"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"
Julio de 2021
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Grecia
Cuna de la cultura de occidente
La Acrópolis de Atenas desde el Templo de Hefestión en el ágora romana.
Otro año duro y difícil de llevar, con cierres perimetrales y restricciones en todos los países por la maldita pandemia. Empezó la vacunación y con ella llegó la esperanza de la ansiada normalidad.
Ante la cantidad de contratiempos que encontrábamos para preparar el deseado viaje a Islandia con nuestros amigos, me animé y organicé una escapada a tierras helenas con mi hijo. En un principio había pensado en Alemania, pero, las duras condiciones que, todavía en junio, existían en algunos de los landers, me hizo tomar esta decisión. Grecia fue, junto con Malta, Italia, Chipre y España, uno de los países que antes y con más facilidad abrieron sus fronteras al turismo.
Un viaje al pasado, visitando las localizaciones de lugares mágicos del mundo antiguo, como el Oráculo de Delfos, la sede de los primeros JJ.OO. en Olympia o la fortaleza templaria de Rodas, pasando por las guerras del Peloponeso entre hermanos griegos y las guerras Médicas donde los persas claudicaron ante las tropas helenas...
Un viaje a la cuna de la democracia, a los orígenes de la cultura occidental, en definitiva... Un emocionante viaje lleno de historias dentro de la propia Historia
Aunque lo hago con mucha ilusión, siempre es una ardua tarea preparar un viaje de tantos días. Hay que atar todos los cavos, pero, en esta situación, era todavía más exigente. A pesar de que se iban levantando restricciones para poder viajar, había que cumplir unos requisitos indispensables que cada país marcaba. Grecia, pedía el certificado de vacunación con al menos 14 días desde la segunda dosis de la vacuna o una PCR negativa hecha no antes de 72 horas de la entrada al país. Además, había que rellenar un formulario on-line, enviarlo al gobierno griego y este te mandaba un código QR indispensable para poder embarcar rumbo a tierras helenas.
Lunes 05 de julio... Comenzaba la cuenta atrás. Nervios porque no me llegaba la confirmación para entrar al país...
Por fin, esa tarde, sobre las 19:00 horas, llegó el dichoso QR del gobierno griego.
Ya estaba todo en regla... Mañana partiríamos hacia Grecia...
El indispensable código QR del gobierno griego.
Sinceramente, eso, el papeleo, fue lo más latoso de este viaje. Mucha tensión y mucha atención para cumplir con todos lo requisitos, había que llevar los deberes bien hechos para evitar sorpresas desagradables.
Mapa del recorrido del viaje por Grecia.
* Itinerario del viaje:
> día 06/07: Donostia-Barcelona-Atenas-Rodas (vuelos)
> día 07/07: Rodas
> día 08/07: Rodas
> día 09/07: Rodas-Atenas (vuelo)
> día 10/07: Atenas
> día 11/07: Atenas
> día 12/07: Atenas-Corinto-Micenas-Esparta (coche)
> día 13/07: Esparta-Olympia-Thermo (coche)
> día 14/07: Thermo-Kalambaka/Templos de Meteora (coche)
> día 15/07: Kalambaka-Tesalónica (coche)
> día 16/07: Tesalónica
> día 17/07: Tesalónica-Delfos (coche)
> día 18/07: Delfos-Port Rafti (coche)
> día 19/07: Port Rafti-Atenas (coche) + Atenas-Barcelona (vuelo)
> día 20/07: Barcelona-Donostia (vuelo)
Otro país, otra cultura, 6 vuelos más para añadir a la lista, otro ciudad con metro, 3.000 Kms en coche por la cuna de la civilización occidental y acompañado de mi hijo... ¡¡ Qué más podía pedir !!
Donostia - Barcelona - Atenas - Rodas
Habíamos quedado con Rosa a las 06:45 en su garaje para ir hasta el aeropuerto de San Sebastián desde donde partía el vuelo VY2487 con destino a Barcelona. La mañana era gris y húmeda con un fino txiri-miri que recordaba aquel de
hace unos cuantos años, cuando lo del cambio climático era, todavía, un pensamiento de algunos a los que llamaban locos, exagerados y fatalistas... Rosa nos dejó en la entrada y se marchó ya que, por motivos del COVID, no se podía acceder a la terminal sin tarjeta de embarque. El vuelo estaba previsto para las 08:20 horas.
El avión, un Airbus A319, estaba preparado con mucha antelación, pero, recuerdo que la organización fue bastante caótica. Teníamos embarque prioritario ya que necesitábamos subir el equipaje a bordo porque, al llegar a Barcelona, tan solo disponíamos de 50 minutos para coger el vuelo a Atenas. Como casi siempre, despegamos con 10 minutos de retraso pero llegamos a la ciudad condal a la hora prevista.
Salimos al hall por la puerta B28 y el vuelo VY8100 embarcaba por la B33 así que, en 5 minutos todo solucionado.
Iosu frente al Airbus A319 de Vueling que nos llevó a Barcelona.
En la puerta, con incredulidad, vimos como la pareja que estaba delante de nosotros se quedaba en tierra por no tener el código QR del gobierno griego. Llegó nuestro turno, nos pidieron la documentación; tarjetas de embarque, DNI, certificado de vacunación o prueba PCR en el caso del crío... ¡¡ Todo en regla !! Así que, embarcamos con mucho tiempo de antelación en un Airbus A321 de la compañía Vueling.
Las tarjetas de embarque de los vuelos de ida.
La costa de Grecia desde el avión.
Hasta las 18:45 no despegaba el vuelo a Rodas y aprovechamos para comer un bocadillo. Luego, tras un rato de pausa, nos dirigimos a la ventanilla de Olympic Airlines que era la compañía que fletaba nuestro avión en asociación con Aegean Airlines. El aeropuerto de Atenas es pequeño y es fácil moverse. Además, todo el mundo habla inglés.
El vuelo transcurrió sin ninguna complicación y, a las 14:20 horas, aterrizamos en Atenas tras haber cruzado todo el Mediterráneo. Pasamos el punto de control de pasaportes sin ningún problema, aunque vimos que, aleatoriamente, hacían controles de temperatura y test PCR.
El Airbus A320neo que nos llevó a Rodas.
El Airbus A320neo, despegó con algo de retraso, pero, llegó a Rodas puntual tras una hora de vuelo. El aeropuerto internacional Rodas-Diágoras es similar, en tamaño, al de Biarritz. Salimos, nos dirigimos a las ventanillas de alquiler de coches. Tenía contratado uno con Holiday Autos, que es una empresa que gestiona varios proveedores. Como en otras ocasiones, aunque contrates el seguro a
Por lo demás, todo estaba en orden así que fue como coser y cantar. Nos asignaron un Nissan Micra con el depósito a medias. Pusimos en el móvil el GPS de Google con la dirección del hotel y el aparato nos fue guiando. En algo más de media hora estábamos aparcados junto al hotel.
todo riesgo, la compañía local te acaba cobrando "su seguro", así que, nunca más alquilaré un coche on-line con ese tipo de póliza.
La tarjeta y la reserva del hotel de Rodas.
Teníamos reserva en el Hotel Parthenon Rhodos City. La chavala de la recepción nos atendió muy bien y a las 21:00 estábamos en la habitación 406. Una ducha y a descansar un poco. Bajé a comprar algo para cenar a una tienda sita justo bajo el hotel. No había mucha cosa pero compré unos bollos con jamón y queso, bebida y cosas para desayunar como galletas y zumo de naranja. Luego cenamos en el balconcito de la habitación y posteriormente nos dispusimos a ver el partido de fútbol de la Eurocopa´20, la semifinal entre Italia y España. La "roja", tras empatar en el tiempo reglamentario, perdió en los penaltis y quedó fuera de la final. Mi hijo, enfadado y decepcionado tras la derrota y, sobre todo, cansado del viaje, se quedó dormido enseguida y yo, tras recoger todo un poco, seguí sus pasos. Ciertamente estaba molido por la tensión del viaje, pero, ya estábamos en Grecia y ahora tocaba disfrutar.
Rodas
Me levanté sobre las 07:30. Había descansado bastante bien. Tenía muchas ganas de comenzar a recorrer la isla. Preparé el desayuno en la mesita del balcón y llamé a mi hijo. Iosu estaba un poco perezoso, pero, tras espabilarse con
el desayuno, arrancó con ganas. El aire era fresco e invitaba a ponerse en marcha, así que, cogimos las mochilas y partimos hacia la ciudadela, la antigua fortaleza templaria.
La ciudad de Rodas se distribuye en dos zonas ampliamente diferenciadas; por un lado la ciudad nueva, que incluye toda el área comercial y, por otro lado, la llamada Rodhos Old Town, la ciudad antigua, que abarca el puerto viejo y la zona sita dentro de las murallas.
Plano en mano, nos dirigimos a la entrada por la Puerta de D´Amboise. Era la más cercana llegando desde nuestro hotel y una de las más concurridas al estar junto al nudo de calles que van al centro de la urbe. Según nos acercábamos, la majestuosidad de aquel recinto, nos iba impresionando...
Una primera línea defensiva daba paso a un ancho foso antes de encontrarnos con los muros de la fortaleza. La zona suroeste es la que tiene la zona de foso, mientras que, la parte noreste, como tiene la defensa del mar, evita ese espacio entre muralla exterior y muros interiores.
Desayuno en el balcón.
La fortaleza de Rodas con el Castillo del Gran Maestre al fondo.
Acceso por la Puerta D´Amboise.
Cuenta la leyenda:
… que los hijos de Talasa y Ponto -antiguo rey del mar en la era preolímpica- llamados Telquines*, habitaban en una isla. Según la tradición, ellos, los Telquines y Cefira, la hija del Océano, criaron a Poseidón, hijo de Crono y Rea, hermano de Zeus. Cuando se hizo mayor, Poseidón, se enamoró de Halia, hermana de los Telquines, y tuvieron seis hijos varones y una niña a la que llamaron Rodo quien, posteriormente, dio nombre a la isla.
*En la mitología griega, los Telquines (en griego: Τελχίνες, ‘difamador’) eran nueve hermanos, mitad marinos, mitad terrestres, con cabeza de perro, la parte inferior del cuerpo en forma de cola de pez o de serpiente y los dedos de las manos palmeados. Eran conocidos como niños-peces.
Rodas o Rhodos, como le llaman los griegos, se sitúa frente a la costa turca, de la que la separa un canal de 15 Kms de anchura. Sin embargo, la distancia que la separa de Atenas es de 490 Kms.
Una cadena montañosa discontinua atraviesa la isla en dirección Norte-Sur. El monte Ataviros (1.215 m) es el pico más alto, situado en la vertiente occidental. Rodas no tiene cursos de agua importantes, sino más bien torrentes que están en su mayor parte secos durante el verano. La población total de la isla en el año 2019 era de 130.220 habitantes y la de la capital se situaba alrededor de 50.000. Es conocida como "la isla del sol", ya que, cuenta la leyenda, que el mismísimo Helios (dios del sol de los griegos) la eligió como su morada terrenal. Su nombre primitivo fue Ofiusa.
Un poco de historia:
En la historia de Rodas juega un papel definitivo su ubicación: punto de encuentro entre las rutas de oriente y occidente, entre el mar Mediterráneo y el Mar Egeo; de camino a Egipto, a Tierra Santa, a Grecia, a Chipre. Lugar que hospedó una de las siete maravillas de la antigüedad, el Coloso de Rodas. Un lugar de encuentro entre distintas civilizaciones que han dejado muchas huellas de su paso por la isla. Se encuentran en su arte, en sus yacimientos arqueológicos, en su arquitectura, en su gastronomía.
Desde la civilización minoica, a la Grecia clásica, Roma, los Cruzados, Bizancio, los Francos y los Otomanos, todos han dejado huellas imborrables de su paso y un recuerdo vivo de nuestra historia que, todavía hoy, permanece absolutamente visible. Sus inicios se mezclan con la mitología y la llegada de la civilización minoica. Con el paso de los siglos, son los dorios los que dejaron en herencia la Acrópolis de Ialyssos, el recinto arqueológico de Kamiros y los primeros restos de Lindos, que fueron importantes centros de cultura y arte de su tiempo. Fiera y leal aliada de la antigua polis de Atenas, su esplendor renació en la época helenística tras Alejandro Magno. Posteriormente, con la entrada de Roma en Grecia, quedó convertida en provincia romana. En la Edad media perteneció a Bizancio. Su situación geográfica juega un papel importante en los tiempos de las Cruzadas, especialmente con la llegada de los Caballeros de la Orden de San Juan tras su expulsión de Tierra Santa. En aquellos momentos se encontraba bajo bandera genovesa. Con la Orden de San Juan, la ciudad medieval de Rodas creció en belleza y grandeza. Una isla inexpugnable a pesar de los muchos intentos de invasiones que sufrió durante dos siglos, hasta que sucumbió al larguísimo asedio que la sometió Solimán el Magnífico en 1522 quien la conquistó definitivamente. Perteneció al imperio otomano hasta el 1912, fecha de entrada de los italianos. Por fin, en 1948 se convirtió en una de las más afamadas y bellas islas de Grecia.
Plinio el Viejo describía así al "Coloso de Rodas":
Pero, de todos, el más admirado era el Coloso del Sol, en Rodas, hecho por Cares de Lindos. Esta estatua medía 70 codos (32,41 metros) de altura. Después de 66 años un terremoto la postró, pero, incluso yacente era un milagro. Pocos podían abarcar el pulgar con los brazos, sus dedos eran más grandes que la mayoría de las estatuas que tenían marfil. El vacío de sus miembros rotos se asemejaba a grandes cavernas. En el interior se veían magnas rocas, con cuyo peso habían estabilizado su constitución. Doce años tardaron en terminarla y costó 300 talentos, que se consiguieron de las máquinas de guerra abandonadas por el rey Demetrio en el asedio de Rodas.
Plinio el Viejo, Historia natural (34.18.3)
La vieja ciudad de Paleá Pulido constituye un conjunto civil y militar medieval dispuesto al rededor del puerto. Además de la defensa exterior, otra defensa dividía la ciudad en dos partes. Al sur, la parte más ancha, vivían los griegos, los hebreos y más tarde los turcos. Al norte estaba el Castillo, lugar de residencia de los Caballeros de la Orden de San Juan. Esta ciudad medieval es la más grande habitada de Europa ( 6.000 habitantes ). En 1988 fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
Tras este repaso a la historia sigo con mi relato...
Al cruzar el puente y entrar por la Puerta D´Amboise, fue como entrar en otra época. Era temprano y no había mucha gente. El sol iba tiñendo de púrpura los adoquines de las calles y los muros de la fortaleza. El trino de los pájaros y el eco de nuestras pisadas eran los únicos sonidos que nos acompañaban...
Pero pronto se rompió la magia. Las primeras motos y algún que otro coche invadieron nuestro paseo por la Edad Media, sacándonos de la ensoñación. Nos encaminamos al Palacio del Gran Maestre. Allí, en la entrada, una gran plaza nos recibía.
El Palacio del Gran Maestre de los Caballeros de San Juan de Jerusalén.
Había leído en Internet que los chavales menores de 16 años y residentes en los países del espacio Schengen, tenían entrada gratuita a todos los monumentos de Grecia. Así que al llegar le dije:
- Kalimera... This is my son. He is fourteen years old.
- Kalimera, show me his passport, please... Perfect, it´s OK.
Así que, me dio mi entrada ( 8 € ) y un ticket de coste 0 € para el crío y con eso entramos para hacer el recorrido. Con ese ticket teníamos acceso al palacio y al museo sito en la planta baja. Subimos unas anchas escaleras y empezamos a recorrer los pasillos hacia la derecha. Amplios salones nos iban desvelando los "secretos" de aquel espectacular recinto... Lo más espectacular, sin duda alguna, eran los mosaicos que adornaban la mayoría de los suelos.
El folleto informativo y la entrada al Palacio del Gran Maestre.
A la izquierda las escaleras de acceso... Luego fuimos encontrando infinidad de obras de arte.
Los mosaicos de los suelos eran espectaculares. Todavía hoy, están excavando algunas zonas del palacio.
Un salón con una bancada de madera que parecía cerezo, tallada con un fino trabajo, llamó mucho mi atención.
La visita fue muy agradable. Recorrer todas esas estancias, viendo cada detalle, fue gratificante. Entre sus viejos muros aún parecía rebotar el eco de trascendentales conversaciones de estado... Pactos entre Caballeros de San Juan y tropas otomanas, juramentos de fidelidad, traiciones, amores e infidelidades... Cerrando los ojos, podías imaginar aquella época de la historia...
El palacio fue construido en el siglo XIV por los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, que ocuparon la ciudad de Rodas desde 1309 hasta 1522. Fue levantado sobre parte del Templo del Sol que allí se situaba y fue destruido por una explosión de municiones en 1856.
Otro de los mosaicos del palacio.
Después, fue ocupado por las tropas otomanas. Más tarde, cuando el Reino de Italia ocupó Rodas, en 1912, los italianos reconstruyeron el palacio en un grandioso estilo pseudo-medieval como residencia de vacaciones de Víctor Manuel III de Italia. Durante el asedio de 1522 sufrió muy pocos daños. En 1948, Rodas y el resto de las islas del Dodecaneso fueron transferidas, como se había acordado previamente, tras el Tratado de Paz con Italia (10 de febrero de 1947) al entonces Reino de Grecia. Los griegos convirtieron el palacio en un museo.
El patio central del palacio.
La salida hacia la ciudadela para acceder a la calle de los Caballeros.
Tras pasar por el museo, sito en una esquina de la planta baja, nos dirigimos, por la Calle de los Caballeros, hacia la Mezquita de Solimán (s. XVI). Es la mezquita más importante de Rodas, fundada en 1522 sobre la iglesia bizantina de los Santos Apóstoles, tras la victoria otomana sobre los Caballeros de San Juan. El plan era ver este edificio, los baños turcos Dimptika Loutra (s. XVI) y subir a la Torre del Reloj para hacer una panorámica de la ciudadela.
En los extremos distintas calles de la ciudadela; en el centro, la Mezquita Solimán y la Torre del Reloj.
Caminando por Rodas.
Fue un poco decepcionante encontrar la mezquita, la torre del reloj y los baños cerrados a causa del Covid-19, pero, en fin, era parte de lo que podía pasar en algunos lugares y de ello estábamos avisados previamente. Tiramos por una calle en dirección a la plaza de Hipócrates.
La Plaza de Hipócrates con su típica fuente.
Saliendo a la zona portuaria.
El paseo marítimo resultó un lugar muy agradable.
Con el tele-objetivo se apreciaba mejor el Fuerte de San Nicolás.
El calor a estas alturas del día empezaba a ser sofocante. 35º a las 11:00 de la mañana era demasiado para lo que nuestro cuerpo está acostumbrado en Euskadi, pero, a base de hidratarnos, íbamos sobrellevando la jornada.
Al salir a la zona del puerto la brisa del mar nos insufló vida. Luego, seguimos caminando por la parte sur de la ciudadela y entramos de nuevo a ella por la Puerta de Saint John. En total nos dimos una caminata de unos 10 Kms.
Volvimos al hotel a descansar un rato. Iosu, decidió darse un baño en la piscina para refrescarse un poco. Como a esas horas no había nadie, disfrutó como un enano dando saltos.
En la piscina del hotel.
Luego bajamos a comer. Sin ir más lejos, optamos por un restaurante ubicado justo en la esquina más cercana a la puerta del hotel. Se llama restaurante-pizzería Balmoral Castle. Resultó que la mujer que lo regenta fue muy amable con nosotros y muy cariñosa con mi hijo.
Yo pedí una ensalada griega y 1/3 de cerveza sin alcohol, porque me apetecía algo fresco. Mi hijo pidió unos spaghetti boloñesa y un refresco. Luego comimos una enorme copa de helado de chocolate cada uno. Todo me costó 26 €.
Iosu y yo salimos muy contentos por el trato recibido y decidimos subir a descansar un par de horas mientras el calor era tan intenso. Quedamos en salir hacia las 17:30 para ver la parte del puerto con el fuerte, los molinos de viento y las figuras de los ciervos...
La ensalada griega del Rte. Balmoral Castle.
Como habíamos hablado, sobre las 17:30 salimos hacia la zona portuaria. El puerto de Mandraki se remonta a los tiempos más antiguos de la historia de Rodas, los tiempos de los primeros asentamientos cretenses en la isla. Se le supone además el lugar exacto donde se erigió al famoso "Coloso de Rodas". Allí, encontramos las dos famosas columnas que vigilan la entrada al puerto, una a cada lado de la bocana. En su parte superior se encuentran las estatuas de bronce de estilo italiano que representan ciervos. Ambas estatuas son importantes símbolos de la ciudad, y, además, se supone que se encuentran exactamente en los lugares en donde el Coloso de Rodas apoyaba cada uno de sus pies.
Iosu sentado en el espigón con el Fuerte de San Nicolás al fondo.
Los ciervos, el fuerte y los famosos molinos de viento.
Paseamos por el espigón viendo los molinos de viento, el fuerte, las estatuas de los ciervos y... Los gatos. El conjunto arquitectónico de esa zona del puerto es bonito, muy bonito. La armonía visual tanto en formas y tamaños, el colorido, con esos tonos ocres envueltos en el azul del cielo y el mar... Reflejos, brillos...
Empleamos el resto de la tarde en contemplar esa belleza, sin prisas, buscando el encuadre apropiado y esperando la luz idónea. Por fin, tras plasmar esa belleza en la panorámica que os enseño bajo estas líneas, nos encaminamos hacia el hotel.
*Nota:
No es fácil hacer una buena foto y en los viajes menos aún. Tienes un momento concreto, a veces la luz no es buena, cielos planos o quemados... La gente se te echa encima, pasas un momento por un lugar y tiene que ser entonces, no hay otra oportunidad. No puedes esperar al atardecer o al amanecer, no puedes elegir el encuadre... Sólo tienes ese instante y tienes que aprovecharlo como sea...
La bocana del puerto Mandraki, entrada natural a Rodas desde la mar.
De camino, encargamos unas pizzas en un local junto al hotel, su nombre, pizzería Arancio. Resultó ser de un simpático italiano autóctono, dicharachero y simpático. Pedimos una margarita y una cuatro quesos. Nos dijo que en 15 minutos estaban, así que, nos fuimos al hotel y quedé en bajar al rato.
Hoy televisaban la segunda semifinal de la Eurocopa´20. En esta ocasión era el turno del Inglaterra-Dinamarca. Con el cambio horario, aquí los partidos eran a las 22:00 horas. Bajé a por el encargo y nos sentamos a cenar en el balcón. Las dos pizzas, más una cerveza de 1/3 y una botella de 1,5 litros de agua me costaron 15 €. Pero... ¡¡ Qué pizzas !! ¡¡ Mamma mía, que cosa tan rica !! Una masa finísima y un relleno exquisito... No sé si alguna vez había comido algo igual...
Tras la cena vimos el partido. Inglaterra ganó 1-0 y jugaría la final contra Italia el domingo día 11. Entonces, de ir todo bien, se supone que lo veríamos en Atenas.
Recogí todo y, mientras Iosu se duchaba, descargué las fotos de los dos últimos días. Luego, preparé las cosas para el día siguiente y, tras mi turno de ducha, nos fuimos a dormir. Mañana cogeríamos el coche e iríamos a ver la isla... Tocaba descansar.
Contra-luz de uno de los ciervos de la bocana del puerto.
