoíris.

  Luchar contra esa fuerza era misión imposible. No llovía, pero un incómodo aguacero nos empapaba cámaras y objetivos, provocando una frustrante desesperación. De repente, como queriendo desesperarnos más, los dioses nos plantaron un precioso arcoíris sobre la cascada. De mala manera, coloqué el trípode (un robusto Manfrotto) y monté la cámara. Seleccioné el encuadre y los valores del disparo y limpié el cristal del objetivo para taparlo rápidamente. Era la única manera de poder hacer algo. Con todo preparado, era cuestión de quitar la tapa con la mano izquierda y en ese mismo instante disparar. Al cabo de dos segundos el objetivo estaba nuevamente empapado. La cascada ofrece diversos puntos de vista. Un camino te lleva hasta la misma orilla, pero, además de la cantidad de gente que había, según bajabas al nivel del río, el aguacero era mayor… Con estas perspectivas y, tras haber hecho unas fotos de aquella manera, subimos de nuevo al parking. Secamos todo el material y, tras un merecido café y comprar unos imanes, pusimos rumbo a la cabaña…

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Hacia el oeste de Gullfoss, unas montañas nevadas nos dieron algo de juego para mitigar la frustración de la cascada.

  En algo más de media hora llegábamos al alojamiento. Isabel, cuyo cumpleaños había sido unos días antes, nos invitó a cenar en el restaurante del complejo Minniborgir Cottages así que, tras una ducha, nos reunimos en la entrada a las cabañas para celebrarlo los cuatro juntos. Gracias, Isabel.

  Más tarde, tras un café de sobremesa, nos fuimos a descansar. Era momento de descargar fotos y formatear tarjetas…

  Mañana, nos esperaba una jornada corta en kilómetros, pero intensa en visitas.

El restaurante del complejo Minniborgir Cottages.
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P. N. Thingvellir - Skógar

  Me levanté a las 06:00 de la mañana y me asomé a la ventana. El día estaba espectacular y pensé en salir a darme un baño a la piscina de agua caliente. Miré el teléfono y la temperatura exterior era de -2º C… ¡! Buuuuf... Qué pereza ¡!

Con las misma, me volví a meter en la cama un ratito más…

  Nos levantamos a eso de las 07:30 y desayunamos en la cabaña. Limpiamos todo lo que habíamos usado, cerramos las maletas y, con eso…, Todo listo ;-)

  En el exterior, a las 08:30 marcaba 3º C. Eso era otra cosa… Habíamos quedado en salir a las 09:00 horas. Cargamos el coche y pusimos rumbo al sur, dirección Selfoss, por la carretera 35. De momento, todas las carreteras que habíamos transitado (35, 36, 37 y 365) estaban en perfectas condiciones, asfaltadas y bien marcadas. Arrancamos…

  A unos 8 Kms de distancia de las cabañas estaba la primera visita del día; el cráter de Kerid. 

  Islandia, al haber sido formada por lava y hielo, te da la oportunidad de encontrar restos de volcanes por todas partes. 

  Kerid, es un lago dentro de un cráter volcánico ubicado al sureste de la isla, a unos 15 Kms al norte de la localidad de Selfoss. Este cráter, de aproximadamente 3.000 años de antigüedad es, geológicamente hablando, una de las calderas volcánicas más jóvenes encontradas en Islandia. Gran parte de la principal actividad volcánica de Islandia ocurrió hace alrededor de 7.000 años. La vieja lava de erupción se ha ido tornando de un llamativo color negro, aunque, los depósitos de hierro en el suelo aún son relativamente nuevos y le dan al terreno un color rojizo muy particular.

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El cráter de Kerid con su fondo color turquesa.

  La roca volcánica roja, típica en la zona, contra el color turquesa del agua del lago y el musgo de un verde esmeralda, hacen de esta visita un punto especial al borde mismo de la ruta principal.

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  Muchos cráteres volcánicos y calderas se crean cuando un volcán explota. El agujero que se produce como resultado de esta explosión se convierte en un recipiente para el agua y nace así un lago de cráter. Sin embargo, conforme a la última teoría de los expertos, una erupción volcánica hizo que el volcán en forma de cono vaciara su reserva de magma. Una vez agotada esta reserva, el cono de ahora, era un caparazón de lava que ya no podía soportar su propio peso y colapsó, convirtiéndose en el fondo del cráter.

Algunas aves venían al cráter a alimentarse.

  El cráter, en sí mismo, es impresionante. Tiene una circunferencia total de 270 metros y desciende 55 metros desde el borde  hasta el lago. Sus aguas tiene una profundidad de entre 7 y 14 metros, dependiendo de la época del año y de la cantidad de lluvia que haya caído en Islandia esta temporada.

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La roca volcánica inundaba de color rojizo el paisaje de esa zona de la isla.

  Antes de las 09:30 de la mañana llegamos al cráter. Desde la carretera principal se ve el parking de Kerið. No hay mucho sitio para aparcar y me imagino que, según la época del año, costará más o menos tiempo hacerse con un hueco. Nosotros tuvimos suerte, tan sólo nos encontramos dos coches, era temprano, claro. En la misma explanada hay una caseta. El cráter se encuentra en un terreno privado, por lo que hay que pagar para visitarlo. Los propietarios cobran 400 isk (alrededor de 2 €) por aparcar y caminar hasta el lago.  Este dinero se destina a la protección y preservación de este espacio natural. Un suave paseo nos llevó hasta la cima. Allí estábamos, en la misma boca del cráter de un viejo volcán. La hora no era la propicia para las fotografías. El sol, que ya levantaba un buen trecho desde el horizonte, empezaba a marcar una incómoda sombra en el agua. Pero… eso es lo que había. El baño no está recomendado, el agua no es termal y debe estar bastante fría. Nos movimos un rato por los alrededores buscando un buen encuadre y, tras ello, regresamos al coche para continuar la marcha. El siguiente destino era la cascada de Seljalandsfoss, a 85 Kms desde el cráter.

  De camino, sin desviarnos de la Ring Road, nos detuvimos en la localidad de Selfoss. Allí, en un supermercado de la marca Bonus, paramos a hacer algo de compra. Por las características del viaje, parando cada noche en un punto diferente, necesariamente debíamos comer por el camino y cenar en los hoteles o en algún restaurante de las localidades donde terminaba la jornada. Así pues, era conveniente llevar algo de comida para preparar, si se diera el caso, una cena informal…

   Tras esta parada logística, continuamos hasta el siguiente punto marcado en la ruta. Llegamos a la cascada sobre las 11:45 horas. Había gente, pero, tampoco era ninguna avalancha. Se podía “convivir”, sin molestar ni ser molestado… mucho.

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La cascada Seljalandsfoss con su imponente "cola de caballo".

  A apenas 1,5 Kms desviándose hacia el norte de la Ring Road, de hecho, se ve desde la misma carretera, se halla Seljalandsfoss, una cascada de 65 metros de altura y una de las más impresionantes del país. La particularidad con respecto a otras cascadas islandesas es la posibilidad de pasar por detrás de su cortina de agua a través de un resbaladizo pero seguro sendero.

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La cascada vista desde todos sus ángulos... Salí empapado de sus entrañas.

  Dejamos el coche en el parking habilitado para ello. En este lugar se paga según el tipo de vehículo. Nosotros, por el 4x4, pagamos 700 isk (5 €). Jesús quería volar el dron, pero en todas las zonas donde se congregaba gente estaba prohibido. Así que decidió retirarse del frente de la cascada y centrarse en unos meandros del río. Yo me vestí la capa para el agua y me encaminé a la cascada para recorrer su parte trasera.

  A solo unos metros de esta cascada, caminando unos 10 minutos hacia el norte, se encuentra la cascada de Gljufrafoss. No es de visita fácil, porque hay que acceder al interior caminando por el agua y porque, una vez dentro, acabas empapado. Se nos quedó en el tintero, porque, después de fotografiar Seljalandsfoss, nos reunimos y arrancamos hacia el siguiente destino. Las mujeres nos esperaban tomando un café en el “chiringuito” que hay en la zona de parking donde, además, hay unos baños públicos a los que se accede pagando un simbólico precio.

  Entre la cascada de Seljalandsfoss y el Hotel Skógafoss, que era nuestra siguiente parada, había algunos puntos de interés fotográfico. Por ejemplo, estaban la cascada de Árjánurfoss y el paraje -relacionado con la mitología élfica- llamado Drangurinn en Drangshlíd, que son unas casitas de techo de tundra bajo una enorme roca volcánica. Además, junto a este último, estaba el paraje llamado Rutshellir Caves.

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Distintos paisajes desde la Ring Road, camino hacia Skógar.

  Pero íbamos con el tiempo justo. Eran las 13:00 horas y teníamos por delante algo más de 30 minutos de coche. Era en esta jornada, junto al Hotel Skógafoss, donde encontraríamos el Museo Regional de Skógar. Pero el museo cerraba sus puertas a las 17:00 horas. Teníamos que llegar a Skógar, comer y tener un margen, entre hora / hora y media, para ver el museo. Así que tiramos, sin paradas intermedias, hasta el Hotel Skógafoss.

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Conseguir habitación en el Hotel Skógafoss fue uno de los grandes logros del viaje.
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La tarjeta del Hotel Skógafoss.

  Este hotel, sin duda alguna, es una “joyita” dentro del viaje a la isla. Es muy difícil reservar allí una habitación, ya que no es muy grande y se completa enseguida.

  No es barato, pero, dada su ubicación, viendo y oyendo el rumor de la cascada desde las habitaciones, hacen de este lugar algo muy, muy especial. Como anduvimos con tiempo, pude reservar dos habitaciones con vistas a la cascada… ¡! Un lujo ¡!

Llegamos alrededor de las 14:00. El check-in no estaba disponible hasta las 15:00 horas, así que, decidimos comer en el restaurante del hotel, para ganar algo de tiempo. Una lasaña vegetal, una ensalada César, un plato de pasta estilo hindú, un guiso de cuello de cordero y una cerveza nos costaron 11.300 isk ( 82 € ). Es un poco caro, pero las raciones son grandes, realmente te llenas.

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El cordero, la lasaña, la pasta y la ensalada César del restaurante del Hotel Skógafoss.

  Comimos, hicimos el check-in y sobre las 15:30 horas nos dirigimos hacia el museo. Fuimos andando desde el hotel, unos 20 minutos para hacer 1,5 Kms. Llegamos y sacamos las entradas (dos de un precio y dos de otro). En total 9.200 isk ( unos 67 € ). Teníamos algo más de una hora para ver todo aquello… Andábamos bien.

  Recorrimos el museo que resultó bastante interesante. Pudimos conocer cómo vivían los islandeses antiguamente, descubrir sus casas, sus instrumentos de trabajo, saber cómo pescaban o a qué otras actividades se dedicaban. Tiene una colección de patrimonio cultural de 15.000 artefactos de artesanía popular regional. Se divide en tres secciones. Por un lado, está el Museo Folklórico, la parte donde podemos ver aperos de labranza, utensilios de pesca, un barco de pesca de 1855, ropas, fotografías de época… Por otro lado, el Museo Técnico, en el que podemos visitar una colección de coches de época, vehículos de rescate, una centralita del siglo pasado, ropas y todo tipo de útiles que se usaban en la isla y cuenta la historia y la evolución del transporte, las comunicaciones y las tecnologías en Islandia en los siglos XIX y XX. Muy interesante…

La factura de la comida en Skógar.
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Plano de situación, presentación y pegatina de entrada.
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Trajes típicos, aperos, útiles de pesca...

  Finalmente, en el exterior, el Museo al Aire Libre muestra, en seis edificios históricos, diferentes periodos de la arquitectura de Islandia, incluyendo las famosas casas con tejado de césped, además de una iglesia, un colegio típico de comienzos del siglo XX ( con unos mapas políticos que te vuelven loco…),  alguna cuadra, algún taller…

¡! Y la réplica en miniatura para los elfos ¡!

 El museo, es ideal para toda la familia ya que es entretenido y educativo al mismo tiempo. Una grata visita.

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La réplica del poblado para los elfos.
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El edificio que albergaba la escuela y una de sus aulas.
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Talleres y cuadras.
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La iglesia y las viviendas.

  A las 17:00 nos acercamos a la salida. El museo cerraba y debíamos abandonarlo. Todo muy correcto y muy gratificante. Una bonita experiencia. Desde allí, nuevamente paseando, regresamos al hotel.

  Jesús e Isabel querían descansar un rato y Rosa, finalmente, hizo lo mismo. Yo, después de ir a la habitación para ordenar un poco las cosas, salí de nuevo con intención de ver los parajes que habíamos dejado sin ver por la mañana y que estaban a apenas 15 minutos.

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De regreso al hotel bajo la atenta mirada de ovejas y carneros...

  Le avisé a Rosa de mis intenciones y me fui. Llegué, en apenas 20 minutos hasta la cascada de Árjánurfoss. Hice unas fotografías y volví por la Ring Road hasta los parajes de Rutshellir Caves y Drangurinn en Drangshlíd. Tras disfrutar del paisaje y hacer unas fotos, regresé a Skógar. Entré en el hotel para avisar a Rosa e intentar sacarla a dar un paseo por la cascada. Estaba algo revuelta,, el estómago le había vuelto a fastidiar. El primer día, en Reykjavik, ya tuvo algún problemilla que achacó al agua. Ahora, le volvía a ocurrir. El agua es potable en toda la isla, pero, decidimos que, a partir de aquí, compraríamos agua embotellada para ella. Tal vez, los minerales o lo que sea, puede que la hagan un agua más pesada y, tal vez eso, le provoca ese malestar. Los demás no tuvimos ningún problema.

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Las granjas, diseminadas por el basto territorio, dan un toque de color en el verde intenso de las zonas bajas.
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La cascada de Árjánurfoss y, sobre estas líneas, el paraje llamado Drangurinn en Drangshlíd.

  Yo volví a salir. Me fui a la cascada, la famosa y espectacular cascada de Skógafoss. Me parecía un sueño estar allí, frente a ella. Había gente, pero tampoco era nada exagerado.

  Esta maravilla de la naturaleza se encuentra en el tramo final del río Skógá. Probablemente la cascada más famosa de Islandia y una de las más hermosas, ya que, de ella se llega a decir que es la “cascada perfecta”. Tiene 62 metros de altura y casi 30 de anchura. Se ubica en un paraje impresionante; el agua cae sobre un lecho de piedras negras que contrastan, por un lado, con la espuma que salpica el agua y, por otro, con el verde esmeralda de las laderas que la rodean.

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Skógafoss, la cascada perfecta.
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... Cuenta la leyenda que alrededor del año 900 d.C., un vikingo, con el nombre de Þrasi Þórólfsson, escondió un cofre de oro debajo de la cascada de Skógafoss. Con el paso del tiempo, muchos lugareños intentaron encontrar ese misterioso cofre. Uno casi lo logra, ya que, pudo atar una cuerda al anillo de uno de sus costados. Sin embargo, el aro se rompió del cofre y el joven calló hacia atrás. Así que, lo único que recuperó fue el aro.  El cofre se deslizó hacia el interior de la cascada y nunca más se volvió a ver. Hoy en día, cuando los lugareños ven el arcoíris brillar bajo el salto de agua, dicen que es el reflejo del oro que la cascada guarda aún en sus entrañas.

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  Eran casi las 19:00 horas. Me paré, observé, di un par de vueltas y, finalmente, decidí meterme dentro del río para tener un encuadre más centrado. No cubría mucho, así que no tuve mucho problema. Tan solo debía tener cuidado de no meterme en alguna poza o pegar un resbalón que diese con todo el equipo de fotografía en el agua… Hice unas cuantas tomas, subiendo y bajando velocidad de disparo y aperturas, con polarizador y sin él, con más o menos zoom… Hasta que me quedé satisfecho con el resultado.

  Luego, armándome de valor, me dirigí a las escaleras sitas a la derecha de la cascada mirándola de frente y empecé a subir. Son más de 400 escalones. Un primer tramo rompe-piernas, con escaleras talladas en la tierra y la roca, de más de 40 cms de alto y de paso largo, que te hacen sudar del esfuerzo. Después, casi a medio camino, se entra en un tramo de escaleras metálicas que, al ser más bajas, hacen la ascensión bastante más llevadera.

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Los acantilados de Dyrhólaey desde lo alto de Skógafoss.
El salto de Skógafoss.

  Tras el esfuerzo, desde arriba se puede disfrutar de unas espectaculares vistas de la costa sur de Islandia y observar perfectamente, desde un balcón metálico, cómo el agua cae con furia por la cascada. ¡! Espectacular ¡!

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El paseo, que se puede alargar más de 7 Kms, está lleno de pequeños pero espectaculares saltos de agua. No debéis perdéroslo.

  Pero, tan espectacular o más, si cabe, es el paseo que comienza desde ese mirador. Sube por la margen izquierda del río Skógá, con una suave pendiente muy llevadera. A lo largo del camino vamos viendo diferentes saltos de agua, más rápidos, más altos, más caudalosos… Calcé el "pata-negra", el Nikon 80-400, y me puse a sacar detalles.

  Según subía, me encontré con Isabel y Jesús que venían de regreso. Es un paseo realmente gratificante y lo aconsejo a tod@s l@s valientes que suban las escaleras… no os arrepentiréis. Yo disfruté mucho de ese rato…

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Me entretuve un buen rato sacando detalles de las caprichosas formas que adoptaba el agua en cada choque con las rocas. Me resultaba precioso y relajante.

  La tarde avanzaba rauda hacia el ocaso. El cielo parecía ruborizarse y se tornaba rojizo en el horizonte. Pero, ese ocaso, al que nuestros ojos están acostumbrados, no se ve en Islandia… El cielo, a estas alturas del año, no llega a oscurecer del todo y, en los días claros, esa franja de “fuego” nos acompañará toda la noche.

  De todas formas, cuando la luz decaía, bajé al hotel. Antes, desde arriba, pude ver en el horizonte la silueta de los acantilados de Dyrhólaey, nuestro siguiente destino. Luego, bajé, me reuní con Rosa y preparamos una ensalada con los ingredientes que habíamos comprado, en el Bonus de Selfoss, esa misma mañana.

  Me había comunicado por WhatsApp con Jesús y habíamos quedado en vernos en el hotel. Me pasó una batería de su Nikon para recargar y quedamos en reunirnos, para desayunar a las 07:30.

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Los acantilados de Dyrhólaey, ahora a contra-luz, en pleno atardecer. 

  En nuestra habitación, Rosa y yo cenamos tranquilamente y luego recogimos todo para arrancar sin agobios por la mañana. Desde la ventana se veía la cascada. La tenue luz de la luna la hacía resplandecer como el impoluto velo de una novia…

  Un lugar maravilloso y… romántico, así que, presos del embrujo de ese idílico paisaje, las musas de los sueños se encargaron de transportarnos a un increíble mundo onírico…

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Skógar - Skaftafell

Sonó el despertador. Eran las 06:15 de la mañana. Nos levantamos. Una ducha y… ¡! En marcha ¡!

Nos reunimos para desayunar a las 07:15 horas. El desayuno estaba incluido en el precio. 

El día estaba “tristón”, un cielo plomizo nos advertía que la mañana no iba a empezar de una forma muy agradable… En el restaurante encontramos un potente desayuno, con fruta fresca, cereales, skir (el típico yogurt islandés), bollos de todo tipo, pan para tostar, mantequilla, mermeladas, miel, zumos de frutas y café con leche… 

La cascada de Skógafoss desde la habitación del hotel.

  Desayunamos de cine, cargando las pilas para aguantar sin problemas toda la mañana que, por cierto, se antojaba intensa. Hicimos el check-out y nos fuimos. En la calle el móvil marcaba 4º C de temperatura, pero la sensación térmica era de 0º C.

