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"La vida, como la fotografía, consiste en positivar lo negativo"

Junio de 2016

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Euskal Herria

Un diminuto pero maravilloso país

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El valle de Belagua, ejemplo del esplendor de nuestras montañas.

 Llegaron las vacaciones escolares y como siempre, los que tenemos hijos pequeños, nos tenemos que agarrar a todas las opciones posibles para cubrir tantos días... Yo decidí pasar la última semana de junio - primera de vacaciones - con mi hijo y preparé una salida a lo largo y ancho de la geografía de nuestro país. Un viaje para conocer cada provincia y sus marcados contrastes, desde la prehistórica marca del flysch en la costa, a los dólmenes en la llanada alavesa... Desde los inmensos bosques de los Pirineos, hasta el árido desierto de las Bardenas...

  Una sucesión de pueblos marineros, agricultores y ganaderos, todos ellos unidos por el ancestral idioma llamado euskera, marca de identidad de un diminuto pero maravilloso país... Euskal Herria.
  Este es el "Diario de Viaje" de esta aventura, que como el año anterior, sirvió para pasar unos días juntos disfrutando de sus risas y compartiendo recuerdos en común, que espero lleve mi hijo grabados en su memoria, como los llevo yo dentro de mí.

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  Este es el recorrido circular que hicimos:

> Domingo 26 de junio: Astigarraga (Gipuzkoa) - Sopelana (Bizkaia)

          145 Km - dormir en camping

> Lunes 27 de junio: Sopelana (Bizkaia) - Elvillar (Araba)

          165 Km - dormir en coche

> Martes 28 de junio: Elvillar (Araba) - Eunate (Nafarroa)

          250 Km - dormir en coche

> Miércoles 29 de junio: Eunate (Nafarroa) - Isaba (Nafarroa)

          125 Km - dormir en hotel / casa rural

> Jueves 30 de junio: Isaba (Nafarroa) - Lasa (Benafarroa)

          125 Km - dormir en hotel / casa rural

> Viernes 01 de julio: Lasa (Benafarroa) - Astigarraga (Gipuzkoa)

          110 Km - dormir en casa

           * Las siete provincias vascas y 1.000 Kms de coche.

Recorrido por el territorio de Euskal Heria.

  Entra y acompáñanos en este apasionante viaje de seis días por la geografía vasca.

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Astigarraga - Sopelana

Había pasado varios días, bueno algunas semanas, preparando un recorrido que pudiésemos hacer en 5 o 6 jornadas y que nos permitiera ver la mayor cantidad 

de lugares posibles. Después de vueltas y vueltas a los mapas, tracé un viaje de 1.200 kms, saliendo desde Astigarraga, nuestro municipio en Gipuzkoa y dirigiéndonos hacia el oeste por la costa, nos permitiera dar la vuelta al territorio en sentido contrario al reloj. En un principio manejamos la idea de llevar a un amigo de mi hijo con nosotros, pero al final, no fue posible y partimos nosotros dos en busca de aventuras. 

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Tras un "selfie" de recuerdo, arrancó la aventura.

  Camping, una casa rural, un hostal e incluso el coche nos servirían para pasar la cinco noches que estuvimos fuera de casa... así que a media mañana del domingo arrancamos dirección Zumaia / Deba con intención de ver el flysch.

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A la izquierda y centro imágenes del flysch y a la derecha la playa de Deba.
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El día estaba algo nublado, incluso cabía la posibilidad de que cayera algún chubasco, pero la mañana iba pasando y el lluvia no hacía acto de presencia. Saliendo por la localidad de Itziar, en el municipio de Deba, llegamos hasta el acantilado para ver el flysch. Marcas que, según los expertos, nos enseñan millones de años de historia geológica escritos en sucesivos estratos rocosos que, a causa de la acción continua del mar, han quedado al descubierto. Primeras risas y primera anécdota con un chico australiano que iba hasta Donostia por los acantilados...  

Un espíritu libre, así es y así lo quiero para siempre a mi hijo.

Iosu le saludó y se quedó sorprendido cuando el chico le contestó en inglés...  Al final, usando el poco inglés que manejo, pude explicarle que había unos 40 kms hasta Donostia y que tenía la mitad hasta Zarautz. Tras el paseo por el flysch, fuimos de un tirón hasta la localidad vizcaína de Bermeo, para hacer la siguiente parada en el islote de San Juan de Gaztelugatxe y tocar tres veces la campana de su ermita, como marca la tradición. Antes, paramos a comer en lo alto de la ladera situada encima del precioso y legendario islote, porque eran cerca de las tres de la tarde y nuestros estómagos empezaban a protestar. Tras la comida y unos tiros al balón, para tener contento al crío, recogimos todo y bajamos hasta el parking de acceso al islote. Una inmensa marea de gente, claro era domingo, subía y bajaba hacia la roca...

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Ermita de Sukarrieta (Bizkaia) y la isla de Izaro.
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San Juan de Gaztelugatxe, un "mágico" lugar en la costa vizcaína.
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  Gaztelugatxe está unido a tierra por un estrecho camino sobre un puente de dos arcos. En la cima de la isla hay una ermita dedicada a San Juan que data del siglo X. A parte de la "magia" y la belleza que emanan del entorno, este paraje ha sido siempre un lugar estratégico. En 1593 sufrió un ataque corsario a manos de Francis Drake. Un año más tarde, fue atacado por herejes de La Rochelle sufriendo el saqueo y el asesinato del ermitaño que estaba a su cuidado. En el siglo XVIII fue asaltada por tropas inglesas. En la guerra civil española se produjo en sus aguas la batalla del Cabo Matxitxako ( 5 de marzo de 1937 ), donde se enfrentó la marina del recientemente formado Gobierno Autónomo de Euskadi, fiel a la república y formada por barcos de pesca, que eran seis bacaladeros de altura requisados, los famosos "bous", contra el potente crucero Canarias, que se había unido a la marina de las tropas sublevadas. 
  Los bacaladeros fueron dotados de cañones y fueron rebautizados con los nombres: Bou Bizkaia, Bou Araba, Nabarra, Bou Gipuzkoa, Goizeko, Bou Iparreko, Bou Donostia, Bou Gazteiz y Bou Iruña.