Rodas
El despertador sonó sin piedad. Eran las 06:45 horas, pero yo ya estaba medio despierto… Amanecía muy pronto en la isla, a eso de las 05:00 horas ya era de día. Me levanté, me aseé y
preparé el desayuno en la mesita del balcón... El plan de hoy era coger el coche para ir a ver, en primer lugar, el Butterfly Valley, el Valle de las Mariposas. Luego iríamos a Lindos y lo demás, sobre la marcha.
El Valle de las Mariposas distaba del hotel unos 25 Kms, es decir, unos 40 minutos de coche. Llamé a Iosu, desayunamos y, tras preparar las cámaras y demás, arrancamos hacia nuestro primer destino.
A primera hora de la mañana daba gusto salir por la isla. El día venía caluroso, pero sobre las 08:15 horas, cuando llegamos al destino, la temperatura era agradable. Sacamos los tickets, 5 € cada uno. Aquí no tenían en cuenta la edad de mi hijo. Cogimos una botella grande de agua en una máquina expendedora e iniciamos el recorrido.
Entrada del Butterfly Valley.
El camino por el que transcurre el Butterfly Valley.
Íbamos con muchas expectativas sobre lo que habíamos leído de este lugar. Un paraje único, un santuario donde las mariposas de la especie Callimorpha Quadripunctaria anidan entre junio y septiembre. Hay tantas que cubren literalmente las cortezas de los árboles... Yo no sé si es que por el tema de la maldita pandemia o qué, pero me pareció que el recorrido estaba "capado". Sinceramente, me decepcionó un poco, por no decir bastante. Esperaba más de esta visita. De todas formas, estando allí, había que disfrutar lo máximo de la situación...
Una mariposa de la especie Callimorpha Quadripunctaria.
Estas son algunas de las fotos que pudimos hacer durante el paseo.
Había leído que era un recorrido circular, pero nos encontramos con un camino de ida y vuelta. Hicimos el tramo de ida Iosu y yo solos, sin gente. Daba gusto poder caminar, en silencio, entre los insectos y la agradable sombra que proyectaban los árboles. Aún así, al llegar al punto más alto, ya nos habíamos bebido el litro y medio de agua. Tras un ratito de descanso comenzamos a descender la suave pendiente. Entonces vimos que empezaba a venir gente. Nos encontramos con algunas especies raras; lagartijas, libélulas, algún cangrejo en el riachuelo...
Una lagartija de cola azul, una especie de pulga gigantesca y un pequeño lagarto... fueron algunas de las especies que vimos.
Viendo que todo lo que nos podía ofrecer el recorrido estaba ya visto y comprobando que la afluencia de gente iba a más, decidimos ir en busca del coche y poner rumbo a otro punto. El calor empezaba a ser sofocante. Eran casi las 11:00 horas. Decidimos ir hacia el castillo de Kritina, una fortaleza de los Caballeros de la Orden de San Juan, mezcla del estilo bizantino y medieval. Desgraciadamente, sólo se conserva "el cascarón".
El Castillo templario de Kritina ( s. XV).
El paisaje iba cambiando según la vertiente por la que transitábamos, pero, en general, la tierra estaba reseca y dominada por higueras, olivos y chumberas. En algunas zonas aparecían también algunos alcornoques.
El paisaje de la isla estaba dominado por olivos y chumberas.
Desde la colina, vimos que el parking del castillo estaba casi a tope y, tras hacer unas fotos, decidimos no entrar, poniendo rumbo hacia la localidad de Lindos. Paramos a repostar, "todos", en una gasolinera; 20 € de gasolina 95 para el coche y agua para nosotros... El termómetro marcaba ya los 37ºC y, aunque llevábamos el aire acondicionado del coche a tope, sudábamos bastante.
Como la isla está atravesada de norte a sur por una cadena montañosa, para ir de la costa norte donde estábamos, hasta la costa sur donde se ubica Lindos, tuvimos que ascender por unas carreteras bastante irregulares. En la parte baja, junto a la costa, el firme era bueno y el trazado bastante recto, pero, cuando empezabas a subir... Aquello se complicaba, curvas, contra-curvas, tramos de dura pendiente, bueno... ¡¡ Para no aburrirse !!
El recorrido hasta Lindos, al final, se me hizo pesado. Gran parte de culpa la tenía el calor. Finalmente, llegamos casi a las 16:00 horas. Nos comimos unas pizzas en un bar de carretera, acompañadas de líquido, mucho líquido. Dos pizzas de esas congeladas (no tenían nada que ver con las del italiano), más dos cervezas grandes, dos refrescos de naranja y una botella grande da agua, me costaron 23 €. Luego, tras reposar un poco, nos encaminamos a la roca donde se encuentra la Acrópolis de Lindos.
La localidad de Lindos desde un mirador de carretera. Arriba, en la roca, se ubica la acrópolis.
La blanca localidad de Lindos.
El pueblo de Lindos, al abrigo de una enorme roca, es un entramado de calles estrechas y empedradas, con casitas bajas de un blanco impoluto... Allí no había sitio para los coches y tan sólo alguna motocicleta rompía la armonía creada entre la pureza del color y el silencio.
Según Homero, Lindos, Ialisos y Cámiros, tres ciudades de la isla, participaron en la guerra de Troya. Sus habitantes eran dorios. Sobre la ciudad de Lindos se sitúa la acrópolis, una ciudadela natural que fue fortificada sucesivamente por los griegos, por los romanos, por los bizantinos, por los hospitalarios y por los otomanos. La acrópolis ofrece vistas espectaculares de los puertos vecinos y de la costa. También hay restos del teatro y de dos templos: el de Atenea Lindia y el de Zeus Polieo.
Sirvió de algunos escenarios para rodar la película "Los cañones de Navarone".
El panfleto turístico.
Lindos fue fundada por los dorios dirigidos por el rey Tlepólemo de Rodas que llegó en el s. X a. C. La localización de Rodas la hizo un lugar de encuentro natural entre los griegos y los fenicios y, en el s. VIII a. C., Lindos era un gran centro comercial.
En época clásica su acrópolis estaba dominada por el enorme templo de Atenea Lindia, el cual logró su forma definitiva a fines del siglo IV a. C. En la época helenística y romana el recinto del templo creció. A principios de la Edad Media estos edificios cayeron en desuso y, en el siglo XIV, fueron parcialmente cubiertos por una fortaleza construida en la acrópolis por los caballeros de San Juan para defender la isla contra los otomanos.
Los tickets de entrada a la acrópolis de Lindos.
En el extremo de la acrópolis, en el punto más alto, se levantaba el templo de Atenea Lindia que, en su forma actual, fue construido a fines del s. IV a. C., sobre los restos de un templo más antiguo, edificado a mediados del s.VI a. C. y destruido por un incendio.
Era similar al templo de Atenea Niké en la acrópolis de Atenas. Dentro del templo está la mesa de ofrendas y la base de la estatua de Atenea.
El actual templo dórico de Atenea Lindia , que data del 300 a. C., se construyó en el emplazamiento del anterior templo.
Los propileos del santuario, también datados en el s. IV a. C. Una monumental escalera conduce a una stoa en forma de D y a un muro con cinco puertas.
Acceso a la acrópolis de Lindos.
El templo de Atenea Lindia ( s. IV a.C. ).
La gran stoa helenísitica ( s. II a.C.).
La iglesia de San Juan (s. XIII ).
Los propileos del santuario ( s. IV a.C.).
La stoa helenística con alas laterales, que data de aproximadamente el 200 a. C. tiene 87 m de largo y 42 columnas. También hay restos de un templo romano, posiblemente dedicado al emperador Diocleciano y que data del año 300.
La acrópolis está rodeada por una muralla helenística contemporánea de los propileos y de la escalera que conduce a la entrada del sitio arqueológico.
El castillo de los Caballeros de San Juan, construido antes de 1317 sobre antiguas fortificaciones bizantinas, las murallas y las torres siguen la natural conformación del acantilado. Una torre pentagonal en el lado sur domina el puerto. Antiguamente, había una gran torre redonda al este, frente al mar. Había, también, dos torres más; una redonda y la otra en una esquina, en el lado noreste del recinto. Actualmente se conservan una de las torres de la esquina sureste y una del este y, finalmente, la iglesia de San Juan, ortodoxa griega, del s. XIII o XIV, construida sobre las ruinas de una iglesia previa, que pudo haber sido edificada a principios del siglo VI.
Creo que era una sabina como las de El Hierro.
Después de esta visita, pensando en descansar un poco para el traslado del día siguiente, pusimos rumbo a Rodas. Teníamos por delante unos 50 Kms. Nos costó una hora llegar al hotel. El tráfico para entrar en la capital de la isla era bastante denso y lento.
Luego, en el hotel, tras una buena ducha, tocaba descargar las fotos, recoger y organizar las maletas. Iosu me comentó que tenía hambre y bajamos al restaurante Balmoral Castle a cenar algo. Yo, como no tenía ganas de comer, me bebí una cerveza fresquita mientras el crío daba cuenta de un enorme plato combinado con arroz, patatas fritas, tomate y pollo asado. Por si fuera poco, de postre se comió una enorme copa de helado de chocolate. ¡¡ Qué saque !!
Ahí pusimos fin a nuestra estancia en Rodas. Mañana volvíamos a Atenas. Dejábamos la isla para adentrarnos de lleno en el continente. La primera parte del viaje llegaba a su fin. De momento las sensaciones eran muy buenas. Estábamos a gusto y todo iba saliendo según lo previsto... Tocaba descansar.
Rodas - Atenas
Volábamos desde Rodas a Atenas a las 10:15 de la mañana. Antes, debíamos entregar el coche, allí mismo, en el aeropuerto. Me levanté sobre las 06:30, la "rara"
costumbre de madrugar no se va tan fácil... Preparé el desayuno y llamé a Iosu para que se fuese espabilando. Desayunamos, recogimos todo y nos fuimos sobre las 07:30. Era un poco temprano, pero, no sabía cuanto tardaríamos en devolver el coche y si luego tendría que hacer alguna prueba diagnóstica para el crío. Había leído en la página del gobierno griego que, para los viajes entre islas y desde ellas al continente, no era necesario volver a hacer PCR ni nada. Tardamos aproximadamente media hora en llegar al aeropuerto. Aparqué el coche en el mismo lugar donde lo había recogido y, enseguida, vino un empleado de la compañía de alquiler a comprobar todo.
La tarjeta de embarque Rodas-Atenas.
El Airbus A319 que nos llevó de vuelta a Atenas.
Miró el coche por dentro y por fuera, repasó el contrato, vio que el depósito estaba como nos lo habían dejado y, tras dar el OK, nos despedimos. Apenas fueron cinco minutos, así que, teníamos tiempo de sobra para andar tranquilos. Entramos a la terminal y, tras comprobarnos la temperatura, nos dejaron pasar hacia la zona de control y embarque.
Pasamos el control de seguridad y nos dirigimos a la puerta de embarque. Ya sólo era cuestión de esperar un poco. Sobre las 09:15 empezaron a comprobar los equipajes. Teníamos embarque prioritario, así que, podíamos subir nuestra maleta y una mochila pequeña a la cabina. A las 09:45 empezamos a embarcar y, a la hora prevista, el Airbus A319, con el vuelo V74267 de Volotea, despegó rumbo a Atenas.
El viaje duraba apenas una hora, así que, a las 11:15 estábamos en la capital helena. Salimos sin ningún tipo de incidente y, siguiendo las indicaciones, nos dirigimos hacia el punto de acceso a los trenes y el metro. El metro, dentro de la ciudad, no es muy caro, pero justo el viaje Aeropuerto/Atenas o viceversa, cuesta 9 € por persona. Puedes acceder al metro con un billete normal, pero, si te pilla un interventor creo que te sacuden una buena multa.
El billete del metro de Atenas.
El metro en su línea-3 (azul), nos dejó en la parada llamada Syntagma (ΣΥΝΤΑΓΜΑ). Allí, haríamos transbordo a la línea-2 (roja) hasta la parada llamada Metaxourghio (ΜΕΤΑΞΟΥΡΓΕΙΟ). Desde ese punto al apartamento teníamos apenas 10 minutos a pie. El viaje desde el aeropuerto hasta el centro de Atenas dura unos 45 minutos, así que, llegamos al apartamento sobre las 13:00 horas. Había recibido un aviso, vía Booking, diciendo que una persona aparecería con las llaves, pero allí no había nadie. Esperamos unos 10 minutos y seguía sin aparecer nadie... Llamé por teléfono y me contestaron en griego.
La tarjeta y la reserva del Athens Cyti Center Apartment.
Pero, cuando empezaba a impacientarme, llegó un hombre disculpándose por la demora. Nos dio las llaves, nos explicó el funcionamiento de todo, wifi, agua caliente, aire acondicionado, etc. y, con las mismas, se marchó. Tras ubicarnos, descansar unos minutos y asearnos un poco, decidimos ir a comer al restaurante Karamandilika, sito en la calle Sokratous 1, a unos 500 m del apartamento. Lo regenta una española llamada María. Tardamos unos 5 minutos en llegar a pie hasta el establecimiento. De entrada nos atendieron en inglés y, cuando Iosu empezaba a desconfiar de lo que le había dicho, se acercó una mujer que, tras oírnos hablar en español, nos dijo:
- Hola, buenas. ¿Está todo en orden?
- Hola. ¿Eres María? -le pregunté yo.
- Sí, soy María. ¿De donde sois vosotros?
- Somos de San Sebastián, yo soy Paco y este es mi hijo Iosu.
- ¿Ya habéis pedido? Luego os invitaré a un postre de yogur de la casa, ¿vale?
- Vale, gracias
La tarjeta del restaurante.
Nos atendió muy bien y comimos muy a gusto. Yo pedí una ensalada griega con una cerveza y mi hijo pidió un guiso de carne, patatas y verduras que, según me dijo, estaba de muerte. Como había dicho, María nos invitó al postre de yogur y yo, por mi cuenta, pedí otro postre. En total, la comida, 1/3 de cerveza y dos refrescos, nos costaron 23 €.
Los platos del restaurante Karamandilika.
Hacía mucho calor, nuevamente estábamos por encima de los 38ºC. Regresamos al apartamento a descansar un poco, ya que, a las 18:30 horas había reservado un free-tour para situarnos en la ciudad. Tras una pequeña siesta, al crío, le sentó bastante mal tener que arrancar y empezó a poner trabas... Finalmente salimos hacia el punto de encuentro en Thision Open Air Cinema.
Llegamos con tiempo y esperamos... Pasaron 5, 10, 15 minutos... Entonces llegó una pareja y esperó junto a nosotros.
- Hola. ¿Venís al free-tour? -les pregunté.
- Sí, pero que raro que no haya nadie ¿No?
- Me imagino que ahora vendrá el guía. Ayer recibí un correo confirmando la cita.
- Sí, yo también lo recibí -me dijo el chico.
Tras una pequeña conversación, presentándonos y demás, nos dimos cuenta que el tiempo pasaba y no llegaba nadie. Eran las 18:45... El chico mandó un correo electrónico pidiendo alguna aclaración, pero no obtuvo respuesta. Así que, sobre las 19:00 horas, tras ver que no habría free-tour, nos despedimos y cada uno siguió su camino. Una lástima y una putada. Nunca me había pasado eso, así, sin avisar... A día de hoy todavía estamos esperando una aclaración.
El monte Licabeto.
El Hefestión.
La Estoa de Átalo.
Como os podéis imaginar, a mí, personalmente, me rompió los esquemas, porque tenía previsto ubicarme y hacer algunas preguntas, pero, a Iosu, le supuso una gran alegría y, a partir de ese momento, no volvió a poner pegas a la idea de pasear por la parte baja de la Acrópolis y subir, después, a Areopagus Hill para ver desde allí la puesta del sol.
Subimos a la colina y pasamos un rato haciendo fotos y buscando desde la cima algunos de los edificios emblemáticos dentro del Ágora romana, sita bajo la Acrópolis... La Estoa de Átalo, el Hefestión, la iglesia de Los Santos Apóstoles...
Luego, ya entre dos luces, bajamos hacia el paseo que rodea la Acrópolis por su cara sur y pusimos rumbo al apartamento.
Panorámica desde la colina de Areopagus.
Sobre las 21:30 estábamos en el apartamento. Una ducha, organizar un poco las cosas, comer algo de fruta que teníamos y a descansar. El aire acondicionado, que dejamos en marcha antes de irnos, había dejado la habitación fresca y a la hora de ir a dormir se agradecía de buen grado. Mi hijo desconectó enseguida. Yo, repasando el itinerario del día siguiente, con la ansiada visita a la Acrópolis, empecé a notar el cansancio... Apagué la luz, la cama era cómoda...
Atenas
Nos levantamos sobre las 07:00 horas. Le pregunté a Iosu si había dormido bien y asintió con una largo bostezo. Sí, yo también había descansado. El barrio, en pleno corazón de lo que denominan China Town, a pesar de estar cerca del
centro, era tranquilo y silencioso. Quería ir temprano a la Acrópolis para evitar las largas colas que podíamos encontrar y, además, evitar en lo posible las horas de calor. Yo había comprado la entrada vía on-line para, en la medida de lo posible evitar esas colas de espera, pero, la entrada para Iosu, al ser de coste cero, me la tenían que dar en la taquilla.
Las entradas para la Acrópolis de Atenas;
la sacada on-line y la de coste cero para mi hijo.
Llegamos a la entrada este de la Acrópolis a las 08:15 horas. Para ser un sábado del mes de julio no había mucha gente. Se notaba que, la maldita pandemia, había coaccionado a muchos de los turistas que deberían abarrotar en estas fechas la ciudad de Atenas. Para nosotros mejor... Tan sólo teníamos por delante a cuatro personas. Nos llegó el turno, enseñé el DNI del crío y me dieron su entrada. Seguidamente entramos al recinto.
Pasamos por el Santuario de Dionisos (s. VI a. C.) del que sólo se conserva la esquina noroeste de los cimientos. Luego vimos el Odeón de Herodes Ático, un edificio para audiciones musicales, erigido en el año 161 gracias a la gran fortuna del cónsul romano del mismo nombre, que lo hizo construir en memoria de su mujer. Su planta es similar a la de un teatro romano, con la diferencia de que el odeón estaba cubierto.
Recreación de la Acrópolis.
Era más bien pequeño, tenía un aforo en sus gradas para 5.000 espectadores; la población de la ciudad ascendía a unos 290.000 habitantes. El escenario era de mármol blanco y mármol cipolín y tenía una longitud de 35 metros. Fue destruido en el año 267, como consecuencia de la invasión de los hérulos.
* Los hérulos eran una tribu germánica que invadió el Imperio romano en el s. III, provenientes de Escandinavia.
A diferencia de otros edificios que sufrieron daños, nunca fue reconstruido. La excavación del monumento se inició a mediados del s. XIX, eliminando toneladas de tierra. El edificio fue restaurado entre 1952 y 1953.
El Santuario de Dionisos.
El Odeón de Herodes Ático.
Los propileos son, en arquitectura, una entrada con columnas a un edificio o recinto cerrado. En la Antigua Grecia, la palabra en singular própylon o propileo designaba un vestíbulo, simple, ubicado en el frente de la entrada a un santuario, palacio o ciudad. En la Acrópolis de Atenas, esta construcción también sirvió para ocultar la fuerte pendiente de la vía de acceso, compuesta por escaleras monumentales.
Los Propileos.
El Templo de Atenea Niké.
El Templo de Atenea Niké, conmemora la victoria sobre los persas en la batalla de Salamina (480 a. C.). La idea de su construcción en la Acrópolis de Atenas surgió en el 449 a. C., tras la paz con los persas (La Paz de Calias). Del proyecto se encargó Calícrates, arquitecto que también colaboró en la construcción del Partenón. En su interior hubo un xoanon, imagen de Atenea personificada como Niké, o diosa alada, símbolo de las victorias navales.
Después llegamos a uno de los templos más emblemáticos, junto con el Partenón... Sí, ese templo que alberga las esculturas de las famosas Cariátides...
El Erecteón o Erecteion es un templo erigido en el lado norte de la Acrópolis de Atenas en honor a Atenea Polias, Poseidón y a Erecteo, rey mítico de la ciudad. Es de orden jónico y está atribuido al arquitecto Menesicles. Es uno de los más bellos monumentos arquitectónicos griegos. Está hecho de mármol pentélico y se construyó entre los años 421 y 406 a. C.
De planta irregular, por el declive del terreno, consta de tres pórticos. Uno de ellos es la famosa tribuna de las Cariátides que indicaba la tumba del mítico rey Cécrope.
El Erecteion con sus famosa imágenes de las Cariátides.
Uno de los motivos de la construcción del Erecteion fue la necesidad de preservar los sitios sagrados, ya que reemplazó al Antiguo templo de Atenea, que se encontraba entre el Partenón y el emplazamiento actual y que fue destruido por los persas en 480 a. C., durante las Guerras Médicas.
En la cara sur del complejo está el famoso pórtico de las Cariátides. En él, seis estatuas de mujeres jóvenes con túnicas, de 230 cms de altura, sirven de columnas, soportando el entablamento. Las que se encuentran in situ son réplicas. Cinco de las originales se encuentran en el Museo de la Acrópolis, protegidas de la corrosión y de la polución, y la otra en el Museo Británico de Londres.
Una cariátide es una figura femenina esculpida, con función de columna o pilastra, con un entablamento que descansa sobre su cabeza. Su nombre está relacionado con la antigua ciudad de Carias o Karys en Laconia (Esparta), donde se celebraba una festividad de muchachas que danzaban en honor de Artemisa Cariátide. Según el arquitecto romano Vitruvio, esta ciudad había colaborado con el invasor persa, por lo cual los atenienses le declararon la guerra y vendieron a sus mujeres como esclavas. Así que, estas estatuas están esculpidas en mármol para recordar la suerte de aquellas esclavas.
Detalle de las Cariátides.
El Partenón de la Acrópolis de Atenas.
El Partenón es un templo consagrado a la protectora de Atenas, Atenea Pártenos, y uno de los principales templos dóricos. Está hecho de mármol blanco del Pentélico y cubierto con tejas de mármol de Paros. Fue construido entre los años 447 y 432 a. C.
Este, es el templo griego más conocido del mundo. En ese mismo lugar había, hacia el s. XII a. C., una fortaleza micénica. Posteriormente se convirtió en lugar de culto con la construcción del "viejo templo", también conocido como pre-Partenón o Hecatompedón, el cual, sin estar acabado, en el 480 a. C. resultó dañado por el ejército de Jerjes I. Fue durante el incendio de Atenas ocurrido durante la segunda guerra médica, tras la derrota espartana en las Termópilas.
Detalles del frente y la cubierta del Partenón.
Posteriormente, contenido el avance persa en Salamina, Platea y Mícala, el cese de las hostilidades con Persia llega en el 449 a. C. con la Paz de Calias, concluyendo medio siglo de guerra. Es este período, entre los años 480 y 430 a. C. cuando la democracia ateniense alcanza su cima, se forja una de las bases de la civilización europea y conoce "las estrellas de una serie de ciudadanos carismáticos" como la del político y militar Pericles. A decir de algunos estudiosos "hombre extraordinario, a la vez distante y apasionadamente comprometido, idealista y práctico, tan versado en arte y filosofía que gozaba de sus conocimientos, pero al mismo tiempo los hacía servir para sus fines políticos".
Este, que es el monumento más antiguo de los ubicados en la acrópolis, construido por orden de Pericles, es obra de arquitectos como Ictino y Calícrates, bajo la supervisión de Fidias. Levantado sobre tres gradas, las dimensiones aproximadas del edificio son de 69,5 metros de largo y 31 de ancho, con columnas que alcanzan los 10,4 metros de altura.
