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"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"

Abril de 2017

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Riglos

Naturaleza en "La Hoya de Huesca"

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Panorámica de los mallos de Riglos desde el Mirador de los Buitres.

  Por motivos personales, cambiamos de planes con respecto a la salida planeada a Bretaña y Normandía. La salida se quedó reducida a tres días y el destino elegido fue Huesca, concretamente el pueblo de Riglos. Un entorno casi inalterado, rodeado de montañas y custodiado por una colonia de buitres que habitan en los riscos que rodean el pueblo. Castillos medievales, arte románico puro y pueblos con encanto, fue lo que encontramos. Padre e hijo disfrutando de la naturaleza y la fotografía...  ¡ De lujo !

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Astigarraga - Riglos

  Había preparado todo para pasar unos días en la montaña con mi hijo. El plan era disfrutar al máximo de la naturaleza, hacer fotos de paisajes y macros, andar y dormir en la tienda de campaña o en el colchón que preparé en el coche.

Como podéis comprobar, todo sobre la marcha... Buscaba un poco de aventura y acción. Soltar adrenalina y convivir con el crío en situaciones no habituales. Salimos sobre las 09:00 de la mañana. Fuimos por la AP-15 hasta Pamplona y luego por la A-21 hasta Sigüés, donde muere la variante y enlaza con la N-240. Por esta, transitamos hasta llegar a Puente la Reina de Jaca y, desde allí, por la A-132, llegamos a Riglos después de unas tres horas de viaje.

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  Nada más llegar, nos dieron ganas de volvernos a casa. Era Jueves Santo y una enorme cantidad de gente abarrotaba el pueblo, como si estuviésemos en el mismo Torremolinos. Aparcamos donde buenamente pudimos y echamos a andar ladera arriba para hacer algo de hambre y esperar a ver si la gente iba dejando sitio. El campo estaba lleno de florecillas de todos las formas y colores. Le empecé a enseñar al crío los fundamentos de la fotografía macro, un difícil mundo que me apasiona.

Iosu, mi hijo, en plena sesión de fotos. Poco a poco va aficionándose
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Algunos insectos, con su electrizante actividad, son todo un reto dentro del mundo macro; otros, en cambio, son más fáciles de fotografiar.

 Tras un buen rato buscando animalillos y flores de colores, bajamos nuevamente hacia el pueblo. El día estaba maravilloso y, por ello, seguía todo abarrotado. Movimos el coche y nos fuimos en busca de un remanso del río Gállego que habíamos visto al pasar, con la intención de que el crío se diese un baño. El agua bajaba fría y con fuerza. Pendiente de que no se moviese de un pequeño pozo, en el que el agua quedaba mansa, estuvimos allí hasta cerca de las 14:00 horas. Después volvimos a subir hacia Riglos y en una campa situada a unos 500 metros del pueblo, paramos a comer. Preparamos con el hornillo y el camping-gas, unos macarrones con tomate que nos supieron a gloria. En el pueblo, por supuesto, había restaurantes para comer, pero quería que el crió disfrutase de la sensación de poder preparar la comida la aire libre.  

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Salimos del agobio de la gente y Iosu aprovecho para darse un baño en el río Gállego.

  Viendo que aun había mucha gente escalando "los mallos", decidimos movernos. Salimos nuevamente a la carretera A-132 y fuimos hasta Murillo de Gállego. Desde allí subimos  hacia  Agüero. Paramos a jugar al balón en una bonita campa junto a la Ermita de San Miguel, antes de explicarle a mi hijo algo sobre el arte románico. No quería que el niño se aburriese a las primeras de cambio y, por ello, tenía que dosificar los tiempos de explicaciones y fotografías con algún rato de juego.

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Los mallos de Agüero.

  Unos 500 m antes de llegar al pueblo de Agüero, sobre un alto a la derecha de la carretera y medio oculta por la abundante vegetación, se yergue majestuosa la enigmática e inacabada iglesia de Santiago de Agüero. La corta pista de acceso a la iglesia es de tierra y si está seca, no ofrece especiales dificultades para todo tipo de turismos. El resto del año guardan las llaves en la residencia de ancianos situada en lo alto del caserío y las prestan contra depósito del DNI.

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Distintas vistas de la Ermita de Santiago de Agüero.