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  Volví a conducir yo. Salimos dirección al glaciar de Sólheimajökull, una lengua del glaciar Myrdsjökull a la que se puede llegar en coche, prácticamente, hasta la misma entrada. Se accede por la carretera 221, a 7.5 Kms de Skógafoss. Desde el desvío de la Ring Road, hasta el parking del glaciar, hay 4 Kms por una pista de tierra en buenas condiciones. 

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Camino del glaciar Sólheimajökull por la carretera 221.
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La escasa vegetación de la zona.

Esta pista se ve que se ha habilitado recientemente porque, al final, en la entrada al glaciar, hay unos parquímetros para pagar. En la fecha que nosotros fuimos todavía estaban sin funcionar, porque no había conexión online para realizar el pago. 

  Me imagino que, como en todos los parkings de los parque naturales, el estacionamiento será de 750 isk ( 5.40 € ). Llegamos y nos encontramos con una pareja de valencianos con los que cambié algunas impresiones. Luego, Jesús hizo volar el dron y yo me centré en mis fotografías.

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La enorme lengua de hielo del glaciar de Sólheimajökull muere en un lago gris.
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El glaciar de Sólheimajökull nos dejó unas imágenes inolvidables.
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El horizonte era un poco apocalíptico camino de Dyrhólaey.

  Algo antes de las 10:00 de la mañana arrancamos hacia Dyrhólaey. Nos separaban unos 30 minutos por la Ring Road. Por el camino íbamos viendo paisajes increíbles llenos de colorido y enmarcados en unos tétricos cielos, con nubarrones negros, que parecían trasladarnos a la saga de “El Señor de los Anillos” y enseñarnos el camino directo hacia Mordor. La mañana era fría y, además, una fina pero insistente llovizna nos acompañaba todo el camino…

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En una curva de la carretera encontramos este paisaje medio lunar, medio marciano. Al fondo los "trolls" vigilaban el horizonte.
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Cada piedra, cada rincón donde crecía el musgo, eran acreedores de una fotografía.

  Llegamos a las estribaciones de los acantilados. Allí, antes de comenzar a subir hacia el faro, un campo de rocas volcánicas se abría ante nuestros ojos enseñándonos unos paisajes más propios de Marte que de la Tierra. Todo era fantástico. Paramos a hacer unas fotos y justo en ese momento la lluvia también paró. Estaba claro que, hoy, los dioses estaban de nuestro lado. Tras unos minutos andando por aquel misterioso lugar, pusimos rumbo a la cima.

  Dejamos el coche en un aparcamiento gratuito en la entrada a los acantilados. Allí mismo había una caseta en la que daban paso a unos aseos en los que había que pagar para poder usarlos. Estaban impolutos, pero, echar un “pis” costaba casi 2 € …

  Dyrhólaey es un acantilado creado por la erosión del océano en la costa sur de Islandia, cercano a la ciudad de Vík í Mýrdal y que ha ganado fama por su forma. Su nombre en islandés significa “La Puerta de la Isla de la Colina”. Este acantilado es el punto más meridional de toda la isla de Islandia y tiene una elevación de 120 metros sobre el nivel del mar. 

  Se encuentra en una zona muy popular por la cantidad de pájaros que aquí se concentran durante la primavera y el verano. Entre los pájaros que pueden ser observados, se encuentran los famosos puffins, conocidos en español como “frailecillos”. En mayo suelen anidar en las paredes del acantilado, pero, fue imposible verlos. ¡! Qué lástima ¡!

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Vistas desde los acantilados de Dyrhólaey.
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Las formas y los colores de las rocas del acantilado te hacen volverte loco.

  Tras un ligero chaparrón, la lluvia había parado nuevamente, pero, el aire era frío, intenso y bastante molesto. Cada uno tiró hacia donde más le llamaba la atención los paisajes. Desde allí se podía ver la playa de arena negra de Reynisfjara y, en el horizonte, las rocas puntiagudas llamadas Reynisdrangar, tres grandes rocas de basalto que salen del Océano Atlántico a poca distancia del Monte Reynisfjall, dentro del área que comprende la región de Vík, los famosos trolls transformados en piedra según la leyenda… Luego os hablaré de ellos.

  Después de sacar unas fotos por la zona más baja de los acantilados, cogimos el coche y subimos hasta el faro llamado Dyrhólaeyjarviti. Salimos del coche y allí arriba el aire arreciaba con fuerza. El paisaje era maravilloso; la mar, con unas pequeñas olas de embates suaves, nada tenía que ver con la fama de bravura del Océano Atlántico. La playa que se extendía hacia el oeste parecía marcar un límite entre lo fértil y lo estéril, entre la vida y la muerte, una frontera generada tras miles de años de erosión. Frente a ella, la vegetación se abría paso, aferrándose a la vida, en cualquier resquicio poroso de las rocas volcánicas. Era una oda a la supervivencia.

Una mar,  menos brava de lo que esperaba, batía contra la pared de piedra.
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Dyrhólaeyjarviti, el faro de los acantilados.
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¿ Una nueva "Azure Window ?
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La espectacular arena volcánica creando playas negras.
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En una sola "postal" se concentra la esencia de Islandia; mar, arena y roca volcánica y una escasa vegetación.
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  Comenzó a llover nuevamente y volvimos al coche para poner rumbo a la localidad de Vík í Mýrdal. Debíamos volver a la Ring Road por la carretera 218 y tras esos 8 Kms, hacer otros 12 hasta Vík. Llovía, no de forma intensa, pero si constante…

Era una lata.

  Dejábamos atrás unos paisajes increíbles, pero, avanzábamos con la sensación de que en Islandia se puede aplicar sin miedo esta frase:

-- The best is yet to come / Lo mejor está por llegar --

Colinas redondeadas, rocas puntiagudas, lagos de agua glaciar... Islandia.

  Llegamos a Vík a eso de las 12:45. La mañana no levantaba, al contrario, allí, en la famosa playa de arena negra de Reynisfjara, con sus míticas columnas de basalto y escoltada por los famosos trolls, empezó a caer un chaparrón que parecía traer malos augurios…

  Aceptando con resignación las inclemencias del tiempo, salimos a pasear por la playa. Afortunadamente la lluvia cesó y eso nos permitió disfrutar un buen rato. Hacia el oeste podíamos ver los acantilados y, hacia el este, "los trolls", indiferentes ante el temporal, inmortales en su leyenda…

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La playa de Reynisfjara; puntiagudas rocas volcánicas, pulidos cantos rodados de basalto y su famosa arena negra.
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... Que los tres trolls llamados Skessudrangar, Landdrangar y Langhamrar, habían salido de su cueva durante la noche y estuvieron arrastrando un barco de tres mástiles hacia la orilla. 

  El trabajo les llevó mucho más tiempo del que habían previsto, hasta tal punto que transcurrió toda la noche y se vieron sorprendidos por el sol. Con la llegada de los primeros rayos, los trolls fueron convertidos en piedra para toda la eternidad.

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Los trolls en la playa de Reynisfjara.

  Reynisfjara se encuentra en el valle de Myrdalur, muy cerca del glaciar Mýrdalsjökull. Asimismo, debajo del otro glaciar cercano, Katlajökull, duerme uno de los volcanes más virulentos del mundo; el Katla.  Más adelante os hablaré de él. Esta playa, fue clasificada como una de las 10 playas no tropicales más hermosas del mundo en 1991. Su fama se disparó tras ser una de las localizaciones de famosas series como Juego de Tronos y Vikingos.

 

  El color negro se debe a la roca volcánica. La playa Reynisfjara fue creada por la lava que fluye hacia el océano, que se enfrió casi instantáneamente al tocar el agua, es decir, está hecha de literalmente de lava, en concreto, guijarros de basalto. Lo inusual es encontrar arena de otro color, que la hay, arena caliza en el norte y arena roja en los fiordos del oeste (aunque nosotros no llegamos hasta allí).

  En marea alta y con temporal es muy peligrosa. De hecho, allí han muerto muchos turistas al ser arrastrados por la corriente y lanzados contra las rocas. En cambio, si hay marea baja, se puede bajar con precaución. Entonces se puede visitar:

  • las columnas hexagonales de basalto, llamadas Hálsanef. Unas estructuras parecidas al enorme órgano de una catedral.

  • la cueva, de nombre Halsanefshellir. Si te adentras en ella, asegúrate de que sea en bajamar. No querrás quedarte atrapado dentro cuando suba la marea.

  • las piedras, de nombre Reynisdrangar -los trolls- son tres rocas monolíticas de casi 66 metros de altura, relativamente cerca de la orilla y que, antaño, formaban parte del acantilado, aunque la erosión los ha condenado al eterno aislamiento hasta la hora en que las mareas acaben con su numantina resistencia. 

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Recuerda, si bajas a la playa, no te acerques demasiado a las olas y nunca le des la espalda a la mar.

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Las columnas de basalto, los trolls y la cueva de Reynisfjara. A la derecha detalles de las rocas.

  Tras casi una hora paseando por la espesa arena negra, fotografiando desde todos los ángulos posibles las famosas rocas, volvimos a reunirnos en el coche, con la idea de comer en el restaurante que hay al pie de la playa.

La iglesia de Vik con los trolls al fondo.

  Aunque estaba bastante solicitado, coincidimos en un momento de ligera “tregua”. Había leído que daban un guiso de cordero muy rico, pero, nosotros no lo vimos en el menú. Pedimos dos sopas de cordero, dos hamburguesas de cordero, un fish & chips, una ensalada de atún, dos cervezas y una ración de pan, además nos trajeron la jarra de agua que siempre te sirven. Todo ascendió a la cantidad de 16.850 isk, unos 122 €, es decir, 30 € por persona… Como veis, es caro comer allí.

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  Con el “curioso e insólito” nombre de, Black-Beach Restaurant, este establecimiento sirve unos menús variados. Además, lo mejor es que está en primera línea y te permite comer sin necesidad de mover el coche del parking gratuito donde se dejan los vehículos.

Los platos que comí yo y la factura de la comida.

  Tras la comida y un café, pusimos rumbo hacia nuestro destino final, Skaftafell. Antes, debíamos pasar por algunos otros puntos de interés que iríamos encontrando por el camino. Paramos un momento para ver la famosa iglesia de Vík. Esta, nos ofrece un encuadre muy bonito con los trolls al fondo. Pero el día no estaba para muchas alegrías, seguía lloviendo y caía con ganas.

  Dejamos atrás las llanuras de arena negra y volvimos a encontrarnos con los verdes infinitos, en esta ocasión, en forma de campos de musgo. Kilómetros y kilómetros de lava cubierta de musgo, y nosotros alucinando nuevamente por los cambios de paisaje que nos ofrecía Islandia. En medio de esta región de lava encontramos una zona conocida como los montones de piedra de Laufskálavarda.

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Los campos de Laufskálavarda y detalles de las rocas cubiertas de musgo.

  Desde el coche comienzas a ver los típicos montones de piedra llamados cairns. Y te preguntas… ¿Qué significa esto? Luego, a la izquierda de la Ring Road en dirección este, aparece un aparcamiento dentro de una zona que agrupa cientos de estos montones. Bajamos del coche y comenzamos a pasar entre las piedras apiladas, sacando algunas fotos.

  Según cuenta la tradición islandesa, exactamente en este lugar había una granja llamada Laufskálar, que fue destruida en el año 894 a causa de la erupción del volcán Katla. Después de la destrucción de la granja, esta región comenzó a llamarse Laufskálavarda. Y tiempo después comenzó la tradición de que todo el que pasaba por aquí por primera vez, debía apilar piedras formando un montón o cairn, y así tener suerte durante su viaje.

  Los campos de lava cubiertos de musgo se extienden más de 20 Kms, hasta el paraje llamado Mossy Lava Fields. Después, la orografía comienza a mostrar accidentes más marcados hacia el norte de la isla y, saliendo de la Ring Road por la carretera 206, nos adentramos en el cañón llamado Fjaðrárgljúfur, un paraje de ensueño.

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El cañón de Fjadrárgljúfur un espectáculo de la naturaleza.

  La carretera 206, al principio asfaltada, se convierte enseguida en una pista de tierra transitable sin problemas. El trayecto es corto, apenas 4 Kms. Encontramos máquinas excavadoras y remolques para movimientos de tierra, es decir, están arreglando ese acceso. Desde el parking, al pie mismo del inicio del paseo, se asciende por un sendero. Tocados nuevamente por la gracia divina, dejó de llover cuando empezamos a caminar. El sendero se va poniendo un poco más exigente, pero nada que no pueda transitar cualquier persona. Sin barreras que “ensucien” el paisaje, acercarse al borde en los puntos no establecidos para ello puede ser peligroso. A lo largo de la subida hay miradores acondicionados para poder disfrutar de las vistas sin riesgo alguno. Los colores verdes que entraban por nuestras retinas cubrían todas las gamas y todas las intensidades. Era una verdadera explosión de color, de frescura, de vida…

  La verdad sea dicha, este cañón, fue una de las más gratas sorpresas de la isla vikinga. Es un paraje asombroso, casi irreal. El agua que baja de los glaciares ha erosionado el terreno y se ha abierto paso, a lo largo de los siglos, seccionando la montaña y creando un increíble y profundo corte. Un proceso que sigue “vivo”, así que, podemos decir que el paisaje se va construyendo poco a poco. En algunos puntos, el cañón alcanza los 100 metros de profundidad. Al final, tras un paseo de unos 20 minutos, llegamos hasta un mirador desde donde podemos ver la cascada llamada Mögáfoss. De verdad, merece la pena.

  Con mucha pena, recogimos las cámaras y bajamos al coche. Allí nos esperaban las mujeres que no quisieron subir porque al principio llovía… Hasta Skaftafell todavía nos quedaban casi 80 Kms.

  De camino vimos el paraje llamado Dverghamrar o “las rocas de los enanos”, como coloquialmente se puede traducir. Se trata de formaciones rocosas de basalto, de origen volcánico y con forma de columnas.

  Al otro lado está Foss á Síðu, la cascada del río Fossá cae sobre un acantilado de basalto y termina 30 metros más abajo antes de continuar su camino hacia el océano Atlántico. Fossá a Síðu es el nombre de la antigua granja frente a la cascada. La granja de Foss á Síðu está habitada desde el siglo IX y, ya entonces, se menciona en el libro de los asentamientos, una obra escrita que describe la llegada de colonos a Islandia.

La cascada de Foss á Sidú.
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Los paisajes, al igual que el tiempo climatológico, iban cambiando constantemente.

  Más adelante llegamos a Fossálarfoss, la cascada del río Fossálar, una cascada hermosa y serena que es una joya escondida. Este río se encuentra en medio del campo de lava y cae en muchas cascadas más pequeñas. Esta extensión de lava surgió durante la erupción del volcán Laki en 1783, considerada una de las erupciones más mortíferas de la historia. Paramos un rato, pero, en esta ocasión, los dioses nos abandonaron y la lluvia, que además nos caía de frente, nos amargó las fotos de este precioso lugar.

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Fossálarfoss, la cascada del río Fossálá, atraviesa los campos de lava.
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  Unos kilómetros más al este, llegamos al monte Lómagnúpur. Esta es, sin duda, una de las montañas más reconocibles de Islandia, que se alza orgullosa en un entorno llano. La montaña se formó hace más de 1 millón de años y está compuesta principalmente de palagonita, con lechos de lava y sedimentos que forman la base. Con una cumbre de 767 m, el monte Lómagnúpur ha sido la montaña preferida de fotógrafos profesionales, escritores, escaladores, excursionistas y amantes de la naturaleza de todo el mundo. También tiene un enorme significado cultural para los islandeses, ya que, es un ícono cultural famoso para la gente del sur de Islandia. 

El monte Lómagnúpur.

  Se dice que actuó como un espíritu guardián durante los primeros días del asentamiento del país, evitando posibles invasiones de reyes extranjeros. Debido a este papel, la figura del gigante, forma parte del escudo de armas de Islandia junto a los otros tres espíritus guardianes como contaba al principio.

  Arrancamos con el último tramo de la jornada. Según nos acercábamos a Skaftafell la tarde se iba abriendo. Había dejado de llover, lo que se agradecía en todos los sentidos, para fotografiar y para conducir. Tras una curva del camino, apareció ante nuestros ojos el glaciar Vatnajökull, una impresionante mole de hielo que nos acompañaría en el horizonte durante los dos días siguientes. Vatnajökull es el mayor glaciar de Islandia y el segundo de Europa. Ocupa un área de 8.100 km² que corresponde a más del 8 % de la superficie total de la isla.

  Sus dimensiones son de unos 150 km de este a oeste y de unos 100 km de norte a sur. El espesor medio del hielo es de unos 400 m, llegando a un máximo de 1.000 m.

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Tras bordear unas montañas, tras una curva de la Ring Road, apareció el Vatnajökull.

  Sobre las 19:30 horas llegamos al Hotel Skaftafell, nuestra parada de hoy. Se trata de una construcción en planta baja situada en un lugar estratégico al pie mismo del glaciar. Otro lujo de establecimiento. Hicimos el check-in y tras dejar las maletas y cargar con las cámaras, nos acercamos hasta los mismos pies del Vatnajökull. La lengua de hielo estaba a 10 minutos a pie de nuestro hotel. Jesús hizo volar el dron por encima del hielo.

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El Hotel Skaftafell fue otro de los puntos de lujo y ubicación estratégica en el recorrido por la isla.
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La lengua del glaciar Vatnajökull forma un paisaje impresionante. Te hace sentir minúsculo ante tan enorme mole de hielo.

  Tras disfrutar un buen rato de las caprichosas y maravillosas formas y colores del hielo, decidimos volver al hotel a cenar y descansar. El día había sido intenso y cansado, con muchas visitas, con la persistente lluvia…

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Dentro del glaciar puedes encontrar formas inimaginables.

  Como última curiosidad, comentaros que, en esta gran mole de hielo se rodaron escenas de la película Interstellar (2014) con el tejano Matthew McConaughey como actor principal.

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  Era hora de una ducha, relajarse un poco, reponer fuerzas y descargar los cientos de fotos que guardaba en las tarjetas de mis cámaras… Todo iba perfecto. Estábamos disfrutando como “enanos”, desde luego, la tierra de hielo y fuego no nos estaba defraudado en absoluto. Cada día veíamos cosas más y más impresionantes, era un absoluto festival de paisajes, de contrastes geológicos que parecían sacados de un relato de ciencia ficción… ¡! Era algo mágico ¡!

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Skaftafell - Höfn

  Me levanté a las 05:00 de la mañana. El día estaba nuevamente cerrado, con un cielo plomizo y una fina lluvia de esas que te acaban calando hasta los huesos. Salí a la calle y me dieron ganas de volver a la cama.

  Cogí el coche y me acerqué hasta la entrada del P. N. de Skaftafell. Una barrera, que no crucé, marcaba el acceso al parque. Desde esa carretera encontré otro punto de vista del glaciar, otro encuadre donde se apreciaba más la masa de hielo a la que los nativos llaman Öræfajökull. Volví al hotel. Por el camino paró de llover y aproveché para calzar el Nikon 80-400 en la D750 y volví a subir al glaciar por la pista que habíamos transitado la tarde anterior.

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Otro encuadre de la lengua glaciar del Vatnajökull.
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La primavera comenzaba a hacer acto de presencia en los campos de lava.
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Detalles de las formaciones de hielo del glaciar.
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Dos encuadres distintos del glaciar:
a la izquierda una gran lengua activa y a la derecha el fin de la masa de hielo.

  Habíamos quedado para desayunar a las 07:30. Sobre las 07:15 me reuní con Rosa, recogimos todo y fuimos al comedor del hotel. En el pasillo coincidimos con Isabel y Jesús. El desayuno era bastante completo y variado; zumos (de bote), fruta, frutos secos, skir, bollería, pan para tostar, mantequilla, mermelada, miel, huevos, jamón cocido, queso, tomate, pepino… Un buen buffet.