En el s. VI d. C., el Partenón se convierte en una iglesia cristiana. Después de la conquista otomana, se convierte en una mezquita a inicios de la década de 1460, con su minarete y todo. El 26 de septiembre de 1687, un depósito de munición turco en el interior del edificio estalla por causa del bombardeo veneciano. La explosión resultante daña severamente el conjunto y sus esculturas. En 1806, Thomas Bruce, adquiere algunas de las esculturas sobrevivientes, con el visto bueno de los otomanos, aunque causando daños a otros elementos durante la extracción de las mismas. Estas esculturas, conocidas como los Mármoles de Elgin o los Mármoles del Partenón, se venden en 1816 al Museo Británico de Londres, donde están expuestos actualmente.
Detalles de algunas columnas jónicas del Partenón..
El Partenón, junto con el resto del conjunto de templos que conforma la Acrópolis, fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en el año 1987.
La Acrópolis de Atenas emana desde sus entrañas una carga de historia tan grande que, así, a las primeras de cambio, es imposible asimilarla. Todo tiene "su porqué", todo guarda un equilibrio... No sé si es casual o preconcebido de alguna manera, pero, sinceramente, pasear entre aquellas ruinas despertó, más si cabe, mi interés por la Grecia antigua.
El recorrido, así por libre, leyendo las explicaciones que encontrábamos delante de cada templo y fotografiando lo que nos llamaba la atención, nos llevó 2 horas y media. Allí arriba, al abrigo de la protección de los Dioses, me sentía etéreo, inmaterial, eterno como ellos, pero, al volver al mundo terrenal, al bajar de la colina, el calor me hizo recordar lo vulnerable y frágil que es el ser humano.
Lo primero era hidratarnos, estábamos literalmente ¡¡ SECOS !! Fuimos a unos de los kioskos estratégicamente situados en las puertas de la Acrópolis y pedimos dos botellas de agua y una botella de té al limón... ¡¡ Nos clavaron 10,50 € !! Ya me imaginaba que me iban a clavar, pero, sinceramente necesitábamos beber. A eso de las 11:30 horas, la temperatura rondaba los 40ºC...
Después de la pausa para la hidratación, nos encaminamos hacia la parte sureste de la Acrópolis. Allí, además del Templo de Zeus Olímpico, el Jardín Nacional de Atenas, el Estadio Panathinaikós, el Záppeion, etc., estaba también el Museo de la Acrópolis. Pero, eso, fue misión imposible. Iosu, se negó a entrar y boicoteó mis ganas de dar una vuelta por él.
Así que, después de este chasco, nos dirigimos hacia el Arco de Adriano. Este es un arco monumental similar, en algunos aspectos, a un arco de triunfo romano. Se ha planteado la hipótesis de que el arco se construyera para celebrar la llegada del emperador romano, Adriano, a Atenas. Tiene inscripciones en sus dos caras que vienen a dar a entender que había llegado para marcar otro tiempo; por una lado, "despedía" a la antigua ciudad de Atenas en la cara que mira hacia el oeste (la Acrópolis) y, por otro lado, daba la "bienvenida" a la ciudad nueva en la cara que mira hacia el este (Templo de Zeus Olímpico), anunciando, de alguna manera, su expansión.
Referente a esa última construcción, el Templo de Zeus Olímpico, fue una pena que estuviera completamente andamiado. Las restauraciones, como no puede ser de otra manera, están a la orden del día en Atenas y alrededores...
El Arco de Adriano.
Nos acercamos hasta el estadio Panathinaikó. Lamentablemente estaban preparando algún evento y, de unos camiones, estaban descargando vallas, lonas y andamios. Así que pusimos rumbo a los Jardines Nacionales...
Pasamos frente al Záppenion; este fue el primer edificio construido en 1874 y 1888 para albergar los J.J.O.O. modernos. Por aquel entonces también se renovó el estadio Panathinaikó.
El Záppeion fue diseñado por el arquitecto austriaco-danés Theophil von Hansen y actualmente se usa para reuniones y ceremonias, tanto oficiales como privadas. Se usó en los Juegos Olímpicos de Atenas 1896 para las competiciones de esgrima. Una década después, en los Juegos Intercalados de 1906, se usó como la Villa Olímpica.
El Záppenion.
Después, fue sede del comité organizador de las Olimpiadas de 2004 y, posteriormente, allí estuvo el centro de prensa. En el Záppeion han sucedido varios eventos históricos, incluida la firma de la adhesión de Grecia a la Unión Europea en mayo de 1979.
Allí, en los Jardines Nacionales, tomamos un refresco sentados en una terraza. Hablamos del recorrido a seguir y decidimos ir hacia la calle Sofokleus donde se ubica el Mercado Central de Atenas.
El Mercado Central de Atenas se sitúa a ambos lados de la calle Sofokleus.
El lado sur del mercado.
Visitado por más de 30.000 personas diariamente, el Dimotiky o Kentriki Agora o Mercado Central de Atenas es uno de los más concurridos de la ciudad. En la antigüedad los puestos del mercado se instalaban improvisadamente en las afueras de la Acrópolis, pero, en 1875 se decidió la construcción de este edificio neoclásico para albergar un mercado fijo.
Aquí se encontrarán productos para todos los gustos y presupuestos; los protagonistas son las carnes, especialmente el cordero, y los pescados y mariscos, que reposan en camas de hielo - y en otros estantes menos acondicionados - y son constantemente rociados con agua para asegurarse de que brillan con frescura. Para ser sinceros, no fuimos muy bien recibidos ya que, al hacer las primeras fotos, uno de los vendedores me increpó por ello. Me molestó porque, al fin y al cabo, es un sitio público y tan solo quería plasmar aquel lugar como en otras tantas ciudades de distintos países.
Actualmente alberga, en su lado norte, más de cien carnicerías y unos ciento cincuenta puestos de mariscos y, en el lado sur, más de ochenta puestos de de frutas y hortalizas.
Todos ellos, junto a los que se han instalado en los alrededores, conforman un gigantesco bazar mediterráneo con puestos de frutos secos, quesos y aceitunas, donde el regateo es una tradición y obligación heredera de los pueblos orientales. Allí, a oriente, puedes viajar con la imaginación al pasar por los puestos de coloridas y fragantes especias. Una pena ese pésimo recibimiento...
Se acercaba la hora de comer, por lo menos, eso decían nuestros estómagos... No estábamos lejos del restaurante Karamandilika y decidimos volver a comer allí. Al llegar nos encontramos con el recinto lleno hasta la bandera. María salió a recibirnos y, al ver que venía más gente, decidió abrir la planta de arriba. Nos acomodó en una terraza al aire libre donde, por cierto, se estaba de cine.
Los platos del segundo día en el restaurante de María.
María me aconsejó que probase un plato a base de huevos revueltos, jamón y tomate, todo ello ligado con miga de pan y especias entre las que pude distinguir el cilantro, la pimienta y creo que algo de cúrcuma. La presentación, como podéis ver en la foto, no era lo que más llamaba la atención, pero, os aseguro que estaba riquísimo. A mi hijo le aconsejó unas albóndigas con patatas panadera y pan de pita para mojar con dos salsas que lo acompañaban. Iosu me dijo que estaba muy bueno. Luego, nos invitó al postre de yogur y yo pedí unos pastelitos típicos. Eso, más 1/3 de cerveza y dos refrescos, nos costó 22 €.
Nos despedimos de María porque, al día siguiente, domingo, aunque estábamos todavía en Atenas, ella cerraba por descanso semanal. Con la promesa de poner una buena reseña en TripAdvisor, de parte de los vascos de Donostia, nos dijimos adiós...
Nosotros fuimos al apartamento. De camino, compramos leche, galletas y zumo de naranja para desayunar, en una de las pocas tiendas que encontramos a parte del gran Mercado Central. El calor era acuciante y somnoliento. La aplicación del móvil decía que habíamos andado 12 Kms. esa mañana... Nos echamos un rato hasta las 17:00 horas y luego salimos para visitar la zona del Ágora Romana en la falda de la Acrópolis. Esa zona la podíamos visitar con la misma entrada usada por la mañana para ver la colina. En realidad, la entrada combinada para la Acrópolis sirve, normalmente, para tres días, durante los cuales puedes hacer todas las visitas que en ella entran.
Recreación del Ágora Romana de Atenas.
Llegamos a la entrada norte del Ágora y enseñamos los tickets. Pasamos sin problemas, la única pega es que eran las 17:15 y el recinto se cerraba a las 20:00. Iniciamos el recorrido entrando por la Vía Panatenaika. Luego, giramos a la derecha pasando por delante de lo que era el Odeón de Agrippa y el Templo de Ares (de los que sólo quedan los cimientos) y nos encaminamos hacia la colina donde aún se distingue el Templo de Hephaistos. Era un buen sitio para una panorámica de la Acrópolis e hice la foto que inicia este diario, que se compone exactamente de nueve instantáneas montadas.
El Hefestión o templo de Hefesto está situado en el noroeste del Ágora de Atenas, en la cima de la colina llamada Colonos Agoreo. Es de estilo dórico y da testimonio de una particular riqueza de ornamentos esculpidos. Conserva la techumbre a dos aguas, con un frontón que, desgraciadamente, ya no contiene ningún ornamento.
El Odeón de Agripa con los altares junto a la Vía Panatenaika.
El Templo de Hefestión o Templo de Hefestos (Hephaistos).
Seguimos caminando y pasamos frente al Tholos. Este era un edificio, de forma circular y rodeado por una columnata, edificado en el 465 a. C., después de la destrucción por Jerjes I -en 480 a. C. durante las Guerras Médicas- de un monumento más antiguo que tenía la misma función.
Fuimos girando en sentido contrario a las agujas del reloj y, así, llegamos a la Iglesia de los Santos Apóstoles. Data del s. X y, junto con el Templo de Hefestos, es el único edificio del Ágora que ha sobrevivido "entero" al paso de los siglos. Este templo cristiano fue la primera iglesia del periodo medio bizantino que se levantó en Atenas y fue el primer ejemplar de un estilo arquitectónico caracterizado por una forma de cruz cuadrada.
La Iglesia de los Santos Apóstoles y algunos de los frescos de sus paredes y techo.
En su afán de "borrar" todo ejemplo de religión pagana, los cristianos construyeron esta iglesia sobre un nymphaeum, un monumento consagrada a las ninfas de los manantiales. En la nave central sobreviven algunos frescos de fines del s. XVII y, el resto, son pinturas que han sido traídas de iglesias vecinas. Los daños que se produjeron durante un enfrentamiento entre otomanos y venecianos fueron restaurados para que la iglesia luciera, lo mas posible, como su versión original.
La tarde avanzaba inexorablemente. El sol empezaba a declinar hacia poniente y la potente luz, plana en las horas centrales, iba adquiriendo esos maravillosos matices ocres, casi imperceptibles al principio.
La Iglesia de los Santos Apóstoles desde la colina.
La Estoa de Átalo.
Llegamos al edificio llamado la Estoa de Átalo. Es un pórtico helenístico construido por Átalo II Filadelfio, durante su reinado en Pérgamo (159 a 138 a. C.). Era un regalo a la polis de Atenas, en agradecimiento a la educación que había recibido en ella antes de ser rey.
Fue destruida por los hérulos, en el año 267, y sus restos se incorporaron a la nueva muralla de la ciudad, de época romana tardía. Esto preservó el extremo norte del edificio hasta el nivel del techo. Típica del arte helenístico, la estoa era un edificio de grandes dimensiones: 112 m de largo por 19 m de ancho. Tenía dos niveles, una planta baja dórica y un piso superior jónico, unidos por una escalera en cada extremo. Las paredes eran de piedra caliza del Pireo, con una fachada de mármol del Pentélico y cubierta de tejas.
En la antigüedad, el conjunto acogía 21 locales en cada planta. Los locales eran alquilados por el estado ateniense. Se trataba, por tanto, de un centro comercial, pero también de un lugar de sociabilidad, donde los atenienses podían reunirse y discutir, resguardados del sol en verano y del frío en invierno. Esta estoa fue reconstruida de 1953 a 1956 por la Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas.
En la actualidad alberga una muestra de esculturas, frisos, columnas y demás obras de arte que se rescataron en las diferentes excavaciones del Ágora. En el pórtico de la planta baja pudimos ver algunos ejemplos que os enseño aquí abajo...
*Arriba y de izquierda a derecha: busto del emperador Antoninus Pius (138-161 d.C.), busto de Heródoto (200 a.C.), busto de un Tritón del Odeión de Agrippa (150-175 d.C.), busto de la Victoria (500 d.C.), busto anónimo.
*Abajo y de izquierda a derecha: túnica y armadura clásicas de roma, relieves de distintos edificios (300 d.C.), columnas y adornos.
Algunas de las obras de arte que pudimos ver en la Estoa de Átalo.
Mientras paseábamos por el soportal de la Estoa de Átalo, una de las vigilantes del edificio nos anunció que eran las 20:00 horas y que debíamos abandonar el recinto. Se me había pasado el tiempo volando... Nos encaminamos hacia la puerta norte, la misma por la que habíamos entrado. Al salir, nos dirigimos hacia el este buscando algunas de las ruinas que, aún estando dentro de lo que era el Ágora Romana, se entremezclan con edificios modernos en las calles de Atenas. Este es el caso de la Biblioteca de Adriano -de la que tan sólo quedan en pie unas columnas y una pared-, la cual vimos desde fuera; la Torre de los vientos; el Acueducto de Adriano; la Biblioteca de Panteno... La mayoría de estas construcciones son, en la actualidad, tan sólo unas pocas piedras en el suelo. Únicamente la Torre de los vientos se mantiene en pie, pero eso quedó para otro día.
Iosu estaba cansado y empezó a protestar, así que, cruzando el barrio Monastiraki de este a oeste, pusimos rumbo al apartamento. De camino, en un puesto callejero, compramos unos plátanos y unos albaricoques para tener algo de fruta fresca. Ya en "casa", tras una reconfortante ducha, comimos un poco de fruta, descargué las fotos y, tras revisar el correo electrónico, los mensajes del WhatsApp y hablar con Rosa por teléfono, nos fuimos a dormir. La habitación estaba fresquita...
Atenas
Era el último día en Atenas y habíamos hecho el plan de ver el cambio de guardia, visitar el puerto del Pireo y luego, por la tarde, ir a buscar el coche que había reservado en el aeropuerto. Me levanté a eso de las 06:45, Iosu dormía...
Ya le había avisado la noche anterior de que, si me levantaba temprano, iría a dar un paseo por el barrio de Plaka. Me dijo que le dejase dormir un poco y así lo hice. Yo, me preparé un café, cargué con las cámaras y salía a la calle a eso de las 07:15 horas. Me dirigí, sin demora, al famoso barrio ubicado en una ladera de la Acrópolis; el barrio de Plaka.
Distintas vistas del barrio de Plaka.
Era completamente de día, pero, era domingo y relativamente temprano, así que, no me encontré con mucha gente. Paseé relajadamente por las callejuelas empedradas que se descuelgan ladera a bajo desde las mismas "raíces" de la Acrópolis. Casas de dos plantas abarrotadas de buganvillas y enredaderas que las dotaban de un color y una idiosincrasia particular, marcando el carácter de esa zona de la ciudad. Poco a poco empezaba a despertar la gente... Como estaba muy cerca, fui hasta la Torre de los Vientos, edificio del Ágora que nos había quedado sin ver el día anterior.
La Torre de los Vientos.
Dos de los relieves de sus ocho caras.
Es un edificio de planta octogonal. Se trata de un Horologion o reloj. Sus dimensiones son 12 metros de altura y casi 8 metros de diámetro, con lados de 3,20 m de longitud, construida con mármol blanco del Pentélico y con techo cónico.
La Torre de los Vientos fue construida, en la primera mitad del s. I a. C., por Andrónico de Cirro, astrónomo procedente de Cirro (Macedonia). En la parte superior de cada uno de sus ocho lados hay un relieve que representa a un viento.
Está simbolizado por una figura masculina con los atributos apropiados y su nombre grabado en la piedra. En las paredes externas había diales de reloj de sol. El interior contenía un reloj de agua. Se hallaba dotada con una brújula y posiblemente una veleta ubicada en el tejado. Con ella marcaba, según la rosa de los vientos, la dirección en la que soplaba Eolo.
En el período cristiano temprano, fue convertida en iglesia. La zona situada al noreste de la entrada fue ocupada por un cementerio cristiano. En el s. XV, Ciríaco de Ancona menciona el monumento como el templo de Eolo. En el s. XVIII, el edificio fue utilizado por una hermandad islámica. A comienzos del s. XIX, la torre se hallaba parcialmente enterrada. Fue excavada por la Sociedad Arqueológica de Atenas entre 1837 y 1845.
Cuenta la leyenda:
... que Eolo, el Dios de los vientos, vivía en una pequeña isla y podía moverse libremente por el mar cerca de la costa de Eolia. Allí, residía con su esposa Deyopea y sus hijos, siendo el responsable del control de las tempestades, ya que Zeus le había dado el poder de aplacar y provocar los vientos. En su castillo mantenía cautivos a los Anemoi Thuellai y los liberaba cuando era necesario.
* Los cuatro vientos principales que danzaban a sus anchas con permiso de Eolo eran:
> Bóreas; el viento del norte que traía en frío aire invernal.
> Noto; el viento del sur que traía las tormentas de finales de verano.
> Euro; el viento del este que traía los vientos otoñales.
> Céfiro; el viento del oeste que traía las suaves brisas de primavera.
* Los Anemoi Thuellai eran dioses menores que Eolo controlaba a su antojo. Eran vientos de tempestad, malvados y violentos, creados por el monstruoso Tifón, Dios de los huracanes. Estos vientos eran los que Eolo guardaba encerrados:
> Cecias; el viento del noroeste encargado de arrojar el granizo.
> Apeliotes; el viento del sureste encargado de hacer madurar las cosechas.
> Coro; el viento del noroeste, frío y seco, el viento polar.
> Libis; el viento del suroeste, cálido y húmedo, el viento africano.
Tras esta interesante visita, volví al apartamento. De camino, entré en una pastelería y compré unas magdalenas para que Isou desayunase. Eran las 09:45 cuando cogimos el autobús 856 que nos llevaría a la Plaza Síntagma donde se ubica el Consejo de los Helenos, es decir, el Parlamento Griego.
Llegamos hasta la plaza sin pagar en el autobús y no fue por gorroneo, si no, porque no se podía pagar en metálico y no teníamos tarjeta de trasporte. El autobús iba abarrotado y allí nadie dijo nada...
Bajamos en un lateral de la plaza. Había ya mucha gente esperando. Conseguimos hacernos un hueco en una esquina de la enorme explanada que hay frente al Parlamento y allí esperamos hasta las 11:00. En la escalinata de acceso al edificio, dos evzones custodiaban la Tumba del Soldado Desconocido esperando el cambio de turno...
Los evzones marcando el paso.
Los evzones fueron creados como un cuerpo de infantería ligera a principios del s. XIX. Participaron activamente durante toda la Guerra de la Independencia Griega, la desastrosa batalla de 1897 y la Campaña de Asia Menor, contra el ejército turco; en las Guerras Balcánicas, frente a los búlgaros y en la Segunda Guerra Mundial, frente a italianos y alemanes. Hoy en día el número de efectivos de evzones ha disminuido considerablemente hasta formar un reducido cuerpo de élite.
El cambio de guardia se celebra cada domingo a las once de la mañana en su versión más solemne y cada hora en punto las veinticuatro horas del día en una versión más resumida.
Los evzones en plena ceremonia del cambio de guardia.
El desfile, como todas las representaciones militares, está cargado de una importante marcialidad. Sus pasos, cuidadosamente estudiados, los soldados los tienen ya completamente asimilados. No obstante, la atención debe ser absoluta y la respuesta a la orden del superior debe ser inmediata. Una anécdota más en el viaje a Atenas...
El Parlamento tras el cambio de guardia.
Tras la media hora larga que duró el desfile, fuimos a la parada del metro de Síntagma para trasladarnos hasta el Pireo. Después de unos 15 minutos de trayecto, primero en la línea 3 (azul) y luego en la línea 1 (verde), llegamos al principal puerto de la capital. El metro hace este recorrido prácticamente a cielo abierto. Apenas en algún punto se mete bajo tierra. Por ello, pudimos ver como un paisaje de piedras y columnas, se transformaba en otro de ruinosos pabellones que daban a entender que la industria griega no pasa por su mejor momento.
Se ve que, en otra época, el flujo de movimiento de mercancías debió ser estresante y, aunque sigue siendo un puerto de carga importante, ahora parece que mueve más turismo que otra cosa. Por lo menos eso me dio a entender lo que vi in situ. El puerto lo forman dos enormes dársenas o embarcaderos separadas por un pequeño promontorio. Una está dedicada al tráfico de mercancías, con cargueros enormes y la otra al turismo, con grandes transatlánticos y ferrys que van hacia las islas.
La bahía de Mikrolimano.
Iosu tras el baño.
Recorrimos parte del muelle y cruzamos una pequeña loma urbanizada que nos permitió atajar hacia el este. Allí encontramos una zona de baño y mi hijo quiso darse un chapuzón. El calor, otro día más, era sofocante.
Después de aquello, viendo que eran ya las 13:45 horas, decidimos ir a comer algo. Iosu había visto un restaurante italiano por el camino, pero no se acordaba donde estaba. Encontramos un sitio que nos gustó y en el que daban spaghetti que era lo que le apetecía al crío.
El músico del restaurante y la famosa musaka.
Nos sentamos y pedimos; spaghetti boloñesa para Iosu y, por fin, musaka para mí. El restaurante estaba amenizado con folklore tradicional porque había un hombre tocando el buzuki que es ese instrumento musical originario de Grecia, parecido a la mandolina. Al principio se agradecían los acordes, pero, al cabo de un rato me empezó a agobiar...
Bueno, volviendo al tema comida, esos dos platos -con hermosas raciones- más un 1/3 de cerveza, 1.5 litros de agua, pan y un gran plato de sandía que nos trajeron de postre, nos costó 17,50 €.
Hacía mucho calor y, por allí, ya estaba todo visto así que volvimos a la estación del metro para regresar al centro de Atenas. Subimos un rato al apartamento y sobre las 18:30 horas fuimos a recoger el coche de alquiler que tenía reservado en el aeropuerto. Llegamos sobre las 20:00. No encontrábamos la ventanilla de la empresa Goldcar y pregunté en otra de las ventanillas. La chica me explicó, en inglés, que debíamos salir a fuera y en la parada de los autobuses turísticos encontraríamos una "lanzadera" de Goldcar que nos llevaría hasta el parking de esta compañía.
La tarjeta de la compañía de alquiler.
Las oficinas de la compañía y todos sus coches están en un solar sito a unos 7 Kms del aeropuerto. Justo coincidimos cuando el micro-bus se disponía a partir. Lo paré, le enseñé la hoja de la reserva y montamos. Tardamos unos diez minutos en llegar al recinto. Hicimos el papeleo y me volvieron a cobrar algo por el seguro a todo riesgo. Siempre lo mismo, como dije en Rodas, nunca volveré a pagar on-line la póliza de seguro. Era eso o retenerme 1.100 € en la Visa.
Bueno, el caso es que nos asignaron un Fiat Panda A1 Sport... ¡¡ Nuevecito !!
Ya de noche cerrada salimos en dirección a Atenas. Iba un poco "acojonado" porque, entre que los griegos conducen muy violentamente, era de noche por carreteras desconocidas, sin hacerme aún al coche... Eran muchos ingredientes, así, de golpe....
Pusimos el GPS de Google y nos fue guiando. Allí empezamos a hacer las primeras risas con la voz de esa aplicación.