  El impresionante templo románico, aun sin estar acabado, está declarado Monumento Nacional. Su portada es magnífica y en ella se observa, en el tímpano, un relieve sobre la Epifanía. No pudimos ver el interior porque estaba cerrado. El gran número de marcas de cantero diferentes que se aprecia en los sillares hace pensar en el volumen de operarios implicados en esta obra de gran envergadura, que por diferentes motivos no pudo ser concluida. Comenzada a construir a mediados del siglo XII, iba a ser una basílica de tres naves y tres ábsides pero no se acabó, cortando las tres naves después del primer tramo con un muro. Se aprecian en su construcción dos periodos muy distintos, de mucho menor calidad el segundo, que parece haber sufrido las prisas para su cierre y terminación. Los motivos de su paralización hasta ahora son desconocidos.

* Ermita de Santiago de Agüero
Teléfono : 974380533
 Visita     : Contactar con Ayuntamiento

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Panorámica de los mallos.

  Riglos y sus mallos son un paraíso para los escaladores, entre quienes son famosos y conocidos internacionalmente. Son unas impresionantes paredes verticales que alcanzan los 300 metros de altura. Estos conglomerados calizos se formaron en el Terciario y fueron más tarde erosionados por el agua, la lluvia y el viento hasta formar las paredes actuales, de color rojizo debido a la existencia de hierro y arcillas que resultan espectaculares. Formaciones como el Puro, Mallo Pisón, Mallo Visera y Mallo Firé, constituyen los denominados "Mallos de Riglos".

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Ntra. Sra. del Mallo bajo los mallos de Riglos.

Tras esta toma de contacto con el románico, volvimos a Riglos. Sobre las 18:00 horas ya había bastante menos gente. Ahora se podía pasear con tranquilidad, sin agobios, sin multitudes...

  Subimos a la parte alta del pueblo. Allí vimos la iglesia de Ntra. Sra. del Mallo. Es una iglesia de una nave, realizada en mampostería, excepto la torre que es de sillería, situada justo bajo los mallos.
  Después de este gratificante paseo por la parte baja de estas maravillosas moles de piedra, viendo que el atardecer iba dejando paso a la noche, decidimos bajar al pueblo y buscar algún sitio para cenar. 

  Riglos es una localidad de apenas 50 habitantes, perteneciente al municipio de Las Peñas de Riglos, situada a 45 km al noroeste de la ciudad de Huesca, en la carretera A-132 entre Ayerbe y Murillo de Gállego. Un pintoresco lugar sobre la margen izquierda del río Gállego, situado bajo unas formaciones geológicas de impresionante tamaño, denominadas Mallos de Riglos.

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Atardecer en Riglos.
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  Cenamos unas pechugas con patatas fritas en el llamado "El Bar de Riglos", un amplio establecimiento, limpio y con un personal muy amable. 
  Después bajamos hacia el coche que estaba aparcado en un amplio solar donde aparcaban más furgonetas y rulots. Desde allí al lado hicimos, entre mi hijo y yo, la panorámica que muestro arriba. 


  Allí nos dispusimos a pasar la noche, rodeados de gente nos sentíamos más seguros, sobre todo por el crío. Nos acoplamos en la improvisada caravana y tras unas cuantas risas y buscar una postura cómoda, nos dormimos cansados de día.

Dispuestos a dormir en el Dacia-Lodgy improvisado como caravana.
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Riglos - Loarre - Riglos

Nos levantamos cuando la luz del sol y el canto de las aves nos despertaron. El día venía maravilloso, sano, fresco y cargado de ganas de ver más cosas pero con la espalda un poco entumecida.

  La improvisada caravana cumplió con creces su cometido pero, si dijese que era cómoda, mentiría. Preparamos el desayuno con unas botellitas de Cola Cao, de esas que vienen preparadas, una porción de bizcocho y galletas de chocolate. Luego, tras cargar las pilas, pusimos rumbo a nuestra primera visita de la jornada: el Castillo de Loarre.

  Desde Riglos nos dirigimos por la carretera local hasta enlazar con la A-132 y girar a la izquierda en dirección a la localidad de Ayerbe. Allí giramos nuevamente a la izquierda por la A-1206 camino de la localidad que le da nombre al castillo; Loarre.