  Tras ponernos como “el Kiko”, fuimos a las habitaciones, recogimos todo y sobre las 09:15 hicimos el check-out y arrancamos una jornada que nos llevaría hasta Höfn. Volví a coger el coche. La primera parada sería el Parque Nacional Skaftafell donde, escondida en sus entrañas, se encuentra la cascada de Svartifoss con sus columnas de basalto. Empezó a llover ligeramente…

¡! Que fastidio ¡!

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El área de interpretación del Parque Nacional de Vatnajökull.

  Fuimos allí y pagamos el parking en una de las ventanillas. Vimos información de una empresa que realiza vuelos en helicóptero sobre al glaciar. Debe ser impresionante. Recuerdo que no era caro. Si no me equivoco, una hora de vuelo salía al cambio por 80 €. Jesús y yo los hubiésemos pagado gustosamente, incluso nos calentamos para volar, pero, desgraciadamente, las condiciones meteorológicas no eran buenas y esa mañana no se volaba. ¡! Que faena ¡! ( Por no decir algo más grosero ).

  Dejamos la Ring Road y tomamos la carretera 998 durante 3 Kms. Llegamos hasta el parking interior. Allí, unas máquinas bajo una marquesina, debían darnos el ticket de aparcamiento (el de 750 isk) pero la aplicación de pago no funcionaba. Vimos que desde allí salía un camino a la izquierda que, en apenas 3 minutos, llevaba hasta el área de interpretación del parque.

  Arrancamos por la senda que sube a Svartifoss. Un camino con una pendiente que, enseguida, calienta las piernas y funde la moral. Además, a media subida, empezó a llover con ganas… Aún no eran las 10:00 y la mañana se puso insoportable. Llegamos hasta un balcón que se asomaba a una primera cascada llamada Hundafoss. Jesús se empezó a agobiar. En esos momentos llovía a mares. Me pidieron las llaves del coche y volvieron sobre sus pasos. Rosa y yo continuamos hacia Svartifoss, quedaban aún unos 800 m para su avistamiento. Llovía mucho.

  La mochila estaba empapada, la ropa ídem de ídem, sin paraguas, sin capa… Todo lo habíamos dejado en el coche. (Menuda logística la nuestra). A las 10:20 llegamos hasta una loma desde donde se veía la cascada. Rosa dijo que no avanzaba más. No era el mejor encuadre, pero, visto lo visto, accedía a hacer la fotografía desde allí mismo. Como buenamente pude, calcé el 80/400 y disparé algunas fotos. No me gustaba... Siendo una cascada a la que se puede acceder hasta su misma base, quería llegar allí, hasta el punto donde el agua golpeaba la roca y hacer unas tomas de abajo hacia arriba... Pero, para eso, necesitaba otros 30/45 minutos. El chaparrón era monumental. Rosa insistió e insistió en regresar y, finalmente, para evitar conflictos, le hice caso. Recogí todo y volvimos hacia el coche para reunirnos con los compañeros…

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La cascada de Hundafoss.
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La cascada negra de Svartifoss.

  Como os he dicho antes, Svartifoss (la cascada Negra) se localiza en pleno corazón del Parque Nacional Skaftafell y es una de sus atracciones más populares. Desde el 2008 este parque forma parte del extenso Parque Nacional Vatnajökull, el más extenso de Europa (12.000 km2).

  Aun no siendo la más bonita o la más espectacular de todas las cascadas de Islandia, Svartifoss presenta una peculiaridad que la hace única y especial. Nos referimos a las columnas de basalto negras, de origen volcánico, que la rodean y le dan su nombre y que, como en la playa de Reynisfjara, se asemejan a los tubos del órgano de una enorme catedral. Estas columnas hexagonales se formaron por un proceso de cristalización al enfriarse la lava de manera extremadamente lenta.

  Así mismo, estas columnas de basalto han inspirado a varios arquitectos islandeses, siendo los mejores ejemplos la iglesia Hallgrímskirkja en Reikiavik, así como el Teatro Nacional.

  Volviendo al diario...

  Al llegar, Jesús estaba desesperado por la calada que llevaba. Tenía la calefacción a tope para poder secarse algo. Sinceramente, la situación era bastante desagradable. Secamos las cámaras y el resto del material. El Tamron 24/70 2.8 se había mojado tanto que empezó a empañarse por dentro. Lo pusimos sobre el chorro de la calefacción y en unos minutos perdió la humedad interior. Seguía lloviendo…

  Arrancamos camino a Höfn, donde nos alojaríamos esa noche, pero, la siguiente parada, en plena Ring Road, era Hofskirkja (la iglesia de Hof), cuya peculiaridad es que está techada con tundra. Nos separaban a penas 20 Kms, es decir, unos 25 minutos.

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Hofskirkja, la iglesia de Hof.

  Cuando llegamos, la lluvia había aflojado un poco, pero, todavía caía ligeramente. Bajamos del coche he hicimos unas fotos. Apenas fueron 15 minutos.

  Ubicada en la región de Öræfi, en el sur de Islandia, Hofskirkja es una de las antiguas iglesias construidas con estilo tradicional de césped. Después de la construcción original en 1884, fue restaurada en la década de 1950 por el Museo Nacional de Islandia. Solo quedan seis iglesias de estas en Islandia.

  Está hecha de una estructura de madera rodeada por paredes de piedra, mientras que, el tejado, está hecho de losas de piedra cubiertas en un manto de vegetación, que evitan que el calor se escape. Hofskirkja está parcialmente enterrada en el suelo, lo que hace que la tierra actúe como aislante. El uso de pasto y polvo para proteger las estructuras de los inviernos era una práctica común. Fue construida por Páll Pálsson, un famoso carpintero islandés y fue dedicada a San Clemente cuando Islandia pasó a ser un país católico. Ahora es parte de la Colección de Edificios Históricos del Museo Nacional.

  Luego, continuamos hacia la siguiente parada prevista, la laguna glaciar de Fjallsárlón que distaba desde allí unos 30 Kms.

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De camino a Fjallsárlón seguíamos viendo las diferentes lenguas del glaciar que, como podéis ver, creaban paisajes maravillosos de luz y color.

  Llegamos a la laguna de Fjallsárlón sobre las 13:00 horas. Afortunadamente… ¡! Dejó de llover ¡!

  El lugar nos pareció mágico. Lo cierto era que, cada lugar que visitábamos, nos parecía más espectacular que el anterior… Era como una sobre-dosis de emociones. Fjallsárlón nos produjo la misma sensación. Un lago enorme de aguas grises, icebergs de todas formas flotando inertes, la masa de hielo que se descolgaba de la montaña, el cielo plomizo que envolvía todo dentro de un halo misterioso y un silencio sepulcral que, sólo se rompía, cuando algún témpano se rompía y caía al agua. Nos separamos. Jesús quiso volar el dron, pero, un asiático que pululaba por allí le dijo que, como era un Parque Natural, le habían dicho que estaba prohibido.

  La laguna glaciar Fjallsárlón, ubicada en el extremo sur del gigantesco glaciar Vatnajökull, se formó hace tan solo unas décadas como consecuencia del retroceso de la lengua glaciar Fjalljökull, una de las muchas presentes en el gigantesco glaciar Vatnajökull. Quizás no sea tan célebre como Jökulsárlón, aunque, en esta última, el ambiente es menos tranquilo. Lo que más llama la atención de Fjallsárlón son los icebergs flotando a la deriva sobre la laguna y el poderoso glaciar a la espalda, con el volcán Öræfajökull en el horizonte.

  La laguna crece a medida que retroceden los hielos por el calentamiento global y la actividad geotérmica, y es por ello por lo que, según nos contaron, ha ampliado su superficie en los últimos años hasta los 4 km2. Confío que este hecho no signifique la crónica de la muerte anunciada del glaciar.

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La laguna glaciar de Fjallsárlón, un lugar mágico bajo los hielos milenarios del Vatnajökull y el volcán Öraefajökull.
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Desde la orilla de la laguna las vistas eran alucinantes.

Muchos glaciares del mundo se están derritiendo a un ritmo inimaginable desde hace unas décadas. La mayoría de ellos debido al calentamiento global y, para el caso de Islandia, también por la actividad volcánica. En los últimos 30 años 3/4 partes del hielo Ártico ha desaparecido.

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El glaciar islandés Vatnajökull, el mayor de Europa, ha experimentado un continuo retroceso.

  • En 1958 contaba con 8.538 km²

  • En 1980 con 8.300 km²

  • Actualmente cuenta con 8.100 km²

  Pasamos un buen rato haciendo fotos y luego, sobre las 14:15, fuimos a comer al bar-restaurante que hay frente al lago, de nombre Fjallsárlón Frost. La verdad, resulta un poco caro comer en estos lugares tan concretos, pero, el que algo quiere…

  El local estaba preparado para servirte un hot dish (plato caliente), con la comida que estaba expuesta.

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  Cada plato (podías cargarlo lo que quisieras, pero en un plato), costaba 2.900 isk (21 €). En total, entre cervezas y postres con café, dejamos allí 17.340 isk (124 €). Aquí os dejo las facturas. El caso es que la comida nos supo a gloria.

El plato de comida y las facturas de Fjallsárlón.
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  Mientras comíamos, el chaval que llevaba el local, nos preguntó si nos interesaba hacer un recorrido en uno de los botes que recorren el lago. Costaba 8.400 isk (60 €) por persona. Era una oportunidad única, o lo hacíamos ahora o no lo hacíamos. Las mujeres se negaron desde el principio. Yo dudaba del recorrido, pero, finalmente, Jesús me convenció y los dos nos animamos. 

  La empresa que nos ofrecía el paseo por la laguna es Fjallsárlón Iceberg Boat Tours. La excursión se realiza en una Zodiac con capacidad para unas diez personas y la duración del paseo es de unos 45 minutos. No sé si hay más empresas, nosotros sólo vimos esa.

El panfleto publicitario de los viajes en bote.

  Llegó el momento. Tras pagar la excursión en el mismo bar donde comimos, nos dirigimos a las casetas que la empresa tiene instaladas en la parte trasera del restaurante. Nos vestimos con la ropa adecuada que ellos nos cedieron, para protegernos del frío y el agua y, tras darnos unos breves consejos y normas, nos encaminamos hacia la laguna. Según me iba acercando, me sentía más contento de haber tomado esta decisión. El bote iría casi vacío, porque, además de Jesús y yo tan sólo otras dos personas nos acompañarían. En total, con la capitana del bote, éramos cinco. 

  Llegamos al bote, entramos con cuidado para no golpear las cámaras y nos acoplamos en la parte de proa al lado de babor, es decir, a la izquierda en la parte delantera en el sentido de la marcha. 

  La chica que ejercía de capitana, mientras nos iba dando datos del lago y del glaciar, nos hizo un recorrido muy ameno y fue parando donde nos parecía más curioso. 

Jesús y yo preparados para navegar por la laguna glaciar.

  Personalmente, sentía una gran paz interior. Navegar por esas aguas, entre esas milenarias moles de hielo, me hacían retroceder, mentalmente, siglos atrás en la historia del planeta. Era una experiencia única. 

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  El "gélido" silencio tan solo se rompía cuando la capitana comentaba algo o cuando rozábamos con la quilla del bote contra algún trozo de hielo que flotaba a la deriva. Calma, paz y un eco mudo, que parecía venir del glaciar, era lo que se percibía... Los encuadres que íbamos viendo eran verdaderamente únicos. Nunca me hubiese imaginado tan cerca de un iceberg... Los reflejos en el agua dibujaban formas asombrosas. En la superficie, la paleta de tonos azules, blancos y grises contrastaban con el cielo gris plomizo y unas aguas opacas que no hacían más que añadir más misterio a la escena... Las cámaras echaban humo...

¡¡ Era un auténtico sueño !!

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Desde el agua, los encuadres que obteníamos eran únicos y espectaculares.

  Según nos acercábamos a la pared del glaciar me iba dando cuenta de lo insignificantes que somos. ¡¡ Aquella pared era como un edificio de 5 plantas !!  

  La grandeza de aquella masa de hielo, de la que tan sólo veíamos su parte frontal, nos mostraba con toda su belleza la obra esculpida en hielo siglo tras siglo. Cual si de una majestuosa catedral se tratase, las torres de hielo se alzaban al cielo desafiantes. Aquello era la belleza en estado puro...

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El frente del glaciar se adentra en la laguna creando paredes impresionantes.
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El "menos es más" se cumple al 100% en esta toma; la podíamos llamar "la belleza de lo simple".

  La capitana, viendo las ganas de fotografiar que teníamos, se enrolló mucho con nosotros y, antes de volver a tierra, nos acercó a una zona de icebergs. Pudimos hacer unas fotografías que, de otra manera, no hubiésemos hecho nunca. 

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Unos primeros planos cortesía de la capitana del bote por acercarnos hasta rozar el hielo.

  El cielo, cerrado a cal y canto con unos nubarrones amenazadores, no nos permitía ver la lengua glaciar y el volcán que en ella reposa. Pero allí mismo pudimos comprobar que ese famoso dicho sobre el tiempo es completamente cierto. Según volvíamos hacia la base, el cielo empezó a abrirse y una oleada de luz invadió la laguna.

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El cielo empezó a abrirse y nos mostró la grandeza del glaciar.
En el centro de la imagen el volcán Öraefajökull.

  Por fin pudimos ver en el horizonte, las montañas que alimentan el hielo del glaciar. Sólo me viene una palabra a la cabeza...

¡¡ INMENSO !!

Fue un final de viaje inmejorable, desde el bote teníamos un plano a nivel del agua que, nunca hubiese imaginado.

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Distintas tomas de la zona hechas desde el bote antes de terminar el paseo.
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Desde la colina, una vez acabado el trayecto en bote, pude hacer estas dos últimas fotografías del glaciar.

  Volvimos a la caseta y, tras cambiarnos, nos reunimos con las mujeres y pusimos rumbo al otro lago del día… El famoso lago glaciar de Jökulsárlón, junto a la Diamond Beach, la playa de los diamantes… A estas dos lagunas las separan 12 Kms, así que, en apenas 15 minutos estábamos allí. Entramos al parking que hay frente a la playa y nos dirigimos directamente a la Diamond Beach. Al otro lado del dique, el lago, con un esplendor exuberante y unos icebergs impresionantes, nos esperaba paciente…

  A la hora en que llegamos a la playa no era la más propicia para estas fotografías. Lo ideal es llegar con las primeras luces de la mañana, cuando el sol da brillo a los “diamantes”. 

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La Diamond Beach me dejó esta colección de fotos.

  Tras unas tandas de fotos, Rosa nos avisó emocionada:
.- ¡! Venid, venid… lo interesante está al otro lado de la carretera ¡!

 

  Efectivamente, al otro lado del dique, el lago glaciar de Jökulsárlón nos esperaba abarrotado de icebergs que brillaban en tonos azules. . .

  Jökulsárlón es el mayor y más conocido lago glaciar de Islandia. Está situado en el extremo sur del glaciar Vatnajökull. Es el lago más profundo con 248 metros y una superficie de 18 km². Desde sus orillas es habitual poder avistar focas y aves marinas, especialmente charranes árticos y skuas, grandes gaviotas que anidan en el suelo en los alrededores del lago.
  Una de sus características más llamativas es que se encuentra lleno de icebergs, compuestos por hielo de más de 1.000 años de antigüedad, que se desprenden de la lengua del glaciar Breiðamerkurjökull y caen en la laguna. Se derriten lentamente y van a la deriva hacia el océano, donde son pulidos por las olas del Mar de Noruega, en el Atlántico Norte, antes de ser arrastrados hasta la playa de color negro azabache llamada Breiðamerkursandur, aunque popularmente se conoce como Diamond Beach -La playa de los diamantes-, ya que los trozos de hielo que yacen en ella se asemejan a diamantes que brillan al sol. Es una de las joyas naturales de Islandia. La laguna conecta con el océano y, por lo tanto, está compuesta por una mezcla de agua salada y dulce dándole ese color tan especial. Jökulsárlón está separado del mar por un estrecho istmo, el cual se aprovecha para que cruce la Carretera Nº1 (Hringvegur en lengua islandesa) o Ring Road.

  En esta laguna, al igual que en Fjasárlón, podemos realizar excursiones en barco que operan entre abril y octubre. También es posible hacer espeleología en hielo y explorar una cueva natural de hielo azul. Además, es un lugar muy popular para intentar atrapar una aurora boreal bailando sobre los icebergs. La aurora boreal se produce durante todo el año, pero sólo es visible cuando está oscuro, es decir, desde principios de septiembre hasta mediados de abril. 
 

  Jökulsárlón comenzó a formarse en 1934, cuando el glaciar Breiðamerkurjökull comenzó a retroceder, dejando la laguna a su paso. La laguna ha cuadruplicado su tamaño desde principios de los años 70. A medida que Jökulsárlón aumenta de tamaño, el glaciar muestra visiblemente los efectos del calentamiento global, con un notable retroceso año tras año.

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La tarde languidecía cuando Jokulsárlón se vistió sus mejores galas. Era un paisaje casi irreal.

  ¡!Qué maravilla¡! Lástima que la tarde avanzaba rauda y no pudimos coger allí otro de los botes que recorrían aquellas quietas aguas. Otra tirada de fotos dejó los sensores de las cámaras casi derretidos. El brillo del sol asomando entre una especie de niebla baja que llenaba el horizonte, dejaba un escenario casi irreal.
  Fue un ratito maravilloso, pero, con gran pesar, tuvimos que dejar la laguna pasadas las 18:30 horas. Todavía teníamos por delante 80 Kms hasta la localidad de Höfn, donde haríamos noche en el hotel del mismo nombre. 

  Tras alguna que otra parada para hacer algunas fotos, llegamos al hotel sobre las 20:00 horas. Hicimos el check-in y subimos a instalarnos. El hotel, con una buena presencia exterior, dejaba ver interiormente sus carencias. Un edificio de tres plantas, sin ascensor, con varios tramos de escaleras y una decoración bastante obsoleta. Decidimos tomarnos la tarde con calma. Hicimos la colada, que, por cierto, se acabó secando gracias a un enorme radiador que había en la habitación. Rosa y yo decidimos cenar en la habitación con algo de lo que todavía llevábamos de las compras anteriores. Jesús e Isabel bajaron al restaurante.

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El Hotel Hofn fue un lugar elegido por quedar a medio camino de Jokulsárlón y Stokksnes.

  Höfn ( que se pronuncia “herpn” y significa puerto), se encuentra en la costa sur-este de Islandia, cerca del P. N. de Vatnajökull y forma parte del municipio de Hornafjörður. Fue fundado en 1897 por el comerciante Ottó Tuliníus. ​Es un pueblo pesquero en el único estuario navegable de Islandia. Cuenta con varios museos: Museo Glaciar, Museo del Arte, Museo Folklorico… También se pueden degustar sus famosos platos de langosta en alguno de los restaurantes situados alrededor del puerto. De hecho, la pesca es la principal actividad económica de la región. El censo de 2019 dice que habitan esta ciudad 2.389 personas.

  Aproveché para descargar las fotos y hacer copia de seguridad de los días anteriores. Luego, tras una ducha, cenamos y organizamos todo. Al día siguiente quería madrugar para acercarme muy temprano a Stokksnes. Era un punto del viaje en el que tenía puestas muchas esperanzas…

    Después de cenar, Jesús, me dijo que estaba muy cansado y no madrugaría. Así que puse el reloj a las 05:00 horas y me fui a dormir. El día, con tantas emociones, había resultado muy intenso. Era hora de descansar y relajarse…

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Höfn - Seydisfjördur

Sonó el reloj y parecía que acababa de meterme en la cama. Sin dar tiempo a que la pereza encontrara un resquicio en mi firme voluntad de madrugar, salté como un resorte y, tras lavarme la cara para espabilar, cogí el equipo con cuidado

de no hacer ruido y salí a la calle. Como podéis imaginar, ya era completamente de día, pero, todavía, la luz tenía algo especial. Arranqué sin demora e hice los 4.5 Kms por la carretera 99 hasta salir a la Ring Road. No había nadie en la carretera, únicamente me crucé con algunos caballos que comenzaban a despertar. Luego, otros 6 Kms más, me dejaron en el cruce que lleva a la playa de Stokksnes. La luz era espectacular. El cielo, cargado de negros nubarrones, dejaba que se colasen algunos rayos de luz. Estos, cuales focos de un enorme escenario, alumbraban zonas concretas del paisaje que quedaban resaltadas y se convertían en la atracción principal.