Iosu me dijo:
.- Creo que le llaman Siri o algo así.
.- ¿ No es Alexia ? -le dije yo.
.- No... Creo que es Siri...
.- Bueno, pues a partir de ahora se va ha llamar "Txi-Txi".
Llegamos al apartamento sobre las 22:00 horas. Aparcamos justo en frente del portal y le pregunté a unos policías, que estaban allí estacionados, si estaba permitido dejar el coche allí. Uno de ellos, que hablaba algo de español, nos dijo que no había ningún problema, así que nos vino de maravilla.
Justo empezaba la final de la Eurocopa 2020 que, finalmente, ganó Italia en la tanda de penaltis tras empatar a uno. Mientras tanto, picamos algo de fruta, recogimos todo e hicimos las maletas. Luego, a eso de las 00:30 horas nos fuimos a dormir.
Mañana arrancábamos hacia el Peloponeso... Empezaba otra aventura que nos llevaría, en una primera jornada, de Atenas a Corinto, luego a Micenas y, terminaríamos en Esparta. Ahora tocaba descansar, mañana tenía muchos kilómetros por delante...
Atenas - Corinto - Micenas - Esparta
Nos levantamos a las 06:45 horas. Tras una ducha y un reconfortante desayuno, pusimos rumbo a poniente a eso de las 07:30. Con la ayuda de "Txi-Txi", salimos de Atenas sin ningún problema y nos metimos por la autopista A8 que era el
tramo más cómodo y más corto hasta nuestro primer destino del día; Corinto. Después, visitaríamos Micenas y terminaríamos la jornada en Esparta.
Mi primera idea era parar a ver el famoso canal, una vía de agua artificial que une el golfo de Corinto con el mar Egeo, abriendo el paso al transporte marítimo y separando el Peloponeso del resto de Grecia. Mide 6,3 km de largo y se construyó entre 1881 y 1893. Fue construido por el ingeniero húngaro István Türr con los proyectos de Ferdinand de Lesseps, que recogían el antiguo trazado que en el año 67 d. C. había comenzado el emperador Nerón. Pero Nerón, murió un año después de comenzar los trabajos y su sucesor, Galba, paró las obras por su elevado coste. El canal fue inaugurado el 9 de noviembre de 1893 y evita el rodeo de 400 Kms alrededor de la península del Peloponeso a los barcos pequeños, ya que solo tiene 21 m de ancho y 8 de profundidad. A pesar de estas limitaciones, cerca de 11.000 barcos cruzan el canal cada año, en su mayoría pertenecientes a rutas turísticas.
El canal lo vimos desde el coche, pero, resultó que, al ir por la autopista, no teníamos salida hasta pasados unos kilómetros del punto donde se podían hacer unas fotos. Cuando salimos de la autopista, para ir a la acrópolis de Corinto, el canal nos quedaba bastante atrás y decidimos no volver...
Así que, a eso de las 10:15 estábamos en la denominada Área Arqueológica de Corinto. Prácticamente no había nadie, además de nosotros un par de parejas más. Sacamos las entradas. Yo pagué 8 € y Iosu, como en todos los monumentos gestionados por el gobierno griego, no pagaba.
El recorrido empezaba visitando el museo. Allí, algunas esculturas, piedras con antiguas inscripciones, mosaicos y columnas, acompañadas de textos informativos, nos ponían en situación.
Los tickets para la Acrópolis de Corinto y el folleto informativo.
Algunas de las piezas que pudimos ver en el museo.
La verdad es que el dinero de la entrada -que normalmente no da para cubrir los gastos del mantenimiento de todo eso- se paga a gusto porque poder ver, in situ, estos restos de hace miles de años, yo creo que no tiene precio.
En el exterior, en la zona arqueológica, se puede adivinar todavía parte del ágora, del Templo de Octavia y de las distintas stoas, pero, sin duda, el que se lleva todo el protagonismo es el Templo de Apolo, del que aún quedan en pie 7 de sus 38 columnas dóricas que lo delimitaban exteriormente.
Recreación de la antigua Corinto.
El Templo de Apolo en Corinto es de estilo dórico del periodo arcaico. Es el templo más antiguo del que se conservan restos. Fue construido entre el 540 y el 550 a. C. sobre una altura rocosa que dominaba el Ágora de Corinto y posteriormente reformado en la época romana. Era un templo de grandes dimensiones, (unos 22 x 54 metros aproximadamente), y en el lado largo contaba con 15 columnas, cuando lo habitual en los templos griegos era de 13. Las columnas eran monolíticas, es decir, talladas en una sola pieza de piedra y tenían 7,2 metros de altura.
Distintas vistas del Templo de Apolo en Corinto (s. VI a. C.).
Cuenta la leyenda:
... que Pegaso, el caballo alado favorito de los Dioses, vivía en el monte Helicón al cuidado de las musas. Muchos hombres quisieron poseerlo pero ninguno pudo atraparlo. Belerofonte, príncipe de Corinto, pidió ayuda a la diosa Atenea y ésta le regaló unas bridas de oro con las que capturó a Pegaso. Así, Belerofonte partió en busca de la monstruosa Quimera*. Tras dar muerte a la criatura, Belerofonte se volvió muy arrogante y orgulloso y, en un acto de soberbia, ascendió hasta el Monte Olimpo, morada de los Dioses. Este desagravio enfureció a Zeus quien, en señal de castigo, mandó un tábano para que picara a su caballo y descabalgara al jinete. Belerofonte logró sobrevivir a la caída, sin embargo, quedó lisiado y terminó vagando por la llanura de Aleya. Pegaso, por su parte, remontó hacia el cielo donde se inmortalizó como una constelación. Desde entonces, Belerofonte vaga solo por el mundo, rechazado por los Dioses, sin poder hablar con nadie...
* En la mitología griega, Quimera (que en griego antiguo significa animal fabuloso) era un monstruo híbrido, que aparece generalmente como hija de Tifón y de Equidna. Quimera vagaba por las regiones de Asia Menor aterrorizando a las poblaciones y engullendo rebaños enteros de animales. Las descripciones hablan de que tenía el cuerpo de cabra, la cola de dragón y la cabeza de león y que escupía fuego por su boca.
Ruinas del Templo de Octavia con columnas jónicas.
Ruinas del ágora de Corinto.
Aparte del Templo de Apolo, aún se pueden ver las ruinas del Templo de Octavia, con tres columnas de estilo jónico, y parte del Ágora. Bajo un sol de justicia, que ya comenzaba a castigar sin piedad, recorrimos las calles de aquella próspera ciudad hoy en día polvorientas y llenas de hierbajos... Estuvimos algo más de hora y media y luego salimos a la parte abierta al público donde se ubican el odeón y el teatro. Estas dos construcciones están sin excavar. El odeón es prácticamente irreconocible y del teatro quedan apenas un par de filas de asientos. Es una pena porque la maleza, literalmente, se los come...
Cuando nosotros salíamos llegaron dos autobuses con cantidad de ruidosos turistas. Fue una buena escapada porque, de ahí en adelante, hacer una foto sin gente dentro de la acrópolis seria misión imposible.
Nosotros, tras comprar algo para beber y un imán para mi colección, en un kiosko junto al parking, pusimos rumbo a Micenas. Teníamos por delante apenas 40 Kms por la carretera A7, los cuales hicimos en un abrir y cerrar de ojos. Llegamos sobre las 13:00 horas y allí, en Micenas, aunque sin ser algo desorbitado, encontramos bastante más gente.
Los tickets de entrada a la acrópolis de Micenas.
El sitio arqueológico de Micenas.
Recreación de la ciudad de Micenas.
Los micénicos o aqueos, como se denominaban a sí mismos, fueron el primer pueblo propiamente griego que se estableció en Grecia. Hablaban una forma de griego primitivo y adoraban a Zeus, Hera, Poseidon, Hermes, Atenea y Dioniso. Sus gestas fueron contadas por Homero en la Iliada y la Odisea. Llegaron a Grecia hacia el año 2200 a. C., se establecieron en el Peloponeso alrededor del año 1600 a. C. y mantuvieron su hegemonía hasta el 1200 a. C. La civilización micénica fue la primera civilización avanzada de la Grecia continental. Eran un pueblo guerrero, aunque amante de las artes, que vivía en fortalezas situadas en acrópolis amuralladas. La formidable muralla de Micenas, de 13 m. de alto por 7 de espesor, rodeaba una superficie de forma triangular de aproximadamente 25.000 metros cuadrados situada en lo alto de una colina.
Esta ciudadela fortificada estaba reservada sólo para el rey, su familia, su guardia personal y algunos nobles. Los micénicos fueron contemporáneos de la civilización cretense o minoica a la que sucedieron y de la que incorporaron parte de su arte y de su cultura.
Dejamos el coche en el parking y fuimos a comprar las entradas. En esta ocasión eran 12 € y daba opción a ver la acrópolis, el museo y el llamado "Tesoro de Atreo", más conocido como la tumba de Agamenón. El sitio arqueológico de Micenas fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999.
Según la mitología, la ciudad fue fundada por Perseo, hijo del dios Zeus y la mortal Danae que construyó, con ayuda de los cíclopes, las murallas de la ciudad con enormes bloques de piedra que por eso se denominan ciclópeas.
Las primeras excavaciones en Micenas las realizó el arqueólogo griego Kyriakos Pittakis en 1841, que encontró y reconstruyó la Puerta de los Leones. En 1874, el millonario prusiano Heinrich Schliemann llegó al lugar y llevó a cabo una excavación más completa. Posteriores excavaciones sacaron a la luz lo que hoy podemos contemplar.
Una vez que recorrimos la rampa de acceso a la ciudadela nos encontramos, como un espejismo, con la puerta principal de la ciudad - tantas veces vista en fotografías - y mal denominada Puerta de los Leones. Esta debe su nombre a las dos leonas esculpidas en el tímpano triangular de piedra que representaban el poder micénico. Tiene un dintel de 20 toneladas. El vano de 3 x 3 metros estaba protegido por una puerta de madera recubierta con bronce para darle mayor solidez. Entramos... Un hormigueo recorría mi estómago... Miles de años de historia bajo nuestros pies y sobre nuestras cabezas...
La famosa Puerta de las Leonas.
A la izquierda se sitúan las tumbas del s. XVI.
El esapacio donde se ubica el Palacio del rey Agamenón.
Entrando, a la derecha, te encuentras con un espacio de forma circular delimitado con grandes losas verticales que fue un cementerio y en el que se disponen varias tumbas del s. XVI a. C. Allí fue donde se encontraron la mayoría de las joyas de Micenas y la máscara funeraria que Schliemann atribuyó al rey Agamenón. Estudios posteriores dicen que ese dato era erróneo. Aproximadamente en el centro de la ciudadela, coronando la colina, se encuentran los restos del Palacio de Agamenón. La habitación principal, como en todos los palacios micénicos, es el megaron o "gran salón", uno de los elementos más característicos de la arquitectura micénica y considerado el antecedente del templo griego. En uno de los extremos del recinto se construyó un aljibe que aseguraba el suministro de agua en caso de asedio.
La máscara de Agamenón.
Micenas no tiene columnas en pie como Corinto o Atenas, su característica arquitectura habla por si sola y da a entender que son predecesores de todo lo que después sería el mundo helenístico. Su ubicación, en aquella yerma colina, rodeada de suaves laderas llenas de olivos, le daba un toque "mágico".
Mi hijo empezaba a cansarse de cuestas arriba y abajo y empezó a protestar. Se negó a entrar en el museo, pero le convencí para hacer una breve parada en la tumba de Agamenón. Así que, cogimos el coche y bajamos hasta el lugar de entrada al Tesoro de Atreo que distaba apenas 500 m de la acrópolis.
Campos de olivos rodean la acrópolis de Micenas.
El Tesoro de Atreo donde, según la leyenda, se haya la tumba del rey aqueo Agamenón.
En realidad el llamado Tesoro de Atreo es eso, una sepultura. La palabra griega tholos se aplica a los templos de planta circular y también a las grandes sepulturas micénicas subterráneas abovedadas. El tholos micénico consta de una vía rectilínea de acceso a cielo abierto llamada dromos bordeada por altos muros de piedra que conduce a una gran puerta que da acceso a una sala circular, con cúpula, que alberga las sepulturas. Como muestra la fotografía de arriba, eso es en realidad lo que vimos. Iosu, que en un principio renegaba de entrar, al final salió contento con lo que había visto.
Pero, hacia el año 1200 a. C., el poder de los aqueos o micénicos comenzó a declinar y alrededor de 1100 a. C. la invasión de los dorios acabó con esta enigmática civilización. Como épico y romántico final de la civilización micénica, cuentan las crónicas que, Tisameno, el último rey de Micenas, murió luchando al frente de sus tropas...
El calor era sofocante en lo alto de la colina. El coche, aunque se había quedado a la sombra, estaba como un horno. Pusimos el aire acondicionado a tope y, por la carretera E65, abandonamos Micenas sobre las 13:30 horas en dirección suroeste camino de Trípoli. Mi intención era haber parado en Epidouro para ver su acrópolis, pero, a última hora, decidí que era mejor ir hacia Esparta para poder ver sus ruinas esa misma tarde. La siguiente jornada, camino de Olympia, había que salir bastante temprano y era mejor no dejar nada pendiente para entonces.
Teníamos unos 50 Kms hasta Trípoli donde giraríamos a la izquierda para poner rumbo sur por la carretera E961. Desde allí otros 60 Kms hasta Esparta, la mítica ciudad de Leónidas y sus "300"...
Camino de Esparta por la carretera E65.
Llegamos al hotel Lakonia en Esparta a eso de las 15:30. Nos registramos, subimos la maletas y, tras lavarnos un poco, fuimos a comer a una plaza aledaña que nos aconsejó el recepcionista del hotel. El bar-restaurante se llamaba Street 73 y lo regentaba una pareja joven. Pedimos dos raciones de nuggets de pollo con patatas fritas, una ensalada griega, agua y 1/3 de cerveza. Pagamos 15,50 €. Tengo que decir que la ensalada estaba muy buena...
Mientras comíamos convencí a Iosu para que, antes de parar a descansar, fuésemos a ver la acrópolis. Aunque me costó convencerle, al final, a regañadientes, acabó aceptando.
La tarjeta y la reserva del Hotel Lakonia en Esparta.
A las 16:45, bajo un sol de justicia, estábamos ante la estatua de Leónidas, sita en la entrada de Esparta y camino de la acrópolis. Como tod@s sabéis, Leónidas fue rey de Esparta y murió en el 480 a. C. defendiendo el paso de las Termópilas en el transcurso de esa famosa batalla de la Segunda Guerra Médica que los griegos libraron contra las tropas persas del rey Jerjes I.
Cuando los emisarios enviados por Jerjes I llegaron a Esparta, para negociar la rendición de la ciudad, exigieron a Leónidas que entregase las armas como muestra de vasallaje. Ante esa ofensa el rey espartano respondió con unas famosas palabras que quedaron para la posteridad:
" Μολών λαβέ "
-Ven y cógelas-
Después, tras fotografiar a Leónidas, nos acercamos a las ruinas de la ciudad antigua. Están situadas a escasos 700 m de la estatua del rey espartano, en un pequeño altozano rodeado de olivos y, desgraciadamente, bastante mal cuidadas. Me llamó mucho la atención que, un lugar tan importante en la historia de Grecia, esté sin excavar y sin ningún tipo de información como es el caso de Atenas, Corinto, Micenas, Olympia, etc...
La estatua de Leónidas en Esparta.
La antigua ciudad de Esparta se esconde entre olivos centenarios.
Esto es lo poco que se puede ver de la vieja Esparta.
Tras esta "pequeña decepción", volvimos al hotel a descansar un poco. El calor y los kilómetros de coche pasaban factura. Mañana tendríamos otro traslado y al siguiente otro... Y así hasta el final del viaje. Teníamos que tomarlo con calma, sobre todo era cuestión de no quemarse.
En el hotel descargué las fotos e hice copias de seguridad. Luego, aprovechando el soleado balcón de la habitación, hice la colada para que se secase la ropa. Me duché y me tumbé a estirar las piernas un rato mientras repasaba el recorrido del día siguiente. Después, sobre las 20:30 horas, como Iosu estaba muy perezoso, bajé a por algo para cenar al mismo restaurante donde habíamos comido. Pedí una pizza margarita para el crío y una hamburguesa para mí. Mientras esperaba me tomé una cerveza fresquita y apunté en el diario de viaje algunos datos de interés. Luego, pagué los 12,50 € por la comida, un refresco y dos cervezas y subí de nuevo al hotel para cenar los dos juntos. El balcón estaba equipado con una mesa redonda y dos sillas. Cenamos allí, tan ricamente, viendo el "ambiente de poteo" de la ciudad, el cual, siendo sinceros, me sorprendió gratamente.
Tras un rato de charla, recogimos todo para dejar preparadas las maletas. Mañana tocaba un traslado largo y había que descansar para salir temprano, aprovechando el fresco de la mañana. Habíamos hecho 215 Kms y gastado 13 € en peajes.
Esparta - Olympia - Thermo
Nos levantamos a las 06:45 con la intención de estar en ruta a las 08:00. Hoy era un día de mucho coche. Teníamos por delante 325 Kms. Por la mañana serían 180 Kms hasta Olympia y luego, dejando atrás el Peloponeso, otros 145 Kms
más hasta la localidad de Thermo, en la provincia de Etolia. Desayunamos y nos pusimos en marcha sobre el horario previsto, ya que, unos minutos después de dar las 08:00 horas arrancábamos el Fiat Panda en dirección a la ciudad origen de los primeros J.J.O.O. de la historia: Olympia.
"Txi-Txi" nos indicó la forma de salir de Esparta y coger, en dirección norte, la carretera A71 por la que deberíamos transitar unos 50 Kms hasta la localidad de Gefyra. Allí, girando hacia el oeste, cogeríamos la E65 para ir hasta Kalo Nero. Luego, sin dejar la E65, giraríamos de nuevo al norte para hacer los últimos 60 Kms hasta nuestro primer destino.
Llegamos a Olympia a las 10:30 horas. Ya para entonces se intuía otro día de mucho calor. La zona del parking estaba llena así que aparcamos unos 200 metros más atrás en una calle donde, además, pudimos poner el coche a la sombra.
Los tickets de entrada al Sitio Arqueológico de Olympia.
Nos dirigimos a la caseta de información y nos indicaron que las entradas se cogían al otro lado del puente, cruzando el río Alfeo. En la otra orilla, a mano izquierda, estaban las oficinas. La entrada me costó 12 € y con ella podíamos ver la antigua ciudad y el museo. Con mucha emoción entramos al recinto...
Había más gente que en las otras visitas que habíamos hecho el día anterior. Claro, era algo más tarde y además un punto imprescindible en un viaje cultural a Grecia, no en vano, casi 3.000 años después y cada cuatro años, sigue siendo foco de atención del mundo deportivo al prender la llama sagrada enviada por Apolo (Helios), dios del sol.
Recreación de la ciudad de Olympia.
Un poco de historia:
En la Antigua Grecia, los Juegos Olímpicos fueron una serie de competiciones atléticas disputadas por representantes de diversas ciudades-estado griegas. Se tiene constancia, por unas estatuas de los vencedores, que se celebraban desde el año 776 a. C., pero no se sabe si con anterioridad ya se había celebrado alguna. Se disputaban, cada cuatro años, durante seis días entre julio y agosto. Durante la celebración de la competición se promulgaba la ékécheiria o tregua olímpica, para permitir a los atletas viajar en condiciones de seguridad desde sus polis hasta Olympia. Únicamente competían hombres libres y de origen griego. Además, realizaban las pruebas desnudos. De igual manera, el público era exclusivamente masculino. Las pruebas constaban de las siguientes disciplinas: atletismo, lucha, pentatlón e hípica.
Los atletas eran divididos en dos grupos: niños y hombres. Los jueces, escogían como participantes a aquellos que demostraban armonía, perfección, conocer las reglas y estar libres de asesinato o sacrilegio.
A los ganadores se les premiaba, el último día de los juegos, con una corona de olivo e ingresaban en la lista de la gloria. Los más famosos podrían tener hasta una estatua. También, en otro punto de la ciudad, se levantaban estatuas de los tramposos para así deshonrarlos de por vida.
Pero, en el año 393 d. C., el emperador Teodosio - convertido al catolicismo - prohibió la celebración de los Juegos Olímpicos por considerarlos una celebración pagana. Esta costumbre quedó enterrada 1.300 años hasta que, a finales del s. XIX, el Barón de Coubertain y el intelectual griego Dimitrius Mikelas, auspiciados por la Universidad parisina de La Sorbona decidieron revivir las antiguas olimpiadas rescatando el espíritu de paz. Como consecuencia, los primeros Juegos Olímpicos Modernos se celebraron en 1896 en Atenas. No había ninguna llama olímpica en esos primeros Juegos, ya que, hasta 1928 en Ámsterdam, no fue introducida la llama por primera vez. Sin embargo, en 1928 no hubo ceremonia en la antigua Olimpia; la llama estaba ya encendida en Ámsterdam. La ceremonia en la antigua Olympia para el encendido de la llama olímpica y el relevo de la antorcha se hizo por primera vez en 1936, en los Juegos celebrados en Berlín. Muchos historiadores creen que el Tercer Reich de Adolf Hitler lo introdujo como golpe de efecto para dar a conocer "sus juegos".
Este año, 2021, se celebran las XXXII Olimpiadas de la Era Moderna, trasladadas un año a consecuencia de la pandemia originada por el Covid-19. Las próximas serán París 2024.
Cuenta la leyenda:
... que Heracles Ideo y sus cuatro hermanos corrieron a Olimpia para entretener a Zeus. Como Heracles fue el primero en llegar le colocaron una corona de olivo en la cabeza. Así fue como empezó la celebración de los Juegos Olímpicos en honor a Zeus.
El puente de acceso cruzando el río Alfeo.
Las ruinas del gimnasio de la villa olímpica.
La visita se inicia por un pasillo que deja a tu derecha el gimnasio y un poco más adelante la palestra. Cuando los niños, varones griegos libres, cumplían doce años de edad ingresaban en la palestra. Allí se les enseñaba a desarrollar los músculos y a controlar los nervios. Luego, a los dieciséis años, entraban al gimnasio donde los griegos realizaban ejercicios físicos y atletismo. Los gimnasios contaban con una pista y lugares de ejercicio al aire libre entre los bosques. Posteriormente, a los veinte años, los griegos concluían su formación deportiva donde se les entregaban las armas y estaban capacitados para participar en los Juegos Olímpicos.
La palestra desde dos ángulos distintos.
Después, giramos a la izquierda pasando por delante del Filipeion. Este era un monumento circular de barro cocido con columnas de orden jónico a su alrededor. Fue construido por Filipo II después de la Batalla de Queronea (338 a. C.). Albergaba las estatuas que Leocares esculpió de Filipo, Alejandro Magno, Amintas, Olimpia y Eurídice. Eran de oro y márfil. Es la única estructura arquitectónica del Altis de Olympia dedicada a humanos.
Luego te encuentras con las ruinas del Templo de Hera erigido en torno al año 600 a. C. sobre los restos de un edificio anterior y después el Nymphaion era una fuente monumental donada por Herodes Aticus y su esposa.
El edificio llamado Filipelion.
La fuente llamada Nymphaion que donaron Herodes Aticus y su esposa a la villa de Olympia.
Columnas del Templo Metroon.
Izda. parte del frontal Templo de Hera donde se prende el Fuego Olímpico; Dcha. ruinas del Templo de Hera.