  Pero bueno, después de estas notas históricas, sigamos con el viaje...
Subimos las 241 escaleras que hay para llegar arriba, contando una por una, ante la incredulidad de mi hijo, que pensaba que no era cierto lo que le había dicho. Eso nos sirvió para que subiese entretenido. Una vez en la ermita, tocamos tres veces la campana, vimos el paisaje e iniciamos el descenso, después de descansar un poco. 

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Iosu en el camping de Sopela.

  Tras tomar algo fresco en el bar cercano al parking, volvimos al coche para hacer el último tramo de la jornada. Dormiríamos en el camping de Sopela, a media horita de viaje desde Gaztelugatxe. Llegamos sin complicaciones y dada la fecha que era, no hubo problema de sitio, aunque no había reservado nada. Nos asignaron la parcela 42, junto al restaurante y muy cerca de la piscina y el campo de fútbol. 
  Montamos la tienda en un "plis-plas" y fuimos a la piscina a que el crío se diese un baño. Después un poco de fútbol y más tarde bajamos a la playa para hacer unas fotos de la puesta de sol... Preciosa, por cierto.

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Atardecer en la playa de Sopelana.

  Más tarde subimos al camping y cenamos algo en el restaurante. De ahí a la tienda, recoger todo y al saco... Unas risas, unos cambios de impresiones, un beso de buenas noches y tras decirme que el primer día se lo había pasado muy bien, se quedó dormido abrazado al aitatxo. La noche era templada... No pasaríamos frío.

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Sopelana - Elvillar

Amaneció una fresca y sana mañana... Venía un bonito día. Eran la 08:30 horas y fuimos s desayunar al bar-resturante del camping, pero hasta la 09:00 no abrían. El crío se quedó jugando en los columpios y yo volví para recoger la tienda y

los sacos, con la intención de salir cuanto antes. Al rato nos reunimos y tras desayunar y ducharnos salimos dirección Bilbao. Entre unas cosas y otras nos dieron las 11:00 de la mañana. Yo había planeado estar para esa hora paseando por "el Botxo", pero en vacaciones ya se sabe, el tiempo pasa muy rápido o nosotros nos tomamos la vida con más relax. Desde Sopelana a Bilbao son apenas 20 kilómetros, que se hacen en poco más de un cuarto de hora, pero me despisté y cogí una entrada equivocada que nos hizo dar una vuelta más larga, perdiendo algo de tiempo. Al final, entramos al gran Bilbao y tras cruzar el puente de Deusto, aparcamos en la Alameda de Mazarredo, justo detrás del Guggenheim, en una zona de aparcamiento limitado, pero con unos tramos de tiempo muy amplios y unos precios bastante asequibles. Nosotros pusimos para aparcar 3 horas y nos costó 2,70 €.

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Mi hijo frente al perro Puppy.
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Parte de los trabajos de "hilodepiedra".

 Cruzamos la calle y estábamos junto a Puppy, el perro hecho de flores que vino para la inauguración del museo, allá por el año 1997 y se ha quedado para siempre en la villa. Tuvimos suerte, a veces está andamiado para cambiar la decoración, pero mi hijo pudo disfrutar de todo el esplendor, la grandeza y el colorido de la obra de Jeff Koons.
​  La mascota del museo, un terrier blanco, está construida con una estructura de acero recubierta de una enorme variedad de flores y un sistema interno de riego. Vino del Museo de Arte Contemporáneo de Sidney y se convirtió en icono de la ciudad. A decir verdad, Bilbao está muy bonito. A mí, personalmente, me gusta mucho desde que lo re-descubrí con mi amiga, ya que yo lo conocí en la época que era una cuidad sucia y fea, allá por la década de los 80, cuando remaba en la trainera de Hernani.

  Iosu se quedó enseguida con el parque que hay junto al museo y con el compromiso de jugar un rato, antes de marcharnos de Bilbao, nos dirigimos hacia la parte delantera para ver la famosa araña y hacerle unas fotos. De camino nos encontramos con un chico que hacía collares, pendientes y pulseras, con hilo, piedras y dientes de animales. Tenía el puesto montado en el murete del estanque frente al museo. El crío se paró y tras mirar sus trabajos, empezó a fotografiarlos... Le dije que tenía que acostumbrarse a pedir permiso para hacer fotos, cuando son cosas particulares, intentando enseñarle un poco de "ética profesional", (ya tendrá tiempo para "robar" fotos de todas las maneras imaginables)... El chico muy amable, se sonrió y le preguntó si le gustaban. Se enrolló con él y le dio cuerda hablando de la fotografía.
  Al arto, el crío me pidio si podíamos comprarle un collar a su "tita" y claro está, otro para él. Le dije que sí y empezó a dudar entre uno con un colmillo de lobo y otro con un diente de tiburón. 

  Al final se decantó por el colmillo de lobo  para él y otro con una piedra alargada para para su tía. Después le pidió al chico si podía hacerle un retrato. Este se sonrió y accedió amablemente y tras ver la buena foto que le hizo el niño, le pidió que se la mandase por correo electrónico. 

  El crío le dijo que sí, que el sita se la mandaría  y tras ello el artesano le regaló  el collar con el diente de tiburón que tanto le había gustado. Me agrada que el crío sea extrovertido y socialice abiertamente con la gente.

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El Museo Guggenheim y su entorno, un precioso lugar.
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  Tras las adquisiciones hechas nos dirigimos hacia la araña y pasamos por debajo de sus enormes patas, viendo la bolsa con sus huevos. De allí fuimos al Zubizuri, la polémica obra de Calatrava, para cruzar a la otra margen de la ría y dirigirnos al funicular de Artxanda, que era el siguiente destino. Aunque no había subido nunca, sabía que desde allí arriba se divisa una magnifica panorámica de la ciudad y efectivamente no nos defraudó en absoluto...

Buscando la originalidad con los elementos del entorno.
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Bilbao desde el monte Artxanda.

  Hice esta panorámica desde Artxanda y el crío, lleno de curiosidad, me pidió que le enseñase a hacer una. Me hizo mucha ilusión ese interés repentino  y gustosamente, bueno... Muy contento y con la "babilla" colgando, le enseñé, dentro de mis limitados conocimientos, los pasos para ello. Al final del diario, pondré un capítulo con las mejores fotos que hizo Iosu.