 Loarre es un municipio de la provincia de Huesca, perteneciente a la comarca de la Hoya de Huesca (Aragón). En 2018 contaba con 331 habitantes. Su economía está basada mayoritariamente en la agricultura y ganadería destacan el cultivo de cereales y almendra. Bajo la influencia del castillo se desarrollan negocios relacionados con el turismo y la restauración.

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El sol, al amanecer, teñía de dorado las paredes de la cara este de los mallos.

  Cercano al pueblo, a 1.071 metros de altura y a sólo 30 km de Huesca se encuentra este majestuoso recinto fortificado considerado como el castillo románico mejor conservado de Europa.
  Levantado sobre un espolón rocoso está formado por diversas edificaciones, la mayoría en buen estado de conservación, entre las que podemos ver las murallas y torreones, la fortaleza, la torre del homenaje o el mirador de la reina, con espléndidas vistas sobre la sierra y los llanos que se abren a sus pies, además de otras dependencias de origen monástico, como la iglesia o la cripta.
  

  Construido en el siglo XI resultó ser pieza clave para el rey Sancho III el Mayor en la reconquista cristiana de esta Tierra Llana o Plana (de ahí el nombre de Plana de Huesca) a los musulmanes. Durante el periodo altomedieval el castillo de Loarre, junto con el próximo de Marcuello, ostentaban una importancia estratégica fundamental dentro del sistema defensivo aragonés, frente a la férrea posición musulmana de Bolea. Su belleza, singularidad, buena conservación y excelente ubicación han hecho que resultara elegido en numerosas ocasiones como escenario de películas y documentales, algunas tan universales como “El Reino de los Cielos” (Kindong of Heaven), dirigida por Ridley Scott con Orlando Bloom, Eva Green, Liam Neelson y Jeremy Irons como protagonistas principales.

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Al fondo, dominando el valle,  el Castillo de Loarre.

 * Castillo de Loarre
 Teléfono de  contacto: 974 34 21 61
 Teléfono de  reservas: 690 636 080
 Web: http://www.castillodeloarre.es 
 Horarios:
 Del 1/11 al 28/02 : horario ininterrumpido de 11:00 a 17:30h. 
 Del 1/03 al 15/06 : horario ininterrumpido de 10:00 a 19:00h.
 Del 16/06 al 15 /09 : horario ininterrumpido de 10:00 a 20:00h.
 Del 16/09 al 31/10 : horario ininterrumpido de 10:00 a 19:00h.
 Todos los lunes del año permanecerá cerrado.
 Precio: General 3,90 € / Con visita guiada 5,50 €

El Castillo de Loarre del s. XI

  Existe un Centro de Recepción de visitantes con servicio de cafetería, venta de souvenirs y tarjetas de memoria además de información turística. El audiovisual sobre el castillo y su época ayuda al visitante a interpretar su estratégico papel en el avance del reino de Aragón hacia el sur.

  Cronología:


1016-1020:  Fortaleza militar. Construcción del castillo primitivo por orden del rey Sancho III el mayor de Navarra, formado por el edificio real, la capilla, la torre de la reina, el patio de armas, las estancias militares y de servicio y, finalmente, la torre del homenaje (antigua torre albarrana).

1071: Monasterio. Ampliación motivada por el rey Sancho Ramirez, adecuándose a las necesidades monásticas de la orden canónica agustiniana (Iglesia de San Pedro).

1287
: Muralla. Se atribuye a esta fecha la construcción del recinto amurallado.

Esquema de las distintas fases de construcción del castillo.
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La fortaleza, perfectamente conservada, resulta impresionante y espectacular.

  Según subíamos por la carretera, la emoción se apoderaba de mi hijo y, para que negarlo, de mi también. La fortaleza es preciosa, es un auténtico castillo de cuento. Su estado de conservación es estupendo. Tan solo faltaba que apareciesen por allí unos caballeros con sus cotas de malla asomados en las torres. Si cerrabas los ojos y prestabas atención, aun se podía oír el eco de cruentas batallas contra los sarracenos, el ensordecedor trote de los enormes caballos de guerra y los fríos y escalofriantes golpes de las cimitarras contra las espadas castellanas. 
  Recorrimos el castillo de arriba abajo, asomándonos a todas las estancias abiertas. En la puerta de entrada tras el paso de la primera muralla, la imagen de los tres monos, el que se tapa la boca, el que se tapa los oídos y el que se tapa los ojos, anunciando la misiva de que de puertas adentro había que ver, oír y callar. 