El fuego, la rama de olivo y los aros olímpicos:
> El fuego olímpico está vinculado al antiguo mito de Prometeo. Sus orígenes se remontan a la antigua Grecia, donde se mantenía un fuego ardiendo en Olympia sede de los Juegos Antiguos. La ceremonia comienza con la procesión de las sacerdotisas, todo ello bajo la supervisión de la Suma Sacerdotisa. Vestidas con ropa que evoca otros tiempos, las sacerdotisas rodean el altar. La Suma Sacerdotisa llama a Apolo ( Helios desde el s. III a. C. ), dios del sol, para encender la antorcha usando un espejo cóncavo. Luego dedica una oración a los Dioses. Cuando se enciende la llama, la Suma Sacerdotisa la pasa a una pequeña olla de cerámica y se dirige al estadio Panathinaikó con todas las sacerdotisas en procesión. Pasan por el olivo, donde se detienen un momento y Amphithalis País, corta una rama como símbolo de paz y premio del ganador. Cuando la procesión llega al estadio, la Suma Sacerdotisa enciende la antorcha del primer corredor y comienza el recorrido hasta su destino final.
> El olivo también ha desempeñado siempre un papel esencial en los juegos olímpicos. Los primeros vencedores olímpicos, recibían una corona de olivo y una retribución en aceite de los árboles sagrados que eran símbolo de victoria y riqueza. El primero en lucir una fue el griego Korebo en el año 776 a. C., tras imponerse en una carrera.
> Los anillos olímpicos son el principal símbolo de los juegos olímpicos modernos. La bandera está compuesta por cinco aros o anillos de colores entrelazados sobre un fondo blanco. Los aros están dispuestos tres arriba y dos abajo. Los seis colores, incluyendo el fondo blanco, reproducen los colores de las banderas todos los países sin excepción. Los cinco anillos representan los cinco continentes principales: Europa, Asia, África, Oceanía y América.
La ceremonia de encendido de la llama olímpica. ( Fotos bajadas de Internet )
Cuenta la leyenda:
... que el Titán Prometeo urdió un engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey. Zeus montó en cólera cuando vio que había sido engañado y prohibió a los hombres el fuego. Prometeo, benefactor de los humanos, decidió robarlo. Subió al monte Olimpo, cogió el fuego de la fragua de Hefesto y se lo devolvió a los hombres en el tallo de una cañaheja.
Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y se la envió, por medio de Hermes, a Epimeteo -hermano de Prometeo- en cuya casa se encontraba el ánfora que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, violencia) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con Pandora para aplacar la ira de Zeus. Finalmente, Pandora, movida por una insaciable curiosidad terminaría abriendo el ánfora, tal y como Zeus había previsto.
Tras vengarse así de la humanidad, Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que lo llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado por Hefesto. Zeus envió un águila para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo este inmortal, su hígado volvía a crecer cada noche, y el águila volvía a comérselo al día siguiente. Este castigo había de durar para siempre, pero Heracles, hijo de Zeus, pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las Hespérides y lo liberó. Esta vez no le importó a Zeus que Prometeo evitase de nuevo su castigo, ya que este acto de liberación y misericordia ayudaba a la glorificación del mito de Heracles. Prometeo fue así liberado, aunque debía llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue encadenado.
Siento haberme desviado un poco del diario de viaje, pero me encantan estas leyendas y me parece interesante esta información para entender algunas cosas...
Continuamos por la calle que da acceso al estadio olímpico. No os podéis imaginar que emoción sentí cuando cruzamos el pasillo -hoy en día descubierto - y accedimos a la arena... Fue como haber participado en una antigua olimpiada. Mi hijo, desafiando el sofocante calor que hacía, corrió de lado a lado del estadio, levantando los brazos como un gran campeón.
El acceso al Estadio Olímpico.
Panorámica del Estadio Olímpico. Aquí se celebró la primera prueba de la primera olimpiada.
Iosu en el Estadio Olímpico.
El año 2004, cuando Atenas acogió las primeras Olimpiadas del tercer milenio, se rompieron todos los tabús de este mítico estadio ya que, por primera vez, participaron las mujeres en Olympia. La organización realizó un guiño a los Juegos de la Antigüedad celebrando allí la prueba de lanzamiento de peso.
Zeus... ¡¡ Ya era hora de dejar atrás las ideas machistas !!
Después nos dirigimos hacia el Templo de Zeus. Cruzamos por el lugar donde antaño se celebraban las pruebas de lucha. Allí, un grupo de chavales guiados por unos profesores, simulaban combates de lucha greco-romana. Luego pasamos por las antiguas termas.
El llamado "Bosque Sagrado" donde se realizaban las pruebas de lucha.
Las termas romanas.
Seguimos hasta llegar al edificio principal de todo el santuario olímpico; el Templo de Zeus. Construido entre los años 470 y 456 a. C., fue el modelo de los templos clásicos griegos de orden dórico. Se alzó sobre el santuario más famoso de toda Grecia, que había sido dedicado a las deidades panhelénicas locales y probablemente se había establecido hacia fines del período micénico. Era, en su momento, el templo griego más importante de la Grecia Antigua.
El templo albergaba la estatua de Zeus que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo. La estatua tenía aproximadamente 13 metros de alto y había sido esculpida por Fidias en su taller de Olympia.
Recreación del interior del templo con la gran imagen de Zeus.
El centro neurálgico del santuario olímpico: el Templo de Zeus.
Panorámica de la zona con los restos del Templo de Zeus.
Tras hacer unas últimas fotos, salimos del sitio arqueológico. Yo quería entrar en el museo, pero, Iosu, como en Micenas, se empeñó en complicar las cosas. Tras una larga discusión, aludiendo que estaba cansado y le dolía la cabeza, nos dirigimos a coger el coche. A eso de las 12:45 horas pusimos rumbo a la localidad de Thermo, donde se ubicaba nuestra próxima parada; el Hotel Althaia.
Acompañados por las explicaciones de "Txi-Txi" salimos por la EO74 hasta enlazar con la E55. Por esta última cruzamos el estrecho que separa el Golfo de Patras del Golfo de Corinto, uniendo el Peloponeso con la provincia de Grecia Central mediante el puente llamado Río-Antirio, el cual, se le da un aire al puente de Rande en la ciudad de Vigo.
El puente llamado Rio-Antirio.
Al otro lado del puente arrancaba la E65 que, tras cruzar el río Evinos, empezaba a ascender como si fuese al encuentro del mismo Zeus en lo más alto de la cúpula celeste... Subimos y subimos por una carretera estrecha y llena de curvas algunas, por cierto, bastante complicadas.
Finalmente, llegó un punto desde donde se apreciaba toda la profundidad del valle y, un poco más adelante, podíamos ver el lago Limni Trichonida que, en su orilla derecha, acogía nuestro destino final. Paramos e hicimos unas fotos. Ahora tocaba descender hacia la vertiente norte. Bajamos y bajamos y la carretera parecía que nos llevaba a los dominios de Thera, la Diosa del inframundo...
¡¡ Dios mío !! ¡¡ Que pasada !!
El puente sobre el río Evinos y el paisaje que se presentaba por delante.
Desde lo alto del puerto se apreciaba la profundidad del valle.
Creíamos que no llegaríamos nunca... Lo cierto es que el coche se portó como un jabato. Acostumbrado a mi Dacia Lodgy de gasoil, este "cacharrillo" de gasolina-95 subía como la seda...
El Fiat Panda que nos llevó por Grecia.
El lago Limni Trichonida entre la bruma que producía el calor.
Finalmente, sobre las 15:30 horas llegamos al hotel. Lo cierto es que para estar allí unos días era un sitio maravilloso. Me imaginé escribiendo allí una novela o trabajando en alguna colección de óleos... El edificio, alejado de todo, tan solo ofrecía unas maravillosas vistas al lago. Una preciosa piscina invitaba a refrescarse un poco o tomar una cerveza sentado a la sombra de sus parasoles...
La tarjeta y la reserva del hotel Althaia en Thermo.
Izquierda, piscina y zona de jardín. Derecha, zona comedor.
Nos registramos y les pedí si era posible comer. La chica miró el reloj y nos dijo que sí. Nos dio las llaves y subimos a dejar las maletas y lavarnos un poco. No sé si el restaurante a esas horas estaba abierto, pero, desde luego, no nos pusieron ninguna pega y, muy amablemente, nos dieron de comer. Tampoco pedimos nada complicado, ensalada griega para mí y unos spaghetti para mi hijo. Eso sí, necesitaba un par de cervezas frías... ¡¡ Estaba seco !!
El lugar era maravilloso y se respiraba una relajante paz. Iosu insistió en que nos quedásemos más días, pero ya sabía que no era posible. Mientras comíamos hicimos los planes; primero descansar, luego un rato de piscina y, al atardecer, una sesión de fotos en el lago para aprender a hacer las puestas de sol. Así que, dicho y hecho; comimos y nos subimos a la habitación a descansar un poco.
La ensalada del Althaia.
El atardecer en el lago fue un momento mágico, sobre todo, porque mi hijo mostraba interés la fotografía.
Después de la siesta bajamos a la piscina. Iosu se dio unos chapuzones mientras yo escribía mi diario y me tomaba una cerveza en la terraza. Luego, cuando la luz del sol empezó a decaer, subimos a por las cámaras y nos acercamos al lago para hacer unas fotos. Iosu me preguntaba cosas sobre la apertura, la exposición, la luz y demás... Fue un rato muy especial. Veía que el tema le gusta, ahora hay que esperar que empiece a tomarlo en serio.
Cuando hicimos las fotos, volvimos a la piscina. Iosu aprovechó, antes de cenar, para darse otro chapuzón entre dos luces. Se le veía feliz y relajado. Los kilómetros por el puerto de montaña habían valido la pena...
La piscina tras ponerse el sol era todavía más tentadora y mi hijo lo aprovechó.
Sobre las 21:15 nos fuimos a cenar. La verdad es que teniendo todo a un paso resultaba más cómodo y relajante. Cenamos un combinado de pollo asado con patatas, setas y pimientos y luego un helado de postre. Allí, sentados en la terraza del hotel, con el lago de fondo, los dos, padre e hijo, disfrutamos de la compañía del silencio...
Fue un final de jornada muy reconfortante. Después de los días anteriores en Atenas y viendo acrópolis en otras ciudades, stress, kilómetros de coche... Esa tarde-noche fue un regalo. No me extraña que Iosu quisiera quedarse más días...
La cena del hotel Althaia.
Alrededor de las 22:30 nos subimos a la habitación. Mañana tocaba otro día de carretera, con 280 Kms hasta la localidad de Kalambaka. Era un día muy esperado, la visita a los templos de Meteora... Recogimos todo, tampoco había mucha necesidad de que fuese muy ordenado porque, como íbamos en el coche, podíamos llevar los bultos que fuesen necesarios.
Descargué las fotos y, tras una ducha calentita y recoger la colada que había hecho esa tarde, hablé un rato con Rosa. Luego, me tumbé en la cama a revisar el correo, los WhatsApps y demás. Estudié un poco el camino de la siguiente jornada y apagamos las luces para descansar... Ese día habían sido 325 Kms y había gastado 19,05 € en peajes.
Se cumplía la mitad del viaje...
Thermo - Kalambaka
Tras esa relajada tarde habíamos descansado muy bien. La cama era cómoda y la habitación fresca, así que pasamos muy buena noche. Habíamos quedado en desayunar a las 08:00 - que era la primera hora de desayunos - para ponernos
en carretera a las 09:00 horas como muy tarde. La intención era llegar a Kalambaka a la hora de comer. Por el camino estaba el P. N. de Amvrakikos Wetlands, una reserva de aves acuáticas que nos quedaba bastante cerca de nuestro trazado... Bueno, sobre la marcha veríamos que hacer. Desayunamos de maravilla, con dulces y salados, zumo de naranja y café con leche para mí y un Cola-Cao para Iosu. Luego, pagué la cuenta 103 € por la habitación (47 €), más las dos comidas, las dos cenas, los dos desayunos y las consumiciones de la piscina. No me pareció caro.
Un potente desayuno para empezar el día.
Le pedimos a "Txi-Txi" que nos indicase el camino y a las 09:00 horas, como habíamos previsto, arrancábamos hacia los Monasterios de Meteora, bordeando el lago por una carretera comarcal hasta enlazar con la EO38. Allí, giramos hacia el norte y el paisaje de suaves lomas de terciopelo verde, se fue tornando más seco y tortuoso según ganábamos altura. Luego cogimos la autopista A5 y eso nos impidió salir a la altura del Parque Nacional que antes os comentaba. Recorrimos unos cuantos kilómetros por una sinuosa carretera, las suaves colinas se fueron convirtiendo en autenticas paredes que el mismo trazado de la autopista tenía problemas para resolver.
Transitando por la A5 camino de Kalambaka.
Espectaculares obras de ingeniería con puentes, viaductos que salvaban los valles encajonados entre las montañas y una zona de largos túneles, se iban abriendo paso a través de las montañas del macizo de Anatolika Tzoumerka. Luego, dejamos la autopista y subimos un pequeño puerto. En un pueblecito de montaña llené el depósito de gasolina y después, tras una larga bajada de media hora, llegamos a nuestro destino a eso de las 13:15. Tardamos 4 horas y 15 minutos para recorrer 280 Kms y me dejé 10,20 € en peajes de la autopista.
Desde un alto junto a la carretera, antes de llegar al pueblo, se puede ver esta panorámica del espectacular bloque de arenisca gris.
Los Monasterios de Meteora (traducido sería como Monasterios en el cielo) están localizados en la llanura de Tesalia, al norte de Grecia. En concreto, en las proximidades de Kalambaka, en el valle del río Peneo. Están clasificados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 1988. Son construcciones sobre la cumbre de masas rocosas talladas por la erosión. Se encuentran a una altura de 600 m.s.n.m. y están habitados desde el siglo XIV. Sus monjes son cristianos ortodoxos.
La tarjeta y la reserva del hotel o casa rural llamada San Giorgio Villa en Kalambaka.
Cuando llegamos estaban acabando de preparar nuestra habitación, así que, nos registramos y fuimos a comer a un restaurante que también lo regenta la misma gente y te ofrecían un 15% de descuento. Pedí una ensalada griega y, a estas alturas de viaje, os diréis que no sabía comer otra cosa, pero en mi defensa puedo alegar que con el calor que hacía - hoy también 39º - era lo que mejor me entraba, natural y refrescante... El crío pidió pollo asado con patatas fritas.
Tras la comida, por la que pagamos 17 € ( por los dos platos, dos cervezas y dos refrescos, con sandía de postre ), volvimos al hotel. Subimos nuestras cosas y, tras asearnos un poco, nos tumbamos a descansar un rato.
Otra ensalada griega.
Sobre las 17:00 horas, en una primera toma de contacto, salimos a inspeccionar la zona. Subimos hasta uno de los miradores a pie de carretera y desde allí contemplamos toda la panorámica.
Las formaciones rocosas de Meteora desde uno de los miradores.
Distintas vistas de los Monasterios de Meteora.
Vimos como era la carretera - fenomenal, hay que decirlo - vimos dónde estaban ubicados los monasterios y vimos que desde el pueblo se tardaba apenas 8 minutos en subir. Pero, vimos también que, a esas horas, la luz era completamente "plana" y no daba nada de juego, así que, con las mismas, bajamos de nuevo al alojamiento a organizar todo y esperar a que el sol cayese un poco...
A eso de las 20:00 horas volví a subir. En esta ocasión, a mi hijo le dio pereza y, por más que le insistí, no quiso venir. Una pena porque la puesta de sol fue maravillosa... Ya irá aprendiendo...
A estas horas la luz daba bastante más juego. De todas formas, había mucha gente y me costó encontrar un lugar desde donde poder disparar a gusto. El sol poco a poco fue buscando la línea de poniente y los tonos ocres y amarillentos se adueñaron del espacio.
Una fina pero indeseable bruma emborronaba una puesta de sol que hubiese sido perfecta pero, como decía con anterioridad, tienes ese único momento y es lo que debes aprovechar. El tránsito entre la "hora dorada" y la "hora azul" fue casi inexistente. De repente, la oscuridad se fue adueñando del horizonte y el radiante y espectacular paisaje de los Monasterios de Meteora se sumió en el más profundo de los abismos. Fue el momento de bajar a reunirme con mi hijo para ir a cenar algo.
No nos complicamos mucho la existencia y decidimos ir al mismo sitio que a medio día. En esta ocasión yo pedí el pollo asado y mi hijo quiso pasta. Acabamos con un riquísimo yogurt griego con miel y nueces...
Regresamos al hotel y mientras mi hijo se duchaba aproveché para descargar las fotos y hacer la copia de seguridad. Luego, tras mi turno de ducha, nos fuimos a dormir. Mañana queríamos levantarnos muy temprano para ver amanecer desde arriba...
Puesta de sol en los Monasterios de Meteora.
Kalambaka - Tesalónica
Me levanté a las 05:30 horas, pero aún era de noche. Finalmente salimos sobre las 06:00 buscando el amanecer. Con insistencia conseguí mover al crío que se quejaba de sueño. La verdad es que el pobre se ha llevado buenos madrugones.
Bastante poco se ha quejado para el ritmo que hemos llevado...
Cuando llegamos arriba el sol todavía no había levantado pero una tenue luz se alzaba desde el este. Me recordó a los amaneceres que pude vivir en India en nuestro segundo viaje fotográfico. Ese tránsito tan largo hace que el momento decisivo en la salida del sol no sea tan espectacular...
Hicimos fotos desde varios puntos, intentando cambiar de encuadres para ver las diversas opciones que ofrece este paisaje. Finalmente, a eso de las 07:30 horas bajamos al hotel a desayunar. Por motivos del Covid, para no acumular a mucha gente en el comedor, se disponían varios turnos. Nosotros teníamos la hora a las 08:00.
Esa mañana la luz era diferente.
En el emplazamiento de estas imponentes masas rocosas se encontraba, hace cientos de miles de años, un gran río que desembocaba en el golfo de Tesalónica. Cuando este río encontró una nueva salida en el mar Egeo, este macizo, bajo la acción de la erosión y los terremotos, se hundió y dio origen a este sicodélico paisaje.
Meteora no es mencionada en la literatura griega ni en ninguno de sus mitos clásicos. Las primeras evidencias de ocupación humana tras la prehistoria fueron un grupo de monjes ascetas quienes, en el s. IX, se trasladaron a sus cumbres. Habitaron en pequeños huecos y fisuras de los peñascos, algunos de hasta 550 metros de altura. Esto permitió que los monjes llevaran una vida completamente aislada y solitaria, reuniéndose únicamente los domingos y días especiales para rezar en la capilla a los pies de una roca conocida como Dhoupiani.
A comienzos del s. XI, los monjes comenzaron a habitar en el interior de las cuevas de Meteora. Sin embargo, los monasterios no empezaron a construirse hasta el s. XIV, cuando los religiosos tuvieron que refugiarse ante los numerosos ataques de las tropas otomanas en su invasión de Grecia.
Cada una de las cimas con sus monasterios lucía con otro brillo.
La fecha exacta del establecimiento de los monasterios se desconoce. A finales del s. XI y principios del XII, se realizó una rudimentaria estructura monástica llamada el skete de Stagoi (Kalambaka) alrededor de la iglesia de Theotokos. Luego, a finales del s. XII, una comunidad ascética comenzó a llegar en masa a Meteora.
En 1344, Atanasio Koinotivis del monte Athos, llegó con un grupo de seguidores a Meteora. Entre 1356 y 1372, fundó el monasterio del Gran Meteoro en una ubicación estratégica, ya que los monjes estaban seguros de posibles altercados políticos y mantenían controlado el acceso. Está situado a 613 m.s.n.m. y esconde una iglesia de estilo bizantino que atesora las reliquias del fundador y unos valiosos frescos policromados que relatan las persecuciones y martirios que sufrieron los cristianos. La única manera de entrar era subiendo por una gran escalera, que los monjes podían replegar cuando se sentían amenazados.
A finales del s. XIV, el gobierno del Imperio bizantino en Grecia se vio amenazado por los exploradores otomanos que anhelaban el control de la fértil llanura de Tesalia. Los ermitaños, buscando refugio ante el avance turco, decidieron que los peñascos de Meteora eran el lugar idóneo. Se construyeron en torno a 24 monasterios, de los cuales se conservan seis en funcionamiento, cuatro masculinos, dos femeninos, con menos de diez miembros en cada uno.
En 1517 Teófanes de Creta construyó el monasterio Varlaam, que decía albergar un dedo del apóstol Juan. El acceso a los monasterios fue deliberadamente complicado. La manera de alcanzar dichas posiciones era a través de escaleras de mano y, hasta el s. XVII, la manera de proveerse de comida y atraer fieles era a través de cestas y cuerdas.
En 1921, la reina consorte de Rumanía María de Sajonia-Coburgo-Gotha visitó Meteora, convirtiéndose en la primera mujer a la que se le permitió el acceso al monasterio del Gran Meteoro. En la década de 1920 se realizó una mejora de acceso a los monasterios: se esculpieron escalones en los peñascos y se construyó un puente en la llanura cercana.
Distintas vistas del Monasterio de Varlaam.
Desgraciadamente, un gran número de los monasterios fueron destruidos o arruinados en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial por las tropas nazis, debido a que la resistencia griega se refugió en ellos durante la invasión y posterior ocupación militar del país.
Los que quedan en la actualidad son los siguientes :
> Monasterio del Gran Meteoro : (Masculino) El más grande. Horario verano: 09:00 a 15:00 - Cierra los martes
> Monasterio de San Esteban : (Femenino) El más accesible. Horario verano: 09:00 a 13:20 y 15:30 a 17:30 - Cierra los lunes
> Monasterio de Varlaam : (Masculino) Tiene un precioso museo. Horario verano: 09:00 a 16:00 - Cierra los viernes ( Esta fue nuestra elección )
> Monasterio de la Santísima Trinidad : (Masculino) Muchas escaleras. Horario verano: 09:00 a 017:00 - Cierra los jueves
> Monasterio de Roussanou : (Femenino) El más pequeño. Horario verano: 09:00 a 17:00 - Cierra los miércoles
> Monasterio de San Nicolás : (Masculino) El menos visitado. Horario verano: 09:00 a 16:00 - Cierra los viernes
Hay varias cosas a tener en cuenta antes de entrar:
-
Ninguno de los monasterios abre todos los días, y a partir de las 17:00, o antes, están todos cerrados para visitas.
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La entrada a cada uno de los monasterios cuesta 3 €
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La temporada de verano va del 01/04 al 31/10
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Todos tienen código de vestimenta: nada de tirantes o pantalones cortos, todos mínimo cubriendo las rodillas. Si eres mujer, a no ser que tú lleves una falda larga, tendrás que ponerte una que te prestan en los monasterios.
-
La parte más bonita de los monasterios, la de los frescos, no se puede fotografiar.
-
Menos en San Esteban, en todos los monasterios tendrás que subir entre 100 y 300 escalones
Tras el desayuno, recogimos nuestras cosas y sobre las 09:15 abandonamos el hotel para ir a ver uno de los monasterios y seguidamente poner rumbo a Tesalónica. El monasterio elegido fue el de Varlaam. Nos despedimos de la mujer que regentaba el hotel y subimos por la carretera de los monasterios. En apenas cinco minutos estábamos en la puerta de entrada a Varlaam. Tubimos suerte y dejamos el coche en la sombra de un gran árbol...
Cruzamos el puente que separaba la roca del resto de la montaña, comprobando que la caída al vacío rondaría los 200 metros y empezamos a subir escaleras y escaleras... Y más escaleras...
El acceso al Monasterio de Varlaam y el ticket de entrada.