  Desde Artxanda, como estaba prometido, bajamos hasta el parque junto al Guggenheim, para jugar un rato. Después comimos en el bar-restaurante de la Universidad de Deusto, como dos universitarios más y desde allí arrancamos con dirección a Salinas de Añana, que era el próximo destino. 

El centenario funicular de Artxanda.
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  Hacía calor y el crío se quedó dormido en el coche, claro... la tripa llena, el cansancio y el bochorno... Yo, antes de salir me había tomado un café solo doble con hielo, para no caer en la modorra de la siesta, cosa que, por cierto, nunca suelo hacer...

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Salinas de Añana.

  Llegamos a Salinas de Añana sobre las 17:00 horas. Iosu, bastante agobiado, no quiso visitar el Museo de la Sal y nos dedicamos a hacer unas fotos desde el exterior. El crío sólo tenía en mente el partido de fútbol de octavos de final de la Eurocopa de Francia entre España e Italia. Así que a las 18:00 horas entramos en un bar junto a la carretera y vimos el dichoso partido, mientras picábamos algo.
  España perdió 2 - 0  y entre el "disgusto" y la hora que se había hecho, el plan de pasar por Vitoria-Gasteiz se vino abajo y tomé la decisión de ir directamente a Elvillar, para visitar el dolmen denominada La Txabola de la Hechicera y llegar antes de que se hiciera noche cerrada y poder montar la tienda de campaña. 

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Distintas vistas de las salinas de Añana con sus paisajes blanquecinos.

  Las Salinas de Añana conforman un paisaje muy curioso. Las "bañeras" de agua para extraer la sal, el sistema de canales para llevar el agua, los distintas fases de deshidratación con sus características peculiares y todo el entorno en general, hacen de este lugar un sitio especial. Lo pasamos muy bien allí y, seguramente, pudiendo fotografiar una puesta o salida del sol, conseguiríamos hacer un buen reportaje.

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La llanada alavesa a su paso por Treviño.
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Antes de llegar a Elvillar, la hora dorada nos pilló cruzando la sierra.

  El tramo desde Salinas de Añana hasta Elvillar se nos hizo eterno. Desde que cruzamos Treviño y hasta que subimos la Sierra de Cantabria, pasó un buen rato, que se hizo más pesado aún hasta bajar a la llanura.  Iosu, estaba aburrido y agobiado y yo bastante cansado de conducir... Llegamos al dolmen con las últimas luces del día, justo cuando la hora azul hacía su presencia en el cielo. Tras unas fotos y una improvisada cena, con algo de fruta, galletas y unos zumos se acababa el segundo día del viaje.  

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El dolmen de La Chabola de la Hechicera en la localidad alavesa de Elvillar.

 La noche se presentaba bastante fresca y nublada, así que decidí que dormiríamos en el coche. Coloqué al crío en el asiento trasero, metido en el saco y con una manta por encima. Yo me acoplé en el asiento del copiloto, con el respaldo hacia atrás, estirándome lo más posible. La temperatura había bajado bastante, pero dentro del coche se estaba bien. Habíamos pasado sin ver Vitoria-Gasteiz, pero la imagen del dolmen lo compensaba...
  Cuando hace miles de años atrás, un grupo de gente levantó esta construcción, seguro que nunca, ni por lo más remoto, pensarían que llegaría hasta nuestros días... Y ahora nosotros estábamos allí, contemplándola al anochecer, imaginando un grupo de hombres y mujeres, tocados con unas rudas pieles, adorando al sol y a la luna que marcaban sus ritmos de vida... Ejemplo claro de que las personas pasan, pero sus obras perduran en el tiempo...
  Y así, en la soledad de la llanura, con un silencio sepulcral junto al milenario dolmen, nos quedamos dormidos.

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Elvillar - Eunate

Me desperté aún de noche, como avisado por los duendes del alba, antes de que se hiciese de día. Preparé la máquina de fotos y fui buscando el ángulo para un buen encuadre. Eran algo más de la 05:30 horas y me dio mucha pena despertar

al niño tan temprano, así que le dejé dormir plácidamente. Yo, sin embargo, estaba maravillado con tan precioso amanecer...​  

  La sierra al noroeste, los viñedos al sur, la silueta del pueblo al este, haciendo un contraluz con los primeros rayos del sol y el dolmen ahí, justo frente a mí...

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Amanecer en el dolmen de La Chabola de la Hechicera.

  Poco a poco la luz iba cambiando... Del negro de la noche fue pasando a la hora azul del crepúsculo matutino y en unos minutos la hora dorada se hizo dueña y señora de la situación.
 Poco después, el sol se alzaba sobre el horizonte, llenando el paisaje de una desbordante y blanca luz. Eran las 07:00 horas, Iosu seguía dormido y allí ya estaba todo el trabajo hecho. Recogí mis "trastos" y sigilosamente arranqué tomando la carretera en dirección Arguedas, para visitar el Desierto de Las Bardenas, que sería el siguiente punto del viaje.

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Ya de día, dejamos atrás el dolmen de Elvillar y, entre campos de viñedos, pusimos rumbo a Las Bardenas.

  El crío se despertó por el camino y desayunó algo en el coche. Después, algo más tarde de las 09:00 horas llegamos al edificio que alberga el punto de información del Parque Natural de Las Bardenas Reales.

  Un señor muy atento nos explicó sobre un mapa el recorrido a seguir, vimos un pequeño expositor con animales disecados de los que habitan el ecosistema  y nos dirigimos al coche para iniciar el recorrido. La vuelta pequeña son 32 Kms que tardan en hacerse... Lo que tú quieras enrollarte.​

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Panorámica del Parque Natural de Las Bardenas Reales.

  Según nos adentrábamos en el parque, el crío alucinaba más y más... Hicimos una panorámica de inicio y bastantes fotografías. Todo le llamaba la atención, la reseca tierra, la escasa vegetación, los erosionados montículos con sus caprichosas formas... La verdad es que todo en sí es un espectacular paisaje.

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Los paisajes "lunares" se sucedían a lo largo y ancho del parque.

  Fuimos completando el recorrido bajo un justiciero sol, que cada vez calentaba más. Una manzana y algún zumo nos ayudaron a reponer líquidos. Casi al final del recorrido se llega al Castildeterra, icono y punto culminante del Parque. Desde allí y tras unas cuantas fotografías más, acabamos el paseo en el mismo punto que lo iniciamos, el punto de información.