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Distintas imágenes desde el interior del castillo.

  Imaginarse la vida dentro del castillo es difícil. Tenía que ser duro, el frío, la oscuridad... No debía de ser una vida muy cómoda. El crío me preguntaba cosas y yo intentaba responderle. Así pasamos una gran parte de la mañana. Luego, tras recorrer todos los pasillos, bajamos al centro de interpretación y posteriormente regresamos al coche para poner rumbo, por una pista de tierra, al Mirador de los Buitres.

  Pasamos junto al Castillo Marcuello. Este, formaba un grupo geográfico con otros castillos como los sitos en las localidades de Murillo, Agüero, Ayerbe y Loarre, que, a comienzos del siglo XII, gobernaba la reina viuda Berta. Su construcción se data en el último tercio del siglo XI, antes de 1074 en tiempos de Sancho Ramírez. Un documento de 1488 nos revela que Marcuello estaba habitado aún en esa fecha, estando ya deshabitado en 1610. Su emplazamiento es magnífico, superando a Loarre en su campo de visión. La ruta del río Gállego, que a sus pies se ensancha dejando atrás las montañas y los célebres Mallos de Riglos, quedaba perfectamente dominada desde su elevadísimo espolón, del que quedan las ruinas de la torre y dos iglesias románicas. ​

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Las ruinas del Castillo Marcuello.

  Desde allí, la pista subía hasta el observatorio. El día era claro, no brillaba el sol pero estaba bastante despejado. Llegamos hasta el mirador e instalamos nuestro "campamento". No había mucha gente en lo alto de la montaña y era la hora de comer de los buitres, así que, seguramente, tendríamos suerte... bueno, por lo menos eso esperaba, el crío estaba muy ilusionado. Instalamos el trípode con la cámara full frame y le calzamos el Nikon 80-400, "el pata negra", con eso seguro que si los buitres se movían los veríamos. Ahora era cuestión de esperar...

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Mi hijo, Iosu, a la "caza" de alguno de los ejemplares que sobre volaban el Mirador de los Buitres.

  Esperamos y esperamos... Y esperamos... De vez en cuando, a lo lejos,  se movía algún ejemplar, pero con vuelos bajos y muy distanciados de nuestro punto de observación. Al cabo de un buen rato, unos enormes "bicharracos" sobre volaron nuestras cabezas... ¡¡ Era el momento !! 
- ¡¡ Aita, aita... Ahí vienen, ahí vienen !! -Me gritaba mi hijo.
- Pssss... No chilles.- Le decía yo.
  Siguió a las aves como un verdadero profesional y de las decenas de disparos realizados finalmente obtuvo estas dos buenas fotos. Feliz por su hazaña, gritaba orgulloso:

- ¡¡ Las he hecho yo, las he hecho yo... !!
  La espera había valido la pena, solo por estas dos fotografías, el tiempo pasado mirando al cielo tuvo su recompensa.

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Mi hijo, Iosu, a la "caza" de alguno de los ejemplares que sobre volaban el Mirador de los Buitres.
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Panorámica desde el Mirador de los Buitres.

  Tras este buen rato y con la sonrisa marcada en la cara, bajamos de nuevo hacia la localidad de Riglos. Paramos en la explanada que ya habíamos establecido como nuestro "campo base" y preparamos la comida. Sacamos nuevamente el hornillo y el camping-gas y preparamos, nuevamente, unos macarrones con tomate. No estaba mal, después de tanto movimiento, unos hidratos nos vendrían de cine...
  Comimos mientras me contaba que se lo había pasado de cine y yo, como no podía ser de otra manera, me encontraba feliz al verlo tan eufórico. 
  Después, recogimos todo y nos tumbamos un cuarto de hora a descansar sobre la improvisada cama dentro del coche. Pasado ese rato, cogimos la mochila con agua, fruta y unas galletas y subimos a la montaña para hacer la marcha que, de poniente hacia levante, bordeaba los mallos por su parte trasera... una buena caminata.