El Monasterio de Varlaam, está construido sobre una imponente roca de 551 metros de altura. Al noroeste tiene el Monasterio del Gran Meteoro y hacia el sureste está el Monasterio de Roussanou.
Según la tradición, el primer habitante - el asceta-anacoreta Varlaam, quien también dio su nombre al monasterio - llegó allí hace unos 600 años, durante la primera parte del siglo XIV. Entre la segunda mitad del s. XVI y la primera del s. XVII, funcionó allí un importante taller del bordado en oro, con el monje Arsenios como maestro principal. También funcionó un taller bibliográfico en el cual copiaban, con esmero y cuidado, libros eclesiásticos. Los códices que atesora el monasterio ascienden a 298 y algunos de ellos se pueden ver en su museo.
El patio del Monasterio de Varlaam.
Finalmente llegamos a la puerta de entrada. Pasamos por caja ( 3 € ) y accedimos al patio principal que rezumaba paz por los cuatro costados. Las construcciones parecían estar sumergidas en un halo de misterio y un ambiente místico envolvía todo el entorno.
Desde su amplia terraza se divisaban de forma inmejorable algunos de los otros monasterios como el de Roussanou.
Todavía no había mucha gente y nos podíamos permitir hacer fotografías del entorno sin el estorbo de los grupos grandes de personas.
Desde el patio se accedía a la iglesia donde sonaban canticos gregorianos entre algunas de las pinturas que atesora este monasterio. Subimos la escalinata y entramos en la iglesia. Desde allí se accedía al altar donde se haya el mayor de los tesoros del cenobio, sus frescos, realizados en 1548 por el monje hagiógrafo de Tebas llamado Franco Catelano representante de la llamada "escuela noroeste".
El Monasterio de Roussanou desde Varlaam.
Una de las salas de oración dentro del monasterio.
Antes de entrar al altar para ver los frescos, vi a un monje sentado en uno de los bancos de la iglesia. Estaba ensimismado con su teléfono móvil y le dije a mi hijo...
- Mira, Iosu, mira allí... Espera un momento...
- ¿Qué vas a hacer ? No te pases...
- No es nada malo, tan solo es una foto.
Dicho y hecho, subí el ISO a 400, ajusté velocidad y apertura y, apostado tras una columna, le robé una foto al buen monje.
Luego, pasamos frente al altar mayor admirando los frescos... ¡¡ Qué maravilla de formas y colores !! ¡¡ Qué sutileza, qué finura !! Lástima que no dejasen hacer fotografías, ni tan siquiera sin usar el flash. Me quedé con unas ganas terribles, las manos se me iban a la cámara moviéndose de forma autónoma, como si tuvieran vida propia...
En un lateral del altar, sobre un pequeño andamio, un restaurador impregnaba, con un pigmento dorado, la corona de una de las figuras que componían ese pintura. Con pulso firme pero delicado iba retocando aquella maravilla de hace casi 500 años. Lo observé unos instantes y vi en su rostro la concentración que ponía en su trabajo. Era una bonita fotografía pero, allí se quedó, encerrada entre aquellas gruesas paredes...
El monje, absorto con su móvil, en la iglesia de Varlaam.
Desde el altar se salía a un pasillo que te llevaba a una estancia donde una enorme barrica de roble, de 13.000 litros de capacidad, guardó en su día algún tipo de buen vino. Al parecer, actualmente, está vacía. Luego, daba paso a una de las torres que, antaño, servían para acarrear los víveres e incluso a las personas que había que subir al monasterio. El enorme torno que recoge la soga, que se precipita al vacío desde la ventana de la pared, todavía funcionaba perfectamente aunque, para mayor comodidad de los monjes, un motor eléctrico colocado en el otro extremo de la estancia les facilita el trabajo en la actualidad.
Tras este paseo por las entrañas del monasterio tocaba hacer una visita al museo. Este se encuentra en la planta baja, junto a unos baños abiertos al público.
El torno que movía la cesta para acarrear los víveres.
Algunos de los cuadros, libros y murales informativos que se pueden ver en el museo.
En el pequeño, pero coqueto, museo del monasterio encontramos maravillosas obras de arte. Desde exquisitas vestimentas bordadas con oro que, en otra época, los monjes vestían en sus ceremonias, hasta los humildes ropajes que usaban en su vida cotidiana, pasando por bastones, gorros, calzado... Luego, en otra sección, maravillosos manuscritos en los que, usando sólo la tinta de color rojo, negro, marrón y azul real, componían delicados y enriquecedores dibujos. Una caligrafía, hoy cuasi imposible, realizada con el más delicado de los trazos, componía oraciones y textos religiosos.
En otra sección encontrábamos fotos de hace más de un siglo y bocetos explicativos del modo de funcionamiento y abastecimiento del monasterio en un pasado no muy lejano. Sinceramente, una visita de lo más interesante.
Tras este fenomenal recorrido por el Monasterio de Varlaam, a eso de las 11:30, es decir, dos horas después de haber llegado, pusimos rumbo a Tesalónica ayudados nuevamente por nuestra inseparable amiga "Txi-Txi". Antes de ponernos en carretera nos aprovisionamos de agua muy fría para mitigar un poco el calor que, como de costumbre, íbamos a pasar por el camino.
Panorámica de todo el entorno de los monasterios de Meteora antes de partir hacia Tesalónica.
Teníamos 230 Kms por delante. Mi idea era llegar a la segunda ciudad más grande de Grecia sobre las 15:00 horas, pero, después de ir conociendo las carreteras helenas, ya no me arriesgaba a hacer conjeturas.
De hecho, empezamos bastante mal. La carretera principal que une Kalambaka con la autopista A1 - la que va a Tesalónica - estaba cortada por obras y nos desviaron por una estrecha carretera secundaria que, para más guasa, subía por un pequeño puerto lleno de curvas, baches y algunas buenas rampas. Claro, por si esto fuera poco, como era el único acceso en "condiciones" para ir hacia el norte, nos encontramos con algunos camiones de considerables proporciones... ¡¡ Qué divertido !!
La A1 de camino a Tesalónica.
En la primera hora de viaje no habíamos llegado aún a la conexión con la autopista. Se me estaba haciendo pesado. Fuimos, durante unos cuantos kilómetros, tras un camión de gran tonelaje hasta que, al entrar en la carretera E90 - algo mejor que la anterior - pude finalmente adelantarlo. Unos kilómetros más adelante entramos en la A1... ¡¡ Menudo descanso !!
A falta de media hora para llegar a Tesalónica me entró una "modorra" impresionante y tuve que parar un momento en una gasolinera para refrescarme y estirar las piernas. Fueron cinco minutos, suficientes para desperezarme de ese sopor. Finalmente, a eso de las 15:30 horas llegamos a Tesalónica. Me había dejado 8,30 € en peajes.
"Txi-Txi" nos llevó directamente hasta la dirección del apartamento que teníamos contratado en la calle Kalapothaki.
La reserva del apartamento en Tesalónica.
Resultó que el 95% de las calles de la ciudad eran de aparcamiento de pago... ¡¡ Y que precios !! Nos dejamos 6,50 € para estacionar apenas cuatro horas. Descargamos las maletas, recogimos la llave de la key-box de la entrada y subimos a la cuarta planta de un bloque ubicado en segunda línea del paseo marítimo.
Luego, tras comer una hamburguesa en un local sito en el bajo de nuestro bloque y tras descansar un poco, busqué un parking de larga estancia para dejar el coche. Lo encontré a dos manzanas del apartamento y lo metí allí. Fueron 40 € desde el jueves tarde hasta el sábado a la mañana, es decir, dos noches. Por lo menos nos evitábamos alguna multa o peor aún, que se lo llevase la grúa.
De vuelta al apartamento hice algo de compra para tener leche, zumo de naranja y unos bollos para desayunar. En el apartamento había cocina, pero... ¡¡ No había ningún cazo/sartén/puchero, para cocinar !! Además, para poder conectar el wifi, tenías que registrarte en una plataforma y pagar 5 € / día... ¡¡ Qué morro !! Menos mal que tenemos contratados datos ilimitados...
El paseo marítimo de Tesalónica con la famosa Torre Blanca al fondo.
Sobre las 19:30 salimos a dar una vuelta por el paseo marítimo para visitar, exteriormente, la Torre Blanca. Hicimos unas fotos y llegamos hasta el monumento a Alejandro Magno, ubicado a unos 250 metros más adelante en el mismo paseo. Llegamos allí ya entre dos luces...
Tras pasar un rato viendo a unos skaters haciendo sus piruetas junto a la estatua del emperador macedonio, decidimos volver poco a poco hasta el apartamento.
Preparamos algo para cenar. Luego hice la colada - aprovechando que teníamos otro día más por delante en ese apartamento - y tras darnos una ducha, mientras se descargaban las fotos de toda la jornada, nos tumbamos a descansar. Mañana tocaba un día de andar mucho para ver la ciudad de Tesalónica. Repasé un poco el recorrido para acabar de organizar todo y aprovechar el tiempo al 100%. Iosu se quedó dormido enseguida. Empezaba la cuenta atrás...
El monumento a Alejandro Magno y la Torre Blanca.
Por el paseo marítimo, de regreso al apartamento, nos encontramos con una preciosa puesta de sol.
Tesalónica
Nos concedimos unas horas extra de sueño porque, aparte de hacer falta, lo que queríamos ver en la ciudad se podía hacer tranquilamente a lo largo de toda la jornada. El cansancio ya pesaba y nos quedamos en la cama hasta las 08:30.
El apartamento era bastante bochornoso. Había mucha humedad y pasamos un poco de calor por la noche. Yo no puedo dormir con el aire acondicionado puesto porque empiezo a toser y, al día siguiente, me levando con un trancazo monumental y mucho dolor de garganta... Es un fallo de fábrica ;-) . Bueno, desayunamos y salimos de casa casi a las 10:00 horas.
La plaza de Aristóteles.
Los puestos que sustituían al Mercado Modiano.
Arrancamos en dirección norte para ver el Mercado Modiano el que fue, durante décadas, el mercado central de la segunda ciudad más importante de Grecia. Su construcción, que comenzó en 1922, fue una iniciativa de Yaacov Modiano, judío tesalonicense que, siguiendo el plan urbanístico que diseñó el arquitecto y arqueólogo francés Ernest Hébrard, tras el incendió que destruyó gran parte de Tesalónica en 1917, adquirió varios solares entre las calles Aristotelous, Comninón, Ermú y Vasilis Iraklíu, en plena "zona quemada". Modiano encargó el diseño del nuevo mercado a su hijo Eli, quien había estudiado en L'école Centrale de París. El arquitecto se inspiró en los mercados parisinos de la época, creando un edificio simple y funcional que todavía hoy presta los servicios para los que fue concebido. Es el mercado cubierto más grande de la ciudad y se encontraba a dos manzanas del apartamento. Se dice que, todavía hoy, darse un paseo por el mercado de Modiano equivale a sumergirse en un mundo de evocación oriental, de colores y de aromas, de voces y miradas que difícilmente podría uno sentir en los modernos y asépticos supermercados. Puestos de carne, pescado, queso, embutidos, verduras, especias y deliciosas mezclas de café, nos esperaban tras esas paredes... Pero la jornada empezó mal. El Mercado Modiano estaba cerrado. Está siendo sometido a una importante restauración y nos encontramos todo vallado.
Cerca del Mercado Modiano se halla el Louloudadika, un mercado floral muy colorido, en el interior del cual se esconde el bazar Yahudi Hamán del s. XVI, que hoy alberga diferentes eventos culturales. Desde allí fuimos a ver el ágora romana que se incrusta en pleno corazón de la ciudad y queda engullida en sus calles.
El mercado de flores y el antiguo bazar.
Bey Hamam, "los baños del paraíso".
De camino al ágora, nos encontramos con el edificio llamado Bey Hamam , también conocido como los "Baños del Paraíso". Es una casa de baños turcos ubicada a lo largo de la calle Egnatia y construida en 1444 por el sultán Murad II. Fueron los primeros baños otomanos en la ciudad y los más importantes que aún se conserva en toda Grecia . Es parte de esos pocos vestigios importantes de la cultura otomana que quedan en Tesalónica y por eso mismo me llamó negativamente la atención el “abandono” al que se ve expuesto este edificio.
Los baños se mantuvieron en uso hasta 1968, cuando fueron alquilados al servicio arqueológico griego durante cuatro años. Después del terremoto de Tesalónica de 1978 , los baños fueron restaurados y se utilizan hasta el día de hoy para eventos culturales y exposiciones de corta duración.
El ágora romana de Tesalónica.
Luego llegamos al ágora romana. El antiguo ágora se usó desde el s. III a. C. y fue parte de la Grecia que dominaron los romanos. En el sector sureste, es el más interesante, se haya el complejo balneario fue construido al s. II a. C. Allí se encuentran los baños romanos, con dos cuartos, uno redondo que era la sauna y otro rectangular, usado como aseo, con dos piscinas, una de agua fría y otra caliente que aprovechaba el fuego que se hacía debajo de la construcción. En el s. I, el palacio se convierte en lugar público, se crea la ágora y el magnífico odeón, un teatro que podía recibir a más de 400 personas. Actualmente siguen excavando sus ruinas...
Detalles del ágora romana con sus sistemas de canalización y demás.
El siguiente punto en nuestra ruta hacia lo alto de la ciudad era la Iglesia de San Demetrio o Agios Demetrios, santuario dedicado al santo patrón de la ciudad. Fue construida en la época en que Tesalónica era la segunda ciudad del Imperio bizantino y forma parte del conjunto de monumentos paleocristianos y bizantinos, además de estar declarado como Patrimonio de la Humanidad desde 1988.
Llevó varias décadas restaurar la iglesia tras el Gran Incendio. Las excavaciones realizadas en las décadas de 1930 y 1940 sacaron a la luz numerosos objetos y las ruinas de unas termas romanas situadas en el lugar donde, supuestamente, San Demetrio había sido encarcelado y posteriormente ejecutado. Se halló también un pozo romano donde se cree que los soldados que ejecutaron a Demetrio tiraron sus restos. La iglesia fue restaurada y re-consagrada finalmente en 1949.
La Iglesia de San Demetrio en pleno corazón de Tesalónica.
Vistas del interior de la iglesia y alguna de sus reliquias.
Hacia el siglo IV de nuestra era se levantó una primitiva iglesia cristiana que reemplazaba unos baños romanos situados en el emplazamiento. Un siglo después, un prefecto llamado Leontios convirtió el pequeño oratorio primitivo en una gran basílica de tres naves. La iglesia sufrió varios incendios y, finalmente, fue reconstruida entre 629-634 erigiéndose un gran edifico de cinco naves, que es, a grandes rasgos, la que podemos contemplar hoy en día. Fue el santuario más importante de la ciudad, probablemente mayor que la catedral local, cuya localización nos es hoy desconocida.
La iglesia es famosa por los seis mosaicos que proceden del período que se extiende entre la reconstrucción y el período iconoclasta en 730. Después de haber sido cubiertos con yeso durante el período otomano, fueron restaurados entre 1917 y 1949, y nuevamente en 1998. Constituyen dos de los pocos ejemplos del período oscuro que siguió a la muerte de Justiniano. Una inscripción sobre una de las imágenes indica que se produjeron para agradecer al Cielo que librase a Salónica de un ataque de los eslavos paganos en 612. Los otros mosaicos que cubrían el interior de la iglesia se perdieron o bien durante en el período en que la iglesia fue transformada en mezquita (1493-1912) o bien durante el gran incendio de 1917, que destruyó el tejado de la iglesia y la parte alta de los muros.
Nosotros no pudimos ver los mosaicos porque no había nadie encargado para ello. Fue una pena.
La mezquita Alaca Imaret.
El monasterio Vlatádon.
Posteriormente pasamos frente a la mezquita Alaca Imaret, también llamada Ishak Pasha por su fundador. Se conoce como la "mezquita colorida", es otomana del s. XV. Fue construida por orden de Ishak Pasha en 1484 o 1487. Este, fue un general albanés otomano , estadista y más tarde Gran Visir. Consiste en una mezquita con un imaret (cocina pública benéfica). La mezquita y el imaret ya no están en uso. Está cubierta por dos grandes cúpulas y tiene un pórtico cubierto por cinco cúpulas más pequeñas. Tenía un minarete, que fue destruido en 1912, después de que Tesalónica fuera liberada por el ejército griego y se convirtiera en parte del estado griego moderno. Actualmente está en restauración. Si soy sincero, diré que nos la encontramos de casualidad...
Desde allí llegamos enseguida al Monasterio de Vlatádon. Este es un monasterio ortodoxo patriarcal, es decir, que depende directamente del patriarca ecuménico de Constantinopla. Es el único monasterio ortodoxo todavía activo en Tesalónica. Fue fundado entre 1351 y 1371. Está situado en el casco antiguo y, por su ubicación, controlaba el suministro de agua potable a la ciudad. El monasterio tiene una valiosa colección de manuscritos. Quedan escasas pinturas murales e iconos, ya que los turcos, durante su dominación, los destruyeron. Merece la pena pasear por su patio entre cipreses y pinos y contemplar las vistas de la ciudad y del mar. Actualmente alberga el Centro de Estudios Patriarcales. Otro monumento declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Finalmente, tras dos horas y pico de caminata por la historia de Tesalónica, llegamos al punto más alto de la ciudad. Allí nos recibieron las antiguas murallas... Paramos en una cafetería y bebimos. Iosu, bastante fatigado por el calor, se comió un helado. Luego, tras un descanso de 15 minutos, seguimos con la ruta.
Las antiguas murallas de Tesalónica con la Trigonion Tower a la derecha.
La ciudad de Tesalónica fue fundada en el año 315 a. C. por el rey Casandro de Macedonia. Durante la época romana fue la capital de las cuatro provincias de Macedonia y conserva entre sus monumentos diversas iglesias de los siglos XIV y XV de la época bizantina y paleocristiana. Es la segunda ciudad de Grecia y un puerto importante del norte del Egeo en el Golfo Termaico. Tiene una población de más de 325.000 habitantes. La ciudad recibe su nombre de Thessalonikē, la esposa del rey Casandro de Macedonia, hija del rey Filipo II y hermana consanguínea de Alejandro Magno.
En 1937, por un Real Decreto Griego, el nombre popular Σαλονίκη (Saloníki) fue restituido legalmente por el nombre fundacional Θεσσαλονίκη (Thessaloniki), Tesalónica en castellano, y desde entonces es el nombre oficial de la ciudad.
La fortaleza llamada Heptapyrgión.
Cruzamos una de las puertas de las murallas y llegamos hasta el Heptapyrgion, monumento que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988.
También conocido con el nombre turco Yedi Kule, es una fortaleza bizantina y otomana situada en el extremo noreste de la acrópolis. A pesar de su nombre, que en ambos idiomas significa "Fortaleza de las Siete Torres" cuenta, en realidad, con diez. Sirvió de reducto importante de la acrópolis de la ciudad, así como sede de la guarnición otomana, hasta finales del s. XIX. El testimonio principal fiable con respecto a la fortaleza es la inscripción colocada sobre su puerta, que indica que fue reconstruida por Çavuş Bey, el primer gobernador de la ciudad en 1431, inmediatamente después de la conquista otomana de la ciudad:
Esta acrópolis fue conquistada y capturada por la fuerza, de las manos de los infieles y los francos, con la ayuda de Dios, por el sultán Murad, hijo del sultán Mehmed, a quien Dios nunca deja de dar la bandera de la victoria. Y un mes después, esta torre fue reconstruida y fundada por Çavuș Bey, rey de los emires y los grandes, en el mes de Ramadán, el año 834 (1431 dC).
Iosu llegó muy cansado a la fortaleza, pero le convencí y entramos. Como os he ido diciendo, en todos los monumentos que están a cargo del gobierno griego, los menores de 16 años del espacio Schengen no pagan. Este fue el caso también del Heptapirgión. Nos atendieron en inglés dándonos las explicaciones de como hacer el recorrido.
Yo pagué 6 € y con eso podías acceder a la fortaleza y a la Trigonion Tower. Entramos...
Los tickets del Heptapirgión.
Al principio, la construcción no transmitía nada en especial. Un recinto fortificado con anchos muros de piedra y un patio central que daba acceso a algunas estancias. En una de esas salas, unos folletos en varios idiomas, acompañados de algunas fotos y algunos objetos, explicaban lo que íbamos a ver a continuación... Luego accedimos a una de las áreas que, tras caer en desuso como fuerte, entre 1890 y 1989 fue destinada a prisión... La infame prisión de Yedi Kule.
Imágenes de algunas de las celdas de la prisión de Yedi Kule en el Heptapyrgión.
Entramos por una puerta de color turquesa, ajada por el paso del tiempo... Una nave fría y oscura nos recibió. El pasillo, largo y estrecho, estaba jalonado a mano derecha por una fila de puertas que daban acceso a las celdas. Olía a humedad y a soledad. La luz del sol no penetraba en aquel siniestro lugar donde, aún hoy, se podía percibir el olor a miedo. Si cerrabas los ojos podías escuchar los gritos de terror de los reos condenados a una muerte segura; bien ajusticiados, o bien comidos por la tuberculosis que debía provocar aquel infernal agujero. Imaginaba, asomando por el minúsculo ventanuco de las pesadas puertas de hierro, unas manos huesudas y llenas de pústulas y, tras ellas, escondidos entre las sombras, unos ojos saltones que, fuera de sus órbitas en una cara enjuta, reflejaban la mismísima imagen de la muerte...
Panorámica de Tesalónica desde lo alto del Heptapyrgión.
Tras la visita a la prisión, subimos a lo alto de la fortaleza en busca de alguna vista panorámica de la ciudad. Efectivamente, desde allí arriba se podían ver las casas expandiéndose colina abajo hasta la misma orilla del Mar Egeo. Después pusimos rumbo a la Trigonion Tower.
Este era otro fenomenal punto de observación de todo la ladera y, en su día, fue un punto fenomenal de vigilancia. Desde allí se podía ver el Heptapyrgión, la Iglesia de San Pablo, la Torre Blanca, el Arco de Galerio... ¡! Todo ¡!
Pero simplemente eso, un punto de observación, allí no había nada más, así que, tras unas fotos nos fuimos. Iosu estaba muy cansado y decidimos ir a comer, además, ya era hora...
El Heptapyrgión desde la Trigonion Tower.
A escasos 350 metros de la Trigonion Tower encontramos un restaurante. El letrero anunciaba: Byzantio Café-Bar. En el menú que se podía leer en la puerta había pasta y el crío se animó a entrar. No había ningún cliente, pero eso tampoco nos echó para atrás. Un joven muy simpático nos atendió y nos invitó a subir a la planta de arriba. Allí, una enorme terraza con los laterales abiertos, nos esperaba para comer de lo más relajados. Eran las 14:30, hora idónea para recuperar fuerzas, tanto con el avituallamiento como con un descanso a la sombra. El termómetro marcaba a esa hora 40ºC.
Los platos que me sirvieron en el Resturante Byzantio.
Pedimos una ración de macarrones carbonara para mi hijo, una ensalada de la casa - ensalada Byzantio - para mí y después pedí unas "tostas" de jamón para comer entre los dos. Iosu se pidió un refresco casero de mandarina y yo pedí una cerveza de 1/3. Tardaron unos minutos en traer la comida, así que pedimos una segunda consumición. Entonces llegó otra pareja y se sentó a comer. Nos trajeron los tres platos juntos y, por supuesto... ¡! Atacamos ¡!