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El "Castildeterra", icono del Parque de Las Bardenas.

  Luego fuimos hasta Olite, donde llegamos a la hora de comer. Pregunté a un paisano por algún sitio cercano y me recomendó el restaurante " La Muralla ", a 20 metros en una de las entradas al casco antiguo.  Por 20 € comimos bastante bien los dos, el niño un menú infantil compuesto por macarrones con tomate, unos nuggets de pollo con patatas fritas y un postre. Yo comí una ensalada templada, chuletillas de cordero con patatas fritas, un helado y un café. 

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El casco antiguo de Olite, la iglesia de Santa María la Real y la plaza del castillo.

  Casi sin reposar, para sacar el jugo de cada hora del día, nos dirigimos al castillo. Una asequible entrada, creo que eran 3€ los adultos y 1,5€ los niños, nos dio paso a un mundo de Historia para mí y un mundo de fantasía para mi hijo que, de repente, se transformó en un caballero medieval recorriendo las almenas, pasadizos y escaleras que iban de un lugar a otro, descubriendo un mundo de leyendas, caballeros medievales y dragones...

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Almenas y torreones desde una de las torres el castillo.

  En una de esas subidas y bajadas, nos topamos con un matrimonio madrileño que estaba de visita con sus dos hijos. Los niños enseguida se unieron en sus juegos, mientras que los madrileños y yo charlábamos y cambiábamos impresiones...

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Ujué desde la carretera de Olite.
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  Así, entre charla y juegos finalizó la visita al castillo y nosotros pusimos rumbo a Ujué, otro precioso pueblo, situado en un otero dominando el valle del río Ega.

  Uxue en euskara, Ujué en castellano, tiene una maravillosa iglesia-fortaleza del siglo XI. La parte de la fortaleza está bastante deteriorada, sobre todo la zona trasera, pero la iglesia está perfectamente conservada. El pórtico es otra maravilla del románico navarro.

  Hicimos una vista al interior de la iglesia y...Buuuaaaa !!
Qué frescura se notaba dentro, tanto qué daban ganas de quedarse allí un buen rato. Hicimos unas cuantas fotos y después dimos un paseo por las adoquinadas calles del pueblo, antes de poner rumbo a Gares / Puente la Reina.

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Diferentes zonas de la iglesia-fortaleza de Ujué.
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Detalles de las vacas y los leones alados junto a otros "seres" en la iglesia fortaleza de Ujué.
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El pórtico y alguos adornos de la iglesia de Ujué.
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  Hacía mucho calor y ni tan siquiera el aire acondicionado del coche calmaba el agobio. Pasamos de largo por Artajona, localidad que quería haber visitado, pero... Se quedará para otra ocasión. 

  Iosu había abierto las ventanillas traseras del coche y yo había apagado el aire acondicionado, claro está. El crío necesitaba sentir el viento en la cara.
  En una de éstas, cruzamos junto a unos campos de cultivo, creo que eran girasoles. Los chorros del regadío, a pleno rendimiento, invadían la carretera, yo lo había visto, pero no avisé al crío y... Le sorprendió de lleno, el agua en el rostro. ¡¡ Que risas hicimos !!

La localidad de Artajona desde la carretera camino de Puente la Reina.

  Tanto que me hizo volver a pasar dos veces más, hasta que me negué con una tercera. Fue el ratito de cachondeo del día  y  nos sirvió para llegar, todavía entre risas, hasta la localidad de Puente la Reina.

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El famoso puente medieval que da nombre a la población.
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Gares o Puente la Reina, punto importante en el Camino de Santiago.

  Aparcamos junto a la gasolinera, en la calle principal, la que cruza el pueblo de punta a punta. Nos encaminamos directamente a ver el puente medieval, que sirve para cruzar el río Arga.
  Le conté a Iosu un poco de historia y mi paso por allí, haciendo el camino de Santiago en 2004. Tras unas fotos, nos encaminamos a ver la Iglesia del Crucifijo. En ella hay una singular imagen y, no sé si habrá otra igual en todo el mundo... Se trata de un Cristo clavado en una cruz en forma de " Y ". Su origen se atribuye a los templarios, por la forma de la " pata de oca "... ¡¡ Pero estaba cerrada !!
  Acababan de cerrar entonces mismo, porque eran las 20:00 horas y esa era la hora que anunciaba el letrero del horario pegado en la puerta.

 - ¡¡ Jo, que pena ¡¡... Me dijo el crío.
  - No te preocupes cariño, mañana venimos a desayunar y la vemos ... Le dije yo. 

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  Después de la pequeña decepción, que solucionaríamos al día siguiente, volvimos a la Calle Mayor para cenar algo. Se echaba la noche encima y queríamos ver la Ermita de Eunate, en Muruzabal, a tres kilómetros de Gares. 
Llegamos justo cuando la hora dorada estaba dando paso a la hora azul del crepúsculo vespertino...

Iglesia del Crucifijo, a la derecha su pórtico.

  Tras unas fotos y un rato de jugar al balón, el cansancio se fue apoderando de mi hijo y le propuse quedarnos a dormir allí mismo, junto a la ermita. Nos proponíamos montar la tienda, pero unas finas gotas de lluvia nos hicieron desistir. Decidimos quedarnos de nuevo en el coche. Le preparé su improvisada "cama", con el saco de dormir y la manta. Después de un beso de buenas noches, cayó rendido. 

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Distintas tomas de la ermita de Eunate con el tránsito hasta la hora azul... ¡¡ Maravilloso ¡¡

  Yo puse un poco de orden en el coche y me quedé contemplando la ermita románica, como embrujado por tan simple, pero tan bella obra de arte. Después, como la noche anterior, me acurruqué junto a mi hijo en el asiento del copiloto. 
Callaron grillos y cigarras... Tan solo el leve susurro de unas finas gotas de lluvia y el silbido de una suave brisa, rompían un silencio que, junto a la ciega oscuridad, ocupaban todo el espacio. Como pude, me acomodé en el asiento e intenté coger el sueño. Me costó, pero conseguí dormir unas horas.