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Los apocalípticos cielos de aquella mañana me regalaron unos momentos que nunca olvidaré.

  Desde el cruce hasta el Viking Cafe, entrada oficial a la zona, me separaban 5 Kms por una pista de tierra en muy buenas condiciones. Llegué… Aquello estaba desierto. Dejé el coche aparcado en un lateral del establecimiento.

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Vista desde el cruce al dejar la Ring Road.
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Al final de la cuesta, tras pasar la cadena.
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Desde la playa nada más bajar la cuesta.

  Stokksnes es una playa privada a la que se accede pagando 800 isk / persona (unos 6€), en el Viking Cafe, un destartalado establecimiento con camping, que gestiona la entrada a la zona. Como era tan temprano, estaba cerrado. Allí ponía que la entrada se hacía por la carretera que avanza hacia la antigua base militar. Intenté pagar en una máquina que se supone acepta tarjetas de crédito, pero, aquello no funcionaba. No había nadie y no se podía levantar la barrera. Por el lado izquierdo del café salía una pista que estaba cortada por una cadena de la que colgaba un letrero que decía:

                                                                              

STOP – NO PASS

  Me había pegado el madrugón, había conducido hasta allí para coger las primeras luces y, ahora…

¿Iba a quedarme sin entrar? ¡¡ Ni pensar ¡!

Fui al coche, cogí la mochila y el trípode y me puse en marcha. Pasé la cadena y me encaminé pista arriba. Luego pasaría por el café y pagaría lo que tuviese que pagar.

  La pista cambiaba de rasante unos 50/60 metros más adelante y daba paso a la bajada hacia la playa. El cielo estaba cargado de espesas nubes, unas nubes tan bajas que tan solo dejaban ver media montaña. Una lástima, porque la marea se estaba retirando y dejaba el escenario apropiado para poder aprovechar los reflejos que mostraba la arena negra. Hice lo que pude…

  Me recorrí toda la ensenada. Entré en el poblado vikingo creado para el rodaje de una serie que nunca se llevó a cabo. Todo era “de palo”, pero, por lo menos, te daba una idea de la organización social de aquel "belicoso" pueblo. No hacía viento, pero, comenzó a llover ligeramente, no era gran cosa, pero… Me fastidiaba.

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El poblado vikingo a las faldas de Vestrahorn.

  Me encontré con una caballada y aproveché para hacer unas cuantas fotos. Estaban tranquilos en su hábitat y se mostraban cercanos, acostumbrados a la gente, así que pude acercarme bastante. 

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Los caballos islandeses, una raza autóctona, pastan libres por los prados. También es una carne para consumo muy apreciada por los nativos.

  Después, buscando los reflejos, me fui hasta el borde del agua que, sosegadamente, había completado su retroceso y marcaba ahora la bajamar. Llegué hasta la punta donde la montaña y el mar se susurran y acarician como dos enamorados, en el vértice sur- este de la isla donde la fuerza del Mar de Noruega llevó a desembarcar a Hrollaug Rögnvaldarson en los primeros años de colonización vikinga. Pero, no sirvió de mucho, las nubes, cada vez más bajas y densas, abortaban toda opción de ver las cumbres de Vestrahorn reflejadas en el negro espejo de la arena volcánica. Por lo menos dejó de llover.

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La cadena montañosa llega hasta la misma orilla del Mar de Noruega, una parte del Océano Atlántico que ese día estaba en calma .
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Algunos reflejos a primera hora de la mañana... Lástima de tantas nubes.

  Stokksnes es el nombre de la playa sita bajo Vestrahorn (el cuerno del oeste), que es una pequeña cadena montañosa cuyas laderas de gabro (granito negro), un material muy poco habitual en la isla y cuyo nombre proviene de la localidad de Gabbro en la toscana italiana, le dan un característico aspecto. Esta, tiene dos cumbres más significativas; el Kiflantindur 847 msnm, al oeste y el Kambhorn 650 msnm, al este.

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  Por otro lado, más al noreste, nos encontramos con la “hermana pequeña” de Vestrahorn, la cadena montañosa denominada Eystrahorn (el cuerno del este). En sus faldas encontramos la playa de Hvalnesfjara. Eystrahorn no es tan famosa como Vestrahorn, pero, por lo poco que pudimos ver, bien merece un poco de atención…

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Mapa y detalle de la zona de Vestrahorn y Stokksnes.

  Después de esta aclaración continuo con el relato…

Tras este pésimo panorama que me ofrecían tantos nubarrones, y viendo que la mañana avanzaba rauda, decidí volver. Pasé por el Viking Cafe para tomarme un cortado calentito y pagar mi paseo por Stokksnes.

  En las fotografías de viaje, para conseguir unas buenas instantáneas influyen tres factores; técnica, experiencia y suerte. Yo, un eterno aficionado a la fotografía, lo aposté todo a la suerte y, en esta ocasión, me falló. 

  Bueno, pasé una mañana maravillosa, sólo tenía esa oportunidad, no tuve suerte con los reflejos, pero vine contento con mi trabajo.

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Distintas imágenes de las montañas del Vestrahorn desde la playa de Stokksnes.

  Eran las 08:00 cuando puse rumbo al hotel. Había quedado con Rosa en desayunar sobre la 09:00 y luego juntarnos con Isabel y Jesús para ir a comprar un cable que le hacía falta para descargar sus tarjetas. Volví bordeando la playa. Había parado de llover.

  El Viking Cafe estaba abierto. Entré, pedí un capuchino y le expliqué a la mujer que me atendió que había entrado muy temprano y que quería pagar la entrada. Le dije que luego volveríamos 4 personas y me validó mi ticket para luego no pagar.

  Llegué antes de las 09:00. Rosa tenía ya todo preparado y desayunamos. Luego me di una ducha, recogimos todo y a las 10:00 nos reunimos con los compañeros. Dijo Isabel que conducía ella y, sinceramente, para mí fue un alivio, así podía ir haciendo fotos desde el coche.

  Salimos con dirección sur, puesto que, Jesús ya había localizado una tienda de electrónica. La encontramos sin problemas con la ayuda de “Txi-Txi”. 

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El ticket del Viking Cafe.

  Luego, paramos en un supermercado de la cadena Nettó que encontramos allí mismo e hicimos algo de compra. Finalmente, pasadas las 11:00 nos encaminamos hacia Stokksnes. Llegamos al Viking Cafe y pagamos las entradas. Nos abrieron la barrera y entramos con dirección a la antigua base militar. A medio camino, en una de las zonas destinadas a parking, paramos para hacer unas fotos. El sol, aunque no lucía con mucha fuerza, estaba ya bastante alto y los reflejos habían desaparecido. 

  Eso sí, las dunas, con sus hierbajos amarillentos y las olas rompiendo con su blanca espuma sobre la arena negra, daban mucho juego a los encuadres. Cada uno se movió por donde le llamó su instinto. El viento, ahora sí, soplaba más fuerte y resultaba incomodo al levantar la arena, con el peligro que supone para las cámaras. Yo, hice una panorámica y me acerqué un poco hacia la zona de la base militar. La playa se extendía hacia el oeste…

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Distintas vistas de la playa de Stokksnes y el Vestrahorn.

  Tras un rato recorriendo el lugar, sobre las 12:15 decidimos volver al Viking Cafe para tomar algo caliente. La mañana estaba muy agradable, algo nublada, pero, definitivamente, había dejado de llover y se abrían algunos claros. Tras tomarnos unos cafés arrancamos con dirección a los fiordos del este, concretamente, nuestro destino final era Seydisfjördur.

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El Viking Cafe, punto de acceso a la playa de Stokksnes.
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Esqueleto de ballena junto al Viking Cafe.

Unas notas como resumen:

  • La entrada a la zona privada de Stokksnes cuesta 800 isk por persona (unos 6 €) en mayo de 2022.

  • Podéis validar la entrada en el Viking Café para diversas entradas y salidas a lo largo de un día.

  • Si queréis acceder de noche, existe una máquina donde pagar con tarjeta de crédito (si funciona ...).

  • Entre la playa de Stokksnes y la falda de Vestrahorn, hay una marisma llena de charcos.

  • En el Viking Café puedes pernoctar bien en camping o guesthouse. Dan comidas y café.

  • Si vais a ver el poblado vikingo respetad los carteles. Está prohibido entrar en las construcciones por peligro de derrumbe. El poblado no se está manteniendo y el riesgo es alto.

  • Al final de la carretera os encontraréis con una estación de radar donde opera la OTAN y los restos de una antigua base militar de los aliados que estuvo activa en la 2ª Guerra Mundial.

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  Salimos a la carretera 1 y atravesamos el túnel que horadado bajo el macizo de Vestrahorn nos dejaba al otro lado de las montañas, en dirección a Eystrahorn. A fecha de hoy, julio de 2022, hay quince túneles en Islandia y uno en planificación. La mayoría son túneles libres de peaje, pero, esto va cambiando según necesidades. Cuando vayas a planificar tu viaje por Islandia infórmate sobre ello.

  • Almannaskarðsgöng (este túnel está libre de peaje)

  El túnel de Almannaskarð se encuentra en la Hringvegur (la periférica) o  Carretera 01 o Ring Road, cerca de la localidad de Höfn. Lo atravesarás si sales de Stokksnes en dirección a los fiordos del este. Tiene 1.312 metros de largo y fue inaugurado el 24 de junio de 2005. El túnel pasa por debajo del estrecho y empinado paso de Almannaskarð. Este paso es todavía accesible en tiempo de verano y, arriba,  hay un espacio de estacionamiento con una hermosa vista. Durante el invierno, la carretera tenía que ser cerrada debido a la nieve, que habitualmente bloquea el tráfico desde y hacia el este de Islandia, por lo que comenzó a construirse este túnel. La carretera es de dos carriles de ancho y hay tres puntos para emergencias.

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El macizo de Eystrahorn, al otro lado del túnel de Almannaskard.
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El macizo de Eystrahorn y Stokksnes iban quedando atrás.
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El paraje llamado Laekjavik.
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El paraje llamado Fauskasandur.
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La cascada de Barkináfoss.
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Rocas de basalto asomaban entre los campos que iban a morir al fiordo.

  Una vez dejamos atrás las montañas, los kilómetros iban cayendo lentamente mientras entrábamos y salíamos de los fiordos. Llegamos al paso Öxí. Les comenté a mis compañeros la posibilidad de acortar subiendo por la carretera 95, pero, tras anunciarle a Isabel que había un tramo algo complicado, según había leído, decidió seguir por la costa.

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Alguna granja diseminada entre los campos de lava.

  A las 14:00 paramos a comer en una localidad llamada Breiddalsvik. En el establecimiento, un bar de carretera con tienda de comestibles y cafetería, nos atendieron muy amablemente. En la cocina había una chica sudamericana y nos ayudó para aclarar alguna duda del menú. Finalmente, sin muchas complicaciones, pedimos dos fish & chips, una hamburguesa de bacon y otra vegetalPagamos 7.800 isk (unos 55 €) por los cuatro platos. Posteriormente pedimos dos postres y cuatro cafés que no recuerdo cuanto costaron...

  Tras reponer fuerzas continuamos la marcha hacia nuestro destino. Le comenté a Isabel si quería que condujese yo un rato, pero me dijo que no, que seguía conduciendo ella.

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Los platos que comimos en Breiddalsvik y el ticket.

  Los fiordos seguían entrando y saliendo en la costa. Llegó un punto en que, además, la carretera empezó a tirar hacia arriba. Pasamos otro túnel y salimos a una zona alta. Allí, por sorpresa, nos encontramos con la cascada llamada Fagradalsá. Paramos a hacer unas fotos. Luego, algo más adelante, nos encontramos con unas casas con el tejado de tundra, antaño destinadas al resguardo de los animales, unos carteles explicativos eso es lo que decían. La carretera continuaba subiendo. Eso era un puerto en toda regla. El paisaje, todavía cargado de nieve, con los cables de los telesillas, nos anunció que era una estación de esquí. Se llama Satfdalur y su cota más alta, el monte Stafdalsfell, tiene 800 m.  

  Desde arriba se podía ver el fiordo en toda su extensión. Luego, tras un descenso con grandes pendientes, y tras dejar atrás la cascada de Gufufoss, llegamos a la localidad de Seydisfjördur.

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Jesús volando el dron en Fagradalsá.
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Las montaña que resguardan el fiordo de Seydisfjördur. A la derecha el pueblo.

  Seydisfjordur es un pequeño, pero hermoso, pueblo típico islandés, enclavado entre montañas que superan los 1.000 metros y a orillas de uno de los fiordos más bonitos del país. Esta población de apenas 750 habitantes, es, sin embargo, el puerto principal de la zona oriental de la isla. Sus primeros pobladores fueron pescadores noruegos que se asentaron en la zona en 1848. De hecho, la mayor parte de los edificios del pueblo tiene su origen en aquellos años dorados, ya que, los noruegos, los trajeron desmontados desde su tierra para volver a montarlos aquí. Estas casas junto a la pequeña iglesia local son los monumentos más reputados de la ciudad.

  Décadas más tarde, después de haber servido como base para los ejércitos estadounidenses y británicos, Seydisfjordur entró en una depresión económica tras la paulatina recesión de la industria del arenque. Hoy la ciudad continúa viviendo de la pesca (de otras especies), de la artesanía y del turismo, ya que el puerto de Seydisfjordur se ha consolidado como una de las paradas principales en cualquier crucero por Islandia. El barco de pasaje Norræna conecta esta localidad islandesa con las ciudades de Hirtshals en Dinamarca y con Bergen en Noruega.

  La Iglesia Azul, Seydisfjardarkirkja , es uno de los símbolos de la localidad. Además, cuenta con un centro de salud, varias tiendas, una farmacia, un banco, un campo de deportes con una piscina pública, una biblioteca pública, un taller de reparaciones, gasolinera, varios hoteles y restaurantes, un terreno de camping, un campo de golf y otras instalaciones turísticas. El aeropuerto más cercano con vuelos directos a Reikjavík se halla en Egilsstaðir.

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  Eran alrededor de las 19:30 horas cuando llagamos al destino. Sin problemas encontramos el edificio principal del Hotel Aldan e hicimos el check-in. Digo el edificio principal, porque esta empresa tiene, que yo sepa, tres hoteles asociados. A nosotros nos alojaron en el edificio llamado Snaefell, una casa típica acondicionada para tal menester. Lo cierto es que, aun siendo un edificio de unos cuantos años, guardaba ese toque romántico en su decoración y, como todo iba en consonancia, lo hacía bastante bonito. Teníamos de todo, así que, no hubo problema para pasar una noche.

EL Hotel Snaefell, nuestro alojamiento en Seydisfjördur.
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  Tras acomodarnos en nuestras habitaciones, salimos a dar una vuelta por el pueblo y estirar las piernas. Intenté hacer unas fotos de la iglesia azul o Seydisfjardarkirkja en islandés, pero, una cuadrilla de turistas (españoles), se empeñaron en hacer el tonto en el pasillo arco-iris que da acceso a la iglesia y, aunque me lo tomé con calma, esperando a que terminasen de hacer sus tonterías, con el encuadre preparado, basta que me vieron esperando para que alargasen más su patético show. Finalmente, opté por pasar de ellos y seguir adelante. Mañana, a primera hora, volvería a hacer lo que no pude… A esas horas, normalmente, los del show están dormidos.

El lago que hay en el centro de la población nos regala unos preciosos reflejos vespertinos.

  Llegamos hasta la entrada al puerto y, posteriormente, bordeando el lago que hay en el centro del pueblo, volvimos hasta el hotel viendo las casitas de colores que componían aquel singular paisaje. Ya en el hotel, nos despedimos de Isabel y Jesús hasta las 08:45 de la mañana siguiente. Rosa y yo, tras una ducha y poner en marcha la descarga de fotos, preparamos una ensalada con las cosas que habíamos comprado esa mañana en Höfn, por cierto, supo a gloria… Lechuga, tomate, aguacate, atún, anchoas… ¡! De lujo ¡!

  Tras cenar tranquilamente y terminar con las fotos, recogimos todo y nos fuimos a descansar. No había TV, así que ese tiempo que ganamos para el descanso. Me asomé a la ventana, desde la habitación se veía la iglesia azul, ahora alumbrada por la tenue luz de las farolas…

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Seydisfjördur, encajonada entre montañas al final del fiordo.
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Seydisfjördur - Húsavik

Los días iban pasando rápido. Nos quedaban por delante menos jornadas de las que ya habíamos disfrutado, es decir, entrábamos en la cuenta atrás…

Habíamos quedado en reunirnos a las 08:45 para arrancar con esta nueva jornada en la que las cascadas de Dettifoss y Selfoss eran el plato fuerte. Yo, me levanté a las 06:15. Me aseé un poco, cogí mis cámaras y salí a la calle intentando no hacer mucho ruido para no despertar a nadie.

  La mañana estaba fresca, en el móvil marcaba 3ºC. Fui directamente a la iglesia azul que distaba de nuestro hotel apenas 150 metros. La tarde-noche anterior no pude hacer nada porque, como os conté, había unos turistas haciéndose una sesión interminable de selfies. Pero, a estas horas, tal como había previsto, no me encontré a nadie en los aledaños de Seydisfjardarkirkja, la iglesia azul de Seydisjörfur, por lo que pude tomarme con calma la observación del edificio para ver su “mejor cara”. Finalmente, sólo encontré un encuadre bueno, el que ofrece de frente a su fachada principal y cogiendo el arco-iris pintado en el suelo. Hice unas cuantas fotos y me dirigí a la entrada. La iglesia, tal como temía, estaba cerrada y no pude verla por dentro. Una pena…

  Luego seguí paseando. Llegué al lago y me senté en un banco del jardín que lo rodea… Escuché. Tan sólo el trino de los pájaros rompía la relajante sinfonía del silencio. El sol levantaba, pero, todavía no tenía fuerza para dispersar las espesas nubes que cubrían las cimas de las montañas. Los reflejos que el lago ofrecía la tarde anterior, ahora estaban apagados. Disfruté un rato de aquella situación y me dirigí al hotel para desayunar con Rosa.

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La iglesia azul de Seydisfjördur.
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Seydisfjördur a primera hora de la mañana.

  Tras el desayuno, recogimos todo y nos reunimos con Isabel y Jesús a la hora convenida. Pasamos por el Hotel Aldan para hacer el check-out y nos pusimos en marcha. Llegó el barco de Dinamarca y un “ejercito” de turistas, en autobuses y coches particulares, empezó a salir de sus entrañas.

  Isabel volvió a coger el coche. Antes de ponernos verdaderamente en ruta, hicimos una parada en la cascada de Gufufoss, ya que, la tarde anterior no habíamos parado. Los autobuses, afortunadamente, pasaban de largo, tan sólo un par de coches paró a hacer aquella visita, por consiguiente, el lugar estaba relativamente en calma y pudimos hacer unas fotos sin problemas.

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El edificio del Hotel Aldan.
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  Ahora, sí. Tras las fotos a la cascada arrancamos. Subimos el puerto de montaña por la carretera 93 hasta la localidad de Egilsstadir. Allí, tras llenar el depósito de gasoil, cogimos la Ring Road. En el camino nos encontramos con unas cabañas de piedra y techo de turba, donde, antaño, guardaban el ganado. Paramos a verlas. Estaban muy bien conservadas… 

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  Aproximadamente a 50 Kms de Egilsstadir, nos encontramos con una grata sorpresa que no estaba en mis notas… La cascada de Rjúkandafoss. Paramos a verla, era espectacular.

