"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"
Julio de 2016
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Santo Domingo de Silos
Escapada a la cuna de Castilla
Santo Domingo de Silos desde la ermita de la Virgen del Camino.
En esta ocasión, organizamos una escapadita para disfrutar de un par de días de relax en la cuna de Castilla, concretamente en Santo Domingo de Silos, para ver el monasterio-abadía de los monjes benedictinos y disfrutar en vivo del canto gregoriano. El destino estaba elegido porque era uno de los que aparecía en la lista de opciones de un bono de viaje que teníamos guardado, así pues, el martes, después de trabajar, cogimos nuestras cosas y partimos dirección Burgos...
Astigarraga - Santo Domingo de Silos
Tras más de tres cansinas horas de coche, después de trabajar toda la mañana, llegamos a Silos sobre las 18:30 horas. El pueblo es pequeño, según el censo del año
2015 tiene 278 habitantes. Está seccionado en dos mitades por la carretera comarcal BU-903, que lo atraviesa de oeste a este, dejando la abadía y toda la zona religiosa al sur y la población al norte. La calle principal, la carretera, lleva el original nombre de “Calle de Santo Domingo” y allí estaba el hostal donde nos hospedamos, justo enfrente de la abadía, con el también original nombre de “Hostal Santo Domingo”.
Un grabado en piedra presenta el mapa del pueblo.
Nos registramos y el hostelero nos dio la habitación 164, muy “fresquita”, en la que, sin necesidad de activar el aire acondicionado, pudimos descansar sin pasar calor en ningún momento. Dejamos nuestras cosas y salimos a inspeccionar el pueblo y tomar algo fresco.
Se respiraba una paz absoluta y a pesar de los 36º C que alcanzamos esa tarde, la sensación térmica era muy buena, sin notar calor, me imagino que influenciada por el suave aire que llegaba de la Sierra de la Demanda, que nos envolvía por la parte sur. Me llamó la atención la silueta de la enorme abadía y del conjunto que forma con las huertas y demás edificios.
Dimos un paseo por el exterior del recinto y la parte trasera, donde se hayan las estancias de los monjes, a la sombra de un centenario y gigantesco secuoya de unos 40 metros de altura y un espectacular jardín que da paso a los sembrados de la propia abadía...
El monasterio benedictino con el secuoya en primer plano.
Detalles de la abadía y el impresionante secuoya.
La calle Santo Domingo que secciona el pueblo en dos mitades.
El silencio, relajante, acogedor y placentero -aunque a veces parecía sepulcral- se rompía únicamente por el paso de algún vehículo a motor y por las campanas de la iglesia. Caminando sosegadamente, enredados en una amena charla, salimos de la zona urbana del municipio. Bueno, a decir verdad, apenas anduvimos un par de kilómetros.
Así, paseando y haciendo algunas fotos, desconectados completamente del mundo, nos dieron las 21:00 horas y pusimos rumbo al hostal para ir a cenar.
Dimos cuenta de unas setas, una ensalada y unas chuletillas de cordero y, tras un poco de conversación, nos fuimos a descansar. Habíamos madrugado para ir a trabajar y se notaba.
Rosa posando junto a la abadía de los benedictinos.
Santo Domingo de Silos
Nos levantamos con tiempo para desayunar tranquilos y después ir a ver la misa de las 09:00 horas, para escuchar a los monjes cantar en gregoriano.
Bajamos al comedor sobre las 08:10 y todavía estaba cerrado. El horario de desayuno era de 08:30 a 10:00. Nada de stress... Ante todo tranquilidad, para unos días está bien, pero no sé si me acostumbraría a vivir a ese ritmo latente, que se hace “cansino” incluso para los propios caribeños... Seguro que sí. Creo que hay una frase que dice algo así como:
“ La costumbre se hace ley “
Así que después de dar una vuelta por la plaza buscando algo abierto y comprobar que el horario de desayunos estaba instaurado por unanimidad, y todo estaba cerrado hasta las 08:30, volvimos a nuestro hostal y desayunamos allí... Zumo, café con leche y un par de tostadas con mantequilla nos dieron fuerzas para arrancar con una nueva jornada. Tras el desayuno, cámaras al cuello, nos encaminamos a la iglesia.