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Eunate - Isaba

Me desperté con las primeras luces del día, en una gris mañana, cubierta de una fina bruma que, poco a poco, iría levantando para dejar una jornada soleada y calurosa. Hice un poco de tiempo para dejar al crío dormir un poco más,

mientras estiraba las piernas y volvía a contemplar la ermita...

  La luz del crepúsculo tanto matutino como vespertino, es un momento mágico para descubrir una de las iglesias más bonitas del Camino de Santiago, la de Nuestra Señora de Eunate, sencilla, original y misteriosa que, en medio de un llano, en verano luce radiante iluminada con el brillo de los campos de trigo que la rodean.
  Su planta octogonal y el claustro que la circunda la hacen diferente a cualquier otro templo románico. Su origen sigue siendo un misterio, dicen que fue hospital de peregrinos, dormitorio de difuntos, faro-guía para caminantes, lugar de culto cristiano y santuario telúrico para quienes buscan fuerzas esotéricas. Algo así puede que quiera decirnos el significado de su nombre en euskera... Eun-ate significa "cien puertas".

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Santa María de Eunate...  Joya del románico navarro.

  Construida en 1170, algunos historiadores han barajado la posibilidad de que fuese obra de los templarios y hospital de la orden de San Juan, ya que, el conjunto de planta octogonal, es similar al Santo Sepulcro de Jerusalén y sabido es que los templarios anduvieron por allí. Por otro lado, la tradición popular atribuye su construcción a una reina o señora, cuya sepultura yace bajo las piedras, para que fuese capilla funeraria. Sea como fuere, es una maravilla y a mí, personalmente, me encanta y me reconforta.

  Repasé el itinerario a seguir, ya que había un ligero cambio de planes. No quería irme de allí sin enseñarle a Iosu el Cristo del Crucifijo, no por la simbología religiosa, ni mucho menos, simplemente porque me parece una obra única en el mundo y esa cosas, teniendo la oportunidad, hay que verlas.
  Sobre la 08:00 horas desperté al crío y tras recoger el "campamento", fuimos a desayunar a Puente la Reina, abrían la iglesia a las 09:00 de la mañana, así que teníamos tiempo. 

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Cruz templaría en la Iglesia del Crucifijo.
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El Cristo del Crucifijo de Puente la Reina.

  Dejamos el coche en una plaza justo detrás de la calle donde está la iglesia y desayunamos en una cafetería a pocos metros de allí. Pasado un rato de las 09:00, nos acercamos hasta la iglesia, empujé la puerta y... Esta vez sí. ¡¡ Estaba abierto !!

  Al terminar la visita, volvimos al coche y pusimos rumbo a Iruña/Pamplona, tampoco habíamos perdido mucho tiempo y de momento, parecía que podríamos hacer todo lo que había planeado para ese día.
​  En media hora entrábamos a Pamplona por la A-12, metiéndonos en la ciudad por la Avda. de Arostegi y luego por la Avda. de Pío XII, hasta llegar a la ciudadela y aparcar en el parking de la estación de autobuses. 

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  Vimos un poco la Ciudadela y nos dirigimos directamente al casco antiguo, con la intención de callejear por el recorrido del encierro. Hicimos a pie el tramo desde los corrales hasta la plaza de toros, pasando por la Cuesta de Sto. Domingo, la Calle Estafeta y la Calle Mercaderes. 


  El crío aprovechó para comprarse una camiseta y un peluche de un toro. Desde la plaza de toros fuimos hasta el monumento al Encierro, sito en el cruce entre la Avda. de Carlos III  y la Avda. de Roncesvalles. Después, atravesando nuevamente la Plaza del Castillo, volvimos sobre nuestros pasos hasta el parking donde estaba el coche.

El ayuntamiento de Pamplona y la hornacina de San Fermín en la cuesta de Sto. Domingo.
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Imágenes del monumento al Encierro y mi hijo en la Calle Estafeta y la bajada al callejón de la plaza de toros.

  Era cerca de mediodía y arrancamos rumbo a la foz de Lumbier, próxima visita en nuestro viaje, tomando así dirección al este, con la intención de subir por la tarde hacia Isaba.
  Hacía bastante calor y aunque habíamos tomado algo en las calles de Pamplona, casi "obligué" al crío a beber un zumo y agua antes de dirigirnos hacia los cañones. También había comido un helado y algunas galletas, así que teníamos energías para hacer el paseo por la foz.

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  Tomamos la A-21 con dirección Sangüesa y en media hora más o menos, estábamos entrando en Lumbier. En la entrada del pueblo se gira a la derecha y se llega al parking del parque. Se paga 2€ por dejar el coche, pero por lo menos está vigilado por una persona.
  Cogimos las máquinas de fotos y la cantimplora de piel de camello que traje de Rajasthán (India) y que guarda el frío una barbaridad y tras saludar al guarda, nos dirigimos al inicio de la ruta. Nada más entrar, nos "saludaron" los primeros buitres. Con "el cañón", el 400 de Nikon, los veíamos tan cercanos  que mi hijo empezó a alucinar.

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Iosu en la entrada del parque, observando los primeros buitres.

  El paseo por la foz es un recorrido circular de unos 5,5 Kms prácticamente llanos, pero desde la entrada hasta "el puente del diablo", a la salido del segundo túnel y vuelta son aproximadamente 2,5 Kms. Ese fue el tramo que hicimos nosotros. Vimos los nidos de los buitres, flores, bichos y aves de todo tipo y nos dio el sol hasta el punto que cogimos hasta un poco de color.

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El ecosistema de la foz está lleno de flores y animales, grandes y pequeños.

  Tras el paseo, volvimos a por el coche y fuimos hasta el pueblo de Lumbier a comer algo. Subimos hasta la plaza y buscamos un restaurante. Lo primero de todo nos hidratamos bien. Luego una ensalada, unas croquetas, algo de pasta, un helado y un café para mi y, sin amodorrarnos mucho, arrancamos nuevamente.
  La idea original era ver Sangüesa, con el pórtico de la Iglesia de Santa María como obra cumbre del románico y monumento nacional. Pero se había hecho algo tarde y decidimos ir a ver el Castillo de Javier y el Monasterio de Leyre, saltándonos Sangüesa. 
Ya quedaban algunos pueblos para la próxima salida por tierras navarras... Tudela, Artajona, Estella, Sangüesa... 