  Allí, bajo el mallo llamado "Fire", nos encontramos a tres jóvenes catalanes que acababan de descender de su cima.
El crío, con su sana naturalidad y el asombro marcado en su rostro, les preguntó si habían subido hasta arriba. Ellos, aun sudorosos y fatigados, contestaron orgullosos y se entabló la consiguiente y curiosa batería de preguntas del niño...

- ¿ De dónde sois ? ¿ Habéis subido muchas montañas ? ...

Los tres escaladores catalanes.
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  Los jóvenes, amables y contentos con su proeza, le siguieron "el rollo" y acabaron pidiéndonos una fotografía que inmortalizase el momento. Tras hacer un par de tomas, nos pasaron su dirección de correo electrónico y el crío y yo nos comprometimos en enviársela cuando la revelásemos. Por supuesto, después de unos días, así lo hicimos.

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El sol empezaba a caer tiñendo el paisaje de color oro.

  Nos metimos una pechada de unos 10 Kms alrededor de los mallos y acabamos bajando por la parte este de la localidad, a la zona urbanizada, por la pista que nos trajo desde la sierra. Nos aseamos un poco en un pilón que había al final del camino y después fuimos a cenar al bar-restaurante de la noche anterior... Tampoco había mucho donde elegir.
 

  Pedimos unas croquetas para picar, lomo con patatas para el niño y un filete con ensalada para mi. Luego, un paseo y un rato de intercambio de confidencias, volvimos a la "caravana" y nos fuimos a descansar. Tras un agitado día, en el que habíamos "pateado" bastante, nos tumbamos en el colchón y, entre risas, esperamos a que el sueño nos meciese dulcemente con su irresistible arrullo...

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Riglos - Escó - Astigarraga

Al igual que el día anterior, nos desertó la luz del sol. Eran algo más de las 07:00. Perezosos, estuvimos un rato acurrucados uno junto al otro, protegiéndonos así del frío que el amanecer, de esa radiante mañana, había dejado en el 

interior del coche expuesto al raso durante toda la noche. Tras ello, cuando sentimos movimiento en los coches vecinos, nos levantamos y desayunamos como la víspera; un botellín de zumo, Cola-Cao y galletas. Después, levantamos el campamento y pusimos rumbo hacia el pantano de Yesa. Quería llegar hasta la localidad de Sos del Rey Católico...

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Amanecer en Riglos antes de emprender el viaje de regreso.

  Volvimos por la A-132 hasta Puente la Reina de Jaca, deshaciendo el camino que habíamos hecho hacía dos días. Antes de llegar a Sigüés, giramos a la izquierda para coger la A-1601 que nos debía llevar hasta Sos. Pero la mañana avanzaba deprisa y tras ver el pantano de Yesa desde la parte sur del mismo,  a la altura de Ruesta, nos dimos la vuelta para poner rumbo a Escó.

  Escó, es un pueblo de la comarca de la Jacetania, provincia de Zaragoza, junto al pantano de Yesa y en las proximidades de Sigüés. En los años 60 del siglo pasado, la mayor parte del término fue expropiado, junto con los de Ruesta y Tiermas, para la construcción del embalse, con lo que se inició su declive hasta el definitivo abandono. 

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El pueblo de Escó desde la carretera de Yesa.

  Dejamos el coche al borde de la N-240, justo frente al pueblo, al pie del camino de tierra que accede al mismo. La imagen desde allí abajo era un poco tétrica y fantasmagórica. Vamos, te pilla esta situación en una noche cerrada y... ¡¡ Te cagas de miedo !!
  Era así, a plena luz del día, e imponía un gran respeto... Pero habíamos llegado hasta allí para hacer unas fotos y enseñarle al crío esta anómala visión de un pueblo abandonado. 
  Iniciamos la caminata cuesta arriba... El sepulcral silencio transmitía una angustiosa sensación de miedo... Aún así, subimos.

El pueblo de Escó desde la carretera.
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Vistas del pueblo según entrábamos en él.

  Yo, no quería hacer ninguna tontería para que el niño no se asustase, así que subimos haciendo fotos a aquellas ruinas. Las derrumbadas paredes de las casas hablaban por sí solas y los resquebrajados quicios de las puertas, parecían lanzar gritos mudos de dolor. Me sentía observado, daba la sensación de que alguien o algo nos seguía.