La imagen de Cristo que preside el altar de la abadía.
La solemnidad con la que aparecen los monjes por el pasillo de la que, originalmente, se llamaba Iglesia de San Sebastián de Silos y se van colocando en el púlpito, ya anunciaba que la misa iba a ser diferente y... ¡¡ Efectivamente !!
Se rompió el silencio con la música del órgano y el canto gregoriano... Un conjunto de voces sobrias y armoniosas daban a la ceremonia un toque muy especial. Nunca pensé que una misa podría ser tan... “Amena”. Lástima que los monjes no permitan hacer fotografías en el interior de la iglesia porque, desde luego, las vestimentas, la colocación, los gestos de caras y manos, la tenue luz del templo y la diferencia de edad entre los monjes, daban mucho juego para haber hecho un bonito reportaje. Al final, pude “robar” esta imagen, eso sí, con el beneplácito del Señor que me dio su permiso en una conversación privada... :-)
La misa duró una hora escasa tras lo cual mi compañera volvió al hostal a ponerse más guapa y yo aproveché para dar una vuelta por el pueblo y sacar algunas fotos.
Ese ambiente de sosiego y esa sensación de vivir en otro siglo, se respiraban por las callejuelas de Silos.
Casas con escudos blasonados, testigos de otra época de la historia.
Parte de la techumbre de la iglesia está reformada como se ve en los detalles de los biseles.
Más tarde nos reunimos para salir juntos a dar una vuelta. La mañana estaba algo nublada y decidimos aprovechar para ver el famoso claustro románico de la abadía. La entrada, que cuesta 3,5 € se hace por grupos y hay un guía que explica la historia de su construcción, las distintas fases, los distintos maestros escultores que trabajaron, la simbología de los grabados, etc.
El claustro consta de dos plantas, aunque sólo se puede visitar la inferior, ya que la parte superior está cerrada al público porque allí andan los monjes en sus cotidianas labores.
Os dejo este enlace si queréis leer notas técnicas de como está construido el claustro, la iglesia, etc. Yo os describiré con mis palabras y mis fotos las emociones que, a mí personalmente, me transmitieron esas piedras y el entorno en general...
Esperamos unos minutos y después apareció el guía. Nos llevó hacia la puerta del fondo de la sala... El primer golpe de vista tras abrirla ya me impresionó. Había estado en otros claustros y alguno de ellos importante ( p.e. el Monasterio de los Jerónimos en Lisboa ), pero, no sé si fue el colorido de las margaritas, rosas y lavandas, el fresco verdor de la hierva o la imagen ordenada de sus arcos de medio punto con sus trabajadas columnas, el caso es que, al traspasar el dintel de esa puerta pareció como si retrocediésemos mil años en la historia. El guía comenzó con su relato, describiendo los diferentes tallas de los capiteles....
Yo escuchaba con atención y procuraba hacer fotos al ritmo de la explicación...
El famoso claustro románico de Silos, con el mítico ciprés.
...los animales mitológicos, grifos, leones, arpías, centauros, aves fabulosas y toda clase de elementos vegetales, se sucedían tallados en piedras de una sola pieza. Los capiteles, obras de arte únicas, contaban sus bíblicas historias y los techos, con decoración mudejar daban el toque de color a una sobria pero exquisita decoración. En un pasillo la tumba de Santo Domingo, con sus 155 centímetros de longitud, altura real de este "pequeño" hombre y la imagen de la Virgen del Mazo, de estilo gótico, completaban los elementos decorativos del claustro inferior.
Los techos, con adornos mudéjares y los escudos de las familias que aportaron fondos para la construcción del monasterio.
Los capiteles, tallados con imágenes de seres mitológicos, cuentan historias bíblicas en sus tallas.
Grifos, leones, arpías y centauros adornaban los capiteles de las columnas del claustro.