La cascada de Gufufoss en Seydisfjördur.
La cascada de Rjúkandafoss.
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Panorámica de la cascada de Gufufoss.
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Exterior e interior de la cabaña de piedra y turba que encontramos camino de Dettifoss.

  Al dejar atrás la población de Egilsstadir, la carretera se dirigía hacia el noroeste, adentrándose en la isla. Todavía con cierta altitud, el paisaje se pintaba de blanco, con campos nevados y lagunas heladas. Poco a poco empezamos a ir perdiendo altura y bajando hacia las cascadas.

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El paisaje iba cambiando según dejábamos los fiordos adentrándonos en la isla.

  Seguimos ruta… La mañana, que había amanecido con un sol radiante, se iba cubriendo de oscuros y amenazantes nubarrones que, cada vez más apocalípticos, empezaban a convertirse en una seria amenaza...

  Llegamos al cruce con la carretera 864. Había que dejarla de lado y seguir un poco más adelante para entrar por la 862, esa es la que mejores vistas ofrece de las cascadas y, por ella, se puede continuar después hacia el norte, camino del cañón de Asbyrgi.

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  A las 13:30 llegamos al parking de Dettifoss. Aparcar el coche es gratuito. Como comenté con anterioridad, sólo cobran en lo que son parques naturales. Allí, en la zona de parking, encuentras baños públicos, lo que no hay es nada para poder comer o comprar agua. Hay que ir preparados...

  El viento soplaba con fuerza y una ligera llovizna llegó justo en el momento más inoportuno, es decir, al salir del coche. No fue gran cosa y afortunadamente paró enseguida. Al comienzo del sendero hay un letrero con un croquis que sitúa las cascadas. Desde allí, hasta la cascada de Dettifoss - la primera que se visita según las indicaciones -, hay unos 1.000 metros. La pista tiene zonas bastante embarradas, pero, es completamente transitable para cualquier persona.

Las nubes, como en días anteriores, parecían anunciarnos que llegábamos a las tierras de Mordor...
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  La cascada de Dettifoss se encuentre a medio camino entre las de Selfoss y Hafragilfoss, las tres en el curso del río Fjöllum. A 300 metros de altura una placa basáltica del cuaternario se rompe en un acantilado que parece un gigantesco órgano y que provoca una catarata de agua, ruido y tierra. La falla que creo la cascada de Dettifoss forma parte de la dorsal atlántica que divide Islandia en dos partes, cada una perteneciente a placas y continentes diferentes, la americana y la euroasiática.

  Con sus 100 metros de anchura y 45 de caída, el volumen de agua llega casi a los 200 m3/s, esa particularidad la hace tremendamente poderosa y bella y, además, le otorga el récord de ser la cascada más caudalosa de Europa. No existen hoteles en la zona ya que se trata de una de las regiones menos pobladas y más aisladas de Islandia. Por ello es conveniente pensar en alojarse en la zona de Húsavik o Egilsstadir. Es cierto que, en la actualidad, puedes encontrar alguna guesthouse en unos 20 Kms a la redonda de esta zona.

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La ruidosa cascada de Dettifos, una obra de la naturaleza impresionante.

  Una vez en la cascada, empezó a llover con más fuerza.  ¡!Que mala suerte¡!

Además, el viento se colaba como un cuchillo afilado por el hueco del cañón, arrastrando el agua que la cascada salpicaba, entorpeciendo, más si cabe, la toma de fotos. Era una auténtica odisea.

  Yo, tras el aprendizaje de la cascada de Gullfoss, le había cogido el tranquillo a la forma de actuar… Primero, montaba el trípode con la cámara… En ese momento ya estaba todo mojado. Luego, tras medir la luz, calcular la apertura y la velocidad, elegía el encuadre que más me gustaba. Para entonces, como podéis imaginar, la cámara y el objetivo estaban empapados. Vale, ahora tocaba limpiar con cuidado la lente, quitando todo rastro de agua y poniendo la tapa rápidamente. Secaba el cuerpo de la cámara y me disponía a hacer la toma. Miraba por el visor… uno, dos, tres… Entonces quitaba rápidamente la tapa con la mano izquierda y al unísono apretaba el obturador…

  Así, con esa “depurada técnica” ;-) es como me pude arreglar para poder hacer algo que no fuese directamente a la basura… Sinceramente, fue una lástima. Por lo visto, salvo el mes de febrero (que según nos dijeron es el menos ventoso), la realización de fotografías en estas grandes cascadas lleva implícita esta odisea. Otra cosa es que, además, te esté cayendo la del pulpo desde el cielo.

  Tras este primer contacto, pusimos rumbo hacia Selfoss. En un punto del sendero, desde donde ya se veía la cascada, Rosa e Isabel decidieron volver al coche. Jesús hizo unas fotos desde la lejanía y las acompañó. Yo, sin embargo, decidí llegar hasta el borde de la cascada… Era ahora o nunca…

  Cargado con todo el equipo me fui acercando. En ese momento dejaba de llover y lo agradecía en el alma. Ya estaba cerca, el sonido era atronador. Para poder acceder hasta el mismísimo borde y tener la mejor vista, había que cruzar un surco en el suelo que estaba lleno de agua. No sabía lo profundo que podía ser… Metí las patas del trípode… bueno, sólo 50 cms… Poca cosa, pero suficiente para estropear el material fotográfico si se caía ahí adentro. Era ancho para dar un solo paso. Alrededor de 1.5 metros me separaban de mi objetivo… Entonces, dos jóvenes japoneses llegaron a donde yo estaba. Venían con buen equipo, unas Canon con grandes tele-objetivos montados. Me ayudaron a cruzar y luego, desde el otro lado, yo les ayudé a ellos… ¡!Perfecto¡!

Ya estábamos todos donde queríamos…

  Hice mis fotos, primero con el gran angular y luego con el tele-objetivo para captar algunos detalles del salto de agua. Me hubiese entretenido más, pero, mis compañeros me esperaban en el coche…

  ¡!Buuuffff!! Ahora tocaba cruzar aquel surco para el otro lado. En ese momento llegaba una parejita de italianos. Me hice entender para explicar que primero pasase el chico, joven, alto, en forma… Luego, utilizando el trípode como punto de apoyo intermedio, saltaría la chica. Después, yo les dejaría mi equipo y saltaría al otro lado libre de carga… Bueno, me entendieron a la primera y salió todo redondo. Tras recuperar mi equipo e intercambiar un cordial saludo, nos despedimos.

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La cascada de Selfos es otro espectáculo de la naturaleza.
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  Selfoss se sitúa a unos 800 m al sureste de Dettifoss, en el mismo cañón Jökulsárgljúfur. Aunque Selfoss siempre ha estado a la sombra de Dettifoss, es una gran construcción de la naturaleza e igualmente agradable de visitar. La altura es de solo 10 metros, pero es más ancha que Dettifoss.  Ambas cascadas comparten el mismo parking, tanto en el lado este como en el lado oeste. Ahora os preguntaréis...

Este, oeste... ¿Por qué lado entro para ver las cascadas?

Eso, como todo en la vida, depende de gustos. Para entrar por el lado este de las cascadas deberás coger el cruce por la carretera 864 y, para entrar por el lado oeste, deberás coger el cruce por la carretera 862 unos 10 Kms más adelante viniendo desde Eglisstadir por la Ring Road.

  Nosotros, como os he contado, entramos por la 862, es decir, por el lado oeste de las cascadas. Últimamente, he podido leer que la carretera 864 ha sido arreglada y está mejor comunicada... No lo sé. Aunque la carretera del lado oeste (862) es un poco más antigua, yo creo que tiene mejores vistas aunque, según dicen las guías de turismo, el vapor de agua que se desprende de la cascadas molesta más desde este lado.  

  Si entras por la 864, tras visitar Selfoss y Dettifoss, puedes llegar hasta la cascada de Hafragilsfoss. Nosotros, no llegamos a verla pero, según he leído, vale mucho la pena. Además desde allí debe haber unas preciosas vistas del cañón Jökulsárgljúfur.

  Continuo con el viaje...

  Enseguida llegué al coche y salimos del parking. En el libro de ruta tenía marcada una parada intermedia entre las cascadas y el cañón de Asbyrgi. Era un punto de tierras rojizas, dispuestas en suaves colinas con cráteres y algo de vegetación. Ese paraje se llama Raudholar. Está a unos 22 Kms de Dettifoss, pero, no encontramos la entrada, así que continuamos hacia el cañón. Se estaba haciendo tarde para comer. Además, según el libro de ruta y lo que podíamos ver en Google Maps, por aquella zona no había ningún restaurante o similar. Decidimos parar en una pequeña explanada y hacernos un bocadillo con lo que llevábamos nosotros. Bueno, mejor o peor, salimos del apuro y recuperamos fuerzas. Luego, seguimos adelante con dirección a Asbyrgi. La sorpresa fue que, en el cruce que nos desviaba para ir al fondo del cañón, había un enorme establecimiento donde daban comidas. Decidimos parar a tomar un café. El tipo, un hombre grandote y parlanchín, nos atendió muy amable…

  Pedimos unos cafés con unas raciones de tarta de chocolate y vimos a una pareja que, en la mesa de al lado, se estaban comiendo unas hamburguesas que parecían hechas para el Libro Guiness… ¡! Joder, que envidia ¡! De haberlo sabido hubiésemos parado a comer ahí… Además, tiene una pequeña tienda de comestibles y aprovechamos para reponer lo que necesitábamos para nuestra despensa… Bueno, el café y el postre nos sentaron muy bien y tras un rato de sobremesa, a eso de las 16:15 horas, pusimos rumbo al cañón.

  El cañón de Ásbyrgi es un circo grandioso, con unas paredes enormes y una de esas leyendas islandesas a sus espaldas, pero… casi no vale la pena desviarse hasta allí.  Aunque geologicamente debe ser un tesoro y una fuente de información inagotable, lo cierto es que fue una de las cosas menos vistosas del viaje. Hay dos historias que explican la formación de Ásbyrgi. Una es la versión geológica y la otra se recrea en los dioses de la mitología nórdica.

  Los geólogos estiman que el cañón de Ásbyrgi comenzó a formarse hace unos 8/10 millones de años, justo después de la última Edad de Hielo, luego de una catastrófica inundación glacial del río Jökulsá á Fjöllum. Esta inundación probablemente ocurrió debido a una erupción volcánica debajo del casquete helado del glaciar Vatnajökull. Más tarde, hace solo 3.000 años, este proceso se repitió, esculpiendo aún más el desfiladero que conocemos hoy. Ese desfiladero, que se halla ocupado por un denso bosque de sauces y abedules (la vegetación más común en la isla), tiene forma de herradura, lo que dio pie, como no podía ser de otra manera en la cultura islandesa, a una increíble leyenda.

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… Que una mañana en que la tierra se abría bajo el glaciar, Odín, bajó del Valhala montando su corcel de ocho patas llamado Sleipnir. El animal, para tomar impulso, colocó una de sus patas en Ásbyrgi, dejando así una profunda huella en la tierra que quedaría marcada para siempre.

* Las ocho patas de Sleipnir simbolizan los ocho vientos que soplan desde sus respectivos puntos cardinales.

N – NNE – E – SSE – S – SSO – O - NNO

  La ruta de senderismo más popular en Ásbyrgi es la que conduce al estanque Botnstjörn. Para ello, solo tienes que conducir hasta el aparcamiento que hay pasado el Centro de Visitantes y caminar por unos senderos marcados que te llevan al precioso estanque pasando a través de un frondoso parche boscoso.

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Distintas tomas del cañón de Ásbyrgi.

  Las aguas del estanque poseen varias tonalidades azules y verdes, y lucen hermosas, sobre todo en los días de sol. En el estanque y a su alrededor encontrarás fulmares – un ave parecida a la gaviota que parece haberse quedado atrapada aquí, lejos del mar – y algunos tipos de ánades. Hay distintos miradores a la laguna, encontrándose uno de ellos en altura. Desde él se puede apreciar mejor el bosque y la forma de herradura del cañón.

  Desde finales de primavera, durante todo el verano y principios de otoño, Ásbyrgi es fácilmente accesible, los senderos están bien mantenidos y, aunque puede llover, las condiciones no son tan desafiantes como en invierno.

Las verdosas y cristalinas aguas del cañón.
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  Bueno, tras esto, pusimos rumbo a Húsavik. La intención era parar a ver un poco la ciudad y luego ir a la localidad de Laxamyri donde pasaríamos la noche. Húsavik distaba unos 60 Kms desde el cañón, por lo tanto, tardaríamos algo menos de una hora.

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Paisajes camino de Húsavik.

  Húsavik es un pueblo situado en el Mar de Groenlandia, en la bahía Skjálfandi, al norte de Islandia, a unos 90 kilómetros de Akureyri. Es un lugar muy apreciado porque está a tan sólo unos kilómetros del Círculo Polar Ártico, por lo que, en verano - desde mediados de junio a mediados de julio - se puede observar el fenómeno del sol de medianoche.

  Su población vive principalmente del turismo y de la pesca así como del comercio y la industria a pequeña escala. La ciudad tiene una maravillosa iglesia de madera inaugurada en 1907 con una torre que mide 26 m de altura. Además, en el centro hay algunas casas históricas como el edificio Formannshús construido en 1898.

  Húsavik cuenta con un hotel, hostales, restaurantes, hospital, farmacia, varias tiendas, biblioteca, piscina pública, campo de deportes, campo de golf, camping, una gasolinera y un taller de reparaciones. Varias empresas organizan excursiones para observar ballenas. Pero en general, aunque ninguna agencia puede garantizar a 100% el avistamiento de ballenas, los porcentajes son altos y la mayoría de la gente vuelve entusiasmada. Algunas empresas hasta les ofrecen un segundo viaje gratis si no han avistado ninguna ballena. Las excursiones pueden durar de 1 a 4 horas, pero hay que contar bastante tiempo entre la ida y la vuelta. Cuestan en torno a 45-60 euros. De hecho, esta población, se ha convertido en pocos años en la capital europea de la observación de ballenas.

  Una de las zonas con más ambiente de Húsavik es el puerto. Allí puede encontrar animados restaurantes con vistas al mar. Muchos de ellos están especializados en bacalao y en sopas de pescado.

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Húsavíkurkikja, la iglesia de Húsavik de 1907.
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Panorámica de  Húsavik.

  Paramos en Húsavik para estirar las piernas y ver un poco la ciudad. Sinceramente, me decepcionó un poco. Encontramos una ciudad casi desierta. Tan solo en el puerto se notaba algo de actividad por las excursiones para ver ballenas. A mí, sinceramente me hubiese gustado salir en una de ellas, pero, en esta ocasión, no se daban las condiciones idóneas. Otra vez será…

  Eran las 18:30 horas y no vimos a nadie por la calle. Tan sólo, cuando regresábamos al coche, después del paseo, nos encontramos con el cura del lugar. Tras vernos dubitativos mirando una de las casas de madera de la localidad, muy amablemente, nos preguntó si necesitábamos ayuda. Tras decirle que solo era curiosidad se despidió cordialmente.

  Como en el resto de las localidades que vimos – quitando igual la capital – no encontramos ninguna actividad de ocio. Por lo visto, deben llevar una vida muy austera. Sí, es verdad que el sueldo de un camarero es de unos 3.000 €/mes, pero, la vida también es muy cara según nos dijo un camarero portugués muy amable, en un establecimiento donde paramos a comer. Tras fotografiar la iglesia y hacer una vista general de la ciudad, decidimos poner rumbo al punto final de la jornada, Laxamyri, donde nos esperaba el alojamiento para esa noche.

  Es un lugar apartado de la ciudad, concretamente está a 9 Kms de Húsavik, en una zona de caseríos diseminados a lo largo del fiordo. Yo, un poco ingenuo, tenía la esperanza, bueno, mejor dicho, la ilusión de que, si fuésemos a ver alguna aurora boreal, sería esta noche, apartados de la contaminación lumínica y al norte de la isla… 

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Las cabañas de Laxhús fueron un verdadero éxito. Un lugar maravilloso para desconectar.

  Llegamos a Laxhús, ese era el nombre que teníamos que buscar en el mapa. Cuando mis compañeros vieron el lugar pusieron unas caras de susto impresionantes. A decir verdad, a primera vista, las cabañas parecen más unos barracones de obra que otra cosa. Yo había visto las fotos del interior al hacer la reserva y sabía que, por dentro, eran otra cosa completamente distinta.

.- ¿ Este es el sitio ? – comentó Jesús al ver las cabañas.

.- Sí, este es. – le dije yo.

 

  Rosa también dudaba de las apariencias e Isabel estaba alucinando… Luego, cuando al dar la vuelta para entrar, vieron la terraza, la amplitud, la luminosidad y todas las comodidades que teníamos, el semblante de tod@s cambió radicalmente…

.- ¡! Este sitio está genial ¡! – dijeron todos.

 

  Además, el paisaje, con vistas al fiordo y a la puesta de sol, acabó de enamorarnos a todos. Se respiraba paz y tranquilidad.

Las cabañas de Laxhús fueron un verdadero éxito. Un lugar maravilloso para desconectar.
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  En la cabaña, lo único que se echaba en falta era una cocina eléctrica. Un cartel en la zona de cocina ponía que, por motivos de seguridad, no se instalaban los fuegos eléctricos. Cenamos unos huevos hechos al micro-ondas. Yo nunca los había comido así y, sinceramente, estaban buenos. Además, un poco de ensalada completó el menú. Luego, tras una ducha mientras descargaba las fotos, nos fuimos a descansar.

  Me desperté a eso de la 01:00 de la madrugada ilusionado como un niño la noche de Reyes.... Me asomé a la ventana con la esperanza de ver una aurora boreal... 

  Pero, todavía había luz en el horizonte. Esa fue la sentencia y el adiós a cualquier idea de ver las luces de norte... Hice una fotografía para inmortalizar el momento y me volví a la cama.

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Aunque no os lo creáis, esta fotografía está hecha a las 00:30 horas de la madrugada.
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… Que, en lo más alto de una de las grandes montañas de Islandia, vive un viejo gigante de profesión herrero. El gigante trabaja sin descanso forjando las armas que utilizarán los guerreros en su lucha con los Dioses al final de los tiempos y cuando aviva su forja, con su fuelle mágico, el destello del metal candente ilumina los cielos provocando las luces del norte.

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Húsavik - Akureyri

Dormimos muy a gusto en las cabañas de Laxamiry. La verdad es que fue otro gran acierto en los alojamientos. Comodidad, tranquilidad, un remanso de paz increíble. Yo me levanté con las pilas cargadas a tope. Jesús había volado el

dron la tarde anterior por toda la ensenada (tengo ganas de ver su trabajo, estará haciendo cosas fantásticas desde las alturas). Yo, la noche anterior, le había pedido a Isabel las llaves del coche para que así, esta maravillosa mañana, poder ir a dar una vuelta hasta la desembocadura del río. Y así lo hice, me levanté a las 06:00 y, tras asearme un poco, salí cargado con mi inseparable 

mochila. Llegué hasta la desembocadura del río, al paraje llamado Aedarfossar. Allí, un pequeño salto de agua, terminaba en una especie de marisma que se unía al Mar de Groenlandia, frente al Círculo Polar Ártico. En realidad, estábamos a 58 Kms de distancia de esa línea imaginaria que marca un paralelo de la Tierra, cuya latitud actual es igual a 66°33′43″ N.

  Pues bien, allí estaba yo a las 06:30 de la mañana, rodeado de gaviotas que anidan en las paredes de un pequeño acantilado que se forma en ese salto de agua. Estuve un buen rato, gozando de una naturaleza limpia y pura. Disfrutar del silencio, que sólo se rompía por el murmullo de las aguas y el trinar de las aves, fue una gran recompensa al madrugón de la mañana. Luego, cuando me sentí pleno y contento con las fotos, volví a la cabaña para desayunar y preparar la marcha.