El Castillo de Javier.
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El Monasterio de Leyre.

  Camino de Javier, nos cogió una tormenta de verano. En unos minutos el olor a tierra mojada llenaba el ambiente y las gotas de agua, del tamaño de una moneda de 2€ mojaron la carretera en un visto y no visto. Pero, según caían, se iban secando. Llegamos a Javier, vimos el castillo y sus alrededores, pero el crío no quiso entrar a verlo por dentro. Luego tomamos camino a Leyre...

  El Monasterio de Leyre estaba a reventar. Se ve que alguna excursión había "desembarcado", porque estaba lleno de gente con acento andaluz y también algún grupo grande de jubilados. Vimos el pórtico y tomamos un refresco, pero pensar en entrar era como la película de Tom Cruise...  "Misión Imposible".

  Al rato volvimos al coche y nos dispusimos a hacer el último tramo del día, hasta Isaba. Los kilómetros de coche ya iban pesando y el crío empezaba a estar cansado.

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El precioso pórtico cargado de seres increíbles.
A la derecha, Iosu jugando en Leyre.
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  Por el camino, en dirección a la cola del pantano de Yesa, debíamos encontrarnos con varios pueblos abandonados y que me hubiese gustado fotografiar, pero, el crío me puso todas las pegas posibles para que no parase y viendo la carita de agobio que llevaba, me limité a hacer esta foto desde la carretera. Volveré algún día exclusivamente para fotografiarlos, de día, de noche y lo que se tercie... Pero eso será con mis amigos de fotografía, Isidro, Aitor, Rosa...
  Ya organizaremos una salida, para hacer nocturnas en Eunate, ver desde allí la Vía Láctea y después pasar por los pueblos abandonados de Escó y Tiermas... Tiene que ser de infarto fotografiar un pueblo así y por la noche... Sombras, ruidos, fantasmas... ¡¡ Uuuuuhhh !!

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El pueblo abandonado de Escó.
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  Por la N-240 llegamos hasta el desvió para coger la A-137 a la altura de Sigües, para subir río arriba por Burgui, Roncal y Urzainki, hasta llegar a Isaba. Dejábamos atrás las secas tierras de la baja y media Navarra, para adentrarnos de lleno en los verdes pastos, los frondosos bosques y las altas tierras del pre-Pirineo...

  Esta noche, después de dos días durmiendo en el coche, pillaríamos una cama. Teníamos reservada una habitación en el hostal Onki-Xin de Isaba. Sábanas limpias, una ducha caliente, wifi... Esas cosas cotidianas que cuando no las tenemos echamos tanto en falta. Llegamos sobre las 18:00 horas, con un cielo cubierto que amenazaba lluvia. Nos atendió una chavala vizcaína que trabajaba ahí, pero el hostal lo regentaba un tipo de origen británico. De todas formas, muy bien, en el centro del pueblo, junto a la iglesia de San Cipriano. 

El río Esca camino de Isaba.
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  Aparcamos junto al hostal y subimos nuestras cosas. Una ducha y a estirar las piernas por el pueblo. El cielo se había tornado plomizo y acabó cayendo un buen chaparrón que apenas duró cinco minutos. Después se abrió un poco el cielo y no volvió a llover en toda la tarde-noche. Dimos un paseo observando las calles y las bonitas casas adornadas con flores. Al rato, bajamos a cenar a un bar donde hacían pizza y tras dar cuenta de una de cuatro quesos y un refresco, subimos al hostal a descansar. El crío vio un poco de televisión y yo aproveché para descargar las fotos de los días anteriores. 
  Cuando terminó la descarga me acurruqué junto al crío. La noche era fresca, el cansancio, el relax tras la ducha, la tripa llena y los arrumacos de mi hijo fueron un "somnífero mortal" de necesidad. El cuarto día de viaje echaba el cierre. El tiempo, como siempre que lo disfrutas, pasaba volando.

Isaba, en la entrada al valle de Belagua, puerta de entrada a los Pirineos.
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Isaba - Lasa

Nos levantamos tarde, bueno alrededor de las 08:00 de la mañana, pero yo quería haber andado más temprano. De todas formas,

espabilamos bastante rápido y sobre las 09:30, después de una ducha, recoger todo y cargar el coche, arrancamos hacia los Pirineos. La mañana era preciosa, fresca, sana, se respiraba un aire limpio, puro... Bebimos unos zumos de nuestra despensa, más un plátano y unas galletas nos dieron la "chispa" para empezar con energía... Enseguida entramos en el valle de Belagua, un impresionante vergel con las montañas al fondo. Íbamos ganando altura y acercándonos a esa ficticia frontera que parte en dos mitades un país y una cultura común, pero que nunca, jamás, podrá quebrar su latido, porque le pese a quien le pese, interiormente late un solo corazón.

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El valle de Belagua, camino de la Pier Sant Martin.
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Desde uno de los miradores de la subida se podía ver este maravilloso paisaje y se podían identificar los montañas en uno de los paneles.

  Desde uno de los miradores que hay subiendo a la Pierre de Sant Martin, se pueden contemplar, en una mañana despejada, todas estas cumbres. Como reza el panel informativo, podemos ver de izquierda a derecha: Anie, Añelarra, Ukerdi, Mesa de lo Tres Reyes, Budogia, Lapazarra y  Lapaquiza... 
  Casi en la cima otra parada... Maravilloso paisaje !!  Mi hijo disfrutaba con un esplendor que él nunca había visto y yo disfrutaba viéndole feliz y haciendo fotos de tan preciosas montañas... ¡¡ Inolvidable !!

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Pastos infinitos, verdes y azules de todas las tonalidades, el ganado, las nubes... un conjunto maravilloso.

  Llegamos a la cima y, desde ella, se bajaba por la vertiente norte al lado francés. Hicimos una parada para hacer unas fotos y para que Iosu corriera libre por las verdes laderas de la montaña. El crío se subió hasta la cima de la montaña, de unos 1.760 m de altitud. Yo me quedé un poco más abajo, contemplando como saltaba de risco en risco como una cabrita...

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Mi hijo, en la cima de la montaña... Todo un logro. A la derecha la flora que encontramos en aquella zona.
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Panorámica de la vertiente francesa desde la Pier Sant Martin.
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Imágenes del Auñamendi o Anie (2.504 m ), montaña sagrada para los vascos.