Estaba todo riquísimo. Luego, para alargar un poco el descanso, pedí un café con hielo y nos trajeron, de regalo, un vasito de una mouse de chocolate helada, de los que Iosu dio buena cuenta. Finalmente, por los tres platos, dos cervezas de 1/3, dos refrescos naturales, una botella de litro y medio de agua y el café, pagamos 32 €. Bueno... Estábamos de vacaciones.
Estuvimos allí hasta las 16:00 horas. En ese tiempo, el crío ya se había recuperado del cansancio y fue más fácil llevarlo por el recorrido previsto, para cerrar la vuelta circular a la ciudad. El siguiente destino era la Iglesia de San Pablo, Agios Pavlos, situada por debajo de la torre que antes habíamos visitado.
Distintas vistas de la Iglesia de San Pablo - Agios Pavlos.
Nos presentamos en las puertas de la iglesia en apenas cinco minutos, pero, estaba cerrado, así que, no nos quedó otra que hacer unas fotos desde distintos ángulos... No encuentro mucha información de esta iglesia, es tan misteriosa como bonita. Como no podíamos hacer más, seguimos ladera abajo hacia el siguiente destino: la Rotonda de Galerio.
Este edifico fue construido como Mausoleo para el emperador romano. Luego, se convirtió en una iglesia y más tarde en una mezquita. Es uno de los monumentos más antiguos de Tesalónica. El Palacio de Galerio era un antiguo palacio romano, situado en la Plaza Navarinou y formaba parte de un gran complejo, con la rotonda y el arco. No queda mucho de todo aquello.
La Rotonda (izda.) y el Arco (dcha.) del emperador Galerio. Antiguamente formaban, en conjunto, el Palacio de Galerio.
Detalles de las tallas que se conservan en el Arco de Galerio.
Ya estábamos abajo, en el centro de la ciudad. De las visitas que tenía marcadas tan solo quedaban la iglesia Agia Sofia y la visita al interior de la Torre Blanca. Primero, de camino hacia la mar, nos encontraríamos con la iglesia. La iglesia de Santa Sofía es una de las más antiguas de la ciudad que aún sigue en pie y está incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. No tengo ninguna foto de esta iglesia, porque, un par de ellas que saqué me dan error de apertura y no puedo colocarlas aquí. No sé porqué pasa eso, pero, lo siento.
Eran alrededor de las 18:30 horas. Sólo nos quedaba ver la Torre Blanca. Iosu se puso cabezota y me pidió la llave del apartamento para irse. Insistí en que se quedara, pero, fue imposible. Accedí, porque yo quería subir a la torre. Le dije que me llamase al llegar para estar tranquilo, le di la llave y se marchó. Yo, llegué enseguida a mi destino, apenas tardé diez minutos. El edificio estaba abierto hasta las 20:00 horas, así que, podía verlo sin agobios. Me hicieron esperar unos pocos minutos para entrar, porque estaba el aforo completo, pero, enseguida salió una pareja y pude pasar. Saqué la entrada, me dieron una audio-guía en inglés (no tenían en español), dejé mi DNI a cambio de ella y empecé el recorrido.
El ticket de la Torre Blanca.
La Torre Blanca.
La Torre Blanca es el monumento más emblemático de la ciudad. Construida en 1535, fue rodeada originalmente por gruesas murallas, ya que fue utilizada como prisión durante la ocupación otomana de Grecia. Allí, muchos prisioneros fueron torturados y ejecutados, y la Torre adquirió su apodo: "La Torre Roja" o "Torre de Sangre".
Posteriormente, fue rebautizada con el nombre de "Torre Blanca". Hay dos versiones en torno a este cambio de nombre; una dice que fue en honor a un preso que, en 1890, la pintó completamente de blanco a cambio de su libertad. La otra versión de la historia dice que fue rebautizada por los griegos en 1913, un año después de la reconquista de la ciudad. Sea como fuere, es un precioso edificio de 34 metros de altura que, actualmente, alberga un interesante museo dedicado a la historia de Tesalónica desde la época romana hasta nuestros días.
La ciudad vieja, con el Heptapyrgión y las murallas, vista desde la terraza de la Torre Blanca.
El recorrido te va llevando, de piso en piso, desde la planta cero hasta la cinco. En cada una de ellas te explican un periodo de la historia de la ciudad, con fotos, textos y videos que muestran los cambios que ha ido sufriendo la urbe. Está muy bien y es muy interesante... Me llamó Iosu, ya estaba en el apartamento... Finalmente accedí a la terraza. Desde allí, hay una hermosa vista de 360° de la ciudad y, en días claros y con el horizonte limpio, - que no fue mi caso -, se puede incluso admirar la silueta del Monte Olimpo, la cumbre más alta de Grecia (2.917 m).
Aprovechando el contra-luz.
La luz empezaba a decaer y tomé la decisión de volver al apartamento para reunirme con mi hijo. De camino, me encontré con unos contraluces a los que no pude resistirme. Luego, una vez en casa, dejé todos los bártulos y bajé a comprar algo de fruta y un zumo de naranja para desayunar.
De vuelta en el apartamento, una ducha, descargar las fotos y recoger todo... El día siguiente era largo y tenso, traslado de casi 500 Kms, PCR para el crío, papeleo y todo aderezado con el cansancio que se acumulaba...
Había que recuperar fuerzas para estar fresco.
Tesalónica - Delfos
Nos levantamos sobre las 07:30 y tras desayunar y recoger todo salimos hacia el parking sobre las 09:00 horas. Recogimos el coche, pagué los 40 € de las dos noches y pusimos rumbo al aeropuerto de Tesalónica para hacer el test
de antígenos para que Iosu pudiese viajar el lunes de regreso a casa. Atravesando todo el centro de la ciudad, llegamos al Aeropuerto Internacional Tesalónica-Macedonia en apenas 25 minutos. Buscamos la zona donde se hacían las pruebas y esperamos... Abrían a las 10:00 de la mañana. Cuando llegó la chica nos dijo que allí no hacían test de antígenos, sólo PCRs. No nos quedó más remedio que pasar por el aro. ¡! Otros 60 € más ¡! Empezaba bien el día...
Tras unos problemillas para poder acceder a la aplicación, para pagar la prueba, finalmente pude entrar y confirmar la operación. Luego, a Iosu le hicieron la PCR y, seguidamente, pusimos rumbo al paso de las Termópilas antes de ir a Delfos, última de las visitas en el viaje a Grecia. Eran alrededor de las 11:00 horas. Por el camino 50 € de gasolina más los 6 € del parking del aeropuerto... En un momento 40+60+6+50... ¡! 156 € ¡! Así, por la patilla. Tras salir del centro urbano de Tesalónica, transitamos durante más de tres horas por la autopista E75 y vimos la silueta del Monte Olimpo.
Al fondo, la morada de los Dioses, el Monte Olimpo.
Sobre las 15:00 horas, bajo un sol de justicia y una temperatura de 41ºC, llegamos al paso donde se desarrolló, en el año 480 a. C. y dentro de la Segunda Guerra Médica, La Batalla de las Termópilas. Allí, al pie de la carretera, se haya el monumento a Leónidas y sus hoplitas espartanos que defendieron, hasta la muerte, aquel punto estratégico ante el ejército persa de Jerjes I. Mucho se ha hablado del famoso rey espartano y sus 300 guerreros... Quitando la exaltación y la poesía heroica con que se viste dicha batalla en algunas películas modernas y en las antiguas crónicas de Heródoto, lo cierto y constatado es que, el ejercito de Leónidas, con más o menos contingentes, paralizó el avance de los persas en su camino hacia Atenas, dando tiempo, así, a que los atenienses se reorganizaran para defender su polis y su país en general.
* El hoplita era un soldado de infantería pesada. Aparecieron a finales del siglo VII a. C. y formaban parte de una milicia ciudadana, armada como lanceros.
El memorial a Leónidas y sus hoplitas conmemorando la batalla de las Termópilas.
Aquí se mantuvieron hasta el final,
aquellos que todavía tenían espadas, usándolas,
y los demás, resistiendo con sus manos y sus dientes. Heródoto
Leónidas, en su pedestal, tomado desde distintos ángulos.
Pero, en aquel desolado llano, hasta donde antiguamente entraba el Mar Egeo, el monumento parece recordar que allí, no sólo se celebró la batalla, si no que también Leónidas estuvo abandonado a su suerte, porque, un par de paneles informativos y ese paredón, es todo lo que acompaña la figura del rey espartano.
Luego, al otro lado de la carretera, en un pequeño altozano, está lo que se conoce como la colina de Kolonos que, según la leyenda, es donde se apostaron las tropas en espera de los persas.
La colina de Kolonos.
El monumento a Leónidas desde la colina de Kolonos.
Los montes Calídromo y Eta desde el monumento a Leónidas. La primera loma, a la izquierda, es la colina de Kolonos.
Jerjes I actuaba por venganza tras la derrota sufrida por su padre, Darío I, en la Primera Guerra Médica en el 490 a. C., que el rey persa perdió definitivamente en la Batalla de Maratón. Darío, juró que se vengaría, pero, no pudo hacerlo realidad porque en el 486 a. C. murió por una enfermedad. Sin embargo, su sed de venganza no murió con él y, en el 480 a. C., Jerjes I lideró la segunda invasión de Grecia con uno de los ejércitos más grandes jamás vistos que incluía a sus famosos "Inmortales". Leónidas, estaba bien posicionado, pero, traicionado por un griego llamado Efialtes, quien mostró a los invasores un pequeño camino para acceder a la retaguardia de las líneas griegas, acabó sucumbiendo al ejercito persa. Jerjes llegó hasta Atenas y la arrasó, así como la mayor parte del Ática. No obstante, los persas fueron derrotados, nuevamente, en el mar en la Batalla de Salamina. Este hecho, cortó sus líneas de suministro y debilitó su posición. Al año siguiente en la Batalla de Platea, una Grecia unida derroto definitivamente a los persas y terminó con su invasión. La unión ateniense en la llamada "Liga de Delos", consiguió expulsar a los persas al otro lado del Bósforo.
Fueron largos años de lucha y costó muchas vidas, pero, cuando los griegos ganaron, también lo hizo la democracia.
* Los Inmortales o Melóforos era un regimiento de élite persa de la guardia real que lucharon en las Guerras Médicas. El nombre viene de Heródoto que los llamó los Athanatoi (literalmente, "inmortales").
Dejamos a Leónidas orgulloso en su pedestal y pusimos rumbo a Delfos. Esta sería la última parada antes de regresar a Atenas. Ascendimos por una carretera cruzando las montañas que, antaño, atravesaron los persas...
El paisaje era precioso. Anchos valles, vestidos con una alfombra esmeralda, se alternaban con miles de olivos y tierras de cultivo que, tras la vorágine de Tesalónica, parecían trasladarnos al paraíso.
Los valles y las tierras de cultivo en el valle de las Termópilas.
Los últimos 80 Kms transcurrieron, sin peajes, por la carretera E65. En total, en el primer tramo del día, desde Tesalónica hasta las Termópilas ( 305 Kms ), me gasté 19,15 € en autopistas...
La carretera ascendía durante un buen tramo hasta alcanzar el collado que marcaba el inicio del descenso a la otra vertiente, atravesando el macizo del Monte Parnaso (2.457 m.) que, en su ladera meridional, esconde el santuario de Apolo y su famoso Oráculo de Delfos. Las faldas del Parnaso están cubiertas de abetos y sus alrededores, cargados de olivos, se extienden hasta dominar el horizonte, poblando sus prados silvestres de infinidad de colores. Con estas características, no es de extrañar que sea considerado como la morada mitológica de Apolo y las Musas y la patria simbólica de los poetas.
El macizo del Monte Parnaso
Llegamos a Delfos sobre las 16:00 horas bajo un calor sofocante. El pueblo, en sí, no tiene pérdida alguna porque, literalmente, son dos calles, una que sube y la otra que baja. En la que sube, la denominada calle Friderikis, estaba el Pan Hotel que sería nuestro alojamiento.
La tarjeta y la reserva del Pan Artemis Hotel.
El hotel era muy sencillito pero, para una noche, fue más que suficiente. Eso sí, el personal muy amable y el detalle de poder desayunar a partir de las 07:30 horas es de agradecer porque, así, cuando abre sus puertas la acrópolis a las 08:00, puedes estar allí para entrar a primera hora. Además, el desayuno estaba incluido en el precio.
Aparcamos a la entrada del pueblo, a unos 200 metros del hotel. Nos registramos y, tras asearme y dejar la maletas en la habitación 202, bajé a comer algo. Iosu no quiso bajar, decía que no tenía hambre y es que, por el camino, había comido unas galletas y un plátano que traíamos de Tesalónica.
No me compliqué mucho la existencia... Pedí un ensalada y algo de queso en un bar sito frente al lugar donde estaba el coche aparcado, es decir, a la entrada del pueblo. Luego, me fui a descansar un rato.
Por la tarde, a eso de las 19:30, bajamos hasta las puertas de la acrópolis dando un tranquilo paseo. Más que nada era por controlar como eran los accesos y la zona de parking para que, a la mañana siguiente, no tuviésemos sorpresas. No había complicación, estaba todo a lo largo de la carretera 48 que es la que baja hacia Atenas.
Tras ese relajante paseo volvimos al pueblo. Todos los bajos de las casas están ocupados por comercios; restaurantes, tiendas de regalos, ropa, cerámica y me llamó la atención que había muchas tiendas de joyas. En una de esas tiendas que tenía saldos en ropa deportiva, Iosu se compró la camiseta de la selección griega de fútbol y la del Olympiakos. Posteriormente fuimos a cenar al restaurante Epikouros, un sitio con bastante clase y donde nos cobraron 29 € por un plato de pasta, una ensalada Delphi (que estaba muy rica), un postre de yogurt con miel y nueces, una cerveza de 1/3 litro y dos refrescos de naranja. Yo, sinceramente, viendo el sitio que era, pensaba que nos iban a cobrar más.
La ensalada Delphi.
Atardecer en el Golfo de Corinto visto desde el restaurante Epikouros.
Después de cenar nos fuimos a descansar. El día había sido muy estresante y todavía me quedaba preparar la solicitud de entrada a nuestro país por medio de otro código QR. Esa tarde, sobre las 17:00 horas, había recibido el resultado de la PCR de Iosu y, afortunadamente, era negativa. Así que, una vez en el hotel, aprovechando el wifi, entré en la página del gobierno español y rellené las dos solicitudes de entrada, para Iosu y para mí. Tenían que ser individuales. Tras aportar todos los datos de la compañía aérea (nombre, fecha, número vuelo, asiento, aeropuertos), todos los datos personales, más los datos del recorrido realizado, recibí los dos códigos para acceder al embarque. Bueno, ya estaba todo en orden. Ahora ya podía relajarme y descansar para disfrutar del último día de visitas.
Teníamos que levantarnos temprano porque, después de desayunar, dejaríamos el hotel y desde la acrópolis pondríamos rumbo a Atenas... Recogí todo y, tras una ducha, nos fuimos a dormir...
La habitación era pequeña pero la cama era bastante cómoda... ¡¡Cómo se agradecía !!
El código QR para poder entrar en España.
Delfos - Porto Rafti
Habíamos quedado en levantarnos a las 06:45 para acabar de recoger lo que faltase y bajar a desayunar temprano. En la planta menos uno estaba el restaurante, pequeño (acorde con el hotel), pero, con un buffet cargado de cosas. Zumos,
fruta fresca -sandía, melón, manzanas- bollos, yogurt, cereales, pan para tostar, queso, tomate, jamón cocido, además de un rico café, cacao y té... ¡¡ De lujo !!
Algo antes de las 07:30 estábamos desayunando. Luego, subimos, nos lavamos los dientes y tras acabar de recoger las últimas cosillas nos pusimos en marcha. Bajamos, dejamos la llave y nos despedimos del recepcionista. Fuimos en busca del coche y pusimos rumbo a la acrópolis...
Las entradas para Delfos y el folleto informativo.
No había prácticamente nadie, tan solo pude ver a un hombre delante de nosotros. Sacamos la entrada; 12 € la mía y entrada gratis para mi hijo. Con esta entrada se accedía a la acrópolis y al museo. El área donde se encuentra el Templo de Atenea Pronea es de entrada libre.
El museo no abría hasta un poco más tarde pero, de todas formas, tenía pensado empezar por la acrópolis para evitar, en lo posible, el primer sol de la mañana cuando apareciese por detrás del Monte Parnaso.
Estábamos preparados par iniciar el recorrido...
Cuenta la leyenda...
...que Zeus hizo volar dos águilas desde dos puntos opuestos del Universo. Las aves se encontraron en Delfos, justo sobre el punto donde había una piedra cónica llamada ómphalo. Esta piedra representó el lugar a partir del cual se había iniciado la creación. Era el “ombligo del mundo”. Allí, en aquel paraje de singular belleza, al pie del majestuoso monte Parnaso, el dios Apolo se reunía con las Musas y las Ninfas, diosas menores de la poesía y el canto, en un bosquecillo de laurel donde cantaban, bailaban y recitaban poesía acompañado de su inseparable lira. Pero, antes de convertirse en esta idílica morada, el lugar fue escenario de un cruento sacrificio que otorgó al dios solar sus poderes de adivinación...
En un tiempo remoto esa mágica montaña fue sede del culto arcaico a la diosa madre minoico-micénica y, después, morada de la diosa Gea (Tierra) y la gran serpiente Pythón, poseedora de la sabiduría. Para apoderarse de ella, Apolo mató a la serpiente, se purificó en la fuente Castalia y enterró las cenizas del mítico animal en un sarcófago bajo el ómphalo de piedra. Sobre él se erigió un santuario, el Templo de Apolo Pitio, donde la Pythia o pitonisa actuaba como intermediaria entre los mortales y los Dioses.
El Oráculo de Delfos, situado en un gran recinto consagrado al dios Apolo, ubicado en el valle del Pleisto, en una ladera del monte Parnaso, a 700 m.s.n.m. y a 9,5 km de distancia del golfo de Corinto, fue uno de los principales oráculos de la antigua Grecia. De las rocas de la montaña brotaban varios manantiales que formaban distintas fuentes. Una de las más conocidas era la fuente Castalia, rodeada de un bosque de laureles...
Sobre el Oráculo no hay nada escrito que sea fiable, todo lo que ha llegado a nuestros días son relatos transmitidos oralmente de generación en generación, algunos de ellos, eso sí, apoyados en datos arqueológicos. Os dejo un enlace para leer más a fondo, pero a groso modo, el funcionamiento era de la siguiente manera:
Si bien todos los sacerdotes en Delfos eran hombres -hosia-, quien realmente canalizó a Apolo fue una mujer, la Pythia. Era elegida entre las mujeres de la aldea, sin ninguna distinción de clases, en el Festival de Stepteria. A la candidata solo se le pedía que su vida y sus costumbres fueran irreprochables. El nombramiento era vitalicio y se comprometía a vivir para siempre en el santuario. En el s. VIII a. C. ya existía en Delfos un templo dedicado a Apolo, en que se llevaban a cabo ritos adivinatorios el día del natalicio del Dios, el 7 del mes de Bisio en la tradición de Delfos que, según parece, correspondía al momento de renacer de la naturaleza con la primavera, en abril o mayo. Posteriormente, cuando el Oráculo estuvo en pleno apogeo, pasó a celebrarse el día siete de cada mes.
Por su carácter mistérico, y por los ataques de que fue objeto en la era cristiana, se conserva escasa información acerca de la ceremonia. Todo apunta a que el día en que los visitantes vinieran a buscar su consejo, los sacerdotes -hosia- conducían a la Pythia desde su apartada casa hasta el manantial de Castalia, donde se purificaba antes de ascender lentamente al templo. Entraba, bajaba al adyton y se sentaba en un trípode cuyas tres patas representaban el pasado, el presente y el futuro. Inhalaba los gases dulces y aromáticos -etileno o metano- que surgían de una fisura en el suelo y alcanzaba un estado de trance. Embriagada o poseída por pneuma -el espíritu de Apolo-, la Pythia se contorsionaba y profería palabras inconexas que los sacerdotes-intérpretes llamados profetai, descifraban y se las proporcionaban a los visitantes en distintos versos.
No existía iniciativa política que no fuera consultada por los gobernantes. Aún en los momentos tan comprometidos como la invasión de la Hélade por el rey persa Jerjes I el 480 a. C., los espartanos se tomaron el tiempo necesario para invocar al Oráculo. El vaticinio recibido fue:
O bien Esparta será saqueada por los persas o bien la tierra de Laconia -Esparta- llorará la muerte de un rey de la estirpe de Heracles.
Tal vez, Leónidas, sólo fue capaz de inmolarse con sus 300 hoplitas, en el desfiladero de las Termópilas, gracias a la fuerza moral que les otorgaba saberse elegidos por los dioses para la gloria. Aunque hay voces que opinan que el augurio se inventó a posteriori para engrandecer la leyenda de una gesta que aun hoy nos llena de admiración.
Tras esta presentación, retomo la narración de nuestra visita...
La entrada te lleva directo hacia el Camino Sagrado, la vía que recorre toda la acrópolis desde la parte inferior hasta lo alto de la ladera donde se encuentra el estadio.
A mano derecha queda lo que fue en su día el ágora romana. Luego, sucesivamente, te encuentras con las ruinas de los diferentes edificios llamados "tesoros" (treasures) que, en realidad, eran pequeñas capillas donde se guardaban las ofrendas y las donaciones que frecuentemente eran muy ricas y valiosas, verdaderas joyas. Se sabe que existían estas capillas: Tesoro de Siracusa,Tesoro de Cirene, Tesoro de Cnido, Tesoro de Sifnos, Tesoro de Sición, Tesoro de Tebas, Tesoro de Corinto, Tesoro de los Etruscos y, en el recodo que hace el camino, el Tesoro de los Atenienses, el único restaurado en la actualidad.
Recreación del Oráculo de los Dioses en Delfos.
El inicio del Camino Sagrado.
Las ruinas del monumento a las Ciudades Estado.
El Tesoro de los Atenienses y la "Roca Sibilia" en primer plano.
Otra vista del Tesoro de los Atenienses.
El Tesoro de los Atenienses se restauró piedra a piedra y es el que nos da una visión de como serían estos pequeños templos. Pasado este edificio, a mano izquierda, encontramos la llamada "Roca de la Sibilia", una enorme piedra donde se sentaba la pitonisa. Un poco más arriba la Columna de los Naxos. Todo esto lo puedes ver o entender, por los paneles explicativos que vas encontrando paso a paso.
Más arriba, una piedra con forma de medio huevo, marca el lugar donde se ubicaba el ómphalo, el "ombligo del Mundo". La piedra original se haya en el museo de la acrópolis y luego podremos verla.
Así, poco a poco, ladera arriba, llegamos hasta el edificio principal de la acrópolis, el Templo de Apolo Pitio...
Recreación del Tesoro de los Atenienses.
Tesoros de los Sifnios y los Tebanos.
El Camino Sagrado ascendía.
En primer plano el famoso ómphalo.
Ruinas de algunos de los Tesoros de la acrópolis.
En la terraza que se extiende delante del templo de Apolo estaba situado el altar de los sacrificios. La Columna Serpentina -que conmemoraba victoria en la Batalla de Platea (479 a. C.)- y el pedestal del cónsul romano Aemilius Paulus, engalanaban el acceso al templo. Al aire libre y salpicadas por todo el recinto se podían ver estatuas de mármol y de bronce, regalos de reyes o de ciudades, en agradecimiento a los servicios prestados por el Oráculo.