¡! Esto era un no parar ¡!

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El salto llamado Aedarfossar en Laxamýri.
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Patos, garzas y gaviotas, habitan en la zona de Aedarfossar.
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  Miré la página del tiempo. La mañana, que había amanecido radiante, se iba a tornar bastante más inestable según avanzasen las horas y la previsión para la zona del lago Myvatn era de aguaceros a partir de las 11:00 horas. ¡! Que lata ¡!

  Llegué a la cabaña y empecé a preparar el desayuno. Rosa se estaba levantando entonces. Eran alrededor de las 07:30 horas. Desayunamos tranquilamente y de lujo. Unos kiwis y café recién hecho acompañado de tostadas con mantequilla y mermelada. Luego, una ducha y, tras dejar todo recogido, nos reunimos en el coche para continuar con la aventura un día más.

El Toyota SAV 4.
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En la zona de Laxamýri era zona de muchos caballos.
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Camino del lago Myvatn.

  Arrancamos sobre las 08:45. Desde el alojamiento hasta el lago hay 48 Kms de distancia, casi los mismos que al Círculo Polar Ártico…  Nada más salir, debíamos coger un cruce a la izquierda por la carretera 87. Esa nos llevaría directos al lago en apenas 45 minutos.

  En el libro de ruta teníamos marcado subir al volcán Krafla, luego bajar por Hverir para ver las fumarolas y posteriormente empezar a rodear el lago… Pues bien, cuando llegamos a Hverir, antes de subir hacia el cráter, paramos a hacer unas fotos. El colorido era algo de otro planeta. Empezó a lloviznar. Todavía podíamos movernos sin problemas, tan sólo el incordio de limpiar las lentes cada dos por tres… Fue un rato emociónate. Parecía que habíamos llegado a Marte. 

Dejamos atrás la ensenada en la zona de Laxamýri.
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  Tierras de color rojizo, grandes fumarolas humeantes, pequeños cráteres con barro borboteando como si se estuviese haciendo a fuego lento… Desde luego, si te desconectasen de todo - perdiendo la noción de tu situación - y te soltasen allí mismo, te juro que pensarías que te habían trasportado a otro planeta… Toda esta zona fue una mina de azufre que estuvo operativa hasta mediados del siglo XIX. Jesús y yo disfrutamos de lo lindo. Por poner un pero, diremos que lo único un poco desagradable es el olor, pero, en ningún caso es tan exagerado como he leído en algunos sitios. Nada que no puede soportarse.

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Las fumarolas de Hverir te transportan a otro planeta. Parecía que estábamos en Marte, el planeta rojo.

  Luego, tras arrancar de aquél maravilloso mundo "extraterrestre", nos encaminamos, ahora sí, hacia Krafla, una caldera volcánica de aproximadamente 10 Kms de diámetro con una larga zona de fisuras de 90 Kms. Es decir... ¡! Estábamos transitando dentro del volcán ¡!

  La carretera, muy buena, por cierto, iba ascendiendo por tramos cortos, pero con pronunciadas rampas. Pasamos bajo el arco que forman las tuberías de la central geotérmica de Námafjall y llegamos al cráter volcánico de Víti, a una altura de 615 metros. 

  La planta del Krafla es una instalación para generar energía geotérmica ubicada dentro de esa enorme caldera. Con 33 pozos, se considera la central eléctrica más grande de Islandia y es capaz de producir 500 GWh de electricidad al año, con una capacidad instalada de 60 megavatios, produciendo una gran parte del consumo energético de la isla. El trabajo de construcción comenzó en 1974, pero debido a la actividad volcánica en el área, la construcción se retrasó. Se inauguró oficialmente a principios de 1977, pero solo pudo producir a su capacidad total de 60 megavatios después de que se instalara una segunda turbina de vapor en 1996.

  Como os he comentado, la carretera es muy buena y, arriba, hay un amplio parking gratuito. El lago verde turquesa que el cráter aloja en su interior estaba parcialmente helado. Hay un sendero que bordea por completo el cráter. Si el tiempo te lo permite puede ser curioso. Nosotros no subimos porque aquello era un auténtico barrizal. La gente resbalaba e incluso vimos alguna caída. Todos bajaban con barro hasta las rodillas…

  Víti significa infierno en islandés ya que, antiguamente, se pensaba que el infierno se encontraba bajo los volcanes. Víti y Askja, en las tierras altas, son los dos cráteres volcánicos más famosos de la isla.

 

  No paraba de llover. Arriba, igual que me pasó el día que visitamos la cascada de Svartifoss, se me volvió a empañar el gran angular, el Tamron 24/70, una putada, porque esa lente son mis pies y mis manos en cuanto a paisajes se refiere. Será cuestión de ir buscándole un repuesto…

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La planta geotérmica del volcán Krafla desde el aparcamiento del cráter Víti.
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Bajando del cráter Víti hacia el lago Myvatn.
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El cráter Víti con su lago verde turquesa parcialmente helado.

  Al bajar fuimos hacia el llamado bosque de Hofdi, un lugar poco conocido, en el que pocos viajeros reparan y por el que, según he leído, puedes pasear prácticamente en total soledad, incluso en las temporadas altas de turismo en Islandia. Este curioso bosque, que aparece de la nada en una zona totalmente volcánica, tiene su origen en una admirable iniciativa privada. Una pareja, creo que de alemanes, pasó allí las vacaciones de varios años y crearon ese curioso lugar. Paramos y salimos del coche bajo un aguacero para ver cómo era aquella zona, pero, el acceso estaba cerrado. Así que volvimos a montar en el coche y fuimos, por la carretera 848, hacia la zona de los pseudo-cráteres del lago Myvatn que, por cierto, su traducción es "el lago de las moscas".

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La zona de los pseudo-cráteres del lago Myvatn.

  La zona de los pseudo-cráteres la pasamos casi de largo, fotografiando desde el coche. ¡! Qué lástima de jornada ¡!

En ese momento, sobre las 13:00 horas, caía un auténtico diluvio. Pasamos junto al Hotel Mývatn *** y decidimos parar a comer en su restaurante. Fue una buena decisión. Necesitábamos parar, secarnos, secar los equipos y descansar, en general, de la insistente y molesta lluvia.

  Comimos bien, una hamburguesas de cordero, una ración de pollo con patatas, un fish & chips y una ensalada de la casa, acompañado de cerveza para el que quisiera.  Luego tomamos unos postres y un café que, te lo servías tú mismo de un mostrador central, pudiendo tomar todo lo que quisieras. Pagamos 17.300 isk (unos 125 €), pero las raciones eran verdaderamente hermosas.

              Sobre las 15:00 horas salimos de nuevo a la calle. Seguía lloviendo, así que decidimos poner rumbo a Godafoss, la cascada de los dioses. Teníamos 45 Kms por delante.

  El origen del nombre de la cascada de Godafoss admite varias interpretaciones. Los islandeses, como no podía ser de otra manera, se han decantado por la más impactante de ellas. Godafoss juega un papel importante en la historia de Islandia y en la de Thorgeir Thorkelsson, un jefe nórdico de elevado estatus, según cuenta el Íslendingabók *. Cuando el cristianismo llegó a Islandia dividió a la gente. Aquellos que deseaban seguir venerando a los antiguos dioses nórdicos no estaban ansiosos por ser bautizados y el país estaba al borde de una guerra civil...

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... Que en torno al año 999 o 1000 en el Alping (el parlamento islandés), se encontraron las huestes de ambos bandos - defensores del cristianismo y de los antiguos dioses -, hallándose armadas hasta los dientes.

Ambos grupos nombraron a sus propios árbitros, que finalmente acordaron dejar que Thorgeir Thorkelsson resolviera la disputa. Thorkelsson era parte del grupo que veneraba a los antiguos dioses nórdicos, pero ambas partes confiaban en él y se creía que era un hombre justo y honorable. Por lo tanto, los cristianos no tuvieron problema en que fuera un firme creyente en Thor, Odín y los otros dioses, quien resolviera la disputa.

Después de reflexionar sobre el tema durante tres días, Thorkelsson, anunció que los islandeses debían ser cristianos, pero creer en los antiguos dioses nórdicos no estaría prohibido, siempre y cuando cada uno los venerara en su propia casa. Todavía se podían celebrar los blót (festivales paganos) y comer carne de caballo. Este decreto fue de hecho muy sabio, ya que resolvió el asunto sin discriminar a ninguno de los grupos.

Después del Alping, Thorkelsson regresó a su granja en Ljosavatn, cerca de la cascada Godafoss, y sacó las figuras de sus dioses nórdicos de su templo. Luego fue al río y los arrojó a la cascada. Esto supuestamente enfureció a los dioses, por lo que, en señal de desagrado, dividieron la cascada en dos.

*Íslendingabók (del nórdico antiguo: El libro de los islandeses), es una obra escrita probablemente entre 1122 y 1133, enfocada en los primeros tiempos de la historia de Islandia. El autor es un sacerdote islandés de principios del siglo XII, llamado Ari Þorgilsson.

  Llegamos a Godafoss. Accedimos por la parte este, es decir, la primera entrada viniendo desde Akureyri. Sí, a esta cascada al igual que Dettifoss y Selfoss, se puede acceder por las dos orillas. Entrando por la carretera 844, como hicimos nosotros, se puede bajar a la misma orilla del río y, así, obtener otro punto de vista de la cascada. 

  Dejamos el Toyota en el parking y, bajo una cortina de agua, subimos andando hacia la cascada. Las mujeres se quedaron en el coche. Tuvimos suerte porque, según subíamos, el chaparrón aflojó un poco. No dejó de llover, pero lo hacía con menos intensidad. Así que, raudos, aprovechamos el momento. Después de unas cuantas fotos volvimos al coche. No hice alusión a parar en el otro lado porque, calados como estábamos, lo único que apetecía era llegar al hotel de Akureyri y ponernos ropa seca.

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La cascada de Godafoss desde el camino de acceso.
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Godafoss vista desde el río.

  Así que, desde allí mismo, iniciamos el último tramo hasta “la capital del norte”. Antes de arrancar, teníamos que decidir por que carretera entrar a Akureyri, si atravesar el túnel de pago o desviarnos por la carretera 84 y entrar por el fiordo...

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Hay dos aplicaciones para realizar el pago:

www.tunnel.is

www.veggjald.is/en/pricing

  • Cuando accedas a la aplicación deberás elegir la opción “Single Trip”.

  • Pasar por este túnel cuesta 1.500 isk (unos 11 €) por automóvil y por cada uso.

  • Si el pago se realiza fuera del tiempo permitido te cobran 1.000 isk (unos 7 €) más.

  • Si no se realiza el pago, los peajes y las multas te los cobrará la empresa de alquiler de coches cuando devuelvas el vehículo. La gestión, por parte de la empresa de alquiler, de estas incidencias puede llegar a suponerte 2.500 isk adicionales.

Así que hay dos opciones:

  • Pagar los 1.500 isk y usar el túnel.

  • Desviarte por las carreteras 84 y 83 que sólo alargan el viaje 10/15 min.

* En verano no vale la pena usar el túnel, pero, en invierno, la carretera 84 estará cerrada muy a menudo.

  • Vadlaheidargöng (con peaje)

El túnel de Vadlaheidarg une Akureyri y Godafoss. Tiene una longitud de 7 Kms y elimina la necesidad de subir por la montaña Víkurskard (325 m). Señalar que hay que tener cuidado con este túnel, ya que, es de pago desde diciembre de 2018.

Te dejo contactos para más información:

  Isabel intentó entrar a la aplicación, pero no funcionaba, bueno, no había manera de acceder, no sé si falta de cobertura, el idioma (estaba en islandés y no acertaba a cambiar), no estábamos registrados… No sé que pasaba... 

  Así que, decidimos ir por la carretera del fiordo. Arrancamos con la decisión tomada. Al cabo de un rato llegamos al cruce y giramos a la derecha. La carretera tenía muy buen firme, pero, tras unos kilómetros empezaba a ascender… Recorría el fiordo por su cara este y luego, tras un giro a la izquierda, comenzaba a descender por su cara oeste hacia la ciudad. Bueno, Isabel protestó un poco, pero, después de cruzar el fondo del fiordo por un largo puente, nos llevó hasta Akureyri como una campeona.

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Vista de Akureyri desde la carretera 83, la que entra por el fiordo de Eyjarfjördur.
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Vista de la montaña Víkurskard desde el lado oeste del fiordo.

  Eran las 16:30 cuando, con la ayuda de nuestra infalible “Txi-Txi”, llegamos al número 19 de la calle Gránufélagsgata donde se ubica el G19 Boutique Apartments. Después de toda la jornada pasada por agua, ahora, al llegar al alojamiento, paraba de llover... Que caprichosa la climatología.

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La información del apartamento de Akureyri. Un alojamiento de lo más completo.

  Había recibido tan sólo las claves de acceso de uno de los apartamentos. Descargamos en él todas las maletas y llamamos a un teléfono de información que figuraba en la puerta de entrada a la casa. Habló Isabel y, tras aclarar el error, por llamarlo de alguna manera, nos enviaron los códigos del otro apartamento y todo solucionado.

La casa donde están ubicados los apartamentos.

  Estos apartamentos están de maravilla. Radiadores en todas las estancias, TV, lavadora, secador de pelo, cafetera, horno, micro-ondas, frigorífico, fuegos eléctricos y todo tipo de cacharros para cocinar… Incluso había aceite de oliva y café.

¡! De 10 ¡!

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  Nos dimos una ducha para entrar en calor y después, tras hacer una colada y dejarla tendida, salimos los cuatro a ver un poco la ciudad y hacer algo de compra. Pensamos en acceder a la zona portuaria, pero, la hora se echaba encima y nos iban a cerrar el supermercado. Así que lo dejamos para después.

  Hicimos la compra en un súper de la cadena Nettó. Compramos un poco de carne. Hoy nos podíamos permitir el lujo de cenar unos filetes a la plancha y una buena ensalada, acompañada de una cerveza Viking. Al salir, nuevamente comenzaba a lloviznar. Decidimos regresar al apartamento.

  Rosa y yo preparamos la cena como os he comentado; filete, ensalada y algo de postre. Cenamos relajadamente, se agradecía. Mientras tanto, descargué las fotos y cargué mis baterías y las de Jesús. Finalmente, tras ver un poco la TV, para acabar de relajarnos, nos fuimos a descansar.

 

  Mañana tocaba una dura jornada de coche… Nada más y nada menos que 490 Kms hasta la península de Snaefellsnes, última escala en la isla antes de regresar a la capital.

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Akureyri - Grundarfjördur

Quería haber madrugado para ver la ciudad de Akureyri, pero las fuerzas y la motivación me faltaron esta mañana. Sinceramente no encontré nada que me atrajera en esta urbe, llamada "la capital del norte".

  Nos levantamos y desayunamos tranquilamente. Una ducha para activar el cuerpo y a recoger todo para ponernos nuevamente en carretera. Hoy era un día duro, teníamos 490 Kms por delante, así que, seguramente, repartiríamos los kilómetros entre Isabel y yo para que no fuese tan pesado, por lo menos, esa era mi idea.

  Nos reunimos a las 09:00 en la puerta. Jesús e Isabel habían salido temprano y habían dado un paseo por el muelle. Cargamos todo y nos pusimos en marcha. Estaba nublado, no hacía frío y parecía que iba a levantar…

  La primera parada que teníamos establecida en el libro de ruta era la Granja Glaumbaer. Salimos de Akureyri por la Ring Road. Teníamos por delante 95 Kms hasta la localidad de Skagafjördur, donde cogimos el desvió por la carretera 75 para hacer los últimos 8 Kms hasta la colina donde se ubica la granja. El museo abría a las 10:00 de la mañana, así que llegaríamos prácticamente a la hora de apertura.

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Tras salir del casco urbano de Akureyri, la vida rural nos volvió a mostrar preciosos paisajes camino al interior.

  Como paramos a hacer algunas fotos, llegamos al museo casi a las 11:00 horas. Finalmente, la mañana había quedado preciosa, con unos grandes nubarrones que, fotográficamente, lucen mucho. Dejamos el coche en el aparcamiento y sacamos las entradas. 6.400 isk ( unos 46 € ). Eran dos entradas de 1.500 isk ( > 67 años ) y dos de 1.700 ( de 18 a 67 años ). Es decir el precio por cada entrada era de 10 € y 12 €, respectivamente.

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Las entradas para visitar la granja se sacan en esta casa a la entrada del recinto. Allí, aparte del área de información, también hay una pequeña tienda de recuerdos.
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Byggdasafn Skagfirdinga Glaumbaer

Telf.:               +354536173

página web:      www.glaumbaer.is

email:               byggdasafn@skagafjordur.is

Distintas vistas de los edificios de la granja.

  Desde siglos atrás, - se cree que desde el s. XI -, se sabe de la existencia de una granja en la cima de esta verde colina que se asemeja más a la isla esmeralda, Irlanda, que a la propia isla vikinga. Está construida en turba, con muros hechos al estilo tradicional de piezas de césped seco, colocadas de tal forma que no dejaba filtrar apenas humedad. Todo ello ensamblado sobre vigas de madera que arrastraba hasta allí la marea. Los edificios de la granja datan de épocas diferentes. Lo más antiguo es la cocina, cuyos elementos principales datan de 1750. El más reciente, la denominada sala común, data de entre 1876 y 1879. Además podemos ver: el hall de entrada, dos cuartos de huéspedes, la despensa principal, una despensa adicional, la lechería, los almacenes, y la herrería. Este museo etnográfico, que a todos nos resultó súper interesante, muestra la forma de vida de los islandeses de hace un siglo. Se fundó en 1948 tras un decenio de trabajos de recuperación y se abrió al público en 1952.

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Panorámica de los edificios que forman el conjunto de la Granja Glaumbaer.
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La factura de los tickets de entrada.

  Accedimos al recinto y nos dejamos llevar... Íbamos entrando y saliendo de una casa a otra. A veces coincidíamos y cambiábamos impresiones. Fue un rato muy ameno y gratificante. Yo intentaba ponerme en el lugar de aquella gente. Aunque tenían de todo, la vida allí, hace un siglo, no tenía que ser muy fácil. Tan sólo asomarte a una ventana e imaginar el crudo invierno, con un metro de nieve frente a la puerta, me producía un pensamiento de admiración hacia aquellos colonos que habitaban estos lares. 

  Entra conmigo y date un paseo por las casas de la granja...

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La biblioteca y el salón principal.
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La cocina con todos sus aperos.
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La despensa.
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El taller.
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La zona de plancha y costura.
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Detalles de una habitación.
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Cuernos de animales para hacer herramientas, juegos de entretenimiento y el menaje de la época.
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El exterior de las casas de turba con sus pintorescos "ladrillos" de césped.
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Los bacalaos secando, lápidas con inscripciones, los animales pastando y el detalle de los "ladrillos" de césped seco.
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La iglesia y el cementerio de Glaumbaer y algunas tumbas de colonos que descansan bajo la mirada de Thor, Odín y compañía.

  Tras más de una hora recorriendo aquel curioso lugar, que, sinceramente vale la pena ver, volvimos a la Ring Road para poner rumbo a la siguiente visita, la famosa formación rocosa de Hvitserkur. Teníamos 85 Kms por delante hasta la localidad de Laekjamót. Antes, paramos a comer en una localidad llamada Blönduósbaer, en la misma Ring Road. Allí nos atendió un camarero portugués que nos contó lo de los sueldos que os comenté anteriormente. Comimos una ración de pasta, una sopa, una ensalada y un fish & chips. Luego tomamos un café que entraba dentro de la comida. La factura ascendió a 9.890 isk (unos 70 €). No nos quiso coger propina, dijo que allí no se estilaba eso, pero nos dio la impresión de que no se las dejan coger.