  Aunque geográficamente está situado en territorio bearnés, el Auñamendi o Anie ( 2.504 m ), es sentimentalmente considerado el pico más alto de Euskal Herria, morada de "Mari " y montaña sagrada para los vascos. Es la primera cima que, mirando desde el océano, supera los dos kilómetros y medio de altitud, en la cordillera de los Pirineos.
  Su nombre viene de la voz euskara "auña " o "aña " en la zona de Roncal, significa  - cabrito - , por lo tanto, la traducción al castellano sería monte del cabrito / Auña-mendi... No será por casualidad, que la meseta calcárea, desde donde se eleva al cielo la cima del Auñamendi se denomina " Larra ", que en euskera significa - pasto -.
  Oficialmente, ese título, el de pico más alto dentro de nuestra geografía, lo ostenta el denominado " Hiru Erregeen Mahaia " o Mesa de los Tres Reyes ( 2.444 m ) .

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  Tras contemplar por un buen rato las montañas, comer algo de fruta y beber un zumo para reponer fuerzas, iniciamos el descenso hacia la localidad de Urdatx-Santa Grazi, donde su iglesia, único resto visible de una colegiata que tuvo gran importancia durante la Edad Media, por ser en aquel entonces parada del Camino de Santiago, es el edificio más representativo.

https://es.wikipedia.org/wiki/Sainte-Engrâce
  
 Os dejo este enlace por si queréis leer algo más sobre la historia de este lugar.

Mar de nubes bajando a Santa Grazi.
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Gure bazterrak lanbroak . . .
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Un hermoso ejemplar de vaca pirenaica.

  Nos metíamos ahora en una sucesión, casi infinita, de bosques que pasaban del pino negro, enebros y abedules a los robles, hayas y arces. En pocos kilómetros, pasábamos de estar por encima de las nubes a meternos de lleno en las cerradas brumas que, me traían a la memoria la preciosa canción de Mikel Laboa ...  Gure Bazterrak.

  Seguimos descendiendo, las brumas desaparecieron y llegamos a Santa Grazi. Hicimos una pequeña parada. Unas fotos y una visita al interior de la iglesia. Después, tras comer unas galletas nos dirigimos a las Gargantas de Kakuetta.
                                                              http://www.rutaspirineos.org/rutas/gorges-de-kakuetta

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La iglesia de Santa Grazi, su entorno y parte de las estelas funerarias de su cementerio.
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  Eran ya las 13:00 horas y llegamos al parking para acceder a las gargantas. Cogimos las cámaras y el agua y fuimos hasta la zona de acceso. Sacamos las entradas y... ¡¡ A disfrutar !!
  El día estaba nublado, pero no hacía frío. Estaba perfecto para caminar. Bajamos hasta el lago de la entrada y cogimos la senda que lleva al inicio de los 4 Kms del recorrido. Recordaba la última vez que estuve allí, entonces llevé a mis sobrinos y llegamos solo hasta la cascada. En esta ocasión llegaríamos hasta la gruta.

El lago en la entrada a las gargantas.
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El espectacular recorrido por la garganta, allí, el tintineo del agua y el trinar de los pájaros es lo único que se oye.

  Fuimos recorriendo las pasarelas y los tramos de pista y rocas que iban acercándonos hasta el final de la senda. Se respiraba un aire fresco y puro. Me dio por pensar en la cantidad de miles de años que habría necesitado el agua para trazar ese angosto y caprichoso camino entre la dura piedra.
  Según he leído, la garganta empezó a formarse después de la última glaciación y el agua fue filtrándose lentamente, hasta llegar a la forma que hoy conocemos, pero, ¿Cómo acabará ?

  Espero que por lo menos sepamos cuidar el entorno y respetarlo, para que los hijos de nuestros hijos y los hijos de éstos, puedan verlo y disfrutar como nosotros.

  Tras andar cerca de una hora, ya que llevábamos un ritmo suave y parábamos cada dos por tres a hacer alguna foto, divisamos la cascada. Según nos acercábamos, el ruido era más y más intenso...
  El salto, de unos 20 m de altura, rompe contra el suelo provocando una maravillosa imagen y eso que era verano. En invierno, después del deshielo, el estruendo tiene que ser atronador.

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El salto de agua es impresionante.

  Desde la cascada, unos 150 m más y llegamos a la Grotte du Lac, una cueva que se encuentra al final del recorrido en la que hay varias formaciones de estalactitas y estalagmitas... Verdaderamente... ¡¡ Maravilloso !!

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La Grotte du Lac, final del trayecto de las gargantas de Kakuetta.

 En el interior de la gruta, las figuras que se han creado con el incesante goteo del agua, dibujan formas sorprendentes que me hacían recordar desde monstruos deformes, pasando por personas recostadas contra la pared, hasta enormes colmillos de un dragón dormido... ¡¡ Ay la imaginación !! Que poderosa.
  Unas fotos de recuerdo, un cambio de impresiones con mi hijo y con cuidado para no resbalar, poco a poco, regresamos a las pasarelas para volver sobre nuestros pasos hasta el punto de partida. Nos quedaba una hora de caminata para volver. El regreso, como es lógico, fue algo más rápido, ya que, el terreno picaba hacia abajo... Volvimos hablando de lo bonito que era todo aquello.

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  Yo le conté que, cuando sus primos tenían su edad, también vivieron a este sitio y así, entre charla y fotos, llegamos de vuelta al lago. Le pregunté si quería comer algo en el bar-restaurante que hay allí mismo, al inicio del recorrido, donde se sacan las entradas, pero me dijo que no. Habíamos comido fruta y galletas de nuestra particular despensa, así que se compró un helado en el kiosco y volvimos al coche. Andábamos bien de tiempo, pero no como para desviarnos hasta el puente de Holtzarte, un puente colgante al estilo nepalí, de 70 m de longitud, suspendido unos 200 m por encima del fondo del cañón pero, eso también, se quedó para otra ocasión. El siguiente destino era Maule, la capital de Zuberoa.

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Maule-Lextarre, capital de Zuberoa, desde el Gaztelu Zaharra.

  Desde las gargantas de Kakuetta hasta Maule, apenas una hora de coche, para cubrir los 35 Kms que los separan. Allí, la visita estaba bien clara, un paseo por sus calles, subir al Gaztelu-Zaharra y hacer algunas fotos típicas.