Tras finalizar el recorrido perimetral del claustro, pasamos a visitar la botica y el museo. En estas zonas, al igual que en la iglesia, no estaba permitido hacer fotografías... ¡¡ Qué pena !!
La botica se creó en 1705 y disponía de su propio jardín botánico, de un laboratorio farmacéutico y de una biblioteca especializada. Se conservan unos 400 volúmenes editados entre los siglos XVI y XIX. También se guardan varios centenares de tarros de cerámica de Talavera de la Reina (Toledo), una singular loza blanca con decoraciones y rótulos en su típico azul cobalto, que se utilizaban como recipientes de productos medicinales.
Además, cuerno de rinoceronte, dientes de jabalí, caparazón de tortuga... y, así, unos cuantos productos exclusivos que los monjes usaban en la preparación de sus pócimas curativas.
El museo, sito en una antigua sala del monasterio que antaño se usó como refectorio (comedor), exhibe una importante colección de obras de arte relacionadas con el propio cenobio que incluyen pintura, orfebrería, escultura y esmaltes entre otras cosas. Cabría destacar una custodia procesional de siglo XVI, el cáliz que utilizaba Santo Domingo de Silos del siglo XI, o el tímpano de una de las puertas de la primitiva iglesia románica que se rescató de entre la cimentación de la actual iglesia neoclásica.
La tumba de Santo Domingo.
Pues así, tras una larga hora de paseo por esas estancias, finalizó nuestra visita al claustro del monasterio de Silos. Al acabar la visita, el guía nos dijo que antes de salir al exterior, podíamos volver para sacar más fotos al claustro y, aunque estuve atento, si lo hubiera dicho al comienzo, podría haber puesto más atención a las explicaciones.
Nos dividimos y yo volví e hice más fotos, entre ellas esta de la derecha, para lo cual, en el momento que el grupo con el guía entró en la botica, yo salté la cadena de seguridad que protegía las milenarias piedras y con sumo cuidado conseguí el ángulo necesario para sacar entero el famoso ciprés de Silos, cosa que, sin saltarse la barrera era imposible, ni tan siquiera usando el gran angular... Al salir para volver a reunirnos, me encontré a mi compañera como una reina, tumbada en un banco a la sombra de un árbol, disfrutando de la paz y el silencio del lugar.
Tras un breve cambio de impresiones, decidimos subir la ladera donde se haya la ermita de la Virgen del Camino. Para ello, pasamos junto al antiguo lavadero, atravesamos el Arco de San Juan y tomamos la cuesta que lleva a la ermita. Desde allí una panorámica del pueblo y después un poco de práctica en macro-fotografía, aprovechando las florecillas y los bichitos que por allí pululaban. Así, en un abrir y cerrar de ojos, nos dieron las 14:30 horas...
Había que bajar a comer, no fuese que nos cerrasen todos los restaurantes.
El famoso ciprés de la abadía.
El antiguo lavadero camino de la ermita.
La abadía de Santo Domingo de Silos desde el camino de la ermita.
Algunas de las fotografías macro que sacamos junto a la ermita.
En esta ocasión fuimos a la plaza, donde a la mañana, antes de entrar al claustro, habíamos tomado un café. Fuera estaba todo ocupado, así que entramos y enseguida nos colocaron en una mesa. Comimos un revuelto de verduras y setas, muy rico por cierto y de segundo chuletillas de cordero, que también estaban riquíiiiiiisimas... Con un postre y un café pusimos fin al avituallamiento.
Tras descansar un rato, sobre las 18:00 horas nos pusimos en marcha. Fuimos a ver el desfiladero de “La Yecla”, un pequeño cañón de unos 200 metros que encajona al Arroyo del Cauce, afluente del río Mataviejas y que sirve en sus escarpadas paredes como lugar para que anide un buen grupo de buitres...
El recorrido es corto y no es muy espectacular, por lo menos en verano, que casi no lleva agua, pero los buitres se pueden ver cercanos y con claridad...
Caminando hacia el desfiladero.