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Camino de Hvistetur el cielo volvió a tornarse plomizo y amenazador.

  Después de comer continuamos hacia nuestro siguiente destino. Al llegar a Laekjamót teníamos que girar a la derecha por la carretera 716. Resultó ser una pista de tierra. Según el mapa, 4 Kms más adelante debíamos girar a la izquierda por la 711, eso es lo que tenía anotado en el libro de ruta, pero, como la tensión se había disparado por el mal estado de la pista anterior, no me di cuenta de ese dato y seguimos bordeando el pequeño lago por el lado derecho, es decir, por la sinuosa pista 717. Sí amig@s, si vais a Hvitserkur, coged la carretera 711, la de la izquierda.

  Estábamos metidos en todo el fregado. Isabel se había enfadado un poco, pero, lo cierto es que, esa media hora larga por aquel pedregal fue bastante castigo. Pasamos bajo Borgarvirki, un montículo de 177 metros de altura de origen volcánico. ¿Qué raro, verdad?

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La fortaleza de Borgarvirki, una pared de columnas basálticas de 177 m.

  Está formado por columnas de basalto y otras rocas que sus moradores colocaron a estilo de una fortaleza en la época del asentamiento vikingo en Islandia (870-1030).

  Finalmente, llegamos a la dichosa roca sobre las 15:00 horas. Se puede aparcar a escasos metros, a unos 3 minutos andando, ya que hay un parking totalmente gratuito y señalizado. Tampoco es que sea nada del otro mundo, no es de lo más llamativo de la isla, ni mucho menos, pero, es curiosa, sin más. Lo verdaderamente bonito era el paisaje que rodea aquella singular formación de roca volcánica. Una maravillosa e impresionante playa de arena negra, con pequeñas dunas que se forman al depositarse la arena entre esa especie de juncos que crecen en la zona. 

  Hvítserkur, es un farallón basáltico en la costa este de la península de Vatnsnes, en la bahía de Hunafloi. La roca, cuenta con dos arcos en la base que le dan la apariencia de un dragón o un rinoceronte bebiendo agua. Varias especies de gaviotas y fulmares viven en Hvítserkur y su nombre, "camisa blanca" en islandés, se debe al color del guano que las aves depositan en ella. En las horas de marea baja, se puede bajar hasta la playa y verlo de cerca. Cuando llegamos nosotros, la marea estaba unos cuantos metros por encima de la roca y no bajamos.

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La playa de la bahía de Hunafloi, donde, en ocasiones, también se puede ver focas.
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Hvistetur (camisa blanca), un troll condenado a ser piedra para toda la eternidad.
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La bahía de Hunafloi.
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  Podríamos decir eso de… “Inexorable al paso del tiempo…”, pero, eso no es así. Según los expertos, Hvítserkur, esta inmóvil criatura de piedra, es lo que queda de un antiguo volcán. Con 15 metros de altura, el tiempo, el viento y el agua han convertido al promontorio basáltico en una curiosa forma que da lugar a distintas interpretaciones según la imaginación de cada uno. Pero, en la actualidad, debido a la gran erosión sufrida, la base de la estructura ha tenido que ser reforzada con hormigón para preservarla. ​

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… Que un troll, cansado del molesto ruido que producían las campanas de un monasterio local, situado en un promontorio de la bahía de Hunafloi, decidió derribarlo. Una noche, desde la playa llevó a cabo su obra, ya que, debido a su gran altura alcanzaba a tocar la cima. Pero, no se dio cuenta de que la marea estaba subiendo y, cuando el sol empezaba a levantar sobre el horizonte, se vio rodeado de agua. Torpe y asustado intentó regresar a la playa, pero, no tuvo tiempo de salir y quedó atrapado eternamente frente a la costa.

Hvistetur  desde el mirador sobre la colina.
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  Después de un rato, ya estaba todo visto y volvimos hacia atrás. Decidimos coger ahora la 711 y entonces nos dimos cuenta que esa era la carretera buena, con un asfalto en ocasiones bastante cuarteado, pero, asfalto, al fin y al cabo.

  Volvimos hasta la Ring Road y giramos a la derecha para poner rumbo a Budardalur donde veríamos el museo de Leif Eiriksson. Entre medias pasamos de largo algunas visitas anotadas; el Kolugljúfur Canyon y Eirikssadir, la casa museo de Erik “el rojo” que no habría hasta primeros de junio, pero íbamos algo retrasados de horario y bastante cansados. Además, resultó que para llegar hasta Budardalur teníamos que transitar los últimos 38 Kms por una pista de tierra. En el camino de regreso vimos más de los famosos caballos islandeses. La península Vatnsnes es conocida por tener muchos criaderos de estos caballos.

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Las nubes fueron protagonistas todo la jornada, dejando unos cielos espectaculares.
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Los caballos islandeses en una de las granjas de la península de Vatnsnes.

  Llegamos al museo de Budardalur sobre las 18:15 horas. Nos estaban esperando porque había contactado con ellos para que no cerrasen. Nosotros éramos la última visita. En realidad, se llama Vínlandssetrið Leifsbúð. Allí hablan de los viajes del explorador y navegante vikingo, Leif Eriksson, a Groenlandia y posteriormente hasta el asentamiento en Terranova, lo que él llamó Vinland. Sinceramente, las 8.000 isk (unos 15 € / persona) que pagamos, creo que es un precio excesivo para lo que exponen allí.

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A la izquierda el edificio del Museo de Budardalur.
Arriba las distintas tallas y documentos que explican los detalles de los viajes. 
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Distintos paisajes en el camino hacia la península de Snaefelsnes.

  No tuvimos que desviarnos nada de la ruta que hubiésemos seguido de no pasar por allí porque al final debíamos coger la carretera 54. Resultó que parte de esa carretera, la 54, era una pista de tierra, bien prensada, pero de tierra, hasta su intersección con la carretera 56. Recorrimos más de 50 Kms por ella y nos costó una eternidad llegar hasta Grundarfjördur, la población donde pasaríamos las dos últimas noches. Antes de llegar, cruzamos una ensenada por la famosa “carretera de la espada” y atravesamos una zona de cráteres y preciosas montañas rojizas que, por supuesto, paramos a fotografiar.

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La entrada a la península de Snaefelsnes esconde entre sus montañas rincones increíbles.

  Finalmente, a eso de las 21:00 horas llegamos a Grundarfjördur, un pueblo de 876 habitantes en el fiordo de Grundar. Teníamos reserva en la Kirkjufell Guesthouse, un alojamiento que se encuentra en la entrada del pueblo, justo frente a la montaña Kirkjufell, uno de los iconos fotográficos de Islandia. También fue una suerte poder reservar aquí, es un sitio privilegiado. Cuando consulté para reservar, me encontré que sólo quedaba una de las habitaciones más económicas (bueno, sinceramente, hay que decir que tampoco se llevan tanta diferencia), pero no quería dejar pasar la oportunidad de coger este sitio, así que seleccioné para Jesús e Isabel la mejor y, a decir verdad, Isabel, después del día tan criminal que había pasado al volante, se lo merecía. Pasaríamos dos noches en este lugar y quería que estuviesen cómodos. La habitación standard, la nuestra, era bastante más pequeña y estaba en el edifico de abajo, Tenía baño privado, pero, la cocina era compartida. La verdad es que estuvimos muy bien. El alojamiento de Isabel y Jesús estaba en el edificio de arriba. Era un apartamento, amplio y completo, con una hermosa terraza que miraba de frente a la ensenada y a la Kirkjufell Mountain.

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La información y la tarjeta de visita de la Kirkjufell guesthouse de Grundarfjordur.

  Bueno, pues ya estábamos instalados; Isabel y Jesús muy contentos; Rosa y yo, encantados de verles cómodos y alegres. Luego, en nuestra habitación, cenamos una ensalada con las cosas que llevábamos todavía con nosotros; algo de lechuga, unos tomatitos cherry, atún… etc. A mí, desde luego, me supo a gloria. ¡¡Qué día más duro!! Isabel, la pobre, debía estar molida por el cansancio y la tensión de la carretera.

  Estando en la habitación, recibí un correo electrónico. El B&B Hotel ahora se llamaba Konvin Hotel. Me empecé a “rayar” un poco. Teníamos la reserva y el traslado al aeropuerto con el otro hotel y no sabía si me lo iban a respetar. Fui a hablar con Isabel y, tras llamar al hotel, acabamos aclarando todo el asunto. Sí, el hotel había cambiado de nombre, pero, todo seguía igual. Menos mal…

De paso, le pedí las llaves a Isabel y le insistí a Jesús, pero no quiso salir, me dijo que estaba molido.

 

  Luego, al bajar a nuestra habitación, le comenté a Rosa si se animaba a salir un rato, pero tampoco quiso. Yo no quería dejar escapar una de las dos noches para fotografiar la bella montaña de Kirkjufell, así que, cargué con mis cosas y me fui.

  Cogí el coche y salí a investigar un poco … Kirkjufell está a unos 3.5 Kms del casco urbano de Grundarfjördur, al lado derecho de la carretera que va hacia el oeste de la península de Sanefellsnes. A la izquierda, en la ladera de las montañas, está la cascada llamada Kirkjufellfoss.

  Kirkjufell, ’la montaña iglesia’ en islandés,  es una montaña de origen volcánico situada en Grundarfjörður (Fiordo de Grundar), en la península de Snæfellsnes, al oeste de Islandia. Los marineros daneses, que venían a menudo a esta zona en épocas anteriores, la llamaron "The Sugar Top" (La cima del azúcar). Con 463 metros de altura, Kirkjufell es uno de los lugares más bellos de la península y de toda Islandia. Su cima, está tallada en franjas horizontales y escalonadas, que se formaron por varias erupciones volcánicas en la última parte de la Edad del Hielo, cuando adquirió su forma actual. Este es uno de los mejores ejemplos de erosión glacial en la isla vikinga. Su ubicación a orillas del mar y su curiosa forma cónica, casi perfecta, han conseguido que se haya convertido en uno de los paisajes más fotografiados de Islandia.

  A los pies de Kirkjufell se encuentra Kirkjufellfoss, una pequeña cascada de 16 m de altura, pero, que resulta imprescindible para imprimirle a Kirkjufell ese encanto único y mágico.

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El Kirkjufell, en el inicio de la hora azul, desde el parking de nuestro alojamiento... Un lugar privilegiado.

  Frente a la montaña, al lado izquierdo de la carretera, hay una zona de parking de pago, pero, las máquinas no funcionaban. Yo creo que estaban instalándolas, pero estaban sin conexión a la red. Bueno, aparqué, cogí mis “trastos” y me dirigí hacia la cascada. Apenas 200 metros separan la zona de aparcamiento de la cascada.

Me acerqué como envuelto en un sueño… El sol empezaba a ser engullido tras el horizonte y, un cielo rojizo, teñía el agua de fuego. La montaña me mostraba toda su belleza. Una pareja se marchaba, un joven fotógrafo estaba recogiendo su material. Esperé un momento y me quedé solo en aquel idílico lugar.

¡¡¡Por Dios, qué belleza, qué paz!!! Estaba casi en éxtasis. Sólo el murmullo de la cascada y la presencia invisible de los elfos, me hacían compañía…

  De repente, sentí esa sensación, ese escalofrío vertical que sientes cuando las cosas bellas de este mundo te ablandan, se cuelan hasta el fondo de tu ser y los recuerdos te invaden. En décimas de segundo, la película de tu vida pasa en cinemascope por tu mente. Me acordé de mi madre, de mi padre fallecido hacía un mes, de la suerte de tener buenos amigos con los que vivir estos momentos mágicos, de mi hijo que se hace un hombrecito…

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La montaña y la cascada de Kirkjufell, una simbiosis mágica.

  Luego, cuando me recompuse, me senté a observar y, enseguida, encontré el encuadre que creí perfecto. Saqué el trípode, la Nikon D750, le calcé el Tamron 24/70 e hice las primeras pruebas… Me pellizqué…

¡¡ Hostias, no, no estaba soñando!!

  Fue uno de esos momentos que guardaré en mi memoria para siempre. Tiré unas cuantas fotos, la luz se iba… La montaña empezó a quedarse envuelta en un contra-luz que, una noche más, en un eterno juego de seducción, ocultaba sus encantos a las miradas de los pobres mortales. Era el momento de plegar velas y volver a puerto…

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El día moría tras el horizonte. Sobre el Mar de Groenlandia siempre quedaba una franja de luz... era el inicio del denominado "sol de medianoche".

  Llegué alrededor de las 00:00 horas. Rosa había conectado el Wifi y estaba entretenida con el móvil, descansando relajadamente en la cama. Me preguntó qué tal me había ido y le dije que venía alucinando. Mientras charlábamos un rato, descargué las fotos y me di una ducha. Luego, dejé todo preparado para levantarme temprano. Quería salir hacia las 05:30 horas para aprovechar las primeras luces.

 

  Encendimos la TV, pero enseguida el cansancio empezó a hacer mella y los ojos se nos cerraban instintivamente… Nos deseamos buenas noches y nos abandonamos a los sueños… Mi mente se iba al Kirkjufell y recordando el arrullo del agua de la cascada me quedé dormido.

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Grundarfjördur - Península de Snaefelnness - Grundarfjördur

Me levanté a la 05:15 horas. Otro madrugón más, pero, como se suele decir, “sarna con gusto…” Sigilosamente cogí mis “trastos” y salí de la habitación. Fui directamente hasta Kirkjufellfoss, quería coger la montaña con las primeras luces de la mañana, una mañana que, por cierto, estaba maravillosa. 

  El pueblo lucía muy hermoso bajo el color rojizo del cielo y la nieve de las montañas, reflejado todo en el lago que forma el final de la cascada. ¡¡ Era un amanecer precioso !!

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El pueblo de Seydisfjördur al amanecer desde Kirkufellfoss.
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La montaña Kirkjufell desde la zona de la antigua cárcel de Kvíabryggja.
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La cara oeste de Kirkjufell me regaló esta preciosa imagen.

  Luego, tras unas fotos al Kirkjüfell, desde el punto habitual, me dirigí hacia la entrada a la antigua prisión de Kvíabryggja. Esta carretera te da una vista de la cara oeste de la montaña no tan famosa, pero igual de bella. Allí mismo, me entretuvieron algunos reflejos en una charca que encontré. Desde allí decidí regresar. 

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Distintas vistas de "la cima del azúcar". 
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Las montañas y los lagos de Snaefelnnees daban mucho juego para componer bellas imágenes.

  Paré para hacer alguna foto del puerto y, posteriormente, entré por una pista para acercarme lo más posible hasta la cascada llamada Grundarfoss. Una alambrada cerraba el paso y un letrero advertía que aquello era una zona catalogada como “reserva del agua” y el acceso estaba restringido. Eso sí, me encontré con unas cuantas ovejas madrugadoras como yo…

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El pequeño puerto de Grundarfjördur.

  Desde allí volví a la guesthouse. Eran las 07:00 horas cuando llegué. En silencio, empecé a preparar el desayuno en una de las tres cocinas comunes del establecimiento. Preparé café, el pan para hacer unas tostadas, puse un par de kiwis en rodajas, la mantequilla y la mermelada… Mientras tanto, Rosa se levantaba…

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Las simpáticas ovejas.
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La cascada de Grundarfoss.
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La Kirkjüfell guesthouse. A la izquierda nuestro alojamiento y en el edificio del centro, en la parte de arriba el apartamento de Isabel y Jesús.

  Desayunamos tranquilamente mientras le comentaba a Rosa que estaba contento tras haber disfrutado de un amanecer inolvidable y de las fotos que me llevaba de recuerdo. Los “vecinos” empezaron a aparecer por la cocina… Terminamos el desayuno y nos preparamos para salir. Se hacía raro, hoy no teníamos que cargar con las maletas. ¡¡ Dos noches seguidas en el mismo sitio !!

  A las 08:30 nos reunimos con Isabel y Jesús. Venían contentos. Habían descansado y se les notaba relajados. Estaban súper contentos con su apartamento. Nos alegramos mucho de que disfrutasen de este idílico rincón de la isla vikinga. Hoy tocaba recorrer la península de Snaefellsnes. Era la última de intensas sesiones de fotos, porque, al día siguiente, quedaba el traslado a Reykjavik y la bien merecida jornada de relajación en la Blue Lagoon. Pero bueno, eso sería mañana…

  Estaba decidido a coger el coche, ya que, después de la jornada anterior, pensaba que Isabel estaría agobiada. Para mi sorpresa, Isabel me pidió las llaves y me dijo que conducía ella para que yo pudiese disfrutar haciendo fotos. Sinceramente…

¡¡ Gracias Isabel !!

  Arrancamos pues, hacia Kirkjufellfoss. Yo ya había estado dos veces, pero, los demás aún no la habían visto y Jesús quería tirar una tanda de fotos. Estuvimos un rato y luego, siguiendo por la carretera 54, en sentido oeste, nos encaminamos hacia la localidad de Ólafsvík.

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Distintas tomas del Kirkjüfell, la Kirkjüfellfoss y el lago que más abajo crea.
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  Fuimos parando por el camino para hacer fotos; la playa de Klausisdóttirsfjara, Seagulls Viewpoint (el mirador de las gaviotas) y llegamos hasta la iglesia de Ingjaldshóll (Ingjaldshólskirkja). Esta, al parecer, hasta el s. XIX, fue la tercera iglesia más grande de Islandia. La actual data de 1903 y se construyó sobre otra de madera que sigue guardando una enigmática historia…

Al fondo Ólafsvík.
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Saegulls view point, el mirador de las gabiotas.

  Parece ser que un navegante, procedente de Castilla, pasó allí algunos meses durante el invierno de 1477 ó 1478. El motivo de su visita era el de averiguar todo lo posible sobre los viajes de los vikingos (Leif Erikson, sobre todo) por los desconocidos mares y océanos que se extendían al oeste de Europa. Según cuentan, aquel marino tenía pensado emprender una aventura similar. Pues bien, los islandeses afirman que aquel hombre no era otro que el mismísimo Cristóbal Colón.

  En el interior de la iglesia debe haber una pintura que muestra a Cristóbal Colón hablando con un sacerdote. La iglesia está cerrada de continuo y, para verla por dentro, hay que pedir que la abran (me imagino que en el pueblo de Hellissandur), pero nosotros no lo hicimos.

Ingjaldshólskirkja, la iglesia donde estuvo Colón.
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  Continuamos la ruta y llegamos al cráter de Saxhóll. Era un paisaje alucinante. Extensos campos de lava, con formaciones rocosas retorcidas de todas las maneras imaginables, colores rojizos, un fino y delicado “mantel” de musgo, como si de seda natural se tratase y el cono volcánico, descarnado, roto en su cima y mostrando las huellas de la furia del magma vertido, a más de 1.000 ºC, desde las entrañas del planeta. ¡¡ Mágico !!

  Jesús se dispuso a volar el dron. Era un sitio especial. Yo decidí subir las escaleras a la cima. Isabel vino conmigo y Rosa se quedó abajo acompañando a Jesús. La subida se hace muy, muy cómoda, son 100 metros de altura. Isabel dio una vuelta al anillo del cráter y se fue nuevamente hacia abajo. Yo me quedé… Su interior, taponado por lava solidificada y cubierto del suave musgo islandés, no tiene mayor atractivo, pero, lo interesante es el paisaje que desde arriba se contempla. Vastos campos de lava que dan paso a imaginar las violentas explosiones que allí acaecieron. La lava se extiende muchos kilómetros a la redonda hasta la misma orilla del océano.

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El cráter de Saxhóll.
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El interior del cráter.
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El hito que hay en el cráter marca la dirección del Snaefelsssjökull.

  El cráter en sí es ya una maravilla de la naturaleza, pero, además, desde su cima, se tienen unas inmejorables vistas del volcán Snaefellsjökull, la puerta de entrada al centro de la Tierra, según Julio Verne. Como recordaréis, había un camino que comunicaba, atravesando el centro del planeta, este volcán con el Etna, en Italia. ¡¡ Qué tío, Julio Verne !!