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Imágenes del Gaztelu-Zaharra y uno de sus "inquilinos".
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Vista de Maule.

  Maule, a pesar de ser capital de provincia cuenta únicamente con 3.400 habitantes. Mi pueblo, Astigarraga, tiene más de 5.000. Aún así, es un bonito y tranquilo lugar que vale la pena visitar. Dimos un paseo y subimos al castillo viejo...
Gaztelu-Zaharra es una fortaleza del s. XI y cuenta miles de historias bélicas, como punto importante que fue durante la Edad Media... 

   Reyes, vizcondes, incluso el mismo Ricardo Corazón de León pasó por entre sus muros. Os dejo este interesante enlace por si queréis leer más sobre él.

                                                                 http://www.lebrelblanco.com/anexos/a0258.htm

  La visita al castillo fue interesante, además de ver su interior y pasear por sus murallas, nos ofreció la posibilidad de unas bellas vistas para hacer unas panorámicas de la ciudad. Tras ello partimos dirección Donibane Garazi, última escala del viaje. Tardamos en recorrer más de una hora los 40 Kms de distancia, pero como poderes imaginar, paramos alguna que otra vez a sacar alguna foto.


  Llegamos sobre las 18:30 horas a la casa "Etchecoya", en la localidad de Lasa/Lasse en francés. Tras registrarnos y subir algunas cosas, nos dimos una ducha con intención de bajar a Donibane Garazi y ver un poco la ciudad. El crío, después del remojón se quedó tranquilo y relajado y cogió mucha pereza para salir. Decidimos cenar allí mismo y ver el partido entre Portugal y Gales, correspondiente a la semifinal de la Eurocopa de Francia, dejando la visita a la capital para la mañana siguiente. Se clasificó Portugal, que posteriormente le ganó a Francia la final por 1-0. Nosotros tras el partido nos fuimos a dormir...

  Era la última noche de viaje, aquello llegaba a su fin.

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Lasa - Astigarraga

Nos levantamos sobre las 08:00 horas y bajamos a desayunar al comedor. Pagamos la cuenta, recogimos las cosas y fuimos a Donibane Garazi, capital de la Baja Navarra / Nafarroa Behera,

punto estratégico en la Ruta Jacobea antes de su entrada en tierras navarras por el paso de Orreaga-Roncesvalles, a los pies de Pirineos, de ahí el nombre de Saint Jean Pie de Port / San Juan Pie de Puerto.​  Paseamos por sus empedradas calles y subimos a la Ciudadela, explicándole a mi hijo la importancia que tubo esta ciudad en otra época, cuando era paso casi obligado en el Camino de Santiago.

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Uno de los hitos del
Camino de Santiago
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La típica imagen de Donibane Garazi, con su puente medieval sobre el río Errobi / Nive en francés.
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Las calles empedradas de Donibane Garazi.

  Ubicada en torno a una ruta prehistórica que luego se convirtió en vía romana, la villa fue fundada en el s. XII y se desarrolló pronto como centro comarcal de comercio y comunicaciones. Desde esa fecha, al pie del castillo llamado Mendiguren, se desarrolló una estratégica ciudad fortificada.
​  Aún hoy, la villa medieval de Donibane Garazi, se encuentra completamente amurallada. Al pasear por las callejuelas empedradas, jalonadas de casas antiguas con floridas fachadas, el viejo puente sobre el río Nive, el camino de ronda y la imponente ciudadela, te sientes transportado a otra época.

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Panorama de Donibane Garazi desde el castillo.
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  Subimos la ladera que lleva hasta la Ciudadela, una zona fortificada que construyó en el s. XVII, concretamente en 1620, cuando Luis XIII de Francia unió las coronas de Francia y de Navarra, pensando sobre todo en la defensa de esa zona ante un potencial ataque desde el sur.

  Construida en el lugar del antiguo castillo fortaleza de los reyes de Navarra, la Ciudadela domina la villa desde una altura de más de 70 metros, protegida por murallas y formando parte de la Plazas Fuertes de los Pirineos Occidentales.

La Ciudadela de Donibane Garazi.
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Verdes prados camino de Baiona.

  La mañana avanzaba a pasos de gigante, así que, al bajar de la Ciudadela fuimos a por el coche y arrancamos buscando el último destino del viaje, Baiona. El paisaje iba cambiando, quedaban atrás las altas cumbres y entrábamos en un terreno de grandes llanos y verdes prados, dónde pastaba el ganado y se sucedían los cultivos.

Teníamos por delante unos 50 kms hasta llegar a la capital de Lapurdi. La idea original era llegar a Baiona recorriendo los pueblos de Ainhoa, Espeleta, Sara... y bajar luego por la costa visitando, Biarritz, Donibane Loitzune, Endaia...
Pero, por un lado, el crío estaba ya cansado y deseoso de llegar a casa y jugar con sus amigos y, por otro, a mí me habían comunicado una triste noticia relacionada con una compañera de trabajo y me había descolocado un poco.

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Baiona; la catedral, la ciudadela y una fachada del centro romántico de la ciudad.
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El río Adour a su paso por Baiona.

  Así pues, llegamos a Baiona y dimos un paseo por la ciudad, su casco antiguo, la catedral y tomamos un café en uno de los bares en los que hablan euskera donde, en otra época, aún no muy lejana, se reunían los refugiados vascos que vivían en lado francés. Después volvimos al coche y por la autopista A-63 nos dirigimos de vuelta a casa.
  El viaje había terminado, fueron unos días muy felices, con "aventurillas" que nos hicieron disfrutar de lo lindo, vimos muchos y muy bonitos paisajes y por lo menos intenté dar a conocer a mi hijo el país en el que vive.

 Un maravilloso lugar, concentrado en un pequeño territorio en un rincón de la vieja Europa, pero que ha sabido sobrevivir a los avatares de la historia guardando su identidad como pueblo. Una identidad marcada, como decía al inicio, por ese precioso idioma que es el euskera.

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Kanpotarra baldin bazara eta gure herria ezagutzen ez baduzu, etor zaitez !!
​Ez duzu inoiz damutuko...


Txapela buruan... eta ibili munduan !!

© F. J. Preciado  2016

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