El desfiladero de "La Yecla", un buen observatorio para ver los buitres.
Tras el corto paseo fuimos a tomar una cervezita a un merendero sito a 50 metros del cañón. Allí charlamos un rato e hicimos alguna foto más en el tema macro.. le vamos pillando el truco... Se había pasado la tarde en un suspiro y decidimos volver al hostal.
En ese momento apareció un gran rebaño de ovejas... El pastor, un chico joven, de piel curtida y con una abundante cabellera rubia quemada por el sol, nos dijo que tenía aproximadamente unas 1.300 cabezas. Cuatro perros pastores de distintas razas, obedecían fielmente sus órdenes, alejando al ganado de un campo anejo sembrado con una dorada y esbelta avena, que, mecida por el viento, esperaba la mañana en que el frío filo de la guadaña, segara con un agudo y escalofriante corte el idilio mantenido durante meses con las rojas amapolas.
En ese momento apareció un gran rebaño de ovejas... El pastor, un chico joven, de piel curtida y con una abundante cabellera rubia quemada por el sol, nos dijo que tenía aproximadamente unas 1.300
cabezas. Cuatro perros pastores de distintas razas, obedecían fielmente sus órdenes, alejando al ganado de un campo anejo sembrado con una dorada y esbelta avena, que, mecida por el viento, esperaba la mañana en que el frío filo de la guadaña, segara con un agudo y escalofriante corte el idilio mantenido durante meses con las rojas amapolas.
El pastor, deseoso de conversación, se mostró muy cordial con nosotros y envueltos por el maravilloso aroma de las jaras y el tomillo, nos contó apesadumbrado como ese duro trabajo del pastoreo desaparecía a marchas forzadas. Tras un rato de charla, nos despedimos de él y volvimos para el pueblo. Paramos a cenar algo en un bar de la entrada y desde allí subimos hasta el hostal donde nos alojábamos, para recoger todo y descansar.
El enorme rebaño de ovejas tras cruzar la carretera se metió a pastar en un prado.
La corta estancia en Silos llegaba a su fin, dos días no dan para más, aunque a decir verdad, con una desconexión total como esa, habían parecido cuatro... Se agradecen un par de días así.
Sto. Domingo - Burgos - Astigarraga
Me levanté a las 06:00 de la mañana para hacer unas panorámicas e intentar captar la hora azul. Subí a la ermita de la Virgen del Camino y desde allí esperé el amanecer...
Tras hacer las fotos, pensé en pasar por la iglesia a escuchar la misa de las 07:00 horas, pero me cortó un poco el tema de no poder hacer fotos, así que decidí volver al hostal.
La "hora azul" desde la ermita.
La luz iba cambiando y el día comenzaba envuelto en un silencio sepulcral.
Ya de día volví a pasar por el arco camino del hostal.
Bajamos a desayunar sobre las 09:30... Todo estaba ya recogido, así que después cargamos el coche y arrancamos en dirección Hortigüela, para antes de coger la carretera de Burgos, pasar por las ruinas del Monasterio de San Pedro de Arlanza.
Bajamos a desayunar sobre las 09:30... Todo estaba ya recogido, así que después cargamos el coche y arrancamos en dirección Hortigüela, para antes de coger la carretera de Burgos, pasar por las ruinas del Monasterio de San Pedro de Arlanza.
Este monasterio, también benedictino, está considerado como la cuna de Castilla. Se construyó promovido por el conde Gonzalo Fernández allá por el año 912. Su hijo, el conde Fernán González (930-970) quien sería el primer conde independiente de Castilla continuó su devoción por el lugar y fue uno de los proyectos más ambiciosos en su planteamiento. En sus largos años de historia sufrió sucesivas reformas que hicieron variar su inicial aspecto.
El monasterio benedictino de San Pedro de Arlanza.
Ruinas del monasterio benedictino de San Pedro de Arlanza.