Apolo Pitio era el dios principal del santuario. Pero en los meses de invierno tomaba protagonismo el dios Dioniso porque Apolo se marchaba al paraíso septentrional. Las ruinas del Templo de Apolo en Delfos, que se remontan al siglo IV a. C., pertenecen al estilo dórico. Fue edificado sobre los restos de un templo anterior. Su construcción se atribuye a los arquitectos Trofonio y Agamedes. Dentro estaba el ádyton y el asiento de la Pythia.
Aspecto de la Columna Serpentina y el pedestal d Aemilius Paulus.
Réplica de la Columna Serpentina erigida en 2015.
El pedestal de la estatua del cónsul romano Aemilius Paulus.
El Templo de Apolo Pitio desde distintos puntos de vista.
El sol, al que hacía referencia al inicio, irrumpió a eso de las 11:00 en el Templo de Apolo.
Desde el Templo de Apolo se sigue subiendo hasta alcanzar el Gran Teatro de Delfos uno de los teatros mejor conservados de todo el mundo griego. Se encuentra apoyando su koilon –graderío- en la ladera del monte Parnaso lo que le dota de unas espectaculares vistas de todo el santuario y del valle de Cirra, repleto de olivos. Fue construido en el s. IV a. C. en piedra caliza extraída del mismo monte y tenía capacidad para 5.000 espectadores. Sufrió posteriores restauraciones con Eumenes I de Pérgamo en el 159 a. C. y durante el período romano, cuando el proskenion fue adornado con bajorrelieves que narraban los trabajos de Heracles, cuyos restos pueden visitarse en el Museo de Delfos. Pegado a su parte este estaba el Templo de Dionisos del que ya no queda más que una fila de sus muros.
Cada cuatro años, el teatro, alojaba competiciones líricas, dramáticas y musicales que se incluían dentro de los denominados Juegos Pítios, que tenían, al igual que los Juegos Olímpicos, carácter panhelénico y gozaban de gran prestigio en los tiempos clásicos.
El Gran Teatro de Delfos.
Finalmente, tras el Gran Teatro y en la zona más elevada y más occidental del santuario, encontramos el estadio. Está rodeado de pinos en un entorno silencioso donde, si te paras unos instantes y guardas silencio, podrás oír el trino de los pájaros y el canto de las cigarras.
Se construyó en el siglo V a. C. y fue ampliado posteriormente en el s. II d. C. por Herodes Ático -ese que construyó también el odeón junto a la Acrópolis de Atenas- que además de ampliar la pista, levantó un graderío de mármol y un monumental arco triunfal en la entrada al estadio. Contaba con capacidad para 7.000 espectadores.
La pista de carreras tenía unas dimensiones de 177,55 por 25,6 metros por lo que se estima que 17 o 18 corredores podían competir a la vez en una carrera.
El Teatro visto desde la parte superior camino al estadio.
Sus límites estaban marcados con una fila de losas de piedra. El arco de entrada estaba situado al este del estadio, en frente del punto de inicio de las carreras. Es único en Grecia, constaba de tres arcos sustentados por cuatro pilares. Los dos pilares centrales tenían nichos para estatuas.
En este estadio se celebraban las pruebas atléticas de los Juegos Pítios que se celebraban cada cuatro años en Delfos, en honor de Apolo y eran los segundos juegos panhelénicos en importancia, después de los Juegos Olímpicos.
Tras las ceremonias religiosas, las pruebas musicales y demás, los concursos atléticos tenían lugar el quinto día de juegos, mientras que las pruebas ecuestres se celebraban el último día.
Algunas de las pruebas que se llevaban a cabo en el estadio eran:
- dólikos, carrera de resistencia de 24 estadios (4.261 metros).
- stadion, carrera de velocidad de 177,55 metros (un estadio).
- diaulos, carrera de velocidad de dos estadios (ida y vuelta).
- pentatlon, compuesto por salto de longitud, carrera, lanzamiento de disco, jabalina y lucha.
- hoplitódromo, carrera con armamento, en la que los participantes corrían desnudos dos estadios (355 metros) armados con escudo, casco y rodilleras.
Los ganadores eran obsequiados con una guirnalda de laurel, el árbol de Apolo. En la actualidad se puede admirar el graderío norte y la tribuna presidencial.
El estadio de Delfos donde se celebraban los Juegos Pítios.
Allí arriba, en el estadio, terminaba el recorrido por la acrópolis de Delfos. Tras unas fotos y un rato de relax nos encaminamos ladera abajo hacia la salida. Ahora tocaba ver el museo.
A estas horas, alrededor de las 10:30, la gente empezaba a llegar más asiduamente. Pequeños grupos de personas iban subiendo colina arriba rompiendo la paz con la que nosotros y unos pocos "privilegiados" más habíamos disfrutado a primera hora de la mañana. Accedimos al museo con mucha expectación, por lo menos por mi parte. Iosu era un poco más reacio pero, tras decirle que no había negociación posible, acabo accediendo. Luego, lo pasó bien...
El Museo Arqueológico de Delfos.
De izquierda a derecha: Cariátide del Tesoro de Sifnos; La esfinge de la Columna de Naxos (560 a.C.); Bailarinas de Delphos.
De izquierda a derecha: Cuerpo de atleta; Los filósofos (280 a.C.); Atleta Agias de Pharsala (330 a.C.).
Estatua del Divino Antínoo (130 a.C.); Detalle de su rostro; Momento de su hallazgo en 1894.
Sobre estas líneas aparece las estatua del joven Antínoo. Fue hallada en unas excavaciones realizadas por el francés Théophile Hommolle en 1894. Este, cuando la estatua vio la luz exclamo: "Parece, tan flexible esa carne, vivaz y palpitante, y el pecho vigoroso parece hinchado con un aliento sano y poderoso. Las piernas son delgadas y con curvas encantadoras".
El joven Antínoo nació en Bitinion-Claudiópolis, en la provincia griega de Bitinia -hoy Egipto- entre los años 110 y 112 d. C.
De ascendencia griega, fue llevado a Roma donde se registra su ingreso al Pedagogium. Quedó escrito que, a los 16 años, este ephebe* ya era el favorito del emperador Adriano. Los relatos de quienes lo conocieron lo describen como un joven hermoso, inteligente y astuto, a la vez que buen cazador y atleta. Antínoo era el perfecto eromenos (amor/amante) para un poderoso y lujurioso hombre de 54 años como Adriano y, éste, hizo notoria su veneración por el adolescente
* Efebo (ephebe) es una palabra griega que significa adulto. En la Antigua Grecia solía aplicarse a los varones desde los 15 a los 20 años, que eran instruidos en la efebeia, una especie de servicio militar.
Antínoo muere, sin haber cumplido los 18 años, ahogándose en el Nilo el 30 de octubre de 130 d. C. Se especula sobre las causas de su muerte que van, desde el complot cortesano hasta el suicidio, debido posiblemente a su preferencia sexual. Este hecho marca para siempre al emperador Adriano que, desde ese momento, sólo piensa en el suicidio.
Hay unos versos de Fernando Pessoa con el título, Antínoo, que hablan de esta historia. Os dejo un "aperitivo" y el enlace por si queréis leerlos:
La lluvia, afuera, enfriaba el alma de Adriano.
El joven yacía muerto
en el bajo lecho y sobre su total desnudez,
se vertía la opaca luz del eclipse de la muerte,
ante los ojos de Adriano, cuyo dolor era miedo.
El joven yacía muerto, y afuera el día parecía una noche.
La lluvia caía como un enfermo temiendo
a la naturaleza en su acto de matarlo.
El recuerdo de lo que fue no lo deleitaba,
el deleite de lo que fue estaba muerto y difuso.
Además, en este otro enlace que lleva a la web del museo de Delfos, podéis ver gran parte de las obras allí expuestas. Es muy interesante y contiene mucha información:
De izquierda a derecha: Los gemelos de Agros (590 a.C.); el Ómphalo hallado al noroeste del Templo de Apolo; Cascos y gárgolas recuperadas de los tesoros.
Lo cierto es que esta visita, que se alargó una hora, fue muy gratificante, amena e instructiva. Infinidad de obras, de las que se encontraron en las distintas excavaciones a lo largo de la historia, descansan en las vitrinas del museo y te ayudan a entender mucho de lo que se ve en la acrópolis.
Desde el museo bajamos al Templo de Atenea Pronania. Esta parte de la acrópolis de Delfos se compone del templo y el espacio dedicado al gimnasio y las termas, un conjunto situado a kilómetro y medio al este de las principales ruinas de Delfos.
El gimnasio fue construido en el s. IV a. C. en mármol de Poros. Tenía dos pistas de carreras, una cubierta de 7 metros de ancho y otra al aire libre, una palestra, termas y una piscina circular. Fue uno de los primeros gimnasios arquitectónicamente complejos que se construyeron en Grecia.
El santuario de Atenea Pronania ó Pronea estaba emplazado en la falda sur del monte Parnaso y dedicado a la diosa de la sabiduría, la fertilidad y la salud. El templo era visible desde el este antes de llegar al templo de Apolo, de ahí su nombre, que significa "antes del templo".
Recreación del Templo de Atenea Pronania.
La zona del gimnasio en la ladera sur del Monte Parnaso.
El santuario adquirió gran importancia debido a una práctica por la cual quienes acudían para hacer una petición al Oráculo primero debían ofrecer un sacrificio en el templo de Atenea, que era el lugar donde se alojaba la Phytia. Una terraza de 150 x 40 metros, conducía a los distintos altares, templos, tesoros y el tholos del santuario. El edificio más grande era el templo arcaico de Atenea, que contenía a su vez distintos altares, el más antiguo de los cuales databa del s. VII a. C.
Dos vistas del Tholos del Templo de Atenea Pronania.
La zona arqueológica de la ladera norte desde el Templo de Atenea.
Había dos tesoros en el complejo. Los orígenes del primero son desconocidos, mientras que el otro pertenece al s. VI a. C. y estaba dedicado a los habitantes de Masalia como agradecimiento por la victoria contra los etruscos. Frente a los tesoros había un trofeo sobre una base rectangular que conmemoraba una conquista griega contra los persas.
Lo único de lo que queda algo en pie es el Tholos.
Este era un templo de planta circular construido en el año 390 a. C. Estaba rodeado por veinte columnas dóricas en su parte exterior, se elevaba del nivel del suelo sobre tres escalones y en su interior había una cámara circular a la que se accedía a través de una abertura triple. Actualmente se mantienen en pie tres columnas exteriores y parte del arquitrabe.
Pero nada es para siempre y el Oráculo de Delfos comenzó un vertiginoso declive con la ocupación romana, durante el siglo I a. C. El Oráculo, respetado aún, fue sin embargo perdiendo prestigio y visitantes. El emperador romano, Adriano, también visitó Delfos. Pero ya por el siglo II d. C. el santuario recibía visitantes que eran más curiosos que fieles. Los viajeros llegaban allí para curiosear y no para utilizar el recinto como lugar sagrado. En el año 87 a. C., Lucio Cornelio Sila (político, militar, cónsul y finalmente un dictador romano) se había apropiado de muchas riquezas sagradas y de las ofrendas hechas en metales preciosos, lo mismo que el emperador Nerón en el siglo I.
En el siglo IV el emperador romano Constantino I "el Grande" se llevó a Constantinopla una de las pocas piezas grandes que aún quedaban: la Columna Serpentina, que nadie consideraba de valor después de que los focenses se llevaran 700 años antes su trípode de oro. En el siglo III los hérulos, godos y bastarnos recorrieron en intensas campañas toda Grecia Central, Ática y el Peloponeso, arrasando y saqueando. En Delfos destruyeron algunas de las estatuas que quedaban en pie.
El Oráculo sobrevivió hasta el 390 d. C., año en el que el emperador cristiano, Teodosio I, silenció toda actividad con la destrucción del templo y las pocas estatuas que quedaban en pie en nombre de la cristiandad. El santuario fue completamente destruido por los cristianos en su intento de borrar todos los rastros del paganismo. Fue restaurado, en parte, en 1938.
Todo conjunto del sitio arqueológico de Delfos, está catalogado desde 1987 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Después de esta última visita, sobre las 12:45 horas, de camino al coche, pasé por la Fuente Castalia. Antiguamente, la fuente era de mármol y el agua salía por grifos de bronce que representaban cabezas de animales. Su agua, fresca y pura, continúa hoy en día refrescando a los visitantes del santuario. Bebí un buen trago y llené una botella para el camino. Espero que, como decían antiguamente, alimente mis musas y me llene de inspiración en todo lo que haga...
Luego, arrancamos rumbo a Atenas, concretamente a la localidad de Porto Rafti, en la zona de Ática. Nos separaban de allí unos 200 Kms, es decir, unas 2h 30m.
Subimos por la carretera 48 hasta la localidad de Arachova, salvando algunas buenas rampas por un firme bastante homogéneo. Cierto que había algunos baches, pero, en general, era buena carretera. Pasado el pueblo, paramos para hacer una panorámica de la zona del Monte Parnaso y sus alrededores. Desde un mirador, al pie de la carretera, teníamos una bonita imagen de rojos tejados en una ladera, sobre un valle repleto de olivos.
En la ladera de la derecha el pueblo de Arachova sobre unos terrenos repletos de olivos.
Arachova, desde el mirador, visto con el teleobjetivo .
Tras las fotos, llenamos el depósito de gasolina y salimos hacia la capital. Hacía calor, como todos los días anteriores...
En la localidad llamada Kastro, dejamos la carretera 48 y cogimos la E75. Gasté 9,85 € en peajes, pero, el trayecto fue cómodo, sin retenciones al cruzar Atenas. Luego, cogimos la carretera 6 hasta el destino. Llegamos sin complicaciones, a eso de las 15:15, guiados magistralmente por "Txi-Txi".
La reserva del apartamento de Porto Rafti.
El apartamento, un poco dejado en algunos aspectos, tenía de todo, incluso una terraza en la parte frontal donde podíamos comer, tender la última colada y sentarnos a escribir como hice yo esa tarde. Lo de destartalado lo digo porque tenía todo el cableado de la antena de TV y el wifi por encima de las ventanas, sin recoger en canaletas, dando aspecto de dejadez. Por lo demás estaba limpio y en la cocina tenía de todo. Para una noche nos hizo el servicio que buscábamos, a 15 minutos de la base de Goldcar y a media hora del aeropuerto.
Descansamos un rato del calor de la carretera. Luego, hice la colada y tendí la ropa al sol para que se secase todo y hacer las maletas. Hice el check-in del vuelo Atenas-Barcelona y me fui al pueblo a comprar zumo, unos plátanos y algún bollo para desayunar. Teníamos la opción de hacer unos 45 Kms para ver las ruinas de un templo dedicado a Zeus que se haya en la costa de Sunio, pero, Iosu no quiso salir. Lo cierto es que yo también estaba cansado de coche, había hecho 3.000 Kms en una semana.
Porto Rafti, una localidad costera en el Mar Egeo.
Tuve que coger el coche para ir al pueblo, pero eran 5 minutos hasta la zona de playa. Allí hice las compras en una pequeña tienda y me compré una cerveza para beberla en el paseo que había frente al Mar Egeo. La tarde, a esas horas y con la brisa marina, se había quedado maravillosa. Saboreé la "birra" tranquilamente, disfrutando del paisaje y repasando mentalmente el enriquecedor viaje. Todo había salido bien, quedaba el último pasito, pero estaba todo controlado... Deseaba que mi hijo hubiese disfrutado como yo.
Mi mente visitaba el castillo de Rodas, volaba por entre las ruinas de Atenas y Corinto, entraba por la Puerta de las Leonas de Micenas, saludaba a Leónidas en Esparta, sobrevolaba los templos de Meteora, vigilaba desde la Torre Blanca en Tesalónica y pedía consejo en el Oráculo de Delfos para despertar en mi hijo la curiosidad por conocer el Mundo...
La bocina de un coche, a mis espaldas, me sacó del "trance" y me devolvió a la realidad. Apuré mi cerveza y volví al apartamento...
Pasamos el resto de lo que quedaba de tarde en la terraza, escribiendo y descargando las fotos. Luego, hicimos un poco de merienda-cena y, tras una ducha, recogimos todo y dejamos las maletas casi preparadas. Eran cerca de las 23:00 horas y había que descansar. Mañana tocaba volver a casa...
Porto Rafti - Atenas - Barcelona
Nos levantamos a eso de las 09:00 horas. Desayunamos, nos duchamos y, tras acabar de recoger todo en las maletas, pusimos rumbo a la base de Goldcar para devolver el coche. Se había portado como un jabato, bueno, era nuevo...
En un principio, el viaje de regreso estaba programado para el día 19 a las 22:55 horas, pero, después de tener todo atado, me adelantaron el vuelo a las 14:15 horas. Eso suponía tener que recortar un día y, lo más fácil, fue recortar al final. Por eso había reservado este último apartamento cerca del aeropuerto, si no hubiésemos venido directamente desde Delfos.
Salimos del apartamento a las 10:30. En el pueblo, llenamos el depósito para entregarlo como lo habíamos cogido. Luego "Txi-Txi" nos acompañó por última vez hasta el punto de destino. Dejamos el coche con 2.996 Kms en el contador, todo en orden y bastante limpio. Enseguida llegó la lanzadera y nos acercó hasta el aeropuerto. Una vez allí, nos dirigimos a la ventanilla de Vueling porque teníamos que sacar las tarjetas de embarque. Fueron las únicas que no me dio opción a hacerlas on-line.
La tarjeta de embarque del vuelo Atenas-Barcelona.
En el mostrador, la chica pidió mi certificado de vacunación, la PCR de Iosu, el QR de entrada en España y los DNIs. Todo estaba en regla, así que, nos dio las tarjetas, las pegatinas para subir la maleta a la cabina y nos dirigimos a la zona de seguridad. Tuve que sacar las cámaras y los objetivos, pero fue todo bastante rápido. Fuimos a la zona de embarque... Ya sólo era esperar a la hora establecida para embarcar en el Airbus A321, cuyo vuelo VY8101 nos iba a llevar a Barcelona. Teníamos por delante 1h 15min de espera...
Faltando algo más de media hora para empezar a embarcar apareció en los paneles la puerta de embarque; B5. Estábamos muy cerca, así que, nos quedamos allí mismo unos minutos más.
Todo iba en orden hasta que algo pasó en las pistas porque vi llegar un camión de bomberos y nuestro vuelo se retrasó casi media hora. Finalmente, a eso de las 14:40 despegamos. Luego, como casi siempre, el avión recuperó el tiempo perdido y llegamos a Barcelona a la hora establecida, las 16:25.
Como nos habían adelantado el vuelo Atenas-Barcelona, pero no habían adelantado el Barcelona-San Sebastián, resultaba que teníamos por delante toda la tarde y toda la noche hasta las 06:30 horas del día siguiente. El plan alternativo que había preparado era dejar las maletas en consigna y salir con mi hijo para enseñarle lo más clásico de la ciudad condal, pero... !¡ Mi gozo en un pozo ¡!
No encontrábamos la consigna. Pregunté en uno de los puestos de información del aeropuerto y, una chica muy maja, nos dijo que, con la pandemia, la empresa que gestiona la consigna, a falta de viajeros, llevaba sin abrir una temporada.
¡! No había consignaaaaa ¡!
Iosu en el "campo base" del aeropuerto.
Además, nos advirtió de que había toque de queda y muchos carteristas ávidos de "meter mano" por la falta de turistas. Con ese panorama en el horizonte, teniendo que cargar toda la tarde con las maletas y las cámaras, atentos a los carteristas y con una incidencia COVID por las nubes, el crío me dijo que no quería salir y que nos quedásemos en la terminal. Finalmente decidimos quedarnos en el aeropuerto... 12 horas perdidas. ¡! Qué desperdicio !¡
Comimos unas hamburguesas en el Mc Donald´s y nos mentalizamos para pasar el tiempo sin agobios... Leer, ver la tele, vuelta para aquí, vuelta para allá, café, cena, café, tele...
El hall de la T1 de Barcelona... Eran las 03:00 de la mañana. ;-)
En un resumen de Teledeporte me puse al día de las etapas más importantes del Tour de Francia que, con motivo del viaje, me había perdido de ver en directo. Vi como Tadej Pogacar, a sus 22 añitos, ganaba su segundo Tour. Y así, poco a poco, mientras el crío echó alguna cabezada, el dios Cronos fue devorando el tiempo...
Barcelona - Astigarraga
A eso de las 05:00 de la mañana abrieron algunas cafeterías y fuimos a desayunar. Nos sentó de maravilla. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, todo pasó deprisa. Apareció en los paneles la puerta de embarque; B28. Empezaron a llamar a
los que teníamos embarque prioritario y, cuando nos dimos cuenta, el vuelo VY2486, a bordo de un Airbus A319, despegaba con destino a Donostia. Eran las 06:35 horas...
Le dije a Iosu que aprovechase esa horita y echase una cabezada, pero no me hizo caso. Yo sí que me quedé dormido un rato, pero, los dos tipos que iban sentados delante de nosotros, se pusieron tibios a Rioja y nos dieron el viaje.
¡! Qué pesados, medio "giñas" a las 07:00 de la mañana ¡! Me tenían hasta las narices...
En una de esas, las calvas de los dos -rapados por completo- asomaban por encima del respaldo. Hice el ademán de darles una galleta y eso le hizo tanta gracia al crio que ya no pudimos dormir más. Se pasó el resto del viaje pidiéndome que les diese de verdad.
La tarjeta de embarque del vuelo Barcelona-Donostia.
Así terminó el viaje a Grecia. Todo había salido bien, habíamos disfrutado mucho y habíamos visto otro nuevo país.
Al las 07:35 estábamos aterrizando en el aeropuerto de Hondarribia. Allí nos esperaba Rosa para llevarnos a casa...
¡! Vuelta a la rutina ¡! Mañana... a trabajar.
Hondarribia desde el avión de vuelta a casa.
Αντίο και ευχαριστώ, Ελλάδα !¡
Reunión de Dioses en el Monte Olimpo.
Adiós y gracias, Grecia !¡
Toda la historia de la Grecia Antigua –como la del Mundo en general– parece estar basada en guerras, muertes y conquistas. Sin embargo, la diferencia estriba en que, algunos griegos, decidieron abandonar el camino de la guerra y eligieron utilizar sus mentes para avanzar en la cultura y escribir obras que, todavía hoy, son relevantes.
> Esquilo en el mundo de la literatura y el teatro;
> Sófocles y Eurípides como dramaturgos;
> Píndaro en la poesía…
> En las ciencias encontramos a Euclides de Alejandría, considerado como padre de la geometría, escribió un libro llamado Elementos que se ha estado usando hasta el s. XX;
> Arquímedes, considerado el mejor matemático de la historia, fue además astrónomo, ingeniero, físico e inventor de herramientas y máquinas;
> Tales de Mileto quizás fue el primer filósofo que dejó de explicar los hechos basándose en la mitología y empezó a aplicar otras teorías e hipótesis;
> Leucipo, durante el s. V a.C. fue el primero en creer que todos los elementos podrían estar compuestos de elementos invisibles, lo que hoy conocemos como átomos…
> No hay que dejar atrás a Sócrates, Aristóteles y Platón, que influyeron en el pensamiento filosófico moderno;
> Hipócrates, padre de la medicina moderna, estableció unos fundamentos y una doctrina que, todavía hoy, los médicos aceptan al realizar el famoso juramento hipocrático.
Y no debemos olvidar al historiador griego Heródoto, “padre de la historia”, y yo, me atrevería a decir, “padre del periodismo actual”, pionero en las nuevas formas de transmitir todo lo acontecido, documentándose e investigando, para luego registrarlo por escrito.
Lo que está escrito es lo que se lee y, el mundo griego antiguo, si en algo avanzó, fue en esa faceta. GRACIAS A TODOS ELLOS.
© F. J. Preciado 2021