  Fuimos recorriendo las antiguas calles del pueblo, ahora cubiertas de hierva y escombro... Sin niños, sin vecinos, sin vida...
Cuando nos dimos cuenta estábamos en la puerta de la iglesia. Si el pueblo en su totalidad daba la sensación de que algo catastrófico había tenido allí lugar, la iglesia tenía la apariencia de que un espíritu maligno vivía allí dentro. Era como si el mismísimo Satanás hubiera desalojado de aquel edificio a Jesucristo, arrastrándolo a las profundidades del Averno... La imagen imponía mucho respeto. Además, la autosugestión trabajaba sin descanso porque seguía dando la impresión de que éramos observados...

  El niño notó en mi cierto nerviosismo y empezó a asustarse. Ya no era divertido, la tensión lo dominaba, pero justo cuando le estaba hablando para tranquilizarlo...

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Más vistas del pueblo.
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  ...Cuando pasábamos junto a la antigua oficina de Correos, por el logotipo azul colocado todavía en la pared exterior... ¡¡ Empezó a sonar un aparato de radio !! 
Casi quedamos, los dos, fulminados de un infarto. 

- ¡¡ Joder, que susto !! ¡¡ Hostias !!
Grité yo, mientras el crío se agarraba a mi como una lapa. 
- Es la radio, se apaga y enciende sola... - Dijo una voz detrás de nosotros.
- ¡¡ Hostias !! ¡¡ Hostias !! - Dije yo llevándome otro pedazo de susto...
Como por arte de magia un hombre, entrado en años, estaba situado a nuestras espaldas...

- No os asustéis - nos dijo el gracioso de él.

-He oído voces y ruidos y he venido a ver que era. No suele venir gente por aquí.
- Pero... Quise reaccionar yo todavía boquiabierto.
- Hemos venido a ver el pueblo y hacer unas fotos, pensábamos que no había nadie.
- Sí, todavía vivimos aquí algunas personas. Quedamos cuatro vecinos.
  La madre que lo parió. Sí señor, en 2017 todavía vivían allí cuatro personas y una de ellas casi nos mata del susto...

La "fastasmagórica" iglesia del pueblo.

  Charlamos con aquel hombre que, por cierto, tenía muchas ganas de hablar. Nos contó que ya nadie subía al pueblo, que no tenían de nada y subsistían de lo que ellos cultivaban y algo de ganado que criaban. El hombre, añoraba los tiempos pasados y el trato con la gente. Tras un buen rato tuvimos que despedirnos. Nosotros bajamos por la parte de atrás del pueblo y él desapareció igual que llegó, de entre la nada.
  Todavía a día de hoy no sé si aquel hombre era real o fue un fantasma del pasado, perdido en aquel lugar abandonado, atrapado en otro momento del espacio-tiempo.

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Abandonando el pueblo "fantasma" de Escó.
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Distinta vistas de las afueras de Escó.
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  Todavía con el susto en el cuerpo bajamos de Escó y nos dirigimos al coche. Arrancamos y partimos hacia casa. Era la una del medio día y nos quedaban unas dos horas de coche. Le pregunté a Iosu si quería que comiésemos algo por el camino o si nos íbamos derechos a casa y comíamos allí y el crío optó por lo segundo. Sobre las tres de la tarde estábamos en Astigarraga. Habían sido, tan solo, tres días de aventura, pero intensos y divertidos.

  El objetivo estaba cumplido, una corta escapada pero bien aprovechada. Seguro que dentro de unos años, cuando recordemos las aventuras de este viaje, echaremos unas risas y pensaremos todavía si lo que vimos en Escó fue real o no...
Lo que si fue real y podrá "fardar" de ello, son las fotos de los buitres que se trajo mi hijo en la tarjeta de memoria. Espero que estas cosas le hagan aficionarse a la fotografía, tiene que trabajar un poco, bueno, mejor dicho bastante, el tema de la paciencia pero eso lo conseguirá con la madurez. Lo importante es que tenga ilusión y ganas de hacer las cosas.

  Espero que dentro de unos años, cuando leas estos diarios, recuerdes con emoción los buenos momentos que pasamos juntos. Siempre e intentado inculcarte que las metas se logran con trabajo, esfuerzo, ilusión y constancia. Te deseo que consigas tus metas y que trabajes con alegría en algo que te guste y te llene.                                                                           

Sé que lo conseguirás, chaval.
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© F. J. Preciado  2017

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