" Desciende al cráter del Yocul de Sneffels que la sombra del Scartaris acaricia antes

de las calendas de julio, audaz viajero, y llegarás al centro de la tierra, como he llegado yo".

  Allí, en la cima, un hito de acero tiene impresos los nombres de todas las cimas visibles y… Allí estaba; el Snaefellsjökull (1.446 m). La boca de acceso al centro de la Tierra. Las nubes me impedían ver con claridad la cima del volcán. Calcé el “pata negra”, no había prisa, era un momento para disfrutar…

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El volcán Snaefellsjökull en distintas tomas con más y más zoom.

  Cuando Jesús recogió el dron bajé para reunirnos y seguir la ruta. La siguiente parada era la Vatnshellir Cave. Un tubo de lava, formado hace más de 8.000 años, que está preparado para descender a una gruta ubicada a 32 metros bajo tierra. Es una experiencia de unos 45 minutos, con guías profesionales y cuesta 3.750 isk (unos 30 €). Había leído que estaba abierto de continuo, con dos salidas diarias en temporada baja y salidas cada hora entre las 10:00 y las 18:00 en los meses de verano, pero…

¡¡ Mi gozo, en un pozo !! ¡¡ Estaba cerrado !!

  Tras esta decepción, causada por un error mío y solamente mío, seguimos adelante en nuestro periplo por Snaefellsnes. Desde la cueva había apenas dos kilómetros hasta los acantilados de Lóndragar. Este, es un paraje que nos muestra unas agujas basálticas de un antiguo cráter ya muy deteriorado. Si no lo sabes, nunca dirías que eso había sido un volcán, pero, tampoco creerías que, según los islandeses, Lóndragar, es una gran catedral para el mundo invisibles de los elfos. Recordad que son capaces de desviar el trazado de una carretera si se cree que va a causar daño a las moradas de los elfos…

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Sólo encontré un letrero diciendo que había que contratarla con antelación. Para que no os pase lo mismo os dejo una dirección web donde consultar.                   www.vatnshellir.is

Los acantilados de Lóndragar.

  Llegamos allí sobre las 11:30 horas. Al pie de la carretera 54, hay un edifico destinado a centro de información. Hay unos baños públicos y una máquina con café. Desde allí sale un sendero que te lleva a ver el faro y la costa rocosa donde la marea descarga toda su violencia en los días de temporal. En una explanada, sita entre el faro de Malarrif y las agujas basálticas, hay una pequeña tirolina. Rosa e Isabel se lanzaron por ella y fue un momento de risas. Tengo un vídeo, único, de Rosa cruzando de lado a lado, chillando y riéndose al mismo tiempo… Pero, como imaginaréis, está censurado :-(

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El faro de Malarrif.
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Las agujas de Lóndragar. Restos de un viejo volcán.
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Los acantilados de Lóndragar y el volcán Snaefellsnesjökull al fondo.
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El Snaefellsjökull nos acompañó gran parte de la jornada.

  Volviendo al tema… Hicimos unas fotos de la zona, un lugar también especial, bajo la sombra del volcán Snaefellsnesjökull que nos seguía acompañando en nuestro viaje. Desde allí buscamos con insistencia la entrada a la Stone Bridge*, en los acantilados de Arnastapi, pero “Txi-Txi” se volvió un poco loca y no nos hacía caso. Pasamos frente a la cascada de Bjarnarfoss. No encontramos ninguna señal que nos indicase el camino, así que, cuando nos dimos cuenta estábamos frente a Búdakirkja, la iglesia negra. Dejamos el coche en una zona habilitada como parking. Es gratuito.

* En realidad, no sé si esta formación a colapsado recientemente. Tengo mis dudas. No consigo aclararlo…

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La cascada de Bjarnarfoss.
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Las montañas se alzaban sobre los campos de lava. 
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Paisajes casi marcianos a lo largo de la península de Snaefellsnes.

  Búdakirkja, es una construcción de madera que tiene, a parte de una belleza inusual, una singular historia a sus espaldas. La actual iglesia luterana está construida en el mismo lugar en el que, antaño, fue levantada una capilla de césped, allá por 1703. El asentamiento de Budir, que en la Edad Media fue un próspero enclave marinero y un importante puesto comercial, fue abandonado en 1816 tras el declive en su actividad. Debido a la falta de feligreses, la antigua iglesia se derribó por orden del rey danés Christian VIII en 1819. Pero una mujer, llamada Steinunn Sveinsdottir, luchó con todas sus fuerzas para que la iglesia fuese nuevamente levantada. Finalmente, consiguió el permiso del Consejo de Sacerdotes, siempre y cuando los aldeanos la financiaran completamente y, en 1849, la nueva iglesia fue levantada. Entre 1984-1986 fue restaurada. Actualmente es monumento nacional de Islandia. Esta mujer está enterrada en el cementerio de la iglesia. En su interior, además, se guardan distintas reliquias que ella se ocupó de salvaguardar de la iglesia original: la campana de 1672, un retablo de 1750, dos candelabros de 1767, un cáliz de plata y el anillo de la puerta en el que reza la inscripción: “Esta iglesia fue construida en 1848 sin el apoyo de los padres espirituales”.

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La iglesia negra ó Búdarkirkja.

  Aparte de todo esto, la iglesia, en sí, me resultó una maravilla estética y visual. Pintada de negro, con la puerta y las ventanas de color blanco, sobre una “alfombra” de un verde césped, su pequeño cementerio adosado y rodeado de un bajo muro formado por bloques de lava… El océano a un lado y las montañas al fondo. Una auténtica postal que quedó grabada en mi memoria. Un lugar sencillo, hermoso y mágico.

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El mítico Snaefellsjökull, seguía acompañándonos en la jornada.
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Montañas de colores se iban levantando en nuestro camino a la playa de Ytrí Tunga.

  Tras pasar un buen rato en la iglesia negra, pusimos rumbo al restaurante Lysuhóll, marcado en el libro de ruta. Resultó estar cerrado ya que sólo trabajan en verano. Allí mismo, una chica muy maja, nos señaló el restaurante Langaholt como el único abierto por la zona y tras darnos las indicaciones pertinentes nos dirigimos hacia allí. No estaba lejos, unos 5 Kms.

  Cuando llegamos vimos que era restaurante, guesthouse y campo de golf. Nos daba igual, queríamos comer algo. Entramos, nos atendieron enseguida. La especialidad era sopa de pescado, así que pedimos 4 sopas y dos bandejas de verduras asadas. Con eso fue suficiente. Luego, para darnos un homenaje, pedimos dos postres de chocolate y dos skirts. Todo ascendió a 17.100 isk (unos 122 € al cambio).

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El restaurante Langaholt.
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Los platos del restaurante Langaholt.

Tras un ratito de sobre-mesa, continuamos la marcha. Desde allí nos fuimos hasta el paraje llamado Ytrí Tunga, una playa salvaje donde anidan las focas. Paramos con la incredulidad de mis compañeros de que allí podríamos ver focas. Al bajar del coche, Isabel, Jesús y Rosa fueron hacia la izquierda, buscando una zona de guijarros negros redondeados. Yo, por el contrario, tiré a la derecha… Al cabo de un buen rato nos volvimos a reunir en el coche.

.- ¿Habéis visto las focas? - les pregunté

.- ¡Qué va, aquí no hay focas! - dijo Jesús

.- Como que no… - repliqué yo enseñándoles las fotos que había sacado

.- No son gran cosa, pero, focas, las hay - confirmé.

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Las focas de Ytrí Tunga.
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Algunas aves de la zona.
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La playa de Ytrí Tunga, una curiosa mezcla de arena blanca y roca volcánica.

  Después de Ytrí Tunga, llegamos enseguida al cruce con la carretera 56. Allí giramos a la izquierda, es decir, al noroeste para volver hacia nuestro alojamiento. De camino teníamos que cruzar nuevamente por la “carretera de la espada”. Como el día anterior veníamos tan estresados y no paramos en ese punto, pues decidimos quedarnos un rato para que Jesús volase el dron, ese era uno de sus sueños antes de iniciar el viaje, así que, había que cumplirlo. Hizo varias pasadas y disfrutó como un niño. Yo aproveché e hice alguna foto de los alrededores. Luego, una vez cumplió sus expectativas, hicimos el último tramo hasta la guesthouse. No llegamos muy tarde, eran aproximadamente las 18:00 horas.

  Hice la facturación on-line para los dos vuelos de regreso y descansamos un poco. Le dije a Rosa que iba a salir a hacer las últimas fotos con Jesús. Estuvimos un rato despidiéndonos del Kirkjüfell y, posteriormente, entramos en el pueblo. No tenía mucho que ver, hicimos unas fotos a la iglesia, luego en el puerto y regresamos con las mujeres.

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Las últimas fotos en Kirkjüfellfoss.
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La iglesia de Grundarfjördur.
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La guesthouse al atardecer.
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Contra-luz del Kirkjüfell desde la puerta de la guesthouse.

  En la cocina de la guesthouse, Rosa y yo, preparamos una ensalada para cenar, además de un poco de jamón y queso que teníamos guardado en el frigorífico. Recogimos todo y acabamos de ordenar las cosas. Descargué las cientos de fotos que había hecho ese día y organicé la mochila con todo el equipo. El viaje, este maravilloso viaje por la tierra de hielo y fuego, llegaba a su fin. El día había sido muy intenso… Era la última noche tranquila antes del madrugón para regresar a casa. Había que descansar…

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Grundarfjördur - Grandavik - Keflavik

Nos levantamos sobre las 07:15 horas. El móvil marcaba 4ºC. Ese día, pensando que tendría que conducir, no salí de madrugada. Bueno, a decir verdad, también estaba cansado y me vino bien amanecer junto a mi compañera.

Preparamos un reconfortante desayuno con algo de fruta que nos quedaba, tostadas, mantequilla, mermelada y un rico café recién hecho. Nos supo a gloria. Esta guesthouse fue otro gran acierto en los alojamientos a lo largo del viaje. La verdad es que todos cumplieron con las expectativas. Tras una ducha, un último repaso a las cosas, para ver que no dejábamos nada y, a la hora establecida, las 09:30, nos reunimos con Isabel y Jesús. Isabel me dijo que conducía ella, que aprovechase haciendo fotos ese el último tramo hasta la capital.

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Nos despedimos del Kirkjüfell, la montaña iglesia.
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La carretera de la espada atraviesa la entrada al fiordo de Kolgrafarfjörður.

  Repostamos en el pueblo de Grundarfjördur y arrancamos por la carretera 54 camino a la capital. Nos separaban 225 Kms. Desde el coche hicimos unas últimas fotos a los cráteres de color rojizo que había tras cruzar la ensenada. Luego, enlazamos con la carretera 56 hasta el pueblo llamado Borgarnes. Allí enlazábamos con la Ring Road y ya no la dejaríamos hasta las mismas puertas Reykjavik.

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Al otro lado de Kolgrafarfjörður nos encontramos con las tierras rojizas y los cráteres de la zona llamada "Lava Rocks".
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Los paisajes iban cambiando de camino a la capital.
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Las últimas zonas montañosas antes de bajar hacia las tierras llanas de Reykjavik.

  Paramos a medio camino a tomar un café. Íbamos bien de tiempo. Luego, más adelante, pasamos por el túnel de Hvalfjörður. 

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El túnel de Hvalfjördur.

  Son 6 Kms que transcurren bajo el fiordo de Hvalfjörðura y que alcanza una profundidad máxima de 165 metros por debajo del nivel del mar. Fue inaugurado el 11 de julio de 1998. Acorta la distancia de Reikiavik hacia el oeste y el norte de Islandia en unos 45 km. Este túnel permite cruzar el fiordo en unos 7 minutos en lugar de la hora que se tardaba antes de su construcción. 

  Tras cruzar el túnel, al otro lado del fiordo, el terreno empezó a suavizarse y las grandes montañas iban desapareciendo. Antes de llegar a Reykjavik abandonamos la Ring Road para coger la carretera 49. Posteriormente enlazamos con la 41 y esta nos llevó hasta Keflavik.

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Al otro lado del túnel de Hvalfjördur la orografía se hacía menos montañosa.

  Finalmente llegamos al Konvin Hotel a eso de las 13:30 horas. Entramos. En recepción nos dijeron las reservas estaban en orden y confirmamos el tema del shutle para la mañana siguiente.

.- A reservation… Tomorrow, 4 people at 04:00 AM to the airport. It´s OK?

.- Yes, it´s OK … ¡¡ Buffff, que descanso !!

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La información y la tarjeta del Konvin Hotel.
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  Como os dije antes, en el transcurso del viaje, el B&B Hotel pasó a llamarse Konvin Hotel. A nosotros no nos afectó en nada y las reserva  se mantuvieron. 

  Nos asignaron las habitaciones y subimos a dejar el equipaje. 

Lo que era el B&B Hotel, ahora era Konvin Hotel.

Teníamos reserva para entrar en la Blue Lagoon a las 16:30. Así que, aprovechamos para comer en el restaurante Langbest, ubicado junto al hotel y que tenía fichado para esta ocasión. Comimos un par de ensaladas y dos hamburguesas, acompañadas de cerveza para el que quiso. En total 11.110 isk (unos 80 €). Después, pasamos nuevamente por el hotel a recoger los bañadores y demás y pusimos rumbo a los baños termales. Esta vez cogí yo el coche. Desde el hotel a Grindavík, localidad donde se ubican los baños termales, hay 20 Kms escasos.

  A la hora convenida estábamos en la entrada. Pasamos por la recepción, nos pusieron las pulseras y un pasillo más adelante se separaban las entradas de hombres y mujeres… Jesús y yo entramos a cambiarnos. Con la pulsera se abría la taquilla para dejar tus pertenencias. Luego, ya en bañador, pasabas por las duchas y salías a la zona de baño. En el acceso a la piscina nos encontramos con las mujeres y nos metimos al agua…

¡¡ Madre mía… Se estaba en la gloria !!

  Con la reserva sencilla, además de la entrada, tienes derecho a una máscara de sílice en la piscina y una consumición, que te la puedes tomar dentro del agua. Las mujeres se dieron la máscara de sílice y después estuvimos reposando al sol en una de los lugares diseñados para ello. Pagamos 9.990 isk por persona ( unos 70-75 € ), pero bueno, estábamos de vacaciones y la experiencia valió la pena.

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La entrada a la Blue Lagoon e imágenes del interior.
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  Yo estaba de un relajado impresionante, pero Jesús empezó a notar una bajada de tensión arterial. Así que, después de un buen rato salimos a tomar una consumición. Decidimos no volver a entrar. Nos fuimos a las duchas y luego nos juntamos para tomar unas cervezas en la cafetería. Estuvimos un buen rato, hasta que decidimos regresar.

  Pusimos rumbo a la agencia de alquiler para devolver el coche. Estaba todo en orden, así que, entregamos las llaves y pusimos fin al contrato con la empresa North Ligts. Uno de los empleados nos acercó en una furgoneta hasta nuestro hotel, cosa que agradecimos infinitamente. Teníamos que ordenar todo y preparar las maletas. 

Un Phanton en una de las rotondas de Keflavik.
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  Luego, descargué las fotos de la jornada e hice copia de seguridad de todo. Cenamos algo allí mismo, en la habitación. Era el punto final a la estancia en Islandia. Nos intentamos ir pronto a la cama, pero, nos dieron las 11:00. ¡¡ Mañana había que levantarse a las 03:15 !!

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Keflavik - Londres - Biarritz - Astigarraga

El despertador sonó sin piedad a las 03:15. Teníamos todo prácticamente recogido, así que, tomamos un café con los últimos coletazos de mantequilla y mermelada que nos quedaban y tras lavarnos los dientes cerramos las maletas.

Bajamos al hall para reunirnos con Jesús e Isabel a eso de las 03:50, hora que había fijado la recepcionista la tarde-noche anterior. Con nosotros venían otras dos parejas. El suttle arrancó puntual a las 04:00 horas. A las 04:20 estábamos en el aeropuerto y a las 05:00 ya habíamos facturado las maletas. Pasamos unos controles nada exhaustivos, sin tener que sacar las cámaras y demás, cosa que se agradece mucho y, posteriormente, fuimos a tomar un café.

  A las 05:45 nos dirigimos a la puerta de embarque D22. Pasamos el último control de embarque y entramos al finger. El vuelo GO800, de la compañía Play, despegó como estaba previsto a las 06:30. El Airbus A321 nos dejó en el aeropuerto de Londres (Stanted) a las 10:40 de la mañana hora de Londres. Un vuelo apacible, sin ningún contratiempo reseñable. Volamos a 11.277 pies de altura.

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La entrada al aeropuerto de Keflavik.
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Las tarjetas de embarque de los dos vuelos de regreso.

  En Londres, tras recoger el equipaje, nos dirigimos a las ventanillas de facturación. Tras facturar, nos dirigimos a pasar los controles de acceso… ¡¡ Buuuufff !! En esta ocasión, (como siempre en este aeropuerto), se cebaron con los líquidos y las cámaras de fotos. A Rosa le hicieron sacar todo por unos frasquitos de nada que se habían quedado en el neceser. A mí, como la última vez que fui con mi hijo, me quitaron la mochila con todo el equipo y la perdí de vista mientras la revisaban. Eso me fastidia mucho.

  Finalmente, pasamos a la zona de embarque y los agobios se terminaron. Volábamos con Ryanair. Tras esperar un rato no muy largo, nos acercamos a la puerta de embarque. No recuerdo cual fue, pero, sí recuerdo que nos tuvieron encerrados a un centenar de personas en el finger alrededor de media hora, sin ventilación y sin saber que pasaba… Fue súper agobiante. Finalmente, tras empezar las protestas generalizadas, abrieron el abarque y fuimos entrando al avión. El Airbus A321 despegó, con algo de retraso, a eso de las 13:20 horas y, sin ningún incidente, nos dejó en Biarritz a las 16:15.

 

  Allí, tras pasar por el control de pasaportes, al venir del Reino Unido, y recoger el equipaje, salimos al hall. Nos estaba esperando Iñaki. En apenas 40 minutos estábamos en casa. El ansiado viaje a Islandia había terminado felizmente. Ahora habría que empezar a editar y revelar las más de 10.000 fotografías que traía guardadas… Sinceramente os digo que fue un viaje apasionante y que recomiendo a cualquier aventurer@.

P.D.

Os dejo algo más de información con unas páginas web y algunos datos interesantes para organizar vuestro viaje.

¡¡ Ánimo, es una aventura inolvidable !!

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Os dejo dos enlaces tanto accesibles en formato web como app, imprescindibles a la hora de disfrutar de un road trip por Islandia.
 
* La primera es: https://www.road.is
 Es la página oficial de carreteras de Islandia. En esta web encontrarás el estado de las carreteras en vivo. Además, si conduces un 4×4, podrás comprobar si es necesario vadear algún río al conducir por las F-roads de Islandia. También podrás descargar un mapa de carreteras de Islandia actualizado.
 
* La segunda es: https://www.vedur.is
En esta podrás revisar el parte meteorológico antes de lanzarte a la carretera cada mañana, algo imprescindible, ya que el tiempo en Islandia es muy cambiante.

 * Recordad:

- Los supermercados más económicos son los de la marca BONUS.

- Respecto a las gasolineras las que mejor precio tienen, sin lugar a dudas, son las de la cadena ORKAN, unos surtidores de color fucsia muy llamativos. 

- Hay que pagar en los aparcamientos de Thingvellir, Svartifoss, Seljalandsfoss, Kirkjufell y alguno más.

- El túnel de Akureyri lo puedes evitar transitando por las carreteras 83 y 84, de lo contrario debes  pagar un peaje.

Islandia, la tierra de hielo y fuego.

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© F. J. Preciado  2022

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