Dimos una vuelta por las ruinas y volvimos al coche para partir hacia Burgos, donde llegamos a eso de las 12:30. Aparcamos en el centro, justo en el parking situado frente al Arco de Santa María, que se construyó sobre una antigua torre en el siglo XIII y era la puerta principal de entrada a la antigua ciudadela.
Desde allí podíamos ver la hermosa Catedral gótica de Burgos, una colosal obra de arte, que por cierto, lucía limpia y radiante tras su último “ lavado de cara “...
Entrada a la antigua ciudadela por el Arco de Santa María.
La Catedral de Burgos, una de las obras cumbre del gótico español, sustituyó a una iglesia anterior de estilo románico. Comenzó a construirse en 1221 por encargo de Fernando III, rey de Castilla, y se terminó en 1765. El largo tiempo que duraron las obras hizo que convivan dos variantes del estilo gótico, el puro y el flamíger aunque, a pesar de la dilatación en el tiempo, guarda mucha coherencia arquitectónica. Os dejo este enlace por si queréis leer más.
Vistas de la Catedral de Burgos y edificios aledaños.
Había mucha gente para entrar y teníamos muy poco tiempo, así que hicimos unas fotos por fuera y subimos al castillo, intentando encontrar un punto para hacer una buena panorámica.
Después de la caminata, bajo el justiciero sol de mediodía, llegamos al bar situado en la entrada de la fortaleza. Antes de nada... una cerveza fresquita que... ¡¡ Nos supo a gloria ¡!
Yo pagué los 2,60 € y entré a verlo, mientras mi compañera se quedaba disfrutando de la sombra que proporcionaban los frondosos árboles plantados frente al bar.
Vista de la Catedral desde la puerta norte del castillo.
El castillo, levantado sobre un antiguo castro romano, en tiempos de la reconquista a los musulmanes, allá por el año 884, está situado en el cerro de San Miguel y elevado unos 75 m sobre el nivel de la ciudad.
En sí mismo no tiene nada de espectacular y además las vistas de la Catedral están tapadas por los árboles que crecen en la ladera de la colina, así que, en ese sentido, “mi gozo en un pozo”...
De todas formas, en el aula audiovisual sita al final del recorrido que se efectúa por unas pasarelas metálicas instaladas para tal fin, un pequeño museo con armas, libros, ropas militares, maquetas de la fortaleza y de algunas batallas, así como reproducciones de algunos planos de la
construcción y posteriores etapas del Castillo, daban a entender perfectamente la importancia que tuvo la ciudad en otra época, por su situación en el entramado cruce de caminos que ocupaba, cuando era punto obligado de paso para entrar en la meseta castellana, así como en la ruta jacobea a Santiago de Compostela.Visigodos, romanos, tropas napoleónicas, carlistas y finalmente en la guerra fratricida española del año 1936, usándose como punto de defensa antiaérea de la ciudad, han sido sus moradores a lo largo de la historia.
La iglesia románica de San Esteban y su espectacular pórtico.
Pues bien, al bajar hacia la ciudad por la otra vertiente, con la intención de comer algo, antes de volver para Euskadi, nos encontramos con el mirador del castillo, un punto a media ladera desde donde la vista de la Catedral, la iglesia románica de San Esteban y la ciudad en general, era casi perfecta !!
- ¡¡ Jo !! De haberlo sabido nos hubiéramos quedado aquí... -comenté yo.
- Es igual, de todas formas, conociéndote... tú hubieras subido arriba... -dijo mi compañera.
Panorámica desde el mirador del castillo.
Hicimos una panorámica y bajamos hasta los aledaños de la Catedral. Vimos un restaurante que nos gustó y paramos a comer. Un revuelto de setas y verduras de primero y lubina al horno de segundo, todo riquísimo para ser sincero. Como tenía que conducir, me tomé un par de cafés bien cargados, para aguantar las horas de esa “ tonta modorra “ que nos invade después de comer y a por el coche para volver a casa.
En apenas dos horas y media estábamos en casa...
Vuelta a la rutina pero trayendo, conmigo, un bonito recuerdo como siempre que viajo con ELLA.
© F. J. Preciado 2016